En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

lunes, 1 de marzo de 2021

La esencia de lo cómico en el Quijote

Toda experiencia cómica contiene una experiencia crítica.


Podríamos decir que la risa es siempre el resultado de una experiencia cómica, o el efecto orgánico del placer cómico; también la relación psicológica y social de un grupo frente a uno o varios individuos. Desde la teoría de la literatura del materialismo filosófico se afirma que es algo que puede, debe, y exige, estudiarse desde criterios normativos.

Diversos autores han considerado con toda razón que lo cómico en Cervantes es diferente a otros autores contemporáneos. A. Close dice lo siguiente: “frente al humor despreciativo de Quevedo y otros, el humor cervantino une de algún modo a burladores y burlados, y hace que los burlados, más que convertirse en objeto de escarnio, provocan simpatía y compasión”. Esto no deja de ser una interpretación psicológica, porque esa visión, pienso yo, va más con la condición de los lectores. Marques Villanueva, escribe que “Cervantes no era un espíritu superficial como Lope, ni un conservador como Quevedo, ni un ortodoxo maquiavélico como los jesuitas...” Identifica en Cervantes una diferente forma de hacer comedia, de objetivar la experiencia cómica, respecto a sus contemporáneos.

Desde los presupuestos del materialismo filosófico como teoría de la literatura vamos a sostener una interpretación dialéctica de lo cómico. Definiremos lo cómico como el efecto risible fundamentado en una dialéctica nunca inquietante ni agresiva para el sujeto que ríe, que se articula en dos polos fundamentales: la materialización de los hechos consumados y la formalización de los hechos exigidos. El protagonista de la experiencia cómica no ha sabido hacer las cosas como se esperaba, y esa dialéctica, esa diferencia, ese desajuste, entre cómo ocurren las cosas y lo que exige una sociedad, con su psicología y sus normas, es lo que produce la risa. En una sociedad perfecta el humor no existe, porque no hay nada risible, nada en lo que ironizar.

Cuando eso se suprime, se prohíbe, o simplemente se proscribe, la experiencia cómica desaparece. Es lo ocurre en un paraíso terrenal, en una sociedad marxista, en la Ciudad de Dios de San Agustín, o simplemente en un mundo perfecto. La literatura como dicta mucho de ser un mundo perfecto, acoge y atesora todas las formas imaginables de la materia cómica.

Los hechos exigidos para la existencia de la materia cómica lo son conforme a unas normas, un código socialmente establecido, y en muchos casos políticamente sancionado, conforme a la razón que articula nuestra sociedad y primando la moral sobre la ética. El grupo se antepone al individuo (aunque esto está cambiando, y caminamos hacia un punto en que por salvar a un individuo puede perecer la humanidad entera; pareciendo a veces más interesante el asesino que las veinte personas asesinadas por él: una sociedad así está destinada al fracaso y, con el tiempo, será reemplazada por otra con una estructura más fuerte).

Los hechos consumados en la materia cómica siempre alcanzan un desajuste, un fallo, una limitación, con los hechos exigidos. A pesar de todo hay personas que pueden sustraerse a las normas exigidas, que no cumplen con el código, y nadie se ríe de ellos.

  • Porque el poder lo impide (nadie se ríe del jefe delante de sus narices).

  • Porque no tenemos conocimiento (el grado de comicidad está siempre en función del conocimiento que se tiene sobre el hecho cómico: de un chiste que no se comprende no nos reímos, de igual manera no nos reiremos de un comentario sobre una persona que no conocemos -quizás, por eso, muchas personas no quieren que se conozca nada de ellas-).

  • ¿Quiénes están exentos de cumplir los hechos exigidos? Pues aquellos que se sustraen por el fuero, por el juego, o por la locura, que son los tres eximentes principales del hecho cómico.

    • Quien tiene una relación privilegiada ante la ley, están exento de cumplir con los hechos exigidos por su aforamiento

    • Quien padece una locura suspende racionalmente su presencia en el mundo, no podemos exigirle que cumpla con unos hechos que respondan a la razón

    • Mediante el juego. El juego suspende la aplicación de la ley, como pasa en el carnaval o en las fiestas, que se puede uno reír de determinadas cosas que en normalidad no se puede.

Hoy día lo cómico es esa multitud que escucha embelesada al tonto, y es que cada día hay más tontos que sigue a otro tonto flautista del que no perciben su ridiculez como líder, sino al contrario se le admira y se le aplaude, con lo que el ridículo lo hace la gente que admira al bobo. Quien suele ser objeto de risa suele ignorarlo, porque si fuera consciente lo evitaría (no es el caso del cómico profesional que pretende que se rían del personaje que representa, no de la persona que en realidad es él). El problema es ser cómico y no saberlo.

La symploké es fundamental en los cómico, porque lo cómico no se da aisladamente, sino que forma parte de una estructura, que ni es monista (no está todo relacionado con una entidad suprema y absoluta) ni es amonista (no todo está desconectado de todo). Lo cómico siempre se puede analizar respecto a un referente fundamental, y es la envoltura de una experiencia crítica, cuyos referentes siempre están presentes y de los que no puede segregarse.

Como hemos dicho, la teoría de la literatura del materialismo filosófico considera lo cómico como el resultado dialéctico entre los hechos consumados y de los hechos exigidos del ser humano que se convierte en el protagonista de la experiencia cómica. Estos hechos tienen realidad física operatoria. Provocan una crítica social delimitada por una moral definida, por un sistema de valores, de ideas, conforme a un raciocinio, y el que no es capaz de satisfacer ese raciocinio incurre en una locura que provoca el hecho cómico.

El Quijote es una obra profundamente cómica porque su protagonista articula la dialéctica mencionada entre materia y forma. La formalización de don Quijote frente a la materia de Alonso Quijano: una dialéctica entre los hechos consumados que lleva a cabo alonso Quijano, que es quien en realidad está actuando, y la formalización idealista que presenta don Quijote. La diferencia es insalvable: un anciano de más de 50 años que camina a lomos de un escuálido caballo; un hombre débil que no come ni duerme, que se cree un héroe, un caballero andante con poder para impartir justicia en el mundo. La ridicularización del idealismo no puede ser más evidente (no hay ni una obra de arte en toda la historia en la que el idealismo alcance un ridículo mayor, ni una condena tan clara). El Quijote lo que viene a sostener es que los idealistas están pirados y además son peligrosos. No es un elogio de la locura, eso lo hacía Erasmo, que no se entraba de nada de lo que pasaba en el mundo, porque solo vivía entre papeles sin pisar las calles (si hubiera tenido que ir a la guerra su mensaje hubiera sido otro. Cervantes si que fue y salvó a Europa de ser engullida por el islam, incluida la Europa de Erasmo).

El narrador del Quijote se esmera en propiciar la dialéctica entre materia y forma, insistiendo en presentar a don Quijote como un loco de atar, y limita la intervención directa del personaje que, sobre todo al principio de la novela, tarda mucho en hablar, no lo hace hasta que no deja muy clara su locura, siendo sus primeras intervenciones sobre lecturas o dramatizaciones esperpénticas y grotescas de pasajes de libros de caballería. La locura de don Quijote se va disolviendo a lo largo de la novela.

El Quijote de Avellaneda no tiene nada de cómico, su dialéctica no tiene nada que ver con la comedia, va contra el Quijote de Cervantes, una interpretación muy seria que lo que pretende es la destrucción del de Cervantes, que está muy claro que no le hizo ninguna gracia. Una interpretación hecha desde un racionalismo teológico y tridentino, nacida con toda seguridad en el seno de la Inquisición (Si código de la parodia en El Quijote de Cervantes son los libros de caballería, el código del Avellaneda es claramente la teología tridentina).

La comicidad objetivada en el Quijote conlleva una crítica que nos exige constantemente regresar al análisis de las formas, y después progresar en aquellos referentes de la crítica cervantina. La dialéctica es constante entre la materia (hechos consumados) y la forma (hechos exigidos).

En el Quijote hay dos tipos de dialécticas falsas, una en relación con lo cómico y otra en relación con la parodia:

  1. Cabe hablar de una falsa dialéctica de lo cómico porque lo cómico se sustenta en el juego de la locura de don Quijote. Hay una realidad objetiva fuera de la mente de don Quijote, y unos hechos consumados en la conciencia de don Quijote. (Fuera hay unos molinos, y don Quijote considera que hay unos gigantes: una visión incompatible con la realidad. Esta dialética aparentemente es cómica, pero, en realidad, es crítica contra los idealismos -idealismo contra racionalismo-).

  2. Es falsa la dialéctica de la parodia porque se sustenta en la fábula del narrador, que dice que el objetivo de la novela es combatir los libros de caballería, pero eso es mentira, los libros de caballería, que como hemos dicho son el código, no el objeto de la parodia, ya están fuera de contexto y no los lee nadie cuando se publica El Quijote. El fin de la obra (el objeto de la parodia) es combatir los idealismos objetivados en las novelas de caballería.

    Si hoy día surgiera un nuevo quijote su objetivo serían los libros de auto-ayuda que prometen la felicidad en lugar del desengaño, que es lo que le trae al ser humano el pensamiento crítico.

Cervantes parodia, critica, a aquellos que viven en un mundo irreal y les dice que esa manera idealista de enfocar la vida unicamente les conducirá al fracaso.

El chiste es la forma de la materia cómica menos frecuente en la obra de Cervantes, al contrario que en Quevedo que es de las más frecuentes. El chiste es la expresión verbal o iconográfica de un ingenio irónico, humorístico o crítico, según su contenido y formalización. En El Quijote se orienta, sobre todo, sobre lo numinoso: uno de ellos aparece casi al principio, cuando se va a llevar a cabo el saqueo de la biblioteca de don Quijote, y el cura y el barbero dialogan con el ama su la sobrina. En un momento dado le dice el ama al cura:

-Tome vuestra merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten en pena de la que les queremos dar echándolos del mundo.

Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.

El cura reacciona sonriente a la simplicidad del ama, considerando que lo que acaba de decir es un chiste, al hablar de encantadores y de agua bendita.



Ref: Basado en la Crítica de la Razón Literaria del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno; Mooc uvigo.



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