El olmo abatido por la acción del viento y
recostado sobre la dura acera de mi calle me ha recordado al
instante a un pariente suyo: el olmo de Antonio Machado, caído en la
ribera del Duero. No tengo necesidad de recurrir al libro, ya que al
menos el primer cuarteto, lo sé de memoria:
"Al
olmo viejo, hendido por el rayo
y en
su mitad podrido,
con
las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas
hojas verdes le han salido"
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El olmo de Machado en Soria |
Al
de mi calle, a las ramas que quedan en pie, con este marzo que parece abril, también le han crecido
algunos tallos y hojas nuevas. Es posible que, si la brigada
municipal no viene a trocearlo y a llevárselo para quemarlo,
hacer madera aglomerada o abono vegetal para el próximo año, estos
tallos sean ramas que nos darán sombra y cobijo a los vecinos y a
los pájaros de las cercanías. Los moverá la brisa como ahora mueve
las copas de los pinos cercanos, y en ellos los mirlos, las torcaces y
los gorriones instalarán sus nidos. Puede que también las ratas,
aunque estas gustan más de la espesura de los olmos de bola de la
calle de abajo, próxima al barranco.
Un
olmo sencillo me ha llevado al Olmo y el Olmo al poeta, Antonio
Machado, uno de los grandes. Lo que todavía no sé muy bien es qué
admiro más en él: si al poeta, al filósofo, o al hombre. Hay páginas suyas que
toda persona que las lea no podrá olvidar jamás. Baste como ejemplo
este breve poema, tan de moda hoy día, premonición de la guerra civil:
"Españolito
que vienes
al
mundo te salve Dios:
una
de las dos Españas
ha de
helarte el corazón."
O el
final de aquella conmovedora carta enviada desde Baeza a su amigo
José María Palacio, en la que después de evocar todas las delicias
de la primavera soriana, termina pidiendo al amigo que suba con un
ramo de rosas al cementerio del Espino, donde yace Leonor, el gran
amor de su vida:
“...Palacio,
buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con
los primeros lirios
y las
primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube
al alto Espino,
al alto Espino donde
está su tierra...”
Machado
pregunta por la aparición de los primeros indicios de la primavera junto al Duero, pero este poema es en realidad una de las más
hondas y dramáticas elegías amorosas de nuestra literatura. Las
melancólicas preguntas que van sucediéndose remiten a veces a
situaciones y textos anteriores de inequívoco sentido. Así, la
interrogación "¿Tienen los viejos olmos / algunas hojas nuevas?"
nos traslada al poema "A un olmo seco", compuesto un año antes,
mientras Leonor se extingue irremisiblemente, y Machado aún conserva su esperanza cómo del viejo tronco "herido por el rayo"
y condenado a morir, brotan algunas hojas verdes por efecto del
renacer primaveral, hasta el punto de que el poema concluye: "Mi
corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida, / otro
milagro de la primavera", es decir, la curación de Leonor.
Y en estas citas no
puede faltar su lírica evocación de aquel 14 de abril
de 1931, fecha en que el ilusionado y enfrentado pueblo español
quiso cambiar su destino: “Con
los primeros lirios de los bosques y las últimas flores de los
almendros, de manos de la Primavera, llegaba la República".
Pero,
al lado de estas páginas y otras como éstas, está la imagen del hombre sabio y bondadoso que gravemente enfermo tomó el camino del exilio y allí murió, en
Collioure, en un humilde hotel de la calle que ahora lleva su nombre en el sur de Francia.
Es un pueblo que me gustaría visitar, pasear por la calle que lleva su nombre, y
acercarme a su tumba donde, en su recuerdo, le pondría flores de
tres colores y, con Soria y Leonor en el recuerdo, le leería una magistral
silva asonantada, una creación genuinamente machadiana que
nunca
hasta entonces se había utilizado en lengua castellana. Según
él, era la forma de expresión que mejor se adaptaba a los vaivenes del alma. Esta podría ser la más indicada. En
ella,
con un tono muy intimista y de postración anímica, el poeta evoca a
su amor, Leonor, desde la cercanía de un recuerdo que le atormenta y
la distancia
geográfica de Baeza:
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.
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Soria: el Olmo (junto a él dos peregrinos de Santiago y de don Antonio)
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Evocar la siempre egregia figura de un poeta añorado y respetado, como era y es Don Antonio Machado, me llena de sano gozo y de una alegría indescriptible... Y más aún viniendo de tu pluma, que yo sé bien cómo y de qué forma te llega a tu interior las bellas palabras que nos legó este buen hombre de Soria... figura cabal como no vieron los dioses en muchos lustros. Gracias por tu tierna y sincera evocación, querido cuñado!!!
ResponderEliminarTito, queda pendiente un viaje a Collioure: pasearemos por su calle, y le llevaremos flores de tres colores.
ResponderEliminarEse viaje también lo tengo yo pendiente, me apunto si me aceptáis
ResponderEliminarSerá un privilegio y nos entenderemos mejor con el personal.
EliminarMuy bueno y emotivo. Siempre es de agradecidos recordar a aquellos que tan bellas letras nos dejaron
ResponderEliminarGracias Joaquín, es raro en los artista, los escritores lo son, ver un paralelismo entre su obra y su vida. Machado parece ser uno de los que escribió como vivió... Eso le hace mucho más grande si cabe.
Eliminar...hay que hacer menos planes e ir,directamente, es un consejo gratuito...amigo Pepe, alguien que ha estado en Coilloure ya tres veces, siendo siempre la primera vez, te lo recomienda encarecidamente, lo mismo que la casa museo en Segovia...que tengas salud para visitar, con el sentimiento que llevas y te acompaña, todos los lugares machadianos...
ResponderEliminar...lleva quien deja y vive el que ha vivido...
ResponderEliminarCuánta razón tienes Antonio. No es que no vaya a ningún sitio, que a alguno voy, pero hago demasiados planes. Recordaré lo que me dices: una palabra tuya bastará para salvarme...
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