En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 28 de enero de 2024

¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós!

 


Cervantes compone dos textos poco antes de morir: la dedicatoria al conde de Lemos y el prólogo de Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617), dos paratextos hermanos que parecen redactados de seguido el uno del otro. En ellos podemos apreciar la despedida y una reflexión del autor.

1. En el primero brilla la escritura poética “Puesto ya el pie en el estribo”, la crónica de los últimos momentos con extremaunción incluida de Cervantes y la promesa de las últimas obras por publicar :

A don Pedro Fernández de Castro,
conde de Lemos, de Andrade, de Villalba; marqués de Sarriá, gentilhombre de la Cámara de su Majestad, presidente del Consejo Supremo de Italia, comendador de la Encomienda de la Zarza, de la Orden de Alcántara

Aquellas coplas antiguas, que fueron en su tiempo celebradas, que comienzan:

Puesto ya el pie en el estribo,

quisiera yo no vinieran tan a pelo en esta mi epístola, porque casi con las mismas palabras la puedo comenzar, diciendo:

Puesto ya el pie en el estribo,

con las ansias de la muerte,

gran señor, ésta te escribo.

Ayer me dieron la Estremaunción y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies a Vuesa Excelencia; que podría ser fuese tanto el contento de ver a Vuesa Excelencia bueno en España, que me volviese a dar la vida. Pero si está decretado que la haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos, y por lo menos sepa Vuesa Excelencia este mi deseo, y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle que quiso pasar aun más allá de la muerte, mostrando su intención. Con todo esto, como en profecía me alegro de la llegada de Vuesa Excelencia, regocíjome de verle señalar con el dedo, y realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas, dilatadas en la fama de las bondades de Vuesa Excelencia. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y asomos de Las semanas del jardín, y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mía, que ya no sería ventura, sino milagro, me diese el cielo vida, las verá, y con ellas fin de La Galatea, de quien sé está aficionado Vuesa Excelencia. Y, con estas obras, continuando mi deseo, guarde Dios a Vuesa Excelencia como puede. De Madrid, a diez y nueve de abril de mil y seiscientos y diez y seis años.

Criado de Vuesa Excelencia,

Miguel de Cervantes.


2. El prologo del Persiles es un relato en el que se escenifica un contenido teatral, una situación dramática protagonizada por el propio Cervantes y un estudiante, combinando dos situaciones dialéticas en las que están presentes el humor y la gravedad de la muerte inminente. Cervantes interpreta algunas observaciones de lo que se ha dicho de él y de su obra; matiza, corrige, regula, se pronuncia sobre algunas de estas interpretaciones en términos que van de lo irónico a lo serio, del humor a la gravedad de la cuestión. Otra característica a destacar es que la realidad y la dicción están extraordinariamente unidas, no se aprecia la frontera que las separa, porque en una situación ficticia el autor real, Cervantes, se persona en la ficción con contenidos absolutamente reales e implicados en la vida real, de alguien que está a punto de morirse, de hecho se va a morir tres días después de terminar el prólogo de una enfermedad llamada hidropesía, que no es otra que la diabetes. No debería estar el ánimo para burlas, pero sin embargo el contenido está relatado en términos francamente humorísticos en muchos aspectos. Dice el estudiante en un momento dado:

-¡Sí, sí; éste es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las musas!

A lo que Cervantes responde

-Ese es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo,señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos falta del camino.

Cervantes aclara aquí un error que cometen muchos aficionados. No se puede reducir su literatura unicamente a lo cómico, lo cómico en Cervantes es una forma de expresión crítica, que trasciende las apariencias y alcanza un contenido crítico desbordante. Dice el prólogo

Prólogo

Sucedió, pues, lector amantísimo, que, viniendo otros dos amigos y yo del famoso lugar de Esquivias, por mil causas famoso, una por sus ilustres linajes y otra por sus ilustrísimos vinos, sentí que a mis espaldas venía picando con gran priesa uno que, al parecer, traía deseo de alcanzarnos, y aun lo mostró dándonos voces que no picásemos tanto. Esperámosle, y llegó sobre una borrica un estudiante pardal, porque todo venía vestido de pardo, antiparas, zapato redondo y espada con contera, valona bruñida y con trenzas iguales; verdad es, no traía más de dos, porque se le venía a un lado la valona por momentos, y él traía sumo trabajo y cuenta de enderezarla.

Llegando a nosotros dijo:

-¡Vuesas mercedes van a alcanzar algún oficio o prebenda a la corte, pues allá está su Ilustrísima de Toledo y su Majestad, ni más ni menos, según la priesa con que caminan?; que en verdad que a mi burra se le ha cantado el víctor de caminante más de una vez.

A lo cual respondió uno de mis compañeros:

-El rocín del señor Miguel de Cervantes tiene la culpa desto, porque es algo qué pasilargo.

Apenas hubo oído el estudiante el nombre de Cervantes, cuando, apeándose de su cabalgadura, cayéndosele aquí el cojín y allí el portamanteo, que con toda esta autoridad caminaba, arremetió a mí, y, acudiendo asirme de la mano izquierda, dijo:

-¡Sí, sí; éste es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las musas!

Yo, que en tan poco espacio vi el grande encomio de mis alabanzas, parecióme ser descortesía no corresponder a ellas. Y así, abrazándole por el cuello, donde le eché a perder de todo punto la valona, le dije:

-Ese es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo, señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos falta del camino.

Hízolo así el comedido estudiante, tuvimos algún tanto más las riendas, y con paso asentado seguimos nuestro camino, en el cual se trató de mi enfermedad, y el buen estudiante me desahució al momento, diciendo:

-Esta enfermedad es de hidropesía, que no la sanará toda el agua del mar Océano que dulcemente se bebiese. Vuesa merced, señor Cervantes, ponga tasa al beber, no olvidándose de comer, que con esto sanará sin otra medicina alguna.

-Eso me han dicho muchos -respondí yo-, pero así puedo dejar de beber a todo mi beneplácito, como si para sólo eso hubiera nacido. Mi vida se va acabando, y, al paso de las efeméridas de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida. En fuerte punto ha llegado vuesa merced a conocerme, pues no me queda espacio para mostrarme agradecido a la voluntad que vuesa merced me ha mostrado.

En esto, llegamos a la puente de Toledo, y yo entré por ella, y él se apartó a entrar por la de Segovia.

Lo que se dirá de mi suceso, tendrá la fama cuidado, mis amigos gana de decilla, y yo mayor gana de escuchalla.

Tornéle a abrazar, volvióseme ofrecer, picó a su burra, y dejóme tan mal dispuesto como él iba caballero en su burra, a quien había dado gran ocasión a mi pluma para escribir donaires; pero no son todos los tiempos unos: tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía.

¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!

...tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía.” Pero ya no hubo tiempo, Cervantes fallece tres días después. El Persiles se cerró de forma precipitada, el libro cuarto es de mucha menor extensión que los tres primeros. Cervantes se dio cuenta de que su vida se acababa. Cervantes dejó claro que su creación no es algo meramente cómico, como se interpretó sobre todo al principio y como el propio Cervantes objeta en este prólogo.

Para Vila-Matas, estas palabras constituyen el adiós “más sobrecogedor e inolvidable que alguien haya escrito para despedirse de la literatura”, defendiendo su condición de “auténtica pieza maestra de la literatura universal”. A todas luces, es una conclusión estupenda y enigmática que sorprende por muchas razones.

Para empezar, este adiós es un buen modo de cerrar con desconcierto un prólogo atípico como breve porque en él ni se menciona la obra prologada Se trata de una despedida ambigua en difícil equilibrio —o malabarismo— entre la alegría y la mala baba con mucho de ironía que contrasta con la situación extrema. En definitiva, un chiste en trance de muerte que puede gustar o incomodar porque —entre otras cosas— contrasta con la lógica y habitual meditación piadosa sobre la existencia con tintes religiosos.

Comenzando por los fundamentos, se ha conectado con un patrón retórico (“Adiós… Adiós… Adiós…”) posiblemente sacado de Virgilio, usado por trámite Garcilaso, incluso Lope, que Cervantes prueba en otros textos (Viaje del Parnaso, La gran sultana y un lance del Persiles), pero que igualmente puede proceder de la lírica popular; de la misma manera, la potente presencia de la muerte es un claro aviso del Cervantes de los últimos días, que en este saludo echa mano del gerundio del deseo; asimismo, se ha dicho que por su situación “agonizante” y de “extremaunciado” Cervantes “excluye toda posible adulación en busca de futuros beneficios” (Riquer, 2003 [1967]: 376), que la remisión al otro lado impregna todo el texto de “un tinte religioso” (Herráiz de Tresca, 1988: 58) que puede tener pinta de heterodoxia, que la formulación del ‘deseo’ […] contiene todos los elementos para preocupar a más de un lector-amigo supersticioso. Se trata de un pasaje poco claro “en el que tan extrañamente se enredan sugerencias paganas y convicciones cristianas” (Chevalier, 2005: 38), una despedida in articulo mortis a Salas Barbadillo y otros colegas (Nehrlich, 2005: 652-654) con argumentos de poco peso (que desmonta Lozano-Renieblas, 2006: 281), un acto de fe en la literatura y hasta un adiós dirigido a los personajes de la novela como amigos “del mundo posible” en una alusión a un proyecto de encuentro y reunión armónica. Con un poco de orden, conviene destacar la novedad de la reescritura cervantina del esquema retórico de adiós en este saludo prologal, ya que los textos rescatados tienen un valor muy distinto, que normalmente se pasa por alto y conviene considerar en sus variaciones con algunos comentarios.

Para empezar, el modelo de Virgilio se mantiene con mucha fidelidad en Garcilaso, porque la tirada bucólica inicial es un lamento suicida y metapoético de desesperación amorosa en ambiente campestre y Garcilaso mantiene el sentido amoroso y funeral del pasaje de Albanio en un marco natural, pero elimina la dimensión metarreflexiva:

Virgilio

[…] Adiós, bosques:

desde la atalaya del aéreo me precipitaré a las aguas,

aceptad esta ofrenda postrera de un moribundo.

Deja, flauta, ya los versos del Ménalo.

 

Garcilaso

Adiós, montañas; adiós, verdes prados;

adiós, corrientes ríos espumosos:

vevid sin mí con siglos prolungados,

y mientras en el curso presurosos

iréis al mar a dalle su tributo,

corriendo por los valles pedregosos,

haced que aquí se muestre triste luto

por quien, viviendo alegre, os alegraba

con agradable son y viso enjuto.

(Égloga II, vv. 638-646)


A su vez, Lope declina el diseño respectivamente según dos (o tres) claves diferentes:


Arcadia

(1598)

[…]

adiós, prendas, que un tiempo de la gloria

que pensando no veros se me acorta,

fuiste, cual sois agora de mis daños.

Vivid mientras viviere en mi memoria,

si ya la Parca en el partir no acorta

el tierno tronco de mis verdes años.

(II, 283-284, vv. 9-14)


El galán escarmentado

(1595-1598, manuscrito)

Adiós, doncellas fáciles y blandas,

que, en nombrándoos cualquiera casamiento,

dejáis las esperanzas de otro al viento;

adiós, cabellos, cartas, cintas, bandas;

adiós, tejados, rejas y barandas,

que ya no quiero andar sin fundamento,

hecho, por adorar un aposento,

majadero cruel de vuestras randas.

Adiós, deseos y esperanzas vanas,

verdades imposibles, más doncellas

que, por ventura, aquel lugar guardado;

adiós, aquel mañana, mil mañanas,

que ya me voy a las casadas bellas,

que pagan lo que deben al contado.

(vv. 692-705)


Adiós, adiós, virgíferas fregantes,

adiós, cama de ropa o casamiento,

adiós, cruel murciélago sangriento,

túnica de otros mil disciplinantes;

adiós, bolsa de arzón, cuero de guantes,

remiendo que, zurcido, engaña a ciento;

adiós, puerta de carros de convento,

abierta sólo a tiempos importantes.

Adiós, talludas y ásperas doncellas;

un necio os busque, sirva y os halague,

que todos dicen que lo hurtado es bueno;

adiós, que voy a las casadas bellas,

donde, entre puertas como perro, pague

a puros palos el bocado ajeno.

(vv. 706-719)

...


Los mártires de Madrid

(1602-1602, de autoría dudosa)

¡Adiós, Madrid, grato suelo,

corte del mayor monarca,

teatro do representa

el tiempo fortunas varias!

¡Adiós, Babilonia ilustre,

querida y amada patria,

archivo donde se encierran

del mundo nociones varias,

espejo claro, que en ti

hoy se miran tantas caras!


[…]

Aquestas cosas adiós

se queden, y en mi esperanza

todo adiós, pues de Dios tienen

fin y principio en su gracias;

que yo me voy a la guerra

por conocer su es escasa

mi fortuna, o si mi dicha,

do presumo me levanta.

Como caballero noble,

os promete y da palabra,

insigne villa, este hijo,

de morir por la fe santa.

(vv. 260-269 y 337-347)

Como puede verse, primero se da un uso encomiástico para la descripción de “la gran Tegea, ciudad famosa de la Arcadia” en un soneto de la Arcadia, para seguidamente simplificar la estructura (prescinde de la segunda parte iniciada con “vive”) y luego presentar un giro cómico-paródico a la despedida amorosa en un díptico de sonetos del galán Celio y su criado Roberto en El galán escarmentado (Crivellari, 2019) y una nueva derivación corográfica en Los mártires de Madrid, pero no hay casi nada de muerte en esta galería de adioses lopescos: aparece sólo en el primer texto arcádico, desaparece en la pareja de sonetos y reaparece brevemente como promesa genérica en la última comedia.

Frente a este panorama, Cervantes ensaya primeramente una doble tirada urbana, dedicada respectivamente a Constantinopla y a Madrid con un punto de chanza en ambos casos:


La gran sultana

(1604-1615 y 1615)

¡Adiós, Constantinopla famosísima!

¡Pera y Permas, a Dios! ¡A Dios, escala,

Chifutí y aun Guedí! ¡A Dios, hermoso

jardín de Visitax! ¡A Dios, gran templo

que de Santa Sofía sois llamado,

puesto que ya servís de gran mezquita!

¡Tarazanas, adiós, que os lleve el diablo,

porque podéis al agua cada día

echar una galera fabricada

desde la quilla al tope de la gavia,

sin que le falte cosa necesaria

a la navegación!

(vv. 2926-2940)


Viaje del Parnaso

(1614)

Adiós —dije a la humilde choza mía—;

adiós, Madrid; adiós tu Prado y fuentes,

que manan néctar, llueven ambrosía;

adiós, conversaciones suficientes

a entretener un pecho cuidadoso

y a dos mil desvalidos pretendientes;

adiós, sitio agradable y mentiroso,

do fueron dos gigantes abrasados

con el rayo de Júpiter fogoso;

adiós, teatros públicos, honrados

por la ignorancia, que ensalzada veo

en cien mil disparates recitados;

adiós, de San Felipe el gran paseo,

donde si baja o sube el turco galgo,

como en gaceta de Venecia leo;

adiós, hambre sotil de algún hidalgo,

que por no verme ante tus puertas muerto,

hoy de mi patria y de mí mismo salgo.

(I, vv. 115-132)

Tras esto, Cervantes parece volver la mirada a los orígenes con una apelación desesperada del narrador del Persiles (“¡Adiós, castos pensamientos…!”, II, 1) y la despedida paratextual que ahora interesa.

Frente a esta serie de posibles modelos, la conclusión cervantina del Persiles es toda una finta novedosa, ya que Cervantes se apropia de la fórmula en primera persona para despedirse in extremis con toda la fuerza de la emoción y la verdad que da la cercanía de la muerte, apunta tanto a la poesía (“gracias, donaires”) como a unos “amigos”, al tiempo que añade una nota jocosa y algo perturbadora que recicla —con un cierto claroscuro— la comicidad de algunas intervenciones de graciosos de comedia. Si se quiere, se puede considerar el adiós persilesco como una reescritura sintética de la tradición de la despedida (con elementos bíblicos, epidícticos y paródicos) a la que Cervantes añade el curioso deseo de reencuentro alegre “en la otra vida” con el que nacen todos los problemas.

Más allá del valor costumbrista y metapoético de las “gracias” (‘bondades, dones de la vida’, tal vez ‘capacidad poética, poesía’) y “donaires” (‘chistes, ingeniosidades’) de los dos primeros adioses, el conflicto está en la cita post mortem, que puede dividirse en cuatro puntos:

1. En segundo plano queda la identidad de los “amigos” (verdaderos compadres, colegas de profesión, los lectores, etc.), que en cierto sentido cierra el diálogo del prólogo y conecta con la autopresentación de segunda mano y negada como “regocijo de las musas” de prólgo.

2. Más parece incomodar la inminencia del encuentro (“presto”), que bien puede tenerse como una provocación, como una pose […] en quien tanto desea vivir, tal y como advierte en la dedicatoria al conde de Lemos.

3. Especialmente preocupa el epíteto “contentos”, que puede casar mejor como designación de la satisfacción del lector antes que con la gloria de los bienaventurados, pero que igualmente se podría relacionar con la aceptación serena y hasta deseada de la muerte que aconsejan los tratados de ars bene moriendi (Galván, 2012: 524-526), que Cervantes parece considerar para el final del Quijote.

4. De la mano va la indefinición del tipo de “otra vida”: mezcla de elementos paganos y cristianos, o una imprecisión voluntaria que “no expresa ninguna inquietud por la salvación”.

Quizás la clave está justamente en la paradoja entre la despedida “contento” y la tragedia de la muerte con el reencuentro en el más allá como corolario, que es una sonrisa melancólica más que otra cosa. Esta alegría en el adiós puede tener varios sentidos: en orden, puede tener que ver de entrada con la satisfacción con la vida pasada, así como con la firmeza que aconseja Séneca —y otros muchos con él— para afrontar la muerte (Sobre la brevedad de la vida, 11, 2) y más específicamente con el contento (‘gozo, serenidad’) necesario para este último paso según la tratadística sobre el buen morir (fray Juan de Salazar, Arte de ayudar y disponer a bien morir a todo género de personas), para quizás luego llegar a conectarlo con la gloria o con el gusto lector, aunque no todo por ser de Cervantes tiene que ser metapoético. En todo caso, parece claro que Cervantes juega con actitudes y discursos que declina de forma algo más alegre.

Pero entre tanta variedad de enfoque falta el más obvio: la tradición fúnebre a la que pertenece el prólogo, que comprende igualmente una variante burlesca y paródica con la que Cervantes dialoga claramente. Se decanta por la “reconstrucción del discurso funerario literario” mediante el que se presenta burlescamente en primera persona como un ingenio jocoso primo hermano de Ovidio. Así, Cervantes en su último autorretrato se ve como un vate iluminado por el entusiasmo y raptado por la mania que se despide de sus amigos desde una perspectiva de jocosa que considera la muerte como “un rito de pasaje” (y hasta “la felicidad plena”) tras el que se une con los seres queridos. Es posible que se burle, lo contrario parece excesivo, en la mención de los “ilustrísimos vinos” de Esquivias en el prólogo como clave dionisíaca para considerar a Cervantes como un poeta borrachuzo, ya que —entre otras cosas— no casa bien con otras figuraciones cervantinas ni con el propósito dignificador del prefacio al Persiles (con la negación de ser solo un escritor de “regocijos”) y este pasaje entre agua y vino puede verse como “un juego estoico” (recordemos el guiño a Sileno en un pasaje del Quijote (I, 15).

Otra vez, se trata de la sonrisa —todo lo torcida que se quiera— con la que se afronta el trance fatal.

Para ir acabando, sobre “la otra vida” quizá se pueda ir por el camino del medio: por de pronto, porque esta expresión ya puede tener un valor cristiano (vale “la que creemos, y esperamos los cristianos después de separadas las almas de los cuerpos…”, Diccionario de Autoridades) sin necesidad de mencionar infiernos, purgatorios ni paraísos, pero igualmente porque parece normal que Cervantes no precise mucho, de acuerdo con una actitud ambigua —y algo cambiante— que permite acercarse más bien a la religión en Cervantes que de Cervantes, amén de que la preocupación parece estar más en la despedida ambigua que en la meta.

En resumen, el inquietante cierre del Persiles es un adiós jocoso que reescribe y juega con la tradición funeral presentando una despedida tan alegre como melancólica que cumple a la perfección con el triple objetivo de conmover, emocionar y sorprender, hasta el punto de crear varios quebraderos de cabeza críticos y dejar toda la libertad al lector.


Bibliografía

CANAVAGGIO, Jean (2000 [1977]) “Cervantes en primera persona”, en Cervantes entre vida y creación, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2000, pp. 65-72 .

CHEVALIER, Maxime (2005) “El licenciado Vidriera y sus apotegmas”, Madrid, Casa de Velázquez, pp. 35-38.

GALVÁN, Luis (2012) “El motivo de la muerte en los libros de caballerías: articulación narrativa y sentido histórico”, Bulletin Hispanique 114, pp. 519-539.

GERBER, Clea (2018) “«Que yo me voy muriendo»: temporalidad, viaje y amistad en los paratextos del Persiles de Cervantes”, Hipogrifo: revista de literatura y cultura del Siglo de Oro 6.2, pp. 131-140.

HERRÁIZ DE TRESCA, Teresa (1988) “Humor y muerte en el prÓlogo del Persiles”, CriticÓn 44, pp. 55-59.

MARíN CEPEDA, Patricia (2016) «No soy bueno para palacio»: Cervantes y el mecenazgo literario, en Cervantes: los viajes y los días, ed. P. Ruiz Pérez, Madrid, Sial, pp. 31-42.

PELORSON, Jean-Marc (2003) El desafío del Persiles, Toulouse, PUM.

RIQUER, Martín de (2003 [1967]) Para leer a Cervantes, Barcelona, Acantilado.

SINGLETON, Max (1947) “El misterio del Persiles”, Realidad, 2, pp. 237-253.

VILA-MATAS, Enrique (2011 [2000]) Bartleby y compañía, 11. ed., Barcelona, Anagrama.


domingo, 21 de enero de 2024

Un ateo católico en el siglo de oro

 

 

Cervantes, en el discurso literario, construye un sistema de pensamiento que después desarrollará Spinoza en un discurso filosófico. La literatura en muchos casos es antecedente de pensamientos filosóficos posteriores: en el teatro de Moliere está mucha de la filosofía de Voltaire, en las novelas de Cela está mucho del materialismo de Gustavo Bueno.

 

Si bien el concepto de ateísmo se comenzó a usar con la ilustración no es desatinado lo que el título quiere expresar: el ateísmo católico de don Miguel de Cervantes, una idea que se desprende de la lectura de todas y cada una de sus obras.

 Nos referimos aquí a "el narrador del Persiles".

La novela cuenta con múltiples y sucesivos narradores. Subvierte o reforma el subgénero de novela bizantina o de aventuras. Podríamos calificarla como literatura reconstructivista. Una novela de estaciones, un drama de secuencias, un retablo narrativo con numerosos narradores, con un contenido aparentemente religioso, pero con un tratamiento formal que en absoluto es religioso, sino que subvierte todas las concepciones de la religión (las trampas cervantinas son tantas que es perfectamente interpretable como un texto religioso. Cervantes demuestra, una vez más que la literatura es una trampa para el que no sabe razonar). El Persiles está lleno de trampas para que el cristiano, el católico pueda verse seducido fácilmente. Es una novela en la que lo irreal se asume como posible, y lo increíble como verosímil. Una novela extraordinaria en el sentido de literatura maravillosa, donde lo sobrenatural aceptado como ordinario es la norma. Citaremos una palabras de un destacado crítico:

...la mayoría de los investigadores vinculan los principios artísticos de Cervantes a la corriente neo aristotélica como representante de los ideales estéticos de la contrarreforma, o bien comparte la preocupación por el significado simbólico religioso o bien por la fecha de composición del Persiles.

Plantear estas tres vertientes en los estudios del Persiles: una lectura realista, antropológica o alegoríca, es una interpretación propia de filólogos. Aquí vamos a interpreta al Persiles desde un esquema mucho más amplio y siguiendo a Gustavo Bueno, con el modelo de las demostraciones que consiste en establecer relaciones nuevas a partir de relaciones preexistentes. Distinguimos dos ámbitos, dos ejes: abcisas, donde situamos el objeto, la ontología, la materia, y ordenadadas, donde situamos el procedimiento, la crítica. En el eje horizontal u ordenada hay que distinguir dos momentos, porque la crítica puede ejercerse desde criterios idealistas donde distinguiríamos entre el objeto y el sujeto; o materialistas donde distinguimos entre materia y forma, que es el que seguiremos aquí. En el eje vertical donde está lo fenomenológico o psicológico, lo sensible y lo inteligible. Una interpretación humana, racional y normativa. Obtendremos cuatro resultados:

  • Crítica descriptivista, resultante de la critica idealista sobre una ontología reducida a lo sensible, a lo fenomenológico o psicológico. Aquí se sitúan las interpretaciones historicistas, filológicas y las comparatistas. Todas ellas idealistas, complacientes; empiristas.

  • El teoriticismo, esa misma crítica idealista ejercida en términos inteligibles, en términos conceptuales, lógicos. Aquí nos encontramos con el desarrollo de un idealismo idealista conceptual, basado en lo lógico, un idealismo racionalista, al contrario que el primer caso que desarrolla un idealismo basado en lo sensible, en lo fenomenológico.

  • El adecucionismo, tendencia empirista pero materialista reducida a análisis psicológicos. Reducir la literatura a un interpretación retórica y poética.

  • El circularismo. Estas son las interpretaciones que vamos a seguir. Son interpretaciones con un materialismo racionalista; un enfoque dialéctico.

El prologo del Persiles es un relato en el que se escenifica un contenido teatral, una situación dramática protagonizada por el propio Cervantes y un estudiante, combinando dos situaciones dialéticas en las que están presentes el humor y la gravedad de la muerte inminente. Cervantes interpreta algunas observaciones de lo que se ha dicho de él y de su obra; matiza, corrige, regula, se pronuncia sobre algunas de estas interpretaciones en términos que van de lo irónico a lo serio, del humor a la gravedad de la cuestión. Otra característica a destacar es que la realidad y la dicción están extraordinariamente unidas, no se aprecia la frontera que las separa, porque en una situación ficticia el autor real, Cervantes, se persona en la ficción con contenidos absolutamente reales e implicados en la vida real, de alguien que está a punto de morirse, de hecho se va a morir tres días después de terminar el prólogo de una enfermedad llamada hidropesía, que no es otra que la diabetes. No debería estar el ánimo para burlas, pero sin embargo el contenido está relatado en términos francamente humorísticos en muchos aspectos. Dice el estudiante en un momento dado:

-¡Sí, sí; éste es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las musas!

A lo que Cervantes responde

-Ese es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo,señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos falta del camino.

Cervantes aclara aquí un error que cometen muchos aficionados. No se puede reducir su literatura unicamente a lo cómico, lo cómico en Cervantes es una forma de expresión crítica, que trasciende las apariencias y alcanza un contenido crítico desbordante que muchos no han sabido percibir, y que los románticos alemanes e ingleses si percibieron, pero no lo supieron explicar. Explicaciones que limitaron a una exaltación de lo quijotesco, de lo emotivo, mitificaciones que sirvieron para colocar a Cervantes en el pedestal, pero no a un racionalismo de por qué se están exaltando esos valores. Se han dado muchas interpretaciones idealistas como es el caso de Ortega y Gasset, o Américo Castro, un Cervantes kantiano, cuando Cervantes es profundamente materialista, racionalista y ateísta.

Cervantes insiste siempre en en plantear la duda. Recuérdese lo que dice en el prólogo de la segunda parte del Quijote, dedicada al Conde de Lemos y defendiéndose del Avellaneda:

...los Trabajos de Persiles y Sigismunda, libro a quien daré fin dentro de cuatro meses, Deo volente; el cual ha de ser o el más malo o el mejor que en nuestra lengua se haya compuesto, quiero decir de los de entretenimiento; y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque, según la opinión de mis amigos, ha de llegar al estremo de bondad posible.

Siempre evitando interpretaciones materialistas de su obra, que no se viera la crítica que ella iba con el fin de preservarse de racionalismos inquisitorales. Cervantes critica en su obra, no solo a la sociedad española, sino al Antiguo Régimen, donde Cervantes no cabe porque lo combate, a diferencia de la literatura shaskespiriana que lo confirma, que los mantiene confitados con la ilusión y las imaginaciones propias de la época. Con Shakespeare en la mano no pasamos del siglo XVII, afirmamos el Antiguo Régimen con Cervantes en la mano exigimos el mundo contemporáneo, del concepto de sociedad y libertad aparecido tras la ilustración europea.

En el prólogo al Persiles de Cervantes:

...tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía.”

Pero ya no hubo tiempo para él, Cervantes fallece tres días después. El Persiles se cerró de forma precipitada, el libro cuarto es de mucha menor extensión que los tres primeros. Cervantes se de dio cuenta de que su vida se acababa. Cervantes dejó claro que su creación no es algo meramente cómico, como se interpretó sobre todo al principio y como el propio Cervantes objeta en este prólogo.

El narrador del Persiles, al igual que el narrador del Quijote son el prototipo del cinismo y del fingimiento. El Persiles, una obra maestra de la narrativa universal, presenta como responsable de lo que ocurre a un cínico embustero; una voz que lo sabe todo pero que finge no saber nada. Tiene múltiples y muy complejas competencias, manipulando las formas elegidas por el autor. El narrador cuando no participa (cosa que si ocurre el el Quijote, cuando aparece paseando por el Alcaná de Toledo) es el lenguaje de la novela, con un lenguaje operativo. En el Persiles no participa, sino que se distancia de la novela misma, pero no la reduce en absoluto. Señalaremos unas características del narrador:

1. Está muy distanciado de la historia que cuenta. Una distancia solo formal, solo aparente, pues en realidad está muy implicado en la historia, aunque cuando lo cuenta parece que nada tiene que ver con ella. El narrador es racional, sensato, que cuenta una historia irracional de donde se deriva un extraordinario cinismo al contar cosas extraordinarias como si fueran ordinarias. Estamos ante una novela fantástica o quizás extraordinaria, una variante del realismo mágico. Cervantes es un inventor de lo que el siglo XX llamaría realismo mágico, porque en el Persiles ocurren cosas que la realidad no permite (podríamos pensar que en el Quijote también ocurre, pero no se da con la dimensión, con el descaro, con el irracionalismo que se da en el Persiles).

Nunca forma parte de los hechos narrados, no guarda relación con los contenidos, unicamente con la forma, con el lenguaje, utilizando la forma para subrayar constantemente que no tiene nada que ver con la materia. Una relación dialéctica muy burlesca, muy irónica, muy propia de Cervantes, determinante a la hora de enfrentarse con ella. La más burlesca de toda la producción literaria cervantina. Nada más chistoso que interpretar el Persiles como una una obra seria, una obra de la contrarreforma. El narrador deja a los personaje el relato de la hipérbole, de los disparates, de la exageración, de lo irracional. Cuenta cosas que el narrador no ha visto, son sus personajes pero él cínicamente no se hace responsable. El Persiles es una novela construida mediante retablos narrativos, la técnica de la novela de estaciones, en un modelo propio de la novela barroca.

2. El narrador juega con su capacidad dramática. Se disuelve constantemente, como ocurre en el prólogo que cede la palabra al propio autor. Hay una dramatización de los hechos que están en el motor del relato. Ese teatro épico que muchos han descubierto leyendo a Beltor Brech, ya está en Cervantes, en el Quijote y en el Persiles. Tiene características de los ensayos, componentes de sentencias moralizantes; podíamos hacer un libro de sentencias didácticas sacada del texto del Persiles, como las podríamos sacar del Quijote.

3. Otra característica es la distancia ente el narrador y el autor. El narrador finge adoptar las formas de la contrarreforma, sin embargo el autor presenta unos hechos que son incompatibles con la contrarreforma. La contradicción con la que se encuentra el léctor es extremada, por que está viendo que los contenidos son incompatibles con la contrarreforma, como es una peregrinación a Roma, basándose en unos motivos que no son religiosos, aunque los simula, pues el fin es una relación matrimonial al final del trayecto con la peregrinación como pretexto. El narrador cuenta estos hechos como si los protagonistas fueran peregrinos religiosos. Desde el cinismo hay una relación dialéctica, aceptando que todo es un juego donde la religión católica, la política de la época y las convenciones literarias se someten a una broma que no resiste el dogma. El Persiles no confirma el dogma, sino que lo discute. Hay una dialética entre lo que dice el narrador y lo que sucede, un juego y un procedimiento cervantino: el narrador no está de acuerdo con lo que está sucediendo en la novela y trata de hacerlo soluble con la contrarreforma; tiene que contar una historia que es anticontrarreformista y lo hace en términos contrarreformistas. ¿Por qué? Pues porque Cervantes es un ateo de formación católica. Como Spinoza es un ateo de formación judía, porque su materialismo u racionalismo no es soluble en agua bendita. Cervantes exige un mundo ateo, no es que vaya contra el catolicismo, que para él es la mejor de las formas religiosas; va contra las religiones en general. Un personaje como Clodio, es un personaje que dice la verdad de lo que hay, descubre las verdades ocultas de la historia, sospecha que los protagonistas no son hermanos como quieren hacer creer, sino prometidos que tratan de ultimar la peregrinación para conseguir lo que buscan; un personaje que por decir constantemente la verdad es vituperado, maltrado, odiado por el narrador. Clodio es un enemigo del narrador, que le condena a una muerte terrible, precisamente por decir las verdades que el Persiles oculta.

4. El narrador mezcla en los dialógos de los personajes burlas y veras en situaciones verdaderamente trágicas. Lo trágico y lo cómico, lo serio y lo lúdico están mezclados en momentos francamente duros, dolorosos y el narrador lo hace como si fueran cosas irrelevantes, cuando está en juego la vida y la libertad de muchos de los personajes. En el libro 1º Capítulo 2, se habla de la esclavitud a la que se ve sometida Laurisa, y dice:

-¡En triste y menguado signo mis padres me engendraron, y en no benigna estrella mi madre me arrojó a la luz del mundo! ¡Y bien digo arrojó, porque nacimiento como el mío, antes se puede decir arrojar que nacer! Libre pensé yo que gozara de la luz del sol en esta vida, pero engañóme mi pensamiento, pues me veo a pique de ser vendida por esclava: desventura a quien ninguna puede compararse.

Cervantes sabe lo que aquí dice, pasó una esclavitud de 1575 a 1580 en Argel. Mezclar la esclavitud humana con su nacimiento es un mal signo, pues Cervantes no cree en la mala estrella, esto sería muy propio de Shakespeare, pero no de Cervantes, que desmiente estas interpretaciones de contenido irracional en todas sus obras. Al contrarió que Calderón que dice “no hay más fortuna que Dios”, Cervantes se resiste a cristianizar la fortuna, Cervantes está en una idea que seculariza la idea de Dios, de destino, de providencia, con expresiones tales como “cada cual se frabrica su destino”, como dice en La Numancia. No hay determinismo en el porvenir como dice ciegamente el protestantismo, para él es inherente que el ser carezca de libertad, al estar determinado a la salvación o la condena por parte de la providencia antes de nacer. Shakespeare está más cerca de Calderón que de Cervantes: el orden quebrantado siempre se resuelve volviendo al punto de partida, Macbeth es derrotado, Ricardo III es derrotado, Falstatt es ridicularizado por su antiguo compañero de juerga una vez que llega a ser rey de Inglaterra; el único autor que sitúa a los personajes en una perspectiva emancipada del determinismo metafísico, del fatalismo, del causalismo es Cervantes que hace que la fortuna sea insoluble en la cristiandad, y eso que el catolicismo es mucho más liberal que el protestantismo que niega tajantemente la libertad humana: la libertad en el mundo protestantes es la misma que la del canario en la jaula, mientras el catolicismo abre las puertas a que el ser humano elija entre el bien y el mal, entre la salvación y la condena.

5. Un contenido sentencioso, moralista, didactico, sapiencial muy presente en el Quijote y en el Persiles. Se pregunta Clodio en el 2 libro cap.5:

¿qué hace aquí este Arnaldo, siguiendo el cuerpo de Auristela, como si fuese su misma sombra, dejando su reino a la discreción de su padre, viejo y quizá caduco, perdiéndose aquí, anegándose allí, llorando acá, suspirando acullá, lamentándose amargamente de la fortuna que él mismo se fabrica?

Arnaldo se lamenta de su fortuna por que persigue a Auristela para casarse con ella, sin sospechar la verdad que es que Periandro y Auristela (Persiles y Seguismunda) no son hermanos sino prometidos que fingen ser hermanos, por que la madre de Auristela quiere casar a esta con el hermano de Periandro, siendo este el propósito del viaje, no por motivos religiosos.

6. En la novela, Persiles, condena el suicidio. Se dice al respecto, 2º libro, capítulo 13:

la mayor cobardía del mundo era el matarse, porque el homicida de sí mismo es señal que le falta el ánimo para sufrir los males que teme;”

Cervantes en La Numancia había suicidado a todo un pueblo, convirtiendo el suicidio en un gesto de heroísmo. Aquí es un hecho cobarde, mientras que el La Numancia es de valientes, con lo que aparece la ambigüedad propia de Cervantes.

7. Otra característica del Persiles es la retranca, la ironía que se da en unos términos descarados. Auristela en la corte del rey Policarpo se encuentra enferma y tiene que aguantar un coloquio con la hija del rey, en la que le dice que se va a prometer en relación con Peliandro, secretamente prometido con Auristela y que van a casar a la propia Auristela con su padre, el rey. (2º libro, capítulo 7).

Peor es la situación trágica y cómica a la que a la comitiva se le imputa un asesinato y la lectura de uno de los documento que lee el corregidor, se lee una carta del fallecido, que dice: Yo, don Diego de Parraces, salí de la corte de su Majestad tal día (y venía puesto el día)… Acota el narrador cínicamente, siendo una prueba que puede suponer el encarcelamiento o incluso la ejecución. El narrador está narrando términos burlescos hechos verdaderamente graves, lo que demuestra que la novela discurre en un ambiente enormemente lúdico. Hace presencia un peregrino que es una verdadera caricatura, deformado, degradado, con la cara redonda, la nariz chata, con los ojos saltones. Dice así, 3º libro cap 6:

...el rostro daba en rostro, porque la vista de un lince no alcanzara a verle las narices, porque no las tenía sino tan chatas y llanas que con unas pinzas no le pudieran asir una brizna de ellas; los ojos les hacían sombra, porque más salían fuera de la cara que ella; el vestido era una esclavina rota, que le besaba los calcañares, sobre la cual traía una muceta...

Nada que ver con la peregrinación estos detalles. O más adelante cuando dice “delante de sí vieron que caminaba una peregrina, tan peregrina que iba sola”, cuando lo normal de la peregrinación es hacerlo en grupo. La soledad es de ermitaños, y los ermitaños no peregrinan; en todo caso sería un peregrinaje anómico, fuera de las normas de la peregrinación.

En un momento dado Periandro cae mal herido de una torre y Auristela en lugar de socorrerlo se pone a evocar la estirpe noble de la que viene Periandro, siendo preregrinos que se suponen que son gente pobre, y se ponen a hablar de reinos, de princesas, de reyes y monarquías, dejando perplejos a los que están a su alrededor. Pero es el narrador el que pone en ridículo a los personajes, las formas son incompatibles con la materia, debido a que lo protagonistas no son quien dicen ser. El narrador es casi un Valle-Inclán sometiendo a los personaje a situaciones casi esperpénticas.

El narrador abandona a los personajes en el ridículo. Dice Auristela:

tendrá la reina, vuestra madre, cuando a sus oídos llegue vuestra no pensada muerte! ¡Ay de mí, otra vez sola y en tierra ajena, bien así como verde yedra a quien ha faltado su verdadero arrimo!

Estas palabras de reina, de montes y grandezas, tenían atentos los oídos de los circunstantes que les escuchaban, y aumentóles la admiración las que también decía Constanza, que en sus faldas tenía a su malherido hermano, apretándole la herida y tomándole la sangre la compasiva Feliz Flora, que, con un lienzo suyo, blandamente se la esprimía, obligada de haberla el herido librado de su deshonra.

En una situación donde peligra la vida, el narrador se dedica a hacer disquisiciones completamente lúdicas. El propio libro desautoriza cualquier interpretación seria, por lo que sorprende que muchos críticos hayan querido ver una lección de dogmatismo católico, en una obra tan descaradamente lúdica, irónica y burlesca como esta.

8. También en el Persiles se juega con la figura del traductor como en el Quijote aunque con menor dimensión que en este, simplemente se menciona en el cap. 1º del libro 2º:

Parece que el autor desta historia sabía más de enamorado que dehistoriador, porque casi este primer capítulo de la entrada del segundo libro le gasta todo en una difinición de celos, ocasionados de los que mostró tener Auristela por lo que le contó el capitán del navío; pero en esta tradución, que lo es, se quita por prolija y por cosa en muchas partes referida y ventilada, y se viene a la verdad del caso, que fue que, cambiándose el viento y enmarañándose las nubes, cerró la noche escura...

Una vez más lo usa Cervantes para distanciarse como autor del conjunto de la obra. Aquí es apelado pero no prospera como en el Quijote donde es fundamento de la arquitectura de la obra. El Persiles está siempre plagado de apelaciones metanarrativas que en muchos casos termina en resoluciones de literatura sapiencial o nomológica, como cuando dice en el libro dos, capitulo dos:

Parece que el volcar de la nave volcó, o por mejor decir, turbó el juicio del autor de esta historia, porque a este segundo capítulo le dio cuatro o cinco principios, casi como dudando qué fin en él tomaría. En fin, se resolvió, diciendo que las dichas y las desdichas suelen andar tan juntas, que tal vez no hay medio que las divida; andan el pesar y el placer tan apareados, que es simple el triste que se desespera y el alegre que se confía, como lo da fácilmente a entender este estraño suceso.

El autor convierte al narrador en protagonista en términos descaradamente lúdicos y desautorizándolo, diciendo de forma burlesca que ha perdido el juicio, con el fin de restarle fundamento serio a la obra.

El narrador del Persiles utiliza varios procedimientos que vamos a enumerar:

  • Se apoya en el lenguaje antes que en la realidad, en la forma antes que en la materia. La materia viene dada por el autor y el tiene que hacer esa materia anti-contrarreformista compatible formalmente con la contrarreforma.

  • No se relaciona con lo que está sucediendo. Es un narrador heterodiegético que no quiere saber nada del contenido de la historia, que es irracional, totalmente incompatible con el racionalismo del que se jacta el narrador: está contando una historia irracional, siendo él un narrador profundamente racional.

  • Sus palabras interpretan descarada y deliberadamente de forma inexacta el contenido de los hechos: juzga a los personajes intencionadamente de una manera inexacta.

  • Dispone que los personajes estén mostrando experiencias trágicas y cómicas ante la misma realidad, lo que es de una ambigüedad enorme, resultando todo ridículo y grotesco, tendiendo constantes trampas al lector.

  • Introduce digresiones y contenidos sapienciales que en contradicción con otros contenidos dados en otra obras de Cervantes, abriendo una confrontación dialéctica con estas. Pretensión claramente deliberada que muestra una desconfianza entre autor y narrador, obligando el autor a hacer compatible una materia con la contrarreforma, cosa que no lo es: El autor es materialista, racionalista y ateo y el narrador es católico contrarreformista.

El contenido del Persiles es una peregrinación que culmina en Roma, la ciudad santa, y todo el procedimiento de la narración es una desmitificación la peregrinación misma, porque la peregrinación es un ejercicio fraudulento protagonizado por unos personajes, cuyo objetivo es utilizar la peregrinación para poder relacionarse eróticamente al final de la novela como un producto que supera una prueba. En este punto los hechos contrarreformistas son hechos serios que se narran de una forma lúdica por parte de un narrador irónico y burlón. Lo hechos sacralizados están desmitificados y se dan de bruces con la contrarreforma y el concepto de peregrinación: la fábula es una ficción, el narrador es un fingidor, la peregrinación es una farsa. Cervantes trata de emanciparse de la literatura dogmática anterior, donde la historia exigía a la literatura un compromiso de verdad, y los religiosos que exigían un compromiso con la moral, con lo que la desposeían del principal componente de ficción, llevándola la obra a la historia o al catecismo. Hoy día los enemigos de la literatura ya no son la historia ni la religión, sino más bien la preceptiva, lo políticamente correcto.

La legitimación de la ficción literaria comienza cuando los interpretes de Aristóteles liberan a la literatura de los imperativos de de verdad y moral. El concepto de ficción, que cuesta mucho comprender a moralistas y preceptistas de todos los tiempos, padres de la iglesia hasta Platón, o los feministas contemporáneos, es un concepto que hace que la literatura sea un discurso emancipado de la historia y de la religión (Platón, en la República no solo recomendaba limitar el comercio, también la imaginación, algo que encajaba con los ideales de la religión cristiana). Todo lo que tiene que ver son la imaginación es una exaltación de las pasiones y es una alejamiento de la realidad.

El Persiles sortea permanentemente estas limitaciones: la verdad exigida por la historia y los dogmas exigidos por la religión. Lo hace utilizando los procedimientos de una literatura sofisticada y reconstructivista que consistes en establecer relaciones reales entre términos ideales, relaciones que no existen (los peregrinos del Persiles son ricos disfrazados de pobres y en realidad no son peregrinos, la utilizan como un pretexto), frente a literaturas utópicas, programáticas o imperativas que establecen relaciones reales entre términos reales, que es lo que plantea La República de Platón. El Persiles es un relato construido a base de sucesivos relatos, una novela que reproduce el drama de estaciones, relatos narrados por múltiples y sucesivos narradores, que tienden a hacer compatible con la contrarreforma una materia que no lo es en absoluto. De ahí, en esas relaciones irreales, fraudulentas, la burla, lo irónico. Una novela apoyada en el mito de la peregrinación que resulta desmitificado en cada paso y en cada página; una novela en la que lo que ocurre, lo que se narra, lo que se dice es algo que el lector no ha visto nunca, quien ha visto lo que se cuenta son lo personajes, que lo hacen al margen de la responsabilidad del narrador: un mundo onírico, un mundo extraordinario, un mundo de aventuras, hechos ideales próximo a la literatura fantástica y maravillosa. Un mundo irreal contado en términos reales.


Referencias: J. Casalduero, Sentido y forma de los trabajos de Persiles y Seguismunda. J, Maestro, Nueva lectura del Persiles. G. Bueno, Crítica literaria según el materialismo filosófico.