En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

sábado, 29 de octubre de 2022

La sima de Cabra, la verdadera Cueva de Montesinos



Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha."

Este es el título real del capítulo 22 de la Segunda Parte es el siguiente. Para cualquier lector de Cervantes, coetáneo o actual, la cueva de Montesinos es un lugar imposible para esta grande aventura. La cueva es visitable y se encuentra en el término municipal de Ossa de Montiel. Tras dar en su interior los primeros pasos se comprueba la imposibilidad de ambientar en ella la aventura que relata Cervantes. De esta cueva menciona nuestro autor que para “entrar en ella, era menester proveerse de sogas, para atarse y descolgarse en su profundidad”. Tras coger los protagonistas más de 100 brazas (1 braza = 2 varas = 1,6 m), dándole soga el primo y Sancho, don Quijote “se dejó calar al fondo de la caverna espantosa”.

Con todo eso, se detuvieron como media hora, al cabo del cual espacio volvieron a recoger la soga con mucha facilidad y sin peso alguno, señal que les hizo imaginar que don Quijote se quedaba dentro, y creyéndolo así Sancho, lloraba amargamente y tiraba con mucha priesa por desengañarse; pero llegando, a su parecer, a poco más de las ochenta brazas, sintieron peso, de que en estremo se alegraron”.


Estando ya agotadas las cien brazas de soga, Sancho y el primo piensan en “volver a subir” a don Quijote. Don Quijote nos dice que “iba cansado y mohíno de verme, pendiente y colgado de la soga” (II, 23); explica que “Fui recogiendo la soga que enviábades, y, haciendo della una rosca o rimero, me senté sobre él pensativo además, considerando lo que hacer debía para calar al fondo, no teniendo quién me sustentase”. De hecho, don Quijote no sale por sí mismo de la cueva, sino que es izado de la misma por Sancho y el primo: “Pero no respondía palabra don Quijote; y sacándole del todo, vieron que traía cerrados los ojos, con muestras de estar dormido”. Sin embargo, todo esto es imposible: la horizontalidad del acceso y del interior de la cueva de Montesinos, no permite que personas colocadas fuera de la misma icen a nadie del interior. De hecho, es imposible que estas personas mantengan a nadie “pendiente y colgado de la soga”. Sorprendentemente, esta disposición de la cueva es de antiguo conocida e incluso publicada: en la edición de Rico del Quijote (Rico, II: 983) se reproduce la planta y perfil de la cueva en los grabados atribuidos a Luis Paret de la edición de Pellicer. Este grabado aparece en la publicación de la Biblioteca Nacional Los mapas del Quijote (Biblioteca: 64-65).

Ahora bien, si la topografía de esta cueva hace imposible que sirva de base para la imaginación de Cervantes, hemos de preguntarnos qué referentes reales podrían existir en la mente de Cervantes para fraguar esa aventura en los términos en que hemos reseñado. Nuestra hipótesis es que Cervantes está asignando a una cueva que no conoce personalmente las características de una que sí conoce.

Entrada a la sima de Cabra

Nos referimos a la Sima de Cabra. Esta sima se sitúa a unos cuatro kilómetros del municipio de Cabra (Córdoba). Se trata de un pozo vertical de una profundidad de 116 m por unos 7 m de circunferencia de boca, donde las palabras del texto cervantino cobran un sentido que no tienen referidas a la Cueva de Montesinos. Esta sima formaba parte del imaginario colectivo de la época y, por supuesto, del de Cervantes. Astrana cree que Cervantes vivió algún tiempo en Cabra entre 1558 y 1564; su abuelo Juan fue Alcalde Mayor de Cabra, oficio que después desempeñará su hijo Andrés. Cabra figura como uno de los lugares a donde Cervantes está comisionado para la saca de trigo, garbanzo y habas en 1591.

Cervantes menciona esta sima en varias de sus obras. En el Quijote, Casildea de Vandalia mandó bajar al caballero del Bosque:

“Otra vez me mandó que me precipitase y sumiese en la sima de Cabra, peligro inaudito y temeroso y que le trajese particular relación de lo que en aquella oscura profundidad se encierra” (II, XIV).

También la menciona en el Celoso Extremeño y en Viaje del Parnaso:

«Guardaos, niños, que viene el poeta fulano, que os echará con sus malos versos en la sima de Cabra o en el pozo Airón”. Celoso Extremeño (1613)

¡Mal haya yo si más quiero que jures, pues con sólo lo jurado podías entrar en la misma sima de Cabra! Viaje del Parnaso Cáp. 8 (1614).

Otros autores también la mencionan: Luis Vélez de Guevara, en el Diablo Cojuelo (1641):”Cabra, celebrada por su sima, tan profunda como la antigüedad de sus dueños” (Tranco VI). Que la sima tenía fama lo sabemos por aparecer en la documentación desde el periodo musulmán; la citan geógrafos de esa época. Después siguen existiendo múltiples referencias históricas a esta sima; así la cita Ambrosio de Morales (1513-1591): "que tiene creído el vulgo que esa abertura no tiene suelo en su profundidad”. La sima aparece representada en varios mapas de Tomás López: Mapa Geográfico del Reyno de Córdova (1761); Reyno de Granada (1795).

Bajada a la sima de Cabra

En cualquier caso, todo esto entra en conflicto con quienes, como Navarrete, sostienen “la exactitud en las descripciones topográficas de La Mancha... y las particularidades que refiere de las lagunas de Ruidera, curso del Guadiana, cueva de Montesinos... “. Si Cervantes hubiera estado en esa cueva, convendremos en que se aleja del pretendido realismo y exactitud que el tópico asigna a sus descripciones. Aunque ya hubo otras voces que, como la de Astrana, tras recordarnos la inexistencia de documentos que apoyen su residencia en La Mancha, sugieren que “algunas de sus incongruencias pueden obedecer a emplear referencias de oídas” (Astrana, V: 251).

Sobre la obra de Cervantes recuerda el profesor granadino Rodríguez Marín la afirmación de Marcelino Menéndez Pelayo sobre que “fue Andalucía verdadero campo de su observación y verdadera patria de su espíritu” (Rodríguez Marín 1915: 19). Fue Rodríguez Marín quien ha reclamado “El cordobesismo y el andalucismo de Miguel de Cervantes”. Este supuesto andalucismo de Cervantes se basaría en los años en que se forja de su personalidad: entre 1553, en que con 6 años marchó de Alcalá a Andalucía y 1566, en que con 19 años la familia se traslada de Sevilla a Madrid. A ello se añadiría el largo periodo de las comisiones andaluzas. No es difícil suponer esta influencia a la hora de tomar Cervantes los modelos humanos y los referentes sociales con los que ambientar los episodios de que se surten sus obras.


Referencias: 

AGOSTINI BANUS, EDGAR (1936): Itinerarios y parajes cervantinos. Ciudad Real, Diputación Provincial. 

EISEMBERG, DANIEL (1995): La interpretación cervantina del Quijote, Compañía Literaria, Madrid.


domingo, 9 de octubre de 2022

“Aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas”

Reparo ahora en la tesis principal que expone Torrente Ballester en El Quijote como juego, según la cual Alonso Quijano finge ser, de forma absolutamente consciente, don Quijote, con todas las afirmaciones, algunas fácilmente rebatibles, que esto implica.

Torrente Ballester celebra de Cervantes su demostración de una libertad sin límites, en cuanto artista que manipula, ordena y da expresión verbal a unos determinados materiales libremente elegidos a contrapelo de las convenciones vigentes, e incluso de algunas de las suyas propias, pues en su obra expone múltiples perspectivas de toda idea que sugiere.

Otro aspecto interesante es la formulación de lo que Torrente Ballester denomina “el principio de realidad suficiente”, basado en la creencia de que autor y lector participan en un “juego convenido, base de la ficción misma, en que uno y otro fingen creer que se trata de una realidad”. En efecto, si recordamos las palabras finales de El coloquio de los perros, la famosa defensa de la novela ideal que realiza el canónigo en el Quijote (I-49) o la autodefinición del propio Cervantes como «raro inventor» en El viaje del Parnaso (cap. primero 225), parece claro que se nos está hablando no de identificar la ficción con la realidad, sino de incorporar a la literatura diversos elementos imaginativos que el lector percibe después de haber aceptado el pacto del que nos habla Torrente Ballester: todos sabemos, por seguir con el ejemplo mencionado, que no es posible que dos perros hablen, pero podemos disfrutar de su quimérico diálogo si el autor -en palabras de Cervantes - acierta en el artificio y la invención.

Tenemos, pues, tres premisas básicas, que no es difícil reconocer en Cervantes y que ha hecho suyas en su obra Torrente Ballester:

  • la libertad creadora,

  • la omnipotencia de la invención, y

  • la aplicación de una y otra a un juego que sólo tiene una norma: que el autor imagine y que el lector disfrute.

Como ejemplo de todo esto, a continuación os dejo un texto sublime de Torrente Ballester, en El Quijote como juego, que corresponde al capítulo 4º: La conciencia del caballero. Apartado titulado:


Aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas”.

A don Quijote acaban de sacarlo de Sierra Morena gracias a la colaboración de Dorotea. Para convencerlo, ha habido que inventar una novela, es decir, «entrar en el terreno de don Quijote, aceptar su ficción», y proponerle otra que pasa inmediatamente a formar parte de la suya por cuanto se le requiere como personaje con papel en ella. En el camino, después de una cuestión con Sancho Panza, don Quijote le dice: «Echemos, Panza amigo, pelillos a la mar en esto de nuestras pendencias, y dime ahora (...) ¿dónde, cómo y cuándo hallaste a Dulcinea? ¿Qué hacía? ¿Qué le dijiste? ¿Qué te respondió?...» Después del viaje de Sancho Panza, don Quijote solicita un relato fiel, detallado, aun a sabiendas de que tal relato es imposible, porque en esto consiste el juego: para cualquiera, no para él, que hace a Sancho preguntas formuladas de tal modo que, para complacer al caballero y, sobre todo, para mantenerse dentro de la ficción, no tiene Sancho más que responder: Sí, sí..., ya que la respuesta va incluida en la pregunta. «Llegaste, y ¿qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo pata este su cautivo caballero.» ¿Qué caro le costaba a Sancho decir que sí, que así la había hallado? Sin embargo, su respuesta es no sólo negativa, sino decepcionante para don Quijote, por cuanto le destruye la «imagen principesca que le propone»(1), y cuando don Quijote acepta y recoge la versión realista (aunque falsa) que Sancho opone a la suya poética, y la poetiza a su vez («trigo candeal»), Sancho la degrada nuevamente («trigo rubión»), y no cesa en su degradación sistemática de cuanto don Quijote inventa hasta que a éste no le queda ya nada que poetizar. ¡Es para darle de bofetadas a Sancho! ¡Aún si dijese verdad! Pero no le queda ni tan siquiera esta justificación, porque todo lo que opone a la hipótesis poética de don Quijote es, como se acaba de indicar, «pura mentira»; no solamente pretende salir del paso, sino, además, reírse de su amo, destruir sus fantasías, quizá ponerse así por encima de él. ¿Se da cuenta don Quijote de este juego de Sancho? El diálogo sigue de esta manera: «... si no te dio joya de oro, sin duda debió de ser porque no la tendría allí a la mano para dártela; pero buenas son mangas después de Pascua. Yo la veré y se satisfará todo. ¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y viniste por los aires, pues como más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas. Por lo cual me doy a entender que aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo, porque por fuerza le hay y le ha de haber (...), digo que este tal te debió de ayudar a caminar sin que tú lo sintieses...»

Conviene volver a la situación. Después del regreso del cartero, don Quijote y Sancho llevan ya un tiempo juntos: la escena del encuentro y lo que va de camino. Si a don Quijote le sorprende «de verdad» la rapidez del regreso de Sancho Panza, es lo primero que debiera preguntarle, y «no lo hace». Deja la pregunta para el momento preciso en que Sancho le ha echado a perder un importante momento de su ficción. Pero, ¿cómo está esto narrado? Se ha dicho en otro lugar que el narrador se vale a veces de trucos por omisión, y que miente. He aquí el primer truco por omisión, que se sitúa precisamente entre las palabras de don Quijote: «...habiendo de aquí allá más de treinta leguas» y «por lo cual me doy a entender...». Lo omitido es una acotación en que se describa el susto de Sancho Panza ante la pregunta de su amo, o se informe, al menos, de que la pregunta le asustó, porque ninguna de sus mentiras (salvo el recurso a los encantadores) podría servirle de explicación satisfactoria. Está cogido en su propio juego, y la cara que puso tuvo que ser de asombro y de terror. El narrador se lo calla, pero es legítimo imaginarlo como adición al texto, ya que es evidente que Sancho se haya asustado, y tenerlo en cuenta para el entendimiento de la escena. Y ahora, una hipótesis que se considera igualmente legítima: Si don Quijote se detiene en la palabra «leguas», ¿qué puede hacer Sancho que no sea arrojarse a los pies de don Quijote y confesar su mentira? Pero semejante confesión ¿no puede traer como consecuencia, de una cosa en otra, que la ficción se desbarate? A don Quijote no le importa que Sancho le mienta, a condición de que la mentira pueda caber en su ficción, y si por el carácter excesivamente realista, «verídico», de la de Sancho, hubiera ciertas dificultades de encaje, don Quijote tiene siempre el remedio a mano, el remedio indiscutible del encantador, con lo cual logra dos cosas simultáneas: tranquilizar a Sancho, «que se ve descubierto», y, al hacer de su viaje una especie de prodigio, insertarlo con todo derecho en la ficción y ganarle el peón a Sancho. Se puede pensar que don Quijote, en un primer movimiento de ánimo, quiera castigarle por su crueldad descubriendo su mentira; pero, si esto piensa, se arrepiente en seguida por temor a las consecuencias: una mentira destruida puede destruir el inverosímil, maravilloso edificio de don Quijote, pero frágil, como hecho de palabras, y le da la salida. Con lo cual todo vuelve al orden. Pero esa pregunta, por el lugar en que está colocada (por el momento de la acción en que se sitúa), demuestra con toda claridad que don Quijote está al corriente de la verdad, que es consciente de todas las falsedades urdidas por Sancho. Y no puede ser de otra manera, pues cuando lo envía con la misión (la carta ha quedado en su bolsillo) sabe que Sancho no puede llevarla a cabo. Hay que interpretar el episodio como un momento, entre otros, del juego que se traen el amo y el escudero.”

(1) Con toda consciencia por parte de don quijote y Sancho. Recuérdese lo sucedido en el capítulo XXV, donde uno y otro están conformes de que la princesa Dulcinea es Aldonza, la hija de Lorenzo Corchuelo; don Quijote invita a Sancho a continuar el juego de la princesa; Sancho le responde con el juego de la aldeana (puesto que le ha mentido en su misión de cartero). Es, como dice Torrente, "la lucha de la ficción poética con la ficción verosímil".

Al juego entre don Quijote y Sancho dedica todo un capítulo Luís Rosales en su libro, Cervantes y la libertad.

Otras entradas de este blog que complementan la idea de juego, en las que se respeta y valora la visión de Gonzalo Torrente Ballester y de Luís Rosales sobre el Quijote, autores paradigma de la crítica cervantina: https://lacocinaquenosgusta.blogspot.com/search/label/Juego