En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 27 de diciembre de 2020

España. Poemas del Alma de Jorge Luís Borges


Todas las cosas son palabras del

idioma en que Alguien o Algo, noche y día,

escribe esa infinita algarabía

que es la historia del mundo. En su tropel


Borges, no necesita presentación. Digo esto, no en contra del autor argentino, sino a favor, por lo conocido que es en el mundo entero. La obra de Borges, que he trabajado ya en algunas veces por cuestiones colaterales de la que hay reseñas en este blog (el “Pierre Menard, autor del Quijote”, por la obra de Cervantes; o los sonetos a Spinoza, por el materialismo filosófico), es con frecuencia una declaración autobiográfica o una glosa a la realidad de la literatura. Su obra poética en general, y más concretamente su poesía no son realidades de la vida argentina, ni española, ni de ningún otro lugar, sino realidades de su ficción o realidades de su ficción histórica. Su obra poética, hecha tipo versículos a modo de Aleixandre, es, en la mayoría de los casos, un despliegue de reseñas autobiográficas muy cínicas referidas a las realidades de la literatura.

He sostenido en otras ocasiones que la poesía es una filosofía en verso, y que hay filosofías muy potentes que presentan un sistema racional de ideas, y que también las hay con una función terapéutica dirigidas a los estados emocionales, que podría recibir, en lugar de filosofía, cualquier otro nombre, por su escasa consistencia o elevado idealismo.

La poesía de Borges carece de una filosofía consistente, como la hay en La Divina Comedia de Dante, como la hay en la poesía española del siglo de oro, incluida la mística de San Juan de la Cruz o Santa Teresa, que está respaldada por la escolástica, la filosofía más potente del siglo XIII y XIV, que abriría más tarde las puertas al Renacimiento. Tampoco tiene esa filosofía esencial de una actitud personal del hombre ante el mundo, ante las personas, ante la vida, ante el amor, como podemos encontrar en Machado o Hernández, una filosofía reflejada en sus poesía en tres ideas fundamentales: la vivencia del presente como el tiempo esencial para alcanzar la felicidad, un profundo amor a la naturaleza y al hombre, y la sencillez de espíritu. La poesía de Borges está basada en ocurrencias ficcionales de la literatura; interpretando muy a su manera las filosofías de otros autores, en las que mezcla referencias de forma más o menos colorista, con el resultado de una conflagración retórica de expresiones formales apropiadas para los que buscan un autor de referencia en una frase ingeniosa. Tengo la impresión de que Borges reemplazó la vida por la literatura, el mundo por la biblioteca, y es verdad que en las bibliotecas se viven muchas vidas y muy interesantes, pero no son vidas reales. Así, si toda poesía cabalga sobre la ficción, la poesía de Borges es metaficción (ficción de la ficción), que queda reducida a un formalismo retórico y a una filosofía ocurrente, a una filología ingeniosa, como gran parte de los poetas, pero elevado a la máxima potencia, podríamos añadir.

Intentemos ver qué dice este poema de Borges, titulado España. Es un poema que para entenderlo no exige una especial formación literaria, ni filosófica, ni de ningún otra índole, únicamente hemos de recrearnos en las palabras, y conocer la historia de Hispanoamérica (como dijo Antonio Múñoz, el principal enemigo de Hispanoamérica es Latinoaméica, término que acuñaron los franceses para diluir la presencia española en Hispanoámerica).

España

Más allá de los símbolos,
más allá de la pompa y la ceniza de los aniversarios,
más allá de la aberración del gramático
que ve en la historia del hidalgo
que soñaba ser don Quijote y al fin lo fue,
no una amistad y una alegría
sino un herbario de arcaísmos y un refranero,
estás, España silenciosa, en nosotros.
España del bisonte, que moriría
por el hierro o el rifle,
en las praderas del ocaso, en Montana,
España donde Ulises descendió a la Casa de Hades,
España del íbero, del celta, del cartaginés, y de Roma,
España de los duros visigodos,
de estirpe escandinava,
que deletrearon y olvidaron la escritura de Ulfilas,
pastor de pueblos,
España del Islam, de la cábala
y de la Noche Oscura del Alma,
España de los inquisidores,
que padecieron el destino de ser verdugos
y hubieran podido ser mártires,
España de la larga aventura
que descifró los mares y redujo crueles imperios
y que prosigue aquí, en Buenos Aires,
en este atardecer del mes de julio de 1964,
España de la otra guitarra, la desgarrada,
no la humilde, la nuestra,
España de los patios,
España de la piedra piadosa de catedrales y santuarios,
España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad,
España del inútil coraje,
podemos profesar otros amores,
podemos olvidarte
como olvidamos nuestro propio pasado,
porque inseparablemente estás en nosotros,
en los íntimos hábitos de la sangre,
en los Acevedo y los Suárez de mi linaje,
España,
madre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones,
incesante y fatal.

El poema, tremendamente idealista, plantea una exigencia absoluta de España, sin tener en cuenta que los países están en permanente construcción. Borges sitúa a España fuera de la realidad y la lleva al seno de la literatura: “España donde Ulises descendió a la Casa de Hades”. En La Odissea, en el Hades es donde Ulises se encuentra con su madre, y ese descenso, geográficamente, Borges lo sitúa en España, lo que es una licencia poética que confirma lo dicho de Borges y su poesía, basada en las realidades de la literatura, no en la realidad española, en este caso. Borges habla de literatura y la realidad de la literatura nada tiene que ver con a realidad de España.

España del bisonte, que moriría por el hierro o el rifle, en las praderas del ocaso, en Montana...” Se refiere a la España que llegó a la geografía que hoy es de los EEUU, una realidad bastante desconocida de la historia de España, o como dice más adelante, “ como olvidamos nuestro propio pasado”, como queriendo decir que la historia desaparece. Pero no. Vayamos verso a verso:

Más allá de los símbolos”. De los símbolos que políticamente han identificado a España a través de la historia; es como decir: más allá de las apariencias, más allá de los accidentes, de lo que cambia, refiriéndose a España como una sustancia universal, absoluta. Un idealismo con implicaciones en la realidad histórica.

...más allá de la pompa y la ceniza de los aniversarios,”. Dejémonos de celebraciones. Sigue: “más allá de la aberración del gramático que ve en la historia del hidalgo que soñaba ser don Quijote y al fin lo fue”, con un idealismo desmedido, despreciando los conocimientos científicos del lenguaje o de la literatura. Borges, brillante siempre con la palabra, no se enteró de la realidad del mundo, no vivía en el mundo, vivía en la biblioteca.

...estás, España silenciosa, en nosotros”. Nótese dónde está la coma: España silenciosa, está en nosotros… somos españoles, todos. Y nos podemos disfrazar de otra cosa, pero al cabo somos españoles disfrazados de nuestra escusa, de nuestro sueño o de nuestra locura; para lo bueno o para lo malo. Acaba la estrofa con el “Estás”, tan claro en nuestra lengua, que en otras no son capaces de distinguir del “ser”, para afirmar que España está de forma permanente en nosotros.

A partir de aquí se inicia una retrospectiva, histórica, con la enumeración de todos los pueblos que nos han forjado; geográficamente, desde Montana hasta Buenos Aires -prácticamente toda América-; mítica, al invocar la Odissea. Una mezcolanza de aspectos reales y ficticios saltando de la historia a la literatura. Sigue con la relación de los pueblos que hemos sido, para acabar con una invocación a la litertura mística, “ ...de la Noche Oscura del Alma

España de los inquisidores, que padecieron el destino de ser verdugos y hubieran podido ser mártires...” Con una referencia a la Inquisición. No con una imagen trágica, sino lúdica. Parece decir que se vieron obligados a ser verdugos, cuando pudieron tener la grandeza de los mártires. Esta idea la desarrolló Borges en otros poemas. Veamos uno de ellos, El inquisidor:

Pude haber sido un mártir. Fui un verdugo.

Purifiqué las almas con el fuego.

Para salvar la mía, busqué el ruego,

el cilicio, las lágrimas y el yugo.

En los autos de fe vi lo que había

sentenciado mi lengua. Las piadosas

hogueras y las carnes dolorosas,

el hedor, el clamor y la agonía.

He muerto. He olvidado a los que gimen,

pero sé que este vil remordimiento

es un crimen que sumo al otro crimen

y que a los dos ha de arrastrar el viento

del tiempo, que es más largo que el pecado

y que la contrición. Los he gastado.

Un monólogo lleno de sufrimiento por haber sido inquisidor. Una declaración lírica a modo de ocurrencias que parecen criticar toda filosofía racional. Seguimos con España.

España de la larga aventura que descifró los mares...” Una cita clarísima con la España de los conquistadores, una España que puso a funcionar todo un continente, que organizó la vida política y social del continente durante siglos, con la epopeya de Magallanes y Elcano que fueron los primeros que dieron la vuelta al mundo, y pusieron en los mapas lugares antes ignorados. Algo que la política de hoy día en la misma España ignora.

...y redujo crueles imperios Dando un paso en contra de la leyenda negra. No dice que impusiera crueles imperios, sino que redujo imperios que allí había, como el azteca o el inca, donde existía la servidumbre por el temor a ser sacrificado.

...y que prosigue aquí, en Buenos Aires, en este atardecer del mes de julio de 1964”. Una cita con la poesía de la experiencia, descendiendo de lo universal a lo más particular.

España de la otra guitarra, la desgarrada, no la humilde, la nuestra, España de los patios, España de la piedra piadosa de catedrales y santuarios...” Y ahora de nuevo, de repente, vuelve a ascender a lo universal

España del inútil coraje...” Este verso me recuerda otro de Cervantes en el soneto Al túmulo de Felipe II, aquel que decía:fuese y no hubo nada”. También fue inútil el reinado de Felipe II, para los que estuvieron cautivos en Argel.

...podemos profesar otros amores, podemos olvidarte como olvidamos nuestro propio pasado”. Parece hablar de ahora mismo, que la mayoría de los españoles desconocen la historia de nuestro propio país, que se declaran lo que no son, que intentan tomar roles de otros lugares.

...porque inseparablemente estás en nosotros, en los íntimos hábitos de la sangre”. Es decir, hagamos lo que hagamos estás en nosotros, somos lo que somos.

Y “Españacomo única palabra del verso, que me recuerda otro poema, en este caso de Hernández, “Madre España, resaltando que eso es lo importante, y al que le siguemadre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones, incesante y fatal.” Declarando como, Miguel Hernández, que cuando todo haya desaparecido, España seguirá en pié, simplemente porque es imposible hacer desaparecer toda la historia de España.

 

Ref: Basado en la Crítica de la Razón Literaria del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno; Mooc uvigo.

sábado, 19 de diciembre de 2020

El Persiles: religión, política, y otras ideas

"Para aquellas personas que sean capaces de entender el simbolismo, el Persiles es la mejor obra que he escrito." Miguel de Cervantes, en su lecho de muerte.

 
La literatura cervantina es una lucha permanente contra la imbecilidad, una crítica contra el irracionalismo, contra las formas patológicas o aberrantes de la conducta humana. Esto no es común en otros autores, pero si es específico en Cervantes, por eso sorprende que el idealismo europeo exaltara el cervantismo como un elogio de la locura, siendo, ante todo, la obra de Cervantes una condena del idealismo; una forma de insistir que el idealismo no conduce nada más que al fracaso, porque los idealistas no son compatibles con la realidad. Además del paralelismo con el pensamiento de Spinoza, podemos comparar a Cervantes con el Padre Feijoo; si bien no escribe ensayos, escribe novelas en las que combate las patologías de la conducta humana..

El Persiles se presenta en formato de novela bizantina, una novela de aventuras que aquí son extremadamente radicales. Cervantes toma esa forma, pero los materiales que incorpora son contradictorios con ella: la dialéctica entre la interpretación literal y la interpretación que exige el texto por su sentido intencional (como cuando uno le dice a otro: “no me olvido de ti en mis oraciones”). Y es que Cervantes lo hace en todo su obra: “La Galatea” toma el formato de la novela pastoril, pero los materiales nada tienen que ver con ella (crimenes entre pastores, algo incocebible); en el Quijote transforma la novela de caballería; como aquí en el Persiles subvierte el género de la novela de aventuras (a partir de Cervantes, estos géneros, ya no va a poder funcionar igual -después del Quijote ya no se puede escribir una novela de caballería; después de La Galatea es imposible escribir una novela pastoril; después del Persiles no cabe la novela bizantiza).

La novela bizantina tiene un ámbito mediterráneo y un sentido religioso (incluso dentro del paganismo), que en el Persiles se fundamenta en una peregrinación a Roma: un cebo que han mordido todos los críticos conservadores que la han considerado una obra seria, cuando es una verdadera farsa, ya que los protagonistas van Roma para estar juntos y para evitar que Segismunda se case, siendo la peregrinación la excusa que encuentran para ello. Persiles, Periandro en la peregrinación, tiene un hermano, Maximino, que se quiere casar con Segismunda, Auristela en la peregrinación. Cuentan con la ayuda y complicidad Epitofia, madre de Persiles y Maximino, del que habla muy mal. Sobre esta farsa pivota toda la novela, considerando, durante décadas, a Cervantes contrarreformista, ultracatólico y dogmático con el Concilio de Trento, olvidándose de la escolástica y del racionalismo cervantino. Cervantes es un autor que dispone unos contenidos que son completamente insolubles en el catolicismo y en la contrarreforma.

Pero no es la única farsa. Toda la novela se construye con un despliegue de mentiras que provocan risa: los personajes usan la polionomasia, disponen de varios nombres; van de defensores de la fe cuando están permanentemente mintiendo, Periandro y Auristela, siempre salen triunfantes de continuas mentiras (abalados por la ficción, desde Ulises a Don Juan, el mentiroso que consigue el éxito cobra cierta simpatía). La peregrinación es un viaje al centro de la civilización que es Roma. Mejor o peor pero la civilización, porque la diferencia para Cervantes está entre el catolicismo y la barbarie. Roma es el centro de la civilización preservada por el imperio español que fue quien salvo al catolicismo del islam.

El narrador siempre cede a los personajes la posibilidad de que ellos mismos cuenten su historia, que suelen ser experiencias poco normales, chifladuras de órdago, que el narrador podría desmentir, pero no lo hace. Esto es el teatro narrado. Supone adelantarse a Bertolt Brecht más de trescientos años; ya lo había hecho Cervantes en el Quijote, en las Bodas de Camacho y en la segunda parte en el Retablo de Maese Pedro, cuando un trujamán es el que va contando lo que ocurre a las figurillas del retablo, en el relato épico de Don Gaiferos y la hermosa Melisendra.

El narrador parece decir, “yo no soy el responsable de lo que dicen los personajes”. Los personajes viven de espaldas a las normas, son personajes anómicos, pero no lo hacen por unos principios más fuerte que la norma, son heterodoxos patológicos, que presentan deficiencias que les hacen incapaces de cumplir con la normativa. Cuando eludimos las normas nos apoyamos en el gremio o en el ego, vamos donde la gente va o donde nuestra egolatría nos lleva. Don Quijote, el licenciado Vidriera…, son personajes anómicos; este tipo de personajes llegan hasta los esperpentos de Valle Inclán. En el Persiles, están presentados estos personajes en una literatura sapiencial, llena de contenidos doctrinales, filosóficos, muy bien conjuntados por Cervantes que es muy hábil.

Citamos algunos ejemplos concretos de los personajes del Persiles que no se adaptan ni a las normas:

En primer lugar hablaremos de un encuentro con la brujería,  son los personajes que cuando no pueden conseguir algo, para lograrlo, acuden a la brujería. La magia es una forma de conocimiento de las sociedades bárbaras, y el Persiles comienza en una geografía bárbara. Aparece un personaje que se llama Rutilio, que, por problemas sociales, huye de su pueblo con un mujer, que según él, en un momento dado se convierte en un hombre lobo, por lo que tiene que abandonarla. Dice Rutilio (cap.8 libro 1º), Cómo esto pueda ser yo lo ignoro, y como cristiano que soy católico no lo creo, pero la esperiencia me muestra lo contrario...”. Es como un salvoconducto para el narrador, sabe que está contando una chifladura, pero dice “esto fue así, yo no lo creo pero...”, se distancia de esa declaración irracional que él hace, y lo explica como si hubiera sido el resultado de un estado onírico o de somnolencia por las fatigas pasadas, haciendo el narrador verosímil la chifladura, que el personaje afirma haber padecido.

Otro ejemplo de que Cervantes, en todo momento, está desmitificando la magia, es que una de las pruebas que exigen los bárbaros en la isla donde se inicia la novela es que hay que sacrificar a los jóvenes, de cuyo corazón se habían de hacer los polvos… Y habla el narrador de nuevo, calificándola de ridícula y engañosa prueba. Cervantes, como Feijoó, descartando esta mitología, jamás dará crédito a ningún episodio de magia o de fantasía, muy al contrario que Shakespeare, que en toda su obra se alaba estos encantamientos, que es lo que atraía al público del inglés.

Rutilio, en su misantropía, dice de la supuesta mujer loba en el cap V:

...me sobrevino un sueño tan pesado que, borrándome de los sentidos el sentimiento, me quedé dormido (tales son las fuerzas de lo que pide y ha menester nuestra naturaleza); pero allá en el sueño me representaba la imaginación mil géneros de muertes espantosas, pero todas en el agua, y en algunas dellas me parecía que me comían lobos y despedazaban fieras, de modo que, dormido y despierto, era una muerte dilatada mi vida”.

Acredita que todo lo que dice es una expresión onírica e irracional que para el narrador está descartada, pero el personaje queda como un “pirao” (nadie puede soñar por la noche y por la mañana exigir que se cumpla lo soñado). Cuando se escribe de monstruos y de prodigios, no quiere decir que se vive en una sociedad de monstruos y de prodigios, sino simplemente que en esa sociedad se escribe de eso. Esto lo hacía mucho la reforma, a la que le servía para justificar desastres de todo tipo, echándole la culpa a la brujería; el catolicismo, que era mucho más racional, usó mucho menos estos fenómenos.

Cenotia es el contrapunto de Rutilio, practica la brujería para atraerse a los hombres de los que se enamora. Se enamora de Antonio que le responde con verdaderas flechas que están a punto de matarla. Dice el narrador:

Volvió la Cenotia la cabeza, vio el mortal golpe que había hecho la flecha, temió la segunda, y, sin aprovecharse de lo mucho que con su ciencia se prometía, llena de confusión y de miedo, tropezando aquí y cayendo allí, salió del aposento, con intención de vengarse del cruel y desamorado mozo. Cap. 9 – 2º libro)”

Otro personaje, Constanza, simula estar poseída de conocimientos que otros ignoran:

Si yo os dijese cosas pasadas que no hubiesen llegado ni pudiesen llegar a mi noticia, ¿qué diríades? ¿Queréislo ver? Esta buena hija que tenemos delante es de Talavera de la Reina, que se casó con un extranjero polaco, que se llamaba, si mal no me acuerdo, Ortel Banedre, a quien ella ofendió con alguna desenvoltura con un mozo de mesón que vivía frontero de su casa, la cual, llevada de sus ligeros pensamientos y en los brazos de sus pocos años, se salió de casa de sus padres con el referido mozo, y fue presa en Madrid con el adúltero, donde debe de haber pasado muchos trabajos, así en la prisión como en el haber llegado hasta aquí” (Cap 16 -3º libro).

Cervantes, a través de su narrador, siempre va a desenmascarar, como Feijoo, las falsas creencias de la magia en la literatura, a diferencia de lo que hacía Shakespeare en los mismo años.

Hay otro personaje anómico muy revelador, Clodio. Representa al nihilismo, un personaje que niega los fundamentos morales, políticos, religiosos; que no cree absolutamente en nada, solo en la maldad y los intereses humanos. Un personaje maquiavélico, muy mal tratado por el narrador, porque vincula la revelación de la verdad con una intención malévola. Pero es el único personaje que sospecha la verdad de la trama, que se fundamenta en el engaño, una farsa peregrinación, y que continuamente está diciendo que Periandro y Auristela no son los que dicen ser, que no son hermanos, que son otra cosa. En toda la novela solo sospechan esto, Clodio, Cenotia, Hipólita, y el ermitaño que es como el jefe de los anómicos, de los locos (que algún día podrán gobernarnos a todos, legitimando las patológias, si no resolvemos los problemas...).

Hipólita es una prostituta con la que Periando, al llegar a Roma, tiene una cita. Dice Clodio en su malicia (cáp 2º del 2º libro):

Misterio también encierra ver una doncella vagamunda, llena de recato de encubrir su linaje, acompañada de un mozo que, como dice que lo es, podría no ser su hermano...”

Declaraciones de este tipo, hechas por un proscrito pero que es el único que dice la verdad, se suceden a lo largo de la novela. Es curioso que solo se otorga el poder de la verdad a personajes perversos, creando la contradicción de que para decir la verdad hay que ser mala persona desde el punto de vista del orden vigente. Este personaje, que podría ser adalid de una idea de libertad, no lo es porque el Persiles no se ha valorado en lo que merece. Baste decir que cuando se produce la venta de esclavos y Periandro va vestido de mujer, críticos posmodernos de izquierda actúal, han visto aquí una sublimación de la homoxesualidad, y críticos de la derecha franquista como Casalduero, vieron una lectura alegórica de la rebelión de los santos (caminos, ambos, por los que no llegamos a Roma), demostrando una vez más lo servil de la crítica con el poder. Dice Clodio:

No me ataban la lengua prisiones, ni enmudecían destierros, ni atemorizaban amenazas, ni enmendaban castigos...” (Cap. 14 – 1º Libros)

Este personaje debería ser alguien comparable a otros grandes personajes de la literatura (Luzbel de los Cantos de Maldoror). Clodio pretende hacer la veces de consejero privado de un mandatario para informarle del racionalismo de la sospecha, pero no encuentra su acomodo porque es demasiado malévolo. El narrador le dará una muerte atroz, por una de las flechas que iba para Cenopia que, como maldicente, le cae en la lengua. No deja de ser irónico que el personaje que dice la verdad, para el que la virtud solo son ficciones, sea desterrado de novela en esas condiciones. Cervantes con sus personajes siempre se la jugó, como se la jugó en su vida…

Aparecen también los ermitaños, figuras prestigiadas por el formato contrarreformista, son profundamente religiosos, como lo era toda la cofradía de Monipodio en Rinconete y Cortadillo. Los ermitaños están salvaguardados por el modelo religioso y sin embargo cuando se les pone a funcionar en la novela están completamente zumbados; son personajes anómicos, patológicos que no cumplen realmente su función de ermitaños. Es el caso de un ermitaño que vive con una concubina maritalmente, en régimen de virginidad absoluta -esto es un chiste- .

Renato, se había batido en duelo, y aún teniendo razón, perdió. Es un débil físicamente pero también lo es mentalmente, pues no ha sabido convencer con la palabra. Nadie está obligado a ser fuerte ni convincente, pero Renato ha perdido todas las batallas, y como consecuencia de eso huyó cobardemente. No ha podido con las exigencias políticas ni religiosas de la época, y se refugia en una geografía utópica, fuera del mundo civilizado. Allí es donde encuentra a esta mujer. Dice:

Dímonos las manos de legítimos esposos, enterramos el fuego en la nieve, y en paz y en amor, como dos estatuas movibles, ha que vivimos en este lugar casi diez años, en los cuales no se ha pasado ninguno en que mis criados no vuelvan a verme, proveyéndome de algunas cosas que en esta soledad es forzoso que me falten. Traen alguna vez consigo algún religioso que nos confiese; tenemos en la ermita suficientes ornamentos para celebrar los divinos oficios; dormimos aparte, comemos juntos, hablamos del cielo, menospreciamos la tierra, y, confiados en la misericordia de Dios, esperamos la vida eterna

Legítimos esposos cuando el Concilio de Trento había prohibido las uniones de palabra, como antes de este era costumbre. Tienen criados. Aquí todos los peregrinos van de pobres, vestidos de harapos, pero tienen criados. ¡Qué ironía! Luego nos habla de lugares donde no hay comercio, pero son abastecidos, como hace ahora las ONGs; son enemigos del comercio, como Escotado, pero están comercialmente abastecidos, ¡cuánto cinismo! Esto, en nuestra sociedad de hoy, ocurre a menudo, personas que viven parasitariamente, aparentando una cosa y siendo otra, y como el ermitaño, aunque viven en zona barbara, se proveen de un religioso que los confiese... ¿Qué pecados tendrán?, si viven en un lugar donde no se puede ni pecar, porque no hay nada. Y más anomalías, habla de celebrar los oficios, pero un ermitaño no es un cura, y termina el párrafo con un discurso platónico, muy cristiano, como si vivieran en un convento, confiando en la misericordia de Dios y esperando la vida eterna… Así todo, pero con criados y bien provistos de todo lo material necesario. No hay nada más ridículo decir que esto es una obra contrarreformista o dogmática, o seria, como se ha dicho durante décadas.

Veamos el tema de la literatura tratada dentro de la literatura. Los locos por antonomasia son los poetas, desde Platón lo hemos visto, y a los poetas le ha encantado el lugar que Platón les dio en la tradición literaria, porque la literatura exige una responsabilidad que los poetas no quieren asumir y así tener libertad para decir lo que les apetezca, alejarse de la ortodoxia y hablar por medio de la emoción, así muchos dirán barbaridades y serán considerados grandes poetas.

En un momento dado llega la comitiva de peregrinos a una posada, entre ellos, Auristela, la mujer más hermosa del mundo, y un poeta que allí hay decide enamorarse de ella y proponerle que entre en su compañía de cómicos como la artista principal, que seguro que acepta, -piensa – Dice el narrador:

Digo, en fin, que este poeta, a quien la necesidad había hecho trocar los Parnasos con los mesones y las Castalias y las Aganipes con los charcos y arroyos de los caminos y ventas, fue el que más se admiró de la belleza de Auristela…

¡Válame Dios, y con cuánta facilidad discurre el ingenio de un poeta y se arroja a romper por mil imposibles! ¡Sobre cuán flacos cimientos levanta grandes quimeras!”

Cervantes siempre está enfrentando el idealismo con la realidad para condenar a los idealistas. Este tipo se cree un poeta pero vivía en las charcas y los caminos, en la miseria terrenal. La literatura de Cervantes está protagonizada por una cantidad de locos equiparable a lo que encontramos hoy en las redes sociales (léase este mismo ejemplo). En la literatura de Cervantes, todos estos locos acaban triturados por otros más racionales.

Al final dos grandes aristócratas, el príncipe Arnaldo y Maximino, el hermano de Persiles, disfrazados de mendigos, disputan en una subasta por el retrato de Auristela, pujando con cantidades desorbitadas, despertando la perplejidad de las gentes. Es una apelación más del narrador, de Cervantes al racionalismo del lector, diciéndole que esta no es una obra seria, que es una falsa peregrinación…

El mito mismo de la peregrinación es cuando la comitiva se encuentra con una peregrina. Los peregrinos de antes viajaban en comitivas, una peregrina sola es algo insólito, no encaja con la época. El narrador la presenta como algo espantoso:

el rostro daba en rostro, porque la vista de un lince no alcanzara a verle las narices, porque no las tenía sino tan chatas y llanas que con unas pinzas no le pudieran asir una brizna de ellas; los ojos les hacían sombra, porque más salían fuera de la cara que ella; el vestido era una esclavina rota, que le besaba los calcañares, sobre la cual traía una muceta, la mitad guarnecida de cuero, que por roto y despedazado no se podía distinguir si de… En efeto, toda ella era rota y toda penitente, y, como después se echó de ver, toda de mala condición.

Aquí Cervantes parece Quevedo, pocas veces se ha ensañado tanto con un personaje. Un personaje, en este caso, que representa la esencia de la novela, el mito de la peregrinación. Dice que “después se echó de ver”, y sin embargo no aparece más en la novela, otro juego del narrador, que con el retrato físico nos está remitiendo a la condición moral del retratado, en este caso un verdadera degradación. No es compatible con la condición de peregrino que debería representar los valores de la virtud, de la justicia, de la belleza. Los que esto representan, Periandro y Auristela, son falsos peregrinos, subvirtiendo el concepto tanto del catolicismos como el reformista. Dice la peregrina:

-Mi peregrinación es la que usan algunos peregrinos: quiero decir que siempre es la que más cerca les viene a cuento para disculpar su ociosidad; y así...”

Es muy cervantino eso del “quiero decir ...”, diciendo una cosa y luego corregirse, con todo el alcance crítico que pueda imaginarse. Sigue un largo párrafo y al final añade:

-Desde allí -prosiguió la peregrina-, no sé qué viaje será el mío, aunque sé que no me ha de faltar donde ocupe la ociosidad y entretenga el tiempo, como lo hacen, como ya he dicho, algunos peregrinos que se usan.

Destripando el núcleo de la novela que muchos han leído como si fuera seria. Otro personaje le contesta:

-Paréceme, señora peregrina, que os da en el rostro la peregrinación.

-Eso no -respondió ella-, que bien sé que es justa, santa y loable, y que siempre la ha habido y la ha de haber en el mundo, pero estoy mal con los malos peregrinos, como son los que hacen granjería de la santidad, y ganancia infame de la virtud loable; con aquellos, digo, que saltean la limosna de los verdaderos pobres. Y no digo más, aunque pudiera.

Aquí parece que le ha salido su falso lado erasmista que dirían los cínicos, porque Cervantes de erasmista no tiene nada. Todos estos personajes anómicos con el sistema, pero parásitos del sistema con la cobertura del “nosotros”, del gregarismo, son muy comunes (hoy esto se da en los nacionalismos).

Por último vemos el ejemplo de Soldino, es como un hechicero, otro loco en el que Cervantes apoya su crítica, que parece tener un máster en astrología judicial, en la adivinación del porvenir y del pasado. Así lo cuenta el narrador:

...venía vestido ni como peregrino, ni como religioso, puesto que lo uno y lo otro parecía; traía la cabeza descubierta, rasa y calva en el medio, y por los lados, luengas y blanquísimas canas le pendían; sustentaba el agobiado cuerpo sobre un retorcido cayado que de báculo le servía.”

Una vestimenta ridícula, especialista en pseudociencia. Lo presenta de forma venerable para degradarlo al final. Y el propio personaje dice con cinismo que él no es de los falsos, que es de los verdaderos, que tal vez la buena fama se engendra con la mala mentira. Vive fuera del mundo, pero el narrador lo presenta como si viviera feliz. El narrador se distancia del personaje y dice:

Otra vez se ha dicho que no todas las acciones no verisímiles ni probables se han de contar en las historias, porque si no se les da crédito, pierden su valor; pero al historiador no le conviene más de decir la verdad, parézcalo o no lo parezca.

¡Y por qué habla aquí del historiador? Pues porque la realidad en la literatura está ya bien legitimada, pero la ficción se legitima a lo largo de los siglos XV y XVI, cuando se traduce a las lenguas románicas la Poética de Aristóteles, que es cuando comienza a distinguirse la literatura de la historia, suponiendo que el historiador dice la verdad y el poeta la mentira. Por eso el narrador apela a la historia, para que el lector crea lo que está contando, pues aún no estaba bien asimilado el concepto de ficción. Cervantes escribe con un concepto de ficción que él subvierte con frecuencia. Aún hoy, hay pueblos, y muchos lectores, que no son capaces de explicarse que es la ficción, y la ficción es tan importante, que sin ella no hay literatura, habrá historia, libros de culto religiosos, libros de ciencia… La ficción, según Bueno, como materia que carece de existencia operatoria, exime a la literatura de ser verificada (don Quijote no puede salir de la novela y, en el mes de mayo, presentarse en la romería de Montenegro; no existe materialmente, igual que tenemos la imagen de un unicornio, y no existe). 

En el Quijote, también arremete Cervantes contra estos impostores del racionalismo, cuando dice en el cap. 25 de la 2ª parte, en el episodio del mono adivino:

...porque cierto está que este mono no es astrólogo, ni su amo ni él alzan ni saben alzar estas figuras que llaman «judiciarias», que tanto ahora se usan en España, que no hay mujercilla, ni paje, ni zapatero de viejo que no presuma de alzar una figura, como si fuera una sota de naipes del suelo, echando a perder con sus mentiras e ignorancias la verdad maravillosa de la ciencia.”

Considerando ciencia a un conocimiento real y verificado, y no basado en la emoción, la imaginación, la superchería, y otras imposturas del racionalismo, en las que, por desgracia, hoy vive buena parte de nuestra sociedad, y en muchos casos la universidad, que lejos de criticar estas patologías sociales las está institucionalizando.

En resumen, toda la literatura de Cervantes es una crítica, una burla, una sátira, una condena de los idealismos, de la impostura de la razón.


Referencias: J. Casalduero, Sentido y forma de los trabajos de Persiles y Seguismunda. J, Maestro, Nueva lectura del Persiles. G. Bueno, Crítica literaria según el materialismo filosófico.

La risa en el Persiles


Considerada por una parte de la crítica como una obra seria y durante el franquismo se identificó al Persiles con un Cervantes católico, contrarreformista y ultraconservador. Después con la democracia llega otra tendencia, demostrando que la crítica es servil con el poder político, que trata de disociar la idea anterior y demostrar lo contrario. En toda la obra de Cervantes no encontraremos un personaje con una finalidad trascendente; todas las causas que ocurren en su obra tienen consecuencias en este terrenal mundo. Cervantes reemplaza la razón teológica de sus contemporáneos por la razón antropológica. Desde esta perspectiva: Cervantes, ateo de formación católica, intentamos analizar la obra.

Lo primero que ha de quedar claro es que Cervantes es un autor muy ambiguo, que siempre parece que hace o dice una cosa, cuando lo que está diciendo es otra. El Persiles tiene contenidos didácticos, de literatura sapiencial, con numerosas sentencias; pero sobretodo es un libro cínico, que no es ni lúdico ni serio.

Algunos han querido buscar en el Persiles la ideología de su autor, pero Cervantes no vivió en época de ideologías, que es un concepto moderno, al autor podemos considerarlo ortodoxo o heterodoxo. Está clara que Cervantes no es ortodoxo.

No es tampoco el Persiles un libro trágico a pesar de las muertes, asesinatos y que se trate la esclavitud, nada de esto tiene una concepción trágica. La tragedia es un hecho imprevisible que afecta al ser humano y que sus consecuencias son irreparables, hechos que desafían el racionalismo humano porque la razón no puede evitar.

El Persiles es un viaje plagado de aventuras y en todas ellas el objetivos principal de llegar a Roma queda preservado. Es una novela que acaba bien, se casan y son felices, y comen perdices… En ella hay numerosas citas con la utopía; en la isla del rey Policarpo hay un sistema de gobierno completamente utópico (Tomás Moro había publicado su Utopía en 1516, y Maquiavelo, El Principe en 1513, una obra tremendamente realista, todo lo contrario que la de Moro). En el capítulo 22 del primer libro, en una clara defensa de la propiedad privada y del comercio, dice Cervantes: “...reino es donde se vive sin temor de los insolentes y donde cada uno goza lo que es suyo.”

Escotado que dice que la propiedad es un robo y el comercio el instrumento, sitúa a Jesucristo entre los enemigos del comercio. No cabe duda de que Jesucristo se lió a palos con los comerciantes, como no hay duda de que el mundo sin el comercio y sin el capitalismo sería y ha sido un mundo de pobreza (el padre Angel alguna vez ha comparado a Jesucristo con Podemos). Con la cita de Cervantes, que sitúa el derecho a la propiedad privada como el ideal del mundo perfecto, éste se aleja de la posición de Escotado (Cervantes nunca sería de Podemos). El Quijote, el Persiles y toda la obra de Cervantes no hay nada que se pueda considerar enfrentado al comercio.

¿Por qué la crítica conservadora, la derechona ha querido negar la comicidad, la interpretación lúdica, irónica del Persiles? Es incomprensible, pues todo el libro es una farsa, si la actuación de los protagonistas Persiles y Seguismunda, o Periandro y Auristela, que es lo mismo esta basada en que a ella no la casen con quien no se quiere casar, y él, casarse con quien quiere, y para ello fingen que peregrinan, y ante los peregrinos fingen ser hermanos, y con eso asegurarse el poder estar juntos, siendo una farsa todo el peregrinaje, en el que la religión es un pretexto para poder vivir. La crítica oficial de su tiempo no podía hacer propaganda de la risa, ni de lo cómico que entonces no estaba bien visto en la creación literaria por ser visiones demasiado conflictivas que querían apartarse de lo religioso. En el cap. 4 del libro 1º, se dice:

...y disparó la flecha con tan buen tino y con tanta furia que en un instante llegó a la boca de Bradamiro, y se la cerró, quitándole el movimiento de la lengua y sacándole el alma, con que dejó admirados, atónitos y suspensos a cuantos allí estaban.”

Episodios de estos en el que se calla la boca al que dice la verdad, como a Clodio, al que el narrador maltrata por decir la verdad. El narrador finge adoptar la ideología de la contrarreforma, en tanto que el autor no adopta esa forma de pensar, por lo que hay un contraste dialéctico a lo largo de toda la obra, en el que el narrador se sitúa en la ortodoxia contrarreformista y el autor, Cervantes, plantea al narrador unos hechos desde una heterodoxia, para nada, contrarreformista. El narrador está obligado a hacer compatible la obra con la contrarreforma, la ortodoxia de la época, para que la censura le deje tranquilo.

A partir de 1680, la crítica plantea una lectura irónica de la obra, la propia exageración de los hechos ya es irónico, que anteriormente apenas se había planteado. Lo raro es que antes nadie lo percibiera, seguro que porque no se podía, percibir estas lecturas. Y es que la crítica literaria es poco de fiar, porque los críticos igual que los periodistas hoy día trabajan para su amo.

Pero es que en el Persiles, más intensificado que el Quijote, hay muchas formas de ironía, como lo grotesco o lo carnavalesco. Lo difícil es no encontrar en el Persiles rasgos cómicos en cada párrafo. Toda la obra es una burla hacia los géneros serios, a la novela bizantina, hacia los contenidos de la vida religiosa. La religión es una ficción y en el Pérsiles se usa como un pretexto para poder vivir en libertad, porque en esa época fuera de la religión había menos libertad que dentro de ella.

En el Persiles, lo cómico, se fundamenta en lo que el ser humano es, frente a lo que se espera que sea. Esa diferencia causa la risa (como en el político que no sabe hablar, o el cómico que no se acuerda del guión). El propio narrador habla de la risa:

... porque sólo el hombre se ríe, y no otro ningún animal; y yo digo que también se puede decir que es animal llorable, animal que llora; y, ansí como por la mucha risa se descubre el poco entendimiento, por el mucho llorar el poco discurso.” (Libro 2º, cáp 5)

Lo del ser humano como ser risible es de Aristóteles, idea que depués usó Tomás de Aquino en la escolástica medieval. En otro párrafo, el protagonista, Periandro, se disfraza de mujer para buscar a Auristela. Es tan convincente que lo/la coge y la venden como esclava, y se enamora el él/ella el más bárbaro de los bárbaros, Bradamiro. Imaginamos la situación: un bárbaro enloquecido de amor… Todo se arregla por un incendio, situación en el se encuentra Periandro con Auristela, vestida de hombre. La escena no puede ser más cómica: Periandro, vestido de doncella menesterosa, que huye llevando en brazos a Auristela, vestida de bárbaro monstruoso. ¿Cómo interpretar esto como algo serio?

Cuadráronle a Arnaldo las razones de Periandro, y, sin reparar en algunos inconvenientes que se le ofrecían, las puso en obra, y de muchos y ricos vestidos de que venía proveído por si hallaba a Auristela, vistió a Periandro, que quedó, al parecer, la más gallarda y hermosa mujer que hasta entonces los ojos humanos habían visto, pues si no era la hermosura de Auristela, ninguna otra podía igualársele. Los del navío quedaron admirados; Taurisa, atónita; el príncipe, confuso...” (Libro 1º, cáp 2)

...y, entre otras presas que a nuestras manos han venido, ha sido la de esta doncella -y señaló a Periandro-, la cual, por ser una de las más hermosas, o por mejor decir, la más hermosa del mundo, os la traemos a vender, que ya sabemos el efeto para que las compran en esta isla...” (Libro 1º, cáqp 3)

Para la iglesia, la risa siempre remitía a algo pecaminoso. No estaba bien vista; la carcajada era un acto diabólico. Si pensamos en Jesucristo, no sabemos se alguna vez se rió, no hay testimonio de ello. Si hay una cita en el Eclesiastés (3,4), una cita donde nos dice que “hay un tiempo para reír y un tiempo para llorar”; pero luego en el libro cuarto de la Reglas de San Benito, se aconseja, “ no decir palabras que muevan a risa”. Con el tiempo la iglesia se ha ido adaptando, porque la vida lo va cambiando todo (la iglesia, el marxismos y otras filosofías han querido cambiar al mundo, pero la realidad es que el mundo las cambia a ellas. Como decía Valle Inclán en boca de Tirano Banderas, “las revoluciones cuando triunfan se vuelven muy pacíficas”).

Esta escena de Bradomiro, un bárbaro que escoge para sí a un hombre civilizado, fue interpretado por Joaquín Casalduero en 1949, como una alegoría católica; más reciente M. Moreau, hace de ella una lectura homosexual, que por la idea de género, más cercana a nosotros temporalmente, podemos ver más lógica, pero que es tan disparatada como la anterior. Solo es una escena de comedia, y las críticas lo que hacen es proyectar la obsesión del momento.

Hay otro episodio que representa a dos estudiantes que se fingen ser dos cautivos liberados de Argelia, que pícaramente van pidiendo dinero por tal motivo. En el pueblo se encuentra con el alcalde que había sido un verdadero cautivo, y les formula una serie de preguntas por las que les desenmascara. Este episodio se asemeja a un entremés. El alcalde los adoctrina para que puedan seguir con su pillería… Así se termina convirtiendo en un relata más próximo al “El coloquio de los perros” donde se desmitifica las falsedades de la sociedad: la autoridad local proporciona que los pícaros puedan seguir con su mentira, en lugar de apartarlos del fraude; como en Rinconete y cortadillo la autoridad se alía con la delincuencia. Hay más episodios en el Persiles que hablan de la corrupción de la autoridad, como en el momento en que Periandro llega a Roma, que tiene una cita con una prostituta de lujo que se enamora de él. Como Periandro le da calabazas, la moza lo denuncia por robo y la policía vaticana, sin mediar palabra, le detiene, le roban y le zurran de lo lindo. En otro momento en el capítulo 6 del libro 4º, el narrador hace la siguiente afirmación; “viendo menoscabada su su esperanza y su hacienda en poder de la justicia”.

En el último libro del Persiles se da una de las situaciones más cómicas de la novela: coinciden en Roma el principe Arnaldo y el duque de Nemurs, ambos pretendientes de Auristela. Van disfrazados de mendigos y se ven en medio de una subasta en la que una de las piezas es el retrato de su amada, y ambos, de clase alta, pero ocultos en su trajes de mendigos, pujan con cantidades desorbitadas, ante el asombro del público...

Referencias: J. Casalduero, Sentido y forma de los trabajos de Persiles y Seguismunda. J, Maestro, Nueva lectura del Persiles. G. Bueno, Crítica literaria según el materialismo filosófico.


viernes, 18 de diciembre de 2020

El narrador en el Persiles. Un ateo católico en el siglo de oro.


La novela que cuenta con múltiples y sucesivos narradores, subvierte o reforma el subgénero de novela bizantina o de aventuras. Podríamos calificarla como literatura reconstructivista. Una novela de estaciones, un drama de secuencias, un retablo narrativo con numerosos narradores, con un contenido aparentemente religioso, pero con un tratamiento formal que en absoluto es religioso, sino que altera todas las concepciones de la religión (las trampas cervantinas son tantas que es perfectamente interpretable como un texto religioso -Cervantes demuestra, una vez más que la literatura es una trampa para el que no sabe razonar-). el Persiles está lleno de trampas para que el cristiano, el católico pueda verse seducido fácilmente. Es una novela en la que lo irreal se asume como posible, y lo increíble como verosímil. Una novela extraordinaria en el sentido de literatura maravillosa, donde lo sobrenatural aceptado como ordinario es la norma.

El prologo del Persiles es un relato en el que se escenifica un contenido teatral, una situación dramática protagonizada por el propio Cervantes y un estudiante, combinando dos situaciones en las que están presentes el humor y la gravedad de la muerte. Cervantes interpreta algunas observaciones de lo que se ha dicho de él y de su obra; matiza, corrige, regula, se pronuncia sobre algunos de estos análisis en términos que van de lo irónico a lo serio. Otra característica a destacar es que la realidad y la ficción están extraordinariamente unidas, no se aprecia la frontera que las separa, porque en una situación ficticia el autor real, Cervantes, se persona en la ficción con contenidos absolutamente reales e implicados en la vida real, de alguien que está a punto de morir, de hecho se va a morir tres días después de terminar el prólogo de una enfermedad llamada hidropesía (diabetes). No debería estar el ánimo para burlas, pero sin embargo el contenido está relatado en términos francamente humorísticos en muchos aspectos. Dice el estudiante en un momento dado:

-¡Sí, sí; éste es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las musas!

A lo que Cervantes responde

-Ese es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo,señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos falta del camino.

Cervantes aclara aquí un error que cometen muchos aficionados. No se puede reducir su literatura unicamente a lo cómico, lo cómico en Cervantes es una forma de expresión, que trasciende las apariencias y alcanza un contenido crítico desbordante que mucho no han sabido percibir, y que los románticos alemanes e ingleses si percibieron, pero no lo supieron explicar. Explicaciones que se limitaron a una exaltación de lo quijotesco, de lo emotivo, mitificaciones que sirvieron para colocar a Cervantes en el pedestal, pero no a un racionalismo de por qué se están exaltando esos valores. Según Buenos se han dado muchas interpretaciones idealistas, como es el caso de Ortega, o Américo Castro, un Cervantes kantiano, cuando Cervantes es profundamente materialista, racionalista y ateísta.

Cervantes insiste siempre en en plantear la duda. Recuérdese lo que dice en el prólogo de la segunda parte del Quijote, dedicada al Conde de Lemos y defendiéndose del Avellaneda:

...los Trabajos de Persiles y Sigismunda, libro a quien daré fin dentro de cuatro meses, Deo volente; el cual ha de ser o el más malo o el mejor que en nuestra lengua se haya compuesto, quiero decir de los de entretenimiento; y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque, según la opinión de mis amigos, ha de llegar al estremo de bondad posible.”

Siempre evitando interpretaciones materialistas de su obra, que no viera la crítica iba con el fin de preservarse de racionalismos inquisitoriales. Cervantes critica en su obra, no solo a la sociedad española, sino al Antiguo Régimen, donde Cervantes no cabe porque lo combate, a diferencia de la literatura shaskespiriana que lo confirma, que los mantiene confinados con la ilusión y las imaginaciones propias de la época. Con Shakespeare en la mano no pasamos del siglo XVII, afirmamos el Antiguo Régimen, con Cervantes en la mano exigimos el mundo contemporáneo, del concepto de sociedad y libertad aparecido tras la ilustración europea. En el próloga al Persiles de Cervantes: “...tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía.”

Pero ya no hubo tiempo, Cervantes fallece tres días después. El Persiles se cerró de forma precipitada, el libro cuarto es de mucha menor extensión que los tres primeros. Cervantes se de dio cuenta de que su vida se acababa. Cervantes dejó claro que su creación no es algo meramente cómico, como se interpretó sobretodo al principio y como el propio Cervantes objeta en este prólogo.

El narrador del Persiles, al igual que el narrador del Quijote son el prototipo del cinismo y del fingimiento. El Persiles, una obra maestra de la narrativa universal, presenta como responsable de lo que ocurre a un cínico embustero; una voz que lo sabe todo pero que finge no saber nada. Tiene múltiples y muy complejas competencias, manipulando las formas elegidas por el autor. El narrador cuando no participa (cosa que si ocurre el el Quijote, cuando aparece paseando por el Alcaná de Toledo) es el lenguaje de la novela, con un lenguaje operativo. En el Persiles no participa, sino que se distancia de la novela misma, pero no la reduce en absoluto. Señalaremos unas características del narrado del Persiles:

1. Está muy distanciado de la historia que cuenta. Una distancia solo formal, solo aparente, pues en realidad está muy implicado en la historia, aunque cuando lo cuenta parece que nada tiene que ver con ella. El narrador es racional, sensato, que cuenta una historia irracional de donde se deriva un extraordinario cinismo al contar cosas extraordinarias como si fueran ordinarias. Estamos ante una novela fantástica o quizás extraordinaria, una variante del realismo mágico. Cervantes es un inventor de lo que el siglo XX llamaría realismo mágico, porque en el Persiles ocurren cosas que la realidad no permite (podríamos pensar que en el Quijote también ocurre, pero no se da con la dimensión, con el descaro, con el irracionalismo que se da en el Persiles).

Nunca forma parte de los hechos narrados, no guarda relación con los contenidos, unicamente con la forma, con el lenguaje, utilizando la forma para subrayar constantemente que no tiene nada que ver con la materia. Una relación dialéctica muy burlesca, muy irónica, muy propia de Cervantes, determinante a la hora de enfrentarse con ella. La más burlesca de toda la producción literaria cervantina. Nada más chistoso que interpretar el Persiles como una una obra seria, una obra de la contrarreforma.

El narrador deja a los personaje el relato de la hipérbole, de los disparates, de la exageración, de lo irracional. Cuentan cosa que él narrador no ha visto, son sus personajes pero él cínicamente no se hace responsable. El Persiles es una novela construida mediante retablos narrativos, la técnica de la novela de estaciones, en un modelo propio de la novela barroca.

2. El narrador juega con su capacidad dramática. Se disuelve constantemente, como ocurre en el prólogo que cede la palabra al propio autor. Hay una dramatización de los hechos que están en el motor del relato. Ese teatro épico que muchos han descubierto leyendo a Beltor Brech, ya está en Cervantes, en el quijote y en el Persiles. Tiene características de los ensayos, componentes de sentencias moralizantes; podíamos hacer un libro de sentencias didácticas sacada del texto del Persiles, como con el Quijote.

3. Otra característica es la distancia ente el narrador y el autor. El narrador finge adoptar las formas de la contrarreforma, sin embargo el autor presenta unos hechos que son incompatibles con la contrarreforma. La contradicción con la que se encuentra el lector es extremada, porque los protagonistas están viviendo situaciones incompatibles con la contrarreforma, como es una peregrinación a Roma basándose en unos motivos que no son religiosos, aunque los simula, sino que su pretensión es el asegurarse una relación matrimonial al final del trayecto, y con la peregrinación como pretexto. El narrador cuenta estos hechos como si los protagonistas fuesen peregrinos religiosos; desde el cinismo, con una dialéctica en la que todo es un juego, donde la religión católica, la política de la época, y las convenciones literarias se someten a una broma que no resiste el dogma. El Persiles no confirma el dogma, sino que lo discute. Hay una dialética entre lo que dice el narrador y lo que sucede, un juego, o un procedimiento cervantino: el narraddor no está de acuerdo con lo que está sucediendo en la novela y trata de hacerlo soluble con la contrarreforma; tiene que contar una historia que es anticontrarreformista y lo hce en términos contrarreformistas. ¿Por qué? Pues porque Cercantes es un ateo de formación católica. Como Spinoza es un ateo de formación judía, por que su racionalismo no es soluble en agua bendita. El Persiles es una obra insoluble en agua bendita. Cervantes exige un mundo ateo, no es que vaya contra el catolicismo, que para él es la mejor de las formas, va contra las religiones en general. Un personaje como Clodio, es un personaje que descubre las verdades ocultas de la historia, que sospecha que los protagonistas no son hermanos como quieren hacer creer, sino prometidos que tratan de ultimar la peregrinación para conseguir lo que buscan; un personaje que por decir constantemente la verdad es vituperado, maltratado, odiado por el narrador. Clodio es un enemigo del narrador, que le condena a una muerte terrible, precisamente por decir la verdad que el Persiles oculta.

4. El narrador mezcla en los dialógos de los personajes burlas y veras en situaciones verdaderamente trágicas. Lo trágico y lo cómico, lo serio y lo lúdico están mezclados en momentos francamente duros, dolorosos, y el narrador lo hace como si fueran cosas irrelevantes, cuando está en juego la vida y la libertad de muchos de los personajes. En el libro 1º Capítulo 2, se habla de la esclavitud a la que se ve sometida Laurisa, y dice:

-¡En triste y menguado signo mis padres me engendraron, y en no benigna estrella mi madre me arrojó a la luz del mundo! ¡Y bien digo arrojó, porque nacimiento como el mío, antes se puede decir arrojar que nacer! Libre pensé yo que gozara de la luz del sol en esta vida, pero engañóme mi pensamiento, pues me veo a pique de ser vendida por esclava: desventura a quien ninguna puede compararse.

Cervantes sabe lo que aquí dice, pasó una esclavitud de 1575 a 1580 en Argel. Mezclar la esclavitud humana con su nacimiento es un mal signo, pues Cervantes no cree en la mala estrella, esto sería muy propio de Shakespeare, pero no de Cervantes, que desmiente estas interpretaciones de contenido irracional en todas sus obras. Al contrarió que Calderón que dice “no hay más fortuna que Dios”, Cervantes se resiste a cristianizar la fortuna; está en una idea que seculariza la idea de Dios, de destino, de providencia, con expresiones tales como “cada cual se frabrica su destino”, como dice en La Numancia. No hay determinismo en el porvenir como dice ciegamente el protestantismo, para él es inherente que el ser carezca de libertad, al estar determinado a la salvación o la condena por parte de la providencia antes de nacer. Shakespeare está más cerca de Calderón que de Cervantes: el orden quebrantado siempre se resuelve volviendo al punto de partida, Macbeth es derrotado, Ricardo III es derrotado, Falstatt es ridicularizado por su antiguo compañero de juerga una vez que llega a ser rey de Inglaterra; el único autor que sitúa a los personajes en una perspectiva emancipada del determinismo metafísico, del fatalismo, del causalismo es Cervantes que hace que la fortuna sea insoluble en la cristiandad, y eso que el catolicismo es mucho más liberal que el protestantismo que niega tajantemente la libertad humana, (la libertad en el mundo protestantes es la misma que la del canario en la jaula, mientras el catolicismo abre las puerta a que el ser humano elija entre el bien y el mal, entre la salvación y la condena).

5. Un contenido sentencioso, moralista, didactico, sapiencial muy presente en el Quijote, está también en el Persiles. Se pregunta Clodio en el 2 libro cap.5:

¿qué hace aquí este Arnaldo, siguiendo el cuerpo de Auristela, como si fuese su misma sombra, dejando su reino a la discreción de su padre, viejo y quizá caduco, perdiéndose aquí, anegándose allí, llorando acá, suspirando acullá, lamentándose amargamente de la fortuna que él mismo se fabrica?

Arnaldo se lamenta de su fortuna por que persigue a Auristela para casarse con ella, sin sospechar la verdad que es que Periandro y Auristela (Persiles y Seguismunda) no son hermanos sino prometidos que fingen ser hermanos, porque la madre de Auristela quiere casarla con el hermano de Periandro. Evitar esto es el propósito del viaje, no los motivos religiosos de la peregrinación.

6. En la novela se condena el suicidio. Se dice al respecto, 2º libro, capítulo 13:

la mayor cobardía del mundo era el matarse, porque el homicida de sí mismo es señal que le falta el ánimo para sufrir los males que teme;”

Cervantes en La Numancia había suicidado a todo un pueblo, convirtiendo el suicidio en un gesto de heroísmo. Aquí es un hecho cobarde, mientras que el La Numancia es de valientes, con lo que aparece la ambigüedad propia de Cervantes.

7. Otra característica del Persiles es la retranca, la ironía que se da en unos términos descarados. Auristela en la corte del rey Policarpo se encuentra enferma y tiene que aguantar un coloquio con la hija del rey, en la que le dice que se va a prometer en relación con Periandro, secretamente prometido con Auristela, y que casarán a la propia Auristela con su padre, el rey. Dice el narrador en el 2º libro, capítulo 7: Entendióla Auristela, y a media risa, quiero decir, con muestras alegres, le dijo:

Ambas situaciones muy amargas para los protagonistas. Peor es la situación de trágicomedia en la que a la comitiva se le imputa un asesinato y la lectura de uno de los documentos que lee el corregidor, se lee una carta del fallecido, que dice: Yo, don Diego de Parraces, salí de la corte de su Majestad tal día (y venía puesto el día)… Acota el narrador cínicamente, siendo una prueba que puede suponer el encarcelamiento o incluso la ejecución. El narrador está narrando en términos burlescos hechos verdaderamente graves, lo que demuestra que la novela discurre en un ambiente enormemente lúdico. En otro momento hace presencia un peregrino que es una verdadera caricatura, deformado, degradado, con la cara redonda, la nariz chata, con los ojos saltones. Dice así, 3º libro cap 6:

...el rostro daba en rostro, porque la vista de un lince no alcanzara a verle las narices, porque no las tenía sino tan chatas y llanas que con unas pinzas no le pudieran asir una brizna de ellas; los ojos les hacían sombra, porque más salían fuera de la cara que ella; el vestido era una esclavina rota, que le besaba los calcañares, sobre la cual traía una muceta”...

Nada que ver con la peregrinación estos detalles. O más adelante cuando dice “delante de sí vieron que caminaba una peregrina, tan peregrina que iba sola”, cuando lo normal de la peregrinación es hacerlo en grupo. La soledad es de ermitaños, y los ermitaños no peregrinan; en todo caso sería un peregrinaje anómico, fuera de las normas de la peregrinación.

Más adelante, Periandro cae mal herido de una torre, y Auristela en lugar de socorrerlo se pone a evocar la estirpe noble de la que viene Periandro, siendo peregrinos que se suponen que son gente pobre, y se ponen a hablar de reinos, de princesas, de reyes y monarquías, dejando perplejos a los que están a su alrededor. El narrador pone en ridículo a los personajes, las formas son incompatibles con la materia, debido a que lo protagonistas no son quien dicen ser. El narrador es casi un Valle Inclán sometiendo a los personaje a situaciones casi esperpénticas. Dice Auristela:

...tendrá la reina, vuestra madre, cuando a sus oídos llegue vuestra no pensada muerte! ¡Ay de mí, otra vez sola y en tierra ajena, bien así como verde yedra a quien ha faltado su verdadero arrimo!

Estas palabras de reina, de montes y grandezas, tenían atentos los oídos de los circunstantes que les escuchaban, y aumentóles la admiración las que también decía Constanza, que en sus faldas tenía a su malherido hermano, apretándole la herida y tomándole la sangre la compasiva Feliz Flora, que, con un lienzo suyo, blandamente se la esprimía, obligada de haberla el herido librado de su deshonra.”

En una situación donde peligra la vida, el narrador se dedica a hacer disquisiones completamente lúdicas. El propio libro desautoriza cualquier interpretación seria, por lo que sorprende que muchos críticos hayan querido ver una lección de dogmatismo católico, en una obra tan descaradamente lúdica, irónica y burlesca como esta.

8. También en el Persiles se juega con la figura del traductor como en el Quijote aunque con menor dimensión que en este, simplemente se menciona en el cap. 1º del libro 2º:

Parece que el autor desta historia sabía más de enamorado que dehistoriador, porque casi este primer capítulo de la entrada del segundo libro le gasta todo en una difinición de celos, ocasionados de los que mostró tener Auristela por lo que le contó el capitán del navío; pero en esta tradución, que lo es, se quita por prolija y por cosa en muchas partes referida y ventilada, y se viene a la verdad del caso, que fue que, cambiándose el viento y enmarañándose las nubes, cerró la noche escura...”

Una vez más lo usa Cervantes para distanciarse como autor del conjunto de la obra. Aquí es apelado pero no prospera como en el Quijote donde es fundamento de la arquitectura de la obra. El Persiles está siempre plagado de apelaciones metanarrativas que en muchos casos termina en resoluciones de literatura sapiencial, como cuando dice en el libro dos, capitulo dos:

Parece que el volcar de la nave volcó, o por mejor decir, turbó el juicio del autor de esta historia, porque a este segundo capítulo le dio cuatro o cinco principios, casi como dudando qué fin en él tomaría. En fin, se resolvió, diciendo que las dichas y las desdichas suelen andar tan juntas, que tal vez no hay medio que las divida; andan el pesar y el placer tan apareados, que es simple el triste que se desespera y el alegre que se confía, como lo da fácilmente a entender este estraño suceso.”

El autor convierte al narrador en protagonista en términos descaradamente lúdicos diciendo de forma burlesca que ha perdido el juicio, con el fin de restarle fundamento serio a la obra.

El narrador del Persiles utiliza varios procedimientos que vamos a enumerar:

  • Se apoya en el lenguaje antes que en la realidad, en la forma antes que en la materia. La materia viene dada por el autor y el tiene que hace que esa materia anticontrarreformista sea compatible formalmente con la contrarreforma.

  • No se relaciona con lo que está sucediendo, no quiere saber nada del contenido de la historia, que es irracional, incompatible con el racionalismo del que se jacta el narrador: está contando una historia irracional, siendo él un narrador profundamente racional.

  • Sus palabras interpreten descarada y deliberadamente de forma inexacta el contenido de los hechos: juzga a los personajes intencionadamente de forma errónea.

  • Dispone que los personajes estén mostrando experiencias trágicas y cómicas ante la misma realidad, lo que es de una ambigüedad enorme, resultando todo ridículo y grotesco, tendiendo constantes trampas al lector.

  • Introduce digresiones y contenidos sapienciales en contra dicción con otros contenidos dados en otras obras de Cervantes, abriendo un confrontación dialéctica con estas. Pretensión claramente deliberada que muestra una desconfianza entre autor y narrador, obligando el autor a hacer concordante la materia con la contrarreforma, cosa que no lo es: El autor es materialista, racionalista, y ateo y el narrador es católico contrarreformista.

El contenido del Persiles es una peregrinación que culmina en Roma, la ciudad santa, y toda la narración es una desmitificación la peregrinación misma, porque la peregrinación es un ejercicio fraudulento protagonizado por unos personajes, cuyo objetivo es otro. Los hechos sacralizados están desmitificados y se dan de bruces con la contrarreforma y el concepto de peregrinación: la fábula es una ficción, el narrador es un fingidor, la peregrinación una farsa.

Cervantes trata de emanciparse de la literatura dogmática anterior, donde la historia exigía a la literatura un compromiso de verdad, y los religiosos exigían un compromiso con la moral, con lo que la desposeían del principal componente, la ficción, llevándo la obra a la historia o al catecismo. Hoy día los enemigos de la literatura ya no son la historia ni la religión, sino más bien la preceptiva, lo políticamente correcto.

La legitimación de la ficción literaria comienza cuando los interpretes de Aristóteles liberan a la literatura de los imperativos de verdad y moral. El concepto de ficción, que cuesta mucho comprender a moralistas y preceptistas de todos los tiempos, desde Platón a los feministas contemporáneos, es un concepto que hace que la literatura sea un discurso emancipado de la historia y de la religión (Platón, en la República no solo recomendaba limitar el comercio, también la imaginación, algo que encajaba con los ideales de la religión cristiana). Todo lo que tiene que ver con la imaginación es una exaltación de las pasiones y es una alejamiento de la realidad.

El Persiles sortea permanentemente estas limitaciones: la verdad exigida por la historia y los dogmas exigidos por la religión. Lo hace utilizando los procedimientos de una literatura sofisticada y reconstructivista que consiste en establecer relaciones reales entre términos ideales, relaciones que no existen (los peregrinos del Persiles son ricos disfrazados de pobres y en realidad no son peregrinos, la utilizan como un pretexto), frente a literaturas utópicas, programáticas o imperativas que establecen relaciones reales entre términos reales, que es lo que plantea La República de Platón. El Persiles es un relato construido a base de sucesivos relatos, una novela que reproduce el drama de estaciones, relatos narrados por múltiples y sucesivos narradores, que tienden a hacer compatible con la contrarreforma una materia que no lo es en absoluto. De ahí, en esas relaciones irreales, fraudulentas, la burla, lo irónico de la novela. Una novela apoyada en el mito de la peregrinación que resulta desmitificado a cada paso y en cada página; una novela en la que lo que ocurre, lo que se narra, lo que se dice, es algo que el narrador no ha visto, quien ha visto lo que se cuenta son los personajes, que lo hacen al margen de la responsabilidad del narrador, un mundo onírico, un mundo extraordinario, un mundo de aventuras, hechos ideales próximo a la literatura fantástica y maravillosa. Un mundo irreal contado en términos reales. Cervantes no es soluble en agua bendita, es incompatible con los dogmas de la contrarreforma, que no se pueden contar de forma tan lúdica, tan burlesca, tan irónica como Cervantes lo hace.

Cervantes, en el discurso literario, construye un sistema de pensamiento que después desarrollará Spinoza en un discurso filosófico. La literatura en muchos casos es antecedente de pensamiento filosóficos posteriores: en el teatro de Moliere está mucha de la filosofía de Voltaire, en las novelas de Cela está mucho del materialismo de Gustavo Bueno.


Referencias: J. Casalduero, Sentido y forma de los trabajos de Persiles y Seguismunda. J, Maestro, Nueva lectura del Persiles. G. Bueno, Crítica literaria según el materialismo filosófico