En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

sábado, 19 de diciembre de 2020

La risa en el Persiles


Considerada por una parte de la crítica como una obra seria y durante el franquismo se identificó al Persiles con un Cervantes católico, contrarreformista y ultraconservador. Después con la democracia llega otra tendencia, demostrando que la crítica es servil con el poder político, que trata de disociar la idea anterior y demostrar lo contrario. En toda la obra de Cervantes no encontraremos un personaje con una finalidad trascendente; todas las causas que ocurren en su obra tienen consecuencias en este terrenal mundo. Cervantes reemplaza la razón teológica de sus contemporáneos por la razón antropológica. Desde esta perspectiva: Cervantes, ateo de formación católica, intentamos analizar la obra.

Lo primero que ha de quedar claro es que Cervantes es un autor muy ambiguo, que siempre parece que hace o dice una cosa, cuando lo que está diciendo es otra. El Persiles tiene contenidos didácticos, de literatura sapiencial, con numerosas sentencias; pero sobretodo es un libro cínico, que no es ni lúdico ni serio.

Algunos han querido buscar en el Persiles la ideología de su autor, pero Cervantes no vivió en época de ideologías, que es un concepto moderno, al autor podemos considerarlo ortodoxo o heterodoxo. Está clara que Cervantes no es ortodoxo.

No es tampoco el Persiles un libro trágico a pesar de las muertes, asesinatos y que se trate la esclavitud, nada de esto tiene una concepción trágica. La tragedia es un hecho imprevisible que afecta al ser humano y que sus consecuencias son irreparables, hechos que desafían el racionalismo humano porque la razón no puede evitar.

El Persiles es un viaje plagado de aventuras y en todas ellas el objetivos principal de llegar a Roma queda preservado. Es una novela que acaba bien, se casan y son felices, y comen perdices… En ella hay numerosas citas con la utopía; en la isla del rey Policarpo hay un sistema de gobierno completamente utópico (Tomás Moro había publicado su Utopía en 1516, y Maquiavelo, El Principe en 1513, una obra tremendamente realista, todo lo contrario que la de Moro). En el capítulo 22 del primer libro, en una clara defensa de la propiedad privada y del comercio, dice Cervantes: “...reino es donde se vive sin temor de los insolentes y donde cada uno goza lo que es suyo.”

Escotado que dice que la propiedad es un robo y el comercio el instrumento, sitúa a Jesucristo entre los enemigos del comercio. No cabe duda de que Jesucristo se lió a palos con los comerciantes, como no hay duda de que el mundo sin el comercio y sin el capitalismo sería y ha sido un mundo de pobreza (el padre Angel alguna vez ha comparado a Jesucristo con Podemos). Con la cita de Cervantes, que sitúa el derecho a la propiedad privada como el ideal del mundo perfecto, éste se aleja de la posición de Escotado (Cervantes nunca sería de Podemos). El Quijote, el Persiles y toda la obra de Cervantes no hay nada que se pueda considerar enfrentado al comercio.

¿Por qué la crítica conservadora, la derechona ha querido negar la comicidad, la interpretación lúdica, irónica del Persiles? Es incomprensible, pues todo el libro es una farsa, si la actuación de los protagonistas Persiles y Seguismunda, o Periandro y Auristela, que es lo mismo esta basada en que a ella no la casen con quien no se quiere casar, y él, casarse con quien quiere, y para ello fingen que peregrinan, y ante los peregrinos fingen ser hermanos, y con eso asegurarse el poder estar juntos, siendo una farsa todo el peregrinaje, en el que la religión es un pretexto para poder vivir. La crítica oficial de su tiempo no podía hacer propaganda de la risa, ni de lo cómico que entonces no estaba bien visto en la creación literaria por ser visiones demasiado conflictivas que querían apartarse de lo religioso. En el cap. 4 del libro 1º, se dice:

...y disparó la flecha con tan buen tino y con tanta furia que en un instante llegó a la boca de Bradamiro, y se la cerró, quitándole el movimiento de la lengua y sacándole el alma, con que dejó admirados, atónitos y suspensos a cuantos allí estaban.”

Episodios de estos en el que se calla la boca al que dice la verdad, como a Clodio, al que el narrador maltrata por decir la verdad. El narrador finge adoptar la ideología de la contrarreforma, en tanto que el autor no adopta esa forma de pensar, por lo que hay un contraste dialéctico a lo largo de toda la obra, en el que el narrador se sitúa en la ortodoxia contrarreformista y el autor, Cervantes, plantea al narrador unos hechos desde una heterodoxia, para nada, contrarreformista. El narrador está obligado a hacer compatible la obra con la contrarreforma, la ortodoxia de la época, para que la censura le deje tranquilo.

A partir de 1680, la crítica plantea una lectura irónica de la obra, la propia exageración de los hechos ya es irónico, que anteriormente apenas se había planteado. Lo raro es que antes nadie lo percibiera, seguro que porque no se podía, percibir estas lecturas. Y es que la crítica literaria es poco de fiar, porque los críticos igual que los periodistas hoy día trabajan para su amo.

Pero es que en el Persiles, más intensificado que el Quijote, hay muchas formas de ironía, como lo grotesco o lo carnavalesco. Lo difícil es no encontrar en el Persiles rasgos cómicos en cada párrafo. Toda la obra es una burla hacia los géneros serios, a la novela bizantina, hacia los contenidos de la vida religiosa. La religión es una ficción y en el Pérsiles se usa como un pretexto para poder vivir en libertad, porque en esa época fuera de la religión había menos libertad que dentro de ella.

En el Persiles, lo cómico, se fundamenta en lo que el ser humano es, frente a lo que se espera que sea. Esa diferencia causa la risa (como en el político que no sabe hablar, o el cómico que no se acuerda del guión). El propio narrador habla de la risa:

... porque sólo el hombre se ríe, y no otro ningún animal; y yo digo que también se puede decir que es animal llorable, animal que llora; y, ansí como por la mucha risa se descubre el poco entendimiento, por el mucho llorar el poco discurso.” (Libro 2º, cáp 5)

Lo del ser humano como ser risible es de Aristóteles, idea que depués usó Tomás de Aquino en la escolástica medieval. En otro párrafo, el protagonista, Periandro, se disfraza de mujer para buscar a Auristela. Es tan convincente que lo/la coge y la venden como esclava, y se enamora el él/ella el más bárbaro de los bárbaros, Bradamiro. Imaginamos la situación: un bárbaro enloquecido de amor… Todo se arregla por un incendio, situación en el se encuentra Periandro con Auristela, vestida de hombre. La escena no puede ser más cómica: Periandro, vestido de doncella menesterosa, que huye llevando en brazos a Auristela, vestida de bárbaro monstruoso. ¿Cómo interpretar esto como algo serio?

Cuadráronle a Arnaldo las razones de Periandro, y, sin reparar en algunos inconvenientes que se le ofrecían, las puso en obra, y de muchos y ricos vestidos de que venía proveído por si hallaba a Auristela, vistió a Periandro, que quedó, al parecer, la más gallarda y hermosa mujer que hasta entonces los ojos humanos habían visto, pues si no era la hermosura de Auristela, ninguna otra podía igualársele. Los del navío quedaron admirados; Taurisa, atónita; el príncipe, confuso...” (Libro 1º, cáp 2)

...y, entre otras presas que a nuestras manos han venido, ha sido la de esta doncella -y señaló a Periandro-, la cual, por ser una de las más hermosas, o por mejor decir, la más hermosa del mundo, os la traemos a vender, que ya sabemos el efeto para que las compran en esta isla...” (Libro 1º, cáqp 3)

Para la iglesia, la risa siempre remitía a algo pecaminoso. No estaba bien vista; la carcajada era un acto diabólico. Si pensamos en Jesucristo, no sabemos se alguna vez se rió, no hay testimonio de ello. Si hay una cita en el Eclesiastés (3,4), una cita donde nos dice que “hay un tiempo para reír y un tiempo para llorar”; pero luego en el libro cuarto de la Reglas de San Benito, se aconseja, “ no decir palabras que muevan a risa”. Con el tiempo la iglesia se ha ido adaptando, porque la vida lo va cambiando todo (la iglesia, el marxismos y otras filosofías han querido cambiar al mundo, pero la realidad es que el mundo las cambia a ellas. Como decía Valle Inclán en boca de Tirano Banderas, “las revoluciones cuando triunfan se vuelven muy pacíficas”).

Esta escena de Bradomiro, un bárbaro que escoge para sí a un hombre civilizado, fue interpretado por Joaquín Casalduero en 1949, como una alegoría católica; más reciente M. Moreau, hace de ella una lectura homosexual, que por la idea de género, más cercana a nosotros temporalmente, podemos ver más lógica, pero que es tan disparatada como la anterior. Solo es una escena de comedia, y las críticas lo que hacen es proyectar la obsesión del momento.

Hay otro episodio que representa a dos estudiantes que se fingen ser dos cautivos liberados de Argelia, que pícaramente van pidiendo dinero por tal motivo. En el pueblo se encuentra con el alcalde que había sido un verdadero cautivo, y les formula una serie de preguntas por las que les desenmascara. Este episodio se asemeja a un entremés. El alcalde los adoctrina para que puedan seguir con su pillería… Así se termina convirtiendo en un relata más próximo al “El coloquio de los perros” donde se desmitifica las falsedades de la sociedad: la autoridad local proporciona que los pícaros puedan seguir con su mentira, en lugar de apartarlos del fraude; como en Rinconete y cortadillo la autoridad se alía con la delincuencia. Hay más episodios en el Persiles que hablan de la corrupción de la autoridad, como en el momento en que Periandro llega a Roma, que tiene una cita con una prostituta de lujo que se enamora de él. Como Periandro le da calabazas, la moza lo denuncia por robo y la policía vaticana, sin mediar palabra, le detiene, le roban y le zurran de lo lindo. En otro momento en el capítulo 6 del libro 4º, el narrador hace la siguiente afirmación; “viendo menoscabada su su esperanza y su hacienda en poder de la justicia”.

En el último libro del Persiles se da una de las situaciones más cómicas de la novela: coinciden en Roma el principe Arnaldo y el duque de Nemurs, ambos pretendientes de Auristela. Van disfrazados de mendigos y se ven en medio de una subasta en la que una de las piezas es el retrato de su amada, y ambos, de clase alta, pero ocultos en su trajes de mendigos, pujan con cantidades desorbitadas, ante el asombro del público...

Referencias: J. Casalduero, Sentido y forma de los trabajos de Persiles y Seguismunda. J, Maestro, Nueva lectura del Persiles. G. Bueno, Crítica literaria según el materialismo filosófico.


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