En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

martes, 12 de abril de 2022

Historia de un mito

Verdades y mentiras sobre García Lorca y su mundo.

Autor: Manuel Escudero Puga.


 Todo está a punto para la publicación. Como los preliminares parece ser que me corresponden, os pongo a continuación la Introducción:

¿Quién es Manuel Escudero? Probablemente, muchos lectores se hagan esta pregunta que yo me hice hace unos años leyendo la columna que publica en Diario JAÉN. Una y otra semana, leía (leo aún) sus ideas, satisfecho cuando coinciden con las mías y motivado por las nimias discrepancias que a veces me surgen. Resultó que descubrí -no hace mucho- que de niños fuimos amigos, compañeros de internado en el Seminario Menor de Granada. Pasada casi toda una vida, nos volvimos a encontrar y me hizo un regalo, de esos que nunca se olvidan: un poema, un romance, una oda, a mi pueblo, titulada “A Cádiar”. Por lo dicho, comprenderá el lector, de quien solicito indulgencia cuando avance por estas atrevidas líneas, mi admiración por el autor. Mi satisfacción ante la petición de que redactara, como el simple lector que soy, estas palabras introductoras que ahora empiezo a escribir. El autor sabe ya que lo haré con todo mi agradecimiento, por ser el primer lector de esta su nueva obra, con la osada pasión que pongo en todo aquello que mueve mi interés, y con la nula pretensión de objetividad en lo que diga.

Escudero es granadino como Lorca, con quien comparte no solo su nacimiento, sino el oficio de poeta, la pasión por la rima y la fe intrépida en el poder de la palabra. Por lo que he podido constatar en nuestra retomada amistad, nunca ha considerado la poesía como algo aislado de la vida, sino que ésta, como en Federico, ha sido y es un reflejo de su vida, de su pathos, y de su tiempo. Es autor de varios poemarios, como Recuerdos y homenajes (Jaén 2001), Buscando la luz (Jaén 2006), Romancero de la Contraviesa (Jaén 2012), Campo de Olivos (Jaén 2014), Sonetos del atardecer (Granada 2018). Aunque hoy no toque hablar de la poesía de Escudero, que es lo que esencialmente escribe, sí diré de pasada que en ella se trata de la vida, del pasado, del amor, de emociones y sentimientos…, del ser humano en suma. Así que repetiré aquella máxima que decía que, para saber de un autor, el camino más seguro y más corto es acudir a su obra. En ella, encontramos numerosos homenajes o recuerdos de García Lorca; en Recuerdos y Homenajes, tiene cinco poemas dedicados a Federico, en los que juega con sus propias metáforas:

(...)

No hay tarde que no te nombre

entre suspiro y suspiro.

No hay pena que no te lleve

ni dolor que no hayas sido.

En Sonetos del atardecer, vuelve la memoria de Federico con nuevos poemas que giran en torno a la idea de su muerte.

(...)

Federico murió por ser poesía,

amor total y llanto y sufrimiento.

Murió sin esperar, de odio cruento,

de dos disparos a su fantasía.

Escudero admira profundamente la poesía de Lorca, sus metáforas, de la que bebe en toda su obra poética con una sensibilidad pareja; pero recela de la preceptiva marcada por las instituciones culturales, aflorando la heterodoxia cuando es necesaria para sostener su coherencia en el compromiso con la verdad y con su profunda fe.

Hablar de verdad sobre la figura de Federico es un acto muy comprometido, sobre todo cuando no se habla desde la verdad oficial. El enfoque de Escudero no cabe duda que está realizado desde su profunda fe como creyente, pero tampoco cabe duda que también lo hace desde un trabajo muy serio y la más insobornable objetividad; objetividad que deviene incuestionable en tanto que sus afirmaciones y, cuando no puede afirmar algo, por el motivo que sea, su verdad se revela como sugerencia, recordándonos aquel eco machadiano de Proverbios y Cantares:

¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.


En el libro que te dispones a leer, amigo lector, hay muchas pistas que te llevarán a tu verdad sobre Federico García Lorca; la Verdad es posible que nunca la sepamos: parece haber muchas conciencias empeñadas en ello. Sin embargo, Escudero ha indagado a fondo: no le ha bastado la reputada opinión de Ayllón, ni la acreditada maleta de Penón, ni la extensa documentación de Fajardo, ni la inmediación a los hechos de Nestares; tampoco ha sido suficiente con el trabajo y la fe de Gibson, y, mucho menos, las lecturas interesadas o dirigidas del tema. Ninguna de todas ellas ha pasado por alto; pero, sobre todo, su verdad, está apoyada en un sus largos años de trabajo e investigación, en los que ha vuelto atrás en numerosas ocasiones para corroborar o colegir. Yo mismo le he acompañado recientemente para, una vez más, escudriñar sobre el terreno; y, con él, he recorrido la trágica ruta; y he entrado, en Víznar, en la casa de una adorable señora, que nos contaba lo que su padre vivió de primera mano en aquellos fatídicos días de agosto.

También hemos hablado del poeta, conscientes de que, al definir a Federico, las palabras que usamos limitan su universo artístico. Determinarlo como poeta es ya una acotación para sus cualidades. Así, me ha hecho constatar algo que ya sospechaba: la colosal grandeza y universalidad de Lorca; un poeta en quien se agotan los adjetivos, el hombre que nace para hacer de la vida poesía, y para compartir esa poesía con quienes lo rodeaban. La obra de Lorca, sobre todo su poesía, es unas veces lírica, muchas dramática, y, con frecuencia, trágica; está dotada de una sensibilidad extraordinaria, pero es muy poco inteligible, pues de sus metáforas creacionistas o expresionistas solo él conocía su último significado, algo muy propio de un autor que, ante todo, escribía por la necesidad de expresarse, siendo secundario para él el lector.

En sintonía con Escudero, diré que, cuanto más profundizo en Lorca, como autor y como hombre, más convencido estoy de que no era en absoluto político; sé que se sintió bien con la República, con la “Barraca”, pero igual que se podría haber sentido con otra forma de gobierno que le hubiera dejado hacer aquello que a él le salía del alma. Más aún: pienso que son pocas las ideas sociales que muchos achacan a su obra. Éstas aparecen con Poeta en Nueva York, donde mira la vida de esta urbe desde arriba, situándose en un plano superior a la catástrofe que retrata. Sí hay en toda su obra amor, y más que “amor”, hay erotismo. Sobre todo, erotismo masculino: el hombre fértil, el brío, el viento huracanado… a lo que se opone “el agua estancada”, que en la poesía o en el teatro remite siempre a la infertilidad, como en el caso de Yerma, la mujer que no puede tener hijos por culpa de su marido, que siempre está viendo agua estancada; como en Bodas de Sangre donde la novia escapa con el macho alfa. El principal tema en Lorca son los hombres que no son suficientemente viriles; y la mujer es siempre una intermediaria para demostrar esa facultad del hombre. En ningún mundo, como en el de Bernarda Alba, las mujeres se “matan” por un hombre, por Pepe el Romano, por el que se pelean las cinco hermanas, y por el que, hoy día, habría que llevar al psiquiatra a la madre. En El Público, dice un personaje, Julieta, sancionando esta idea de amor que planea en toda su obra: “A mí no me importan las discusiones sobre el teatro ni el amor. Yo lo que quiero es amar".

El título de esta obra que ahora tienes en tus manos, Historia de un mito, no cabe duda de que es muy acertado: que Federico García Lorca se ha convertido en un mito es una realidad que nadie puede discutir; que la historia consiste en una crónica de hechos reales, una biografía, no es menos cierto. De eso trata este libro. Pero esta precisión encierra una paradoja, pues es la descripción real (historia), de una fantasía (mito). Lorca es en realidad un genio indiscutible por su facultad para crear usando la palabra, por su sensibilidad proyectando la imagen, al que, después, otros hemos convertido en “mito”, y es aquí donde surge la duda. ¿Es pretensión de Manuel Escudero desmitificar a Lorca? Eso debes juzgarlo tú, estimado lector, advirtiendo que el “mito” está muy relacionado con las creencias y los intereses de grupo.

Federico es como un juego de cajas chinas: en el interior está el hombre lleno de pasión, de optimismo, de miedo, interesado de muchas cosas y aburrido de otras tantas; en la siguiente caja está el personaje que él mismo se construyó, enfrentado a aquella sociedad conservadora y decadente. Y, rodeándolo todo, está el mito que ha llegado hasta nuestros días... Escudero parece romper la manera en que se ha abordado casi siempre la vida de Lorca: como si, en clave profética, desplegara un programa biográfico preestablecido, como si ya desde el principio supiera que acabaría anunciando su propia muerte, como parece presagiar en la "Casida del herido por el agua": Quiero bajar al pozo / quiero morir mi muerte a bocanadas; o en la Casida de las palomas oscuras, en la que se formula un extraña pregunta, como extraña es la respuesta del sol y de la luna:

Vecinitas, les dije,

¿dónde está mi sepultura?

En mi cola, dijo el sol.

En mi garganta, dijo la luna.

¿Sería consciente el poeta de que casi un siglo después, jueces, políticos, magistrados, críticos literarios, investigadores, etc., iban a formularse esta misma pregunta? También nos responde a esto Escudero, y lo hace con indudable valentía. Manuel, trata, no sin esfuerzo, de olvidar al mito. Parece perseguir lo contrario: verlo como a una persona de carne y hueso, una persona que quiso dedicarse, desde muy niño, al teatro, a la poesía, a la palabra... Se ha preguntado el porqué de cada suceso, y cómo habría actuado cualquier persona de la época en sus circunstancias, no el mito que hoy conocemos. También se ha hecho, y con igual denuedo, la misma interrogación respecto a los actores que rodearon su tragedia, y de todos ellos sugiere una respuesta.

Se ha escrito tanto de García Lorca que estarás pensando, amigo lector, qué novedades aporta este libro. Pues las hay, y algunas muy concretas que podrás descubrir a lo largo de sus páginas. Yo generalizaré un poco con la idea de seducirte a bucear en él: la provocadora temática de muchos de sus dramas; los dudosos negocios del padre del poeta; la lucha entre familias, entreverada con el ambiente de preguerra en el entorno de Federico; la interesada porfía en la búsqueda de los restos del poeta; el silencio clamoroso de la familia; las directrices en torno al mito tácitamente impuestas por la Cátedra; los oscuros ardides de la Fundación…

Resumiendo, el autor de este libro se ha “echado al barro”, con todo lo que expresa esta metáfora de trabajo, compromiso, y satisfacción. Sin embargo, aunque el autor “se moje” a lo largo de toda su obra, es al lector a quien corresponde la última palabra. Lo que al final importa siempre es nuestra propia interpretación de un texto, que sin duda puede diferir de la que hagan los demás lectores e incluso de la del propio autor… Lo que es muy evidente, es que Escudero ha puesto a nuestra disposición suficiente material como para enriquecernos y poder formarnos nuestras propias opiniones.

José F. Alvarez

Con motivo del centenario del nacimiento de Lorca, escribía Múñoz Molina en el Pais semanal, en agosto de 1998: "Cuántos dueños tiene Federico, cuántos herederos y administradores, cuántos parásitos, cuántos enemigos a los que no apacigua ni los años tan largos que ya lleva en la muerte, cuántos apóstoles y mangoneadores póstumos que se empeñan en erigir su fantasma en símbolo de causas políticas o sexuales, o peor todavía, en estampita de un mugriento andalucismo folclórico a la medida inepta de los enchufados culturales de la autonomía (...) Va siendo hora, cuando cumple 100 años, de que lo dejen en paz unos y otros, parásitos y predicadores..." 

Cuán lejos está de cumplirse este deseo del autor de Beatus ille. Cuándo comprenderemos que Federico no pertenece a nadie, y pertenece a cualquiera que se sienta aludido por una frase suya. Cuándo comprenderemos que la mejor manera de conmemorarlo, de recordarlo, es leer en voz alta uno de sus poemas: ese que te dejó dibujado, porque parecía dirigido a ti, como él dijo en una de sus cartas, "un plano de tu deseo".






Junto a este olivo mataron a Federico. Está situado en la curva de la carretera que une los pueblos de Víznar y Alfacar, junto a Fuente Grande.

El mismo olivo en la actualidad, situado en el interior del Parque.



Vínar, en Palacio de Cuzco en la actualidad.



Los abuelos y los tíos de Federico. Estos cuadros genealógicos me los hice para no perderme con los personajes


En Francisca Alba se inspiró el drama de "La casa de Bernarda Alba"

Los padres y los hermanos de Federico García Lorca

Los "Roldan-Benavides", familia de los "García-Rodríguez", socios de don Federico en la azucarera, y, después, enemigos irreconciliables.

Otras siete entradas de este blog sobre Federico García Lorca: https://lacocinaquenosgusta.blogspot.com/search/label/Lorca

Otras dos entradas de este blog sobre Manuel Escudero Puga: https://lacocinaquenosgusta.blogspot.com/search/label/Escudero



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