En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

jueves, 20 de mayo de 2021

El carnaval en el Quijote


Bajtin, ha tenido durante mucho tiempo cierta influencia para que la crítica afirme lo carnavalesco en el Quijote, particularmente en los episodios de la insula Barataria. Aquí lo vamos a cuestionar.

El carnaval es una representación lúdica de una serie de valores serios de una determinada sociedad, que se representan de una manera invertida o revertida en términos privativos de la operatoriedad habitual (en fiestas se suspende la actividad laboral o se transforma para articular la fiesta).

El carnaval representa valores serios revertidos en tres sentidos: cómico, paródico, y grotesco. Todos esto valores serios se proyectan a todos los referentes sociales sin discriminación, sin consideración, y sin respeto. En cierto modo con un componente de escándalo, de heterodoxía. En el Quijote no vale hablar de este tipo de representaciones, lo que no quiere decir que no haya determinados pasajes en los que los personajes se disfrazan y representan una dimensión lúdica, actuando de forma cómica, incluso más allá de su intenciones personales. Pero cuando esto se produce, lo que plantea Cervantes no es la estética del carnaval, cuanto el uso de una forma cómica para exponer una materia fuertemente crítica que rebasa lo previsto en la estética carnavalesca.

Pondremos algunos ejemplos:

1.- El cura tiene la idea de disfrazarse y acudir a Sierra Morena con la intención de hacer volver a don Quijote a su aldea. Se disfraza en la venta de princesa menesterosa, y cuando sale a lomos de su caballería se da cuenta de que lo que hace es indigno e indecoroso en un hombre de iglesia. Cervantes lo platea así en el capítulo 27,1ª:

No le pareció mal al barbero la invención del cura, sino tan bien, que luego la pusieron por obra. Pidiéronle a la ventera una saya y unas tocas, dejándole en prendas una sotana nueva del cura. El barbero hizo una gran barba de una cola rucia o roja de buey, donde el ventero tenía colgado el peine. Preguntóles la ventera que para qué le pedían aquellas cosas. El cura le contó en breves razones la locura de don Quijote, y cómo convenía aquel disfraz para sacarle de la montaña, donde a la sazón estaba. Cayeron luego el ventero y la ventera en que el loco era su huésped, el del bálsamo, y el amo del manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les había pasado, sin callar lo que tanto callaba Sancho. En resolución, la ventera vistió al cura de modo que no había más que ver: púsole una saya de paño, llena de fajas de terciopelo negro de un palmo en ancho, todas acuchilladas, y unos corpiños de terciopelo verde, guarnecidos con unos ribetes de raso blanco, que se debieron de hacer, ellos y la saya, en tiempo del rey Wamba. No consintió el cura que le tocasen...”

Que le tocasen, con el doble sentido de tocar y colocar la toca.

...sino púsose en la cabeza un birretillo de lienzo colchado que llevaba para dormir de noche, y ciñóse por la frente una liga de tafetán negro, y con otra liga hizo un antifaz, con que se cubrió muy bien las barbas y el rostro; encasquetóse su sombrero, que era tan grande que le podía servir de quitasol, y, cubriéndose su herreruelo, subió en su mula a mujeriegas, y el barbero en la suya, con su barba que le llegaba a la cintura, entre roja y blanca, como aquella que, como se ha dicho, era hecha de la cola de un buey barroso.

Despidiéronse de todos, y de la buena de Maritornes, que prometió de rezar un rosario, aunque pecadora, porque Dios les diese buen suceso en tan arduo y tan cristiano negocio como era el que habían emprendido. Mas, apenas hubo salido de la venta, cuando le vino al cura un pensamiento: que hacía mal en haberse puesto de aquella manera, por ser cosa indecente que un sacerdote se pusiese así, aunque le fuese mucho en ello; y, diciéndoselo al barbero, le rogó que trocasen trajes, pues era más justo que él fuese la doncella menesterosa, y que él haría el escudero, y que así se profanaba menos su dignidad; y que si no lo quería hacer, determinaba de no pasar adelante, aunque a don Quijote se le llevase el diablo.”

Profanaba menos su dignidad, pero reconoce que la profanaba algo (tengamos en cuenta que unos años antes el Concilio de Trento, había prohibido a los sacerdotes vestir otras ropas que la sotana)

En esto, llegó Sancho, y de ver a los dos en aquel traje no pudo tener la risa.”

Si pensamos críticamente, observamos muchas cosas: hay un disfraz que revierte los valores serios de una sociedad en valores completamente lúdicos, pero el carnaval se disuelve después de que Cervantes lo ha montado, porque, qué necesidad tiene el autor de ridiculizar al cura de su pueblo, Pero Pérez, y lo arregla cambiando el traje con el barbero para que siga la broma. Además el disfraz no tiene ningún efecto porque Sancho, se los encuentra al salir de la venta, los reconoce y no puede contener la risa. Este episodio parece tener implicaciones carnavalescas pero no lo son, porque ni siquiera tiene esas pretensiones, que son las de ridiculizar al cura, que se ocupa de algo que no es cosa suya, infringiendo las normas de su profesión, disfrazado y de una manera muy torpe, pues no consigue su propósito de llevar al don Quijote a su casa hasta el final de la novela, y lo lleva Sansón Carrasco que es otro zoquete, que ya había fracasado en un primer intento.

2.- En el capítulo 19.1ª, hay otro episodio, La aventura del cuerpo muerto, en la que de nuevo Cervantes implica a hombres de iglesia, en la que puede darse una impresión carnavalesca. Don Quijote y Sancho se encuentran con una especie de procesión de almas en pena, como la Santa Compaña. Estas figuras vestidas de blanco son seminaristas que transportan un cadáver. Al verlos, don Quijote, con las antorchas encendidas, arremete contra ellos, y uno cae del burro mal herido. Está en suelo con una pierna rota y  don Quijote le  sigue hostigándo. En ese momento dice el narrador:

Todos los encamisados era gente medrosa y sin armas, y así, con facilidad, en un momento dejaron la refriega y comenzaron a correr por aquel campo con las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren.”

El propio narrador identifica a los seminaristas como gente cobarde que huyen asustados, y también los identifica con el carnaval al añadir lo de las "máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren". Pero es una imagen que proyecta el narrador, pero no es carnaval, los personajes no van disfrazados, sino con la ropa de oficio.

Los enlutados, asimesmo, revueltos y envueltos en sus faldamentos y lobas, no se podían mover; así que, muy a su salvo, don Quijote los apaleó a todos y les hizo dejar el sitio mal de su grado, porque todos pensaron que aquél no era hombre, sino diablo del infierno que les salía a quitar el cuerpo muerto que en la litera llevaban.”

Don Quijote parece tener un gusto especial por apalear a curas, cosa que no desaparece a lo largo de la novela, pensemos en el enfrentamiento que tiene con el eclesiástico del castillo de los duques

3.- En donde más se ha insistido, sobre todo por Batgin, de lo carnavalesco en el Quijote, es en los episodios de Sancho en la ínsula de Barataria, donde Sancho es fingidamente nombrado y vestido gobernador, jugando con él sin que sea consciente, por consiguiente todo es una trampa, una tomadura de pelo, una broma muy pesada, que llega al escarnio, pero que no es carnaval. En estos episodios Sancho está presentado como un ser grotesco y aunque lo grotesco es un componente del carnaval, no todo lo grotesco es carnavalesco. A Sancho se presenta en la ínsula:

El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenía admirada a toda la gente que el busilis del cuento no sabía, y aun a todos los que lo sabían, que eran muchos. Finalmente, en sacándole de la iglesia, le llevaron a la silla del juzgado y le sentaron en ella; y el mayordomo del duque le dijo”

Busilis, quiere decir que Sancho no sabía nada de las burlas que le habían montado. Comienzan las burlas con una de las cosas más serias que tiene una sociedad, con los juicios. Todo el mundo idealizamos la justicia, considerando que debería ser una de las cuestiones administrativas más importantes de la sociedad organizada políticamente, pero no es así. Lo que sorprende de estos episodios por parte de Sancho es que administra la justicia desde posiciones inocentes y caracterizadas por la buena fe. A Sancho que no ha estudiado nada y menos leyes, se le exige juzgar casos amañados para hacerle quedar en ridículo, y el resultado es todo lo contrario, imparte justicia en condiciones admirables, no por sus consecuencias, procedimientos o resultados, que ya sabemos que no son operatorios, porque es una trampa, una ficción por parte de los crueles servidores de los duques. La tesis que plantea Cervantes es que la justicia perfecta es un ilusión, un idealismo, una desmitificación de la justicia, y una terrible crítica a una clase social ociosa que invierte su tiempo en burlarse de la gente humilde. Esto no tiene nada que ver con lo carnavalesco, todo lo contrario, Sancho no es consciente de ser un personaje de carnaval, es un títere; además en el carnaval son las gentes humildes quienes se burlan de las clases superiores, quienes se burlan de los valores serios de una sociedad.

Sancho es un personaje que no se puede reducir a lo cómico, la dignidad de Sancho está muy por encima de eso. Sancho representa la sensatez frente a don Quijote que es quien se ridiculiza, es decir, el noble (El Quijote está invirtiendo las normas de poética clásica, y de la mano de Cervantes, se está enfrentando a las exigencias de la ortodoxia literaria de la época: hablar de carnaval en el Quijote es no saber lo que se dice). Sancho es grotesco por lo que hacen de él, pero no carnavalesco, y lo es, no porque Sancho cometa errores, sino porque el contexto es ficticio. Se esperaba de Sancho que se corrompiera, que actuara caprichosamente, dejándose arrastrar por la bajeza y abusando del cargo, pero los que estaban corrompidos eran los que querían manejarlo, pero nada de eso ocurre. Sancho se toma en serio el ejercicio de una justicia que, menos para él, es ficticia para todos. No hay nada más ridículo que en un mundo de canallas alguien se tome la justicia en serio.

Estos episodios de la ínsula Barataria han tenido cierta resonancia en autores posteriores, un caso es el de Alejandro Casona, que su obra Retablo jovial, tiene un episodio que titula Sancho Panza en la ínsula, y lo retitula como Recapitulación escénica de páginas de Quijote, es un hipertexto, una interpretación literaria objetivada en una farsa teatral breve donde se interpreta, desde posiciones krausista e idealistas, los episodios de la ínsula, con interesantes contrapuntos con Cervantes.

La preceptiva clásica disponía que los seres humildes solo podían ser protagonista de episodios cómicos, solo objeto de risa; ningún noble podía ser protagonista de una comedia, para ellos estaba reservada la tragedia, porque solo los nobles podían representar con dignidad la dimensión trascendente del sufrimiento, al pobre no se le reconocía ninguna dignidad en su sufrimiento, solo era objeto de burla. En contra de todo eso se levanta toda la obra literaria de Cervantes, un enfrentamiento contra la poética clásica, y liberando de este imperativo a la gente humilde (ninguna izquierda ha hecho tanto por el pueblo como Cervantes, sin saber siquiera que es la izquierda, que es un concepto posterior). La Numancia es la primera tragedia en la historia del teatro donde los protagonistas son la gente humilde, el pueblo, sin nobles y sin dioses, rompiendo con todo lo anterior; pero es que en el Quijote, a quien se parodia es a la clase noble aristocrática y poderosa, el mismo don Quijote es un hidalgo, un noble venido a menos, que es quien cae en el ridículo.

A Sancho en Barataria le tratan como a un bufón de la corte, sin embargo sale enaltecido de todas las situaciones burlescas a las que es sometido por la clase noble ociosa, que es en definitiva la que se pone en ridículo, saliendo desprestigiada y desmitificada. Sancho, careciendo de formación y estudios, pero guiándose por un sentido recto y una buena fe, se comporta como una persona sabia y responsable. Para Sancho no hay burla, él se toma muy en serio su trabajo.

El narrador, cínicamente, cuenta las cosas de manera diferente a como están ocurriendo, como si tuvieran gracia, y en realidad no la tiene. Lo que sucede no es lo que dice el narrador que está sucediendo. En el capítulo 42, 2ª, podemos comprobar cómo se desacredita el narrador:

Si la sentencia pasada de la bolsa del ganadero movió a admiración a los circunstantes, ésta les provocó a risa”

Los provoca a risa porque son idiotas, porque nada de lo que hace Sancho es risible. Otra cosa es como lo visten, porque tienen dominio para vestirlo, para disfrazarlo, para provocar que haga el ridículo. Pero no lo hace, y Sancho tiene libertad de dicción, dentro de sus posibilidades, puede decir lo que quiera, y resulta que actúa de forma ejemplar, en absoluto risible, porque administra justicia conforme al racionalismo de los hechos y la buena fe. Esa es la dialéctica, la confrontación entre lo que se dice de la situación el narrador, cómplice de los burladores, que es hilarante, y la realidad de los hechos, una admirable resolución. Sancho es inconvertible en un personaje carnavalesco, Sancho no es un personaje cómico (más carnavalesco que Sancho es don Quijote, que es el noble); Sancho no es un personaje de Moliere, Sancho no es sespiriano, no es Falsat (el personaje más valioso de Shakespeare no le llega a Sancho ni a la suela de las alpargatas). Sancho tiene una grandeza que es inédita en los personajes de condición humilde antes de Cervantes; es el primer personaje humilde que adquiere en la literatura la condición de protagonista, con una dignidad que no tiene ningún personaje de Shakespeare. Sancho es el único personaje literario al que Froid jamás podría haber psicoanalizado, por que Sancho no tiene nada que psicoanalizar. Con frecuencia se le ha presentado como un bobo, todo lo contrario, es uno de los personajes más sobresalientes de la literatura universal (mucho cuidado con burlarse de Sancho, los duques lo intentaron y salieron escaldados).

Se pueden hacer chanzas de Sancho, pero eso solo deja en ridículo a quien las hace. Cito el capítulo 45, 2ª:

Preguntáronle de dónde había colegido que en aquella cañaheja estaban aquellos diez escudos, y respondió que de haberle visto dar el viejo que juraba, a su contrario, aquel báculo, en tanto que hacía el juramento, y jurar que se los había dado real y verdaderamente, y que, en acabando de jurar, le tornó a pedir el báculo, le vino a la imaginación que dentro dél estaba la paga de lo que pedían. De donde se podía colegir que los que gobiernan, aunque sean unos tontos, tal vez los encamina Dios en sus juicios...”

Aquí el narrador hace una presunción que no viene a cuento. ¿Por qué da a entender que Sancho es tonto? Antes había dicho que era un aldeano con poca sal en la mollera, y ahora está atribuyendo a una intervención casual o divina el buen juicio de Sancho, y eso que ya sabemos de sobra que el narrador es un ateo, y ahora, una vez más, cínico...

...y más, que él había oído contar otro caso como aquél al cura de su lugar, y que él tenía tan gran memoria, que, a no olvidársele todo aquello de que quería acordarse, no hubiera tal memoria en toda la ínsula...”

Ahora dice de Sancho que había oído algo parecido del cura de su pueblo, y que tenía mucha memoria, pero todos recordamos que Sancho no había sido capaz de memorizar la carta que su amo escribió a Dulcinea. Todo es ironía.

Finalmente, el un viejo corrido y el otro pagado, se fueron, y los presentes quedaron admirados, y el que escribía las palabras, hechos y movimientos de Sancho no acababa de determinarse si le tendría y pondría por tonto o por discreto.”

Los hechos, lo que realmente está sucediendo en la novela, no lo es lo que cuenta el narrador. Los hechos nos confirman que Sancho no tiene nada de tonto, que actúa con ingenio, inteligencia, y buena fe.

Alejandro Casona, en su Retablo jovial, parafrasea a través de un hipertexto el hipotexto (El hipotexto es un texto que se puede identificar como la fuente principal de significado de un segundo texto, el hipertexto) de Cervantes, donde reinterpreta teatralmente los episodios de la ínsula Barataria, juega con el idealismo armonista, ingenuo, de la ideología krausista, y se burla, desde la clave de la gente humilde, de la gente poderosa. Es un teatro bien intencionado de ideología socialista del siglo pasado. Un ejemplo en Casona, un dialogo entre el cronista y el mayordomo del duque.

- Dice el cronista, es posible que nuestros señores los duques hayan elegido para gobernado a este zoquete de alforja, labrador y con barba de dos semanas.

- Mayordomo, los duques nos lo envían, en efecto, pero habéis de saber que todo esto no es nada mas que una burla. Este gobernador que aquí llega no es otro que el gran Sancho Panza, rústico simple y sin sal en la mollera.”

Son términos tranducidos tomados de Cervantes situados en un contexto muy diferente. No estamos en el siglo de oro y no tenemos que defender a la gente humilde de la preceptiva clásica, sino satisfacer a un público krausista, empático con el socialismo (estamos en La Barraca, en la II República, es decir, en unos señoritos que seducen a la izquierda y trabajan para el pueblo pero sin formar parte de él. Es el cinismo social. Es Casona.

El narrador miente más que habla: Sancho es muy inteligente y de él dice que no tiene sal en la mollera. La inteligencia de Sancho evita la burla, el escarnio, y por tanto el carnaval. La inteligencia de Sancho está muy por encima de la inteligencia de sus burladores. Hay una dialéctica entre lo que ocurre, lo que hace Sancho que es muy digno y admirable, y o que cuenta el narrador tildando una y otra vez de torpe a Sancho. Sancho está en el Quijote, no para ser motivo de burla, ni de carnaval, sino para dar un paso en contra de la preceptiva clásica, que reduce a los de su condición a personajes despersonalizados y de pura comedia, a los que se identificaba por la condición o por el vicio que se le representaban como arquetipo social (el avaro, el celoso, el ruin, el hipócrita, el tartufo…), sin embargo Sancho Panza, tiene un nombre propio (no por casualidad el Avellaneda trata de verter sobre Sancho un montón de vicios, o feas costumbres, como la de esconderse albóndigas, u otra comida en su propio cuerpo, pero Sancho es irreductible a personaje cómico. La risa disminuye conforme avanza el Quijote, y se extingue del todo en Barataria, donde, como en un melodrama, Sancho se va porque descubre la burla, la degeneración de las élites, y no puede soportarlo. Sancho podría hacerse el tonto y vivir a cuerpo de gobernador, pero no lo acepta; no se deja corromper, no se deja convertir en un fantoche (algo a lo que si presta Falsat). No permite el carnaval. Cervantes nos quiere decir con este episodio que no se puede vivir en la ficción.

Casona trata de buscar la complicidad del público y establece un dialogo, entre rebuznos, de Sancho con un mayordomo altivo de los duques:

- Mayordomo: mayordomo soy de este palacio con licencia vuestra -se oye el rebuzno de fondo -

- Sancho: pues a vos mando, sr. mayordomo, cuidad de ese rucio que me ha traído como si fuese mi propio hermano.

- Mayordomo: ¿Qué rucio decís? -fingiendo no verlo.

- Sancho: mi pollino, que por no avergonzarle le llamo rucio por el color de su pelaje.

- Mayordomo (altivo): ¿y pareceos que yo soy hombre para cuidar pollinos?

Nótese el animalísmo de la escena en el teatro de Casona. Dice. “mi burro que es mi propio hermano”. En una sociedad no animalista sería ridículo hacer esta comparación, pero es muy lógico en la que si lo es; determina la risa el grado de racionalismo de una sociedad. Y el mayordomo marcando esa distancia que lo convierte en un personaje ridículo. Solo la modernidad, y mucho más la posmodernidad, a los nobles, a los poderosos, se les ha convertido progresivamente en personajes de comedia, en objeto público de risa. Cervantes, una vez más, fue el primero, lo hace con don Quijote, que era un hidalgo venido a menos, lo hace con toda la corte ducal.

Casona, en su obra de teatro, narra como Sancho abandona su gobierno; en el Quijote, que es una novela, se dramatiza, se escenifica, este abandono. Es curioso este quiasmo.

Leemos a Casona, su obra de teatro El retablo jovial donde narra este abandono:

“Después de una pausa con una tranquila tristeza dice Sancho:

- Digo señores que si así es el oficio de gobernador, no es el hijo de mi madre el que nació para esto…

Comienza a dospojarse de las insignias.

- Si he de mandar ejércitos, y velar por las armas y sentenciar pleitos a todas horas, para que la una parte se vaya contenta y la otra me saque el pellejo, y vivir con el temor de que me maten enemigos a los que nunca ofendí, y no comer ni beber sino como manda ese médico verdugo… Si todo eso es gobernar, quédense aquí mis llaves y mis galas. A mi trabajo y a mi tierra me vuelvo, que más quiero vivir entre mantas que morir entre holandas. Devuélvanme mi pollino, mi único amigo fiel, del que no pienso volver a separarme más...”

De nuevo el animalismo, esa misantropía, que es el resultado del fracaso de las relaciones personales. Un ser humano no está hecho para convivir de tú a tú con los animales. sigue Sancho:

- “… Y si algo merezco por lo que hice, solo pido a vuestras mercedes que me den medio pan y medio queso, que yo comeré de camino, a la sombra de una encina, mejor que comí en palacio entre manteles y brocados.”

Dirigiendose al público dice Sancho:

- “Y a vosotros ciudadanos de la ínsula, adiós. Si no os hice mucho bien, tampoco quise haceros mal. Fui gob gobernador y salgo con las manos limpias; desnuco nací, desnudo me hayo; ni pierdo ni gano. Adiós.”

Este final tan machadiano tiene mucho que ver con el narcisismo de la modestia. Eso de exhibir el “que yo me voy como vine” es muy krausista. Casona desprecia al rico, mientras que Cervantes degrada al noble. Casona juega con la antipatía del pobre frente al rico, con esa dialéctica tan socialista, mientras Cervantes presenta la degradación ociosa de la nobleza.

El pasaje cervantino en la capítulo 53, 2ª, es totalmente dramático, porque suprime cualquier intermediario entre el personaje Sancho y el lector de la novela. En él Sancho apela a la libertad, algo que en Casona no está presente. Dice así:

Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad; dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir, que bien se está cada uno usando el oficio para que fue nacido. Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador; más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre; y más quiero recostarme a la sombra de una encina en el verano y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda y vestirme de martas cebollinas. Vuestras mercedes se queden con Dios, y digan al duque mi señor que, desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas. Y apártense: déjenme ir, que me voy a bizmar; que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced a los enemigos que esta noche se han paseado sobre mí.

No son estas burlas para dos veces.”

Esta última afirmación revela que Sancho era plenamente consciente de la burla. Sancho no es tonto, no es un personaje de comedia.

Habla de libertad genitiva, de hacer las cosas que su cuerpo le permita hacer. En ese momento, irse de allí… Sancho habla por Cervantes que quiere despojarse de lo que representa la preceptiva clásica; alejarse de los que le impiden vivir su libertad, que no es protestante, que no es de pensamiento, sino de acción, de poder hacer lo que se quiere hacer en un momento dado, sin dañar a terceros: comer cuando quiere y dormir donde quiere. Cervantes, a través de Sancho, plantea que la libertad es lo que los demás nos dejan hacer.

Dialéctica entre Quijotes



La libertad que es un propósito irrenunciable se ejerce aquí como en ningún otro lugar: el dialogar y el disentir son parte de esa libertad.


El Quijote de Avellaneda se publica nueve años después que la primera parte del Quijote de Cervantes, y un año antes que la segunda parte. Desde la misma aparición del Quijote muchas obras han pretendido ser una continuación, una visión determinada de la de Cervantes. Uno de los primeros en 1677, un francés -en aquellos años los franceses aprendían literatura mirando a España-, François Filleau de Saint-Martin, hizo una traducción del Quijote de Cervantes en la que don Quijote no moría, sino que se curaba y volvía a las andadas. Filleau, falsea el final de la obra de Cervantes, y después de fallecer Filleau, otro francés, Robert Challe, escribe un quinto tomo que se añade a la traducción del primero, y se publica en 1713. Pedro Gatell, publica en Historia del más famoso escudero Sancho Panza, una segunda parte del Quijote cervantino. Fueron muy frecuentes estas apariciones tanto en Europa como en Hispano América, como la de Juan Montalvo. Hay también un Quijote de Cantabria, un Quijote feminista... Ha habido muchísimas, cada una con un final diferente, pero no se escribieron para ir en contra del de Cervantes, sino que son libres e inofensivas interpretaciones del mismo.

Anthony Close, uno de los destacados críticos del Quijote escribe: “cómo se explica el florecimiento de las novelas sobre el Quijote fuera de España, antes que en España”. Creo que cabe preguntarse, ¿por qué se olvida del Avellaneda? Close se formula algunas preguntas más, y en todas se olvida del Quijote de Avellaneda. Si Close, es considerado como uno de los grandes cervantistas, ¿esto es error o gazapo? Quizás ha pasado desapercibido de lo puro evidente que es.

Sobre la base del materialismo filosófico de Gustavo Bueno osaré enfrentar dialéticamente a la primera parte del Quijote de Cervantes, con el Quijote de Avellaneda como antítesis; y a la segunda parte del de Cervantes como la síntesis. En un trabajo de literatura comparada se enfrenta:

  • Un autor con otro autor, Cervantes contra Avellaneda.

  • Una obra con otra obra

  • Un autor con una obra ajena (para ver influencias)

  • Un lector con otro (Las lecturas alemana del XVII, con la de Unamuno)

  • O un tranductor con otro (para comparar interpretaciones)

En este caso, vamos a obviar el aspecto, Cervantes contra un autor apócrifo, para no confundirnos con la seudonimia, teniendo en cuenta que el Avellanella no se escribe solo, pero que no conocemos su autor, y aunque sospechamos quién pudo ser no vamos a convertir la literatura en una adivinanza.

De los autores importan las ideas. En el caso de Cervantes es muy relevante su condición de militar, que nada más por ella podemos afirmar que no tiene nada de erasmista como muchos le atribuyen, sino que tiene un concepción imperial del estado.

De los materiales literarios se pueden sacar numerosas ideal del autor. Quijote contra Quijote, dos obras diferentes que tienen los mismos personajes literarios y lo hacen en la misma lengua en la que buscamos relaciones. Lo primero que vemos es que uno y otro están en la antípodas, pero sin salir de la hispanidad, incluso podríamos afirmar sin salir del catolicismo. Es un enfrentamiento interno, dentro las ideas hispanas de la época.

Sobre el autor del Avellaneda vamos a destacar un par de teorías:

  1. Una tesis sostenida por Antonio Márquez, que se apoya en la manifiesta enemistad de Cervantes y Lope de Vega, que se hizo sacerdote en 1614 después de haber sido todo lo contrario, y que además era familiar de la Inquisición desde 1608, lo que quiere decir que cobraba de ella y para la que hacia determinados trabajos como informes de comportamientos heterodoxos de diferentes personas, ideas y comportamientos a los que Cervantes se había manifestado en contra. Dice Márquez, que el Avellaneda está escrito por un grupo de personas que se reparten el trabajo que, coordinados por Lope de Vega, configuran el Quijote apócrifo. De ahí se explicarían las alusiones a uno y otro que hay en el prólogo del Avellaneda, así como en el prólogo de la segunda parte del de Cervantes, donde mutuamente se enseñan los dientes.

    Que la Inquisición está por medio parece evidente pues el Avellaneda se publica bajo un pseudónimo, estando estas publicaciones en las que no se conocía la identidad del autor prohibidas precisamente por la Inquisición.

    Un hecho significativo que avala esta hipótesis es que cuando la Inquisición apresaba a una persona de relevancia intelectual, formada en el conocimiento de letras, como fue el caso entre otros muchos de Fray Luís de León, le daba a leer en su celda la Guía de Pecadores de Fray Luis de Granada, el Pro Santorum de Villegas, y los Evangelios. Curiosamente estas tres lecturas se las dan a leer a don Quijote en el Avellaneda. No cabe duda que tiene mucho que ver con los procedimientos de la Inquisición. Esta tesis abala además la categoría de los enemigos del héroe de Lepanto

  2. Otro investigador, Luís Alfonso Martín Jiménez que ha desarrollado la tesis de Martín de Riquer, sugiere que detrás del Avellaneda estaría Gerónimo de Pasamonte, un compañero de armas de Cervantes que estuvo con él en Lepanto y también fue cautivo en Argel, con quien fraguó una virulenta enemistad personal. En la primera parte del Quijote, en la aventura de los galeotes, aparece un personajillo que es Ginés de Pasamonte, de quién presuntamente Cervantes se estaría burlando, satirizando a esta figura que sería su compañero de armas. Como consecuencia de esta enemistad personal muy anterior al Quijote. Gerónimo de Pasamonte habrá escrito el Avellaneda para molestar a Cervantes. Esta tesis pierde la épica de la anterior; el enfrentamiento de Cervantes pierde enteros al cambiar sus enemigos, la Inquisición y Lope de Vega, por un galeote que al contrario que Cervantes se había distinguido en Lepanto por su cobardía. A esta teoría se le da mucho crédito y Gerónimo de Pasamonte era un contrarreformista ultraconservador, no como Cervantes que era un ateo de formación católica. Para Cervantes Trento era una estrategia política, para Pasamonte era articulación del fideísmo y la teología dogmática. En el prólogo de la primera parte todo es ficción; en el prólogo del Avellaneda, no hay ficción alguna, todo es “mala leche” que impide la ironía y la burla, es un ataque directo; así comienza:

Como casi es comedia toda la historia de don Quijote de la Mancha, no puede ni debe ir sin prólogo; y así, sale al principio desta segunda parte de sus hazañas éste, menos cacareado y agresor de sus letores que el que a su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra, y más humilde que el que segundó en sus Novelas, más satíricas que ejemplares, si bien no poco ingeniosas. No le parecerán a él lo son las razones desta historia, que se prosigue con la autoridad que él la comenzó y con la copia de fieles relaciones que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de todos, hemos de decir dél que, como soldado tan viejo en años cuanto mozo en bríos, tiene más lengua que manos.

Cervantes es más hábil, no discute. El Avellaneda, después de esto, habla para distraer de los libros de caballería, porque su fin no es ese, sino darle a Cevantes allá donde pueda. Más adelante continua con este párrafo tan esclarecedor.

...si bien en los medios diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender a mí, y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más estranjeras y la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos años los teatros de España con estupendas e inumerables comedias, con el rigor del arte que pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministro del Santo Oficio se debe esperar.”

Viene a decir que Cervantes solo pretende “ofender a mí”, a Ginés de Pasamonte, y “a quien tan justamente...”, refiriendose a Lope de Vega. El Avellaneda o lo hicieron entre varios y aquí uno habla por él y por Lope, o lo hizo Pasamonte quien halaga a Lope frente su enemigo común. La tesis de Martín de Riquer, desarrollada después por Alfonso Martín Jiménez, es muy contundente y convincente (a Riquer no le gustó mucho que el segundo mejorara su trabajo -dicho sea de paso -), quedando en la actualidad como la más solvente de las tesis que atribuyen autor conocido al Avellaneda.

Pero puesto que no tenemos un acta notarial de quién fue el autor del Avellaneda, fijémonos en las ideas de cada autor objetivadas en su obra. Continúa el prólogo del Avellaneda:

En algo diferencia esta parte de la primera suya, porque tengo opuesto humor también al suyo; y en materia de opiniones en cosas de historia, y tan auténtica como ésta, cada cual puede echar por donde le pareciere; y más dando para ello tan dilatado campo la cáfila de los papeles que para componerla he leído, que son tantos como los que he dejado de leer.

Claro, el humor de uno y otro en nada se parecen (humor es la parte de la materia cómica que aúna al sujeto y al objeto). Avellaneda jamás se ríe de si mismo, lo que usa es la sátira con mucho resentimiento que denota un hombre amargado; Cervantes ironiza constantemente con cualidades que le afectan.

Las alusiones a Lope son puntuales y de extraordinario elogio, le llama “excelente poeta, familiar del Santo Oficio”, y más adelante “insigne”. Lope es para el Avellaneda el antídoto del veneno de Cervantes, con el que tiene opuesto el humor y en materia de opiniones y en historia tan auténticas cada cual puede echarla por donde quiere, y dice que para componer su historia ha leído un montón de papeles, tantos como los que he dejado de leer. Da a entender que que se han movilizado varios para componer la historia.

El Quijote de Avellaneda no es una mala novela, no es una chapuza ni mucho menos; está bien construida y bien narrada, pero es una batalla perdida al compararse con la mejor de todos los tiempos. Hemos de tener en cuenta que el Quijote de Avellaneda es la primera obra que se enfrenta dialéticamente con el Quijote de Cervantes, y probablemente la que con mayor contundencia lo ha hecho. No deja duda de que los autores o el autor del Avellaneda han leído muy bien el Quijote de Cervantes, que conocen muy bien la novela y que hacen la primera interpretación contrarreformista de la misma, la primera crítica ultracatólica (si queremos saber qué molestaba a un ultracatólico en el siglo XVII, lo tenemos en el Avellaneda). Para ello usa tres procedimientos:

1.- De reducción o subordinación. Reduce los personajes de relieve de Cervantes como don Quijote o Sancho, en meros tipos planos, sin personalidad, de conducta mecanizada, que repiten los comportamientos dando igual donde estén, y sustituyendo la locura por la fe, por un fideísmo absoluto; sustituye la dignidad por el decoro ultracatólico. Suprime a un personaje fundamental como es Dulcinea y la reemplaza por una ramera, y para degradar a don Quijote se la pone como compañera de viaje. Don Quijote aquí no es en realidad don Quijote, es un robot que actúa mecánicamente, porque le elimina su idealismo sobre amor en términos de pureza, tan necesario en un caballero andante, “el que ama, vale más que el que no ama”, cualidad del amor cortés, que dignifica como persona al caballero. Otra cosa es que, después, el Romanticismo identificara al amor con la locura; no es así, el amor conduce al placer, lo que pasa es que el romanticismo acomoda a los idiotas en el mundo de los inteligentes, equivocado muchas interpretaciones literarias posteriores. A nadie en el Renacimiento se le puede decir que el amor conduce a la locura, eso lo dicen los poetas jugando con las palabras, pero ellos son conscientes que el amor conduce al placer en tosas sus manifestaciones; en el caso de los caballeros andantes que es un amor platónico, un cortés, conduce a un placer intelectual.

Convertir a don Quijote en un ser que repudia el amor de Dulcinea y que lo reemplaza por el amor de una ramera, le degradada físicamente, y además la llama Bárbara, una reducción escandalosa. Convierte a Sancho Panza en un bufón, (un personaje propio de Shakespeare, que la mayoría de sus personajes son bufonescos y planos, con la excepción, en la treintena de su obras, de Falsat).

Desposee a don Quijote de todo ambiente familiar del ama y la sobrina, y lo rodea de un ambiente clerical, de personas obsesionadas con el rosario, con la devoción, con a vida eclesiástica; algo que en absoluto tiene relación con la visión del mundo cervantino, formada en el catolicismo pero ordenada con un racionalismo ateísta. Mientras en el Quijote de Cervantes todo ocurre por la acción de los hombres, en el Avellaneda todo acontece por la acción de Dios.

2.- De eversión (volver del revés) o retroacción de acontecimientos. Las historias intercaladas del Quijote de Cervantes están destinadas a exaltar formas de vida no religiosa, formas de vida seculares en las que la literatura queda emancipada y preservada de la religión, algo muy significativo para una época en la que la religión lo controlaba todo. Las historias intercaladas paganas de Cervantes son sustituidas en el Avellaneda por historias de un contenido tremendamente religioso. Los amores de Luscinda, Dorotea, Cardenio, don Fernando; el casado impertinente; Marcela y Crisóstomo… Todas apelan a un racionalismo antroplógico que, de buscarles una genealogía, daríamos con la escolástica tipo Tomás de Aquino, las historias del Avellaneda se plantean desde un racionalismo teológico que conducen a la teoría dogmática de Agustín de Hipona. Y no es lo mismo razonar como un hombre que razonar como un Dios.

Aquí radica el gran enfrentamiento dialéctico entre los dos Quijotes, luego se le puede añadir la enemistad personal entre los autores de ambos. Cervantes, desde su formación católica, llega a un racionalismo humano, ateo, cosa que desde otras religiones es imposible (el protestantismo resuelve todos sus conflictos psicológicamente, con lo que en vez de resolverlos se potencian, porque la psicología no es solución es una terapia que aplaza la situación situándolo en un estadio superior, una situación idealista).

En el Avellaneda, un ermitaño que ha sustituido la vida social por una forma de retraimiento, como es incapaz de de relacionarse, se aísla haciendo de la misantropía virtud y nos cuenta las historias de:

Margarita la tornera, una monja que abandona en secreto el convento y es sustituida en sus labores conventuales por la Virgen. Mientras ella lleva una vida perdida fuera, hasta que finalmente se arrepiente y vuelve al convento. El arrepentimiento y la confesión en la religión católica lo resuelve todo.

El soldado Bracamonte, otra figura esperpéntica. Es un fraile que abandona el convento para casarse (el convento, lo más sagrado para Avellneda; una vida de ficción para Cervantes como lo es para Clarín en la Regenta). El fraile en su vida fuera del convento fracasa: acaba matando a su mujer; a su hijo, destrozándole la cabeza contra los brocales de un pozo. Todo acaba muy mal. De tal manera que el mensaje es: “el que se aparta de la iglesia fracasa trágicamente en su vida”. Mientra que en Cervantes es: “el que vive al margen de la iglesia puede tener una vida perfectamente coherente”. El avellaneda es una mentalidad retrógrada incluso dentro de Trento, podríamos decir que es más papista que el Papa. Y todo es porque el Avellaneda ve en el Quijote una interpretación demasiado abierta para ser tolerada por el autor o autores del Avellaneda

3.- De intervención. El Quijote de Avellaneda lo que pretende es intervenir al de Cervantes para desintegrarlo, desalojar a Cervantes de su obra, pretendía echarla abajo para erigir otra en su lugar, reemplazándola con componentes grotescos, pero en este sentido fracasó porque la obra primera es mucho más valiosa que la suya. Un claro aviso para navegantes: ¡cuidado que hay obras en las que es mejor no intervenir!

Alimentado por quien quería disolverlo, Cervantes en la segunda parte acabó con las pretensiones del Avellaneda. Avellaneda escribe contra Cervantes, pero Cervantes respondió y su dialéctica, aumentada críticamente, devoró al Avellaneda, que ya no pudo atacar con una cuarta parte. No es que fuera un ignorante el autor del Avellaneda, al contrario, su obra supo ver lo que Cervantes quería decir; es muy buena, y fue tan listo que comprendió que era inútil replicar de nuevo. Avellaneda impulsó la segunda parte de Cervantes, que contiene una serie de componentes que no tendría de no haber existido el Avellaneda, por lo que hemos de estar felices con la aparición de éste.

Como hemos dicho, degrada el amor cortes de don Quijote al reemplazar a Dulcinea por Bárbara. En el capítulo 2 dice Avellaneda:

Pues Dulcinea se me ha mostrado tan inhumana y cruel, y, lo que peor es, desagradecida a mis servicios, sorda a mis ruegos, incrédula a mis palabras y, finalmente, contraria a mis deseos, quiero probar, a imitación del Caballero del Febo, que dejó a Claridana, y otros muchos que buscaron nuevo amor, y ver si en otra hallo mejor fe y mayor correspondencia a mis fervorosos intentos…

Está desnaturalizando a don Quijote para degradarlo. Es como si se interviniera La Alhambra para poner una tienda de telefonía en los palacios. Esto ya no es don Quijote, es otra cosa. Cervantes responde a esto en el capítulo 32 de su segunda parte, en boca del verdadero don Quijote:

...porque quitarle a un caballero andante su dama es quitarle los ojos con que mira, y el sol con que se alumbra, y el sustento con que se mantiene. Otras muchas veces lo he dicho, y ahora lo vuelvo a decir: que el caballero andante sin dama es como el árbol sin hojas, el edificio sin cimiento y la sombra sin cuerpo de quien se cause.”

Cervantes no debate, pero responde a todo. En el capítulo 59 de la segunda parte interviene Alvaro Tarfe un personaje de Avellaneda del que se apropia sabiamente (No es aquí, como dicen muchos críticos, donde Cervantes se entera del Avellaneda. Ya lo conocía mucho antes, y ya hemos dado alguna referencia; en el siglo de oro no había internet, pero había copias manuscritas de todo. Es posible que en ese momento se hiciera público y Cervantes se tomara el asunto más en serio). En una posada don Quijote oye hablar, en la habitación de al lado, la siguiente conversación:

-¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates? Y el que hubiere leído la primera parte de la historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda.

-Con todo eso -dijo el don Juan-, será bien leerla, pues no hay libro tan malo que no tenga alguna cosa buena. Lo que a mí en éste más desplace es que pinta a don Quijote ya desenamorado de Dulcinea del Toboso.

Oyendo lo cual don Quijote, lleno de ira y de despecho, alzó la voz y dijo:

-Quienquiera que dijere que don Quijote de la Mancha ha olvidado, ni puede olvidar, a Dulcinea del Toboso, yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad; porque la sin par Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada, ni en don Quijote puede caber olvido: su blasón es la firmeza, y su profesión, el guardarla con suavidad y sin hacerse fuerza alguna.

Todo lo que Avellaneda hizo se va a utilizar en su propia contra. Cervantes no lleva a su héroe a Zaragoza, como al parecer estaba previsto, sino que lo desvía a Barcelona. En otra referencia a Sancho, se dice de él en el Avellaneda que se guarda la comida que le sobra o no come en las axilas cap. 62. En 59 de Cervantes, en la continuación de diálogo anterior con los dos caballeros, don Juan y don Jerónimo, dice:

-Por lo que he oído hablar, amigo -dijo don Jerónimo-, sin duda debéis de ser Sancho Panza, el escudero del señor don Quijote.

-Sí soy -respondió Sancho-, y me precio dello.

-Pues a fe -dijo el caballero- que no os trata este autor moderno con la limpieza que en vuestra persona se muestra: píntaos comedor, y simple, y no nada gracioso, y muy otro del Sancho que en la primera parte de la historia de vuestro amo se describe.

-Dios se lo perdone -dijo Sancho-. Dejárame en mi rincón, sin acordarse de mí, porque quien las sabe las tañe, y bien se está San Pedro en Roma.

Cervantes es el primer autor que no desprecia a nadie por su condición social y que convierte a seres humildes en protagonistas de experiencias literarias. Nadie lo había hecho con anterioridad, ni Shakespeare del que se ha dicho que es el escritor de la humanidad, cuando ningún personaje suyo supera la prueba del antiguo régimen, y ninguno de ellos podría vivir en el mundo contemporáneo, todo lo contrario que Cervantes. El personaje de Sancho tiene mucho valor por la contemporaneidad del tratamiento literario que recibe por parte de Cervantes.

Don Quijote se pregunta cual es esa segunda parte de la que hablan los caballeros porque él es quien verdaderamente está protagonizando esa segunda parte, uno de los caballeros le dice:

-Ni vuestra presencia puede desmentir vuestro nombre, ni vuestro nombre puede no acreditar vuestra presencia: sin duda, vos, señor, sois el verdadero don Quijote de la Mancha, norte y lucero de la andante caballería, a despecho y pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras hazañas, como lo ha hecho el autor deste libro que aquí os entrego.

Entonces el libro de Avellaneda pasa a las manos de don Quijote (en teoría literaria se llama esto una metaficción – el concepto de ir más allá de la ficción –. A un nivel más profundo de la ficción, como en Niebla de Unamuno, o Seis personajes en busca de autor de Pirandello –, pero esto en el siglo XX, y lo de Cervantes en el XVII). Don Quijote lee el prólogo y hace las siguientes observaciones de crítica literaria:

-En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de reprehensión. La primera es algunas palabras que he leído en el prólogo; la otra, que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos, y la tercera, que más le confirma por ignorante, es que yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia; porque aquí dice que la mujer de Sancho Panza mi escudero se llama Mari Gutiérrez, y no llama tal, sino Teresa Panza; y quien en esta parte tan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás de la historia.

Gerónimo de Pasamonte había nacido en Aragón. Cervantes da a entender que es éste quien está detrás del Avellaneda, al que trata de ignorante; lo del nombre de la mujer de Sancho es para despistar... Lo gordo se ha dicho antes (además esa confusión con el nombre de la mujer de Sancho, también la ha tenido Cervantes en su novela -aunque haya sido un juego de polionomasia, que es el atribuir a un personaje, con fines diversos, diferentes nombres -). Ese prólogo no es ficción literaria, remite a una realidad, entonces cabe pensar que si don Quijote está leyéndolo, el autor del Avellaneda conoce que el autor del verdadero es Cervantes, que mediante una ficción lo atribuye a Cide Hamete Berengueli, porque aquí habla don Quijote, pero el contenido de las ideas son las de Cervantes.

La literatura ni miente ni dice verdad, la literatura es ficción porque se sustrae del mundo operatorio. Don Quijote al leer el prólogo del Avellaneda, lee que el autor de su personaje y de su novela es Miguel de Cervantes. Eso solo es posible en la ficción de la literatura, pero aquí se da la paradoja de que el prologo que lee es real, no es ficción, lo que el autor del Avellaneda está diciendo son las justificaciones por las que ha decidido parodiar la primera parte de Cervantes, un personaje real al que ataca desde esas líneas...

Una de las principales característica del Avellaneda es la supresión de Dulcinea, una pieza clave en la trilogía cervantina compuesta por don Quijote, Sancho y Dulcinea, a la que Gustavo Bueno calificó alegóricamente como una “Trinidad”, porque sin uno de los tres no hay Quijote. A Avellaneda le interesa destruir completamente y de forma grotesca a Dulcinea, y para ello la reemplaza por Bárbara una prostituta. Así la presenta en su capítulo 24:

...salió ella a la puerta del mesón con la figura siguiente: descabellada, con la madeja medio castaña y medio cana, llena de liendres y algo corta por detrás; la capa del huésped, que dijimos traía atada por la cintura en lugar de faldellín, era viejísima y llena de agujeros y, sobre todo, tan corta que descubría media pierna y vara y media de pies llenos le polvo, metidos en unas rotas alpargatas, por cuyas puntas sacaban razonable pedazo de uñas sus dedos; las tetas, que descubría entre la sucia camisa y faldellín dicho, eran negras y arrugadas, pero tan largas y flacas, que le colgaban dos palmos; la cara, trasudada y no poco sucia del polvo del camino y tizne de la cocina, de do salía; y hermoseaba tan bello rostro el apacible lunar de la cuchillada que se le atravesaba; en fin, estaba tal, que sólo podía aguardar un galeote de cuarenta años de buena boya.”

Una caricatura brutal, grotesca, el contrapunto de Dulcinea. Al final hay una referencia al galeote, quizás una ironía de Pasamonte, si fue él el autor. En el capítulo 32 del Avellaneda, describe Sancho a Bárbara:

Las manos tiene anchas, cortas y llenas de barrugas; las tetas largas, como calabazas tiernas de verano. Pero, para qué me canso en pintar su hermosura, pues basta decir della que tiene más en un pie que todas vuesas mercedes juntas en cuantos tienen? Y parece, en fin, a mi señor don Quijote pintipintada, y aun dice della, él, que es más hermosa que la estrella de Venus al tiempo que el sol se pone; si bien a mí no me parece tanto.”

De este esperpento está enamorado el falso don Quijote. No puede ser más soez, más baja, más infame la situación. Nada que ver con el verdadero don Quijote que es una figura muy justificada y muy lúcida, de ahí que lo románticos se hayan apoderado alguna vez de esa situación perturbadora del Quijote para decir que la locura es una forma superior de racionalismo, cuando en el caso de Cervantes-Quijano-Don Quijote es una forma lúdica de vivir.

El Avellaneda va a imitar muchos recursos del Quijote cervantino. Solo un ejemplo. Recordemos cuando en la venta todos se burlan del barbero al que don Quijote había arrebatado el baciyelmo y Sancho la albarda de burro que parecía jaez de caballo, algo parecido ocurre el Avellaneda cuando discuten por un ataharre (las bragas de la caballería). En el cap, 27 del Avellaneda se dice:

A fe que ahora, aunque les pese, han de confesar mi buen juicio, pues veen que acerté de la primera vez que éste era ataharre, cosa en que jamás supieron caer tantos y tan buenos entendimientos.

Y, diciendo esto, dio el ataharre al labrador, lo cual viéndolo don Quijote se llegó a él, y, tirando reciamente, se le quitó diciendo:

-¡Ah, villano soez! ¿Y de cuándo acá fuiste tú digno de traer una tan preciada liga como ésta, ni todo tu zafio linaje?

Una clara imitación. Avellaneda reproduce los procedimientos literarios de Cervantes pero sin llegar a igualarlos, le faltan competencias literarias para desarrollarlos. Lo que hace es imitar en clave contrarreformista, lo que Cervantes hace en su novela, pero fracasó, porque el futuro fue por donde apuntó Cervantes no por donde el Avellaneda pretendía.

Si Cervantes parodiaba los idealismo mediante el código del mundo ideal de la caballería, El Avellaneda parodia la primera parte del Cervantes, utilizando como código el ultraconservadurismo católico, siempre dentro del hispanismo. El Avellaneda no tuvo defensores hasta el siglo XVIII, lo cual demuestra la aberración de la ilustración; Gustavo Bueno dice que la ilustración era un movimiento que necesitaba el protestantismo, que necesitaba Europa, pero no el hispanismo, donde es un oxímoron. La ilustración la necesitaba Francia para salir del callejón sin salida en el que estaba, la necesitaba Alemania que estaba en el antiguo régimen, para articular una geografía coherente (paz de Wesfhalia). Cuando la ilustración se importa a España no produce nada más que miopías y esto se manifiesta en la interpretación de los dos Quijotes cuando muchos ilustrados españoles consideran mejor al Avellaneda, porque le hubiera gustado que Cervantes fuese más ortodoxo, más clásico, que respondiera más a una preceptiva. Esperpéntico. Aún hoy quedan en las élites muchos ilustrado de esa índole.


sábado, 1 de mayo de 2021

La locura: libertad para actuar


Apunta Torrente Ballester que don Quijote es consciente de su juego, que no es un loco, sino que se finge loco, porque quiere vivir, quiere divertirse. Para demostrarlo da algunos ejemplos (Torrente no es como Borges al que le he leído algunos comentarios sobre el Quijote, pero ninguna explicación):

Cuando don Quijote prueba sus armas, las rompe en pedazos, las repara de nuevo. y ya no las prueba más. Es como si pensara, “para lo que yo las quiero bien me valen como están”. Cap. 1:

Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y por asegurarse de este peligro, la tornó a hacer de nuevo poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera que él quedó satisfecho de su fortaleza, y sin querer hacer una nueva experiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.”

En el episodio de los rebaños de ovejas, cuando embiste a los rebaños, lo hace teniendo en cuenta su altura, no lleva la lanza en horizontal como acometería a un jinete, sino en oblicuo consciente de la altura de las ovejas. En el cap. 18, Cuando Sancho le dice que no son gigantes ni caballeros, don Quijote le responde:

-¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los atambores?

No oigo otra cosa –respondió Sancho– sino muchos balidos de ovejas y carneros.

Y así era la verdad, porque ya llegaban cerca los dos rebaños.

El miedo que tienes –dijo don Quijote– te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas; porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda. “

Torrente considera que don Quijote le está diciendo a Sancho algo así como, “mira si tú no quieres jugar a esto, quítate de en medio, no estorbes y déjame jugar a mí que yo quiero divertirme”. Lo que pasa es que eso de pasárselo bien es relativo: lo pastores lo apedrean con sus ondas y le rompen la dentadura. Tras esto es cuando viene lo del bálsamo de Fierabrás que cura todos los males, pero que al parecer solo le hace efecto a los caballeros, porque Sancho cuando lo toma vomita sobre don Quijote, y este al recibir el regalo de Sancho, acaba vomitando también, en un escena verdaderamente repugnante.

En la escena que se desarrolla en Sierra Morena con la donación de los pollinos. Sancho le dice a don Quijote que le firme un papel, pero don Quijote le dice que con la rubrica será suficiente, que su sobrina conoce bien su firma. Claro, si firma con “Don quijote de la Mancha”, su sobrina lo vería como parte de su locura y no lo tendría en cuenta, pero si firma como Alonso Quijano”, estaría desmontando su juego. La firma de los pollinos se realiza a 22 de agosto del año en curso...

En el mismo sentido podríamos hablar de las ventas que son castillos para don Quijote. El se hospeda en ellas y no paga porque los Caballeros andantes no pagan (como si fueran políticos aforados). El ventero le dice que le pague, pero don Quijote no se viene a razones:

“–Luego, ¿venta es ésta? –replicó don Quijote.

Y muy honrada –respondió el ventero.

Engañado he vivido hasta aquí –respondió don Quijote–, que en verdad que pensé que era castillo, y no malo; pero, pues es ansí que no es castillo sino venta, lo que se podrá hacer por agora es que perdonéis por la paga, que yo no puedo contravenir a la orden de los caballeros andantes, de los cuales sé cierto, sin que hasta ahora haya leído cosa en contrario, que jamás pagaron posada ni otra cosa en venta donde estuviesen, porque se les debe de fuero y de derecho cualquier buen acogimiento que se les hiciere, en pago del insufrible trabajo que padecen buscando las aventuras de noche y de día, en invierno y en verano, a pie y a caballo, con sed y con hambre, con calor y con frío, sujetos a todas las inclemencias del cielo y a todos los incómodos de la tierra.

Poco tengo yo que ver en eso –respondió el ventero–; págueseme lo que se me debe, y dejémonos de cuentos ni de caballerías, que yo no tengo cuenta con otra cosa que con cobrar mi hacienda.

Vos sois un sandio y mal hostalero –respondió don Quijote.”

Don Quijote da media vuelta y se marcha sin pagar. Será loco, pero sabe llevar su contabilidad. Aunque, ante y ahora, eso de aforarse en el código para no pagar es un delito, nadie puede ir al Mercadona y llevarse aquello que se le antoje aunque lo haga en nombre de los pobres.

Hay otro momento en la venta (cap. 44) en el que unos clientes además de irse sin pagar apalean al ventero y la hija de este acude a don Quijote para que socorra a su padre, quien, con la escusa de que está enfrascado en otra empresa con la Princesa Micomicona, le contesta con toda la prudencia de un cuerdo:

-Fermosa doncella, no ha lugar por ahora vuestra petición, porque estoy impedido de entremeterme en otra aventura en tanto que no diere cima a una en que mi palabra me ha puesto. Mas lo que yo podré hacer por serviros es lo que ahora diré: corred y decid a vuestro padre que se entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere, y que no se deje vencer en ningún modo, en tanto que yo pido licencia a la princesa Micomicona para poder socorrerle en su cuita; que si ella me la da, tened por cierto que yo le sacaré della.”

Don quijote estará zumbado, pero vacila al personal todo lo que quiere. Sabe manejar bien la situación cuando le interesa.

En el episodio de los galeotes se enfrenta a los guardias, la Guardia Civil de entonces, y les exige que suelte a los presos, que nadie tiene derecho a quitar la libertad de nadie. Maneja una idea de libertad posmoderna, rusoniana, “el hombre es libre por naturaleza”; una idea ridícula y más en aquellos tiempos... Cuando la realidad nadie es libre por naturaleza, y la libertad hay que ganarla con esfuerzo. Cuando los libera, Sancho le advierte que lo que ha hecho es un delito y le dice que lo mejor que puede hacer es ocultarse de la Inquisición en Sierra Morena, y don quijote que es muy inteligente y no está loco, le dice:

-...porque no digas que soy contumaz y que jamás hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes…”

¡Que tanto teme Sancho! Y él, que no está loco, también la teme. Hay una racionalidad que don Quijote nunca pierde de vista y que siempre responde a sus objetivos.

El episodio más claro de la cordura de don Quijote es cuando en el corazón de Sierra Morena dice a Sancho que le lleve la carta a Dulcinea, y la identifica con Aldonza Lorenzo, la hija de Lorenzo Corchuelo. Sancho le dice que la conoce bien, que es una mujer de pelo en pecho, que se sube a la torre de la iglesia y la oyen en los pueblo vecinos, que tiene la mejor mano que hay en toda la Mancha para salar puercos, que no es nada melindrosa y tiene mucho de cortesana -hoy día no se podría decir eso de una mujer-, y añade que de todo se burla y de todo hace mueca y donaire -quiere decir que le va el rollete-. Don Quijote no desmiente esto, hace como que no va con él y le responde a Sancho:

- Esa es, y es la que merece ser señora de todo el universo.”

Sancho, dice a Don Quijote, que el pensaba que su dama sería alguna princesa. Y en lo que parece ser un esfuerzo de rebajarse su nivel de entendimiento, don Quijote razona como el más cuerdo y le dice:

- por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra.·

Dulcinea es perfecta como él la imagina y para lo que él la quiere. Con esto no tenemos otra opción que asumir que su locura es de diseño, que está totalmente estudiada. Luego don Quijote sigue hablándole a Sancho con un discurso manierista y barroco para explicar las locuras que acabará haciendo en su penitencia hasta que vuelva con la respuesta de su amada. Las locuras que hará nada tienen que ver con la que hacía Amadis de Gaula, que arrancaba árboles de cuajo, bastará con unas cuantas piruetas o volteretas para que Sancho lo vea antes de partir con la carta.

El episodio del rosario. Cuando está en el castillo de los duques, imitando de nuevo a Amadis, aparece don Quijote con un rosario. Ocurre la mañana siguiente en la que Altisidora, le declara su amor. Esa mañana aparece vestido, rosario en mano, como un don Juan. Pero don Quijote no tenía rosario y lo fabrica haciendo bolas de su ropa interior (esto a la censura le pareció mal y sustituyen las bolas por bellotas). El caso es que los locos no mienten, disparatan, pero don Quijote miente más que habla y lo hace de forma articulada; es un gran fingidor.

Don Quijote fracasa en todas sus empresas. Pese a que el Quijote siempre ha enamorado a los idealistas, es a ellos a quien paradógicamente critica, a todos los idealismos. Don Quijote siempre fracasa. Cervantes parece advertirnos que los idealismos no conducen a nada, que es una perdida de tiempo, incluso que pueden llegar a ser peligrosos (eso la historia lo ha demostrado con creces).¿Pero y si don Quijote está jugando para divertirse, para vivir?

Don Quijote parece no poder vivir emancipado de su propia vanidad de la que es victima, pero se emancipa del elogio ajeno, con lo inteligente que es esto. Al reconocer ante Sancho que su mujer ideal es Aldonza Lorenzo, la existencia real de Dulcinea, parece no tomarse en serio su propia locura.

En el cap. 5, en su encuentro con los mercaderes toledanos, tras el tropiezo de Rocinante, las patadas que el mozo de mulas le da en las costillas, y el apaleamiento con los restos de astillas de su propia lanza, le dejan maltrecho sin poder levantarse hasta que tuvo la suerte que pasó un labrador, su vecino Pedro Alonso al que confunde con el Marqués de Mantua … Don Quijote no atiende sus preguntas y sigue recitando el romance, disparates de pura locura creyéndose los más disparatados personajes de la caballería y confundiendo a su vecino igualmente con otros. A lo que éste le dice:

-Mire vuestra merced, señor, ¡pecador de mí! que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Baldominos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijada.”

Palabras de loco como una cabra, o de cuerdo que sigue un juego… Le contesta:

-Yo sé quien soy, -respondió don Quijote-, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aún todos los nueve de la fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno de por sí hicieron, se aventajarán las mías.”

¿No te das cuenta que esto es un juego?, parece decirle al su vecino. Poco después, ya recuperándose en su cama, le visita el cura y don Quijote le llama Arzobispo Turpín y le cuenta que don Roldán lo ha apaleado con el tronco de una encina. Sigue disparatando, se identifica con Reinaldos de Montalbán, pero a pesar de todos sus encantamientos, pide que lo primero, le traigan de comer, como diciendo tengo hambre y lo primero es lo primero, después seguiremos con el juego.

Episodio de la muerte de don Quijote. Cervantes no quiere ridiculizar la muerte de don Quijote pero tiene que matarlo para que Avellaneda no saque la 4ª parte, que no sabe y teme por donde podría salir. Así Cervantes restaura la racionalidad de don Quijote, que de nuevo se convierte en Alonso Quijano, de la misma manera que el licenciado Vidriera recupera la razón a través de un fraile que le hace volver a la sensatez. En este caso don Quijote, Alonso Quijano, volviendo a la razón política, decide hacer testamento, y conforme a la razón teológica se confiesa y encomienda su alma a Dios. Una muerte totalmente racional y contemplando las facetas de la razón de su tiempo; es como vivir en la inocencia, pero no en la ignorancia.

No muere en ridículo aunque antes haya protagonizado muchas situaciones ridículas. La locura de don Quijote tiene sus explicaciones más visibles en la génesis y en la clausura, en el nacimiento y en la muerte, en el momento inicial y en el final, aunque cuando éste nace, Alonso Quijano pase de los 50 años. Aquí es donde más claramente encontramos las clave de su locura; don Quijote se fanatiza leyendo libros de caballería (cuantas personas se fanatizan con otras cosas, hasta leyendo tuis en las redes sociales). Así el hecho de que alguien enloquezca leyendo libros de caballería no es tan ajeno como pudiera parecer, ya que el leer de forma aséptica no todo el mundo lo consigue. No es lo mismo leer un libro de aventuras, que tras leerlo creerse el héroe de esas aventuras. Dice el cap. 1:

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros,”

Como hay muchos que enloquecen leyendo a los filósofos... Y es que la literatura y más la filosofía requiere una formación previa. Para entender la literatura hay que conocer el amor y saber lo que es la muerte, para que la experiencia no se quede en el texto. La literatura la entiende mejor la gente vivida, la que acumulan experiencias que luego salen en esos libros con puntos de vista diversos. Sigue el cap 1:

... así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.”

Reemplaza la idea de ficción por la idea de verdad, esto le ocurre a mucha gente que son incapaces de comprender el concepto de ficción. La ficción no es mentira pero tampoco es verdad, es ficción, es algo que no es operatorio. Don Quijote se toma en serio la ficción, y alguien que se toma en serio la ficción solo puede ser un loco. En la época de Cervantes se confundía la ficción con la mentira, se consideraba que el poeta mentía y que el historiador decía la verdad, pero esto hoy sabemos que no es así. La literaturas muestra un concepto de ficción que no es soluble en el concepto de verdad ni en el de mentira.

Lo mismo cuando trata las ideas de libertad o de justicia. Ideas que ya son anacrónicas en el Renacimiento, pues son ideas medievales, de una época anterior. El Renacimiento es época de estados consolidados, no de héroes que hacen justicia individualmente o bajo una prestación feudal.

Podemos preguntarnos también por la libertad que el narrador da a don Quijote. Las primeras palabras que don Quijote pronuncia ocurren ya muy avanzada la novela porque el narrador no le ha permitido hablar. Es éste quien comienza describiendo los hechos, “En un lugar de la Mancha” va presentando al héroe y diciendo como da nombre a las cosas ( se puso el nombre de don Quijote de la Mancha, a su rocín Rocinante); se pone a recitar de memoria pasajes de libros de caballería, pasajes de enfermo mental… Le sale un loco absoluto, al que no le da la palabra hasta el capítulo 6, y con citas de caballería. Todo esto nos permite afirmar que don Quijote es un cínico, que se justifica en esa actitud lúdica.

El episodio más cínico del Quijote es el del vaciyelmo. Es la única vez que llueve en la novela, que caen unas gotas. Ve acercarse por los llanos de la Mancha a un barbero que va de un pueblo a otro, que por la lluvia decide cubrirse poniéndose la vacía en la cabeza, don Quijote en su locura lo confunde con un caballero cubierto con su yelmo, que con las gotas y el tímido sol, que se cuela entre las nubes, reluce como el oro y dice que lleva puesto el Yelmo de Mambrino, que piensa arrebatarle en descomunal batalla. Arremete contra el barbero que huye, y se hace con el yelmo, una escena ridícula carnavalesca. El punto álgido de esta aventura lo tiene poco después en la venta de Palomeque, en la que se reúnen, los cuadrilleros, Fernando, Luscinda, Dorotea, el cura, el barbero Maese Nicolás y aparece también el barbero al que arrebató la vacía, y por burlarse de don Quijote todos le siguen el juego, y dicen a una, que eso no es vacía sino yelmo, y se lía la gresca en la que también se discute si la albarda, con la que Sancho se hace en la pelea, es albarda o jaez. La ilusión óptica termina cuando intervienen los cuadrilleros y dicen que que todo esto es una tomadura de pelo. A partir de esta burla, la locura de don Quijote comienza a ser compartida por sus amigos que le siguen el juego. La locura del “yo” pasa al juego del “nosotros”

El juego del “nosotros” lo vemos también en el Retablo de las Maravillas, donde los pícaros Chirino y Campaña están haciendo creer a todo el mundo que ese retablo inexistente, imaginario, aparecen una serie de figuras igualmente imaginarias e irreales (animales del arca de Noé, las aguas del río Jordán), y quien no vea esas figuras es porque es descendiente de judíos o un converso, todo un juego colectivo en la línea del rey desnudo. Pero Cervantes no practica un juego lúdico, sino lo que hace es descubrir una serie de situaciones críticas muy propias de la sociedad de su tiempo, poniendo al descubierto la idea de libertad, la idea de poder, la indolencia de Felipe II por la liberación de los cautivos de Argel.

Así en la primera parte don Quijote controla las normas del juego, pero a medida que avanza la novela las va perdiendo, y las pierde definitivamente cuando se lo llevan enjaulado hacia su aldea, creyendo él que va encantado. No deja de ser irónico que don Quijote pida que le dejen salir de la jaula para hacer “aguas menores” con la promesa de no fugarse, con la paradoja que cabe preguntarse que si va encantado por que se va a fugar; es un dialogo curioso. Como dice Machado en uno de sus últimos ensayos “cuando dos mentirosos se mienten, se mienten pero no se engañan”. Revelando en el caso de la novela de Cervantes el fondo profundamente cínico, que no está muy lejos de la actitud del autor ante la vida. Como decimos a medida que avanza la novela el código del juego no lo controla tanto don Quijote, sino otros personajes, destacando en este control los duques que en la segunda parte son los que dirigen la orquesta.

Cuando don Quijote está solo, sin Sancho y le falta su apoyo para mantener su fe, ocurre un episodio significativo, la perdida de los puntos de una media, una cita con la realidad:

...él se recostó pensativo y pesaroso, así de la falta que Sancho le hacía como de la irreparable desgracia de sus medias, a quien tomara los puntos, aunque fuera con seda de otra color, que es una de las mayores señales de miseria que un hidalgo…”

Los médicos de la época dirían que está meláncolico; sin Sancho no hay juego y entonces don Quijote se deprime. Esa noche no le duró mucho la depresión porque Altisidora interpreta el papel de princesa menesterosa y enamorada, así al día siguiente se levantó más animado pensando que era el amor platónico de una chavala. Pero esa noche se acostó cerró de golpe la ventana plantando el cante de Altisidora, Cap 44-2:

Y, con esto, cerró de golpe la ventana, y, despechado y pesaroso, como si le hubiera acontecido alguna gran desgracia, se acostó en su lecho, donde le dejaremos por ahora, porque nos está llamando el gran Sancho Panza, que quiere dar principio a su famoso gobierno.”

Al día siguiente, lo de la media lo ha olvidado y amanece con un rosario envuelto en los pensamientos con los que se durmió y que le habían causado la doncella enamorada. Cap 46-2:

Dejamos al gran don Quijote envuelto en los pensamientos que le habían causado la música de la enamorada doncella Altisidora. Acostóse con ellos, y, como si fueran pulgas, no le dejaron dormir ni sosegar un punto, y juntábansele los que le faltaban de sus medias; pero, como es ligero el tiempo, y no hay barranco que le detenga, corrió caballero en las horas, y con mucha presteza llegó la de la mañana. Lo cual visto por don Quijote, dejó las blandas plumas, y, no nada perezoso, se vistió su acamuzado vestido y se calzó sus botas de camino, por encubrir la desgracia de sus medias; arrojóse encima su mantón de escarlata y púsose en la cabeza una montera de terciopelo verde, guarnecida de pasamanos de plata; colgó el tahelí de sus hombros con su buena y tajadora espada, asió un gran rosario que consigo contino traía, y con gran prosopopeya y contoneo salió a la antesala, donde el duque y la duquesa estaban ya vestidos y como esperándole; y, al pasar por una galería, estaban aposta esperándole Altisidora y la otra doncella su amiga, y, así como Altisidora vio a don Quijote, fingió desmayarse, y su amiga la recogió en sus faldas, y con gran presteza la iba a desabrochar el pecho.

Vamos que a sus cincuenta y tantos años aparece como un don Juan. Nunca antes habíamos visto así a don Quijote, pero es que eso de que una doncella se contonee ante uno es para volverse loco, o cuerdo, según se mire. Los demás le están esperando para continuar la burla. Una situación bastante ridícula, don Quijote un don Juan, o un Caballero Andante, no sabemos que es más cómico.

A medida que avanza la segunda parte la figura de don Quijote se va diluyendo: ve ventas no castillos; ve a tres labradoras, no a Dulcinea y sus damas, hasta percibe el olor a ajo; desconfía del mono adivino. La realidad se la construyen los demás, ya no tiene que imaginar nada, y esto limita su juego. Todos quieren jugar con don Quijote, pero no a la manera de este, sino a la manera que ellos imponen. De hecho al llegar al castillo de los duques el narrador nos advierte con una declaración que cuestiona la locura del héroe:

Y todos, o los más, derramaban pomos de aguas olorosas sobre don Quijote y sobre los duques, de todo lo cual se admiraba don Quijote; y aquél fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos.”

Y aquél fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero” más clara la advertencia a los lectores, que la locura es un juego, imposible.

En el episodio de Clavileño, le dice don Quijote a Sancho:

¿No adviertes, angustiado de ti, y malaventurado de mí, que si veen que tú eres un grosero villano, o un mentecato gracioso, pensarán que yo soy algún echacuervos, o algún caballero de mohatra?” (mohatra = tramposo)

Viene a decirle que siga fingiendo, que si no echará a perder el juego.

Tras las bodas de Camacho el rico, que no son la bodas de Camacho sino las de Basilio el pobre con Quiteria, va don Quijote a visitar la Cueva de Montesinos, acompañado por el Primo, el Primo licenciado, (con la polivalencia semántica de la palabra primo), que le sirve de guía. Este primo es un erudito que se hace preguntas intrascendentes del tipo, ¿quién fue el primer hombre que se rascó la cabeza?, y supone con un silogismo que fue Adán (si el primer hombre se rascó la cabeza, y el primer hombre fue Adán, entonce fue Adán el primer hombre que se rascó la cabeza). Su libro que iría sobre todas las cosas del mundo y alguna más, todo muy académico, el conocimiento inútil. Un loco le seguiría la corriente, pero don Quijote no se la sigue, le dice a las claras. Cap 22-2:

...hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas que, después de sabidas y averiguadas, no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria.”

Estas palabras se las deberían decir a muchos que hacen su tesis doctoral. En el cap. 24 añade:

...pero querría yo saber, ya que Dios le haga merced de que se le dé licencia para imprimir esos sus libros, que lo dudo, a quién piensa dirigirlos.”

La pregunta de don Quijote es demasiado racional como para que la haga un loco. Efectivamente no hay ningún libro sobre el primer hombre que se rasco la cabeza. Es un tema muy original, no cabe duda, pero la crítica que hace Cervantes, mediante la ficción en palabras de don Quijote, no se critica a los libros de caballería, sino el concepto que Cervantes tiene de la Universidad, que la confirma en El Licenciado Vidriera, cuando alcanza el máximo grado de locura precisamente cuando se licencia, el grado académicamente más alto… Y más, cuando todos los doctores de Universidad quedaban admirados por las sandeces de Vidriera, poniendo a todos en la cúspide de la necedad.

Cervantes convierte a don Quijote en un crítico severo de todos los irracionalismos, desde la locura se critica el racionalismo de la época. Así, y ahí está la paradoja, un personaje supuestamente loco razona para criticar los irracionalismos de su época. ¿Dónde está la locura del personaje?

En el episodio del mono adivino, don Quijote, asigna a la ciencia el estatuto de verdad y la literatura la ficción. En este episodio, dice, “con mentiras e ignorancias se hecha a perder la verdad maravillosa de la ciencia”, que es lo que hace Maese Pedro con la actuación de su mono adivino.