En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

jueves, 20 de mayo de 2021

El carnaval en el Quijote


Bajtin, ha tenido durante mucho tiempo cierta influencia para que la crítica afirme lo carnavalesco en el Quijote, particularmente en los episodios de la insula Barataria. Aquí lo vamos a cuestionar.

El carnaval es una representación lúdica de una serie de valores serios de una determinada sociedad, que se representan de una manera invertida o revertida en términos privativos de la operatoriedad habitual (en fiestas se suspende la actividad laboral o se transforma para articular la fiesta).

El carnaval representa valores serios revertidos en tres sentidos: cómico, paródico, y grotesco. Todos esto valores serios se proyectan a todos los referentes sociales sin discriminación, sin consideración, y sin respeto. En cierto modo con un componente de escándalo, de heterodoxía. En el Quijote no vale hablar de este tipo de representaciones, lo que no quiere decir que no haya determinados pasajes en los que los personajes se disfrazan y representan una dimensión lúdica, actuando de forma cómica, incluso más allá de su intenciones personales. Pero cuando esto se produce, lo que plantea Cervantes no es la estética del carnaval, cuanto el uso de una forma cómica para exponer una materia fuertemente crítica que rebasa lo previsto en la estética carnavalesca.

Pondremos algunos ejemplos:

1.- El cura tiene la idea de disfrazarse y acudir a Sierra Morena con la intención de hacer volver a don Quijote a su aldea. Se disfraza en la venta de princesa menesterosa, y cuando sale a lomos de su caballería se da cuenta de que lo que hace es indigno e indecoroso en un hombre de iglesia. Cervantes lo platea así en el capítulo 27,1ª:

No le pareció mal al barbero la invención del cura, sino tan bien, que luego la pusieron por obra. Pidiéronle a la ventera una saya y unas tocas, dejándole en prendas una sotana nueva del cura. El barbero hizo una gran barba de una cola rucia o roja de buey, donde el ventero tenía colgado el peine. Preguntóles la ventera que para qué le pedían aquellas cosas. El cura le contó en breves razones la locura de don Quijote, y cómo convenía aquel disfraz para sacarle de la montaña, donde a la sazón estaba. Cayeron luego el ventero y la ventera en que el loco era su huésped, el del bálsamo, y el amo del manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les había pasado, sin callar lo que tanto callaba Sancho. En resolución, la ventera vistió al cura de modo que no había más que ver: púsole una saya de paño, llena de fajas de terciopelo negro de un palmo en ancho, todas acuchilladas, y unos corpiños de terciopelo verde, guarnecidos con unos ribetes de raso blanco, que se debieron de hacer, ellos y la saya, en tiempo del rey Wamba. No consintió el cura que le tocasen...”

Que le tocasen, con el doble sentido de tocar y colocar la toca.

...sino púsose en la cabeza un birretillo de lienzo colchado que llevaba para dormir de noche, y ciñóse por la frente una liga de tafetán negro, y con otra liga hizo un antifaz, con que se cubrió muy bien las barbas y el rostro; encasquetóse su sombrero, que era tan grande que le podía servir de quitasol, y, cubriéndose su herreruelo, subió en su mula a mujeriegas, y el barbero en la suya, con su barba que le llegaba a la cintura, entre roja y blanca, como aquella que, como se ha dicho, era hecha de la cola de un buey barroso.

Despidiéronse de todos, y de la buena de Maritornes, que prometió de rezar un rosario, aunque pecadora, porque Dios les diese buen suceso en tan arduo y tan cristiano negocio como era el que habían emprendido. Mas, apenas hubo salido de la venta, cuando le vino al cura un pensamiento: que hacía mal en haberse puesto de aquella manera, por ser cosa indecente que un sacerdote se pusiese así, aunque le fuese mucho en ello; y, diciéndoselo al barbero, le rogó que trocasen trajes, pues era más justo que él fuese la doncella menesterosa, y que él haría el escudero, y que así se profanaba menos su dignidad; y que si no lo quería hacer, determinaba de no pasar adelante, aunque a don Quijote se le llevase el diablo.”

Profanaba menos su dignidad, pero reconoce que la profanaba algo (tengamos en cuenta que unos años antes el Concilio de Trento, había prohibido a los sacerdotes vestir otras ropas que la sotana)

En esto, llegó Sancho, y de ver a los dos en aquel traje no pudo tener la risa.”

Si pensamos críticamente, observamos muchas cosas: hay un disfraz que revierte los valores serios de una sociedad en valores completamente lúdicos, pero el carnaval se disuelve después de que Cervantes lo ha montado, porque, qué necesidad tiene el autor de ridiculizar al cura de su pueblo, Pero Pérez, y lo arregla cambiando el traje con el barbero para que siga la broma. Además el disfraz no tiene ningún efecto porque Sancho, se los encuentra al salir de la venta, los reconoce y no puede contener la risa. Este episodio parece tener implicaciones carnavalescas pero no lo son, porque ni siquiera tiene esas pretensiones, que son las de ridiculizar al cura, que se ocupa de algo que no es cosa suya, infringiendo las normas de su profesión, disfrazado y de una manera muy torpe, pues no consigue su propósito de llevar al don Quijote a su casa hasta el final de la novela, y lo lleva Sansón Carrasco que es otro zoquete, que ya había fracasado en un primer intento.

2.- En el capítulo 19.1ª, hay otro episodio, La aventura del cuerpo muerto, en la que de nuevo Cervantes implica a hombres de iglesia, en la que puede darse una impresión carnavalesca. Don Quijote y Sancho se encuentran con una especie de procesión de almas en pena, como la Santa Compaña. Estas figuras vestidas de blanco son seminaristas que transportan un cadáver. Al verlos, don Quijote, con las antorchas encendidas, arremete contra ellos, y uno cae del burro mal herido. Está en suelo con una pierna rota y  don Quijote le  sigue hostigándo. En ese momento dice el narrador:

Todos los encamisados era gente medrosa y sin armas, y así, con facilidad, en un momento dejaron la refriega y comenzaron a correr por aquel campo con las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren.”

El propio narrador identifica a los seminaristas como gente cobarde que huyen asustados, y también los identifica con el carnaval al añadir lo de las "máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren". Pero es una imagen que proyecta el narrador, pero no es carnaval, los personajes no van disfrazados, sino con la ropa de oficio.

Los enlutados, asimesmo, revueltos y envueltos en sus faldamentos y lobas, no se podían mover; así que, muy a su salvo, don Quijote los apaleó a todos y les hizo dejar el sitio mal de su grado, porque todos pensaron que aquél no era hombre, sino diablo del infierno que les salía a quitar el cuerpo muerto que en la litera llevaban.”

Don Quijote parece tener un gusto especial por apalear a curas, cosa que no desaparece a lo largo de la novela, pensemos en el enfrentamiento que tiene con el eclesiástico del castillo de los duques

3.- En donde más se ha insistido, sobre todo por Batgin, de lo carnavalesco en el Quijote, es en los episodios de Sancho en la ínsula de Barataria, donde Sancho es fingidamente nombrado y vestido gobernador, jugando con él sin que sea consciente, por consiguiente todo es una trampa, una tomadura de pelo, una broma muy pesada, que llega al escarnio, pero que no es carnaval. En estos episodios Sancho está presentado como un ser grotesco y aunque lo grotesco es un componente del carnaval, no todo lo grotesco es carnavalesco. A Sancho se presenta en la ínsula:

El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenía admirada a toda la gente que el busilis del cuento no sabía, y aun a todos los que lo sabían, que eran muchos. Finalmente, en sacándole de la iglesia, le llevaron a la silla del juzgado y le sentaron en ella; y el mayordomo del duque le dijo”

Busilis, quiere decir que Sancho no sabía nada de las burlas que le habían montado. Comienzan las burlas con una de las cosas más serias que tiene una sociedad, con los juicios. Todo el mundo idealizamos la justicia, considerando que debería ser una de las cuestiones administrativas más importantes de la sociedad organizada políticamente, pero no es así. Lo que sorprende de estos episodios por parte de Sancho es que administra la justicia desde posiciones inocentes y caracterizadas por la buena fe. A Sancho que no ha estudiado nada y menos leyes, se le exige juzgar casos amañados para hacerle quedar en ridículo, y el resultado es todo lo contrario, imparte justicia en condiciones admirables, no por sus consecuencias, procedimientos o resultados, que ya sabemos que no son operatorios, porque es una trampa, una ficción por parte de los crueles servidores de los duques. La tesis que plantea Cervantes es que la justicia perfecta es un ilusión, un idealismo, una desmitificación de la justicia, y una terrible crítica a una clase social ociosa que invierte su tiempo en burlarse de la gente humilde. Esto no tiene nada que ver con lo carnavalesco, todo lo contrario, Sancho no es consciente de ser un personaje de carnaval, es un títere; además en el carnaval son las gentes humildes quienes se burlan de las clases superiores, quienes se burlan de los valores serios de una sociedad.

Sancho es un personaje que no se puede reducir a lo cómico, la dignidad de Sancho está muy por encima de eso. Sancho representa la sensatez frente a don Quijote que es quien se ridiculiza, es decir, el noble (El Quijote está invirtiendo las normas de poética clásica, y de la mano de Cervantes, se está enfrentando a las exigencias de la ortodoxia literaria de la época: hablar de carnaval en el Quijote es no saber lo que se dice). Sancho es grotesco por lo que hacen de él, pero no carnavalesco, y lo es, no porque Sancho cometa errores, sino porque el contexto es ficticio. Se esperaba de Sancho que se corrompiera, que actuara caprichosamente, dejándose arrastrar por la bajeza y abusando del cargo, pero los que estaban corrompidos eran los que querían manejarlo, pero nada de eso ocurre. Sancho se toma en serio el ejercicio de una justicia que, menos para él, es ficticia para todos. No hay nada más ridículo que en un mundo de canallas alguien se tome la justicia en serio.

Estos episodios de la ínsula Barataria han tenido cierta resonancia en autores posteriores, un caso es el de Alejandro Casona, que su obra Retablo jovial, tiene un episodio que titula Sancho Panza en la ínsula, y lo retitula como Recapitulación escénica de páginas de Quijote, es un hipertexto, una interpretación literaria objetivada en una farsa teatral breve donde se interpreta, desde posiciones krausista e idealistas, los episodios de la ínsula, con interesantes contrapuntos con Cervantes.

La preceptiva clásica disponía que los seres humildes solo podían ser protagonista de episodios cómicos, solo objeto de risa; ningún noble podía ser protagonista de una comedia, para ellos estaba reservada la tragedia, porque solo los nobles podían representar con dignidad la dimensión trascendente del sufrimiento, al pobre no se le reconocía ninguna dignidad en su sufrimiento, solo era objeto de burla. En contra de todo eso se levanta toda la obra literaria de Cervantes, un enfrentamiento contra la poética clásica, y liberando de este imperativo a la gente humilde (ninguna izquierda ha hecho tanto por el pueblo como Cervantes, sin saber siquiera que es la izquierda, que es un concepto posterior). La Numancia es la primera tragedia en la historia del teatro donde los protagonistas son la gente humilde, el pueblo, sin nobles y sin dioses, rompiendo con todo lo anterior; pero es que en el Quijote, a quien se parodia es a la clase noble aristocrática y poderosa, el mismo don Quijote es un hidalgo, un noble venido a menos, que es quien cae en el ridículo.

A Sancho en Barataria le tratan como a un bufón de la corte, sin embargo sale enaltecido de todas las situaciones burlescas a las que es sometido por la clase noble ociosa, que es en definitiva la que se pone en ridículo, saliendo desprestigiada y desmitificada. Sancho, careciendo de formación y estudios, pero guiándose por un sentido recto y una buena fe, se comporta como una persona sabia y responsable. Para Sancho no hay burla, él se toma muy en serio su trabajo.

El narrador, cínicamente, cuenta las cosas de manera diferente a como están ocurriendo, como si tuvieran gracia, y en realidad no la tiene. Lo que sucede no es lo que dice el narrador que está sucediendo. En el capítulo 42, 2ª, podemos comprobar cómo se desacredita el narrador:

Si la sentencia pasada de la bolsa del ganadero movió a admiración a los circunstantes, ésta les provocó a risa”

Los provoca a risa porque son idiotas, porque nada de lo que hace Sancho es risible. Otra cosa es como lo visten, porque tienen dominio para vestirlo, para disfrazarlo, para provocar que haga el ridículo. Pero no lo hace, y Sancho tiene libertad de dicción, dentro de sus posibilidades, puede decir lo que quiera, y resulta que actúa de forma ejemplar, en absoluto risible, porque administra justicia conforme al racionalismo de los hechos y la buena fe. Esa es la dialéctica, la confrontación entre lo que se dice de la situación el narrador, cómplice de los burladores, que es hilarante, y la realidad de los hechos, una admirable resolución. Sancho es inconvertible en un personaje carnavalesco, Sancho no es un personaje cómico (más carnavalesco que Sancho es don Quijote, que es el noble); Sancho no es un personaje de Moliere, Sancho no es sespiriano, no es Falsat (el personaje más valioso de Shakespeare no le llega a Sancho ni a la suela de las alpargatas). Sancho tiene una grandeza que es inédita en los personajes de condición humilde antes de Cervantes; es el primer personaje humilde que adquiere en la literatura la condición de protagonista, con una dignidad que no tiene ningún personaje de Shakespeare. Sancho es el único personaje literario al que Froid jamás podría haber psicoanalizado, por que Sancho no tiene nada que psicoanalizar. Con frecuencia se le ha presentado como un bobo, todo lo contrario, es uno de los personajes más sobresalientes de la literatura universal (mucho cuidado con burlarse de Sancho, los duques lo intentaron y salieron escaldados).

Se pueden hacer chanzas de Sancho, pero eso solo deja en ridículo a quien las hace. Cito el capítulo 45, 2ª:

Preguntáronle de dónde había colegido que en aquella cañaheja estaban aquellos diez escudos, y respondió que de haberle visto dar el viejo que juraba, a su contrario, aquel báculo, en tanto que hacía el juramento, y jurar que se los había dado real y verdaderamente, y que, en acabando de jurar, le tornó a pedir el báculo, le vino a la imaginación que dentro dél estaba la paga de lo que pedían. De donde se podía colegir que los que gobiernan, aunque sean unos tontos, tal vez los encamina Dios en sus juicios...”

Aquí el narrador hace una presunción que no viene a cuento. ¿Por qué da a entender que Sancho es tonto? Antes había dicho que era un aldeano con poca sal en la mollera, y ahora está atribuyendo a una intervención casual o divina el buen juicio de Sancho, y eso que ya sabemos de sobra que el narrador es un ateo, y ahora, una vez más, cínico...

...y más, que él había oído contar otro caso como aquél al cura de su lugar, y que él tenía tan gran memoria, que, a no olvidársele todo aquello de que quería acordarse, no hubiera tal memoria en toda la ínsula...”

Ahora dice de Sancho que había oído algo parecido del cura de su pueblo, y que tenía mucha memoria, pero todos recordamos que Sancho no había sido capaz de memorizar la carta que su amo escribió a Dulcinea. Todo es ironía.

Finalmente, el un viejo corrido y el otro pagado, se fueron, y los presentes quedaron admirados, y el que escribía las palabras, hechos y movimientos de Sancho no acababa de determinarse si le tendría y pondría por tonto o por discreto.”

Los hechos, lo que realmente está sucediendo en la novela, no lo es lo que cuenta el narrador. Los hechos nos confirman que Sancho no tiene nada de tonto, que actúa con ingenio, inteligencia, y buena fe.

Alejandro Casona, en su Retablo jovial, parafrasea a través de un hipertexto el hipotexto (El hipotexto es un texto que se puede identificar como la fuente principal de significado de un segundo texto, el hipertexto) de Cervantes, donde reinterpreta teatralmente los episodios de la ínsula Barataria, juega con el idealismo armonista, ingenuo, de la ideología krausista, y se burla, desde la clave de la gente humilde, de la gente poderosa. Es un teatro bien intencionado de ideología socialista del siglo pasado. Un ejemplo en Casona, un dialogo entre el cronista y el mayordomo del duque.

- Dice el cronista, es posible que nuestros señores los duques hayan elegido para gobernado a este zoquete de alforja, labrador y con barba de dos semanas.

- Mayordomo, los duques nos lo envían, en efecto, pero habéis de saber que todo esto no es nada mas que una burla. Este gobernador que aquí llega no es otro que el gran Sancho Panza, rústico simple y sin sal en la mollera.”

Son términos tranducidos tomados de Cervantes situados en un contexto muy diferente. No estamos en el siglo de oro y no tenemos que defender a la gente humilde de la preceptiva clásica, sino satisfacer a un público krausista, empático con el socialismo (estamos en La Barraca, en la II República, es decir, en unos señoritos que seducen a la izquierda y trabajan para el pueblo pero sin formar parte de él. Es el cinismo social. Es Casona.

El narrador miente más que habla: Sancho es muy inteligente y de él dice que no tiene sal en la mollera. La inteligencia de Sancho evita la burla, el escarnio, y por tanto el carnaval. La inteligencia de Sancho está muy por encima de la inteligencia de sus burladores. Hay una dialéctica entre lo que ocurre, lo que hace Sancho que es muy digno y admirable, y o que cuenta el narrador tildando una y otra vez de torpe a Sancho. Sancho está en el Quijote, no para ser motivo de burla, ni de carnaval, sino para dar un paso en contra de la preceptiva clásica, que reduce a los de su condición a personajes despersonalizados y de pura comedia, a los que se identificaba por la condición o por el vicio que se le representaban como arquetipo social (el avaro, el celoso, el ruin, el hipócrita, el tartufo…), sin embargo Sancho Panza, tiene un nombre propio (no por casualidad el Avellaneda trata de verter sobre Sancho un montón de vicios, o feas costumbres, como la de esconderse albóndigas, u otra comida en su propio cuerpo, pero Sancho es irreductible a personaje cómico. La risa disminuye conforme avanza el Quijote, y se extingue del todo en Barataria, donde, como en un melodrama, Sancho se va porque descubre la burla, la degeneración de las élites, y no puede soportarlo. Sancho podría hacerse el tonto y vivir a cuerpo de gobernador, pero no lo acepta; no se deja corromper, no se deja convertir en un fantoche (algo a lo que si presta Falsat). No permite el carnaval. Cervantes nos quiere decir con este episodio que no se puede vivir en la ficción.

Casona trata de buscar la complicidad del público y establece un dialogo, entre rebuznos, de Sancho con un mayordomo altivo de los duques:

- Mayordomo: mayordomo soy de este palacio con licencia vuestra -se oye el rebuzno de fondo -

- Sancho: pues a vos mando, sr. mayordomo, cuidad de ese rucio que me ha traído como si fuese mi propio hermano.

- Mayordomo: ¿Qué rucio decís? -fingiendo no verlo.

- Sancho: mi pollino, que por no avergonzarle le llamo rucio por el color de su pelaje.

- Mayordomo (altivo): ¿y pareceos que yo soy hombre para cuidar pollinos?

Nótese el animalísmo de la escena en el teatro de Casona. Dice. “mi burro que es mi propio hermano”. En una sociedad no animalista sería ridículo hacer esta comparación, pero es muy lógico en la que si lo es; determina la risa el grado de racionalismo de una sociedad. Y el mayordomo marcando esa distancia que lo convierte en un personaje ridículo. Solo la modernidad, y mucho más la posmodernidad, a los nobles, a los poderosos, se les ha convertido progresivamente en personajes de comedia, en objeto público de risa. Cervantes, una vez más, fue el primero, lo hace con don Quijote, que era un hidalgo venido a menos, lo hace con toda la corte ducal.

Casona, en su obra de teatro, narra como Sancho abandona su gobierno; en el Quijote, que es una novela, se dramatiza, se escenifica, este abandono. Es curioso este quiasmo.

Leemos a Casona, su obra de teatro El retablo jovial donde narra este abandono:

“Después de una pausa con una tranquila tristeza dice Sancho:

- Digo señores que si así es el oficio de gobernador, no es el hijo de mi madre el que nació para esto…

Comienza a dospojarse de las insignias.

- Si he de mandar ejércitos, y velar por las armas y sentenciar pleitos a todas horas, para que la una parte se vaya contenta y la otra me saque el pellejo, y vivir con el temor de que me maten enemigos a los que nunca ofendí, y no comer ni beber sino como manda ese médico verdugo… Si todo eso es gobernar, quédense aquí mis llaves y mis galas. A mi trabajo y a mi tierra me vuelvo, que más quiero vivir entre mantas que morir entre holandas. Devuélvanme mi pollino, mi único amigo fiel, del que no pienso volver a separarme más...”

De nuevo el animalismo, esa misantropía, que es el resultado del fracaso de las relaciones personales. Un ser humano no está hecho para convivir de tú a tú con los animales. sigue Sancho:

- “… Y si algo merezco por lo que hice, solo pido a vuestras mercedes que me den medio pan y medio queso, que yo comeré de camino, a la sombra de una encina, mejor que comí en palacio entre manteles y brocados.”

Dirigiendose al público dice Sancho:

- “Y a vosotros ciudadanos de la ínsula, adiós. Si no os hice mucho bien, tampoco quise haceros mal. Fui gob gobernador y salgo con las manos limpias; desnuco nací, desnudo me hayo; ni pierdo ni gano. Adiós.”

Este final tan machadiano tiene mucho que ver con el narcisismo de la modestia. Eso de exhibir el “que yo me voy como vine” es muy krausista. Casona desprecia al rico, mientras que Cervantes degrada al noble. Casona juega con la antipatía del pobre frente al rico, con esa dialéctica tan socialista, mientras Cervantes presenta la degradación ociosa de la nobleza.

El pasaje cervantino en la capítulo 53, 2ª, es totalmente dramático, porque suprime cualquier intermediario entre el personaje Sancho y el lector de la novela. En él Sancho apela a la libertad, algo que en Casona no está presente. Dice así:

Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad; dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir, que bien se está cada uno usando el oficio para que fue nacido. Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador; más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre; y más quiero recostarme a la sombra de una encina en el verano y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda y vestirme de martas cebollinas. Vuestras mercedes se queden con Dios, y digan al duque mi señor que, desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas. Y apártense: déjenme ir, que me voy a bizmar; que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced a los enemigos que esta noche se han paseado sobre mí.

No son estas burlas para dos veces.”

Esta última afirmación revela que Sancho era plenamente consciente de la burla. Sancho no es tonto, no es un personaje de comedia.

Habla de libertad genitiva, de hacer las cosas que su cuerpo le permita hacer. En ese momento, irse de allí… Sancho habla por Cervantes que quiere despojarse de lo que representa la preceptiva clásica; alejarse de los que le impiden vivir su libertad, que no es protestante, que no es de pensamiento, sino de acción, de poder hacer lo que se quiere hacer en un momento dado, sin dañar a terceros: comer cuando quiere y dormir donde quiere. Cervantes, a través de Sancho, plantea que la libertad es lo que los demás nos dejan hacer.

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