En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

martes, 18 de agosto de 2020

“Pero que todos sepan que no he muerto”

Hoy, 18 de agosto, hace 84 años: un día triste de una triste guerra

  

 

 

(…) Poesía es la vida

que cruzamos con ansia

esperando al que lleva

sin rumbo nuestra barca.

(Del poema: sobre un libro de versos)

 

Cuando yo me muera”, es el verso que a mi entender recoge mejor la filosofía de la muerte lorquiana, y en general el poema en su totalidad, titulado Memento:


Cuando yo me muera,

enterradme con mi guitarra

bajo la arena.

Cuando yo me muera,

entre los naranjos

y la hierbabuena.

Cuando yo me muera,

enterradme si queréis

en una veleta.

¡Cuando yo me muera!

El verso que repite vendría a equivaler a: “una vez que se produzca ese hecho que desde hoy percibo como certero”; la veleta representaría quizá ese giro imprevisto que sería el simple salto de la vida a la muerte. Y es que es solo un instante el que separa la vida de la muerte. La comunión entre vida y muerte, ésta presente en toda su poesía, e incluso cuando la vida está en un momento de plenitud, siempre encontramos sombras oscuras que nos revelan el acecho del punto final de la vida, porque, recordemos: la vida es tiempo y, como tal, nunca podemos detenerla

Como dijo Reverte, para mí escribir con claridad es calidad, y la calidad es un don de Dios. Él, la naturaleza, o quien quiera que sea, deja caer con cuentagotas, y a su antojo, en algunas personas este regalo. Federico lo reconoció así cuando dijo de sí mismo: “Soy poeta por la gracia de Dios y de mi esfuerzo”. Es evidente que ambos elementos tienen que ir unidos y complementarse: primero, el don, la gracia; segundo, el esfuerzo, el trabajo. De la suma nace el arte.

Pero hay otra gota de genialidad, también rara por lo poco habitual, que podemos llamar intuición. Me refiero a la capacidad para predecir el futuro. Antonio Machado la tuvo cuando escribió estos memorables versos, de actualidad aún hoy, que presagiaban el trágico destino de España, de muchos españoles:

Españolito que vienes

al mundo, te guarde Dios:

una de las dos Españas

ha de helarte el corazón.

Cuando Federico García Lorca escribió aquel enigmático poema en el que pregunta: “Vecinitas, ¿dónde está mi sepultura?”, y es el sol y después la luna los que responden, ¿era consciente de que un siglo después, unos y otros -jueces, políticos, profesores, críticos literarios, investigadores, etc.-, iban a lanzarse la misma pregunta que él se hace en esta Casida?

Lógico pensar que no. Pero su percepción de la situación en aquellos días pudo enviarle un aviso imposible de comprender y analizar. Quizás influyó el duende y la magia, que no sabemos qué son, pero que muchos opinan que Federico poseía en abundancia; podríamos apuntar que, en duermevela, como crean los poetas, una voz le llama y le sugiere al oído los versos que un día serán realidad e historia. Entonces es cuando surge, ante el poeta, un mundo oculto y secreto al que nadie tiene acceso y que tan sólo la magia del juglar logra arrancar a las musas o a los duendes, en esos momentos de abstracción por los que les conduce su creación.

Sobre la fosa de Federico, creemos que estuvo en un barranco de Víznar. Solo creemos saber dónde estuvo. Mas, es más cierto que, nadie sabe dónde está, y que si alguien lo sabe, intuimos que no nos lo dirá. El poeta, como ya he dicho, lo había anunciado en estos extraños versos:

Vecinitas, les dije,

¿dónde está mi sepultura?

En mi cola, dijo el sol.

En mi garganta, dijo la luna.

...

Las respuestas del sol y de la luna no pueden ser más enigmáticas y evasivas; las respuestas de los actuales buscadores de historia lo es todavía más. La intenciones parecen mucho más claras.

Certezas al respecto, ninguna; rumores, los hay… Todos los conocemos. Sabemos que por nuestra ciudad hace ya bastante tiempo que corren las más peregrinas historias sobre este particular. Unos dicen que, poco después de la muerte, los padres del poeta pagaron una considerable cantidad de dinero para que les entregaran el cuerpo y, cuando lo consiguieron, lo enterraron, con miedo y sigilo, en la Huerta de San Vicente, hoy integrada en el Parque García Lorca. Otros aseguran que la entrega de los restos fue mucho después, por los años cincuenta, en tiempos del gobernador Servando Fernández Victorio, y que la familia se los llevó a Málaga. Tampoco falta quien asegura que están en el cementerio de Granada con nombre falso, porque el régimen no podía permitir que estuviese con el suyo. En cada una de estas versiones se asegura que sólo los padres del poeta la conocen, y que jamás se encontrarán sus restos, porque así lo decidió la familia.

Vecinitas, les dije,

¿dónde está mi sepultura?

...


¿Intuía Federico
algo? No es nada descabellado suponerlo. Se sabe que volvió a Granada en contra de recomendaciones de familiares y amigos. Podemos añadir el sentido trágico que Federico reveló en tantos aspectos y pasajes de su obra, como una oscura y latente premonición de su propio destino. Como es el caso del poema de juventud, Clamor, que hace pensar en el poema juanramoniano Viento negro, luna blanca” donde el poeta presencia su propia muerte. Es como una acotación del misterio, representando el triunfo de la muerte acudiendo a una alegoría medieval.

Clamor

En las torres
amarillas
doblan las campanas.

Sobre los vientos
amarillos
se abren las campanadas

Por un camino va
la muerte, coronada
de azahares marchitos.

Canta y canta
una canción
en su vihuela blanca,
y canta y canta y canta.

En las torres amarillas
cesan las campanas.

El viento con el polvo
hace proras de plata.


La muerte con una configuración carnavalesca y esperpéntica: “Por un camino va la muerte, coronada de azahares marchitos”, la peregrinación de la muerte como una comitiva. Una canción fúnebre que se abre y se cierra, “En las torres amarillas cesan las campanas”. Y un punto final con “El viento con el polvo hace proras de plata”, prora es el término poético de proa, para definir la luz que lleva el polvo en su movimiento, con una posibilidad interpretativa muy abierta, de nuevo lo sensible se impone a lo inteligible. Misterio y ambigüedad siempre en los versos de Lorca que llevan al lector a una profunda emoción estimulando su propia psicología.

Pero estos presagios sobre la muerte se intensificaron en los últimos días de su vida y de ello nos da muestra en "Diván del Tamarit", su obra póstuma, que pertenece a un período de su vida en la que, tras su viaje a Norteamérica, se reencuentra consigo mismo y redescubre que lo más íntimo de su ser se identifica plenamente con la esencia de Granada. Diván del Tamarit está recorrido en todos sus versos por una hondura misteriosa y profunda, y laten en él premoniciones de un fin próximo. En la Gacela de la muerte oscura, leemos:

Quiero dormir el sueño de las manzanas,

alejarme del tumulto de los cementerios.

Quiero dormir el sueño de aquel niño

que quería cortarse el corazón en alta mar.

En su obra anterior, la muerte como contraposición al amor, a la vida, está siempre presente, pero es una muerte ajena, no es su propia muerte, como podemos intuir en las Casidas y en las Gacelas, donde parece que habla de sí mismo. En ellas abundan las alusiones a la muerte. ¿Pensaría en su propia muerte? Veamos algunos ejemplos:

Seguimos en la "Gacela de la muerte oscura", aparecida en febrero de 1936, dónde se puede ver la mejor expresión de los deseos y temores más íntimos de Federico, que recela de lo que aguarda al hombre después de muerto. Reta a su propio destino, en la tercera estrofa, la misma que nos sirve de título para este trabajo:

...

Quiero dormir un rato,

un rato, un minuto, un siglo;

pero que todos sepan que no he muerto;

...

En la "Gacela de la huida". Ante el presentimiento de la propia muerte y la noticia de la muerte de otros que llena sus oídos "de flores recién cortadas", ¿qué otro recurso cabe al poeta sino huir, perderse en un mar infinito que le aleje de quienes le rodean o en el corazón inocente de ciertos niños que ignoran la tragedia que les aguarda? "Ignorante del agua", el poeta se entrega a la búsqueda de una muerte que le libere para siempre de la terrible oscuridad del mundo subterráneo.

...

Ignorante del agua voy buscando

una muerte de luz que se consuma.

...

En la "Casida del herido por el agua", se siente perturbado por el dolor del niño. El daría su vida por salvarle, aunque sabe que sus esfuerzos son baldíos:

...

Quiero bajar al pozo,

quiero morir mi muerte a bocanadas,

...

En la "Casida de los ramos", escrita en los días de la persecución, muy pocos antes de su muerte, expresa la sensación de quien se haya en estado de declive psicofísico que preludia el fatal desenlace:

Por las arboledas del Tamarit

han venido los perros de plomo

a esperar que se caigan los ramos,

a esperar que se quiebren ellos solos.

...

Todo es fragilidad para el poeta, como eran esos días de encierro en la Huerta del Tamarit. La muerte está presente en la metáfora de los ramos que se quiebran. En todo el ambiente se respira un presagio de muerte. Incluso los valles ("con el agua en las rodillas") aguardan las inundaciones que producirán los aguaceros otoñales. Bastará un viento ligero para que "se caigan los ramos".

En la "Casida de la mano imposible" pide ayuda para escapar de su muerte:

...

Yo no quiero más que esa mano

para tener un ala de mi muerte.

...

Y es en la "Casida de las palomas oscuras" donde pregunta a las vecinitas por su sepultura. A lo largo de la casida se irá revelando que semejante pregunta no puede ser contestada.

Vecinitas, les dije,

¿dónde está mi sepultura?

En mi cola, dijo el sol.

En mi garganta, dijo la luna.

...

Dónde estará la sepultura. La familia, desde el mismo momento de la muerte no ha querido nunca hablar del tema ni ha visto con buenos ojos que el asunto se remueva, lo que hace pensar que ellos conocen donde reposa el poeta. Los demás, por mucho que agitemos el asunto, puede que nunca lo sepamos, pero todos sabemos que Federico no ha muerto, como él mismo pronostica en la Gacela de la muerte oscura.

Y es claro que Federico vive entre nosotros ¿Quién puede dudarlo? Vive, entre todo el que guste de su poesía o de su teatro; vive entre aquel que ame la belleza sensible de su obra; y, sin lugar a duda, vive el mito que de él hemos construido entre todos. Vive, pero aquel infausto 18 de agosto, por desdicha, fue real; los hechos que sucedieron, acontecieron de verdad... Es por ello que, como él mismo lo hizo en la Casida de las palomas oscuras, seguimos preguntándonos: ¿donde está su sepultura? Ha llegado a mis manos, antes de ver la luz, una próxima publicación con una teoría novedosa que se podrá comprobar en el centenario de los hechos, cuando se desclasifiquen los documentos. Con permiso del autor, mi amigo Manuel Escudero, pongo un párrafo de capital relevancia:

Habría sido una forma, indirecta, de llevar a la catedral los restos de Federico junto con los del duque de San Pedro de Galatino, que por esas fechas había muerto en Madrid. En Láchar había estado de confesor del duque un sacerdote que era pariente directo de la familia Lorca. Él habría podido allanar el camino, primero para llevar de incógnito los restos del poeta al oratorio-capilla que la nobiliaria familia poseía en su residencia de Láchar. Después, para facilitar su traslado a la catedral, poco tiempo después, confundiéndolo entre todos los restos familiares. Hasta una nueva capilla, en este caso la catedralicia de Nuestra Señora de la Antigua, son trasladados todos los restos y exhumados en un mausoleo subterráneo excavado a propósito en esas fechas. (Escudero, Manuel. Historia de un mito. Epílogo -aún sin publicar-).

Más sobre Lorca: http://lacocinaquenosgusta.blogspot.com/search/label/Lorca

 

 Así definió Lorca al duende: "Plena emoción que enmudece; un dolor que desgarra; un suspiro profundo; un soplo de aire fresco. Un sentimiento que quema la sangre. De sonrisa espontánea y desfachatada, tiene la mirada vidriosa por la pasión y por el llanto que siempre asoma. Su color es el color de la tierra andaluza. Temperamentalmente terrible y caprichoso, sublima al artista y a su público hasta el sollozo. Es un espíritu violento que posee, que muere y renace a voluntad en el artista. Furioso y avasallador, oscuro y estremecido, necesita de un cuerpo vivo que lo desentrañe y lo interprete. El duende es un espíritu fantástico, trastornador y bullicioso que se troca según su voluntad. Es también un encanto misterioso e inefable. Sublime y divino cuando toma posesión de un cuerpo; maravilloso y genial en el usufructo de su acción e inenarrable cuando lo abandona. Elemental y puro, de formas primitivas y antigüedad milenaria"

No cabe duda que el duende es un fenómeno mágico-real y la fuente fecunda engendradora de la estética lorquiana.

5 comentarios:

  1. ...cuánto te agradezco, Pepe,esta página destinada para mí a ser contrapunto en este nuevo atardecer y complemento de un día tan completo que no necesita más horas...y el repaso de las CASIDAS que parecen necesitaban tu escritura para espabilármelas. Es admirable la labor que has hecho,el trabajo que has hilando...con la muerte,ay la hermana muerte, como telón de fondo. Qué importa dónde esté enterrado, y si está, o "qué necesidad" como se dice por aquí...y gracias por esa descripción del momento de la inspiración...buenooo. el mismo Lorca decía,corrigeme, YO NO HE NACIDO TODAVIA. Gracias

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  2. Eso que dices, es lo que suelo decir yo del tema: qué importa donde esté enterrado... Además, a Federico, en eso están de acuerdo, menos Gibson, los mejores críticos que he leído, le importaba un pito la política, como le importaba un pito el lector, él simplemente se expresaba con palabras que le salían del alma. Todos los expresionistas escriben lo que sienten y lo que más sienten es la forma en que lo expresan, el como lo sientes tú al leerlo, el fondo es secundario. En el "yo no he nacido todavía" se pueden interpretar muchas cosas, pero lo que digamos, será secundario referido a lo que Federico pensó. Tal vez: no soy nadie si me comparo a mi abuelo, a mi padre. Lo que nunca encontrarás en el él es una referencia política, si social, pero nunca política. Se sintió a gusto con la República, pero no sabemos cómo se sentiría con otro gobierno, no hay referencias. Eso lo digo yo, Gibson lo ve de otra manera, pero no puedo competir, y me importa un carajo.

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  3. Releo como nuevo y renovado gusto esta página al son de una cerveza epilogando en Lentegi una marcha por estas silentes montañas...Gracias

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  4. Buenos días, sombrío por dentro, encandilado por fuera. Hablo de luces, luces: las apagadizas luces del norte tienen mi permiso para dejárseme vencer. Releyendo eta hermosa página empiezo las tareas pendientes ahora que el ordenador me sirve de ampliación...Como la poesía de Lorca, tu página está fresca, fresca...solo falta saber si el "famoso" libro se publica...mientras tanto, y más, no estaría de más un paseo por la Residencia de Estudiantes de Madrid, la Colina de los Chopos juanramoniana...
    La de veces que escribí, ya no sé para quién, aquello de una mano herida si es posible aunque pase mil noches sin lecho...la casida de la mano...ay...

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  5. Amigo Antonio, ya te dije que el libro de nuestro amigo Escudero, que tuve el honor de prologar, iba a romper moldes... Y los ha roto desde el mismo día de la publicación. Nunca antes había sucedido: ha sido secuestrado por el propio autor (¿recuerdas aquello del autor que compró su propio libro?). Al parecer, de por medio están los encantadores, esos seres que todo lo trastocan.

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