En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

martes, 31 de marzo de 2020

Cervantes como autor y narrador


El narrador: una maniobra de distracción de Cervantes

El narrador es un cínico extraordinario que llena la obra de trampas. La literatura es una trampa para el que no sabe razonar (en realidad todo en la vida es una trampa si no se sabe razonar), ningún texto bueno de ficción puede interpretarse literalmente. 
 
Al leer el Quijote, debemos ser conscientes que el autor-narrador es un verdadero cínico, y hasta que se les conoce es muy difícil tratar y entenderse con los cínicos. 

El narrador del capítulo uno al ocho, no es el que cuenta la historia, sino una persona anónima que la inicia. Al final del capítulo ocho, como las buenas seres de televisión, don Quijote y el vizcaíno se quedan con las espadas en alto preparados para la batalla. En el capítulo nueve continua la historia un segundo narrador que se encuentra unos manuscritos en un mercado de Toledo, son papeles dispersos que están en árabe, que él reúne y se los da a traducir a un morisco aljamiado, es decir un morisco que vive en Toledo que conoce el árabe. Ya traducidos, nos dice el segundo narrador que la historia está contada por un historiador árabe que se llama Cidi Hamete Berengueli, que es quien ha sido testigo de los hechos años antes acaecidos.

La broma continua. Siendo todo esto de los narradores, autor, traductor, un juego ficticio que tiene como finalidad disolver la presencia del verdadero autor, Cervantes, para evitar responsabilidades, que con mucha sutileza e ironía escribe una novela tremendamente crítica para su época.

Es clave pues la función del narrador que es un enorme fingidor, y esta es la mayor de las inocencias, pues todo lo que viene después en la novela son trampas para eludir las responsabilidades de una obra muy crítica y comprometida. Nos engaña con cada palabra que dice, y nos engaña desde el principio con eso de “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...”
 
 
 

Cervantes, el autor que destruye todos los idealismos

La obra de Cervantes destruye todos los idealismos, los ridiculiza. Así, a pesar de que el Romanticismo sugirió la idea de que la locura era una forma superior de racionalismo, -esa «absurda» máxima que dice que los locos siempre dicen la verdad porque razonan mejor que los cuerdos-, es claramente una aberración. En la realidad no es así. Puede cumplirse esto en la literatura donde los locos, son locos de diseño, manejados a su antojo por el autor. Cervantes muestra tanto en las “Novelas ejemplares” como en el “Quijote” locuras que son verdaderas patologías, dándonos a entender repetidamente en su obra, que la locura es un uso patológico de la razón, ya que los locos razonan, pero mal.

Eso sí, se trata de una locura entendida como un ejercicio racional: La locura de don Quijote es una invención diseñada por Alonso Quijano, es una irracionalidad racional. La realidad es muy intolerante, porque destruye a quien no sea compatible con ella. La obra de Cervantes es una demostración de cómo hay que razonar para ser compatible con la realidad. Ser idealista es no enterarse de lo que uno tiene delante. Como hace el tramposo ante el juego, que se lo toma en serio, el idealista se toma en serio la ficción y la mentira.

Dice González M. "La interpretación literaria se halla "en un callejón sin salida y anclada en teorías de hace 50 años": Barthes, Derridá, el estructuralismo"... Es lamentable que la disciplina esté en manos de místicos o de la ornitoscopia (adivinación por la observación de las aves). Igualmente son aberrantes las teorías basadas en la perspectiva de género o nacionalismos. Peor aún, que la emoción o los éxtasis místicos sean el camino de la interpretación."

Para explicar a Cervantes no basta la filología, sino que hay que interpretar sus ideas filosóficas. Cervantes, en muchas de sus obras, introduce un narrador cínico, que dice una cosa con palabras y cuenta otra con los hechos. Ejemplos: don Quijote es un loco que está cuerdo, tiene una locura de diseño; el licenciado Vidriera parece inteligente y es un imbécil que alcanza su máximo grado al graduarse en la universidad. Y en las Novelas ejemplares sucede lo mismo. En su prólogo dice que son escritos ociosos, bagatelas, pero son los textos de un patriota cristiano con un discurso racionalista católico. Por ello Spinoza tenía en su biblioteca las Novelas ejemplares, de donde alimentó su racionalismo antropológico.

El licenciado Vidriera dice gilipolleces erasmistas, que Cervantes repudia, como hace con Montaigne y su relativismo.

Si lo comparamos con Shakespeare, como muchos pretenden, las obras del inglés están llenas de magos, fantasmas o brujas, Cervantes, por el contrario, califica de tarado mental a un hechicero, porque tarado es el que no se puede adaptar a un racionalismo normativo.

En el plano religioso Cervantes es cristiano frente al Islam y católico frente al protestantismo, pero él vive como un ateo, porque se enfrenta a la realidad que le rodea desde un punto de vista práctico. "Cervantes es insoluble en agua bendita". En las Novelas ejemplares de Cervantes, interpretadas desde el Materialismo Filosófico, se aprecia una imagen totalmente opuesta al idealismo y al "panfilismo" de quienes ven al cautivo de Argel, cercano a todas las religiones o del erasmismo, pues Cervantes es un autor ateo de educación y convicciones católicas. Nadie en su sano juicio podría decir en la época de Cervantes que no se oponía al Islam: se opuso con las armas en Lepanto, y cuando estaba prisionero se intentó escapar cinco veces. (Hoy hay más idealistas que entonces porque no se tienen que enfrentar a esta realidad, ya que son otros los que lo hacen por nosotros. En este caso son los americanos, que ya tuvieron que venir en la Segunda Guerra Mundial a sacarnos las castañas del fuego a los europeos, obteniendo grandes beneficios estratégicos a cambio).

Si viviese hoy en día Cervantes iría a luchar contra el autodenominado Estado Islámico, porque, desde el punto de vista del materialismo filosófico, el pacifismo es incompatible con la realidad, ser pacifista es exponerse a que la realidad te triture.

2 comentarios:

  1. Se podría considerar el Quijote de derechas o de izquierdas

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  2. Ni una cosa ni otra. Las ideologías es un concepto moderno; en su tiempo cabría hablar de ortodoxia o de heterodoxia. Podemos hacer algunas precisiones:

    La derecha ha entendido muy bien el Quijote, pero no le gustó nunca lo que decía, más bien lo que quería decir; la izquierda no lo ha entendido.

    No es de derechas. España la ha construido la derecha, para bien y para mal, y el Quijote no cuadra con la derecha: la primera interpretación que la derecha hace del Quijote es la de Avellaneda, donde la contrarreforma consideró que el comportamiento de don Quijote le estaba tocando las narices al propio sistema y desde dentro del sistema. Para parar esta osadía de Cervantes, el Avellaneda apresa a don Quijote y como hacía la Inquisición a sus presos de cierta cultura le da a leer el Pro Santorum; La Guía de Pecadores, y los Evangelios, exactamente las mismas lecturas que le habían dado a Fray Luís de León en la cárcel. No cabe duda que el Quijote de Avellaneda salió de la misma casa de la Inquisición en una operación de suma inteligencia.

    No es de izquierdas: El Quijote niega todos los idealismos y todos los dogmas … El Quijote está escrito desde el imperio y con una visión clara de estado-nación. El Quijote es una obra tremendamente crítica con la política, contra la indolencia de Felipe II, contra la nobleza de la época, contra la religión. De toda esta crítica puede aprovecharse la izquierda, pero tanta crítica no cabe ni en la izquierda ni en la derecha.

    Es pues un texto heterodoxo repleto de ironía y artificios de Cervantes, como decir en el prólogo que es un libro de humor, que se parodian los libros de caballería, el narrador que constantemente está engañando al lector, el falso autor Cide Hamete Benengueli, a quien culpa de todo lo dudoso. Todos estos artificios hicieron que pasara desapercibida para la censura la profunda crítica de la novela.

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