En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Cervantes niega la certidumbre de un mundo unitario


El narrador del Quijote niega la seguridad de un mundo unívoco desde el esquema del Barroco, que en términos filosóficos niega el monismo, que todo dependa de una cosa o una entidad. Es lo contrario que hace Shakespeare, que en ninguna de sus obras construye un personaje que niegue al Antiguo Régimen. Cervantes niega el Antiguo Régimen.

En el Quijote se homenajea a los traductores como intermediarios entre la el autor y los lectores que no conocen la lengua original de la obra. El traductor del Quijote es un morisco aljamiado, un moro que habla cristiano. En el capítulo 9, el narrador, paseando por el Alcaná de Toledo, el rastro o mercadillo callejero de entonces, encuentra unos manuscritos en árabe, escritos por un cronista llamado Cide Hamete Benengueli, que compra y da a traducir a este morisco. Una vez traducidos por el morisco aljamiado, el segundo narrador, los comenta, y es así, traducido y corregido, como nos llega el texto a los lectores.

El morisco aljamiado es pues otra figura más en el proceso de intermediación de la obra. Un personaje que no se limita a traducir, sino que altera la obra, añadiendo pasajes, eliminando otros, y haciendo correcciones al original de CHB. Así podemos afirmar que es un traductor infiel a la obra. La labor de este traductor tiene mucho que ver con lo que afirma el concepto de traducción que apunta la teoría de la literatura, cuando afirmar que todo aquello que se traduce se hace por el mismo hecho de ser transmitido, y que no hay transmisión sin transformación. Es lo que se ha llamado transducción, para cuando alguien trasmite una idea de otro que modifica en parte.

Así, la obra cumbre de la literatura mundial, ficticiamente, la escribe un árabe, la traduce un morisco aljamiado que la modifica, y la publica un cristiano que la glosa: no puede estar más claro el mensaje de la negación del mundo unitario; hay una triple transformación que no puede ser interpretada solo como un recurso paródico. Será paródica desde el punto de vista de la literatura, pero es que el Quijote es superior e irreductible a la literatura; no basta la filología para interpretar el Quijote, es necesario la filosofía, y una filosofía que no cabe en el siglo XVI, como no cabe en el idealismo alemán ni en ninguna otra corriente. El Quijote, para su interpretación, exige la filosofía del siglo XXI. Estamos, muchos años antes de Ramón Pérez de Ayala, ante una novela perspectivista, con los diversos autores, narradores, traductor, enfrentados porque a uno no le gusta lo que el otro dice, y se corrigen mutuamente. Dice al comienzo del cap. 5, 2ª:

(Llegando a escribir el traductor desta historia este quinto capítulo, dice que le tiene por apócrifo, porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que se podía prometer de su corto ingenio, y dice cosas tan sutiles, que no tiene por posible que él las supiese; pero que no quiso dejar de traducirlo, por cumplir con lo que a su oficio debía; y así, prosiguió diciendo:)”

Al referirse al traductor, debería decir “llegando a traducir, no a escribir”. Es además un mentiroso del carajo: traduce pero, además, hace juicios de la obra, y los hace por medio del narrador, en segunda persona. Califica a Sancho de “persona de corto ingenio”, pero Sancho no tiene nada de imbécil, es un personaje muy digno, por lo que calificarlo así es mentir explícitamente; es un personaje que no se deja corromper cuando está de gobernador, y que cuida de don Quijote de forma admirable. Este narrador se distancia de los personajes y ofrece de ellos impresiones equivocadas para sesgar la percepción que de ellos pueda tener el lector. Lo que cuenta el narrador no es lo ocurre en el Quijote, lo cual es muy cínico ya que, en principio, es es la única fuente fiable de la novela.

Otro ejemplo de censura o de cambio se da en el cap. 18, 2ª:

Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor desta historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia, la cual más tiene su fuerza en la verdad que en las frías digresiones.”

Pero no sabemos a qué autor se refiere. Luego vuelve el traductor a opinar sobe la historia, en lugar de limitarse a traducirla, pero no lo cuenta el traductor, sino que es el narrador el que habla de lo que traductor piensa… El narrador es el mayor cotilla del mundo. Y luego dice lo de “las frías digresiones.”, como si las digresiones fueran falsas, otra expresión de cinismo, que objetiva una relación dialéctica entre los diferentes autores ficticios. Esto nos lleva a pensar que el Quijote es una obra genuinamente barroca, donde la complejidad de voces tienen gran relieve en la obra, que estalla en el renacimiento como una realidad mutable: que no se puede reducir a una única visión. La vida real no cabe en una sola persona, pero lo más irónico de todo es que una sola persona está detrás de todo esto: Miguel de Cervantes, que delega la autoría del Quijote en una multiplicidad de personas, dando a entender que una única persona no podría construir una obra de esta envergadura. Y los lectores nuca estamos seguros de quién nos está contando la historia.

En el paso del capítulo 8 al 9, hay una quiebra, un brecha enorme… Desaparece el primer narrador, y acto seguido aparece el segundo. Eso es la meta-novela, la novela dentro de la novela, “un pequeño paso para el narrador, un gran paso para la literatura”. Eso lo hará muchos años después Cortázar en Rayuela, y que también lo ha utilizado Borges. Esta estructura de capas, que van desde el autor principal, Cervantes, como la capa exterior, que sigue por la obra El Quijote, y que va descendiendo por CHB, el traductor morisco, y segundo narrador. Antes de Cervantes jamás se ocurrió esto, que supone una realidad abierta, compleja, y profundamente dialéctica, porque los diferentes autores-narradores compiten entre sí: uno le enmienda la plana al otro, uno escribe la historia en árabe, otro la traduce y la corrige, otro le hace anotaciones a la traducción y pone los pies dentro de la novela, definiéndose a sí mismo como un personaje más que encuentra el manuscrito en un mercado… Y luego están los lectores que han hecho de ella tan diferentes interpretaciones.

El narrador, por momentos, desaparece textualmente y cede la palabra a los personajes, convirtiendo a la novela en tablado teatral donde los personajes dialogan entre sí sin intermediarios. Tienen también competencias ensayistas, al introducir en la novela comentarios de tipo moral, didáctico, con teorías discursivas, como refranes, sentencias, consejos para un buen gobierno… Casi la mitad del Quijote es filosofía o literatura sapiencial. La competencias teatrales son muy relevantes en episodios como las Bodas de Camacho, o en el Retablo de Maese Pedro, donde podemos ver el invento del narrador en el teatro, algo que muchos críticos atribuyen a Beltort Brecht, pero, que en realidad, es Cervantes el invertor del teatro épico o narrativo, más de trescientos años antes de que naciera Brecht.


 Podemos establecer tres dimensiones en los autores del Quijote:

  1. El autor real que es Miguel de Cervantes.

  2. El narrador del Quijote, que:

    • Organiza los capítulos primeros del 1 al 8.

    • Recopila los textos en el Alcaná, los manda traducir, y los corrige; los edita,

    • Escribe, además, el prólogo de la 1ª parte, que no está firmado por Cervantes.

    • Encuentra y añade poemas de los Académicos de Argamsilla, que figuran al final del capítulo 52, el último de la primera parte.

    • Es el único que de verdad narra, los demás son citados por él.

    • Y que es un narrador extradiegético, porque engloba a todos los autores ficticios.

  1. El sistema retórico de autores ficticios.

    • Cide Hamete Benengueli, que en realidad no narra nada, solo es citado por el narrador, “como dice CHB...” Este autor ficticio está tomado de una tradición literaria. Era típico, inevitable, y normativo diríamos, que en los libros de caballería, las hazañas, los hechos del Caballero andante, fueran narrados por un cronista

    • El autor primero del capítulo 1 al 8, del que no sabemos nada.

    • Los Académicos de Argamasilla, un grupo de autores que componen unos poemas que caen en manos del narrador y los incorpora.

Dice el narrador en capítulo 52, el último de la 1ª parte:

...un antiguo médico que tenía en su poder una caja de plomo, que, según él dijo, se había hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita que se renovaba; en la cual caja se habían hallado unos pergaminos escritos con letras góticas, pero en versos castellanos, que contenían muchas de sus hazañas y daban noticia de la hermosura de Dulcinea del Toboso, de la figura de Rocinante, de la fidelidad de Sancho Panza y de la sepultura del mesmo don Quijote, con diferentes epitafios y elogios de su vida y costumbres.”

Con el tiempo Beltort Brecht aplica todo esto a su teatro, que Cervantes utiliza para distanciarse de su propia obra, una manera de eludir responsabilidades. En el Quijote nada parece estar claro, hay que llegar al final del ultimo capítulo de la segunda parte para saber quien nos ha estado contando la historia. Es una narración llena de trucos porque el autor real ha querido confundirlo todo, y ¡vaya si lo ha conseguido! No hay más que leer las interpretaciones tan dispares que se han hecho a lo largo de la historia.

El narrador habla de sí mismo al principio del cap. 9 1ª:

Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía; vile con caracteres que conocí ser arábigos, y puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que diciéndole mi deseo, y poniéndole el libro en las manos le abrió por medio, y leyendo un poco en él se comenzó a reír:”

El narrador no se identifica con un nombre propio, ni siquiera con uno común. Solo habla de él mismo en este párrafo, después lo que hace es llenar de trampas la narración, ironiza acerca de todos los personajes, los convierte en títeres, y al que más, al falso autor Cide Hamete Benengeli, que con la típica entrada de “como dice CHB...”, lo usa para cargarle todas las culpas.

En los dos últimos párrafos de último capítulo de la primera parte, aunque deja la obra abierta, parece poner fin a la historia de don Quijote de la Mancha:

Pero el autor desta historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los hechos que don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas; sólo la fama ha guardado, en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron, y allí le pasaron cosas dignas de su valor y buen entendimiento.” Cap. 52-1ª

Parece liarse un poco con la identidad del autor de la obra; si habla de él ¿cómo no iba a conocer los hechos? Habla de la historia como si la extrajera de la realidad, añadiendo deliberadamente confusión, despistando a críticos y a lectores… Una ficción impresionante. Un enorme laberinto diseñado por un ingeniero como es Cervantes, que manipula la obra literaria con gran ingenio. Más adelante alude a los poemas de los Académicos de Argamasilla que incluye al final de ese mismo capítulo:

...buena suerte no le deparara un antiguo médico que tenía en su poder una caja de plomo, que, según él dijo, se había hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita que se renovaba; en la cual caja se habían hallado unos pergaminos escritos con letras góticas, pero en versos castellanos, que contenían muchas de sus hazañas y daban noticia de la hermosura de Dulcinea del Toboso, de la figura de Rocinante, de la fidelidad de Sancho Panza y de la sepultura del mesmo don Quijote, con diferentes epitafios y elogios de su vida y costumbres.

Y los que se pudieron leer y sacar en limpio fueron los que aquí pone el fidedigno autor desta nueva y jamás vista historia. El cual autor no pide a los que la leyeren, en premio del inmenso trabajo que le costó inquerir y buscar todos los archivos manchegos, por sacarla a luz, sino que le den el mesmo crédito que suelen dar los discretos a los libros de caballerías, que tan validos andan en el mundo; que con esto se tendrá por bien pagado y satisfecho, y se animará a sacar y buscar otras, si no tan verdaderas, a lo menos de tanta invención y pasatiempo.”

Pedir que le den el mismo crédito a la novela que a los libros de caballería, es como decir, acabo de contar la mayor mentira del mundo.

Con cada una de estas instancias autoriales ficticias podemos identificar unos lectores igualmente ficticios explicitados dentro de la obra: el traductor morisco, que no es un lector real, lee la versión original de CHB; el narrador, otro lector ficticio, que a través de la traducción, lee el original árabe del morisco aljamiado. No son lectores operatorios, “de carne y hueso”, solo son lectores estructurales. El lector real es aquel que tiene cuerpo y mente que le permite relacionarse con un texto e interpretarlo para sí.

Dentro del Quijote no hay ningún lector real. Pero si hay alusiones a los reales lectores de la obra. En el capítulo 24 de la 2ª parte dice:

Tú, lector, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no debo ni puedo más; puesto que se tiene por cierto que al tiempo de su fin y muerte dicen que se retrató della, y dijo que él la había inventado, por parecerle que convenía y cuadraba bien con las aventuras que había leído en sus historias''

Y en el capítulo 20 de la 1ª parte dice:

Y eran –si no lo has, ¡oh lector!, por pesadumbre y enojo– seis mazos de batán, que con sus alternativos golpes aquel estruendo formaban.”

 

 El principio de discrecionalidad

El pensamiento humano se manifiesta de forma discontinua, discreta. La vida humana no se vive en cinco minutos, sino a lo largo de muchos años con situaciones o vivencias diferentes. Lo mismo ocurre con el conocimiento, cada vez que se cuenta algo, o se lee una novela el resultado es diferente. Es lo contrario de lo que para Borges ocurre en el Aleph donde un individuo situado en un determinado punto de una determinada caja, contempla la totalidad del mundo.

Todos los personajes del Quijote son personajes, pero no son narradores, aunque se desarrollen como tales. Ya hemos dicho que CHB y el morisco aljaimado son citados pero no narran nada, el único que lo hace es el segundo narrador. Luego, en la novela, vemos que casi todos los personajes del Quijote son narradores cuando cuentan su historia (Luscinda, Cardenio, Dorotea, el cautivo, Ricote, Roque Guinard…) pero son historias que no son envolventes unas de otras, sino que están en perpestiva.

En esta novela, llena de líneas quebradas, CHB es el núcleo de estos autores ficticios, representando la dialéctica más importante, y sobe el que recae el fundamento genuino de la historia, ya que a él se atribuye el origen de la crónica.

Eso es el principio de discrecionalidad, un principio segmentado, en el que cada parte de ese segmento corresponde a cada una de las entidades ficcionales, en el que, si en en un principio de identidad A es igual a A, en el de discrecionalidad A=A1+A2+...An. Así la suma de todas la secuencias equivale a la totalidad que es el Quijote, que nunca se puede manifestar a los sentido de manera unívoca o monista. Por eso hemos dicho que la génesis del Quijote remite a una heterogeneidad, en la que hay que poner orden, remitiéndonos a un mundo complejo, y negando la certidumbre de un mundo unitario, para llevarnos a un mundo que es un sistema dialéctico lleno de conflictivas relaciones. Es la negación de la literatura monista, vinculada a la poética de Aristóteles.

El Quijote es una obra literaria que niega un mundo uniforme, que niega el mundo clásico, estando su narración organizada en symploké, unos autores tratan con otros, pero no hay uno que trate con todos, que controle todo. Al narrador editor llega ya la realidad desecha (manuscritos deteriorados), una historia quebrada que puede reconstruir hasta cierto punto.

El Quijote es la primera obra de la literatura universal que niega el monismo de la literatura (todas las obras de Shakespeare restauran la estructura monista en la visión de la sociedad, de la política, del teatro… Y una literatura para ser moderna ha de ser insoluble en el monismo. Cervantes lo tiene claro a principio del siglo XVII, abriendo paso del clasicismo al romanticismo. Lo contrario sería reducir la literatura a filología, en la que no cabe la literatura que ha de ser interpretada desde la filosofía. A partir del Quijote las cosas ya no coinciden ni con la ficción ni con la realidad. Los personajes de Shakespeare resuelven los problemas, los de Cervantes, mucho más realistas, sobreviven a ellos.

La aportación de este cínico y farsante narrador del Quijote es que nos hace ver que el mundo cervantino es mucho más realista que cualquier otro de su tiempo al negarnos la certidumbre de un mundo unitario.

RF.: Mocc sobre crítica literaria de la uvigo 2019.

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