En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

jueves, 18 de febrero de 2021

El liderazgo en el Quijote

 


Dice Gustavo Bueno: “la literatura es una materia que puede y debe ser analizada mediante conceptos. El Quijote se puede analizar mediante conceptos organizados en las diversas tradiciones gremiales, gramaticales, filológicas, psicológicas, históricas...” Es lo mismo que decir que se puede analizar científicamente. Analizar las ideas objetivadas formalmente en los materiales literarios, escritas por seres humanos que han tenido una vida, que han formado parte de un experiencia. Al hablar de literatura, el conocimiento de estas cuestiones es imprescindible, y hemos de distinguir entre los conocimientos conceptuales y los conocimientos críticos. Tomando como referencia el Quijote, no podemos incurrir en un fundamentalísmo científico, pero tampoco en un irracionalismo, reduciendo la literatura a sensaciones, emociones o a declaraciones propias de la posmodernidad, como decir que todo es líquido o aire.

La educación científica, basada en conocimientos conceptuales, por una parte; y la educación filosófica, basada en el conocimiento de las ideas y la relación de las ideas entre sí (a partir de los conocimientos científicos, porque no se puede hacer filosofía de espaldas a la ciencia). Tienen como finalidad hacer al ser humano compatible con la realidad: un líder que no se adapte a la realidad será destruido por ella. La realidad no tolera a quien no se acomoda a ella de tal manera que, o conocemos la realidad de la que formamos parte (de su construcción), o esta nos destruirá. El líder ha de construir una realidad en la que formen parte de esa operatoriedad otras personas (si das trabajo a gente, haces posible la vida de esa gente); cuando el líder no es parte de la realidad, no solo se destruye él sino que arrastra la existencia operatoria de todo el que le sigue (el fracaso económico de un empresario; el fracaso de proyecto políticos, o la derrota en una guerra de un estadista).

La educación tanto científica como la filosófica, por tanto, ha de enseñar al ser humano a ver con claridad la realidad. La realidad es muy intolerante, no se puede negociar en términos que la realidad no admita; como decía Spinoza, hay que hacerse compatible con lo que resulta inevitable. La educación nos hace construir esa realidad como un beneficio ético y moral para el ser humano. El objetivo de esta educación científica y filosófica es evitar el fracaso; el líder es aquella persona que domina las circunstancias que evitan el fracaso.

La literatura es el arte de construir e interpretar hechos imaginarios que impactan sobre la realidad, que muchos creen entender pero que muy pocos saben explicar. La literatura es una trampa para el que no sabe razonar, porque al margen de un pensamiento racional no se puede hacer absolutamente nada.

El líder es aquel que es capaz de conducir a un grupo determinado de personas, que se dejan guiar por él en un determinado proyecto. Señalaremos cinco aspectos fundamentales en una filosofía de liderazgo:

  1. El racionalismo. Al margen de la razón es imposible tener éxito, y el racionalismo utilizado ha de ser más potente que el de los competidores, de tal manera que el racionalismo del líder ha de interpretar otros racionalismos alternativos con lo que pueda mantener relaciones. Podríamos decir que no basta la razón teórica, que es necesario además la razón práctica.

  2. Debe disponer de conocimientos científicos ya que la ciencia es la forma suprema del racionalismo. Debe alejarse de los dogmatismos científicos siendo capaces de verificarlos. La ciencia es una construcción operatoria racional constituyente de conocimientos que nos hacen compatibles con la realidad y nos permiten una interpretación racional, sistemática y lógica de la materia; la ciencia implica praxis, construcción, iteración con la realidad. El líder debe alejarse de los idealismos y los espejismos que le apartarían de aquello que exige la ciencia; debe tener los pies en el suelo.

  3. La capacidad crítica. Exige establecer valores y contravalores, tesis y antítesis, siendo necesaria la selección (Gracián, Feijoó).

  4. La dialética como figura gnosilógica (no retórica) que interpreta una idea en relación a su contraria, a través de una idea correlativa a ambas (pobreza-riqueza, a través del dinero; locura-cordura, a través de la idea de realidad). La dialéctica permite interpretar las posiciones en las que nos encontramos analizando sus contradicciones internas más profundas. Es imposible un pensamiento crítico sin un pensamiento dialéctico como afirma el profesor Gustavo Bueno; no podemos vivir en el engaño, no podemos vivir en la ilusión, la educación nos ha de conducir hacia la realidad desengañándonos de la visión idealista e ilusoria.

  5. Noción de simploqué que es absolutamente fundamental para un líder. La simploqué es un principio platónico formulado en el diálogo El Sofista en virtud del cual “si todo está relacionado con todo o nada está relacionado con nada, el conocimiento es imposible” porque no podemos abarcar todo. Gustavo Bueno, alejándose de una interpretación monista del simploqué nos dice que “todo está relacionado con una causa fundamental” pero no tiene una consecuencia fundamental y única, porque vivimos en un mundo con una dialéctica de relaciones plurales, no todo está en función de una cosa, sino que tiene diversas dependencias, y el líder, en estas batallas, tiene que desplegar todo su conocimiento. Nada hay que se pueda mantener en la autodeterminación, en la independencia absoluta (nadie por ejemplo puede vivir independiente de la Ley de la Gravedad). Resumiendo no podemos prescindir de todo, ni contar con todo.

El Quijote es una obra en la que un anti-héroe lidera una novela cuyo objetivo es denunciar los excesos del idealismo. No es una novela idealista, sino que desde el realismo condena, parodia, y se burla de todos los idealistas. Viene a decir que todos los idealistas fracasarán en sus propósitos, porque para tener éxito es necesario ser realista. No es una parodia contra los libros de caballería, éstos son el código que utiliza el artífice de la parodia para burlarse de aquellos que creen en un mundo ideal: un mundo perfecto, de justicia, en el que las leyes se sustentan sin las armas.

La libertad, en términos llanos, es lo que los demás nos dejan hacer, que implica reconocer el enfrentamiento dialéctico con los demás. Gustavo Bueno resumía la libertad como la lucha por el poder para dominar a los demás. Esto está en relación con la idea de liderazgo y con la idea de política, que sería la forma en que se regula esa libertad en la sociedad en la que nos movemos.

El líder en el Quijote es el narrador, el constructor de la historia. Sin duda el narrador principal es Cervantes que, por diluir su responsabilidad ante la censura, -tengamos en cuenta que estamos en el barroco y se está jugando mucho con la realidad social de la época -, articula su narración en:

  • Narrador primero: escribe los capítulos del 1 al 8 de la primera parte.

  • Narrador segundo: recopila los papeles encontrados (del capitulo 9 de la primera parte hasta el final de la segunda) en el mercado de de Toledo, los manda traducir, los organiza, los glosa… Podríamos decir que es el narrador principal.

    • El morisco Aljamiado, que es quién supuestamente los traduce del árabe,

    • Cide Hamete Benengueli, que es el supuesto autor de la historia escrita en árabe y supuesto testigo de los hechos narrados.

El protagonista, don Quijote, es un títere en manos del narrador, que es el líder, el que construye la novela, de la que el éxito depende de su habilidad en el lenguaje y el desarrollo de los hechos. El Quijote es una novela que nos hace poner los pies en la tierra y evitar actitudes que desde el idealismo nos hagan incurrir en el fracaso. Don Quijote fracasa una y otra vez por su actitud idealista, que si lo considerásemos en la vida real nos conduciría a guerras perdidas, a fracasos empresariales, a fracasos políticos.

El Quijote, que la mayor parte de público, sobre todo el alemán y el inglés, lo han leído como una obra idealista, es una obra profundamente realista. Es una advertencia muy clara a todo el que, desde el idealismo, pretende liderar un proyecto. Y nos advierte que no se puede liderar nada perdiendo de vista la realidad, que es el problema de don Quijote, que nunca tiene en cuenta la realidad cuando lleva a cabo sus propósitos, por lo que siempre fracasa. La lección del Quijote es el desengaño; de hecho el éxito de don Quijote como persona es cuando toma conciencia del desengaño, diciendo en el cap. 9 de segunda parte aquella famosa frase:

“...es menester tocar las apariencias con la mano para dar lugar al desengaño.”

Sobre el discurso de la armas y las letras, el profesor José Manuel Rodríguez Pardo, nos viene a decir que, todos sabemos que las armas son las que sustentan a las letras: el derecho de un país solo surte efecto si hay una fuerza policial que obligue a su cumplimiento. Así lo sostiene el propio don Quijote en este discurso que habla de una paz aristotélica y no de una paz erasmista; una paz garantizada por la fuerza de un estado, no una paz espiritual. Debemos tener en cuenta el momento en que se escribe el Quijote que España es un imperio, un estado con sus leyes, y en América está la figura del conquistador, entre las que destaca Hernán Cortés que no era precisamente un idealista. El discurso de las armas y las letras es en definitiva una lección de filosofía del liderazgo.

Otro punto a destacar en el Quijote es lo que tiene de literatura parenética, que es la
fase de un discurso o sermón en que se exhorta a seguir una conducta correcta e irreprochable desde un punto de vista moral, ético o simplemente religioso. El Quijote tiene mucho de esta filosofía moral, téngase en cuenta los consejos que da don Quijote a Sancho cuando va al gobierno de la ínsula Barataria, basados en la prudencia, la crítica, la discreción; que son las características que debe tener todo líder. Así que al hablar de filosofía del liderazgo en el Quijote es obligado mencionar los pasajes de literatura parenética del discurso de la armas y las letras como los consejo para un buen gobierno.

Se deben mencionar también los enemigos del líder, en el Quijote son muchos. Mencionaremos algunos:

  • La Pastora Marcela que es una joven que no quiere comprometerse ni con la vida política ni con la religiosa de su tiempo (ni matrimonio, ni convento). No quiere hacerse compatible con la realidad antropológica, ni teológica de su tiempo. Decide retirarse al monte y dice que ahí vive en libertad, pero es una falacia, no se puede ejercer la libertad donde no ocurre nada. Marcela sin embargo se presenta como adalid de una idea de libertad que es totalmente inoperante; no lidera absolutamente nada más que el ilusionismo del feminismo. Un líder no puede confundir jamás el oasis con el esterismo.

  • Los episodios de la estancia en el castillo de los duques, que son propios del teatro, de la farsa. Los equívocos a los que los lectores se ven sometidos, como las tentaciones para el creyente, si incurren en ellos estás abocado al fracaso.

  • El problema de Cervantes con el Quijote de Avellaneda, obra que vuelve del revés, de la manera más denigrante y aberrante la primera parte del Quijote de Cervantes. De tal manera que Cervantes que ya tenía muy avanzada la segunda parte, se vio obligado a introducir una serie de episodios, textos, apelaciones, referencias, para contrarrestar los efectos tóxicos del de Avellaneda, que revertía la imagen de liderazgo de don Quijote de la Mancha, el autentico. Se da un iteración entre tesis, la primera parte de Cervantes; antítesis, el de Avellaneda; y síntesis, la segunda parte de Cervantes, que refleja como el racionalismo de Cervantes, pudo enfrentarse, digerir y reinterpretar desde coordenadas propias el racionalismo de Avellaneda, que le atacó de una forma violentisima y certera para destruir la originalidad y el valor de la obra cervantina, y sobretodo el racionalismo que apuntaba hacía un mundo contemporáneo aún por venir en el barroco de entonces. Digamos pues que el Quijote es una obra enormemente moderna, una obra contemporánea.

    También debemos mencionar a Shakespeare. Debido al imperialismo inglés esta figura ha sido catapultada con pretensiones de una paridad con Cervantes. Shakespeare ha escrito dos o tres decenas de obras de teatro y unas 20 composiciones poéticas, frente a la magnitud literaria de una obra como la de Cervantes. Como la literatura tiene mucho de construcción política han conseguido poner a Shakespeare a la par con Cervantes, y hasta han buscado paralelismos con una artificial fecha de muerte del inglés (conforme al calendario gregoriano, bien entrado el mes de mayo) para que coincida con el 22 de abril en que murió Cervantes. Pero si es cierto que se han puesto a la par, también es cierto que desde una filosofía de liderazgo una parte del teatro de Shakespeare introduce la figura del personaje que podemos llamar nihilista, que es el enemigo del líder, el que trata de destruir al líder no solo verbalmente sino ontológicamente: en obras como Ricardo III, Macbeth, Rey Lear (encarnado en la figura de Edmundo), Timón de Atenas, Julio César, Otelo (encarnado en la figura de Yago). Este personaje nihilista es el que niega el fundamento metafísico, el orden moral que en esa época relega el destino de los seres humanos; es el personaje que se revela, personajes que después en el romanticismo lo va a encarnar figuras como el Luzbel en los Cantos de Maldoror, la figura demoníaca de John Milton, destructora de un proyecto determinado.

Dice Edmundo en El rey Lear:

Tengo un padre crédulo y un hermano generoso cuyo bondadoso natural es tan ajeno a la malicia, que no la sospecha en los demás. Su infantil sencillez se deja gobernar por mis mañas. Trazado está mi plan si mi nacimiento no me ha dado una herencia, conquistémosla por la astucia. El fin justifica los medios.

Este personaje es un bastardo, por lo tanto, está desheredado por razón biológica, política y jurídica, y sin embargo va a desarrollar un plan para hacerse con el poder y la herencia, asesinando a su propio padre y quitando de en medio a su hermano (como hace Ricardo III con el trono de Inglaterra; o Claudio, el tío de Hamlet con el poder en Dinamarca, asesinando a su hermano y casarse con la reina viuda).

Hasta el romanticismo, el personaje literario siempre interpretaba lo que le ocurría con referencia a un orden moral trascendente, cuyas acciones llevaba siempre a cabo el propio personaje para confirmar ese orden moral trascendente (como Edipo que mata a su padre y acaba casándose con su madre; se enfrenta a ese orden pero nunca con éxito, no pueden liderar ese proyecto). A los personajes de la Divina Comedia, condenados al infierno, jamás se les ocurre hacer una convocatoria para ser liberados del infierno, sino que todos asumen su destino acríticamente, como algo que no pueden alterar. El romanticismo cambiará todas estas tendencias.

En Cervantes esta idea de libertad del ser humano está presente en todas sus obras, distanciándose en todas ellas del islam, del mundo protestante anglicano y calvinista.

La Numancia de Cervantes es una tragedia en la que aparecen dos líderes enfrentados, por el bando romano el general Escipión, a quien el senado romano ha encomendado la conquista de Numancia; por otro lado los líderes numantinos encabezados por Teógenes que organizan la defensa de Numancia frente a un impero treinta veces superior. Numancia es derrotada, pero no hay botín, la ciudad queda destruida totalmente por sus propios habitantes, no quedan nada más que cenizas. Esto, a pesar de la victoria, supone para Escipión un fracaso ante el senado. Cervantes quiere decirnos con esto que el ser humano desarrolla su libertad a partir del enfrentamiento con la realidad y lidera un proyecto en relación a esa realidad. Escipión fracasa porque no consigue lo que se propone; Teógenes y los numantinos alcanzan el éxito, que está basado en la fama póstuma de alguien que prefirió el suicidio antes que la pérdida de la libertad frente al imperialismo romano.

Líder es aquel que domina la causalidad y sus consecuencias, aquel que es capaz de hacer compatible con la realidad su educación científica y filosófica, el que obtiene el éxito dominando las causas y las consecuencias a las que se enfrenta. 

 

Ref: Basado en la Crítica de la Razón Literaria del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno; Mooc uvigo. 

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