En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

lunes, 26 de abril de 2021

Cervantes y la novela autobiográfica

La novela autobiográfica, es una narración ficticia que está construida con materiales que forman parte de la vida del autor. Cuando aparece el Quijote es un género en ciernes que Cervantes va a desarrollar. El episodio por excelencia de esta novela en el Quijote es El capitán cautivo, la historia del Capitán Ruy Pérez de Viedma, intercalada en los capítulos 39 a 42 de la primera parte.

Hay cuatro variantes de la biografía:

  • Biografía histórica

  • Autobiografía histórica

  • Biografía de ficción

  • Autobiografía de ficción.

Una autobiografía de ficción es el caso de El capitán cautivo, donde Cervantes, por medio del personaje de ficción, Capitán Ruy Pérez, relata su cautiverio en Argel, en los que se mezclan hechos que vivió con otros ficcionados por él.

Las características fundamentales de la ficción autobiográfica son:

1. Es una narración histórica en la que puede haber partes reales pero que siempre están citadas como ficticias. Lo ocurrido no es punto por punto, porque es literatura, y la literatura ni es verdad ni es mentira, es ficción.

2. El autor es un ser humano que cuenta en líneas generales hechos que él ha vivido, poniendo su relato en boca de un personaje de ficción.

3. Es un relato autodiegético, el personaje que cuenta la historia es el protagonista de los hechos.

4. Hay un presentismo, algo inherente a la autobiografía, que consiste en narrar la vida pasada desde una reinterpretación hecha en el presente.


La ficción autobiográfica implica materiales formalmente objetivados que al entrar en la literatura, entran en la ficción, que no es verdad ni mentira. La verdad y la mentira es cuestión que solo afecta a la ciencia y a la filosofía; no nos importa de el Quijote sea verdad o es mentira, no tiene sentido plantearse si los personajes literarios son verdaderos o falsos, eso no conduce a nada. La literatura responde a como se construyen las cosas, es una cuestión ontológica (de relaciones y conceptos de conocimiento). En la literatura no hay nada que no haya sido vivido con anterioridad, vivido realmente o idealmente. La ficción puede contener hechos reales, de hecho todas las ficciones contienen términos reales, como casas, seres humanos… Otra cosa es, que sea ideal su presencia en la novela, como casas ideales, o seres humano ideales, como santos o caballeros andantes que vencen a dragones de siete cabezas. En la ficción también hay relaciones reales, obras como Fortunata y Jacinta, La Regenta, o La zapatera prodigiosa, plantean relaciones reales entre los personajes.

De la misma forma puede haber términos que sean ideales. Cuando Juan Ramón Jiménez, dice que Dios es azul, está hablando de un término completamente ideal, porque Dios no solo no está a la vista, sino que, si lo estuviera, difícilmente sería azul; un dios no puede recibir como sustancia pura atributos cromáticos (no cabe imaginar a un dios como a un pitufo, no tiene sentido); si a Spinoza, a Platón, o a Santo tomás de Aquino, le dijeran que Dios está azul, se perderían en las palabras, no sabrían de qué se habla, no tendrían códigos para interpretar esa afirmación, sería una herejía. Los términos de la ficción no son operativos. Don Quijote no puede operar fuera de la estructura de su propia novela, no puede salir a dar una rueda de prensa; de la misma manera que el feto opera dentro de placenta, pero no lo puede hacer fuera, no puede salir un día a dar un paseo y volverse al claustro al rato. Pues hay gente que cuando lee un libro cree salir de la realidad, y que al cerrarlo, vuelve a ella; no se dan cuenta que la ficción forma parte de la realidad, que el ver una película o leer un libro es un hecho real.

El cautivo es la experiencia histórica de un personaje que es el autor de la novela, que vivió cinco años en la Auschwitz de la época, entre 1575 y 1580. Este relato supone la adición a la estructura del Quijote de un relato corto que representa el paradigma de la novela autobiográfica. Esta ampliación es determinante en el Quijote, pero hay muchos otros en la literatura cervantina. Destacan las cuatro comedias de ambiente argelino, Los tratos de Argel, Los baños de Argel, Del gallardo español, y La gran sultana, donde aparecen episodios que pueden calificarse como autobiográficos. Igualmente en el Persiles hay unos personajes que se identifican como cautivos, que son falsos cautivos, que se identifican ante el alcalde de un pueblo que fue un cautivo real, que los descubre, y que al final en vez de denunciarlos les instruye para que perfeccionen su engaño. En el Viaje del Parnaso, obra poética que representa la objetivación de un viaje alegórico, mitológico, y burlesco, en la línea del Asno de Oro de Apuleyo, donde lo lúdico, lo sobrenatural, lo extraordinario, y sobre todo lo cínico, así como lo autobiográfico tienen presencia, con el aditamento que el narrador del poema expone una fuerte crítica burlesca del comportamiento humano.

Algunos autores en vez de estudiar a Cervantes en su obra literaria, lo han hecho a través de los paratextos contenidos en la literatura cervantina que no son de ficción o no lo son totalmente, pues Cervantes mete ficción hasta en sus prólogos. El francés Maurice Moreau, quizás sea el más destacado es los estudios de Cervantes a través de sus prólogos.

En prácticamente todos los prólogos de las obras de Cervantes hay datos autobiográficos. En el prólogo de Ocho comedias y ocho entremeses, hace una descripción que se ha tomado como la imagen de Cervantes; es un rasgo autobiográfico, puesto que lo dice sobre sí mismo. Otra cosa es que sea verdad, porque no hay ningún retrato fiable, el atribuido a Juan de Jáuregui ni siquiera sabemos si es verdadero:

Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies.

... éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño.

Llamase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria.

Es un ejemplo de como el propio autor incorpora en su obra literaria una serie de declaraciones que pueden considerarse de contenido autobiográfico.

El prólogo de la primera parte del Quijote es esencialmente ficticio, no ocurre lo mismo con el prólogo de la segunda parte, en el que Cervantes se ve obligado a hacer frente a la publicación del Quijote de Avellaneda, y apelando a ese conflicto su narración es mucho más real. Dice Cervantes:

¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre, o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote; digo de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona! Pues en verdad que no te he dar este contento; que, puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla. Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido, pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya. Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.

Se está refiriendo al Avellaneda y, en las últimas frases a la batalla de Lepanto, de la que se siente muy orgulloso de haber participado en ella. De nuevo incorpora rasgos biográficos.

Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron; que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga; y es esto en mí de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella. Las que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra, y al de desear la justa alabanza; y hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años.

Esta intervención con un estilo sentencioso de literatura parenética y moralizante es muy propia de Cervantes, y en el contexto autobiográfico en particular. El prólogo tiene apelaciones directas a la realidad, defendiendo la legitimidad de su primera parte del Quijote, desde la segunda que ahora prologa. En el prólogo del Persiles insiste en estas cuestiones.


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