En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

martes, 27 de abril de 2021

La novela epistolar


A lo largo de los siglos XVI y XVII se produce en Europa un redescubrimiento acompañado de una renovación de la epístola, con una inclusión, totalmente remozada, en géneros mayores. La epístola tiene sus antecedentes en la literatura griega, siendo su referente más inmediato la inserción de las cartas en la novela bizantina.

En el terreno de la epistología, Pedro Martín Baños, es un referente fundamental. Dice que todos los paradigmas literarios están relacionados unos con otros, y uno de ellos es la novela epistolar que, en manos de Cervantes, experimenta una auténtica renovación.

En el Quijote no se encuentran géneros puros, es una novela de novelas y de otros géneros literarios, que, en el caso de la literatura epistolar encontramos un amplio desarrollo. Como dijo Unamuno, “las cartas permiten entrever una visión de la intrahistoria de las relaciones personales”. En el Quijote, la carta, germina desde la informalidad, la desmitificación de las formas de conducta y de expresión.

Según Martín Baños, la literatura epistolar presente en el Quijote, permite identificar claramente tres tipos de géneros:

  • La carta familiar, asequible solo a personas alfabetizadas. No tiene el rigor de otro tipo de cartas. Se incorporó a la literatura como consecuencia del hallazgo de cartas familiares de Cicerón.

  • La carta retórica, que da muestra de determinadas formas de conducta o comportamientos. Se caracteriza por un lenguaje cuidado, muy artificioso, nada natural, nada convencional, donde la tropología, la forma, supera el fondo. Según Martín Baños se potenció mucho en la Edad Media, en la que se desarrolla la escritura más que la oralidad; en el Renacimiento continúa el impulso derivado de la epístolas retóricas de Erasmo.

  • La carta cortesana, que engloba la relaciones entre la nobleza, la política, o la cuestión administrativa, implicando cierta ceremonia en el formato. Se desarrollan mediado el siglo XVI, vinculadas a las lenguas románicas y a las cancillerías de los estados configurados tras la disolución de los feudalismos. Anteriormente, en el medievo, los modos se limitaban a la carta familiar y a la retórica.

Esta identificación exige una discriminación, ya que en a literatura nunca se va a dar una pureza de rasgos como se da en la vida real. En la literatura difícilmente nos vamos a encontrar cartas exclusivamente familiares, retóricas o cortesanas, como es propio del barroco; no hay formas puras, y menos en la literatura cervantina.

En el caso del Quijote las principales cartas familiares se dan entre dos analfabetos, Sancho, y su mujer Teresa, por lo que precisan mediadores, intermediarios o tranductores, que les sirven de lectores, de escritores, incluso de interpretes. Estos intermediarios, de alguna manera, profanaban la intimidad familiar, algo muy corriente en la época del Quijote. Este intercambio de cartas ocurre durante la estancia de Sancho en el castillos de los duques y como gobernador de la Ínsula Barataria. Tenemos un ejemplo de la profanación, cuando Teresa, que ha recibido carta de Sancho tiene que contestarle y necesita a alguien que se la trascriba… Dice el narrador en el capítulo 50 de la segunda parte:

El bachiller se ofreció de escribir las cartas a Teresa de la respuesta, pero ella no quiso que el bachiller se metiese en sus cosas, que le tenía por algo burlón; y así, dio un bollo y dos huevos a un monacillo que sabía escribir, el cual le escribió dos cartas, una para su marido y otra para la duquesa, notadas de su mismo caletre, que no son las peores que en esta grande historia se ponen, como se verá adelante.-

El narrador deja claramente constancia del hecho inevitable de la presencia de intermediarios. La última carta que Teresa Panza escribe a su marido, que figura en el capítulo 52 de la segunda parte, se lee en público ante don Quijote y los duques, hecho que hoy día nos sorprendería mucho. La carta, que responde al estilo más familiar, es digna de leerse; la misma tiene componentes irónicos, porque no olvidemos que está escrita por Cervantes, no por el monaguillo que se como el bollo y los huevos. Es la carta escrita a un gobernador, con lo que además del componente familiar tiene algo de cortesana, si asumimos que Sancho es realmente un gobernador, no un gobernador de carnaval, pues para su mujer si parece que lo sea; igualmente presenta rasgos retóricos. Dice así:

Tu carta recibí, Sancho mío de mi alma, y yo te prometo y juro como católica cristiana que no faltaron dos dedos para volverme loca de contento. Mira, hermano: cuando yo llegué a oír que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo, que ya sabes tú que dicen que así mata la alegría súbita como el dolor grande. A Sanchica, tu hija, se le fueron las aguas sin sentirlo, de puro contento. El vestido que me enviaste tenía delante, y los corales que me envió mi señora la duquesa al cuello, y las cartas en las manos, y el portador dellas allí presente, y, con todo eso, creía y pensaba que era todo sueño lo que veía y lo que tocaba; porque, ¿quién podía pensar que un pastor de cabras había de venir a ser gobernador de ínsulas? Ya sabes tú, amigo, que decía mi madre que era menester vivir mucho para ver mucho: dígolo porque pienso ver más si vivo más; porque no pienso parar hasta verte arrendador o alcabalero, que son oficios que, aunque lleva el diablo a quien mal los usa, en fin en fin, siempre tienen y manejan dineros. Mi señora la duquesa te dirá el deseo que tengo de ir a la corte; mírate en ello, y avísame de tu gusto, que yo procuraré honrarte en ella andando en coche.

El cura, el barbero, el bachiller y aun el sacristán no pueden creer que eres gobernador, y dicen que todo es embeleco, o cosas de encantamento, como son todas las de don Quijote tu amo; y dice Sansón que ha de ir a buscarte y a sacarte el gobierno de la cabeza, y a don Quijote la locura de los cascos; yo no hago sino reírme, y mirar mi sarta, y dar traza del vestido que tengo de hacer del tuyo a nuestra hija.

Unas bellotas envié a mi señora la duquesa; yo quisiera que fueran de oro. Envíame tú algunas sartas de perlas, si se usan en esa ínsula.

Las nuevas deste lugar son que la Berrueca casó a su hija con un pintor de mala mano, que llegó a este pueblo a pintar lo que saliese; mandóle el Concejo pintar las armas de Su Majestad sobre las puertas del Ayuntamiento, pidió dos ducados, diéronselos adelantados, trabajó ocho días, al cabo de los cuales no pintó nada, y dijo que no acertaba a pintar tantas baratijas; volvió el dinero, y, con todo eso, se casó a título de buen oficial; verdad es que ya ha dejado el pincel y tomado el azada, y va al campo como gentilhombre. El hijo de Pedro de Lobo se ha ordenado de grados y corona, con intención de hacerse clérigo; súpolo Minguilla, la nieta de Mingo Silvato, y hale puesto demanda de que la tiene dada palabra de casamiento; malas lenguas quieren decir que ha estado encinta dél, pero él lo niega a pies juntillas.

Hogaño no hay aceitunas, ni se halla una gota de vinagre en todo este pueblo. Por aquí pasó una compañía de soldados; lleváronse de camino tres mozas deste pueblo; no te quiero decir quién son: quizá volverán, y no faltará quien las tome por mujeres, con sus tachas buenas o malas.

Sanchica hace puntas de randas; gana cada día ocho maravedís horros, que los va echando en una alcancía para ayuda a su ajuar; pero ahora que es hija de un gobernador, tú le darás la dote sin que ella lo trabaje. La fuente de la plaza se secó; un rayo cayó en la picota, y allí me las den todas.

Espero respuesta désta y la resolución de mi ida a la corte; y, con esto, Dios te me guarde más años que a mí o tantos, porque no querría dejarte sin mí en este mundo.

Tu mujer, Teresa Panza.

La carta lo contiene todo, con alusiones a la propia vida de Cervantes, cuando irónicamente desea ver a Sancho de alcabalero, oficio que desempeño el propio Cervantes; notas populares muy pintorescas con alusiones críticas, como la compañía de soldados que pasa por el pueblo y se llevan con ellos a tres muchachas, que Teresa da por seguro que pronto volverán; todos los chismes de la gente del pueblo con tintes cortesanos, porque al fin y al cabo habla de la élite del pueblo; el júbilo de Sanchica al saber que su padre es gobernador, que hasta “se mea” de contenta; la duda del cura, el barbero, el bachiller y el sacristán sobre el gobierno de Sancho, como cuestionando su capacidad (peores cosas estamos viendo en la actualidad); después tratan a don Quijote, que está oyendo la lectura de la carta, de loco “de cascos”… Pero lo mejor de todo es el final, eso de “no querría dejarte sin mí”, que me recuerda a un chiste moderno en el que una señora mayor, una abuela, como yo, le dice al marido, un hombre de mi edad más o menos: “Pepe, cuando uno de los dos se muera, yo me voy a vivir con la niña”.

El Quijote nos ofrece una carta retórica inigualable, la carta que don Quijote escribe a Dulcinea del Toboso, una figura de ficción que incluso dentro del Quijote no tiene operatoriedad. La carta, que es muy breve, va en el capítulo 25 del primera parte. Dice así:

Soberana y alta señora:
El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte,

El Caballero de la Triste Figura

La cantidad de arcaísmos inhabituales que figuran en la carta sitúan al autor de la misma totalmente fuera de contexto de la época. Don Quijote entrega la carta a Sancho y esta se queda olvidada en medio de un libreto; cuando Sancho trata de dar cuenta, poco después, del contenido al cura y al barbero, se presenta una situación extraordinariamente ridícula que procede leer. Dice Sancho en el capítulo 26 de la primera parte:

Paróse Sancho Panza a rascar la cabeza para traer a la memoria la carta, y ya se ponía sobre una pie y ya sobre otro; unas veces miraba al suelo, otras al cielo, y al cabo de haberse roído la mitad de la yema de un dedo, teniendo suspensos a los que esperaban que ya la dijese, dijo al cabo de grandísimo rato:

- Por Dios, señor licenciado, que los diablos lleven la cosa que de la carta se me acuerda, aunque en el principio decía: Alla y sobajada señora.

- No dirá, -dijo el barbero-, sobajada, sino sobrehumana, o soberana señora.”

Sobajada, una tranducción aberrante de Sancho; sobajada significa manoseada, sobada; en México, humillada. La inversión que se hace es tremendamente grotesca. Pedro Salinas dijo que era la carta de amor más bella de la literatura española, y tampoco es eso, es claramente excesivo, es una carta del presunto amor de don Quijote, una carta tópica, construida mediante clichés retóricos muy frecuentes en la época.

La carta cortesana en el Quijote está presente en el ámbito de la estancia de don Quijote y Sancho en el castillo ducal, y sobre todo, en el período en que Sancho es gobernador. De estos días es la carta que el duque envía a Sancho, gobernador de la Barataria. Vemos la carta y el contexto en el que tiene lugar; dice el narrador en el capítulo 47 de la segunda parte:

Entró el correo sudando y asustado, y, sacando un pliego del seno, le puso en las manos del gobernador, y Sancho le puso en las del mayordomo, a quien mandó leyese el sobreescrito, que decía así: A don Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria, en su propia mano o en las de su secretario. Oyendo lo cual, Sancho dijo:

-¿Quién es aquí mi secretario?

Y uno de los que presentes estaban respondió:

-Yo, señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaíno.

-Con esa añadidura -dijo Sancho-, bien podéis ser secretario del mismo emperador. Abrid ese pliego, y mirad lo que dice.

Hízolo así el recién nacido secretario, y, habiendo leído lo que decía, dijo que era negocio para tratarle a solas. Mandó Sancho despejar la sala, y que no quedasen en ella sino el mayordomo y el maestresala, y los demás y el médico se fueron; y luego el secretario leyó la carta, que así decía:

A mi noticia ha llegado, señor don Sancho Panza, que unos enemigos míos y desa ínsula la han de dar un asalto furioso, no sé qué noche; conviene velar y estar alerta, porque no le tomen desapercebido. Sé también, por espías verdaderas, que han entrado en ese lugar cuatro personas disfrazadas para quitaros la vida, porque se temen de vuestro ingenio; abrid el ojo, y mirad quién llega a hablaros, y no comáis de cosa que os presentaren. Yo tendré cuidado de socorreros si os viéredes en trabajo, y en todo haréis como se espera de vuestro entendimiento. Deste lugar, a 16 de agosto, a las cuatro de la mañana.

Vuestro amigo, El Duque.

Quedó atónito Sancho, y mostraron quedarlo asimismo los circunstantes; y, volviéndose al mayordomo, le dijo:

-Lo que agora se ha de hacer, y ha de ser luego, es meter en un calabozo al doctor Recio; porque si alguno me ha de matar, ha de ser él, y de muerte adminícula y pésima, como es la de la hambre.

-También -dijo el maestresala- me parece a mí que vuesa merced no coma de todo lo que está en esta mesa, porque lo han presentado unas monjas, y, como suele decirse, detrás de la cruz está el diablo.

Cuando Cervantes bromea con frecuencia lo hace con gente de iglesia. Esta es una carta cortesana un despacho de una diligencia de carácter político.

La literatura a la que da lugar las epístolas familiares, cortesanas, y sobre todo retóricas, es el ensayo, es la literatura sapiencial. Los géneros están relacionados entre sí en symploqué (no todo está relacionado con todo, ni hay una cosa que se relacione con nada), de tal manera que unos están relacionados con otros, pero no hay unos que lo esté con todos, ni uno que esté totalmente desconectado de los demás.

Vemos ahora la carta que don Quijote remite a Sancho desde el castillo de los duques. En esta carta se dan las tres formas mencionadas: la familiar, porque es una carta entre amigos muy íntimos; es una carta cortesana, porque tiene el ambiente palatino, es un caballero andante que ha adoptado el aspecto cortesano, ha reemplazado las armas por la pluma, y naturalmente porque don Quijote se expresa muy bien; y es una carta retórica porque habla como un sabio, y es, junto a los consejos que le da antes de tomar posesión de la ínsula, un claro ejemplo de los tres tipos de epístolas. La podemos leer en el capítulo 51 de la segunda parte. Dice así:

Carta de don Quijote de la Mancha a Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria

Cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias, Sancho amigo, las oí de tus discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo, el cual del estiércol sabe levantar los pobres, y de los tontos hacer discretos. Dícenme que gobiernas como si fueses hombre, y que eres hombre como si fueses bestia, según es la humildad con que te tratas; y quiero que adviertas, Sancho, que muchas veces conviene y es necesario, por la autoridad del oficio, ir contra la humildad del corazón; porque el buen adorno de la persona que está puesta en graves cargos ha de ser conforme a lo que ellos piden, y no a la medida de lo que su humilde condición le inclina. Vístete bien, que un palo compuesto no parece palo. No digo que traigas dijes ni galas, ni que siendo juez te vistas como soldado, sino que te adornes con el hábito que tu oficio requiere, con tal que sea limpio y bien compuesto.

Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras has de hacer dos cosas: la una, ser bien criado con todos, aunque esto ya otra vez te lo he dicho; y la otra, procurar la abundancia de los mantenimientos; que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que la hambre y la carestía.

No hagas muchas pragmáticas; y si las hicieres, procura que sean buenas, y, sobre todo, que se guarden y cumplan; que las pragmáticas que no se guardan, lo mismo es que si no lo fuesen; antes dan a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas, no tuvo valor para hacer que se guardasen; y las leyes que atemorizan y no se ejecutan, vienen a ser como la viga, rey de las ranas: que al principio las espantó, y con el tiempo la menospreciaron y se subieron sobre ella.

Sé padre de las virtudes y padrastro de los vicios. No seas siempre riguroso, ni siempre blando, y escoge el medio entre estos dos estremos, que en esto está el punto de la discreción. Visita las cárceles, las carnicerías y las plazas, que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia: consuela a los presos, que esperan la brevedad de su despacho; es coco a los carniceros, que por entonces igualan los pesos, y es espantajo a las placeras, por la misma razón. No te muestres, aunque por ventura lo seas -lo cual yo no creo-, codicioso, mujeriego ni glotón; porque, en sabiendo el pueblo y los que te tratan tu inclinación determinada, por allí te darán batería, hasta derribarte en el profundo de la perdición.

Mira y remira, pasa y repasa los consejos y documentos que te di por escrito antes que de aquí partieses a tu gobierno, y verás como hallas en ellos, si los guardas, una ayuda de costa que te sobrelleve los trabajos y dificultades que a cada paso a los gobernadores se les ofrecen. Escribe a tus señores y muéstrateles agradecido, que la ingratitud es hija de la soberbia, y uno de los mayores pecados que se sabe, y la persona que es agradecida a los que bien le han hecho, da indicio que también lo será a Dios, que tantos bienes le hizo y de contino le hace.

La señora duquesa despachó un propio con tu vestido y otro presente a tu mujer Teresa Panza; por momentos esperamos respuesta.

Yo he estado un poco mal dispuesto de un cierto gateamiento que me sucedió no muy a cuento de mis narices; pero no fue nada, que si hay encantadores que me maltraten, también los hay que me defiendan.

Avísame si el mayordomo que está contigo tuvo que ver en las acciones de la Trifaldi, como tú sospechaste, y de todo lo que te sucediere me irás dando aviso, pues es tan corto el camino; cuanto más, que yo pienso dejar presto esta vida ociosa en que estoy, pues no nací para ella.

Un negocio se me ha ofrecido, que creo que me ha de poner en desgracia destos señores; pero, aunque se me da mucho, no se me da nada, pues, en fin en fin, tengo de cumplir antes con mi profesión que con su gusto, conforme a lo que suele decirse: amicus Plato, sed magis amica veritas. Dígote este latín porque me doy a entender que, después que eres gobernador, lo habrás aprendido. Y a Dios, el cual te guarde de que ninguno te tenga lástima.

Tu amigo, Don Quijote de la Mancha.

En este caso, don Quijote firma la carta, no como con la cédula de los tres pollinos que solo la rubricó para no deslegitimar la validez del documento, ni para desautorizarse a sí mismo como don Quijote, ya que para que la sobrina le diese validez tendría que firmarla como Alonso Quijano.

Esta carta no es solo una epístola cortesana, una epístola familiar, una epístola retórica, sino que es también un verdadero ensayo.

Hay otro tipo de carta que no está presente en el Quijote, es la carta evangélica, que es una género muy especial de la epistemología que, generalmente, es una carta familiar dirigida a un grupo unidos por la fe.



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