
El cura es uno de los
personajes más parodiados del Quijote. No deja de ser curioso que
aparezca en numerosas ocasiones en la novela pero ninguna de ellas
ocupándose de sus feligreses, ni haciendo nada que tenga que ver con
la actividad eclesiástica. Podemos ver en eso una de las
características cervantinas: cuando la ironía no está en las
palabras, pero sí en los hechos. Ocurre lo mismo que pasa en La Regenta,
cuando la mujer más hermosa de Vetusta no es capaz a de enamorar a
nadie que valga la pena, nada más que a un cura, que es como si no
se enamorara nadie y un don Juan trasnochado, con cincuenta y tantos
años de la época, un verdadero viejo, don Alvaro Mesía; que la
mujer más atractiva de una cuidad de apenas treinta años, solo
despierte el amor de viejo, que solo trata de burlarse de ella, y de
un cura, que si bien las tiene todas, porque el magistral es un tío
perfecto físicamente, pero es un cura, y que tiene una madre que no
le deja tener relaciones sexuales nada más que con la asistenta que
tiene en casa, es pura ironía sobre la belleza de Ana Ozores. Algo
parecido tenemos en la Celestina, que dice necesitar de una vieja
para que Calixto y Melibea se enamoren, cuando en realidad ya están
enamorados desde que se vieron; no es necesario la intermediación
para el amor, en todo caso es necesaria para que le abra la puerta
del dormitorio.
Decíamos, que me voy por las ramas, que el cura del
Quijote no hace en la novela nada relacionado con su actividad
eclesiástica. Sin embargo, se dice en la novela que el cura es un
gran bromista, y es quien idea el plan de disfrazarse de princesa
menesterosa para hacerle salir a don Quijote de Sierra Morena. El
narrador cínicamente lo cuenta así en el cap 26-1ª:
“Después,
habiendo bien pensado entre los dos el modo que tendrían para
conseguir lo que deseaban, vino el cura en un pensamiento muy
acomodado al gusto de don Quijote, y para lo que ellos querían, y
fue que dijo al barbero que lo que había pensado era: que él se
vestiría en hábito de doncella andante, y que él procurase ponerse
lo mejor que pudiese como escudero, y que así irían adonde don
Quijote estaba, fingiendo ser ella una doncella afligida y
menesterosa, y le pediría un don, el cual él no podría dejársele
de otorgar como valeroso caballero andante y que el don que le
pensaba pedir era que se viniese con ella, donde ella le llevase, a
desfacelle un agravio que un mal caballero le tenía hecho, y que le
suplicaba ansimesmo que no la mandase quitar su antifaz, ni la
demandase cosa de su facienda hasta que la hubise hecho derecho de
aquel mal caballero; y que creyese sin duda que don Quijote vendría
en todo cuanto le pidiese por este término, y que desta manera le
sacarían de allí y le llevarían a su lugar, donde procurarían ver
si tenía algún remedio su estraña locura.”
El
cura disfrazado de princesa menesterosa; en vez de pensar en la misa piensa en el carnaval.
Cervantes sin duda disfraza al cura así, -hace que se disfrace él,
que sea iniciativa suya - porque se quiere burlar de él y eso lo
hace en plena contrarreforma cuando el Concilio de Trento había
prohibido que los curas adoptaran una indumentaria distinta de su
oficio.
“En
resolución, la ventera vistió al cura de modo que no había más
que ver: púsole una saya de paño, llena de fajas de terciopelo
negro de un palmo en ancho, todas acuchilladas, y unos corpiños de
terciopelo verde, guarnecidos con unos ribetes de raso blanco, que se
debieron de hacer, ellos y la saya, en tiempo del rey Wamba. No
consintió el cura que le tocasen, sino púsose en la cabeza un
birretillo de lienzo colchado que llevaba para dormir de noche, y
ciñóse por la frente una liga de tafetán negro, y con otra liga
hizo un antifaz, con que se cubrió muy bien las barbas y el rostro;
encasquetóse su sombrero, que era tan grande que le podía servir de
quitasol, y, cubriéndose su herreruelo, subió en su mula a
mujeriegas, y el barbero en la suya, con su barba que le llegaba a la
cintura, entre roja y blanca, como aquella que, como se ha dicho, era
hecha de la cola de un buey barroso.” Cap.
27 1ª:
“No
consiguió el cura que le tocasen”, ¿que le pusieran la toca o que
le tocasen de tocar? ¡Vaya diafonía!, ¡Tocar a un cura! “Noli me
tangere”. Y sigue el narrador:
“Mas,
apenas hubo salido de la venta, cuando le vino al cura un
pensamiento: que hacía mal en haberse puesto de aquella manera, por
ser cosa indecente que un sacerdote se pusiese así, aunque le fuese
mucho en ello; y, diciéndoselo al barbero, le rogó que trocasen
trajes, pues era más justo que él fuese la doncella menesterosa, y
que él haría el escudero, y que así se profanaba menos su
dignidad; y que si no lo quería hacer, determinaba de no pasar
adelante, ...”
Vamos
que la burla no pasa adelante, que todo queda en un simple desliz
imputable al personaje, no al autor; imputable al cura, no a
Cervantes. Es la habilidad de Cervantes, primero lo viste de ramera,
pero luego cínicamente lo corrige, y así se libra de la Inquisición. Sigue el narrador:
“En
esto, llegó Sancho, y de ver a los dos en aquel traje no pudo tener
la risa”
Sancho
no es ningún tonto y al verlos no pudo contener la risa. Luego se
encuentran con Dorotea, ya tienen a la princesa y no hace falta
disfrazarse de mujer. El cura se quita su disfraz y queda en ropa
interior; es justo cuando se encuentra con don Quijote que pasado un
tiempo le dice:
“...ruego
al señor licenciado me diga qué es la causa que le ha traído por
estas partes, tan solo, y tan sin criados, y tan a la ligera, que me
pone espanto.”
Claro,
encontrarse al cura de tu pueblo en calzoncillos por el monte a
principios del siglo XVII es un poco raro. El cura que es un pillo le
dice, cargando las tintas en referencia a lo galeotes que don Quijote
liberó, que le robaron la ropa unos ladrones a los que un perturbado
les dio libertad. Indirectamente llama a don Quijote loco, y don
Quijote callado, tragando.
En
otro momento dice del cura el narrador. Cap 29-1ª:
“El cura, que vio
el peligro que corría su invención de ser descubierta, acudió
luego a las barbas y fuese con ellas adonde yacía maese Nicolás,
dando aún voces todavía, y de un golpe, llegándole la cabeza a su
pecho, se las puso, murmurando sobre él unas palabras, que dijo que
era cierto ensalmo apropiado para pegar barbas, como lo verían; y,
cuando se las tuvo puestas, se apartó, y quedó el escudero tan bien
barbado y tan sano como de antes, de que se admiró don Quijote
sobremanera, y rogó al cura que cuando tuviese lugar le enseñase
aquel ensalmo; que él entendía que su virtud a más que pegar
barbas se debía de estender, pues estaba claro que de donde las
barbas se quitasen había de quedar la carne llagada y maltrecha, y
que, pues todo lo sanaba, a más que barbas aprovechaba.”
Un cura de la contrarreforma
practicando ensalmos para pegar barbas, cosa más bien de hechicero o
de curandero. Otra parodia que le cae a los curas.
En el capítulo 1 de la 2ª
parte, hay una broma sobre la confesión:
-Y a vuestra merced, ¿quién
le fía, señor cura? -dijo don Quijote.
-Mi profesión -respondió
el cura-, que es de guardar secreto.
Pero este cura es un gran
tracista y como dice Sancho al final de la obra, es alegre y amigo
de holganza. La idea que se quiere dar aquí es que el Quijote
crítica a los idealistas demostrando que son incompatibles con la
realidad y que pueden llegar a ser muy peligrosos, y que esa crítica
es profunda, sutil y que no se detiene ante nada, ni ante la iglesia
de la contrarreforma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario