En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

El licenciado Vidriera, el membrillo y la universidad

El licenciado vidriera 

El éxito de muchas obras literarias se debe a que muchas personas inteligentes no las han leído. En el caso de Cervantes ocurre lo contrario, muchas personas inteligentes no han leído a Cervantes y eso ha tenido como consecuencia que no haya tenido el éxito que debiera. La española inglesa, obra que como otras muchas ya presenta un oxímoron en su mismo título, ya que hablar, a comienzos del siglo XVII, de la española inglesa es muy contradictorio (sería como hablar ahora de la estadounidense talibán, y también se presta a hablar de una española catalano-esquerra), algo complicado porque las relaciones políticas entre España e Inglaterra eran muy difíciles en esa época. 

Es lo mismo que ocurre con el Licenciado Vidriera: ninguna persona después de haber estudiado mucho puede estar tan loca como para creerse de vidrio por culpa de un membrillo; o como el Coloquio de los perros, dado que los perros no pueden hablar; o en La Ilustre fregona, una fregona, en esos tiempos, no podía ser ilustre, ya que era imposible su pertenencia a una clase social alta; o el caso de Las dos doncellas, que ni eran doncellas ni eran dos, aunque las protagonistas si fuesen dos. Quiero decir que Cervantes siempre va a utilizar el lenguaje para jugar con él, expresar contradicciones, y mucha ironía, que si no nos fijamos un poco pueden pasar desapercibidas. 

El licenciado Vidriera es la quinta de la Novelas Ejempares de Cervantes. La idea fundamental puede resumirse en que el gremio es el sucedáneo de la sociedad. La sociedad ideal no es la utopía, es el gremio, el lovi, (el partido, diriamos hoy día) que es donde el ser humano se encuentra más a gusto cuando decide renunciar a la lucha y la a la libertad. El protagonista se llama una veces Tomás Rodaja, otras Tomás Rueda, en otras licenciado Vidriera, pero siempre con la idea circular de rodaja o de rueda, de ir transformándose progresivamente, conservando siempre una parte suya esencial e ir cambiando otras partes. El personaje se caracteriza porque su protagonismo, su “yo” es una realidad expuesta de manera dialéctica por parte del narrador a lo largo de la novela: la dialéctica entre individuo y sociedad, entre individuo y el gremio como sucedáneo de la sociedad va a estar expuesta siempre. Entiendo la dialéctica como el procedimiento que nos permite interpretar una idea por oposición a su idea contraria. Ambas ideas son antinómicas pero correlativas entre sí. El relato es lineal, cronológico en cuanto al protagonista, pero no así en la forma que va saltando de la locura a la cordura del personaje. Un personaje que alcanza su mayor grado de locura justo cuando se licencia en la universidad. 

El membrillo 

El membrillo, de entre los cervantinos, que más ha llamado la atención de la crítica es el que una «dama de todo rumbo y manejo» utiliza para ganar los amores del esquivo Tomás Rodaja en El licenciado Vidriera: 

 Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillo toledano dio a Tomás unos destos que llaman hechizos, creyendo que le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla: como si hubiese en el mundo yerbas, encantos ni palabras suficientes a forzar el libre albedrío; y así, las que dan estas bebidas o comidas amatorias se llaman veneficios; porque no es otra cosa lo que hacen sino dar veneno a quien las toma, como lo tiene mostrado la experiencia en muchas y diversas ocasiones. Comió en tan mal punto Tomás el membrillo que al momento comenzó a herir de pie y de mano como si tuviera alferecía, y sin volver en sí estuvo muchas horas, al cabo de las cuales volvió como atontado, y dijo con lengua turbada y tartamuda que un membrillo que había comido le había muerto, y declaró quién se le había dado. 

 Hace ya un tiempo que esto del “membrillo” llamó mi atención y he buscado un poco su simbología. Me he dado cuenta que son muchas las alusiones a este árbol y a su fruto en la literatura cervantina. Veamos algunos ejemplos: 

En La entretenida, en su primer acto, Torrente, criado de Cardenio, aparece “comiendo un membrillo o cosa que se le parezca”, lo que viene a reprocharle su señor, enamorado y, por ello, más inapetente. 

En el entremés El rufián viudo, la Repulida se muestra dispuesta a rasgar “con mis manos pecadoras / la cara de membrillo cuartanario” de la Pizpita. 

El sacristán del entremés de La guarda cuidadosa asegura haberle regalado a Cristina “una destas cajas de carne de membrillo, muy grande, llena de cercenaduras de hostias blancas como la misma nieve”. 

En la segunda parte del Quijote, el médico Pedro Recio recomienda al gobernador Sancho Panza una dieta específica “para conservar su salud y corroborarla”, que consiste en “un ciento de cañutillos de suplicaciones y unas tajadicas subtiles de carne de membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión”. 

El atambor del Coloquio de los perros adiestra a Berganza con una vara de este árbol: “cuando él bajaba una varilla de membrillo que en la mano tenía, era señal del salto; y cuando la tenía alta, de que me estuviese quedo”. 

Y en La gran sultana doña Catalina de Oviedo, se muestra en escena a “un alárabe, vestido de un alquicel; trai en una lanza muchas estopas y, en una varilla de membrillo, en la punta, un papel como billete, y una velilla de cera encendida en la mano; este tal alárabe se pone al lado del teatro, sin hablar palabra”

La variada presencia del membrillo en los textos cervantinos tiene su razón de ser en la simbología que el fruto mantuvo desde Grecia hasta el Renacimiento, así como en las creencias y costumbres de la época. Sin necesidad de meterse en otros berenjenales, se puede afirmar que el membrillo estaba relacionado con el matrimonio, la fertilidad y el sexo. No en vano era un fruto consagrado a Afrodita con el nombre griego de chrysomela, esto es, “manzana de oro”, presentándose unas veces como atributo iconográfico de la propia diosa y otras de su hijo Eros. 

A esa connotación amorosa aludía Basilio Ponce de León en 1608, asegurando que “el membrillo fue símbolo del corazón y usaban los enamorados enviársele atravesado con una saeta”. Diego López en 1615 escribió: “que la esposa antes que se acostase con su esposo comiesse un membrillo, dando a entender que la principal gracia, que sale de la boca, y de la voz de la esposa, importa que sea bien compuesta, y suave, y el membrillo rehaze el coraçón, y pone suave aliento, y olor en la boca, se dize que los membrillos devian ser dados a las nuevas esposas como sean agradables a la boca, y estómago para que y el aliento les sea suave y el olor suave les queda en la boca”. La memoria de tal disposición se repite tanto en Juan de Pineda: “Solón mandó entre sus leyes que, primero que el marido se viese con su mujer, comiese un membrillo”. El misterio era dar a entender que la primera palabra y vista de los esposos ha de ser graciosa, dulce y de buen parecer, como lo es el melocotón o membrillo; y no solo eso, también se creía que el membrillo facilitaba la fertilidad, como exponían Cesare Ripa en 1593: “El membrillo se presentaba a las esposas, en Atenas, por mandato de Solón, estando consagrado a Venus en razón de su fecundidad. 

Pero el membrillo también guardaba un envés carnal, que mencionaba asimismo Ripa: “Dice también Pierio que en algunos lugares se solían arrojar estos membrillos a las señoras nobles, dando muestra con ello del amor que se sentía y acompañándolo del debido besamanos. También se hacía como símbolo de que el hombre, cuando se encamina este fin, persigue el fruto que lícitamente si consigue por mediación del matrimonio, pues, siendo de otra forma, se vendría incurrir en un grave pecado que nos segrega y aparta de alcanzar los reinos celestiales”. 

La misma idea apuntaba Sebastián de Covarrubias: “La etimología de membrillo traen algunos del diminuto de la palabra de membrum, por cierta semejanza que tienen los más dellos con el miembro genital y femíneo”, al tiempo que remitía, como autoridad, a Goropio Becano en su Vertumnus, que había subrayado la continuidad simbólica de la relación entre el membrillo y el sexo desde los griegos hasta su propia contemporaneidad. Esa falsa etimología que vincula el miembro sexual con el membrillo es también punto de partida para varios juegos de ingenio en la poesía de la época, con ejemplos suficientemente ilustrativos en Góngora y en Quevedo. 

Pero no queda ahí la cosa, ya que esa derivación genital pudo ser la razón de que el membrillo terminara vinculándose al entorno verbal de la prostitución. Eso, al menos, parecen indicar refranes como “Espada, membrillo y mujer, si han de ser buenos, de Toledo han de ser”, que ha de leerse a la luz de otro complementario: “Espada valenciana y broquel barcelonés; puta toledana y rufián cordobés”. 

En La pícara Justina se narra un episodio, que David Mañero ha interpretado como “recreación burlesca del episodio bíblico de Herodes y Salomé”, en la que la hija de un corregidor, tras haber bailado en público durante una boda, pide en pago “una cabeza de ternera y una caja de carne de membrillo y unas medias lagartadas” y, en referencia las dos últimas cosas, el padre le responde: “Lo otro que pides no se usa en esta tierra ni pertenece a mi reino”. 

Hay un pasaje extraordinariamente interesante para este aspecto en los Coloquios de Palatino y Pinciano, donde los protagonistas, tras una conversación algo subida de tono, hablan por un momento del membrillo que unas damas les han traído a la mesa. La condición compartida por ambos interlocutores de estudiantes en la Universidad de Salamanca, la mención de San Lucas, cuya festividad, el 18 de octubre, marcaba el comienzo del curso y el retorno de los estudiantes a la ciudad –conforme al refrán “A Salamanca, putas, que ya viene San Lucas”– y la posibilidad de que el membrillo esté envenenado nos llevan de nuevo a la historia de Tomás Rodaja, también estudiante salmantino que enloquece tras comer el membrillo que le ha ofrecido una cortesana. Tales requerimientos amorosos, el sexo y la prostitución también alcanzan a la comedia La entretenida, donde Torrente comparece en escena engullendo un membrillo. Su amo Cardenio se lo reprocha, considerando que comer en público es un acto villanesco. Sin embargo, el criado alega que el membrillo es toledano, recuerda el refrán “Espada, mujer, membrillo, / a toda ley, de Toledo” y sentencia que «las acciones naturales / son forzosas», vinculando así la ingesta del membrillo y el sexo. Aunque aquí también tiene parte la simbología del matrimonio, pues Cardenio pretende casarse con Marcela y Torrente aspira obtener los amores de su criada Cristina. 

En el mismo ambiente carnal y licencioso, la Repulida amenaza a la Pizpita en El rufián viudo con rasgar su “cara de membrillo cuartanario”, aludiendo a su color pálido, pero acaso también con un trasfondo sexual despectivo, mientras que el sacristán de La guarda cuidadosa utiliza una caja de carne de membrillo para ganarse los favores amatorios de Cristina. 

Pero no todo era carne en el membrillo, pues el fruto tuvo también un uso médico, y de ahí que el Romancero historiado de 1582 mencione el “cordial membrillo” o que Lope, en la Arcadia, lo presente como “bueno / para arañas y veneno”. También Andrés Laguna confirmó su utilidad para la salud y, en especial, para el vientre: “Son muy útiles los membrillos así en salud como en uso de medicina, porque se hace dellos aceite, vino, jarabe, almíbar, gelea, mermelada y muchas otras cosas cordiales y confortativas de estómago”. A ambas posibilidades acudió Cervantes, que en El licenciado Vidriera, relacionó el fruto con el veneno, mientras que en el Quijote afirmaba, por boca de Pedro Recio, que el membrillo asentaba el estómago y ayudaba a la digestión. 

 La universidad 

De todos es conocida la crítica de Cervantes a la universidad, en el Quijote, conocemos el "mal agüero" del médico licenciado en Osuna, o el persojnaje de Sansón Carrasco, estudiante de Salamanca, socarrón y cínico, un trapista, falsario al que se le encomienda la labor de desactivar a don Quijote; en la playa de Barcelona le vence conforme al código de la caballería andante, y le obliga a volver a casa donde el héroe recupera la razón y al poco muere. Por su propia nomenclatura Sansón Carrasco es un personaje grotesco, una figura fácilmente burlesca, un estudiante torpe que bien podría ser profesor o, incluso, catedrático. Todo esto nos da a entender el cariño que Cervantes tenía por la Universidad, que de alguna manera explicitó más claramente en El Licenciado Vidriera que después de pasar por las aulas se gradúa en leyes por Salamanca alcanzando la suprema locura; se dedica a hacer chistes contra la mujer y contra los judíos, confundiendo las sentencias de la sabiduría clásica con declaraciones públicas que son verdaderos dislates. Se convierte al licenciarse en una especie de tonto de pueblo que vive en la ciudad, dignificado por un título de la Universidad, pero no dice más que estupideces, recopilando todos los tópicos de la época usándolos de manera inadecuada. Esa era la supremacía que Cervantes reconocía a la Universidad, dice “todos los doctores estaban admirados de la sabiduría de este personaje” -el prestigio le ocurre lo que a la virtud, que solo existe donde hay algo que ocultar-. Al licenciado vidriera nadie le puede tocar porque en su encuentro con la mujer que le da a comer un membrillo, que le sienta fatal, y le hace no desear el contacto con ningún ser humano y dice además de ser insensible que es de vidrio y se puede romper. ¡Lo que que puede llegar a hacer un membrillo!

 

Bibliografía:

Cesare Ripa, Iconología, trad. Juan Barja, Yago Barja, Rosa Mariño y Fernando García, Madrid, Akal, 1987.

Luis de Góngora, Letrillas, ed. Robert Jammes, Madrid, Castalia, 1980.

Francisco de Quevedo, Poesía original completa, ed. José Manuel Blecua, Barcelona, Planeta 1983.

Augustin Redondo, Culturas del Siglo de Oro. Mentalidades, tradiciones culturales, Salamanca.

Arce de Otálora, Juan de, Coloquios de Palatino y Pinciano, ed. José Luis Ocasar Ariza, Madrid.

Cervantes, obra completa. Biblioteca virtual de Cervantes.

 

 

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