En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El embrujo de Shanghai


Ahora esta ciudad y los días que nacen en ella tienen una luz transitoria y un aire encalmado: dirías que el huracán de la vida pasa lejos de aquí, lejos de tu cama, y que te ha olvidado. Pero no es verdad. Porque inevitablemente y quieras que no, y con más saña y de forma más duradera que la enfermedad que ahora te aqueja, el mundo te contagiará su fiebre y su quimera y tendrás que aprender a vivir con ellas”.
Juan Marsé. El embrujo de Shanghai.

Encuentro un libro olvidado, no sé por qué, durante mucho tiempo en mi biblioteca. Un libro que tenía muchas ganas de leer, al que se le han adelantado otros por una colocación descuidada; un libro con película que no quise ver hasta después de haber leído el libro. “El embrujo de Shanghai”, de Juan Marsé.

Y ahora está en mis manos y yo decidido. Veo, también olvidada, la silla de playa entre los rosales, que no entienden de fechas, repletos de yemas. Es Navidad, y tengo ganas de olvidarme un poco de lo que sucede, y tengo tiempo de leer todas las mañanas bajo la parra recién podada y este suave sol de diciembre que se cree de octubre.

Abro el libro por fin, y me encuentro, nada más levantar la tapa, con su frase introductoria, una cita de Luis García Montero:

La verdadera nostalgia, la más honda, no tiene que ver con el pasado, sino con el futuro. Yo siento con frecuencia la nostalgia del futuro, quiero decir, nostalgia de aquellos días de fiesta cuando todo merodeaba por delante y el futuro aún estaba en su sitio.”

Entonces presiento que el libro será una maravilla. Y me acerco a los rosales con mi gorra parisina, atraído por Marsé y comienzo a leer embrujado ya por Shanghai, embrujado por el futuro que pudo ser. Aquel futuro que, entonces, estaba donde debía estar.



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