En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

sábado, 6 de agosto de 2022

El Quijote: la historia como materia de ficción


Granada, la mezquita mayor

La transformación de la historia en materia de ficción fue una de las grandes bazas del Quijote, que se intensificó decisivamente como recurso narrativo de la segunda parte. Los individuos reales, los datos históricos y las referencias geográficas le permitieron a Cervantes presentar a sus héroes imaginarios como coetáneos de los lectores. Las aventuras de don Quijote parecen tener lugar no en los tiempos remotos o en los espacios indefinidos de los libros de caballería, sino en la inmediatez de un mundo compartido con las gentes de los siglos XVI y XVII. Con este recurso ahonda en la condición de historia que envuelve a su ficción y en su propio papel de historiador. Personajes, narrador y lector comparten una misma existencia, inserta en una realidad cercana y que tiene lugar en partes conocidas y precisas, como Toledo, el Toboso o Barcelona. Por otro lado, la presencia de una circunstancia próxima al lector ahonda en el anacronismo del propio don Quijote y en el contrapié en que se halla tras haber decidido reconstruir el ideal arcaico y ficticio de la caballería en un mundo más real por más inmediato.

El escrutinio de la librería confirma esa cercanía en el tiempo, pues el hidalgo había comprado algunas novedades editoriales como El pastor de Iberia, impreso en Sevilla en 1591, o la misma Galatea de Cervantes. El narrador se encarga de llamar la atención sobre este hecho:

[...] me parecía que, pues entre sus libros se habían hallado tan modernos como Desengaño de celos y Ninfas y pastores de Henares, que también su historia dea de ser moderna; y que, ya que no estuviese escrita, estaría en la memoria de la gente de su aldea y de las a ella circunvecinas”(I,9).

Ese mismo capítulo IX sirve para confirmar la contemporaneidad de la historia, cuando el segundo autor se presente a sí mismo en la Alcalaná toledana. En ese paisaje urbano aparecen tanto la historia arábiga de Benengeli, como el morisco aljamiado que la habrá de traducir. Sin embargo, el narrador añade sin venir a cuento:

[...] no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues, aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua, le hallara”.

Esa lengua no era otra que el hebreo, y sus intérpretes, unos judíos a los que se suponía expulsados desde 1492. Se insinúa, sin embargo, que en Toledo seguía habiendo judíos tras la expulsión y se abre así la puerta de la ficción a la cuestión, tan trágica y tan real en la España del XVI, del estatuto de limpieza de sangre, los conversos y los criptojudíos. En ese marco es donde cobran sentido las protestas que Sancho deja caer, como otros muchos labradores literarios del Siglo de Oro, en torno a lo inmaculado de su sangre.

Don Fernando, Cardenio o Luscinda sirven como ejemplo de la vida e intereses de la nobleza, mientras que Dorotea y sus padres representan a una clase social, sin sangre aristocrática, pero que había medrado gracias al dinero. Los galeotes, con Ginés de Pasamonte a la cabeza, dan cuenta de la política marítima de la Corona, de los castigos que perseguían a los delincuentes y de una justicia que tenía su brazo armado en los cuadrilleros de la Santa Hermandad, pero también aluden a la picaresca como novedad editorial.

La torre tupiana

El cautivo, por su parte, representa los intereses de la monarquía hispánica en el Mediterráneo y la penosa realidad de muchos españoles prisioneros en el norte de Africa. Además, la historia del capitán Pérez de Viedma recogía parte de las experiencias personales de Cervantes, refrendadas luego por las declaraciones hechas en los procesos en los que se vio envuelto y por las noticias que recogió fray Diego de Haedo en la Topografía e historia general de Argel (1612). Por su parte, la figura del oidor Juan Pérez de Viedma vuelve los ojos hacia las Indias, el otro confín de los afanes políticos hispánicos. Entre tanto, el personaje del canónigo de Toledo introduce las polémicas contemporáneas sobre la licitud del teatro, la crítica de las comedias que Lope había puesto en boga y el elogio de las de ayer, como La Isabela, La Filis, La Alejandra de Lupercio Leonardo de Argensola, El mercader amante de Gaspar de Aguilar o La Numancia del propio Cervantes.

La segunda parte se abre con una alusión a los disparates de los arbitristas y a la noticia de un ataque de los turcos, ya que la posibilidad de una invasión turca y las constantes escaramuzas que tenían lugar en la costa fueron lugar común de las conversaciones de los españoles durante el siglo XVI. En la novela, esas charlas son cabeza de un puente que tiene su otro extremo en las últimas páginas, donde Ana Félix aparecerá disfrazada de arráez turco en el puerto de Barcelona. Sansón Carrasco, por su parte, trae consigo la ciencia moderna y el prestigio de la universidad de Salamanca, que se opone burlescamente a otras universidades menores y mal vistas en la época, como la de Osuna, del doctor Pedro Recio de Agüero (de mal agüero para el burlado Sancho que, en bien de salud, de nada podía comer), o la de Sigüenza, donde se había graduado el licenciado Pero Pérez, que, en su relato, dio grado en cánones al Neptuno loco del capítulo I de la Segunda parte:

En la casa de los locos de Sevilla estaba un hombre a quien sus parientes habían puesto allí por falto de juicio. Era graduado en cánones por Osuna, pero aunque lo fuera por Salamanca, según opinión de muchos, no dejara de ser loco.  

También hay que atribuir al bachiller Carrasco la noticia inmediata de la impresión y el éxito del Ingenioso hidalgo de 1605.

El caballero del Verde Gabán representa el nuevo modo social de unos hidalgos situados en los estamentos intermedios y su vida moderada viene a contrastar con los lujos y dispendios de los duques. Por medio de estos nobles sin nombre determinado, Cervantes dispara contra los ocios inútiles de la nobleza española, en términos literarios, pero parejos a los del Discurso contra la ociosidad del cronista real Pedro de Valencia. Como interludio en el episodio ducal, se inserta la primera referencia a la expulsión de los moriscos, iniciada en 1609 precisamente en el valle levantino de Ricote. El asunto volverá ante los ojos del lector cuando entre Ana Félix en escena. Por su parte, Roque Guinart es uno de los personajes que llega directamente desde la historia, para la que fue un famoso bandolero catalán, de nombre Perot Roca Guinarda, que ya había sido indultado a mediados de 1611. Por último, la carta que Sancho escribe a su mujer con fecha de 20 de julio de 1614 abría la puerta al asalto final de la contemporaneidad, que, para Cervantes, representaba el Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda.

Pero no todo es tan simple; algunas veces la historia se mezcla hasta tal punto con la ficción, que resulta difícil rastrear sus verdaderos orígenes. Es el caso del descubrimiento, burlesco a todas luces, de los epitafios escritos por los académicos de Argamasilla:

Ni de su fin y acabamiento pudo alcanzar cosa alguna, ni la alcanzara ni supiera si la buena suerte no le deparara un antiguo médico que tenía en su poder una caja de plomo, que, según él dijo, se había hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita que se renovaba; en la cual caja se habían hallado unos pergaminos escritos con letras góticas, pero en versos castellanos, que contenían muchas de sus hazañas”(I, 52).

La patraña parece tomada del prólogo del Amadís:

[...] por gran dicha paresció en una tumba de piedra que debaxo de la tierra, en una hermita cerca de Constantinopla, fue hallada, y traído por un úngaro mercadero a estas partes de España, en letra y pargamino tan antiguo que con mucho trabajo se pudo leer por aquellos que la lengua sabían.


¿Mera literatura? S
olo hasta cierto punto. En 1588 se había hallado en la Torre Turpiana de Granada (el antiguo minarete o alminar de la mezquita mayor) una caja de plomo con un sospechoso pergamino de materia devota, al que seguirían, siete años después, los famosos libros plúmbeos del Sacromonte, conformando una red de imposturas y fingimientos que vino a creer media España. Cuando Cervantes componía el Quijote, la polémica estaba en pleno auge y a la cabeza de los detractores se había situado Pedro de Valencia, amigo entonces del mecenas de Cervantes don Bernardo de Rojas y Sandoval. Es probable que el escritor quisiera ironizar sobre el asunto acudiendo nada menos que a la autoridad burlesca del Amadís de Gaula. Algo similar haría con la materia de brujas en el Coloquio de los perros, tan coincidente con el Asno de oro como con el panfleto publicado en 1611 a raíz de los procesos contra las brujas de Zugarramurdi. Quizá sea motivo suficiente para andar con pies de plomo en esto de las fuentes cervantinas y reservar el mejor pedazo del libro a la capacidad inventiva de Cervantes.




Bibliografía:

Eisenberg, D. (1991): Estudios cervantinos. Sirmio. Barcelona.

Márquez Villanueva, F. (1973): Fuentes literarias cervantinas. Gredos. Madrid.

(1975): Personajes y temas del Quijote. Taurus. Madrid.

Martín Morán, J. M. (1990): El Quijote en ciernes. Dell’ Orso. Turin.

Menéndez Pidal, R. (1948 ): “Un aspecto en la elaboración del Quijote", De Cervantes y Lope de Vega. Espasa-Calpe.

Redondo, A. (1997): Otra manan de leer el Quijote. Castalia. Madrid

Rico, F. (1996): “El primer pliego del Quijote". Hispanic Review.

(2002): “A pie de imprentas. Pág y noticias de Cervantes”. Bulletin Hispanique, 2 (2002).

Riquer, M. de (2003): Para leer a Cervantes. El Acantilado. Barcelona.

Urbina, E. (1990): Principios y fines del Quijote. Scripta Humanística. Potomac.


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