En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

miércoles, 15 de abril de 2020

El juego de don Quijote


Apunta Torrente Ballester que don Quijote es consciente de su juego, que no es un loco, sino que se finge loco, porque quiere vivir, quiere divertirse. Para esto da algunos ejemplo (Torrente no es como Borges que hace comentarios y no los explica):

Cuando don Quijote prueba sus armas, las rompe en pedazos, las repara de nuevo, y ya no las prueba más. Es como si pensara, “para lo que yo las quiero bien me valen como están”. Cap. 1:

Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y por asegurarse de este peligro, la tornó a hacer de nuevo poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera que él quedó satisfecho de su fortaleza, y sin querer hacer una nueva experiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.


En el episodío de los rebaños de ovejas, cuando embiste a los rebaños, lo hace teniendo en cuenta su altura, no lleva la lanza en horizontal como acometería a un jinete, sino en oblicuo consciente de la altura de las ovejas. En el cap. 18, Cuando Sancho le dice que no son gigantes ni caballeros, don Quijote le responde:

-¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los atambores?
No oigo otra cosa –respondió Sancho– sino muchos balidos de ovejas y carneros.
Y así era la verdad, porque ya llegaban cerca los dos rebaños.
El miedo que tienes –dijo don Quijote– te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas; porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda. 
 
Torrente considera que don Quijote lo que le está diciendo a Sancho es algo así como, “mira si tú no quieres jugar a esto, quítate de en medio, no estorbes y déjame jugar a mí que yo quiero divertirme”. Lo que pasa es que eso de pasárselo bien es relativo porque lo pastores lo apedrean con sus ondas y le rompen la dentadura. Tras esto es cuando viene lo del bálsamo de Fierabrás que cura todos los males, pero que al parecer solo le hace efecto a los caballeros, porque Sancho cuando lo toma vomita sobre don Quijote, y este al recibir el regalo de Sancho, acaba vomitando también en un escena verdaderamente repugnante.
En la escena que se desarrolla en Sierra Morena con la donación de los pollinos. Sancho le dice a don Quijote que le firme un papel, pero don Quijote le dice que con la rúbrica será suficiente, que su sobrina conoce bien su firma. Claro, si firma con “Don quijote de la Mancha”, su sobrina lo vería como parte de su locura y no lo tendría en cuenta, pero si firma como Alonso Quijano”, estaría desmontando su juego. Aquí el narrador parece advertirnos, mostrando el racionalismo del héroe, el grado de cordura con el que opera don Quijote (lo mismo que cuando don Quijote muere, que lo hace conforme a una razón política, haciendo testamento, y conforme a una razón teológica, con la confesión). La firma de los pollinos se realiza a 22 de agosto del año en curso...
En el mismo sentido podríamos hablar de las ventas que son castillos para don Quijote. El se hospeda en ellas y no paga porque los Caballeros andantes no pagan (como si fueran políticos aforados). El ventero le dice que le pague, pero don Quijote no se viene a razones:
Luego, ¿venta es ésta? –replicó don Quijote.
Y muy honrada –respondió el ventero.
Engañado he vivido hasta aquí –respondió don Quijote–, que en verdad que pensé que era castillo, y no malo; pero, pues es ansí que no es castillo sino venta, lo que se podrá hacer por agora es que perdonéis por la paga, que yo no puedo contravenir a la orden de los caballeros andantes, de los cuales sé cierto, sin que hasta ahora haya leído cosa en contrario, que jamás pagaron posada ni otra cosa en venta donde estuviesen, porque se les debe de fuero y de derecho cualquier buen acogimiento que se les hiciere, en pago del insufrible trabajo que padecen buscando las aventuras de noche y de día, en invierno y en verano, a pie y a caballo, con sed y con hambre, con calor y con frío, sujetos a todas las inclemencias del cielo y a todos los incómodos de la tierra.
Poco tengo yo que ver en eso –respondió el ventero–; págueseme lo que se me debe, y dejémonos de cuentos ni de caballerías, que yo no tengo cuenta con otra cosa que con cobrar mi hacienda.  
Vos sois un sandio y mal hostalero –respondió don Quijote. 
 
Don Quijote da media vuelta y se marcha sin pagar. Será loco, pero sabe llevar su contabilidad. Pero aforarse en el código para no pagar es un delito, nadie puede ir al Mercadona y llevarse aquello que se le antoje aunque lo haga en nombre de los pobres. Eso es un delito.

Hay otro momento en la venta (cap. 44) en el que unos clientes además de irse sin pagar apalean al ventero y la hija de este acude a don Quijote para que socorra a su padre, quien, con la escusa de que está enfrascado en otra empresa con la Princesa Micomicona, le contesta con toda la prudencia de un cuerdo:

-Fermosa doncella, no ha lugar por ahora vuestra petición, porque estoy impedido de entremeterme en otra aventura en tanto que no diere cima a una en que mi palabra me ha puesto. Mas lo que yo podré hacer por serviros es lo que ahora diré: corred y decid a vuestro padre que se entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere, y que no se deje vencer en ningún modo, en tanto que yo pido licencia a la princesa Micomicona para poder socorrerle en su cuita; que si ella me la da, tened por cierto que yo le sacaré della.

Don Quijote estará zumbado, pero vacila al personal todo lo que quiere. Sabe manejar bien la situación cuando le interesa.

En el episodio de los galeotes se enfrenta a los guardias, la Guardia Civil de entonces, y les exige que suelten a los presos, que nadie tiene derecho a quitar la libertad de nadie. Maneja una idea de libertad posmoderna, rusoniana, “el hombre es libre por naturaleza”; una idea ridícula y más en aquellos tiempos, cuando la realidad nadie es libre por naturaleza, y la libertad hay que ganarla con esfuerzo. Cuando los libera, Sancho le advierte que lo que ha hecho es un delito y le dice que lo mejor que puede hacer es ocultarse de la Inquisición en Sierra Morena, y don quijote que es muy inteligente y no está loco, le dice:

-...porque no digas que soy contumaz y que jamás hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes…
Que tanto teme Sancho, y que él que no está loco, también la teme. Hay una racionalidad que don Quijote nunca pierde de vista y que siempre responde a sus objetivos.
Y el episodio más claro de la cordura de don Quijote es cuando en el corazón de Sierra Morena dice a Sancho que le lleve la carta a Dulcinea, y la identifica con Aldonza Lorenzo, la hija de Lorenzo Corchuelo, y le dice que la conoce bien, que es una mujer de pelo en pecho, que se sube a la torre de la iglesia y la oyen en los pueblo vecinos, que tiene la mejor mano que hay en toda la Mancha para salar puercos, que no es nada melindrosa y tiene mucho de cortesana -hoy día no se podría decir eso de una mujer-, y añade que de todo se burla y de todo hace mueca y donaire -quiere decir que le va el rollete-. Don Quijote no desmiente esto, hace como que no va con él y le responde a Sancho:
Esa es, y es la que merece ser señora de todo el universo.

Sancho dice a Don Quijote, que el pensaba que su dama sería alguna princesa. Y, en lo que parece ser, un esfuerzo de rebajarse su nivel de entendimiento, don Quijote razona como el más cuerdo, y le dice:
-“por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra”.

Dulcinea es perfecta como él la imagina y para lo que él la quiere. Con esto no tenemos otra opción que asumir que su locura es de diseño, que está totalmente estudiada. Luego don Quijote sigue hablándole a Sancho con un discurso manierista y barroco para explicar las locuras que acabará haciendo en su penitencia hasta que vuelva con la respuesta de su amada. Las locuras que hará nada tienen que ver con la que hacía Amadis de Gaula, que arrancaba árboles de cuajo, bastará con unas cuantas piruetas o volteretas para que Sancho lo vea antes de partir con la carta.

Episodio del rosario. Cuando está en el castillo de los duques, imitando de nuevo a Amadis, aparece don Quijote con un rosario. Ocurre la mañana siguiente en la que Altisidora, le declara su amor. Sancho se muestra escéptico de esto y le dice que no entiende como una joven bien parecida se puede enamorar de un viejo y feo, y don Quijote le dice, tu Sancho no lo puedes entender, pero yo soy un seductor. Esa mañana aparece vestido, rosario en mano, como un donjuan. Pero don Quijote no tenía rosario y lo fabrica haciendo bolas de su ropa interior (esto a la censura le pareció mal y sustituyen las bolas por bellotas). El caso es que los locos no mienten, disparatan, pero don Quijote miente más que habla y lo hace de forma articulada; es un gran fingidor.

Don Quijote fracasa en todas sus empresas. Pese a que el Quijote siempre ha enamorado a los idealistas, es a ellos a quien paradójicamente critica, a todos los idealismos. Don Quijote siempre fracasa. Cervantes parece advertirnos que los idealismos no conducen a nada, que es una perdida de tiempo, incluso que pueden llegar a ser peligrosos -eso la historia lo ha demostrado con creces ¿Pero, y si don Quijote no está loco, sino que está jugando para divertirse, para vivir?
Don Quijote parece no poder vivir emancipado de su propia vanidad de la que es victima, pero se emancipa del elogio ajeno, con lo inteligente que es esto. Al reconocer ante Sancho que su mujer ideal es Aldonza Lorenzo, la existencia real de Dulcinea parece no tomarse en serio su propia locura.

En el episodio del cap. 5, en su encuentro con los mercaderes toledanos tras el tropiezo de Rocinante, las patadas que el mozo de mulas le dio en las costillas, y el apaleamiento con los restos de astillas de su propia lanza, le dejan maltrecho sin poder levantarse hasta que tuvo la suerte que pasó un labrador, su vecino Pedro Alonso al que confunde con el Marqués de Mantua, su tío … Don Quijote no atiende sus preguntas y sigue recitando el romance, disparates de pura locura creyéndose los más disparatados personajes de la caballería y confundiendo a su vecino igualmente con otros. A lo que éste le dice:
-Mire vuestra merced, señor, ¡pecador de mí! que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Baldominos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijada.
Palabras de loco como una cabra, o de cuerdo que sigue un juego le contesta:
-Yo sé quien soy, -respondió don Quijote-, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aún todos los nueve de la fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno de por sí hicieron, se aventajarán las mías.
¿No te das cuenta que esto es un juego?, parece decirle al su vecino. Poco después, ya recuperándose en su cama, le visita el cura y don Quijote le llama Arzobispo Turpín y le cuenta que don Roldán lo ha apaleado con el tronco de una encina. Sigue disparatando, se identifica con Reinaldos de Montalbán, pero a pesar de todos sus encantamientos, pide que lo primero, le traigan de comer, como diciendo tengo hambre y lo primero es lo primero, después seguiremos con el juego.
Episodio de la muerte de don Quijote. Cervantes no quiere ridiculizar la muerte de don Quijote pero tiene que matarlo para que Avellaneda no saque la 4ª parte, que no sabe y teme por donde podría salir. Así Cervantes restaura la racionalidad de don Quijote, que de nuevo se convierte en Alonso Quijano, de la misma manera que el licenciado Vidriera recupera la razón a través de un fraile que le hace volver a la sensatez. En este caso don Quijote, Alonso Quijano, volviendo a la razón política, decide hacer testamento, y conforme a la razón teológica se confiesa y encomienda su alma a Dios, Una muerte totalmente racional y contemplando las facetas de la razón de su tiempo; es como vivir en la inocencia, pero no en la ignorancia.

No muere en ridículo aunque antes haya protagonizado muchas situaciones ridículas. La locura de don Quijote tiene sus explicaciones más visibles en la génesis y en la clausura, en el nacimiento y en la muerte, en el momento inicial y en el final, aunque cuando este nace ya Alonso Quijano tenga más de 50 años. Aquí es donde más claramente encontramos las clave de su locura, don Quijote se fanatiza leyendo libros de caballería (cuantas personas se fanatizan con otras cosas, hasta leyendo tuit en las redes sociales. Esto ocurre porque consideran que en estas figuras están objetivadas las claves de su vida). Así el hecho de que alguien enloquezca leyendo libros de caballería no es tan ajeno como pudiera parecer, ya que el leer de forma aséptica no todo el mundo lo consigue. No es lo mismo leer un libro de aventuras, que tras leerlo creerse el héroe de esas aventuras. Dice el cap. 1:

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros,”

Como hay muchos que enloquecen leyendo a los filósofos; y es que la literatura, y más la filosofía, requieren un formación previa. Para entender la literatura hay que conocer el amor y saber lo que es la muerte, para que la experiencia no se quede en el texto. La literatura la entiende mejor la gente vivida, la que acumulan experiencias que luego salen en esos libros con puntos de vista diversos. Sigue el cap 1:

... así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.”

Reemplaza la idea de ficción por la idea de verdad, esto le ocurre a mucha gente, sobre todo a muchos filósofos que son incapaces de comprender el concepto de ficción. La ficción no es mentira pero tampoco es verdad, es ficción, es algo que no es operatorio. Don Quijote se toma en serio la ficción, y alguien que se toma en serio la ficción solo puede ser un loco (diseñado por Cervantes, su autor). En la época de Cervantes se confundía la ficción con la mentira, se consideraba que el poeta mentía y que el historiador decía la verdad, pero esto hoy sabemos que no es así. La literaturas muestra un concepto de ficción que no es soluble en el concepto de verdad ni en el de mentira.

Lo mismo cuando trata la ideas libertad o la justicia. Ideas que ya son anacrónicas en el Renacimiento, pues son ideas medievales, de una época anterior. El Renacimiento es época de estados consolidados, no de héroes que hacen justicia individualmente o bajo una prestación feudal.

Podemos preguntarnos también por la libertad que el narrador da a don Quijote. Las primeras palabras que don Quijote pronuncia ocurren ya muy avanzada la novela porque el narrador no le ha permitido hablar. Es éste quien comienza describiendo los hechos, “En un lugar de la Mancha” va presentando al héroe y diciendo como da nombre a las cosas (se puso el nombre de don Quijote de la Mancha, a su rocín rocinante); se pone a recitar de memoria pasajes de libros de caballería, pasajes de enfermo mental… Le sale un loco absoluto, al que no le da la palabra hasta el capítulo 6, y con citas de caballería. Todo esto nos permite afirmar que don Quijote es un cínico, que se justifica en esa actitud lúdica.

El episodio más cínico del Quijote es el del vaciyelmo. Es la única vez que llueve en la novela, que caen unas gotas. Ve acercarse por los llanos de la Mancha a un barbero que va de un pueblo a otro, que por la lluvia decide cubrirse poniéndose la vacía en la cabeza, don Quijote en su locura lo confunde con un caballero cubierto con su yelmo, que con las gotas y el tímido sol reluce como el oro y dice que lleva puesto el Yelmo de Mambrino, que piensa arrebatarle en descomunal batalla. Arremete contra el barbero que huye y se hace con el yelmo, una escena ridícula carnavalesca. El punto álgido de esta aventura lo tiene poco después en la venta de Palomeque, en la que se reúnen, los cuadrilleros, Fernando, Luscinda, Dorotea, el cura, el barbero Maese Nicolás y aparece también el barbero al que arrebató la vacía, y por burlarse de don Quijote todos le siguen el juego y dicen a una que eso no es vacía sino yelmo, y se lía la gresca en la que también se discute si la albarda con la que Sancho se hace en la pelea es albarda o jaez. La ilusión óptica termina cuando intervienen los cuadrilleros y dicen que que todo esto es una tomadura de pelo. A partir de esta burla, la locura de don Quijote comienza a ser compartida por sus amigos que le siguen el juego. La locura del “yo” pasa al juego del “nosotros”

El juego del “nosotros” lo vemos también en el Retablo de las Maravillas, donde los pícaros Chirino y Campaña están haciendo creer a todo el mundo que ese retablo inexistente, imaginario, aparecen una serie de figuras igualmente imaginarias e irreales (animales del arca de Noé, las aguas del río Jordán), y quien no vea esas figuras es porque es descendiente de judíos o un converso, todo un juego colectivo en la línea del rey desnudo. Pero Cervantes no practica un juego lúdico, sino lo que hace es descubrir una serie de situaciones críticas muy propias de la sociedad de su tiempo, poniendo al descubierto la idea de libertad, la idea de poder, la indolencia de Felipe II por la liberación de los cautivos de Argel.

Así en la primera parte don Quijote controla las normas del juego, pero a medida que avanza la novela las va perdiendo, y las pierde definitivamente al salir de la venta que se lo llevan enjaulado hacia su aldea, creyendo él que va encantado. No deja de ser irónico que don Quijote pida que le dejen salir de la jaula para hacer “aguas menores” con la promesa de no fugarse, con la paradoja que cabe preguntarse que si va encantado por que se va a fugar; es un dialogo curioso. Como dice Machado en uno de sus últimos ensayos “cuando dos mentirosos se mienten, se mienten pero no se engañan”, revelando en el caso de la novela de Cervantes el fondo profundamente cínico, que no está muy lejos de la actitud del autor ante la vida. Como decimos a medida que avanza la novela el código del juego no lo controla tanto don Quijote, sino otros personajes, destacando en este control los duques que en la segunda parte son los que dirigen la orquesta.

Cuando don Quijote está solo, sin Sancho y le falta su apoyo para mantener su fe, ocurre un episodio significativo, la perdida de los puntos de una media, una cita con la realidad:

...él se recostó pensativo y pesaroso, así de la falta que Sancho le hacía como de la irreparable desgracia de sus medias, a quien tomara los puntos, aunque fuera con seda de otra color, que es una de las mayores señales de miseria que un hidalgo…

Los médicos de la época dirían que está melancólico; sin Sancho no hay juego y entonces don Quijote se deprime. Esa noche no le duró mucho la depresión porque Altisidora interpreta el papel de princesa menesterosa y enamorada, así al día siguiente se levantó más animado pensando que era el amor platónico de una chavala. Pero esa noche se acostó cerró de golpe la ventana plantando el cante de Altisidora, Cap 44-2:

Y, con esto, cerró de golpe la ventana, y, despechado y pesaroso, como si le hubiera acontecido alguna gran desgracia, se acostó en su lecho, donde le dejaremos por ahora, porque nos está llamando el gran Sancho Panza, que quiere dar principio a su famoso gobierno.

Al día siguiente, lo de la media lo ha olvidado y amanece con un rosario envuelto en los pensamientos con los que se durmió y que le habían causado la doncella enamorada. Cap 46-2:

Dejamos al gran don Quijote envuelto en los pensamientos que le habían causado la música de la enamorada doncella Altisidora. Acostóse con ellos, y, como si fueran pulgas, no le dejaron dormir ni sosegar un punto, y juntábansele los que le faltaban de sus medias; pero, como es ligero el tiempo, y no hay barranco que le detenga, corrió caballero en las horas, y con mucha presteza llegó la de la mañana. Lo cual visto por don Quijote, dejó las blandas plumas, y, no nada perezoso, se vistió su acamuzado vestido y se calzó sus botas de camino, por encubrir la desgracia de sus medias; arrojóse encima su mantón de escarlata y púsose en la cabeza una montera de terciopelo verde, guarnecida de pasamanos de plata; colgó el tahelí de sus hombros con su buena y tajadora espada, asió un gran rosario que consigo contino traía, y con gran prosopopeya y contoneo salió a la antesala, donde el duque y la duquesa estaban ya vestidos y como esperándole; y, al pasar por una galería, estaban aposta esperándole Altisidora y la otra doncella su amiga, y, así como Altisidora vio a don Quijote, fingió desmayarse, y su amiga la recogió en sus faldas, y con gran presteza la iba a desabrochar el pecho.

Vamos que a sus cincuenta y tantos años aparece como un donjuán. Nunca antes habíamos visto así a don Quijote, pero es que eso de que una doncella se contonee ante uno es para volverse loco, o cuerdo, según se mire. Los demás le están esperando para continuar la burla. Una situación bastante ridícula, don Quijote un donjuán, o un Caballero Andante, no sabemos que es más cómico.

A medida que avanza la segunda parte la figura de don Quijote se va diluyendo: ve ventas no castillos; ve a tres labradoras, no a Dulcinea y sus damas, hasta percibe el olor a ajo; desconfía del mono adivino. La realidad se la construyen los demás, ya no tiene que imaginar nada, y esto limita su juego. Todos quieren jugar con don Quijote, pero no a la manera de este, sino a la manera que ellos imponen. De hecho al llegar al castillo de los duques el narrador nos advierte con una declaración que cuestiona la locura del héroe:

Y todos, o los más, derramaban pomos de aguas olorosas sobre don Quijote y sobre los duques, de todo lo cual se admiraba don Quijote; y aquél fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos.

Y aquél fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero” más clara la advertencia a los lectores, que la locura es un juego, imposible.

En el episodio de Clavileño, le dice don Quijote a Sancho:

¿No adviertes, angustiado de ti, y malaventurado de mí, que si veen que tú eres un grosero villano, o un mentecato gracioso, pensarán que yo soy algún echacuervos, o algún caballero de mohatra? (mohatra = tramposo)

Viene a decirle que siga fingiendo, que sino echará a perder el juego.

Tras las bodas de Camacho el rico, que no son la bodas de Camacho sino las de Basilio el pobre con Quiteria, va don Quijote a visitar la Cueva de Montesinos, acompañado por el Primo, el Primo licenciado, (con la polivalencia semántica de la palabra primo), que le sirve de guía. Este primo es un erudito que se hace preguntas intrascendentes del tipo, ¿quién fue el primer hombre que se rascó la cabeza?, y supone con un silogismo que fue Adan (si el primer hombre se rascó la cabeza, y el primer hombre fue Adán, entonce fue Adán el primer hombre que se rascó la cabeza). Su libro que iría sobre todas las cosas del mundo y alguna más, todo muy académico, el conocimiento inútil. Un loco le seguiría la corriente, pero don Quijote no se la sigue, le dice a las claras. Cap 22-2:

...hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas que, después de sabidas y averiguadas, no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria.”

Estas palabras se les deberían decir a todo el que hace una tesis doctoral. En el cap. 24 añade:

...pero querría yo saber, ya que Dios le haga merced de que se le dé licencia para imprimir esos sus libros, que lo dudo, a quién piensa dirigirlos.”

La pregunta de don Quijote es demasiado racional como para que la haga un loco. Efectivamente no hay ningún libro sobre el primer hombre que se rasco la cabeza. Es un tema muy original, no cabe duda, pero la crítica que hace Cervantes, mediante la ficción en palabras de don Quijote, no se critica a los libros de caballería, sino el concepto que Cervantes tiene de la Universidad, que la confirma en El Licenciado Vidriera, cuando alcanza el máximo grado de locura precisamente cuando se licencia, el grado académicamente más alto, mas cuando todos los doctores de universidad quedaban admirados por las sandeces de Vidriera, poniendo a todos en la cúspide de la necedad.

Cervantes convierte a don Quijote en un crítico severo de todos los irracionalismos, desde la locura se critica el racionalismo de la época. Así, y ahí está la paradoja, un personaje supuestamente loco razona para criticar los irracionalismos de su época. ¿Dónde está la locura del personaje?

En el episodio del mono adivino don Quijote, cap. 25-2, asigna a la ciencia el estatuto de verdad y la literatura la ficción. En este episodio, dice, “con mentiras e ignorancias se hecha a perder la verdad maravillosa de la ciencia”, que es lo que hace Maese Pedro con la actuación del mono adivino.

6 comentarios:

  1. Parece un poco cogido con alfileres eso de que don Quijote no está loco, sino que está jugando. Hay, como hemos comentado algunas veces, verdaderos episodios de locura, incluso de locura peligrosa... Eso no puede ser un juego.

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  2. Cierto, sobretodo en los primeros episodios cuando se lía a palos impulsivamente como un adolescente contra cualquier ser que se le cruza. conforme avanza la novela, el ideal de justicia que le enfrenta con el mundo, lo va cambiando por el ideal de amor que le armoniza con la vida. y en esos momento, la ironía del héroe si que que parece, como apunta Torrente, que se lo toma como un juego para divertirse. Esto también entronca con Alonso Quijano, que aburrido de su vida, se convierte en don Quijote. ¿Quiere divertirse, o está loco? No lo sabemos, pero podemos tomar una posición: a mi me gusta la teoría de Torrente, y desde luego, si don Quijote es un loco, es un loco de diseño y muy bien diseñado.

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  3. Y ya que ha salido Alonso Quijano, si don Quijote se siente un Caballero Andante. ¿Qué se siente, qué era Quijano, y Cervantes qué sentimientos albergaba?

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  4. No sé si sabré entender esta pregunta. Cuando veo que el "ser" y el "sentir" se mezclan me saltan las alarmas (no es por la formulación de la pregunta en sí, es más bien por mis demonios. Ahora lo verás). Intentaré contestar dándole dos sentidos a tu misma.
    El autor nos dice que Alonso Quijano se sentía aburrido, que no le gustaba nada lo que había a su alrededor, y que se distraía leyendo. No hacía nada más que leer, pero eso no era lo peor, lo peor es que se creía lo que leía, un error muy extendido. Hoy día, mucha gente se cree todo lo que lee, incluso se vuelven locos con un tuit. Cervantes, igualmente se sentía mal: viejo, que había peleado durante años por el imperio que lo tenía olvidado, el academicismo no lo valoraban en lo que valía. Pero está claro que él tenía ganas de marcha, de crítica y bien que la hizo, pues el Quijote, entre otras muchas cosas, es un libro muy crítico.
    En cuanto a lo del “ser” y el "sentir" con frecuencia nada tiene que ver una cosa con la otra. Quijano era un hidalgo español que se sentía aburrido, y "ser" solo es un personaje de ficción que crea más ficción. Pero el “ser” es mucho más que sentimiento, aunque muchos erróneamente reduzcan el “ser” al “sentir”. Se dice por ejemplo, me siento español o francés, o las dos cosas, como es tu caso; pero el ser español y francés no es cuestión de sentimientos, aunque puedas sumarlos. No es que te sientas, es que lo eres, por nacimiento en un caso y por cuestiones legales en otro, y sobretodo porque tienes un documento, pasaporte o DNI; y el engranaje del estado funciona de tal manera que lo eres, lo somos, de forma inconsciente. El sentir es otra cosa: porque alguien se sienta de vidrio por culpa de un membrillo y no se le pueda tocar, eso en la realidad no quiere decir nada, y mucho menos que lo sea. En literatura el texto de la obra no es lo que uno siente al leerlo, como un químico no es borio porque esté trabajando con ese elemento. Don Quijote se siente Caballero Andante, en el juego que se ha montado Quijano, por la ficción que Cervantes ha estructurado para criticar ese mundo ideal de la caballería y de paso a todos los ideales e idealistas, pero en realidad es un pobre loco que nunca ha existido, únicamente en los libros.

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  5. ¿Qué quieres decir con "un personaje de ficción que crea más ficción"?

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  6. Es que el Quijote es una creación en cadena, constantemente hay personajes que crean otros personajes, la ficción crea más ficción -"personajes con entidad creadora y necesaria", como dijo Rosales. Cervantes crea a Alonso Quijano, Quijano no da vida a Don Quijote, y este crea a Dulcinea.

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