En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

lunes, 10 de abril de 2023

La libertad, Sancho, es unos de los preciados dones que a los hombres dieron los cielos

La libertad (basada en la Crítica de la Razón Literaria) es lo que los demás nos dejan hacer. Es en definitiva una lucha por disponer de un poder desde el que podamos controlar a los demás, como los demás luchan por alcanzar ese poder. En esa lucha se dirimen los límites de la libertad.

Con frecuencia oímos la evidencia de que nuestra libertad se acaba donde empieza la de los demás, pero esto no nos aclara donde está el punto límite, ni de nuestra libertad, ni la de los demás. Así, decir esa frase es como no decir nada (es como decir que no se puede fumar donde esté prohibido, pero no nos dicen donde está prohibido… nos perderíamos entre el donde está permitido, y donde está prohibido)

La CRL plantea una declinación de la idea de libertad, en tres variables

  • Lo que puedo hacer o libertad genitiva. Libertad para hacer cosas, porque tengo los medios y la posibilidad de hacerlo (podría, porque tengo movilidad y brazos liarme a bofetadas con el que me encuentre)

  • Para que lo hago o libertad dativa. ¿Para qué quiero usar la libertad? ¿Qué consigo haciendo esas cosas? (en el caso que hemos planteado, sería porque queremos que nos metan en la cárcel o un manicomio, o, como ahora está de moda, para salir en la prensa por la proeza)

  • Qué gano y qué pierdo o libertad ablativa. Qué consecuencias tiene hacer uso de esa la libertad, al chocar con el derecho que tienen los demás. La libertad no se agota con la conciencia, no cabe en el protestantismo, no es una demostración psicológica, sino que casi siempre exige hechos, se ejerce para conseguir algo, unos derechos, un trabajo, unas ganancias legítimas, que si son ilegítimas puedo dar con los huesos en la cárcel, con una ablación de la libertad. La libertad ablativa es lo que queda de la libertad genitiva, después de haber conseguido algo (libertad dativa). Es como el impuesto que nos exige la libertad, que siempre tiene su coste, que será: un esfuerzo, un impuesto, o una contraprestación.

No hay libertad que se sustraiga a estas tres variables. Así tendremos que considerarla para poder ejercerla con propiedad. Un estado puede declarar una guerra porque se siento con más poder que el vecino, pero ha de considerar el poder del vecino por pequeño que sea, como así las alianzas que puede establecer, para conocer los daños que puede recibir. Si se es demasiado idealista, se pueden ignorar las consecuencia de la libertad ablativa.

Aplicaremos lo dicho al Quijote:

Cuando don Quijote libera a los galeotes, éstos pasan de no tener libertad a tener una amplia libertad genitiva, para hacer cosas: pueden volver a delinquir como hacían antes. Don Quijote los libera en nombre de Dios y de la Naturaleza, “no es bueno hacer esclavos a quien Dios y la Naturaleza hizo libres”. Pero lo cierto es que son delincuentes, y en eso ni Dios, ni la Naturaleza, tienen nada que ver. Sí tiene que ver la justicia del estado, que es quien ejerce la libertad ablativa (las consecuencias) con aquellos que rompen las normas que el estado ha impuesto. Don Quijote puede pensar que el estado oprime al ciudadano, pero legalmente, es quien puede hacerlo, obligándonos a cumplir las leyes y a pagar impuestos.

La idea de libertad y justicia podemos verla desde criterios:

  • Individuales. La libertad individual es siempre autológica; solo interviene un individuo. Del mismo modo todos tenemos una concepción autológica de la justicia (si yo fuera presidente haría tal o tales cosas...)

  • De grupo. El grupo tiene un concepto dialógico de la libertad: ya no es el “yo”, sino el “nosotros” quien establece esa libertad. Es la libertad que tienen los miembros de un partido político, de una orden religiosa, de una secta, de un gremio. Responde a los criterios de preservación del grupo, en el que sus miembros no pueden hacer lo que cada uno quiera, sino que es el grupo el que regula las normas. Igualmente en cuanto a la justicia, en el grupo, existe un concepto dialógico (cuando nuestro partido gobierne pondremos en marcha tal experiencia...)

  • De estado, que en una democracia está compuesto por numerosos grupos con diferentes intereses y criterios para el estado. Así es el ordenamiento jurídico del estado quien armoniza la ley pensando en todos. Aquí, sobre la justicia, tenemos un concepto estatal, que no es otra cosa que el código civil, penal, mercantil fiscal...

En el Quijote nos encontramos con un personaje, que tiene su propia idea de libertad y su propia idea de justicia. Eso, según él, porque según el narrador es un loco; según el lector, habría que ver qué lector para saber que es. En la ficción de la novela, don Quijote, es un caballero andante que tiene su idea de justicia, de libertad, de guerra, de paz, etc., que nos expresa tanto con palabras como con hechos, aunque en muchas ocasiones nada tienen que ver sus palabras con sus hechos. Cuando abandona el palacio de los duques y están alejados de esa corte en la que les han obligado a comportarse como marionetas conforme a las normas que los duque establecen, dice don Quijote esa famosa frase tantas veces citada y tan pocas explicada, sobre la libertad:

La libertad, Sancho, es unos de los preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!. (2-58)

La primera enmienda a este texto sería decir: que los cielos relampaguean o nos dan agua de vez en cuando, cada vez menos, pero no dan ninguna libertad. Sabemos que es una metáfora y que no debemos tomarnos literalmente la literatura, pero es que este sentido metafísico que le está dando, don Quijote, a la libertad, lo desmiente Cervantes a cada momento, siempre dando un concepto antropológico a la libertad, que, para él, está claro que solamente es cosa de los hombres.

Seguidamente viene a decirnos que la libertad es lo más valioso que tienen los hombres, palabras que encierran un concepto de libertad que a Calvino y a Lutero, con toda seguridad, les parecería demasiado ambicioso. Sigue valorando el concepto de libertad diciendo que por ella se puede aventurar la vida. Aquí parece que Cervantes, que ha estado cautivo durante veinte años, está soplándole a don Quijote en su oreja lo que ha de decir, pues el cautiverio, que el autor ha sufrido, es el mayor mal que les puede venir a los hombres. Con frecuencia perder una guerra equivale a perder la vida o bien la libertad.

Y se dirige a Sancho para explicarle el porqué de su valoración a la abundancia del banquete de los duques, respecto a su idea de libertad. Idea completamente contradictoria con el discurso de la Edad de Oro, en el que nos decía por activa y por pasiva eso de “dichosa edad…, porque en aquellos tiempos no existían las palabras tuyo y mío, y todo era de todos…”, ahora nos dice que “no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos”. Antes parece abolir la propiedad privada y ahora nos dice que solo goza con lo que es suyo (¿qué pensaría Saramago cuando leyó esto?, quedaría perplejo a ver que la libertad se fundamenta en la propiedad privada).

Y sigue: ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo! Si leemos literalmente, cosa que como hemos dicho no debemos hacer, cabría decir: ¡cuidado con las deudas con el cielo! El “dios te lo pague” está muy bien, sobre todo porque nunca se paga, pero “al diablo se lo debas”, por ejemplo, parece otra cosa…

En definitiva, esta es una concepción de libertad totalmente metafísica, que más que una definición de libertad es una declaración de libertad, que viene a decir: por fin nos hemos librado de estos duques que no nos dejaban hacer lo que nos daba la gana. Lo que a don Quijote le da la gana de hacer, porque es un inadaptado a su tiempo, con una visión medieval del mundo y un concepto autológico de la libertad y de la justicia; alguien que no es capaz de digerir las normas de su tiempo, ya sea por problemas patológicos, anímicos, o lúdicos. Es un ser anómico, que nos habla de la libertad sin las causas que la determinan, pero reconoce que en el castillo de los duques no tenía libertad genitiva (para hacer cosas), para hacer lo que le diera la gana, porque, los duques, con sus normas de juego le imponen una enorme traba con la libertad ablativa, con hechos que él no controla porque no tiene poder. Pensemos que en el estado de la Naturaleza, el que mayor libertad tiene es el mayor depredador, que además no conoce la piedad para con su presa: el racionalismo animal es despiadado en su instinto de supervivencia.

La libertad no se concede gratuitamente, es algo por lo que hay que luchar. La idea de libertad es diferente en cada casa, y los seres humanos por ella nos hemos matado muchas veces unos a otros: nada tienen que ver la idea de libertad nazi, con la idea de libertad de una democracia; la idea de libertad del marxismo nada tiene que ver con ninguna de las dos anteriores. Cada individuo, grupo, cada régimen, tiene su idea de libertad y lucha por ella desde sus posturas económicas, religiosas, financieras, políticas…, o pacifistas, pues la paz también es una manera de ver la justicia y la libertad. Decía Unamuno: “El ser humano busca la guerra en tiempos de paz, y busca la paz en tiempos de guerra”.

Don Quijote, tampoco defiende los Derechos Humanos (no había de eso en aquellos años, cómo va a defender algo que no existe; aunque puede haber lectores que así lo vean, como pueden verle defendiendo la energía nuclear o los derechos de género). Sólo defiende los derechos de su propio juego o de su propia patología, pero, para nada, defiende los derechos de la Santa Hermandad, que custodian a los galeotes, tampoco defiende los derechos de la iglesia cuando apalea a los curas y les roban los alimentos que llevan en las albardas.

Además de los duques durante su estancia en el castillo, como ya hemos apuntado, hay otra entidad a lo largo de la novela que coarta en mucho la libertad de don Quijote: el estado. Si acudimos al discurso de las armas y las letras, que se ha interpretado a lo largo de los años desde puntos tan diversos como, el pacifismo, el comunismo, el romanticismo, y otras que no son ninguna de estas, todos para ver qué es más valioso si las armas o las letras. No son las letras en sí, se está refiriendo a los que estudian leyes, a los letrados, que son los que redactan la articulación jurídica del estado, al cual se sujetan las armas. Así, en este discurso se plantea una dialéctica en la que don Quijote nos dice que las armas son más importantes porque son las que sustenta a las letras (leyes, que es lo que debe entenderse cuando dice letras). Para que la ley se cumpla es necesaria un policía que actúe dentro del estado y un ejército que lo haga en las fronteras del mismo, de puertas hacia afuera, frente a otros estados.

Pero es que el discurso de don Quijote, contrariamente a lo que piensan muchos críticos, puede decirse que va mucho más allá de esta tesis: Don Quijote no está defendiendo las armas del estado, está defendiendo sus propias armas; don Quijote no está haciendo una apología del estado, porque para don Quijote, que tiene una mentalidad medieval (folletinesca, idealista), donde el estado no existe; don Quijote no hace apología de las armas en general, defiende la lanza y la espada que son las que él usa, frente a las leyes medievales, igualmente. Así esta dialéctica no se debería situar en la modernidad; la han situado en la modernidad determinados lectores, incluso cabría pensar que Cervantes pudo hacerlo, pero nunca don Quijote. Don Quijote, es, en realidad, enemigo del estado, y ¿cómo un estado va a permitir que un individuo vaya por los caminos aplicando su justicia?; ¿y para qué defiende la primacía de las armas? Porque son parte de su juego, de su feudo, de su locura, de su psicopatía, pero no para defender los DDHH como han apuntado algunos. Las armas se construyen para matar. Dice don Quijote en una secuencia del discurso:

Fin, por cierto, generoso y alto y digno de grande alabanza, pero no de tanta como merece aquel a que las armas atienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida

Esta paz es el verdadero fin de la guerra, que lo mesmo es decir armas que guerra. Prosupuesta, pues, esta verdad, que el fin de la guerra es la paz, y que en esto hace ventaja al fin de las letras, vengamos ahora a los trabajos del cuerpo del letrado y a los del profesor de las armas, y véase cuáles son mayores.

La última frase de primer párrafo la suscribimos todos, pues la paz es la principal cualidad para que pueda desarrollarse la vida en las mejores condiciones posibles.

Ahora, cuando nos dice que la guerra es el verdadero fin de la paz, hemos de tener en cuenta dos tesis que hay en ese momento operatorias:

  1. La que plantea Aristóteles en su Política (1374-15A): la idea aristotélica literalmente dice que el fin de la guerra es la paz, porque considera a la guerra como un concepto político (la guerra es una prolongación de la política).

  2. La que plantea Erasmo, que, como Mambrú, nunca fue a la guerra, hablaba desde su atalaya de la guerra. Erasmo sostenía que la guerra no es el fin de la paz, pues su paz no era política, sino evangélica, a la que hay que llegar por la armonía, por el diálogo, por la concordia, al margen de las armas.

Hay gente que se pone de acuerdo hablando, y eso es fabuloso, pero hay seres humanos que no lo hacen -y no me refiero solo a Putin-, y todo indica que seguirá habiéndolos, sobre todo entre los gobernantes. Don Quijote, en este discurso, está optando por la tesis aristotélica. Y Cervantes, por la totalidad de su obra y por su vida, podemos intuirlo. Pero nunca dar por cierto nada respecto de su pensamiento.

Todas las paces que tenemos los hombres han sido precedidas por una guerra. Como decía Gustavo Bueno, “La paz es el período que hay entre dos guerras”.

La tesis de don Quijote es que la paz se garantiza con las armas, tesis que, dicha por él, podemos ponerle algún “pero”: una persona por sí misma no tiene capacidad para perturbar la paz de todos los demás, no puede entrar en guerra por sí, porque la guerra solo la pueden declarar los estados, es su instrumento para imponer su idea de paz, porque, si bien, estamos todos de acuerdo en la paz, no lo estamos en el tipo de paz que deseamos (la paz de los nazis, no es la misma que la de los marxistas, y ninguna de esta es la misma que la que desean los demócratas). Así, nos es obligado preguntarnos en qué paz queremos vivir, y cómo vamos a solucionar los conflictos que, como todo ser humano, arrastramos. Por eso es tan importante el conocimiento, la educación, el saber razonar, y saber medir los conflictos que puede traer eso que pretendemos.

Las ideas de don Quijote sobre la paz y la justicia son ideas mitológicas, por aristotélicas que sean, en cuanto que son ficticias (él no tiene ningún ejército), y autológicas porque persigue una paz egoísta (la justicia soy yo).

 

Basado en la Crítica de Razón Literaria de JGMaestro.


3 comentarios:

  1. ...Citas, amigo Pepe, LA PAZ ES EL PERIODO QUE HAY ENTRE DOS GUERRAS...Harto más humildemente, anónimamente quiero decir, yo me escribía hace años pensamientos tales como, sintetizo, LA PAZ ES UN DESCANSO DE LA GUERRA, LA SALUD UN DESCANSO QUE SE TOMA LA ENFERMEDAD, LA MUERTE UN DESCANSO DE LA VIDA, LA QUIETUD UN DESCANSO DE LA INQUIETUD...todo en este río que nos lleva y no descansa...
    Por otro lado, al no haber estudiado filosofía, habiendome acercado a ella a base de viajes, introspecciones, lecturas al quite, consultas...me impide una comprensión mayor los términos concretos que empleas (materialismo filosófico, criterios y variables de libertad etc.) pero que gracias a ti desconozco menos...

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  2. Durante la pandemia hice un MOOC a través de la uvigo sobre el materialismo filosófico, luego lo completé con otro sobre crítica literaria del mismo que apoyaba sus comentarios en las distintas obras de Cervantes, sobre todo el Quijote. Tú sabes que la obra magna de Cervantes la han leído muchos -los alemanes en el XVIII y XIX, como un libro idealista; pues bien, aquí se busca una oposición a estas lecturas (que en España también las hubo), afirmando eso que tantas veces hemos hablado de que Cervantes precisamente la primera crítica que hace en el Quijote es a los idealismos: don Quijote como sabes fracasa en casi todas aventuras porque no ve la realidad, porque es un idealista que se no hace compatible con el tiempo que le tocó vivir, vive en el medievo cuando, en su tiempo, España ya ha creado el primer Estado moderno de la historia, con unas leyes, y una policía estatal; es un Caballero andante, cuando hace muchos años que en España se acabaron los señores feudales que hacían justicia a su manera y en su territorio.
    Abundando en esta filosofía -no perderás el tiempo- lo recomendable es acudir a la obra de Gustavo Bueno, un filósofo que no está reconocido en lo que creo que vale. Murió no hace mucho y aquí ni la izquierda, de donde procede, ni la derecha parecen interesados en darlo a conocer. Era un heterodoxo como Cervantes, y hoy día se tiene mucho en cuenta para triunfar la ortodoxia, la preceptiva impuesta por la política, y añadiría que una cierta visión krausista, posmoderna de la vida, ayuda en mucho. En palabra forgianas, que no borgianas: "país".

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  3. Sale anónimo porque te contesto desde otro dispositivo

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