Es el segundo romance del Romancero Gitano de Federico García Lorca. Está dedicado a Dámaso Alonso, por la admiración que ambos sentían hacia la obra de Cervantes, al que habían homenajeado en unas actividades culturales organizadas en la Residencia de estudiantes.
Es, pues, un poema con un personaje de tradición literaria: la gitanilla Preciosa de Cervantes, famosa bailarina y cantante de romances al son de la pandereta; la más cautivadora de las creaciones femeninas del autor del Quijote.
Si Cervantes habló de la dualidad de la vida, de la libertad, de la marginalidad, Preciosa, a Lorca, le interesa para proyectar sus aspiraciones y sus sueños íntimos, sus deseos de unos modos de vida marginales y libres, su anhelo de libertad. Preciosa es como una pintura que le sirve para captar el drama de la vida, expresándolo con la metáfora más atinada y creativa; la emplea para plasmar en una breve escena el sentido más íntimamente humano.
Como en Cervantes, en Lorca, constantemente coinciden dos temas opuestos: lo real con lo irreal; lo sagrado con lo profano; la gracia con el dramatismo; la vida con la muerte. Pero, una clara diferencia hay ente Cervantes y Lorca: el primero es un racionalista antropológico, y el segundo es un naturalista rusoniano que se interesa especialmente por la naturaleza, las pasiones, y los elementos numinosos como la magia, el duende, etc.
Lorca, en el poema, Preciosa y el aire, convierte a la mortífera luna de otros de sus poemas en objeto de metáfora. Ahora es el pandero ("luna de pergamino") que viene tocando Preciosa a través de un camino encharcado ("anfibio sendero") por las aguas del cercano mar.
El sonsonete del pandero ahuyenta el silencio de una tarde tranquila, haciéndole caer al mar en el que bulle la vida. Nada parece presagiar la cercanía de la tormenta: los carabineros duermen "vigilando" una colonia inglesa, mientras los peces son presentados como gitanos que juegan con caracolas y con ramas de pino. De pronto, se levanta un viento de tormenta, rasgado de relámpagos ("lenguas celestes", "estrellas bajas"); se escucha el rumor del mar, y sus olas son vistas metafóricamente como el fruncimiento del ceño de una superficie lisa hasta entonces.
Toda la naturaleza reacciona al ser sacada de su sopor. Las nubes que ocultaban el sol hacen que los olivos palidezcan; el viento arranca sonidos, "las flautas de umbría" de los árboles y consigue que en las blancas rocas erosionadas se oiga el chocar de las olas ("el liso gong de la nieve"). Preciosa se siente perseguida por el caliente viento estival, convertido ante los ojos de su imaginación en el viejo sátiro al que una antigua mitología había atribuido el papel de violador de doncellas.
La gitana se
refugia en la casa del cónsul inglés quien en su duda de sí se
encuentra ante una niña o ante una mujer, le ofrece leche y ginebra,
a fin de que ella elija, para reponerse de su miedo, la bebida que
prefiera. He aquí la encantadora ambigüedad de este romance: al
final, el lector no sabe exactamente si a la niña (la ginebra no la bebe) le ha asustado la
tormenta o la proyección de sus fantasías eróticas en el "viento
hombrón" que le ha perseguido esgrimiendo la "espada
caliente" de su falo. Una vez más el fuerte erotismo de la poesía lorquiana.
Preciosa y el aire
Su luna de pergamino
Preciosa
tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y
laureles.
El silencio sin
estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y
canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los
carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde
viven los ingleses.
Y los gitanos del
agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracoolas
y
ramas de pino verde.
*
Su luna de pergamino
Preciosa
tocando viene.
Al verla se ha levantado
el
viento que nunca duerme.
San Cristobalón
desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira a la niña
tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu
vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la
rosa azul de tu vientre.
Preciosa tira el pandero
y
corre sin detenerse.
El viento-hombrón la
persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y
el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre,
Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por donde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con
sus lenguas relucientes.
*
Preciosa, llena de
miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los
pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres
carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros
en las sienes.
El inglés da a la gitana
un
vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no
se bebe.
Y mientras cuenta,
llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de
pizarra el
viento, furioso, muerde.
Ref: Basado en la Crítica de la Razón Literaria del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno; Mooc uvigo.
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