Cervantes y el «Quijote»
apócrifo.
¿Quién fue Avellaneda?
Alfonso Martín Jiménez.
Catedrático de Teoría de
la Literatura y Literatura Comparada, Universidad de Valladolid).
En 1605, se publicó la primera
parte del Quijote de Cervantes. En 1614 se publicó una continuación
falsa o apócrifa, firmada con el nombre de «Alonso Fernández de
Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas». Por eso se conoce
como el Quijote apócrifo de Avellaneda.
En 1615, Cervantes respondió al
usurpador, publicando una segunda parte del Quijote. En el prólogo,
Cervantes denunció que el nombre y el lugar de origen de Avellaneda
eran falsos: «no osa parecer a campo abierto y al cielo claro,
encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho
alguna traición de lesa majestad».
Para tratar de aclarar la
identidad del autor, se han propuesto las más variadas hipótesis,
muchas de ellas absurdas. Y eso ha llevado a creer que es imposible
descubrirla.
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Un poco de historia
En 1614, cuando Cervantes había
escrito los primeros 58 capítulos de la segunda parte de su Quijote,
supo que la versión apócrifa había sido publicada. Se menciona el
libro de Avellaneda en el capítulo 59 de dicha segunda parte, que
tiene 74. Y como en los 58 primeros hay claras alusiones al Quijote
de Avellaneda, se ha supuesto que Cervantes los retocó para aludir a
la obra apócrifa.
Por ello, los estudios suelen
decir que no hay suficientes indicios sobre la identidad de
Avellaneda, y que Cervantes escribió los 58 primeros capítulos de
la segunda parte de su Quijote antes de conocer el apócrifo. Sin
embargo, ambas cosas son falsas, y ya podemos saber lo que realmente
ocurrió.
En la primera parte del Quijote,
Cervantes atacó claramente a dos personas: a Lope de Vega y a
Jerónimo de Pasamonte. Este último fue un soldado aragonés que
participó, como el escritor, en la batalla de Lepanto (1571).
Cervantes tuvo un comportamiento heroico en esa batalla, pues, a
pesar de estar enfermo, se empeñó en pelear, recibiendo varias
heridas.
Poco después, en 1574, Pasamonte
fue atrapado por los turcos, y pasó dieciocho años cautivo, siendo
obligado a remar como galeote en las galeras turcas. Al ser liberado,
regresó a España y culminó su autobiografía, conocida como Vida
y trabajos.
Y al describir en su Vida la toma
de La Goleta (1573), en la que no hubo auténtico combate, Pasamonte
se atribuyó un comportamiento heroico similar al de Cervantes en la
batalla de Lepanto. Pasamonte hizo circular su autobiografía en
manuscritos (es decir, en libros encuadernados escritos a mano, muy
frecuentes en la época, que pasaban de unas personas a otras).
Cervantes lo leyó y, tras
comprobar la usurpación de Pasamonte, lo satirizó en la primera
parte del Quijote, convirtiéndolo en el galeote Ginés de Pasamonte,
quien es presentado como un embustero, cobarde y ladrón, e insultado
gravemente por don Quijote y Sancho.
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¿La revancha?
Las cosas seguramente sucedieron
así: Pasamonte leyó la primera parte del Quijote, y quiso vengarse
de Cervantes. Para ello, escribió una continuación de su obra, con
la intención de quitar a Cervantes las ganancias de la segunda
parte. Y para no ser asociado al galeote cervantino, la firmó con un
nombre falso.
Avellaneda indicó en su prólogo
que Cervantes, en la primera parte del Quijote, había atacado a dos
personas: a Lope de Vega y a él mismo. Y la ofensa contra su persona
se había realizado por medio de «sinónimos voluntarios», lo que
seguramente se refiere al nombre y al apellido de Ginés de
Pasamonte, tan parecidos a los de Jerónimo de Pasamonte.
Avellaneda hizo en su obra un
elogio de la Cofradía del Rosario Bendito de Calatayud (una
localidad de Aragón). Este dato es esencial, pues indica que
Avellaneda conocía esa cofradía y que la tenía en gran estima.
Pues bien, ninguno de los
candidatos propuestos a la autoría del Quijote apócrifo pudo
conocer esa cofradía ni tuvo motivos para elogiarla, con una única
excepción: la del aragonés Jerónimo de Pasamonte. Este explicó en
su Vida que a los trece años ingresó en esa misma cofradía, por la
que siempre sintió un gran aprecio.
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Cervantes lee su secuela
Hacia 1611, Avellaneda hizo
circular el manuscrito apócrifo. Cervantes lo leyó y reconoció
fácilmente a su verdadero autor. Y en algunas de sus Novelas
ejemplares, publicadas en 1613, hizo claras alusiones conjuntas a los
manuscritos de la Vida de Pasamonte y del Quijote de Avellaneda.
Cervantes se burló alternativamente de los episodios y las
expresiones de ambos manuscritos, para dar a entender que pertenecían
al mismo autor.
Esas alusiones demuestran dos
cosas:
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En primer lugar, que
Cervantes conoció el manuscrito del Quijote apócrifo antes de
escribir la segunda parte de su Quijote (y seguramente eso le incitó
a componerla).
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Y, en segundo lugar, que
Cervantes creía que Avellaneda era Pasamonte. Y aun en el
improbable caso de que Cervantes estuviera equivocado, su
convencimiento seguiría siendo esencial para entender la segunda
parte de su Quijote.
Al componer esta obra, Cervantes
tuvo delante el manuscrito apócrifo. No quiso mencionar el
manuscrito de Avellaneda para no darle publicidad, pero trató de
superar sus episodios, se burló de los mismos y corrigió las
características que Avellaneda había otorgado a don Quijote y
Sancho.
Por ello, toda la segunda parte de
Cervantes constituye una imitación satírica del Quijote de
Avellaneda.
Cuando Cervantes estaba
escribiendo el capítulo 58 de la segunda parte de su Quijote, supo
que el Quijote apócrifo se había publicado, lo que le hizo
preocuparse. Por eso, se decidió a mencionarlo por primera vez en el
capítulo 59, criticándolo después con dureza:
«Pero
su San Martín se le llegará, como a cada puerco» (cap. 62).
«Tan
malo, que si de propósito yo mismo me pusiera a hacerle peor, no
acertara» (cap. 70).
Además, Cervantes afirmó cuatro
veces que Avellaneda era aragonés, y sugirió el nombre de pila de
su autor.
En el mismo capítulo 59, don
Quijote se encuentra con un personaje que tiene en sus manos el libro
apócrifo recién publicado. Este personaje, al ver al don Quijote
cervantino, lo reconoce como el auténtico:
«sin
duda vos, señor, sois el verdadero don Quijote de la Mancha, norte y
lucero de la andante caballería, a despecho y pesar del que ha
querido usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras hazañas».
Y ese personaje se llama,
precisamente, Jerónimo, como Jerónimo de Pasamonte. Cervantes creó
así una escena magistral, haciendo que la representación literaria
de Avellaneda, encarnada en ese personaje llamado Jerónimo,
reconociera a su don Quijote como el verdadero.
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