En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 18 de mayo de 2025

"Sonrilágrimas"


Cervantes, por encima de las adversidades que sufrió, no rindi
ó su voluntad a las penalidades, más bien le fortalecieron su sentido del humor y su bondad personal. Ejemplos de Sancho en el Quijote y de otras obras, o la bella despedida de Cervantes en el Persiles son notas de una sinfonía del buen humor que acrecienta el amor y la esperanza, incluso en los momentos de dolor constituyen una nueva interpretación que hacen a todo atento lector, ni más ni menos, mejor persona.

Al descubrir el hilo fino de la ternura humorística, comprobamos que no puede confundirse ni con la risa de los soberbios, la burla de los poderosos o el chiste fácil de los oportunistas, ni al sarcasmo de muchos de sus contemporáneos. La ternura humorística va más allá de la ironía o la melancolía. Dentro de los registros humorísticos que se despliegan en el Quijote hay numerosas expresiones reveladoras del toque más genuino de Cervantes Son aquellos que nos hablan de quién es él.

Cuando Sancho espeta a don Quijote (II- 70; 1296):

...con todo esto, suplico a vuestra merced me deje dormir y no me pregunte más, si no quiere que me arroje por una ventana abajo.

No son solo la personalidad del escudero y la del caballero andante las que percibimos, también la del escritor, que es a quien se le ha ocurrido tal cambio nocturno de tornas, pues es Sancho el que se pone pesado con su verborrea interminable. La ternura humorística no es sentimentalismo, sino bondad; y a Cervantes también le llevó su tiempo comprenderlo; por ello, esta no aparece desde las primeras páginas, fue un hallazgo paulatino, una sospecha que fue confirmando a medida que escribía. Y también para los lectores a medida que leemos el libro lo vamos entendiendo.

Un ejemplo emblemático de ternura humorística es el diálogo de Sancho con el escudero del Caballero del Bosque cuando hablan de sus señores (II, 13; 793):

Tonto, pero valiente —respondió el del Bosque—, y más bellaco que tonto y que valiente.

Eso no es el mío —respondió Sancho—, digo, que no tiene nada de bellaco, antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna; un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga.

Uno de los rasgos de la ternura humorística es que el lector la percibe también en sí mismo, no solo en los personajes; es decir, compartimos la opinión de Sancho porque expresa nuestros sentimientos. Hay mucha revolución en ese "por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón". También se alude al primer gesto de compasión con don Quijote en la primera parte (I, 5; 78) cuando su vecino Pedro Alonso lo recoge maltrecho y espera que no haya gente en la plaza "porque no viesen al molido hidalgo tan mal caballero". El humor cervantino también es autobiográfico.

Para Cervantes, la alegría es una forma de salvación, mediante una sabiduría superior a la de los libros. Siente la atracción del conocimiento intelectual, pero también intuye que hay otras inteligencias, entre ellas la de Sancho. "Hombre libre", llamó Kafka al escudero en un microcuento. Al protagonista del Persiles lo describe como gallardo mozo... "con ojos alegres y voz clara".

Provocan la sonrisa permanente del lector, bien sea con los manteadores de Sancho o con su genial ocurrencia de compararse con el caballo de su amo:

Jamás tal creí de Rocinante, que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo. En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir y conocer las personas(...) (Q. I, 15; 179).

Cervantes es "el héroe del humor": un escritor que conforme escribía se reía. Toda la obra se vertebra en la unidad amor, humor y dolor, lo ejemplifica con este pasaje:

_ Advierte, Sancho —dijo don Quijote—, que el amor ni mira respetos ni guarda términos de razón en sus discursos, y tiene la misma condición que la muerte, que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los pastores, y cuando toma entera posesión de una alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza…

_ ¡Crueldad notoria! —dijo Sancho—... que en verdad en verdad que muchas veces me paro a mirar a vuestra merced desde la punta del pie hasta el último cabello de la cabeza, y que veo más cosas para espantar que para enamorar. (Q. II, 58; 1199).

También me parecen geniales las comparaciones del sentido del humor de Santa Teresa y de Cervantes: En Vida, Teresa plasma con entrañable visualidad una infancia feliz, de juegos con sus hermanos y compartiendo lecturas de libros de caballerías, sintiéndose protegidos por el amor de sus padres. ¿Y por qué no creer también en la de Cervantes, pese a las angustias económicas de la familia? Todos los niños ríen; algunos además gustan hacer reír. El gracejo del escritor era universal, porque la ternura humorística lo es, pero, en efecto, salió enriquecido durante sus años andaluces. No hay localismo alguno en el gracejo cervantino.

Un aspecto esencial de la nueva clave de comprensión de la ternura humorística en Cervantes es, la raíz religiosa del Príncipe de los Ingenios, que no fue abandonado por la Providencia ni en Lepanto ni en Argel. Joaquín Casalduero escribió en Sentido y forma del teatro de Cervantes: “El heroísmo cristiano es un acto amoroso, un acto de generosidad". Si el humor cervantino tiene una raíz religiosa -canalizada a través de la ternura humorística-, la vivencia de lo heroico en Cervantes tiene, se puede entender, esa misma procedencia, aunque su obra nunca es púlpito de papel y sea, muchas veces, una crítica clara a la iglesia.

A pesar de la falta de reconocimiento del rey Felipe II a Miguel de Cervantes por los servicios prestados tanto en Lepanto como en Argel, hay otra dimensión humana que podemos destacar en Cervantes: la mesura crítica, característica de su ternura o delicadeza favorecida por el paso del tiempo (en su obra poco hay de sarcasmo, burla, escarnio, mordacidad, tan frecuentes otros autores contemporáneos suyos), pero que este cicatrizase las heridas no debe llevar a negarlas; es el humor cervantino, la ironía -con sus pilares de la alegría y el perdón- el que domina sobre ellas.

Otra prueba es la referencia al poeta Píndaro y su recomendado: "Llega ser quien eres". Cervantes dedicará su vida a intentar ser Cervantes. Y Ortega y Gasset plantea, en sus Meditaciones del Quijote (1914) que el héroe es aquel que consigue ser él mismo, pese a cualquier condicionante, social o familiar; al alcalaíno le cuadra estos en varios aspectos: héroe del humor porque se ríe primero de sí mismo... en el Quijote pasó de reírse al principio de sus dos protagonistas a hacerlo con ellos... porque amó al lector, y también porque "puesto ya el pie sobre el estribo" escribió con risueña despedida del valle de lágrimas. Murió, pues, con heroica alegría. Sin rendirse.

La alegría juega con la ironía: en Juan de Mairena, Antonio Machado, al releer el Quijote en los años previos a la Guerra Civil, escribe: "...el humor cervantino, todo un clima espiritual que es todavía, el nuestro". Y aparece el término "sonrilágrimas", que dedica al autor en el último capítulo, tras referirse al triste estado de ánimo de Sancho por la muerte de su Señor y, a la vez está alegre "porque algo le caería en la herencia".

Siempre ha sido así. Para comprender ésto basta con mirarnos ... ¿al acabar el Quijote nos sentimos tristes o, al contrario, alegres? Si tristes, entonces, ¿qué es esa sonrisa qué nos cosquillea?; si alegres, decidme, ¿por qué ese sutil zarandeo? “Sonrilágrimas”, me gustaría leer el comentario que haría de “sonrilágrimas” Sánchez Ferlosio – el que hizo de “pasilargo” fue espléndido, y pienso que el de Machado en Juan de Mairena es un guiño a aquel que Ferlosio hizo sobre el de Cervantes en el prólogo del Persiles. Están relacionados, seguro.

Y una “Sonrilágrima”, quizás de resignación -incluso de esperanza-, parece que se le escapa a don Miguel cuando en su dedicatoria al Conde de Lemos, dice:

Ayer recibí la Extremaunción y hoy escribo esta. El tiempo es breve las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto llevo la vida con el deseo que tengo de vivir (...)

Le faltaban días para abandonar este mundo. Apuró el humor hasta el final y regaló a sus “regocijados amigos” -entre los que ya podemos incluirnos- una nueva chanza: "espero veros presto contentos en la otra vida". Sea, don Miguel, pero sin correr, que la prisa no es buena.

Para terminar, decir que Cervantes, y no solo en el Quijote, la ternura, la misericordia que recomienda a Sancho, su humor sin sarcasmo, y sobre todo sus hechos (“cada uno es hijo de sus hechos”) me tienen ocupado, alejado de las preocupaciones cotidianas. Es ponerme con él y todo se me pasa. En la jerga de hoy podría decir que “soy un okupa del cervantismo”.

2 comentarios:

  1. ...leí la página anoche una vez esfumada la primera parte del cansancio profundo con que merecí el día por las soledades de Alonissos. Ni pintado me vino el sentimiento que emanan estas tus palabras. No hay esperanza, tal vez ni necesaria..., se ha hablado poco de la ironía, imprescindible arma para entender, afrontar y soportar el embate cotidiano. Y los años, los siglos, han puesto a don Miguel donde merece.....y recordaba los tristes nada desanimados versos de Hernández, pleno oxímoron...
    ...SONREIR CON LA ALEGRE TRISTEZA DEL OLIVO...

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  2. La ironía es como la filosofía de andar por casa, que parece surgir de un optimista desánimo, de un regodeo en el fracaso. Decía Savater: “A todos algún día nos pasa algo que nos convierte en filósofos: la muerte de un ser querido, el fracaso de un proyecto, la derrota de una esperanza.” Y parece cierto que nos paramos a pensar cuando de pronto algo no funciona, cuando algo nos zarandea. Así pues, podríamos decir que aquel que recurre a la ironía es el que está estremecido por algo y busca el desahogo mediante el humor.
    Aunque ahora que lo pienso (o que filosofo), igualmente se podría ver la ironía como el final, el límite de la filosofía: si la próstata de Sancho (mejor hablar de la Sancho) le impide ese deseo, que ve en el "trotico picadillo" del "rijoso" Rocinante, de "refocilarse" con las yeguas cordobesas, mejor asumirlo con elegancia, y en lugar de filosofar, ironizar para que no se hable más del asunto.
    Ese mismo desánimo se aprecia al leer el soneto que mencionas, tan repleto de oxímorones.

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