En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

jueves, 10 de abril de 2025

Tiempos difíciles

 

Cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces (Quijote. II, 4; 606)


Tenía muchas ganas de leer el libro. Por un motivo u otro fueron pasando los días, hasta que por fin una mañana reciente que habíamos quedado con unos amigos me dije: lo primero es acercarnos a la Babel, que quiero hacerme con libro de Teodoro. Y así lo hicimos. Me lo metieron en una bolsa de plástico, y mi conciencia me dijo, con la jornada que se nos viene encima te lo vas a dejar olvidado en cualquier sitio ¿Por qué nunca se equivoca? Ese día, con los amigos, visitamos iglesias, paseamos por la ciudad y no nos dejamos atrás ningún establecimiento con encanto; estuvimos comiendo en una bodega de moda, café en un establecimiento pastelero de lujo, y un paseo largo por el río. Junto al monumento del Duque de Galatino, en las Titas, nos hicimos una foto… Fue entonces cuándo reparé, ¿llevas tú el libro?; no, no me digas que…, ya te dije que lo perderías, ¡ay, esa cabecica! Deshicimos lo andado, volvimos a lo lugares visitados, nos santiguamos de nuevo. No en todos, no a todos. Perdí el libro, estaba escrito. Cuatro días después, de nuevo fuimos a la capital, y el azar nos llevó a aparcar en en Hotel San Antón, oye aquí estuvimos tomándonos un aperol a media tarde en la terraza; ¡es verdad!, ¿como se nos pasó?, vamos a preguntar por el libro. En recepción muy amablemente llamaron al bar de la terraza, que dicen que allí tienen un libro que alguien se dejó el otro día en una mesa, se titula "Tiempos difíciles". ¡Ese es mi libro! - Un libro, una vez publicado pertenece al lector, por eso digo que “ese es mi libro”-.
Gracias a todo el personal del hotel San Antón. No dejéis de tomaros algo en su terraza; desde ella la Sierra se ve imponente.
 
Tiempos difíciles
Lo primero que toca es dar las gracias a Teodoro por hacernos pasar tan buenos ratos. Gracias, que quiero remarcar, por la forma de tratar el tema, con mucho criterio y poca ideología; alejado de absolutos, haciéndonos ver que el hombre siempre está mediatizado, en mayor o menor grado, por las circunstancias y el momento que le toca vivir; que un hombre casi nunca es capaz de conocer hasta dónde puede llegar, premisa que se pueden doblegar con educación, años, voluntad..., con el que la experiencia minimiza emociones y miedos, y relativiza intereses personales.
Un libro para mí muy valioso, por su autor, del que espero me lo dedique; por el narrador, extradiegético y omniscente; por lo que cuenta y cómo nos lo cuenta; y también por la anécdota del libro perdido y, días más tarde, hallado en un templo de demostrada profesionalidad y honradez.
Todas las guerras son terriblemente malas, pero las civiles son las peores, al enemigo se le conoce desde siempre, es tu hermano, tu vecino, con el que has convivido durante años. Tristemente, de lo que vives en esos momentos tan trágicos solo quedan rencillas: una afrenta, un abuso, una envidia, una mirada mal vista o mal entendida, una pensamiento supuesto del otro, un egoísmo. Y si no hay nada, se inventa, que la tribu obliga a ser despiadado; el grupo quiere hechos, hay que demostrar con firmeza hasta dónde llega el compromiso. El dogma, la ideología, que en la paz puede tener su sentido, en la guerra, se exprime hasta el sinsentido y engulle todo sentido crítico.
No es un retrato de un pueblo concreto, puede ser, es la microhistoria de muchos pueblos de España. En todos hubo “Velascos” llenos de resentimiento que actuaron movidos por el odio y la venganza, odio que solo se puede enfrentar, como es el caso de Pepe, con el amor y el interés… En todos hubo “Velascos” que pagaron con creces las consecuencias de su odio. En todos hubo inocentes a los que arrolló la tragedia.
Una novela en la que claramente se refleja que la libertad, siempre tan cara, siempre tan relativa, está íntimamente ligada al poder, tema que una vez debatí de pasada con el autor, y, recuerdo, que Teodoro, con toda razón, me contestó, que no deberíamos entender la libertad únicamente desde Aristóteles, lo que no resta valor a mi juicio.


2 comentarios:

  1. Teodoro Martin de Molina
    Curiosa anécdota introductoria a un amable análisis de "Tiempos difíciles".
    Gracias José Francisco Alvarez Jiménez, por hacerte con mi libro, por el esfuerzo en recuperarlo (los hados siempre andan por ahí) y por tus palabras tan apropiadas, probablemente, mucho más sabías que mis intenciones al escribir.
    Quizá no me creas, pero al desarrollar el personaje de Alfredo, el pregonero, inevitablemente me venía a la mente nuestra devoción por el Quijote.
    Con tu permiso voy a compartir tus reflexiones.
    Un abrazo grande.

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  2. Teodoro, me he hecho esa pregunta, incluso lo he comentado en casa: "hay un personaje en este libro que quizá tenga un reflejo mío", pero quizá sea eso mucho suponer. Luego añadí la teoría de que la interpretación de la novela, como lector, me pertenecía, argumento que a pocos convencen si no han leído a Borges. Un abrazo, Teodoro.

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