En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

jueves, 6 de enero de 2022

Los ojos de Galdós


Los ojos de Galdós
podríamos situarlo como el cuarto título de una serie de episodios granadinos o novelas históricas, a modo de los “Episodios Nacionales de Galdós, título al que le anteceden las llamada “novelas río”, que se inicia con “Guardianes de la Alhambra”, “Noches de Bib-Rambla” y “El último romántico”. Otros títulos de temática granadina son: La luna sobre la Sabika, El falsificador de la alcazaba. En El último romántico aparecía un personaje que aquí se convierte en protagonista narrador de la novela. Se trata de Carmela Cid Pardo, hija del periodista Max Cid, acusado injustamente por sus enemigos de haber provocado un incendio en La Alhambra. Estamos en 1890 y Carmela, a pesar de ser una adolescente, es una joven decidida a sacar a su padre de semejante trance. Ese es el comienzo de la novela.

El libro se abre con una cita de Galdós sacada de una carta dirigida a Benavente que, en cierta manera, es un resumen del contenido de la novela: Sin mujeres no hay arte. Ellas son el encanto de la vida y el estímulo de las ambiciones grandes y pequeñas. Origen son y manantial de donde proceden todas las virtudes”. Galdós aparece en la novela como un escritor incansable y como un “donjuan”. Para afirmar esto he acudido a la definición que hace Juan de Mairena del mito: Don Juan es el hombre de las mujeres, el hombre que aman y se disputan las mujeres y a quien los hombres mirarían siempre con cierto desdén envidioso o con cierta envidia desdeñosa.

La novela tiene dos protagonistas indiscutibles: Carmela Cid, la chica granadina llegada a Madrid con la ambición de trabajar en los periódicos de la capital de España, y Benito Pérez Galdós, el escritor más prestigioso de todo el siglo XIX, que la autora revive desde su nacimiento en Canarias hasta su fallecimiento en Madrid el 4 de enero de 1920. Ambos personajes responden a los dos niveles en que se desarrolla la novela de Carolina Molina, integrada por personajes históricos y de ficción que alimentan la trama. La habilidad de la autora para entremezclarlos hace que a veces sea difícil distinguirlos. Sin embargo, los numerosos aconteceres a los que el lector va asistiendo, están repletos de ficción y excasa historia. Entre ellos resaltan: La noche de San Daniel”, una de las primeras manifestaciones de estudiantes, reprimida por el ejército, de la que Galdós se hizo eco a través de la prensa de 1865 con un artículo muy crítico hacia el gobierno.

La publicación de La Fontana de Oro, una historia que transcurría en el Madrid de cincuenta años atrás, en época del Trienio Liberal y cuyo eje narrativo se centra en el famoso café situado muy cerca de la Carrera de San Jerónimo. Esta publicación fue un soplo de aire fresco en la literatura aburrida y burguesa de mediados del siglo XIX. Galdós proponía mirar atrás, buscar en la Historia a través de fuentes fiables, tal y como luego mantuvo con sus Episodios Nacionales. La misma recomendación parece exigir la historia ahora: buscar en las fuentes fialbes.

La  representación de la obra teatral Electra, que supuso todo un hito en la historia del teatro español. Este drama que la autora, haciéndose eco de las críticas más autorizadas, califica de anticlerical, entra dentro de una corriente literaria de marcado signo crítico contra los abusos de la iglesia católica, que ya se había iniciado en Francia. Esto estuvo alimentado en Madrid por un acontecimiento de la vida real, muy aireado por los periódicos de la época, conocido como “El Caso Ubao”. Una joven menor de edad, Adelaida Ubao e Icaza, huérfana de padre y heredera de una gran fortuna, que un cura jesuita, el padre Cermeño, consigue embaucar para que entre novicia en el convento de Esclavas del Corazón de Jesús. Ante la negativa de la familia para dejarla profesar la chica se fugó de su casa y se refugió en el convento. La madre de la menor presentó denuncia y el caso llegó al Supremo. Lo más llamativo fue la elección de los abogados: la familia buscó a Nicolás Salmerón, agnóstico y antiguo presidente de la I República, y los jesuitas a Antonio Maura, el representante de la derecha más tradicional y conservadora. La obra “Electra” de Galdós se hace eco del caso Ubao y prueba de ello es que también se trata de un cura embaucador y una joven que entra en el convento engañada. Su representación, muy elogiada por toda la progresía madrileña, supuso un gran éxito y señala la cima de la carrera dramática de Galdós. Se suma además que las ideas vertidas en “Electra” por Galdós, fue la base de que otros intelectuales de la época crearan la revista del mismo nombre, con la que colaboró Galdós en algún número, en la que se criticaba con dureza a los políticos, dando cuenta de la indolencia histórica de los gobernantes españoles.

Pocos años después, otra obra polémica, Casandra, volverá a confirmar su éxito en escena y su posición anticlerical. ¿Fueron estas obras las que, a la hora en que Galdós fue propuesto para el premio Nobel, llevaron a los sectores más católicos y conservadores a pedir a la academia sueca que jamás recayera tal honor en nuestro escritor? Todo hace pensar que así fue. Téngase en cuenta que en 1922 se lo concedieron a Benavente.

También nos relata la coronación y casamiento de Alfonso XIII, a los que la protagonista acude como reportera de una revista al más puro estilo “peñafiel”, y es testigo directo del atentado que sufrió el joven rey el día de su boda.

Otro punto ampliamente tratado en la novela es el de los amores de Galdós con mujeres de su época que le dan la imagen de un liberal "donjuan". Entre ellas la también escritora Emilia Pardo Bazán, Lorenza Cobián, que le dio al escritor una hija, o la actriz Concha Morell. La autora insiste en el hecho de que algunas mujeres de las novelas de Galdós, aunque entes de ficción, tienen muchos rasgos de las mujeres reales que Galdós conoció y llevó a la cama. Entre ellas, Fortunata y Jacinta, las dos heroínas de su novela más conocida.

Páginas adelante  asistimos en París a la visita que en 1902 le hizo Galdós a la reina Isabel II, que desde 1868, víctima de la revolución conocida como la Gloriosa, vivía en el exilio. Le acompaña la joven Carmela Cid y el embajador de España en París. La reina, muy anciana y obesa, le cuenta a Galdós su pasado, lleno de amoríos y errores, que ella justifica debido a su falta de experiencia y a la falta de buenos consejeros. Vuelven a España sin visitar ninguna de las maravillas que la capital de Francia ofrece al visitante. De nuevo en Madrid asistimos a importantes aconteceres de la historia: inauguración en el parque del Retiro del monumento al rey Alfonso XII, etc.

Pero además de Madrileña novela tiene un segundo escenario, Granada, que en la pluma de Carolina se convierte en refugio y remanso de amor y paz. En esa época de comienzos del siglo XX, ya se ha cubierto una buena parte del río Darro y también había comenzado el trazado de la Gran Vía con la que la ciudad, en pleno apogeo de la época del azúcar, intenta incorporarse a la modernidad. También es Granada la ciudad donde la protagonista conoce a una de las personas más interesantes de la vida real de la época, la escritora Carmen de Burgos. En otro de sus viajes, vive la noche de amor más inolvidable de su vida, y asiste el 31 de diciembre de 1909 a la inauguración del Hotel Alhambra Palace. Por otra parte, Granada, con sus variopintos personajes, es el nexo que une esta novela con las tres anteriores del ciclo Cid.

Cabe preguntarse: ¿Habrá un quinto tomo de esta serie? Yo apostaría que sí, y no se lo digáis a la autora, a la cual no conozco, o conozco solo por sus novelas, pero me atrevo a apuntar que el tema seguirá siendo histórico sutíl, con una mirada krausista, sobre la Guerra Civil, el franquismo, o Lorca. O mezclando los tres a la vez. ¿Apostáis?

Desde el punto de vista literario llama la atención en esta novela la lenta y progresiva transformación de la protagonista que, sin dejar de ser ella, poco a poco, se va convirtiendo en un personaje que parece arrancado de una obra de Galdós: solterona primero, después casada con un hombre que no ama pero que, caído enfermo, lo cuida con esmero, al tiempo que mantiene relaciones con otro hombre que al final le dará una hija.

La novela de Carolina Molina, además de novela río y novela histórica, también tiene algo de novela psicológica. Ese género o subgénero narrativo que dicen que inventaron los rusos, y que nuestra autora resucita, un poco al estilo de Mirbeau, de Maupassant o del propio Galdós.

Carolina Molina, “una granadina nacida en Madrid”


En esta obra el lector va a encontrar un mundo tan complejo y profundo como el alma humana... Y quizás, si pensamos en la protagonista, sería más exacto decir, tan profundo y complejo como el alma femenina. Es, sin duda, una novela sobre el tránsito entre los siglos XIX y XX, muy del gusto que impera en la progresía actual, y es por eso, por mi heterodoxía, y porque a veces he sentido que en lugar de loa hay juicios timoratos sobre don Benito, el cuerpo me pide ahora leer algo más incomodo, algo más profundo, y como de Galdós se trata, hoy mismo, voy a comenzar Misericordia, de lo que sin duda mi amigo Antonio se alegrará.

 



3 comentarios:

  1. ...es la alegría de no sentirte solo con lo que has leído y que alguien ha desfilado, como uno mismo, por entre los personajes...es una novela de penas y miserias, en la que el lector parece estar apostado en las esquinas por donde pasa la acción..
    Después de lo contado sobre la obra de esta autora es natural que sienta motivación y habrá que buscarle un hueco...
    Y, sí, una pena que el premio merecido por don Benito fuera a parar a un "circunstancial" Bevavente...
    Por cierto, en la prevista visita a Baeza saldrá el nombre de Carmen de Burgos...
    Buen viaje por los mandriles a acompañando al moro Almudena y la abnegada, santa, Benina...

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  2. ¡Qué bien administran su miseria! Qué gusto leer a don Benito...

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