En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

sábado, 13 de abril de 2019

El valor de Dulcinea. Homenaje a Luís Rosales, V


"No sé si todo fue sueño
o si algo fue verdad.
pasa el tiempo y no sabemos
lo que pasó de verdad"
José Bergamín


Luis Rosales, en Cervantes y la Libertad, dedica un capítulo a Dulcinea con total vigencia de muchas de sus ideas y desde luego, a mi parecer, lo más estético que se ha escrito sobre “El Quijote”. Es en Dulcinea donde se percibe claramente la evolución del texto y del personaje de don Quijote. De esta manera, en los primeros capítulos, Dulcinea sería la esperanza de un recuerdo juvenil amoroso de Alonso Quijano; con este recuerdo, el hidalgo construye la imagen de su amada, que es emulación de las de los caballeros literarios; posteriormente, dicha imagen pasa a identificarse con una mujer de carne y hueso, Aldonza Lorenzo, labradora de la que Sancho tenía noticias y que utiliza para mofarse del amo, por el carácter rústico de aquella, tan alejado de la imagen de princesa que don Quijote había descrito. Finalmente, en la segunda parte, Dulcinea se aleja definitivamente de la labradora, para pasar a ser el ideal del caballero, un símbolo perteneciente a su mundo caballeresco y por ello vulnerable ante la inclemencia de los encantamientos. Este proceso de cambio permite comprender que el referente desde el que partió, y el sueño final, se correspondan con la totalidad que es Dulcinea.

Para que dicho cambio se lleve a cabo es fundamental la intervención de Sancho. Porque Sancho la degrada para burlarse y para esconder en su burla la falta de honestidad que tuvo con el amo. La utiliza para enmascarar su mentira, pero, al cabo, será el que tenga que pagar en sus carnes el ritual desencantador de Dulcinea.

Don Quijote también tiene responsabilidad en este remedo; necesita a Dulcinea y precisa que Sancho la piense como él. Como consecuencia le da al escudero las herramientas para el engaño. Por otra parte, Sancho, que se ha dejado engatusar con la idea de la ínsula, no quiere ser del todo consciente de la locura que embarga el empeño del amo; pues de hacerlo, tendría que alejarse de la posibilidad de su gobierno, deseo que jamás será puesto en duda. Por consiguiente, Dulcinea y la ínsula ocupan el mismo estadio, al tener la misma naturaleza para caballero y escudero. Esto explica que nadie cuestione la existencia de Dulcinea y que lo que se discuta sea su forma; ya que su negación implicaría la negación de la ínsula y la imposibilidad de que Sancho acompañara a don Quijote, al no contar con un horizonte digno de ser alcanzado.

Esa es la diferencia fundamental entre la obra de Avellaneda y la segunda parte de Cervantes. Pues si al caballero se le desposee de su carácter de enamorado, se le degrada de tal manera, que pasa a ser otro, ajeno a su naturaleza y al principio que lo movió a tomar su decisión.

Referencia
Luís Rosales: Cervantes y la libertad

1 comentario:

  1. ...ay, qué bien haber dado con un cervantino, o un estudioso de la obra de Cervantes para que lo demás podamos aprovechar...Gracias

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