"No sé si todo fue sueño
o si algo fue verdad.
pasa el tiempo y no sabemos
lo que pasó de verdad"
José Bergamín
Luis
Rosales, en Cervantes y la Libertad, dedica un capítulo
a Dulcinea con total vigencia de muchas de sus ideas y desde luego, a
mi parecer, lo más estético que se ha escrito sobre El Quijote.
Es en Dulcinea donde se percibe claramente la evolución del texto y
del personaje de don Quijote. De esta manera, en los primeros
capítulos, Dulcinea sería la esperanza de un recuerdo juvenil
amoroso de Alonso Quijano; con este recuerdo, el hidalgo construye la
imagen de su amada, que es emulación de las de los caballeros
literarios; posteriormente, dicha imagen pasa a identificarse con una
mujer de carne y hueso, Aldonza Lorenzo, labradora de la que Sancho
tenía noticias y que utiliza para mofarse del amo, por el carácter
rústico de aquella, tan alejado de la imagen de princesa que don
Quijote había descrito. Finalmente, en la segunda parte, Dulcinea se
aleja definitivamente de la labradora, para pasar a ser el ideal del
caballero, un símbolo perteneciente a su mundo caballeresco y por
ello vulnerable ante la inclemencia de los encantamientos. Este
proceso de cambio permite comprender que el referente desde el que
partió, y el sueño final, se correspondan con la totalidad que es
Dulcinea.
Para
que dicho cambio se lleve a cabo es fundamental la intervención de
Sancho. Porque Sancho la degrada para burlarse y para esconder en su
burla la falta de honestidad que tuvo con el amo. La utiliza para
enmascarar su mentira, pero, al cabo, será, como diría Quevedo "el aguacil aguacilado", el que tenga que pagar en
sus propias carnes su mentira. Sancho, encantador de Dulcinea, ha de sufrir los coste del encantamiento dándose: "tres mil azotes y trescientos en sus valientes posaderas, al aire descubiertas, y de modo que le escuezan, le amarguen y le enfaden."
Don
Quijote también tiene responsabilidad en este remedo; necesita a
Dulcinea y precisa que Sancho la piense como él. Como consecuencia
le da al escudero las herramientas para el engaño. Por otra parte,
Sancho, que se ha dejado engatusar con la idea de la ínsula, no
quiere ser del todo consciente de la locura que embarga el empeño
del amo; pues de hacerlo, tendría que alejarse de la posibilidad de
su gobierno, deseo que jamás será puesto en duda. Por consiguiente,
Dulcinea y la ínsula ocupan el mismo estadio, al tener la misma
naturaleza para caballero y escudero. Esto explica que nadie
cuestione la existencia de Dulcinea y que lo que se discuta sea su
forma; ya que su negación implicaría la negación de la ínsula y
la imposibilidad de que Sancho acompañara a don Quijote, al no
contar con un horizonte digno de ser alcanzado.
Esa
es la diferencia fundamental entre la obra de Avellaneda y la segunda
parte de Cervantes. Pues si al caballero se le desposee de su
carácter de enamorado, se le degrada de tal manera, que pasa a
ser otro, ajeno a su naturaleza y al principio que lo movió a tomar
su decisión.
Referencia
Luís Rosales: Cervantes y la libertad
...ay, qué bien haber dado con un cervantino, o un estudioso de la obra de Cervantes para que lo demás podamos aprovechar...Gracias
ResponderEliminar