En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 18 de octubre de 2020

Cervantes: disputas literarias con Lope

Antes del éxito teatral de Lope de Vega, Cervantes no tuvo ninguna dificultad para vender y estrenar sus comedias, como él mismo explicó en el prólogo a las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615). Cervantes y Lope mantuvieron buenas relaciones, y se dirigieron mutuos elogios, pero tras el parón literario de Cervantes, entre La Galatea y el Quijote de 1605, cambiaron las cosas. Cervantes, antes de escribir el Quijote, compuso algunas obras dramáticas que no pudo representar porque los directores, como el propio Cervantes explicó en el prólogo referido, solo compraban las comedias escritas al estilo de Lope.

Esa decepción determinó que Cervantes, en el Quijote de 1605, realizara una dura crítica del manuscrito del Arte nuevo de hacer comedias de Lope de Vega, que circulaba antes de la publicación del Quijote, e igualmente que este. Criticó además las obras teatrales en la conversación que sostiene el cura con el canónigo de Toledo, en los capítulos 47 y 48 de la Primera Parte del Quijote.

Lope de Vega escribió una conocida carta, fechada el 14 de agosto de 1604, en la que aludía a la próxima publicación del Quijote cervantino, que evidencia que Cervantes estaba buscando a quienes le hicieran los poemas preliminares de su edición, y que no encontró a nadie dispuesto a alabar a don Quijote, por lo que él mismo acabaría componiéndolos en tono burlesco. Además, Lope, mostraba en esa misma carta su convencimiento de que sus comedias le resultaban “odiosas” a Cervantes, lo que indica que Lope había leído el manuscrito de la Primera Parte del Quijote, en el que Cervantes había hecho manifestar al cura su desprecio por dichas comedias.

El propio Lope de Vega confirmó que había leído el manuscrito del Quijote en el prólogo de El peregrino en su patria. Esta novela se publicó en 1604. Lope dedicó la casi totalidad de ese prólogo a defenderse de las críticas realizadas contra su Arte nuevo y contra sus comedias. En el prólogo, tras arremeter contra Cevantes, Lope dice de él lo siguiente:

Pues ¿qué dirá quien (...) quiere escurecer los inmensos trabajos ajenos de que por dicha, en acabando de imitar, murmura?”.

En estas palabras no solo da a entender que Cervantes le había criticado («murmura»), sino también que le había imitado («en acabando de imitar»). ¿En qué consistió la imitación cervantina?

La Galatea no obtuvo el éxito que Cervantes habría deseado, lo que tal vez influyó en que demorara la escritura de su segunda parte, que anunció poco antes de morir. Sin embargo, Lope de Vega había publicado en 1598 otra novela pastoril, La Arcadia, que tuvo mucho más éxito que La Galatea. Por ello, cuando Cervantes se disponía a escribir la Primera Parte del Quijote, no solo tuvo que soportar que Lope le cerrara las puertas del teatro, sino también que obtuviera un éxito con su novela pastoril que él no había logrado con la suya. Esto sin duda acentuó el resquemor de Cervantes hacia Lope, lo que explica que le atacara tan duramente en la Primera Parte del Quijote.

Los ataques de los capítulos 47 y 48 de la Primera Parte del Quijote son muy evidentes según Martín de Riquer, así como el prólogo y los poemas preliminares de la obra, añadidos en el momento de su publicación. Pero hay otros pasajes del Quijote en los que Cervantes imitó y atacó duramente a Lope, más concretamente, la imagen de hombre enloquecido por los celos que había ofrecido en su novela pastoril, La Arcadia.

Dice Rey Hazas que la Primera Parte del Quijote se basó en el anónimo Entremés de los romances (atribuido a Cervantes), que suponía una burla de Lope. Analiza los paralelismos entre Bartolo, el protagonista de El entremés de los romances y Lope de Vega. Así, Bartolo está loco por los romances y se cree un héroe, y, al poco de casarse, abandona a su mujer y se empeña en ir a luchar contra Inglaterra, de igual manera que Lope de Vega, también loco por los romances, y recién casado con Isabel de Urbina, había abandonado a su mujer embarcándose en la Armada Invencible contra Inglaterra. El Entremés de los romances encerraría una sátira de Lope, y Cervantes habría continuado la chanza en los primeros capítulos del Quijote.

Añade Rey Hazas, que Lope fue tenido por sus enemigos como un hombre “loco por los romances moriscos, loco por celos, loco, en fin, porque llegó a identificarse con sus idealizados y caballerescos héroes”. Y eso le habría ocasionado la burla a través del loco Bartolo del Entremés de los romances y del mismo don Quijote.

Lope de Vega no solo reflejó sus experiencias amorosas a través de los personajes moriscos que poblaban sus romances, sino también en su novela pastoril, La Arcadia, y Cervantes, en el Quijote de 1605, incluyó dos episodios que remiten claramente a esos ataques de locura de La Arcadia.

En la obra de Lope, hay dos pasajes que guardan una estrecha relación entre sí, en los cuales se muestran los ataques de locura provocados por los celos que experimentan dos pastores: uno de ellos es Celio, y el otro Anfriso, el protagonista de la obra. En el libro primero de La Arcadia, se cuenta la locura de Celio, cuyo mismo nombre recuerda a la palabra celos, se presenta como un pastor que alterna los ataques de locura con fases en las que se encuentra “sosegado”. Y cuando le sobrevienen sus ataques, se convierte en un loco “furioso” que ataca y muerde a los demás pastores antes de emprender la huida y perderse en la soledad de los campos, donde invoca a los árboles y enturbia las aguas de los arroyos. Siendo Celio, presa de un ataque de locura, otro pastor, llamado Cardenio el Rústico, trata lo conducirlo a la aldea, y en el zurrón encuentra un romance en el que narra la causa de su pesar. Celio explica que, en su infancia, conoció a Jacinta, que tenía su misma edad y condición social, de la que se enamoró perdidamente, siendo correspondido por ella. Pero Celio tiene un amigo más rico que él, Ricardo, el cual empieza a fijarse en Jacinta, provocando los celos de Celio. Rafael Osuna, afirma que este poema es de tinte claramente autobiográfico, y que refleja la frustrada historia de amor que Lope de Vega mantuvo con Elena Osorio, de forma que Celio representaría al propio Lope, Jacinta a Elena Osorio y Ricardo a Francisco Perrenot Grandvela, el hombre por el que Elena abandonó a Lope.

Anfriso cree equivocadamente que su amada Belisarda prefiere a otro pastor, Olimpio, lo que le causa un ataque de locura similar al experimentado por Celio. Es tal su desvarío que, si otro pastor no lo hubiera impedido, se habría arrojado “de la primera peña”. Y cuando consigue desasirse de quien trata de calmarlo, Anfriso se precipita, “dando saltos, a seguir la espesura del monte”. Allí pronuncia el poema titulado “Anfriso desesperado”, en el que dirige sus quejas a los muchos y variados árboles del lugar. Muestra también su intención de enturbiar las aguas con su llanto (“ya fuentes, quiero enturbiaros”), y desgaja las ramas de los árboles y rasga sus propias vestimentas, lo que hace que el narrador lo compare con el protagonista del Orlando furioso de Ariosto, que experimentaba un ataque de locura similar al saber que su amada Angélica lo había engañado con Medoro: “Como otro Orlando desgajaba las ramas de los árboles, habiéndose ensayado primero en los vestidos propios”.

Como ha señalado la crítica, el episodio de Anfriso también tiene tintes autobiográficos, puesto que Lope vuelve a reflejar en él su propia experiencia con Elena Osorio, que trasladaría de manera obsesiva a otras de sus obras, como el Belardo furioso o La Dorotea. Hay que tener en cuenta que los personajes literarios de las novelas pastoriles solían representar a personas reales, y que el mismo Cervantes, en La Galatea, se había reflejado a sí mismo en sus criaturas ficcionales. Por ello, nada tiene de extraño que Lope de Vega se representara a sí mismo en La Arcadia a través de Celio o Anfriso, ni que Cervantes percibiera el procedimiento.

Estos dos pasajes de La Arcadia, el de Celio y el de Anfriso, tienen un claro correlato en dos episodios de la 1ª Parte del Quijote: el protagonizado por Cardenio, Luscinda y don Fernando, y el de la penitencia de don Quijote en Sierra Morena.

Al escribir la historia de Cardenio, Luscinda y don Fernando, Cervantes realizó una imitación del pasaje de La Arcadia en el que se exponía la historia de Celio, Jacinta y Ricardo, convirtiendo el episodio de Lope de Vega en otro mucho más prolijo, detallado y complejo. Los personajes lopescos de Celio y Cardenio “el Rústico” se funden para dar lugar al cervantino Cardenio “el Roto”, mientras que Jacinta se convierte en Luscinda y Ricardo en don Fernando, de manera que los nombres de los personajes cervantinos guardan cierta similitud fonética con los de Lope.

Esa similitud de los nombres sin duda perseguía que a Lope no le pasara inadvertida la imitación, lo que indica que Cervantes quería demostrar a Lope su superioridad en el manejo de la técnica narrativa. Para ello, Cervantes dejó sobradas muestras en el capítulo 23 de la Primera Parte del Quijote de que estaba imitando a Lope de Vega. Así, Celio se mostraba como un pastor enloquecido por los celos que en ocasiones se mostraba sosegado y a ratos experimentaba ataques que lo convertían en un loco furioso, mordiendo o agrediendo a otros pastores y huyendo después a la soledad del campo, y exactamente lo mismo le pasa al Cardenio cervantino, el cual, como si fuera un personaje de novela pastoril, experimenta los mismos cambios de comportamiento, mostrándose en ocasiones “con mucha mansedumbre” y sufriendo otras veces “algún accidente de locura”, dando “puñadas” o “bocados”, “con gran furia”, a los demás pastores, antes de volverse a “emboscar en la sierra”. El lopesco Cardenio el Rústico trataba de calmar a Celio o de reducirlo por la fuerza para conducirlo a su aldea, y lo mismo intentan hacer con Cardenio el Roto los pastores cervantinos, los cuales pretenden llevarlo “ya por fuerza ya por grado, (...) a la villa de Almodóvar”. En el capítulo 24 de la Primera Parte del Quijote, Cardenio el Roto empieza a contar su historia amorosa a don Quijote, Sancho y el cabrero. Y dicha historia presenta evidentes semejanzas con la historia de Celio. Cuando don Quijote interrumpe el discurso de Cardenio, este sufre un nuevo ataque de locura, similar a los que experimentaba Celio, y ataca a don Quijote y Sancho, dejándolos “rendidos y molidos”, tras lo que vuelve “a emboscarse en la montaña”.

En el capítulo 25, se intercala el episodio de la penitencia de don Quijote en Sierra Morena. Don Quijote dice que quiere imitar a Amadís por ser, como él, caballero andante, y añade que también pretende imitar a Orlando porque Lope de Vega había comparado a Anfriso con Orlando. Por ello, las sandeces que hace don Quijote constituyen una sátira del comportamiento enloquecido que tenía Anfriso en La Arcadia. Y como Anfriso era una representación literaria del propio Lope de Vega, cabe concluir que el episodio de la penitencia de don Quijote es una sátira contra éste.

Y el hecho de que don Quijote realice las mismas locuras que Anfriso sin tener ningún motivo para hacerlas acrecienta la sátira del pasaje de Lope. Anfriso dirigía sus quejas a los árboles del agreste lugar en que se hallaba, y don Quijote dice que sus “continuos y profundos sospiros” moverán las hojas de los “montaraces árboles”. Anfriso había estado a punto de tirarse “de la primera peña”, y desgajaba “los vestidos propios”; por eso don Quijote afirma lo siguiente:

Ahora me falta rasgar las vestiduras, (...) y darme calabazadas por estas peñas”.

En el capítulo 26, don Quijote sigue comportándose como Anfriso, planteándose si ha de “enturbiar el agua clara de los arroyos”. Anfriso escribía sus penas en las cortezas de los árboles, y don Quijote se entretiene “escribiendo y grabando en las cortezas de los árboles muchos versos, todos acomodados a su tristeza”.

En el capítulo 27, Cardenio sigue contando al cura y al barbero su historia, la cual continúa presentando claras semejanzas con la de Celio.

La historia cervantina, por lo tanto, reproduce la de La Arcadia, pero con una diferencia: el relato cervantino es mucho más prolijo y deleitoso. Además, Cervantes complica la historia con la inclusión de otro personaje, Dorotea, y, a diferencia del episodio de Celio, el cervantino tiene un final feliz, pues Cardenio acabará casándose con Luscinda y don Fernando con Dorotea. Todo indica, por lo tanto, que Cervantes quiso hacer ver a Lope de Vega que lo estaba imitando, pero que su imitación mejoraba con creces la de La Arcadia.


Rf: Antonio Rey Hazas. Cervantes y el Quijote en el siglo XVIII. BVC

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