En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 19 de julio de 2020

Julia Navarro


La sangre de los inocentes, Díme quién soy, y Dispara, que yo ya estoy muerto, tres novelas históricas de Julia Navarro, autora de otras novelas de éxito de la narrativa actúal. En las tres se propone la conmovedora reivindicación de que por encima de las patrias están las personas. Novelas repletas de personajes, donde sus vidas se entrelazan con momentos clave de la historia.
El sur de Francia, Granada, Varsovia, San Petersburgo, Jerusalén, París..., son algunos de los escenarios de estas novelas que esconden misterios, aventuras y emociones a flor de piel.
Solo una advertencia superflua, las novelas, aunque históricas, son ficción... Y la ficción no es verdad, pero tampoco es mentira. La ficción es la base principal de todo texto literario. Aquí la hay, y muy bien estructurada.




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