En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 19 de julio de 2020

Juan Marsé

Hoy, afuera, parece un día de finales de verano; el viento agita los árboles que se inclinan y se saludan con el codo, y trae con fuerza cuatro gotas enormes de de lluvia, tan gordas que hacen daño al golpear en la cabeza, tan dispersas que ni siquiera mojan el suelo, solo lo salpica haciendo lunares grises de feria en desbandada. Ruge amenazador el cielo que parece quebrarse sobre nosotros y ahuyenta pájaros y animales en busca de refugios más seguros.

Este final prematuro del verano me ha recordado a Juan Marsé, que ayer nos dejó. Quizás lo cohetes del cielo hoy vayan por él.

Así relató maravillosamente el final del verano en la tercera parte del libro “Ultimas tardes con Teresa”, que leí en mi juventud y releí no hace mucho, en un capítulo titulado “El lento deterioro del mito trajo sus delicias”, que dedicó a Baudelaire:

...cogidos por la cintura, se alejaron lentamente calle abajo, en medio de una selva multicolor de serpentinas que colgaban del techo, de papelitos y de guirnaldas estremecidos por la brisa, mientras pisaban la muelle alfombra de confeti... Al llegar a la Florida, la primera bofetada de viento otoñal les hace cerrar los ojos y las blancas alas de confeti surgen de sus pies y se despliegan en torno a ellos, envolviéndoles por completo, extraviándolos."

2 comentarios:

  1. Hace poco, llevado por tu publicación, leí el "El embrujo de Shanghai". Me gustó, me pilló en uno de esos momentos de predisposición a leer este tipo de narrativa amable, tan llena de sueños. Literatura nada sofisticada, muy cotidiano todo. No sé cómo estaría visto en la Cataluña de hoy.

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  2. No se te escapa una, me tienes engañado: llevas cuatro días aquí y te das cuenta de todo. Tu no eres un "gabacho", eres un marciano. En una entrevista de hace unos años un periodista catalán le preguntó que por qué no escribía en catalán, y contestó: “Cada uno escribe en la lengua que quiere, y en todo caso defiendo mi derecho a escribir en la lengua que me dé la gana, porque la lengua es un vehículo, una manera de entender, y no soy catalán pero en absoluto nacionalista”.

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