En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

lunes, 25 de mayo de 2020

Cervantes contra Shakespeare


 El humor inglés es un remedo de Cervantes: Así lo admitieron los primeros maestros del humor inglés, como Sterne y Fielding. Este hasta plasmó en la portada de su Joseph Andrew, diciendo que la novela estaba escrita “a imitación de Cervantes, autor del Quijote”.
 
Desde el punto de vista de la literatura como construcción política, la crítica debe partir de lo contrario a lo que comúnmente se ha establecido. La dialéctica tiene que tomar como punto de partida la negación de lo que tiene delante; y no como la analítica que parte de lo que siempre se ha afirmado de manera indiscutida. Con esta visión la simetría entre Cervantes y Shakespeare es totalmente falaz y desde el punto de vista crítico inaceptable. Shakespeare no puede compararse con Cervantes, si sostenemos que Shakespeare es el resultado del imperialismo académico del mundo anglosajón, cuestión claramente evidente.

Si Shakespeare hubiera nacido en Madascarcar, jamás hubiera formado parte del canon occidental, pero es que si hubiera sido búlgaro, tampoco. Es decir, es necesario formar parte de un imperio, para que las fuerzas políticas de la sociedad en la cual se inscribe el autor, puedan formar parte de esa referencia. Si Shakespeare no hubiera sido inglés o no hubiera escrito en inglés, de ninguna manera, un imperio depredador como el inglés, lo hubiera colocado a la altura de Cervantes.

Si además tenemos en cuenta que España nunca hizo nada, o hizo muy poco, por poner a Cervantes en el canon occidental, sino que eso lo hicieron precisamente los enemigos tradicionales de España: Francia e Inglaterra. Ese mismo hecho es un detalle destacable de la valía de Cervantes: que hayan sido los enemigos históricos de España los que han reconocido su obra. Algo similar le ocurrió a Mozard, que fue enterrado en una fosa común. Y hubo muchos casos más. Así pues, podemos negar que se pueda identificar a Cervantes con Shakespeare, por que no son iguales.

Cervantes y Shakespeare tratan el mito de manera totalmente opuesta. Las literaturas nacionales tienen un origen que es el estado. Pero la literatura es anterior al estado, ya existía antes de que hubiera organizaciones políticas, teniendo su génesis en sociedades bárbaras, basadas en el mito, la magia y la religión luminosa. En el desarrollo de las tendencias literarias hay autores que convierten el mito en algo que conviene explicar a través de la desmitificación; por este camino transita Cervantes. Sin embargo para otros autores es necesario potenciar el mito, en esta línea se encuentra Shakespeare. Shakespeare estimula y potencia los mitos desde su teatro, llenando la realidad de ilusiones que multiplican los espejismos. Cervantes hace todo lo contrario desmitifica el engaño para llevarnos a la realidad.

Desde el punto de vista de la religión Shakespeare potencia todos los fideismos (fe antes que ciencia) a través de expresiones extraordinariamente irracionales en muchos casos. Todas las obras de Shakespeare están pobladas de brujas y de fantasmas; Hamlet oye voces y ve fantasmas. Nada de esto ocurre en la literatura de Cervantes, donde desmitifican estos fenómenos paranoicos o paranormales.

En cuanto a la locura, los individuos más locos de Cervantes son don Quijote y el licenciado Vidriera, que son locos de diseño, que desarrollan una locura que exige una inteligencia superior a la normal, porque la locura en la literatura suele ser una locura embellecida por el arte, mientras que en la vida real es insoportable (eso lo sabe bien quien tiene un loco cerca). En la literatura de Cervantes, los locos tienen un diseño extraordinariamente racional. Los locos de Shakespeare están o juegan a estar absolutamente locos, complicando la vida con una serie de ilusiones y fantasías que en lugar de llevarnos a una razón crítica de la realidad, nos entretienen y nos deleitan con el espejismo.

En el teatro de Shakespeare hay una tendencia a sacar la realidad fuera de lugar. En El sueño de una noche de verano los personajes se transforman en criaturas maravillosas, todo lo contrario que en el caso del mono adivino, que además de adivinar el futuro, predecía el pasado; y es con este planteamiento ridículo de adivinar el pasado con lo que desmitifica Cervantes las dotes adivinas del mono, explicando después que quien lo maneja es un titiritero, que además es un delincuente, un galeote, Ginés de Pasmonte; es decir, un impostor. Y la literatura cervantina desmitifica a los impostores, como cuando en el Coloquio de los perros, la bruja Cañizares, dice que hace viajes astrales, y en realidad es un individuo que se unta de aceite y otros mejunjes que le convierten en un auténtico esperpento, que además dialoga con un perro, al que le cuenta la historia de su vida. Personajes locos y paranormales que en la literatura cervantina quedan retratados como personas con problemas sociales severos. Personajes que en el caso de Shakespeare son celebrados y exaltados; dos mundos completamente diferentes.

El imperialismo académico anglosajón, es una gran amenaza para el hispanismo aunque no se quiera reconocer: las lenguas son como la tecnología… Y una tecnología hablada por 500 millones de personas es la mayor amenaza para el imperialismo inglés que pretende imponer su tecnología frente a cualquier otra, y esto no es ninguna simpleza, pues la tecnología utiliza el lenguaje como herramienta principal. De tal manera que una literatura que ha construido una obra como El Quijote, solo puede ser contrarrestada por la construcción de una mitología de un autor que de alguna manera pueda compararse con la literatura de Cervantes. Es por eso que el imperialismo académico inglés ha hecho todo lo posible por igualar a Shakespeare con Cervantes. La enciclopedia británica desde 1788, y no se ha modificado hasta hoy, dice:

Shakespeare es en un sentido amplio reconocido como el más grande escritor de todos los tiempos (Claro, reconocido por ellos). Figura única en la historia de la literatura (Bueno, unicas, en literatura, son todas las figuras, pues cada una desempeña valores propios). La fama de otros poetas, tales como Homero (Nada menos que el fundador de la literatura, que antes de él solo había libros sagrados) y Dante; o novelistas como Miguel de Cervantes, León Toltói, o Charles Dickens, han transcendido las barreras nacionales, pero ninguno de ellos ha llegado a alcanzar la representación de Shakespeare, cuyas obras, hoy, se leen y representan con mayor frecuencia y en más países que nunca. La profecía de uno de sus grandes contemporáneos Ben Jonson, se ha cumplido: “Shakespeare no pertenece a ninguna época, sino a la eternidad”.

Nadie puede residir en la eternidad que solo es una hipóstasis (consideración de lo irreal como real) del presente. Una hipérbole. El principal fundamento de la enciclopedia británica es: Shakespeare es fundamental; los demás, han rebasado las fronteras nacionales. Esto lo ha sostenido hasta un vendedor de “bestsellers” como es Harold Bloom: es ridículo, una vergüenza. ¡Ya se podía actualizar la enciclopedia británica! También el idealismo alemán del XIX, que tanto ha gustado en España, se encargó de difundir que Homero no había existido. Claro era griego, si hubiera sido alemán, “otro gallo cantaría”.

El objetivo, sobre todo británico, es buscar entre sus letras algún autor que comparar a Cervantes, para contrarrestar esa obra escrita en español, ¡cómo es posible!, esa obra que se titula El Quijote. De la misma manera, se preguntan que cómo es posible que los españoles hayan llegado a América antes que los británicos. Toda esta lucha subyace en el fondo de esta polémica, mientras los españoles permanecemos callados; aún hoy día el Instituto Cervantes permanece callado.

Buscando emparejar a Shakespeare con Cervantes los ingleses han querido hacer coincidir el día de la muerte de ambos. Cervantes muere el 22 de abril de 1616, Shakespeare también según ha quedado establecido. Pero no es cierto: en la Inglaterra de 1616 se usa el calendario juliano. Conforme al calendario gregoriano usado en España, Shakespeare, muere el 3 de mayo. Los ingleses utilizan el calendario establecido por Julio César en el año 46 antes de nuestra era, que no mide con precisión el paso del tiempo. España usa el calendario gregoriano desde 1582. En el calendario juliano, cada 128 años hay un desfase de un día, mientras el gregoriano ese mismo desfase se produce cada 3.030 años. Los ingleses no lo adoptan porque su capacidad tecnológica no les permitió identificar el desfase horario.

El calendario gregoriano se construye en la Universidad de Salamanca en 1515, donde unos investigadores de esta universidad apreciaron el error del calendario juliano. Afirmaron que el calendario más preciso es aquel que establezca los bisiestos cada cuatro años, excepto los años múltiplos de cien y los divisibles por cuatrocientos. Esta propuesta se lleva a la Iglesia quien no lo acepta, pero en 1578 se vuelve a llevar y el Papa Gregorio XIII lo establece en su bula “Inter gravissimas”.

Inter gravissimas es el nombre de una bula papal dictada por el Papa Gregorio XIII, el 24 de febrero de 1582. Este documento reformó el calendario juliano y creó las bases de un nuevo calendario, llamado a partir de entonces calendario gregoriano, que es ahora el que se usa ampliamente en todo el mundo.

El calendario gregoriano se establece primero en España, después en Portugal, y más tarde en Italia. En Inglaterra no se adoptaría hasta 1752, ciento setenta años después que en España.

Así pues, la literatura no es una construcción inocente, y ese artificio de hacer coincidir las muertes de Cervantes y Shakespeare, abre una puerta siniestra ante una representación de la literatura española sin capacidad de reacción ante esta política.

Por otro lado los mismos ingleses dudan de la paternidad de numerosas obras atribuidas a Shakespeare. Nos consta que de la 44 obras firmadas por él, con seguridad absoluta 17 de ellas, o no son de Shakespeare o las hizo en colaboración con otros autores, o participó en ellas solo de manera parcial. Cuestión que se ha intentado preservar para que nadie ponga en duda la supremacía de este autor. Los investigadores de Oxford han afirmado que Marlowe es coautor de numerosas obras de Shakespeare.

Según Gustavo Bueno, la literatura es una construcción política que se articula en tres capas:

  • Capa basal. Que trata de que la literatura está construida en una geografía, sobre un territorio. La conquista de América supuso un gran acicate para la literatura española al extenderse por esos territorios, y de los que además se alimenta

  • Capa conjuntiva. La obra se escribe, se lee y se interpreta en una lengua. En esta capa toma una gran significación la critica, la interpretación del texto literario. Ese poder del interprete se estructura desde el poder político.

  • Capa diyuntiva. Es la que compara las distintas literaturas poniendo unas frente a otras. Aquí el papel relevante lo adquieren los tranductores. Es la literatura comparada, que presupone esa diferencia entre literaturas, y que también basa sus criterios en la política, que suele venir dictada del imperio dominante.

Hoy día se propugna que todas las literaturas sean iguales. Hablar de igualdad entre literaturas supone suprimir la capa diyuntiva; hacer que la literatura comparada no tenga sentido, al suponer que una y otra valen lo mismo.

Tomando a dos autores cualquiera, ese argumento es una falsedad. Shakespeare, escribe 150 sonetos, si todos son suyos, que hay serias dudas, y escribe 44 obras, si todas son suyas, que hay dudas muy claras. Cervantes escribe una novela en la que está el genoma de la literatura, en la que están todos los géneros literarios anteriores y posteriores a la misma, considerada la más grande de todos los tiempos el Quijote; escribe una tragedia, La Numancia, que seculariza todos los valores de la tragedia antigua y dispone la secularización de las tragedias que se escribirán después; escribe ocho entremeses y nueve comedias que son un teatro alternativo al teatro de su tiempo, y que tres siglos después han demostrado un valor que en su época no se le dio; escribe novelas como La Galatea, y el Persiles, el alfa y el omega de su producción, que subvierten todos los géneros literarios...

Cervantes ha utilizado todos los géneros de la literatura, Shakespeare no rebasó los límites de la dramaturgia; no escribió ni una sola novela. ¿Cómo alguien que no escribió una sola novela puede ser considerado el paradigma de la literatura universal? Eso es tomarle el pelo a la gente. Shakespeare, para Jesús G. Maestro, en el mejor de los casos podría comparársele a Calderón de la Barca, pero no está a la altura de Lope de Vega, y mucho menos a la de Cervantes.

Un caso concreto: cuando se habla de imbuísmo, estilo propio, manierista, barroco, artificial, característico de algunos pasajes de la obra de Shakespeare, que consiste en decir con lenguaje culto expresiones coloquiales, esto tiene relación con la obra de John Lyly, Anatomía del Ingenio, que está inspirada en un autor español, Fray Antonio de Guevara, que en 1529, escribe su famoso Reloj de príncipe, en una prosa cortesana muy cuidada. Ese es el origen del recurso estilístico que luego se ha presentado como una de las características esenciales de Shakespeare. Hasta eso tiene raíces hispánicas. Shakespeare, en gran parte, es una construcción configurada por el academicismo anglosajón que tenía la necesidad de colocar a alguien en el canon occidental. Y todo esto es, cuanto menos, discutible.

En su obra,  Cervantes rompe con lo que había sido la literatura hasta entonces: mitos, brujas, héroes, amor cortés, etc., son todos sustituidos por un personaje que debajo del traje de una falsa locura esconde la razón que más tarde daría paso a las Luces y en general al pensamiento moderno. En este mismo sentido, la sempiterna comparación con William Shakespeare  no se sostiene cuando comprobamos que el bardo inglés  no rompía con nada de lo previo, con la mitología, el amor cortés y el brujo de turno, al contrario que el de Alcalá de Henares. Cervantes  analiza los grandes dilemas del ser humano con soterrada ironía y extraordinaria perspicacia, y crea una filosofía profunda, racionalista, antropocéntrica, moderna, insuperable.

 



Apuntes sacados de la “Crítica de la razón literaria”

No hay comentarios:

Publicar un comentario