En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

lunes, 25 de mayo de 2020

Cervantes contra Erasmo


En el XVI, y esto se dice muy poco, fue España quien libró a Europa del islam,  
como en el siglo XX los americanos y los rusos  aplastaron el nazismo europeo.

 
Pedro Insua, en su libro Guerra y Paz en el Quijote, derrumba el mito del erasmismo de Cervantes. El erasmismo de Cervantes es una tesis que se institucionaliza con la publicación del libro de Marcel Batallion sobre la interpretación de Cervantes desde el punto de vista de la filosofía erasmista, con una idea de Cervantes frente a una España negra, legendaria, inquisitorial, y Cervantes un autor incomprendido y reprimido por esa España feroz. Esto además de ser una calumnia más del idealismo europeo contra España, es una estupidez, porque Cervantes nace de esa España que no es erasmista, que no es europeista y que teológica e inquisitorialmente está en contra del islam y del protestantismo, en contra del imperio turco y el neocapitalismo protestante.

No se puede interpretar a Cervantes ni a ningún otro autor sin tener en cuenta la realidad del mundo en el que vive, y esta interpretación se ha de hacer desde una filosofía realista y no desde el idealismo. Mucho menos aceptable es hacerlo con las ideas que le convienen al que interpreta. Hoy día hay nuevas ideas sobre la paz y la tolerancia inconcebibles en la época de Cervantes. Cervantes si fuera erasmista no hubiera estado en Lepanto, porque habría sido humanista antes que escritor y soldado, aunque esto último lo fuese a la fuerza, habría seguido los pasos de Erasmo, pero sobre todo, si hubiera sido erasmista, no se habría comportado como lo hizo en Lepanto.

Pedro Insua escribe liberado del idealismo filológico y filosófico que antepone el humanismo y las letras a todo, como creen los erasmistas. Apoyado en el materialismos filosófico de Gustavo Bueno, demuestra que Cervantes es todo lo contrario, que no es soluble en el europeismo erasmista, que sus ideas sobre la paz y la guerra no son erasmistas, sino aristotélicas, que se explica desde la filosofía española de Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, de Sepúlveda o incluso de Quevedo o Maquiavelo.

Las ideas de Cervantes sobre la política, sobre la paz, sobre la guerra son ideas aristotélicas, no las ideas evangélicas de Erasmo. Si así fuera cabría preguntarse, ¿que hace Cervantes en Lepanto? Para Cervantes la paz es el fin de la guerra, y las guerras no se buscan, se encuentran y Cervantes piensa que lo que toca entonces es defenderse para conseguir la paz, y siendo consciente que la guerra puede ser peor que la derrota (como lo fue para los berlineses al final de la II GM), de la misma forma que la enfermedad puede ser peor que la muerte. La idea de Cervantes sobre la paz y sobre la guerra es una idea materialista, no idealista y acrítica.

La literatura es también la expresión de una serie de ideas que requieren interpretación, por lo que no basta la filología para explicar la literatura, es necesaria además la filosofía, para interpretar la realidad por la que brota esa literatura. No es lo mismo una literatura de una sociedad determinada por la magia, la mitología y la religión numinosa, de las sociedades hebreas del siglo X, que la literatura escrita en una sociedad determinada por el racionalismo crítico, la construcción científica, la disolución de las ideologías, en el siglo de oro. Así la literatura puede ser acrítica, crítica, y programática si el uso racional es acrítico.

La obra de Cervantes es profundamente crítica con los idealismos. No se puede ser idealista en política, no se puede ser idealista en la idea de paz, ni en la idea de guerra, a la guerra hay que ir con un realismo que supere el realismo del enemigo, que supere el racionalismo del adversario para no fracasar, y ya sabemos que, en la guerra, la derrota supone la pérdida de la vida o cuanto menos la perdida de la libertad. El Quijote viene a decir, si eres un idealista vas a acabar derrotado como siempre le pasa a don Quijote. Los idealistas alemanes adoptaron el Quijote como obra de referencia porque consideran que el Quijote nos libera de los problemas humanos a través de la locura, y ponen en funcionamiento una filosofía idealista, de donde brota el protestantismo, cuando lo que hace es criticar los idealismos medievales de una paz irreal, de una justicia inexistente, de la justicia poética de los libros de caballería. Este idealismo alemán ve en personajes como el Quijote o el Licenciado Vidriera, la encarnación de un racionalismo superior, porque los demás son prosaicos, materialistas, se atienen a intereses materiales y personales de los que están desposeídos los idealistas. Con esta soberbia de superioridad se sitúan en el terreno de las letras para su propaganda y su autoengaño, porque para tener razón en el terreno de la práctica es necesario tener poder, desde donde únicamente se puede ejercer la razón, sino será unicamente una razón teórica, en un racionalismo incompetente al no tener el poder para imponer su razón. La razón se impone con la fuerza de las armas: los pederastras, los traficantes, no se recluyen voluntariamente en la cárcel; el nazismo fue derrotado por las armas de un racionalismo democrático, y mientras estuvo en el poder su racionalismo era el que se ejercía. La razón nunca se impone por sí sola.

Determinados personajes a menudo dicen que las palabras nos liberan, pero si no hubiera un orden político militar, un estado que garantice a esos intelectuales decir lo que dicen, todo esto sería imposible. La exaltación de la anomia, que es lo que hizo el idealismo alemán, es algo que no permite explicar a Cervantes. La realidad no tolera el idealismo, por eso la ontología de Cervantes no se le puede explicar desde Erasmo, ni desde Lutero, ni desde el idealismo alemán, sino que hay que explicarlo desde Spinoza. Para Cervantes, que ha estado en Lepanto, el mundo no está hecho solo de palabras como piensa Erasmo, el cautiverio de Argel no son solo palabras, no se resuelve solo filológicamente, todo lo que Cervantes ha vivido no solo es cuestión de palabras, siempre estuvo luchando por su vida y su libertad. Cervantes no habla, como habla Erasmo, desde una vida cómoda.

La anomia, la locura, nos hace incompatibles con la realidad, es una forma patológica de razonar y el desenlace es el fracaso. Ese es el mensaje del Quijote. Como afirma Spinoza, la libertad tiene que ver más con el entendimiento o la inteligencia que con la voluntad o el deseo, está diciendo que no se puede razonar de manera ideal, ni tomando como referencia nuestras pasiones. Advertimos que Erasmo, Heidegger, Emilio Lledó, son gente obsesionada, con una idea de filología completamente ideal, patológica. En Heidegger era una verdadera obsesión su estética en la construcción del leguaje, y trataba de buscar en las palabras una retórica y una poética que legitimara incluso la estética del nazismo. Son gente que se relacionan con el mundo a través del idealismo del lenguaje, cuestión fácil de hacer con el puesto asegurado, como diría Sancho “bien predica quien bien vive”, si tienes que estar a medianoche en el invernadero, o en el andamio en el mes de julio, las humanidades humanizan menos. Erasmo, cuando escribe “Prefiero un turco sincero a un cristiano hipócrita” Insua le apostilla “… Y lo prefiere sobre todo porque no lo tiene delante. Erasmo se permite sostener la idea poética de paz”. Esta gente creen que el mundo está ahí, creen que la paz está hecha de palabras, como Zapatero que la paz es una construcción verbal, que todo se construye filológicamente, por eso cabría preguntarles si cuando se encuentran enfermos van al filólogo o al médico. Pero esa visión del mundo es totalmente falsa, es de imbéciles y de querer hacer imbéciles a los demás (No es ofensa, porque imbécil es el que carece de báculo en el que apoyarse, y el que considera, como Erasmo, que la paz o la guerra se resuelve verbalmente es que no sabe conducirse por la realidad).

La idea protestante plantea una solución con los turcos basada en el diálogo, un ideal para su tiempo idealista. Entonces, en el XVI, y esto se dice muy poco, fue España quien libró a Europa del turco, como en el siglo XX, americanos y rusos aplastaron el nazismo europeo. En el siglo XVI de no ser por los españoles, Europa, el protestantismo habría sido devorado por los turcos, por el islam, así que el protestantismo existe gracias al catolicismo español que fue quien puso las armas para que el turco no devorara a Europa en ese momento, y la obra de Lutero se habría evaporado.

Tradicionalmente se ha identificado a Felipe II con la prudencia, Pedro Insua no lo identifica con la prudencia sino con la indolencia, que con su falta de capacidad para sacar rentabilidad diplomática a los logros militares de don Juan de Austria. Dicho de otra manera que Felipe II perdió en la paz lo que don Juan de Austria ganó en la guerra, cuestión que se les pasó por alto a los filósofos y filólogos idealistas, pero no se le pasó a Cervantes, cuando en el soneto al túmulo de Felipe II adviente: “fuese y no hubo nada”.

Al Túmulo del Rey Felipe II que se hizo en Sevilla
Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla,
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y nobleza!
Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.
Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado,
Y el que dijere lo contrario, miente."
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.


Y así fue, Felipe II se fue y no hubo nada, más propio de la la indolencia que de la prudencia. Gestionó desde el idealismo de las letras, lo conseguido desde el realismo de las armas. Esto lo asumió muy bien el libro de la Leyenda negra de Ivan Vélez, o Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea. Y hoy en día mucha gente cree que la inquisición fue malísima y mató a mucha gente, pero que la revolución francesa que mató a diez veces más seres humanos fue buenísima. Y es que todo es tan relativo: si consideramos que la Declaración Universal de los DH es excelente, supone tener en cuenta que es excelente considerar conforme a esa declaración que los seres humanos negros son seres inferiores. Con esto se quiere apuntar que siempre hay que tener en cuenta el momento histórico en el que suceden los hechos. La leyenda negra sobre la España inquisitorial es producto de sus enemigos holandeses, franceses, protestantes e ingleses, que fueron los que tomaron el relevo en el desarrollo, y son los mismo argumentos que se utilizan hoy día contra el colonialismo americano o inglés.

Marcel Bataillon, autor de Erasmo en España, donde hace erróneamente un erasmista de Cervantes, que nada tiene que ver con la idea de Europa ya que Cervantes pertenece a la tradición hispánica, que lo explica con una idea clara de estado. Este mito erasmista lo derrumba con claridad Pedro Insua, demostrando que Cervantes mantiene una relación dialéctica con Europa, una actitud beligerante contra el protestantismo al que considera mucho más intolerante que el catolicismo y que manifiesta que la paz se puede conseguir rezando. Cervantes piensa que con el enemigo se dialoga una vez vencido con las armas.

Claramente y resumiendo, Pedro Insua, critica la indolencia de Felipe II, demostrando que al monarca le importaba muy poco la cristiandad, le importaba muy poco los cautivos de Argel, postura que sufrió Cervantes. Felipe II, por su desidia, por su indiferencia perdió en la paz todo lo que don Juan de Austria había ganado en la guerra. Y una vez más demuestra que Cervantes era cristiano frente a los turcos, católico frente al protestantismo, y escéptico frente al catolicismo. Que para Cervantes no hay posibilidad de paz teológica, que las cosas hay que resolverlas desde un racionalismo antropológico, y que por lo tanto son las armas las que sostienen a las letras, situándolo en la línea de un Sepulveda, de un Maquiavelo, de un Spinoza, de un Aristóteles, y que nada tiene que ver con Erasmo.



Guerra y Paz en el Quijote. pedro Insua
Erasmo en España. Marcel Bataillon
Imperiofobia y leyenda negra. M. Elvira Roca Barea

3 comentarios:

  1. Interesantísimo punto de vista de Insua... me ha impresionado como ha entrelazado a Cervantes y Erasmo y he descubierto puntos de vista muy acertados sobre estos dos personajes...

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  2. No poseo los conocimientos suficientes para establecer una dialéctica discursiva, o argumentativa, contigo. Tampoco es lo que pretendo. Sí que me gustaría saber el significado práctico de la frase, "Cervantes era cristiano frente a los turcos, católico frente al protestantismo, y ateo frente al catolicismo".
    Las dos primeras enunciaciones podría entenderlas, aunque no la tercera, es decir, "ateo frente al catolicismo".
    Me consta que Cervantes en más de una ocasión se declaró católico y sus obras posteriores a la liberación de Argel, así lo confirman. Lo que sí he leído, aunque si profundizar en ello, es que no soportaba el fariseismo del clero en cualquiera de sus estamentos (por otra parte una postura lógica, si tenemos en cuenta la gran corrupción de la iglesia como institución, que no del catolicismo como fe religiosa).
    Por tanto, un un buen católico que no soportaba la doble moral de la jerarquía católica, pero que nunca llegó a ser "ateo", ni siquiera agnóstico, respecto al evangelio.
    ... ¿No?...

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  3. Cuando digo que Cervantes es "ateo frente al catolicismo", quiero decir que Cervantes que tiene una educación católica, la cual practica con cierta distancia y en sus textos se manifiesta claramente en contra de muchas de las prácticas religiosas de su tiempo. Que su experiencia vital y su racionalismo le lleva a ver la vida situando al hombre, no a Dios, responsable de aquello que le sucede. Cervantes es un racionalista antropológico, no teológico, pero ello no le impide practicar la religión (sabía que en su tiempo no se podía vivir de otra manera, te quemaban vivo), ni siquiera le impidió tomar las ordenes menores al final de su vida y así asegurarse una sepultura don de reposar. Claramente, creo que Cervantes en su vida, como en su obra, era un gran fingidor, que mentía para sobrevivir. El narrador del Quijote, es el más mentiroso narrador de toda la literatura.

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