En
el XVI, y
esto se dice muy poco, fue España quien libró a Europa del
islam,
como
en el siglo XX los americanos y los rusos aplastaron el nazismo europeo.
Pedro Insua, en su libro
Guerra y Paz en el Quijote, derrumba el mito del erasmismo de
Cervantes. El erasmismo de Cervantes es
una tesis que se institucionaliza con la publicación del libro de
Marcel Batallion sobre la interpretación de Cervantes desde el punto
de vista de la filosofía erasmista, con una idea de Cervantes frente
a una España negra, legendaria, inquisitorial, y Cervantes un autor
incomprendido y reprimido por esa España feroz. Esto además de ser
una calumnia más del idealismo europeo contra España, es una
estupidez, porque Cervantes nace de esa España que no es erasmista,
que no es europeista y que teológica e inquisitorialmente está en
contra del islam y del protestantismo, en contra del imperio turco y
el neocapitalismo protestante.
No se puede interpretar a
Cervantes ni a ningún otro autor sin tener en cuenta la realidad del
mundo en el que vive, y esta interpretación se ha de hacer desde una
filosofía realista y no desde el idealismo. Mucho menos aceptable es
hacerlo con las ideas que le convienen al que interpreta. Hoy día
hay nuevas ideas sobre la paz y la tolerancia inconcebibles en la
época de Cervantes. Cervantes si fuera erasmista no hubiera estado
en Lepanto, porque habría sido humanista antes que escritor y
soldado, aunque esto último lo fuese a la fuerza, habría seguido
los pasos de Erasmo, pero sobre todo, si hubiera sido erasmista, no se
habría comportado como lo hizo en Lepanto.
Pedro Insua escribe liberado
del idealismo filológico y filosófico que antepone el humanismo y
las letras a todo, como creen los erasmistas. Apoyado en el
materialismos filosófico de Gustavo Bueno, demuestra que Cervantes
es todo lo contrario, que no es soluble en el europeismo erasmista,
que sus ideas sobre la paz y la guerra no son erasmistas, sino
aristotélicas, que se explica desde la filosofía española de
Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, de Sepúlveda o incluso de
Quevedo o Maquiavelo.
Las ideas de Cervantes sobre
la política, sobre la paz, sobre la guerra son ideas aristotélicas,
no las ideas evangélicas de Erasmo. Si así fuera cabría
preguntarse, ¿que hace Cervantes en Lepanto? Para Cervantes la paz
es el fin de la guerra, y las guerras no se buscan, se encuentran y
Cervantes piensa que lo que toca entonces es defenderse para
conseguir la paz, y siendo consciente que la guerra puede ser peor
que la derrota (como lo fue para los berlineses al final de la II
GM), de la misma forma que la enfermedad puede ser peor que la
muerte. La idea de Cervantes sobre la paz y sobre la guerra es una
idea materialista, no idealista y acrítica.
La literatura es también la
expresión de una serie de ideas que requieren interpretación, por
lo que no basta la filología para explicar la literatura, es
necesaria además la filosofía, para interpretar la realidad por la
que brota esa literatura. No es lo mismo una literatura de una
sociedad determinada por la magia, la mitología y la religión numinosa, de las sociedades hebreas del siglo X, que la literatura
escrita en una sociedad determinada por el racionalismo crítico, la
construcción científica, la disolución de las ideologías, en el
siglo de oro. Así la literatura puede ser acrítica, crítica, y
programática si el uso racional es acrítico.
La obra de Cervantes es
profundamente crítica con los idealismos. No se puede ser idealista
en política, no se puede ser idealista en la idea de paz, ni en la
idea de guerra, a la guerra hay que ir con un realismo que supere el
realismo del enemigo, que supere el racionalismo del adversario para
no fracasar, y ya sabemos que, en la guerra, la derrota supone la
pérdida de la vida o cuanto menos la perdida de la libertad. El
Quijote viene a decir, si eres un idealista vas a acabar derrotado
como siempre le pasa a don Quijote. Los idealistas alemanes adoptaron
el Quijote como obra de referencia porque consideran que el Quijote
nos libera de los problemas humanos a través de la locura, y ponen
en funcionamiento una filosofía idealista, de donde brota el
protestantismo, cuando lo que hace es criticar los idealismos
medievales de una paz irreal, de una justicia inexistente, de la
justicia poética de los libros de caballería. Este idealismo
alemán ve en personajes como el Quijote o el Licenciado Vidriera, la
encarnación de un racionalismo superior, porque los demás son
prosaicos, materialistas, se atienen a intereses materiales y
personales de los que están desposeídos los idealistas. Con esta
soberbia de superioridad se sitúan en el terreno de las letras para
su propaganda y su autoengaño, porque para tener razón en el
terreno de la práctica es necesario tener poder, desde donde
únicamente se puede ejercer la razón, sino será unicamente una
razón teórica, en un racionalismo incompetente al no tener el poder
para imponer su razón. La razón se impone con la fuerza de las
armas: los pederastras, los traficantes, no se recluyen
voluntariamente en la cárcel; el nazismo fue derrotado por las armas
de un racionalismo democrático, y mientras estuvo en el poder su
racionalismo era el que se ejercía. La razón nunca se impone por sí
sola.
Determinados personajes a
menudo dicen que las palabras nos liberan, pero si no hubiera un
orden político militar, un estado que garantice a esos intelectuales
decir lo que dicen, todo esto sería imposible. La exaltación de la
anomia, que es lo que hizo el idealismo alemán, es algo que no
permite explicar a Cervantes. La realidad no tolera el idealismo, por
eso la ontología de Cervantes no se le puede explicar desde Erasmo,
ni desde Lutero, ni desde el idealismo alemán, sino que hay que
explicarlo desde Spinoza. Para Cervantes, que ha estado en Lepanto,
el mundo no está hecho solo de palabras como piensa Erasmo, el
cautiverio de Argel no son solo palabras, no se resuelve solo
filológicamente, todo lo que Cervantes ha vivido no solo es cuestión
de palabras, siempre estuvo luchando por su vida y su libertad.
Cervantes no habla, como habla Erasmo, desde una vida cómoda.
La
anomia, la locura, nos hace incompatibles con la realidad, es una
forma patológica de razonar y el desenlace es el fracaso. Ese es el
mensaje del Quijote. Como
afirma Spinoza, la libertad tiene que ver más con el entendimiento o
la inteligencia que con la voluntad o el deseo, está diciendo que no
se puede razonar de manera ideal, ni tomando como referencia nuestras
pasiones. Advertimos que Erasmo,
Heidegger,
Emilio
Lledó, son gente obsesionada, con
una idea de filología completamente ideal, patológica. En Heidegger
era una verdadera obsesión su estética en la construcción del
leguaje, y trataba de buscar en las palabras una retórica y una
poética que legitimara incluso la estética del nazismo. Son
gente que se relacionan con el mundo a través del idealismo del
lenguaje, cuestión fácil de hacer con el puesto asegurado, como
diría Sancho “bien predica quien bien vive”, si tienes que estar
a medianoche en el invernadero, o en el andamio en el mes de julio,
las humanidades humanizan menos. Erasmo,
cuando escribe “Prefiero un turco sincero a un cristiano hipócrita”
Insua le
apostilla
“…
Y lo prefiere sobre todo porque no lo tiene delante. Erasmo se
permite sostener la idea poética de paz”.
Esta gente creen que el mundo está ahí, creen que la paz está
hecha de palabras, como Zapatero que la paz es una construcción
verbal, que todo se construye filológicamente, por eso cabría
preguntarles si cuando se encuentran enfermos van al filólogo o al
médico. Pero esa visión del mundo es totalmente falsa, es de
imbéciles y de querer hacer imbéciles a los demás (No es ofensa,
porque imbécil es
el que carece de báculo en
el que apoyarse, y el que considera, como Erasmo, que la paz o la
guerra se resuelve verbalmente es que no sabe conducirse por la
realidad).
La
idea protestante plantea una solución con los turcos basada en el
diálogo, un ideal para su tiempo idealista. Entonces, en
el XVI, y
esto se dice muy poco, fue España quien libró a Europa del turco,
como en el siglo XX, americanos y rusos aplastaron el nazismo europeo.
En el siglo XVI de no ser por los españoles, Europa, el
protestantismo habría sido devorado por los turcos, por el islam,
así
que el protestantismo existe gracias al catolicismo español que fue
quien puso las armas para que el turco no devorara a Europa en ese
momento, y la obra de Lutero se habría evaporado.
Tradicionalmente
se ha identificado a Felipe II con la prudencia, Pedro Insua no lo
identifica con la prudencia sino con la indolencia, que
con su falta de capacidad para sacar rentabilidad diplomática a los
logros militares de don Juan de Austria. Dicho de otra manera que
Felipe II perdió en la paz lo que don Juan
de Austria ganó en la guerra, cuestión que se les pasó por alto a
los filósofos y filólogos idealistas, pero no se le pasó a
Cervantes, cuando en el soneto al túmulo de Felipe II adviente:
“fuese
y no hubo nada”.
Al
Túmulo del Rey Felipe II que se hizo en Sevilla
Voto
a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por
describilla,
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta
máquina insigne, esta riqueza?
Por
Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es
mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,
Roma
triunfante en ánimo y nobleza!
Apostaré
que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la
gloria donde vive eternamente.
Esto
oyó un valentón y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé,
señor soldado,
Y el que dijere lo contrario, miente."
Y
luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró
al soslayo, fuese y no hubo nada.
Y
así fue, Felipe II se fue y no hubo nada, más propio de la la
indolencia que de la prudencia. Gestionó desde el idealismo de las
letras, lo conseguido desde el realismo de las armas. Esto lo asumió
muy bien el libro de la Leyenda
negra
de
Ivan Vélez, o Imperiofobia
y leyenda negra,
de
María Elvira Roca Barea.
Y hoy en día mucha gente cree que la inquisición fue malísima y
mató a mucha gente, pero que la revolución francesa que mató a
diez veces más seres humanos fue buenísima. Y es que todo es tan
relativo: si consideramos que la Declaración Universal de los DH es
excelente, supone tener en cuenta que es excelente considerar
conforme a esa declaración que los seres humanos negros son seres
inferiores. Con esto se quiere apuntar que siempre hay que tener en
cuenta el momento histórico en el que suceden los hechos. La leyenda
negra sobre la España inquisitorial es producto de sus enemigos
holandeses, franceses, protestantes e ingleses, que fueron los que
tomaron el relevo en el desarrollo, y son los mismo argumentos que se
utilizan hoy día contra el colonialismo americano o inglés.
Marcel
Bataillon, autor de Erasmo
en España,
donde hace erróneamente un erasmista de Cervantes, que nada tiene
que ver con la idea de Europa ya que Cervantes pertenece a la
tradición hispánica, que lo explica con una idea clara de estado.
Este mito erasmista lo derrumba con claridad Pedro Insua, demostrando
que Cervantes mantiene una relación dialéctica con Europa, una
actitud beligerante contra el protestantismo al que considera mucho
más intolerante que el catolicismo y que manifiesta que la paz se
puede conseguir rezando. Cervantes piensa que con el enemigo se
dialoga una vez vencido con las armas.
Claramente
y resumiendo, Pedro Insua, critica la indolencia de Felipe II,
demostrando que al monarca le importaba muy poco la cristiandad, le
importaba muy poco los cautivos de Argel, postura que sufrió
Cervantes. Felipe II, por su desidia, por su indiferencia perdió en
la paz todo lo que don Juan de Austria había ganado en la guerra. Y
una vez más demuestra que Cervantes
era cristiano frente a los turcos, católico frente al
protestantismo, y escéptico frente al catolicismo.
Que
para Cervantes no hay posibilidad de paz teológica, que las cosas
hay que resolverlas desde un racionalismo antropológico, y que por
lo tanto son las armas las que sostienen a las letras, situándolo en
la línea de un Sepulveda, de un Maquiavelo, de un Spinoza, de un
Aristóteles, y que nada tiene que ver con Erasmo.
Guerra y Paz en el Quijote. pedro Insua
Erasmo en España. Marcel Bataillon
Imperiofobia y leyenda negra. M. Elvira Roca Barea
Interesantísimo punto de vista de Insua... me ha impresionado como ha entrelazado a Cervantes y Erasmo y he descubierto puntos de vista muy acertados sobre estos dos personajes...
ResponderEliminarNo poseo los conocimientos suficientes para establecer una dialéctica discursiva, o argumentativa, contigo. Tampoco es lo que pretendo. Sí que me gustaría saber el significado práctico de la frase, "Cervantes era cristiano frente a los turcos, católico frente al protestantismo, y ateo frente al catolicismo".
ResponderEliminarLas dos primeras enunciaciones podría entenderlas, aunque no la tercera, es decir, "ateo frente al catolicismo".
Me consta que Cervantes en más de una ocasión se declaró católico y sus obras posteriores a la liberación de Argel, así lo confirman. Lo que sí he leído, aunque si profundizar en ello, es que no soportaba el fariseismo del clero en cualquiera de sus estamentos (por otra parte una postura lógica, si tenemos en cuenta la gran corrupción de la iglesia como institución, que no del catolicismo como fe religiosa).
Por tanto, un un buen católico que no soportaba la doble moral de la jerarquía católica, pero que nunca llegó a ser "ateo", ni siquiera agnóstico, respecto al evangelio.
... ¿No?...
Cuando digo que Cervantes es "ateo frente al catolicismo", quiero decir que Cervantes que tiene una educación católica, la cual practica con cierta distancia y en sus textos se manifiesta claramente en contra de muchas de las prácticas religiosas de su tiempo. Que su experiencia vital y su racionalismo le lleva a ver la vida situando al hombre, no a Dios, responsable de aquello que le sucede. Cervantes es un racionalista antropológico, no teológico, pero ello no le impide practicar la religión (sabía que en su tiempo no se podía vivir de otra manera, te quemaban vivo), ni siquiera le impidió tomar las ordenes menores al final de su vida y así asegurarse una sepultura don de reposar. Claramente, creo que Cervantes en su vida, como en su obra, era un gran fingidor, que mentía para sobrevivir. El narrador del Quijote, es el más mentiroso narrador de toda la literatura.
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