El
humor inglés es
un remedo de
Cervantes: Así
lo admitieron los primeros maestros del humor inglés, como Sterne y
Fielding. Este hasta plasmó en la portada de su Joseph
Andrew, diciendo
que la novela estaba escrita “a imitación de Cervantes, autor del
Quijote”.
Desde
el punto de vista de la literatura como construcción política, la
crítica debe partir de lo contrario a lo que comúnmente se ha
establecido. La dialéctica tiene que tomar como punto de partida la
negación de lo que tiene delante; y no como la analítica que parte
de lo que siempre se ha afirmado de manera indiscutida. Con esta
visión la simetría entre Cervantes y Shakespeare es totalmente
falaz y desde el punto de vista crítico inaceptable. Shakespeare no
puede compararse con Cervantes, si sostenemos que Shakespeare es el
resultado del imperialismo académico del mundo anglosajón, cuestión
claramente evidente.
Si
Shakespeare hubiera nacido en Madascarcar, jamás hubiera formado
parte del canon occidental, pero es que si hubiera sido búlgaro,
tampoco. Es decir, es necesario formar parte de un imperio, para que
las fuerzas políticas de la sociedad en la cual se inscribe el
autor, puedan formar parte de esa referencia. Si Shakespeare no
hubiera sido inglés o no hubiera escrito en inglés, de ninguna
manera, un imperio depredador como el inglés, lo hubiera colocado a
la altura de Cervantes.
Si
además tenemos en cuenta que España nunca hizo nada, o hizo muy
poco, por poner a Cervantes en el canon occidental, sino que eso lo
hicieron precisamente los enemigos tradicionales de España: Francia
e Inglaterra. Ese mismo hecho es un detalle destacable de la valía
de Cervantes: que hayan sido los enemigos históricos de España los
que han reconocido su obra. Algo similar le ocurrió a Mozard, que
fue enterrado en una fosa común. Y hubo muchos casos más. Así
pues, podemos negar que se pueda identificar a Cervantes con
Shakespeare, por que no son iguales.
Cervantes
y Shakespeare tratan el mito de manera totalmente opuesta. Las
literaturas nacionales tienen un origen que es el estado. Pero la
literatura es anterior al estado, ya existía antes de que hubiera
organizaciones políticas, teniendo su génesis en sociedades
bárbaras, basadas en el mito, la magia y la religión luminosa. En
el desarrollo de las tendencias literarias hay autores que convierten
el mito en algo que conviene explicar a través de la
desmitificación; por este camino transita Cervantes. Sin embargo
para otros autores es necesario potenciar el mito, en esta línea se
encuentra Shakespeare. Shakespeare estimula y potencia los mitos
desde su teatro, llenando la realidad de ilusiones que multiplican
los espejismos. Cervantes hace todo lo contrario desmitifica el
engaño para llevarnos a la realidad.
Desde
el punto de vista de la religión Shakespeare potencia todos los
fideismos (fe antes que ciencia) a través de expresiones
extraordinariamente irracionales en muchos casos. Todas las obras de
Shakespeare están pobladas de brujas y de fantasmas; Hamlet oye
voces y ve fantasmas. Nada de esto ocurre en la literatura de
Cervantes, donde desmitifican estos fenómenos paranoicos o
paranormales.
En
cuanto a la locura, los individuos más locos de Cervantes son don
Quijote y el licenciado Vidriera, que son locos de diseño, que
desarrollan una locura que exige una inteligencia superior a la
normal, porque la locura en la literatura suele ser una locura
embellecida por el arte, mientras que en la vida real es insoportable
(eso lo sabe bien quien tiene un loco cerca). En la literatura de
Cervantes, los locos tienen un diseño extraordinariamente racional.
Los locos de Shakespeare están o juegan a estar absolutamente locos,
complicando la vida con una serie de ilusiones y fantasías que en
lugar de llevarnos a una razón crítica de la realidad, nos
entretienen y nos deleitan con el espejismo.
En
el teatro de Shakespeare hay una tendencia a sacar la realidad fuera
de lugar. En El sueño de una noche de verano los personajes
se transforman en criaturas maravillosas, todo lo contrario que en el
caso del mono adivino, que además de adivinar el futuro, predecía
el pasado; y es con este planteamiento ridículo de adivinar el
pasado con lo que desmitifica Cervantes las dotes adivinas del mono,
explicando después que quien lo maneja es un titiritero, que además
es un delincuente, un galeote, Ginés de Pasmonte; es decir, un
impostor. Y la literatura cervantina desmitifica a los impostores,
como cuando en el Coloquio de los perros, la bruja Cañizares,
dice que hace viajes astrales, y en realidad es un individuo que se
unta de aceite y otros mejunjes que le convierten en un auténtico
esperpento, que además dialoga con un perro, al que le cuenta la
historia de su vida. Personajes locos y paranormales que en la
literatura cervantina quedan retratados como personas con problemas
sociales severos. Personajes que en el caso de Shakespeare son
celebrados y exaltados; dos mundos completamente diferentes.
El
imperialismo académico anglosajón, es una gran amenaza para el
hispanismo aunque no se quiera reconocer: las lenguas son como la
tecnología… Y una tecnología hablada por 500 millones de personas
es la mayor amenaza para el imperialismo inglés que pretende imponer
su tecnología frente a cualquier otra, y esto no es ninguna
simpleza, pues la tecnología utiliza el lenguaje como herramienta
principal. De tal manera que una literatura que ha construido una
obra como El Quijote, solo puede ser contrarrestada por la
construcción de una mitología de un autor que de alguna manera
pueda compararse con la literatura de Cervantes. Es por eso que el
imperialismo académico inglés ha hecho todo lo posible por igualar
a Shakespeare con Cervantes. La enciclopedia británica desde 1788, y
no se ha modificado hasta hoy, dice:
Shakespeare
es en un sentido amplio reconocido como el más grande escritor de
todos los tiempos (Claro, reconocido por ellos). Figura única
en la historia de la literatura (Bueno, unicas, en literatura,
son todas las figuras, pues cada una desempeña valores propios). La
fama de otros poetas, tales como Homero (Nada menos que el
fundador de la literatura, que antes de él solo había libros
sagrados) y Dante; o novelistas como Miguel de Cervantes, León
Toltói, o Charles Dickens, han transcendido las barreras nacionales,
pero ninguno de ellos ha llegado a alcanzar la representación de
Shakespeare, cuyas obras, hoy, se leen y representan con mayor
frecuencia y en más países que nunca. La profecía de uno de sus
grandes contemporáneos Ben Jonson, se ha cumplido: “Shakespeare no
pertenece a ninguna época, sino a la eternidad”.
Nadie
puede residir en la eternidad que solo es una hipóstasis
(consideración de lo irreal como real) del presente. Una hipérbole.
El principal
fundamento de la enciclopedia británica es: Shakespeare
es fundamental; los demás, han rebasado las fronteras nacionales.
Esto lo ha sostenido hasta un vendedor de “bestsellers” como es
Harold Bloom: es ridículo, una vergüenza. ¡Ya se podía actualizar
la enciclopedia británica! También el idealismo alemán del XIX,
que tanto ha gustado en España, se encargó de difundir que Homero
no había existido. Claro era griego, si hubiera sido alemán, “otro
gallo cantaría”.
El
objetivo, sobre todo británico, es buscar entre sus letras algún
autor que comparar a Cervantes, para contrarrestar esa obra escrita
en español, ¡cómo es posible!, esa obra que se titula El Quijote.
De la misma manera, se preguntan que cómo es posible que los
españoles hayan llegado a América antes que los británicos. Toda
esta lucha subyace en el fondo de esta polémica, mientras los
españoles permanecemos callados; aún hoy día el Instituto
Cervantes permanece callado.
Buscando
emparejar a Shakespeare con Cervantes los ingleses han querido hacer
coincidir el día de la muerte de ambos. Cervantes muere el 22 de
abril de 1616, Shakespeare también según ha quedado establecido.
Pero no es cierto: en la Inglaterra de 1616 se usa el calendario
juliano. Conforme al calendario gregoriano usado en España,
Shakespeare, muere el 3 de mayo. Los ingleses utilizan el calendario
establecido por Julio César en el año 46 antes de nuestra era, que
no mide con precisión el paso del tiempo. España usa el calendario
gregoriano desde 1582. En el calendario juliano, cada 128 años hay
un desfase de un día, mientras el gregoriano ese mismo desfase se
produce cada 3.030 años. Los ingleses no lo adoptan porque su
capacidad tecnológica no les permitió identificar el desfase
horario.
El
calendario gregoriano se construye en la Universidad de Salamanca en
1515, donde unos investigadores de esta universidad apreciaron el
error del calendario juliano. Afirmaron que el calendario más
preciso es aquel que establezca los bisiestos cada cuatro años,
excepto los años múltiplos de cien y los divisibles por
cuatrocientos. Esta propuesta se lleva a la Iglesia quien no lo
acepta, pero en 1578 se vuelve a llevar y el Papa Gregorio XIII lo
establece en su bula “Inter gravissimas”.
Inter
gravissimas
es
el nombre de una bula papal dictada por el Papa Gregorio XIII, el 24
de febrero de 1582. Este documento reformó el calendario juliano y
creó las bases de un nuevo calendario, llamado a partir de entonces
calendario gregoriano, que es ahora el que se usa ampliamente en todo
el mundo.
El
calendario gregoriano se establece primero en España, después en
Portugal, y más tarde en Italia. En Inglaterra no se adoptaría
hasta 1752, ciento setenta años después que en España.
Así
pues, la literatura no es una construcción inocente, y ese artificio
de hacer coincidir las muertes de Cervantes y Shakespeare, abre una
puerta siniestra ante una representación de la literatura española
sin capacidad de reacción ante esta política.
Por
otro lado los mismos
ingleses
dudan de la paternidad de numerosas obras atribuidas a Shakespeare.
Nos consta que de la 44 obras firmadas por él, con seguridad
absoluta 17 de ellas, o no son de Shakespeare o las hizo en
colaboración con otros autores, o participó en ellas solo de manera
parcial. Cuestión que se ha intentado preservar para que nadie ponga
en duda la supremacía de este autor. Los investigadores de Oxford
han afirmado que Marlowe es coautor de numerosas obras de
Shakespeare.
Según
Gustavo Bueno, la literatura es una construcción política que se
articula en tres capas:
Capa
basal. Que trata de que la literatura está construida en una
geografía, sobre un territorio. La conquista de América supuso un
gran acicate para la literatura española al extenderse por esos
territorios, y de los que además se alimenta
Capa
conjuntiva. La obra se escribe, se lee y se interpreta en una
lengua. En esta capa toma una gran significación la critica, la
interpretación del texto literario. Ese poder del interprete se
estructura desde el poder político.
Capa
diyuntiva. Es la que compara las distintas literaturas poniendo unas
frente a otras. Aquí el papel relevante lo adquieren los
tranductores. Es la literatura comparada, que presupone esa
diferencia entre literaturas, y
que
también basa sus criterios en la política, que suele venir dictada
del imperio dominante.
Hoy
día se propugna que todas las literaturas sean iguales. Hablar de
igualdad entre literaturas supone suprimir la capa diyuntiva; hacer
que la literatura comparada no tenga sentido, al suponer que una y
otra valen lo mismo.
Tomando
a dos autores cualquiera, ese argumento es una falsedad. Shakespeare,
escribe 150 sonetos, si todos son suyos, que hay serias dudas, y
escribe 44 obras, si todas son suyas, que hay dudas muy claras.
Cervantes escribe una novela en la que está el genoma de la
literatura, en la que están todos los géneros literarios anteriores
y posteriores a la misma, considerada la más grande de todos los
tiempos el Quijote; escribe una tragedia, La Numancia, que seculariza
todos los valores de la tragedia antigua y dispone la secularización
de las tragedias que se escribirán después; escribe ocho entremeses
y nueve comedias que son un teatro alternativo al teatro de su
tiempo, y que tres siglos después han demostrado un valor que en su
época no se le dio; escribe novelas como La Galatea, y el Persiles,
el alfa y el omega de su producción, que subvierten todos los
géneros literarios...
Cervantes
ha utilizado todos los géneros de la literatura, Shakespeare no
rebasó los límites de la dramaturgia; no escribió ni una sola
novela. ¿Cómo alguien que no escribió una sola novela puede ser
considerado el paradigma de la literatura universal? Eso es tomarle
el pelo a la gente. Shakespeare, para Jesús G. Maestro, en el mejor
de los casos podría comparársele a Calderón de la Barca, pero no
está a la altura de Lope de Vega, y mucho menos a la de Cervantes.
Un
caso concreto: cuando se habla de imbuísmo, estilo propio,
manierista, barroco, artificial, característico de algunos pasajes
de la obra de Shakespeare, que consiste en decir con lenguaje culto
expresiones coloquiales, esto tiene relación con la obra de John
Lyly, Anatomía
del Ingenio,
que está inspirada en un autor español, Fray Antonio de Guevara,
que en 1529, escribe su famoso Reloj
de príncipe,
en una prosa cortesana muy cuidada. Ese es el origen del recurso
estilístico que luego se ha presentado como una de las
características esenciales de Shakespeare. Hasta eso tiene raíces
hispánicas. Shakespeare, en gran parte, es una construcción
configurada por el academicismo anglosajón que tenía la necesidad
de colocar a alguien en el canon occidental. Y todo esto es, cuanto
menos, discutible.
En
su obra, Cervantes
rompe
con lo que había sido la literatura hasta entonces: mitos, brujas,
héroes, amor cortés, etc., son todos sustituidos por un personaje
que debajo del traje de una falsa locura esconde la razón que más
tarde daría paso a las Luces y en general al pensamiento moderno. En
este mismo sentido, la sempiterna comparación con William
Shakespeare no
se sostiene cuando comprobamos que el
bardo inglés no
rompía con nada de lo previo, con la mitología, el amor cortés y
el brujo de turno, al contrario que el de Alcalá
de Henares.
Cervantes analiza
los grandes dilemas del ser humano con soterrada ironía y
extraordinaria perspicacia, y crea una filosofía profunda,
racionalista, antropocéntrica, moderna, insuperable.
Apuntes
sacados de la “Crítica de la razón literaria”