En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

martes, 27 de abril de 2021

La locura como juego y como crítica

Existe un problema en la literatura que es el tomarse en serio la ficción. De igual manera, con frecuencia, se ha tomado en serio la locura de don Quijote, que es una locura ficticia, una locura de diseño, literaria, y toda locura literaria siempre es extraordinaria. A la locura de don Quijote, ni a ninguna otra locura literaria podemos buscarle una solución en la medicina, por lo que, literariamente, diremos que la locura es hacer un uso patológico de la razón, que los locos razonan a una escala diferente de los cuerdos. Don Quijote puede haber perdido la cordura, pero no la razón, que además podemos comprobar en la novela que, con frecuencia, razona de forma brillante.

Situemos la locura de don Quijote en el espacio ontológico. Gustavo Bueno distingue tres ámbitos de este espacio: el mundo físico, el mundo psicológico, y el mundo lógico o conceptual. Pondremos un ejemplo con el agua de estos tres ámbitos: el agua del mundo físico, es la discurre por los ríos, los mares, las fuentes, etc; en el mundo psicológico el agua es la que nos sacia la sed, la que nos da placer al bañarnos, o la que nos da terror por la inmensidad del mar; y en el mundo lógico o conceptual el a gua es H2O. Así la locura de don Quijote es física, cuando en molinos ve gigantes; es psicológica, cuando se cree otra persona como Valdovinos o el Marqués de Mantua, aflorando el padecimiento del desdoblamiento de personalidad; y es lógica o conceptual, toda la fuente de recursos que permite diseñar la paranoia de don Quijote, que se articula en las normas del código de la caballería, en el código del amor cortés, o en la milicia tardo medieval.

Con todo lo dicho podemos acotar la locura de don Quijote en que:

  • Razona de forma patológica, y, como todo loco, lo hace a su manera, es un loco autológico que razona conforme al código caballeresco, salvando princesas y deshaciendo entuertos, que ni son princesas ni arregla nada.

  • Es autológico porque su locura emana de sí mismo, y ese “sí mismo” es Alonso Quijano, que es un personaje construido por Cervantes, quien, a su vez, construye a don Quijote (estas creaciones intermedias entre autor y personaje es muy característica del Barroco). Entre estos personajes intermedios está Alonso Quijano, el narrador, el morisco aljamiado, el autor morisco que se queja del traductor porque le cambia sus relatos, algo imposible porque Cide Hamete no ha podido leer la traducción que se hace muchos años después de su muerte (Cervantes hace estas cosas, que luego Borges, más de trescientos años después, pone de moda para burlarse de sus lectores).

  • Conforme avanza la novela, la autología del Quijote, se va convirtiendo en una dialogía, pues al avanzar el relato van interviniendo más personajes en la locura de don Quijote.

Torrente Ballester, en El Quijote como juego, con mucha claridad apunta que la locura de don Quijote es una falsa locura, que no está loco, sino que es un cuerdo que interpreta el papel de loco. De este modo, con este juego, amplia las posibilidades de su libertad, para poder hacer cosas que desde la cordura no podría hacer. Esta es una tesis que nos convence a muchos, pero también los hay a los que les parece disparatada. Es cuestión de opiniones, y hoy es tan frecuente eso de “yo opino lo contrario”, ¡cómo si la opinión sirviese de algo! La opinión es libre y no cuesta nada… Pero aquí lo importante no es opinar, es interpretar qué razones hay para hablar de locura, como un juego de Alonso Quijano, a través de la figura de don Quijote, o para hablar de locura como una patología del personaje. El quijote va a dar lugar a interpretaciones muy diferentes si nos tomamos la locura en serio, como una enfermedad, o si pensamos que es un juego.

Muchos cervantistas se niegan que a aceptar que la locura es fingida, porque limitaría la mayorías de los estudios que han hecho, en gran parte fundamentados en la locura del personaje. Otros dicen que no hay nada más ridículo que tomarse en serio la locura de un personaje literario, y más en el caso de Cervantes, que parece que colecciona locos mediante los cuales dice muchas cosas... Además de don Quijote y Cardenio, están el Licenciado Vidriera, los perros del coloquio, el Licenciado Peralta, el Alférez Campuzano, todos los personajes zumbados del Persiles, muchos psicópatas en las Novelas Ejemplares, como el Celoso extremeño, que ejerce la pederastia en en centro Sevilla, y aparece como si fuera un personaje impoluto (las cosas de Cervantes, que siempre nos la cuela).

¿Por qué la locura? Si don Quijote actuara como un cuerdo Cervantes habría acabado en la hoguera, porque no se puede ir por los caminos de España apaleando curas, haciendo rosarios con los trapos sucios de la ropa interior, haciendo ceremonias impúdicas en Sierra Morena, liberando a galeotes condenados en justicia. Dice Bueno que estas cosas que hace don Quijote solo se pueden hacer de tres formas que son tres exenciones de responsabilidad:

  • Mediante el fuero que permite hacer cosas que a los demás le están prohibidas.

  • Mediante el juego, como es el caso de las fiestas en las que se suspende la vida normal, pero que no pueden durar nada mas que unos días.

  • Mediante la locura, que permite al loco hacer cosas que el cuerdo no puede. Por eso no es descabellado afirmar que la locura de don Quijote es un diseño de Cervantes para decir cosas que desde la cordura no podría.

En este sentido asumimos la tesis de Torrente Ballester, y marcamos diferencias con la de Erasmo, que en 1515, publica su Elogio de la locura, que mal traducido sería el Elogio de la estupidez, que está en confrontación con El Príncipe de Maquiavelo, publicado en 1513. En el libro de Erasmo se quiere ver una justificación para vivir como un loco, tesis que heredan los románticos, que ven en la locura una especie de racionalismo superior, o de genialidad, considerando que los locos razonan de una forma más inteligente que los cuerdos, siendo para ellos, la locura de don Quijote, en consonancia a la filosofía romántica, una forma superior de ver las cosas. Esto enlaza con la teoría de Platón sobre los poetas, según la cual, son gente visionaria y peligrosa, cuestión, cuanto menos, discutible.

Veamos a don Quijote como un loco. Cuando, el el capítulo 44 de la primera parte, don Quijote llega a la venta de Palomeque, allí hay otros huéspedes que se extrañan de su indumentaria pseudomedieval y de su forma de hablar, y el ventero advierte a los huéspedes que no le hagan caso, que “está fuera de juicio”. Esto claramente es un salvoconducto para actuar.

En otro momento es la Santa Hermandad, la guardia civil de entonces, que no era cuerpo para contar chistes, va tras don Quijote con una orden de busca y captura, por haber liberado a los galeotes. Dice el cap. 45 de la primera parte:

...entre algunos mandamientos que traía para prender a algunos delincuentes, traía uno contra don Quijote, a quien la Santa Hermandad había mandado prender, por la libertad que dio a los galeotes, y como Sancho, con mucha razón, había temido.”

Parece que no vale la locura, pero el cura, que es el poder teológico-político de la época, convence a los cuadrilleros de que don Quijote está loco y no merece la pena apresarlo. Esto en el Quijote de Avellaneda, que descubre el juego de Cervantes, no ocurre, la locura no es una exención de nada, y don Quijote acaba encarcelado en la casa del Nuncio de Toledo, que era un célebre manicomio, en unas condiciones hoy día inimaginables.

Cuando en la venta le leen a don Quijote la orden de detención, don Quijote responde a los agentes de la autoridad, y les dice:

-Venid acá, gente soez y malnacida: ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorrer a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos? ¡Ah gente infame, digna por vuestro bajo y vil entendimiento que el cielo no os comunique el valor que se encierra en la caballería andante, ni os dé a entender el pecado e ignorancia en que estáis en no reverenciar la sombra, cuanto más la asistencia, de cualquier caballero andante! Venid acá, ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad; ; decidme: ¿quién fue el ignorante que firmó mandamiento de prisión contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son exentos de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada; sus fueros, sus bríos; sus premáticas, su voluntad? ¿Quién fue el mentecato, vuelvo a decir, que no sabe que no hay secutoria de hidalgo con tantas preeminencias, ni esenciones, como la que adquiere un caballero andante el día que se arma caballero y se entrega al duro ejercicio de la caballería?”

No se pueden decir más cosas en tan poco tiempo, y a continuación se dice exento de cumplir la ley, se siente aforado por ser caballero andante, y lo es por el estatuto de su locura… Unos críticos dicen que es humor y se ríen ante este tipo de de cosas, otros, más modernos o posmodernos, dicen que tiene la razón, por su moral trascendente... Pero eso no es la razón. La razón exige ser compartida, si uno razona “a su manera” no hay razón posible, puesto que ha de servir para todos. La razón no es autológica, no la puede tener ni un individuo, ni un grupo, ha de ser de todos, normativa.

Veamos la locura como un uso lúdico de la razón. A don Quijote jugando para divertirse, es lo que, según Torrente Ballester, caracteriza el comportamiento de nuestro héroe, que lo que quiere es satisfacer sus emociones, y que nunca hace nada que le disguste. Se puede objetar que, la mayor parte de las veces, don Quijote, acaba apaleado y maltrecho; esto es verdad, pero de la misma manera que tanta gente actúa, ejerciendo la violencia o arriesgándose en el juego de un deporte peligroso, a sabiendas de los riesgos que corren. Dice Torrente: “este uso lúdico de la razón es un juego, pero nada claro, ya que si lo fuera, si la trampa estuviera al descubierto no tendría gracia, y la novela se caería de las manos, porque uno de sus ingredientes prospectivos más vitales es la comezón que se pone en saber si el personaje está loco o no”. Claro la ambigüedad es permanente, tenemos sobradas razones por las que podemos pensar que está loco, pero también las tenemos para suponer, por la astucia con que se mueve, que de loco tiene poco. Concluye Torrente: “si se relee el texto la comezón se repite, y las conclusiones adquiridas se tornan dudas, las dos posturas alcanzan fuerza en la inteligencia del lector, al margen y con independencia de su actitud sentimental inevitable ante el personaje”. Siempre hay una auténtica duda.

Cardenio es otro loco del Quijote, es como un colega que se dispone a jugar junto a don Quijote, pero quiere jugar con sus propias reglas. Es un pirado al que otro hombre le quita la novia, y como no se siente capaz de enfrentarse a él, se hace el loco y se tira al monte, donde se alimenta de la leche que le dan unos cabreros y de las bellotas que encuentra. En un momento dado se encuentra con don Quijote, Sancho y un cabrero, a los que les dice que les contará su historia siempre que le escuchen sin hablar (les exige paciencia para escuchar y además en silencio). Don Quijote que está acostumbrado a hablar él, a contar sus historias, en un momento dado -que parece estar ya hasta el gorro-, lo interrumpe por una simpleza, porque Cardenio nombra a la reina Madásima, diciendo que tuvo una ligereza, y el Caballero no permite que eso se le atribuya a ninguna mujer, eso es faltarle al respeto de la reina. Y Cardenio que se ve interrumpido, pilla un rebote de “muy señor mío”, y los apalea a todos. Dice el narrador:

Digo, pues, que, como ya Cardenio estaba loco y se oyó tratar de mentís y de bellaco, con otros denuestos semejantes, parecióle mal la burla, y alzó un guijarro que halló junto a sí, y dio con él en los pechos tal golpe a don Quijote que le hizo caer de espaldas. Sancho Panza, que de tal modo vio parar a su señor, arremetió al loco con el puño cerrado; y el Roto le recibió de tal suerte que con una puñada dio con él a sus pies, y luego se subió sobre él y le brumó las costillas muy a su sabor. El cabrero, que le quiso defender, corrió el mesmo peligro. Y, después que los tuvo a todos rendidos y molidos, los dejó y se fue, con gentil sosiego, a emboscarse en la montaña.”

Parece como una imagen de dibujos animados: ver a el “Roto” con su traje hecho ciscos, saltando sobre la tripa de Sancho, les da de palos a los tres y se va tan fresco a meterse en la espesura del bosque. Mas tarde, Cardenio terminaría de contar su historia, pero don Quijote ya no está presente. Cardenio forma parte de otra novela cortesana que Cervantes intercala en el Quijote, que protagoniza junto con Luscinda, Dorotea y don Fernando, que es el prototipo de Don Juan, y el que le arrebata la novia, causa de su fingida locura, porque, uno, por más que se empeñe no pierde la cabeza de la noche a la mañana, y de hecho todo se arregla al final y Cardenio vuelve a ser el de antes, recobrando la cordura.

Es similar a lo que le ocurre al Licenciado Vidriera, uno de los personajes más penosos que ha diseñado Cervantes, que sin embargo goza de la simpatía de muchos lectores que lo ven como un loco sublime, capaz de razonar de forma superior a los cuerdos, cuando el pobre hombre es un personaje ridículo; un tipo que repite los chistes de moda en la época, que hoy día serían calificados de machistas o racistas. Es incapaz de adaptarse a cualquier tipo de vida normalizada, viviendo siempre dentro de un gremio, el de los estudiantes, los militares, los locos, y cuando quiere incorporarse a la profesión de abogado fracasa, y a de volver con los soldados. Dice que es de vidrio porque tuvo una cita en Salamanca con una cortesana, una dama de todo rumbo y manejo, que “le da a comer un membrillo” (entiéndase lo que se quiera), y le sienta tal mal que la cortesana sale huyendo, y él se pone tan enfermo que se cree de vidrio (algún analista dice que se reconoce homosexual, y se siente de vidrio por indolencia, no por fragilidad). El caso es que articula toda su locura para que nadie lo toque, porque no quiere sentir ninguna emoción de nuevo.

El licenciado es igual que Cardenio, se siente incapaz de relacionarse como adulto. Cardenio tendría que defender a su chica… Tengamos en cuenta que, la época de Cervantes, era un sociedad patriarcal, caracterizada por la existencia en la sociedad de un pacto tácito entre los hombres, en virtud de cual, los hombres tenían que respetar a la hija de un padre, y a la mujer de un hombre. Don Juan, en este caso don Fernando, es un hombre que quebranta el pacto del patriarcado, violentando la situación con Luscinda. Este patriarcado es el que mueva a Pedro Crespo en El alcalde de Zalamea. En definitiva que Cardenio tendría que defender a muerte a Luscinda, pero no es capaz porque ve en don Fernando un rival muy superior.


El Quijote y la literatura sapiencial


L
a literatura sapiencial, la novela nomológica, es la literatura de conocimientos, de contenidos morales, doctrinales, didácticos, de máximas, de sentencias, de aforismos, de consejos, de proverbios, de fábulas.

En las literaturas antiguas, sobre todo las indoeuropeas presentan a un personaje que atesora el saber, el sabio o el maestro, que instruye a sus seguidores para que pueden desenvolverse mejor en la vida. Incorpora con frecuencia la figura del viajero, un hombre que camina por diversas geografías y situaciones recordando la figura y enseñanzas del maestro.

En La vida de Esopo, novela anónima del siglo I de nuestra era, su protagonista, Esopo, vive, bajo la tutela de su maestro Janto, una serie de situaciones de lo más insólitas. Francisco Rodríguez Adrados, ha señalado que la génesis del Quijote, como novela sapiencial, tiene mucho que ver con La vida de Esopo, estableciendo particulares paralelismos, por una parte, entre don Quijote y Sancho, y por otra, entre Janto y Esopo.

Una obra como El asno de oro de Apuleyo, cuyo protagonista, Lucío, atraviesa, metamorfoseado en asno, una serie de peripecias y situaciones que le obligan a aprender a enfrentarse a la vida más rápido de lo él hubiera deseado, es otra obra destacada de literatura sapiencial. En la literatura española hay destacadas obras de este tipo, como son: El satiricón, El libro del buen amor, La lozana andaluza; y dentro de las obras de Cervantes están El licenciado vidriera, El coloquio de los perros, o el mismo Quijote, en los que se presentan personajes que viajan en el tiempo y en el espacio protagonizando una serie de situaciones a las que se le aplican contenidos sapienciales, aforismáticos, sentenciosos… También se puede relacionar con esta literatura a la picaresca, en la que sus personajes tienen que aprender por cuenta propia una serie de conocimientos esenciales para sobrevivir, situaciones que les acaba llevando siempre al desengaño, al desenmascaramiento de esas situaciones fraudulentas.

La literatura nomológica tiene un terreno difícil de delimitar entre lo que es literatura y lo que no lo es, del mismo modo que a lo que es sapiencial o no lo es, moviéndose en unas fronteras muy difusas y permeables. En la Grecia clásica hay ejemplos muy claros, como el de Hesiodo, que no sabemos si es literatura o no, pero el que presenta claros ingredientes de literatura sapiencial, orientado a la formación de las gentes; los mismos aforismo hipocráticos, en los que la tendencia es la misma, no estamos seguros de que sean literatura, pero a los que no podemos ignorar si hablamos de literatura sapiencial; por otro lado, hablando de Hipócrates, no es disparatado afirmar que sus discípulos, los hipocráticos, son, de alguna manera, los fundadores o los antecesores del tratado.

El tratado no es mera literatura sapiencial, ni siquiera es ensayo. El tratado exige un prólogo, una introducción y una jerarquización interna de sus conceptos, así como un desenlace y una conclusión o colofón; sin embargo el ensayo es una miscelánea, una taracea, un género muy abierto, tanto que en él la literatura se desvanece al desaparecer la ficción.

Tienen también una relación muy estrecha con la literatura sapiencial las fábulas, los apólogos y el género de los diálogos. En la fábulas se presentan figuras animales que debaten para llegar a una moraleja, que se impone ante un hecho que constituye un problema vital que hay que resolver. En el apólogo es lo mismo pero los diálogos son entre humanos. Los diálogos de Platón, que no es literatura porque son filosofía, se aproximan a la órbita de lo que es la literatura sapiencial.

En la edad media europea la literatura sapiencial se desarrolla con una finalidad educativa. Un modelo son los cuentos de El Conde Lucanor de don Juan Manuel, con ejemplos para ayudar a organizar mejor la vida. En esta época hay que destacar la confluencia de las cartas con la literatura parenética, especialmente las de contenido retórico, que incluyen un saber, confluencia que favorece las condiciones para el desarrollo del ensayo, y la miscelánea como género concomitante con el ensayo.

Todo esto está presente hasta tal punto en el Quijote que algunos autores, como Rodríguez Adrados, dice que la literatura parenética es el núcleo de la genología y de la genealogía literaria del Quijote (lo mismo dice de La Celestina), y no cabe la menor duda que en cualquier capítulo del Quijote podemos encontrar numerosas citas, refranes, sentencias…, y la misma estructura de la obra de amo-escudero lo confirma. Añade este autor que el Quijote es un crisol entre la novela realista antigua de contenido popular, cuyo principales ejemplos son la anónima Vida de Esopo y El asno de oro, junto a la literatura de los cínicos, y los libros de sabiduría sapiencial, desde la más remota antigüedad.

Entre la teoría de los géneros literarios (genología) y la procedencia de los géneros existentes en el Quijote (genealogía), dan forma objetiva a una auténtica miscelánea en la que se formalizan y materializan múltiples géneros literarios, en los se aprecia, como en el resto de la literatura cervantina, muy potenciada la facultad digresiva, intercalando géneros específicos en el texto del género principal.

En la parénesis dentro del Quijote se ha de citar la carta que don Quijote dirige a Sancho como gobernador de Barataria. En esta confluyen la carta familiar dirigida a un amigo, la cortesana dirigida al gobernador, y la retórica de estilo culto, con la literatura sapiencial, por la serie de consejos dirigidos a la formación de Sancho, que junto a los consejos para un buen gobierno, son los dos ejemplos más claros de la literatura nomológica.

En la literatura cervantina, como demuestra Pedro Insua en su libro Guerra y Paz en el Quijote, hay contenida una filosofía que se articula en todo un sistema de ideas objetivadas a cerca de la libertad, de la justicia, de la política, de la guerra y la paz, con una función destacada, dada en un formato indicativo o crítico, nunca en formato imperativo o programático. Esto es destacable porque la funcionalidad de este contenido sapiencial, no es para nada dogmático (Cervantes no es San Pablo); no responde tampoco a una preceptiva (Cervantes no es ortodoxo, no es Calderón); tampoco pretende divertir a a los lectores, ni burlarse de la gente, lo que pretende es comprender e interpretar al ser humano, sus causas y sus consecuencias en un contexto más amplio que el que ofrece la burla, el sarcasmos, o el escarnio (Cervantes no es Quevedo, que se burlar de los errores y defectos de la gente).

Tanto el teatro como novela de Cervantes están construidos para comprender al ser humano, en todas sus posibilidades de vida, como hombre o como mujer, como cautivo o como soldado, como rufián o ramera, como morisco o cristiano, como cortesano o del pueblo, como caballero o escudero, como amo o criado, como hombre de iglesia o como delincuente… Es una literatura destinada a la comprensión y a la crítica. No hace concesiones, aun siendo muy respetuoso con los errores humanos, pues Cervantes hace responsable de su vida al ser humano, sin intervenciones divinas. Para Cervantes, como para Spinoza, lo único que hace al ser humano compatible con la realidad es la razón, con la que podrá superar las limitaciones que merman su vida.

La interpretación literaria debe proyectarse sobre el presente en el que vivimos alienados por cierta idea de cultura, considerando que la cultura es conocimiento, en la linea marcada por Ortega y Gasset. Pero la cultura puede ser conocimiento o puede ser todo lo contrario, además no todo el conocimiento que aporta la cultura es beneficioso, lo será según el uso que hagamos de él (pensemos que del conocimiento salió la bomba atómica). En nuestro tiempo la idea de cultura es omnímoda, que se articula desde una moral que se impone a partir de lo políticamente correcto. Gustavo Bueno define la cultura como el opio del pueblo, queriendo decir que es un mito o un cebo. Al margen de Bueno, y quizás de una forma heterodoxa, podemos definirla como la gremialización del individuo, que tiene como finalidad captar a las personas para organizarlas en masas sociales estructuradas, naturalmente de presupuestos morales, siendo la moral el conjunto de disposiciones que estructuran y unifican al grupo para que funcione como si fuera un solo individuo; lo que se ha llamado el unanimismo. Así el individuo que no se integra en el grupo es un disidente para este, que debe desaparecer porque de no hacerlo se integrará en otro grupo opuesto. Hoy día se gremializa al individuo imponiéndole una lengua, una moral de orden religioso, económico, o político, con el que poco a poco se va integrando en la masa socialmente organizada, de la que no podrá desprenderse nunca, ya que no podrá vivir al margen de la lengua, de la economía de la sociedad. La finalidad de este uso depredador de la cultura es dominar al individuo, que si no cumple con el grupo estará considerado un mal miembro o un ser marginal, porque el propio grupo desarrolla facultades condenatorias contra el individuo disidente.

Esta visión de la cultura no está en la moral de Cervantes, no es el contenido de su literatura parenética, no tiene contenido programático ni gremial. Si lo fue el de las Cartas evangélicas de San Pablo, que su fin era incorporar al individuo a la colectividad a la que iba destinada la pastoral. La literatura de Cervantes es de diseño cínico, dialógico y dialéctico, en la que se desarrollan argumentos mediante la confluencia de contrarios; es una literatura crítica o indicativa, porque somete a revisión la realidad a la que apela; es también una literatura sofisticada y reconstructivista, como ocurre en El coloquio de los perros, que presenta irónicamente a dos animales con la facultad del lenguaje y la razón; y es una literatura sapiencial articulada en symploqué, en la que se niega la estructura monista en la que todo esté relacionado con todo, y la que se niega una estructura atomista del mundo en la que nada está relacionado con nada, sino que unas ideas están relacionadas otras, sin que haya una aislada de todas, ni otra que las domine a todas; una antología plenamente dialéctica, constituyendo su obra una moral que desconfía de sí misma, que construye unos principios que cuestionan sus propios fundamentos, con un afán racionalista en toda su obra que rebasa el siglo de oro. Ni una idea metafísica actúa como causa o como consecuencia en su literatura, no hay milagros ni hechos extraordinarios que no se expliquen y se desmitifiquen.

El racionalismo de Cervantes es compatible con nuestra vida de hoy día, cuestionando los límites de la autocomplacencia de nuestro mundo. Para interpretar a Cervantes no basta la filología, es necesario la filosofía.


La novela epistolar


A lo largo de los siglos XVI y XVII se produce en Europa un redescubrimiento acompañado de una renovación de la epístola, con una inclusión, totalmente remozada, en géneros mayores. La epístola tiene sus antecedentes en la literatura griega, siendo su referente más inmediato la inserción de las cartas en la novela bizantina.

En el terreno de la epistología, Pedro Martín Baños, es un referente fundamental. Dice que todos los paradigmas literarios están relacionados unos con otros, y uno de ellos es la novela epistolar que, en manos de Cervantes, experimenta una auténtica renovación.

En el Quijote no se encuentran géneros puros, es una novela de novelas y de otros géneros literarios, que, en el caso de la literatura epistolar encontramos un amplio desarrollo. Como dijo Unamuno, “las cartas permiten entrever una visión de la intrahistoria de las relaciones personales”. En el Quijote, la carta, germina desde la informalidad, la desmitificación de las formas de conducta y de expresión.

Según Martín Baños, la literatura epistolar presente en el Quijote, permite identificar claramente tres tipos de géneros:

  • La carta familiar, asequible solo a personas alfabetizadas. No tiene el rigor de otro tipo de cartas. Se incorporó a la literatura como consecuencia del hallazgo de cartas familiares de Cicerón.

  • La carta retórica, que da muestra de determinadas formas de conducta o comportamientos. Se caracteriza por un lenguaje cuidado, muy artificioso, nada natural, nada convencional, donde la tropología, la forma, supera el fondo. Según Martín Baños se potenció mucho en la Edad Media, en la que se desarrolla la escritura más que la oralidad; en el Renacimiento continúa el impulso derivado de la epístolas retóricas de Erasmo.

  • La carta cortesana, que engloba la relaciones entre la nobleza, la política, o la cuestión administrativa, implicando cierta ceremonia en el formato. Se desarrollan mediado el siglo XVI, vinculadas a las lenguas románicas y a las cancillerías de los estados configurados tras la disolución de los feudalismos. Anteriormente, en el medievo, los modos se limitaban a la carta familiar y a la retórica.

Esta identificación exige una discriminación, ya que en a literatura nunca se va a dar una pureza de rasgos como se da en la vida real. En la literatura difícilmente nos vamos a encontrar cartas exclusivamente familiares, retóricas o cortesanas, como es propio del barroco; no hay formas puras, y menos en la literatura cervantina.

En el caso del Quijote las principales cartas familiares se dan entre dos analfabetos, Sancho, y su mujer Teresa, por lo que precisan mediadores, intermediarios o tranductores, que les sirven de lectores, de escritores, incluso de interpretes. Estos intermediarios, de alguna manera, profanaban la intimidad familiar, algo muy corriente en la época del Quijote. Este intercambio de cartas ocurre durante la estancia de Sancho en el castillos de los duques y como gobernador de la Ínsula Barataria. Tenemos un ejemplo de la profanación, cuando Teresa, que ha recibido carta de Sancho tiene que contestarle y necesita a alguien que se la trascriba… Dice el narrador en el capítulo 50 de la segunda parte:

El bachiller se ofreció de escribir las cartas a Teresa de la respuesta, pero ella no quiso que el bachiller se metiese en sus cosas, que le tenía por algo burlón; y así, dio un bollo y dos huevos a un monacillo que sabía escribir, el cual le escribió dos cartas, una para su marido y otra para la duquesa, notadas de su mismo caletre, que no son las peores que en esta grande historia se ponen, como se verá adelante.-

El narrador deja claramente constancia del hecho inevitable de la presencia de intermediarios. La última carta que Teresa Panza escribe a su marido, que figura en el capítulo 52 de la segunda parte, se lee en público ante don Quijote y los duques, hecho que hoy día nos sorprendería mucho. La carta, que responde al estilo más familiar, es digna de leerse; la misma tiene componentes irónicos, porque no olvidemos que está escrita por Cervantes, no por el monaguillo que se como el bollo y los huevos. Es la carta escrita a un gobernador, con lo que además del componente familiar tiene algo de cortesana, si asumimos que Sancho es realmente un gobernador, no un gobernador de carnaval, pues para su mujer si parece que lo sea; igualmente presenta rasgos retóricos. Dice así:

Tu carta recibí, Sancho mío de mi alma, y yo te prometo y juro como católica cristiana que no faltaron dos dedos para volverme loca de contento. Mira, hermano: cuando yo llegué a oír que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo, que ya sabes tú que dicen que así mata la alegría súbita como el dolor grande. A Sanchica, tu hija, se le fueron las aguas sin sentirlo, de puro contento. El vestido que me enviaste tenía delante, y los corales que me envió mi señora la duquesa al cuello, y las cartas en las manos, y el portador dellas allí presente, y, con todo eso, creía y pensaba que era todo sueño lo que veía y lo que tocaba; porque, ¿quién podía pensar que un pastor de cabras había de venir a ser gobernador de ínsulas? Ya sabes tú, amigo, que decía mi madre que era menester vivir mucho para ver mucho: dígolo porque pienso ver más si vivo más; porque no pienso parar hasta verte arrendador o alcabalero, que son oficios que, aunque lleva el diablo a quien mal los usa, en fin en fin, siempre tienen y manejan dineros. Mi señora la duquesa te dirá el deseo que tengo de ir a la corte; mírate en ello, y avísame de tu gusto, que yo procuraré honrarte en ella andando en coche.

El cura, el barbero, el bachiller y aun el sacristán no pueden creer que eres gobernador, y dicen que todo es embeleco, o cosas de encantamento, como son todas las de don Quijote tu amo; y dice Sansón que ha de ir a buscarte y a sacarte el gobierno de la cabeza, y a don Quijote la locura de los cascos; yo no hago sino reírme, y mirar mi sarta, y dar traza del vestido que tengo de hacer del tuyo a nuestra hija.

Unas bellotas envié a mi señora la duquesa; yo quisiera que fueran de oro. Envíame tú algunas sartas de perlas, si se usan en esa ínsula.

Las nuevas deste lugar son que la Berrueca casó a su hija con un pintor de mala mano, que llegó a este pueblo a pintar lo que saliese; mandóle el Concejo pintar las armas de Su Majestad sobre las puertas del Ayuntamiento, pidió dos ducados, diéronselos adelantados, trabajó ocho días, al cabo de los cuales no pintó nada, y dijo que no acertaba a pintar tantas baratijas; volvió el dinero, y, con todo eso, se casó a título de buen oficial; verdad es que ya ha dejado el pincel y tomado el azada, y va al campo como gentilhombre. El hijo de Pedro de Lobo se ha ordenado de grados y corona, con intención de hacerse clérigo; súpolo Minguilla, la nieta de Mingo Silvato, y hale puesto demanda de que la tiene dada palabra de casamiento; malas lenguas quieren decir que ha estado encinta dél, pero él lo niega a pies juntillas.

Hogaño no hay aceitunas, ni se halla una gota de vinagre en todo este pueblo. Por aquí pasó una compañía de soldados; lleváronse de camino tres mozas deste pueblo; no te quiero decir quién son: quizá volverán, y no faltará quien las tome por mujeres, con sus tachas buenas o malas.

Sanchica hace puntas de randas; gana cada día ocho maravedís horros, que los va echando en una alcancía para ayuda a su ajuar; pero ahora que es hija de un gobernador, tú le darás la dote sin que ella lo trabaje. La fuente de la plaza se secó; un rayo cayó en la picota, y allí me las den todas.

Espero respuesta désta y la resolución de mi ida a la corte; y, con esto, Dios te me guarde más años que a mí o tantos, porque no querría dejarte sin mí en este mundo.

Tu mujer, Teresa Panza.

La carta lo contiene todo, con alusiones a la propia vida de Cervantes, cuando irónicamente desea ver a Sancho de alcabalero, oficio que desempeño el propio Cervantes; notas populares muy pintorescas con alusiones críticas, como la compañía de soldados que pasa por el pueblo y se llevan con ellos a tres muchachas, que Teresa da por seguro que pronto volverán; todos los chismes de la gente del pueblo con tintes cortesanos, porque al fin y al cabo habla de la élite del pueblo; el júbilo de Sanchica al saber que su padre es gobernador, que hasta “se mea” de contenta; la duda del cura, el barbero, el bachiller y el sacristán sobre el gobierno de Sancho, como cuestionando su capacidad (peores cosas estamos viendo en la actualidad); después tratan a don Quijote, que está oyendo la lectura de la carta, de loco “de cascos”… Pero lo mejor de todo es el final, eso de “no querría dejarte sin mí”, que me recuerda a un chiste moderno en el que una señora mayor, una abuela, como yo, le dice al marido, un hombre de mi edad más o menos: “Pepe, cuando uno de los dos se muera, yo me voy a vivir con la niña”.

El Quijote nos ofrece una carta retórica inigualable, la carta que don Quijote escribe a Dulcinea del Toboso, una figura de ficción que incluso dentro del Quijote no tiene operatoriedad. La carta, que es muy breve, va en el capítulo 25 del primera parte. Dice así:

Soberana y alta señora:
El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte,

El Caballero de la Triste Figura

La cantidad de arcaísmos inhabituales que figuran en la carta sitúan al autor de la misma totalmente fuera de contexto de la época. Don Quijote entrega la carta a Sancho y esta se queda olvidada en medio de un libreto; cuando Sancho trata de dar cuenta, poco después, del contenido al cura y al barbero, se presenta una situación extraordinariamente ridícula que procede leer. Dice Sancho en el capítulo 26 de la primera parte:

Paróse Sancho Panza a rascar la cabeza para traer a la memoria la carta, y ya se ponía sobre una pie y ya sobre otro; unas veces miraba al suelo, otras al cielo, y al cabo de haberse roído la mitad de la yema de un dedo, teniendo suspensos a los que esperaban que ya la dijese, dijo al cabo de grandísimo rato:

- Por Dios, señor licenciado, que los diablos lleven la cosa que de la carta se me acuerda, aunque en el principio decía: Alla y sobajada señora.

- No dirá, -dijo el barbero-, sobajada, sino sobrehumana, o soberana señora.”

Sobajada, una tranducción aberrante de Sancho; sobajada significa manoseada, sobada; en México, humillada. La inversión que se hace es tremendamente grotesca. Pedro Salinas dijo que era la carta de amor más bella de la literatura española, y tampoco es eso, es claramente excesivo, es una carta del presunto amor de don Quijote, una carta tópica, construida mediante clichés retóricos muy frecuentes en la época.

La carta cortesana en el Quijote está presente en el ámbito de la estancia de don Quijote y Sancho en el castillo ducal, y sobre todo, en el período en que Sancho es gobernador. De estos días es la carta que el duque envía a Sancho, gobernador de la Barataria. Vemos la carta y el contexto en el que tiene lugar; dice el narrador en el capítulo 47 de la segunda parte:

Entró el correo sudando y asustado, y, sacando un pliego del seno, le puso en las manos del gobernador, y Sancho le puso en las del mayordomo, a quien mandó leyese el sobreescrito, que decía así: A don Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria, en su propia mano o en las de su secretario. Oyendo lo cual, Sancho dijo:

-¿Quién es aquí mi secretario?

Y uno de los que presentes estaban respondió:

-Yo, señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaíno.

-Con esa añadidura -dijo Sancho-, bien podéis ser secretario del mismo emperador. Abrid ese pliego, y mirad lo que dice.

Hízolo así el recién nacido secretario, y, habiendo leído lo que decía, dijo que era negocio para tratarle a solas. Mandó Sancho despejar la sala, y que no quedasen en ella sino el mayordomo y el maestresala, y los demás y el médico se fueron; y luego el secretario leyó la carta, que así decía:

A mi noticia ha llegado, señor don Sancho Panza, que unos enemigos míos y desa ínsula la han de dar un asalto furioso, no sé qué noche; conviene velar y estar alerta, porque no le tomen desapercebido. Sé también, por espías verdaderas, que han entrado en ese lugar cuatro personas disfrazadas para quitaros la vida, porque se temen de vuestro ingenio; abrid el ojo, y mirad quién llega a hablaros, y no comáis de cosa que os presentaren. Yo tendré cuidado de socorreros si os viéredes en trabajo, y en todo haréis como se espera de vuestro entendimiento. Deste lugar, a 16 de agosto, a las cuatro de la mañana.

Vuestro amigo, El Duque.

Quedó atónito Sancho, y mostraron quedarlo asimismo los circunstantes; y, volviéndose al mayordomo, le dijo:

-Lo que agora se ha de hacer, y ha de ser luego, es meter en un calabozo al doctor Recio; porque si alguno me ha de matar, ha de ser él, y de muerte adminícula y pésima, como es la de la hambre.

-También -dijo el maestresala- me parece a mí que vuesa merced no coma de todo lo que está en esta mesa, porque lo han presentado unas monjas, y, como suele decirse, detrás de la cruz está el diablo.

Cuando Cervantes bromea con frecuencia lo hace con gente de iglesia. Esta es una carta cortesana un despacho de una diligencia de carácter político.

La literatura a la que da lugar las epístolas familiares, cortesanas, y sobre todo retóricas, es el ensayo, es la literatura sapiencial. Los géneros están relacionados entre sí en symploqué (no todo está relacionado con todo, ni hay una cosa que se relacione con nada), de tal manera que unos están relacionados con otros, pero no hay unos que lo esté con todos, ni uno que esté totalmente desconectado de los demás.

Vemos ahora la carta que don Quijote remite a Sancho desde el castillo de los duques. En esta carta se dan las tres formas mencionadas: la familiar, porque es una carta entre amigos muy íntimos; es una carta cortesana, porque tiene el ambiente palatino, es un caballero andante que ha adoptado el aspecto cortesano, ha reemplazado las armas por la pluma, y naturalmente porque don Quijote se expresa muy bien; y es una carta retórica porque habla como un sabio, y es, junto a los consejos que le da antes de tomar posesión de la ínsula, un claro ejemplo de los tres tipos de epístolas. La podemos leer en el capítulo 51 de la segunda parte. Dice así:

Carta de don Quijote de la Mancha a Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria

Cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias, Sancho amigo, las oí de tus discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo, el cual del estiércol sabe levantar los pobres, y de los tontos hacer discretos. Dícenme que gobiernas como si fueses hombre, y que eres hombre como si fueses bestia, según es la humildad con que te tratas; y quiero que adviertas, Sancho, que muchas veces conviene y es necesario, por la autoridad del oficio, ir contra la humildad del corazón; porque el buen adorno de la persona que está puesta en graves cargos ha de ser conforme a lo que ellos piden, y no a la medida de lo que su humilde condición le inclina. Vístete bien, que un palo compuesto no parece palo. No digo que traigas dijes ni galas, ni que siendo juez te vistas como soldado, sino que te adornes con el hábito que tu oficio requiere, con tal que sea limpio y bien compuesto.

Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras has de hacer dos cosas: la una, ser bien criado con todos, aunque esto ya otra vez te lo he dicho; y la otra, procurar la abundancia de los mantenimientos; que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que la hambre y la carestía.

No hagas muchas pragmáticas; y si las hicieres, procura que sean buenas, y, sobre todo, que se guarden y cumplan; que las pragmáticas que no se guardan, lo mismo es que si no lo fuesen; antes dan a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas, no tuvo valor para hacer que se guardasen; y las leyes que atemorizan y no se ejecutan, vienen a ser como la viga, rey de las ranas: que al principio las espantó, y con el tiempo la menospreciaron y se subieron sobre ella.

Sé padre de las virtudes y padrastro de los vicios. No seas siempre riguroso, ni siempre blando, y escoge el medio entre estos dos estremos, que en esto está el punto de la discreción. Visita las cárceles, las carnicerías y las plazas, que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia: consuela a los presos, que esperan la brevedad de su despacho; es coco a los carniceros, que por entonces igualan los pesos, y es espantajo a las placeras, por la misma razón. No te muestres, aunque por ventura lo seas -lo cual yo no creo-, codicioso, mujeriego ni glotón; porque, en sabiendo el pueblo y los que te tratan tu inclinación determinada, por allí te darán batería, hasta derribarte en el profundo de la perdición.

Mira y remira, pasa y repasa los consejos y documentos que te di por escrito antes que de aquí partieses a tu gobierno, y verás como hallas en ellos, si los guardas, una ayuda de costa que te sobrelleve los trabajos y dificultades que a cada paso a los gobernadores se les ofrecen. Escribe a tus señores y muéstrateles agradecido, que la ingratitud es hija de la soberbia, y uno de los mayores pecados que se sabe, y la persona que es agradecida a los que bien le han hecho, da indicio que también lo será a Dios, que tantos bienes le hizo y de contino le hace.

La señora duquesa despachó un propio con tu vestido y otro presente a tu mujer Teresa Panza; por momentos esperamos respuesta.

Yo he estado un poco mal dispuesto de un cierto gateamiento que me sucedió no muy a cuento de mis narices; pero no fue nada, que si hay encantadores que me maltraten, también los hay que me defiendan.

Avísame si el mayordomo que está contigo tuvo que ver en las acciones de la Trifaldi, como tú sospechaste, y de todo lo que te sucediere me irás dando aviso, pues es tan corto el camino; cuanto más, que yo pienso dejar presto esta vida ociosa en que estoy, pues no nací para ella.

Un negocio se me ha ofrecido, que creo que me ha de poner en desgracia destos señores; pero, aunque se me da mucho, no se me da nada, pues, en fin en fin, tengo de cumplir antes con mi profesión que con su gusto, conforme a lo que suele decirse: amicus Plato, sed magis amica veritas. Dígote este latín porque me doy a entender que, después que eres gobernador, lo habrás aprendido. Y a Dios, el cual te guarde de que ninguno te tenga lástima.

Tu amigo, Don Quijote de la Mancha.

En este caso, don Quijote firma la carta, no como con la cédula de los tres pollinos que solo la rubricó para no deslegitimar la validez del documento, ni para desautorizarse a sí mismo como don Quijote, ya que para que la sobrina le diese validez tendría que firmarla como Alonso Quijano.

Esta carta no es solo una epístola cortesana, una epístola familiar, una epístola retórica, sino que es también un verdadero ensayo.

Hay otro tipo de carta que no está presente en el Quijote, es la carta evangélica, que es una género muy especial de la epistemología que, generalmente, es una carta familiar dirigida a un grupo unidos por la fe.



lunes, 26 de abril de 2021

Cervantes y la novela autobiográfica

La novela autobiográfica, es una narración ficticia que está construida con materiales que forman parte de la vida del autor. Cuando aparece el Quijote es un género en ciernes que Cervantes va a desarrollar. El episodio por excelencia de esta novela en el Quijote es El capitán cautivo, la historia del Capitán Ruy Pérez de Viedma, intercalada en los capítulos 39 a 42 de la primera parte.

Hay cuatro variantes de la biografía:

  • Biografía histórica

  • Autobiografía histórica

  • Biografía de ficción

  • Autobiografía de ficción.

Una autobiografía de ficción es el caso de El capitán cautivo, donde Cervantes, por medio del personaje de ficción, Capitán Ruy Pérez, relata su cautiverio en Argel, en los que se mezclan hechos que vivió con otros ficcionados por él.

Las características fundamentales de la ficción autobiográfica son:

1. Es una narración histórica en la que puede haber partes reales pero que siempre están citadas como ficticias. Lo ocurrido no es punto por punto, porque es literatura, y la literatura ni es verdad ni es mentira, es ficción.

2. El autor es un ser humano que cuenta en líneas generales hechos que él ha vivido, poniendo su relato en boca de un personaje de ficción.

3. Es un relato autodiegético, el personaje que cuenta la historia es el protagonista de los hechos.

4. Hay un presentismo, algo inherente a la autobiografía, que consiste en narrar la vida pasada desde una reinterpretación hecha en el presente.


La ficción autobiográfica implica materiales formalmente objetivados que al entrar en la literatura, entran en la ficción, que no es verdad ni mentira. La verdad y la mentira es cuestión que solo afecta a la ciencia y a la filosofía; no nos importa de el Quijote sea verdad o es mentira, no tiene sentido plantearse si los personajes literarios son verdaderos o falsos, eso no conduce a nada. La literatura responde a como se construyen las cosas, es una cuestión ontológica (de relaciones y conceptos de conocimiento). En la literatura no hay nada que no haya sido vivido con anterioridad, vivido realmente o idealmente. La ficción puede contener hechos reales, de hecho todas las ficciones contienen términos reales, como casas, seres humanos… Otra cosa es, que sea ideal su presencia en la novela, como casas ideales, o seres humano ideales, como santos o caballeros andantes que vencen a dragones de siete cabezas. En la ficción también hay relaciones reales, obras como Fortunata y Jacinta, La Regenta, o La zapatera prodigiosa, plantean relaciones reales entre los personajes.

De la misma forma puede haber términos que sean ideales. Cuando Juan Ramón Jiménez, dice que Dios es azul, está hablando de un término completamente ideal, porque Dios no solo no está a la vista, sino que, si lo estuviera, difícilmente sería azul; un dios no puede recibir como sustancia pura atributos cromáticos (no cabe imaginar a un dios como a un pitufo, no tiene sentido); si a Spinoza, a Platón, o a Santo tomás de Aquino, le dijeran que Dios está azul, se perderían en las palabras, no sabrían de qué se habla, no tendrían códigos para interpretar esa afirmación, sería una herejía. Los términos de la ficción no son operativos. Don Quijote no puede operar fuera de la estructura de su propia novela, no puede salir a dar una rueda de prensa; de la misma manera que el feto opera dentro de placenta, pero no lo puede hacer fuera, no puede salir un día a dar un paseo y volverse al claustro al rato. Pues hay gente que cuando lee un libro cree salir de la realidad, y que al cerrarlo, vuelve a ella; no se dan cuenta que la ficción forma parte de la realidad, que el ver una película o leer un libro es un hecho real.

El cautivo es la experiencia histórica de un personaje que es el autor de la novela, que vivió cinco años en la Auschwitz de la época, entre 1575 y 1580. Este relato supone la adición a la estructura del Quijote de un relato corto que representa el paradigma de la novela autobiográfica. Esta ampliación es determinante en el Quijote, pero hay muchos otros en la literatura cervantina. Destacan las cuatro comedias de ambiente argelino, Los tratos de Argel, Los baños de Argel, Del gallardo español, y La gran sultana, donde aparecen episodios que pueden calificarse como autobiográficos. Igualmente en el Persiles hay unos personajes que se identifican como cautivos, que son falsos cautivos, que se identifican ante el alcalde de un pueblo que fue un cautivo real, que los descubre, y que al final en vez de denunciarlos les instruye para que perfeccionen su engaño. En el Viaje del Parnaso, obra poética que representa la objetivación de un viaje alegórico, mitológico, y burlesco, en la línea del Asno de Oro de Apuleyo, donde lo lúdico, lo sobrenatural, lo extraordinario, y sobre todo lo cínico, así como lo autobiográfico tienen presencia, con el aditamento que el narrador del poema expone una fuerte crítica burlesca del comportamiento humano.

Algunos autores en vez de estudiar a Cervantes en su obra literaria, lo han hecho a través de los paratextos contenidos en la literatura cervantina que no son de ficción o no lo son totalmente, pues Cervantes mete ficción hasta en sus prólogos. El francés Maurice Moreau, quizás sea el más destacado es los estudios de Cervantes a través de sus prólogos.

En prácticamente todos los prólogos de las obras de Cervantes hay datos autobiográficos. En el prólogo de Ocho comedias y ocho entremeses, hace una descripción que se ha tomado como la imagen de Cervantes; es un rasgo autobiográfico, puesto que lo dice sobre sí mismo. Otra cosa es que sea verdad, porque no hay ningún retrato fiable, el atribuido a Juan de Jáuregui ni siquiera sabemos si es verdadero:

Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies.

... éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño.

Llamase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria.

Es un ejemplo de como el propio autor incorpora en su obra literaria una serie de declaraciones que pueden considerarse de contenido autobiográfico.

El prólogo de la primera parte del Quijote es esencialmente ficticio, no ocurre lo mismo con el prólogo de la segunda parte, en el que Cervantes se ve obligado a hacer frente a la publicación del Quijote de Avellaneda, y apelando a ese conflicto su narración es mucho más real. Dice Cervantes:

¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre, o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote; digo de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona! Pues en verdad que no te he dar este contento; que, puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla. Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido, pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya. Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.

Se está refiriendo al Avellaneda y, en las últimas frases a la batalla de Lepanto, de la que se siente muy orgulloso de haber participado en ella. De nuevo incorpora rasgos biográficos.

Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron; que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga; y es esto en mí de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella. Las que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra, y al de desear la justa alabanza; y hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años.

Esta intervención con un estilo sentencioso de literatura parenética y moralizante es muy propia de Cervantes, y en el contexto autobiográfico en particular. El prólogo tiene apelaciones directas a la realidad, defendiendo la legitimidad de su primera parte del Quijote, desde la segunda que ahora prologa. En el prólogo del Persiles insiste en estas cuestiones.


martes, 20 de abril de 2021

Lo fantástico y lo maravilloso en el Quijote


En los libros de caballería lo fantástico y lo maravilloso está constantemente presente, en tanto que en el Quijote esa evidencia de relación es formal, no lo están funcionalmente, incluso están negados. El Quijote niega de un punto de vista crítico todo lo que tiene que ver con lo fantástico y maravilloso presente en la literatura anterior. Esto puede parecer paradójico, pero es que el Quijote es una obra enormemente sorprendente y paradójica. Así podemos afirmar que el Quijote es la negación crítica de lo fantástico y maravilloso, tal como se veía antes de su publicación. La magia, como se había visto hasta entonces, está presente de una manera formal, pero no tiene una presencia operatoria, efectiva. Don Quijote, artífice de la locura lúdica, podrá creer en los encantadores, pero Cervantes no cree en absoluto.

Estos elementos de lo fantástico y lo maravilloso podemos organizarlo desde tres criterios:

  • Lo numinoso, que tienen una presencia sobrenatural con atribuciones fuera de lo común o extraordinarias. Es el caso de los encantadores que despojan la biblioteca a don Quijote, cuando en realidad quienes la saquean son el cura y el barbero, con el visto bueno de la sobrina y el ama; o el caso del mono adivino, que es mono pero no adivino; o la cabeza encantada de Antonio Moreno, que en realidad no es más que un truco, un trampantojo de su sobrino. Detrás de todo esto no hay absolutamente nada de maravilloso, todo es una falacia que se presenta como algo maravilloso, pero es un montaje. Todos los sucesos numinosos del Quijote desembocan en el desengaño.

  • Lo mitológico, que igualmente que lo numinoso, desemboca en el desengaño, es solo una exposición teatral, lúdica que es lo sucede con toda la fiesta que le montan los duques con sus cabalgatas, como la farsa teatral de la ínsula para burlarse de Sancho. Así lo mitológico queda reducido a una exposición teatral.

  • Lo teológico, que siempre responde a un decoro religioso, una concomitancia con las ideas tridentinas, algunas veces para relacionarse con ellas de manera crítica, de la misma forma que la cortesía es el disfraz de las relaciones humanas para fingir una educación, la teología para Cervantes es el mejor disfraz de lo políticamente correcto, pero que detrás de esto no hay absolutamente nada (Cervantes es el Spinoza de la literatura, es un racionalista y un ateo; la concomitancia con la teología tridentina es una cortesía para evitar conflictos y con un profundo sentido crítico). Así lo teológico queda reducido a un decoro.

Si para Calderón el motor de todo es Dios, para Cervantes es el hombre. La locura de don Quijote es una locura de diseño racional, don Quijote podrá está loco, pero Cervantes no; don Quijote en su locura podrá perder la cordura, pero no la razón.

Toda la literatura anterior a Cervantes ha utilizado componentes fantásticos y maravillosos: la épica, el romancero, la Biblia, la literatura artúrica, los tratados sobre prodigios, los cuentos populares, las comedias de magia, los cantares de gesta, las crónicas de indias. Estos episodios fantásticos y maravillosos han sido interpretados en cada época según el grado de racionalismo de esa época, siendo esa literatura un termómetro del grado de racionalismo de la sociedad en que se crea, mucho más que lo que nos pueda decir la ciencia que solo nos habla de su campo. Cuando una sociedad lee la Celestina y cree en el conjuro que la Celestina hace, es una sociedad que está muy subdesarrollada desde el punto de vista del racionalismo; si una sociedad lee la Divina Comedia de Dante y se le ocurre construir un escaner para descubrir los diferentes círculos infernales, quiere decir que esa sociedad está subdesarrollada, porque no se puede concebir que la Divina Comedia sea una especie de inmobiliaria subterránea, que en un determinado estrato estén los infieles, en otro los traidores, etc, eso es no entender la literatura, eso es tomarse la literatura literalmente en serio.

El materialismo filosófico hace referencia a tres espacios de lo fantástico y lo maravilloso:

  • Espacio ontológico: Si seguimos los postulados de Gustavo Bueno debemos distinguir lo que sería:

    • El mundo desconocido (lo que hay más allá de un agujero negro, que no lo conocemos, pero forma parte del mundo).

    • El mundo conocido. El mundo categorizado por las ciencias e interpretado por la razón que se organiza en tres materias:

      • La materia primogenérica, que es lo físico, lo corporeo.

      • La materia segundogenérica o materia psicológica o fenomenológica, lo sensible.

      • La materia terciogenérica, lo inteligible que nos permite identificar el agua como H2O o distinguir las notas musicales.

Lo fantástico y lo maravilloso no se concibe fuera de la razón humana. Un dragón de siete cabezas lo interpretamos en un sentido metafísico, no hay dragones de siete cabeza, pero responde a un diseño racional humano que postula un mundo trascendente, más allá del físico construido con términos tomado del mundo físico, porque en el mundo físico hay cabezas y dragones de diseño.

David Roa, dice que lo fantástico es la imposición de lo imposible en el mundo normal, en el mundo operatorio. Eso solo puede darse en el arte, en la literatura. Por su parte lo maravilloso es la imposición de lo imposible en el mundo de por sí imposible, una interpretación normativa e idealista de lo sobrenatural explicado siempre de manera idealista y racional (lo sobrenatural aceptado nos sitúa ante el enigma; Amadís de Gaula se enfrenta a un dragón de tres cabezas y lo vence; en otra ocasión se sumerge en un lago de agua hirviendo y rescata a la princesa que estaba en las profundidades del lago. O ese cuento en el que la princesa le da un beso al sapo y se convierte en príncipe. Esto es lo sobrenatural aceptado: aceptamos que hay sapos que al ser besados se convierten en príncipes – luego viene la desmitificación del chiste posmoderno, versión que es muy distinta, cuando la princesa se encuentra con una rana y le dice la rana si me das un beso me convierto en príncipe, y le dice la princesa, prefiero tener una rana que habla a un príncipe. Hoy día es mas conveniente tener una rana que habla y forrarse con ella en a televisión, que un príncipe en casa república). Lo maravilloso, científicamente no se puede demostrar, por lo que nos encontramos ante un enigma. Cuando lo sobrenatural queda explicado, se desmonta lo sobrenatural cayendo en una trampa, que es el caso del mono adivino, en el Quijote o el episodio de la cabeza encantada, o el episodio de la bodas de Camacho, en el que Basilio finge la muerte para que Quiteria se case con él en arículo mortis, y luego todo resulta una trampa porque ni el puñal era tal, ni la sangre era suya ”industria industria o milagro milagro, y no era milagro sino industria”.

Cuando lo fantástico y lo maravilloso infectan la razón, la estructura lógica del mundo, entramos en un terreno muy peligroso, en un terreno que puede conducir al nazismo: podemos inventarnos una raza aria, una raza superior, considerando que hay seres humanos que son inferiores a nosotros. Todo esto entra dentro de lo fantástico porque es introducir lo imposible en el mundo real. Eso fue el nazismo, eso son lo nacionalismos, eso es inventarse algo que nunca existió y dotarlo de componentes extraordinarios, un país inventado, pero en un mundo real, que es incompatible con ese país; esas naciones inventadas son incompatibles con la realidad, como el nazismo era incompatible con la realidad, y esa incompatibilidad costó cerca de 50 millones de muertos que fue la segunda GM. Muchas veces el arte es muy peligroso, no en vano en cierta ocasión Platón quiso expulsar a los poetas de la República; claro es peligroso para los que se lo toman en serio, no para los que se lo toman como lo que es, una realidad estructural que no puede ser nunca operatoria. La utopía no se puede tomar en serio porque es una de las formas de lo fantástico y lo maravilloso. El racionalismo idealista no se puede tomar en serio, que es lo que hicieron los nazis, un uso aberrante de la razón que llevó a lo que llevó. Tanto el el nazismo como el nacionalismo lo que hacen es censurar todas aquella razones que son incompatibles con sus propios fundamentos oníricos; y no se puede pedir explicaciones a todas aquellas personas con las que hemos tenido un sueño; somos responsables de los que decimos y de lo que hacemos, pero no de lo somos, de lo que decimos, ni de lo que hacemos en los sueños de los demás. Esto ocurre en lo fantástico y en lo maravilloso por lo que, como hemos dicho, no puede tomarse en serio. El sueño de los utopistas produce monstruos; el sueño de lo idealistas produce insomnio.

  • Espacio antropológico tiene tres ejes

    • Circular o humano, en el que se relacionan los seres humanos

    • Radial o de la naturaleza. En él lo seres humanos mantienen relaciones con la naturaleza.

    • Angular, donde lo humano se relaciona con lo no humano. Esta relación está afectada por entidades religiosas de naturaleza numinosa, mitológica o teológica. El avance de un racionalismo no idealista ha desterrado del espacio antropológico circular o humano, para ubicarlo en el eje angular, a lo maravilloso y lo fantástico. La razón nos libera de la sumisión al prójimo. Hoy día se está educando a la gente en el uso del racionalismo idealista, no en un racionalismo crítico, no en un racionalismo materialista que es adónde queremos llevar esta interpretación; solo el irracionalismo lleva a la sumisión, a la gente le encantan los númenes, sobre todo los animales.

  • Espacio estético. Con tres ejes;

    • Eje Sintáctico, con tres dimensiones: medios, modos y fines.

    • Eje semántico, con tres sectores: mecanicista, psicolgista y logicista o conceptualista.

    • Eje pragmático, que es donde nos vamos a centrar y que presenta tres ámbitos:

      • Autológico. El autologismo es una interpretación personal de los hechos ante los que estamos, desde la consciencia del yo. Se podrá o no alcanzar un valor objetivo.

      • Dialógico. El dialogismo es una interpretación dada desde el nosotros, desde el gremio.

      • Normativo. Una interpretación que vale para todos.

Según Michael lo fantástico es lo que percibe el yo y lo maravilloso lo que percibe el nosotros, pero esto es insuficiente porque hay un tercer eje, el normativo que explica las cosas más allá del yo y del nosotros, más allá del yo y más allá del gremio o lovi, más allá de la conciencia individual y más allá de la conciencia gremial. El nosotros es el egoísmo colectivo que se da en el nacionalismo. Es pues insuficiente identificar el yo con lo fantástico y el nosotros con lo maravilloso, sería disolverlo en una cuestión de cantidad; y esta definición exige una interpretación normativa, sistemática, porque el arte es superior al e irreducible al yo y lo es también al nosotros, a los gremios que lo representan. Hay que superar la autonomía del yo que conduce a la atrofia, y la endogamia del gremio que conduce a la esterilidad; por eso todos los nacionalismos conducen a la atrofia del individuo y a la esterilidad del propio grupo, al ser necesario un desarrollo vertebrado, normativo, un sistema de pautas reglado de conocimientos comunes y asequibles a todos. De hecho lo fantástico tiene sentido porque es una anomalía ante la norma, que no solo es visible para un individuo sino para todo el mundo.

Así lo fantástico es un hecho o un conjunto de hechos que tienen lugar en un mundo ordinario, en un mundo normalizado e interpretado por la razón y la ciencia, y esos hechos brotan en ese mundo como una anomalía siendo un desafío a la razón y a la voluntad humana. Es lo imposible funcionando operatoriamente en un mundo normal (el individuo que despierte convertido en cucaracha, en un mundo en el que los demás siguen su vida normal), Lo fantástico en el arte es el juego a través del cual la razón desafía a la inteligencia humana.

Lo maravilloso es un hecho extraordinario dado en un mundo de por sí totalmente extraordinario (lo maravilloso es un unicornio, lo fantástico es que a un caballo le crezca un cuerno en la frente). Lo maravilloso no interviene en el mundo ordinario, no es compatible con sus fundamentos (en el mundo ordinario no puede haber unicornios). Lo fantástico en cambio si interviene el mundo ordinario (el muerto que revive como Basilio en el episodio de la bodas de Camacho, aunque aquí al final se descubre que es una trampa). Ahora bien ni lo fantástico, ni lo maravilloso suprimen la razón, se sirven de ella para circular por el mundo ordinario (la razón acepta lo maravilloso, incluido el milagro. Se acepta lo fantástico, pero no el disparate). La razón nos libera del disparate. Pretendemos alejarnos del racionalismo idealista, para acercarnos al racionalismo crítico, a un racionalismo materialista; la razón nos libera de alguien que, siendo idéntico a nosotros, trata de subyugarnos, la razón no permite reconocer la santidad del prójimo, que es moral y mortal como nosotros, pues solo el irracionalismo de la ignorancia pueden favorecer la sumisión al prójimo y la enajenación de la propia personalidad, pero aún así a la gente le encantan los númenes, los mitos, y la superstición, y las personas inconscientemente adoran a animales y se cuelgan amuletos y se pintan tatuajes en plan de obsesión numinosa.


Lo fantástico y lo maravilloso tomando como referencia la Cueva de Montesinos.


Don Quijote y Sancho acompañados por un zoquete, que es el primo de uno de los invitados a la bodas de Camacho, acuden a la Cueva de Montesinos, cerca de las Lagunas de Ruidera. Don Quijote, atado a una cuerda, desciende solo, y al cabo de un tiempo, Sancho y el Primo, lo rescatan desde arriba (El Primo no tiene otro nombre, es un verdadero primo, medio tonto porque se hace preguntas tontas, como muchas gente se hace, y está escribiendo un libro sobre este tipo de cuestiones). Don Quijote sale de la cueva dormido y cuando despierta cuenta lo que le ha pasado en la cueva, su relato es un episodio fantástico o maravilloso según hagamos la interpretación.

Don Quijote narra lo acontecido desde un punto de vista autológico, autodigético. Con la ambigüedad que hay en todo el Quijote intentaremos discurrir para ver si es maravilloso o fantástico lo relatado por el héroe, un gran desafío.

Tanto lo fantástico como lo maravilloso están muy presentes en el código de la literatura caballeresca y de hecho el episodio de la Cueva de Montesinos está muy nutrido de personajes propios de esta literatura (Montesinos, Durandarte, Belerma son personajes de la literatura artúrica y caballeresca). La narración de don Quijote está fundamentada en hechos de conciencia porque solo él ha descendido a la cueva, solo él ha vivido lo que cuenta, porque de la cueva no sale ningún personaje de los convocados por don Quijote. Es pues un relato autológico (del propio individuo) y autodiegético, dado en primera persona y que el único que conoce los hechos es don Quijote; no es posible apelar al dialogísmo, no hay testigos.

Otros personajes de la novela, el cura, el barbero, Dorotea, disfrazada de Princesa Micomicona, Sansón Carrasco que se disfraza dos veces de caballero andante, en el debate del Yelmo de Mambrino, siguen con frecuencia el juego de lo maravilloso y lo fantástico. Como ha señalado torrente, el juego está muy presente en el Quijote, imponiendo al racionalismo ideológico de don Quijote, el racionalismo normativo de la sociedad en la que vive.

En cuanto a lo que ocurre en la Cueva de Montesinos hay razones para justificar todo sobre si es fantástico o maravilloso, pero no de cualquier manera. Es rigurosamente cierto que Cervantes tritura lo fantástico y maravilloso de la literatura anterior al Quijote. Todo lo que está en el Quijote apelando a lo fantástico y lo maravilloso ni es una cosa ni otra.

Lo que hace don Quijote es contar un cuento de literatura maravillosa en formato fantástico. Los componentes que presenta el episodio de la cueva no son más que los de un relato intercalado cuyo narrador y protagonista es don Quijote, por eso hablamos de un relato autodiegético, ya que el personaje que cuenta la historia es el protagonista de la historia que cuenta, y es autológico porque solo la ha vivido él. Está destruyendo todos lo mitos compatibles con la razón literaria, porque eso es increíble fuera de la cueva; y de hecho él presenta el relato como un acontecimiento extraordinario y no se lo creen sus interlocutores. Sancho tiene más razones que nadie para no creerlo, ya que había sido él el que había encantado a la Dulcinea, que se encuentra en la cueva, por lo que sabe que es mentira.

Lo que si está claro es que a partir de este episodio el motor del Quijote encuentra en Dulcinea su pieza clave. Y es también clave en el núcleo de este relato fantástico, porque se incorpora en la realidad operatoria de la estructura del Quijote, y maravilloso en cuanto que no puede salir jamás de esta estructura, ni hacerse operatoria en el mundo real.

Hay después un glosa por parte del narrador, Cide Hamete, el falso cronista de la obra, y el traductor morisco, y coinciden todos ellos en sostener que es absolutamente imposible y en afirmar incluso que don Quijote, momentos antes de su muerte se retractó de esta aventura al considerarla apócrifa o falsa. En todo caso se cuenta como fantástica y se expone como maravillosa.

La locura puede ser la fuerza motriz del Quijote pero el irracionalismo no, porque la locura es de diseño racional por parte de Alonso Quijano guiado por Cervantes. Don Quijote puede perder la cordura, pero no la razón. Ningún irracionalista hubiese podido narrar el episodio de la Cueva de Montesinos, aquí estaríamos ante un enigma y así lo reconoce el propio narrador cuando dice citando entre comillas a Cide Hamete:

Dice el que tradujo esta grande historia del original de la que escribió su primer autor Cide Hamete Benengeli, que llegando al capítulo de la aventura de la cueva de Montesinos, en el margen dél estaban escritas de mano del mesmo Hamete estas mismas razones:

No me puedo dar a entender ni me puedo persuadir que al valeroso don Quijote le pasase puntualmente todo lo que en el antecedente capítulo queda escrito. La razón es que todas las aventuras hasta aquí sucedidas han sido contingibles y verisímiles, pero estaI desta cueva no le hallo entrada alguna para tenerla por verdadera, por ir tan fuera de los términos razonables. Pues pensar yo que don Quijote mintiese, siendo el más verdadero hidalgo y el más noble caballero de sus tiempos, no es posible, que no dijera él una mentira si le asaetearan. Por otra parte, considero que él la contó y la dijo con todas las circunstancias dichas, y que no pudo fabricar en tan breve espacio tan gran máquina de disparates; y si esta aventura parece apócrifa, yo no tengo la culpa, y, así, sin afirmarla por falsa o verdadera, la escribo. Tú, letor, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no debo ni puedo más, puesto que se tiene por cierto que al tiempo de su fin y muerte dicen que se retrató della y dijo que él la había inventado, por parecerle que convenía y cuadraba bien con las aventuras que había leído en sus historias.

Para el narrador esto es un enigma y lo presenta como Pilatos lavándose las manos como algo que se encontró en la narración del cronista árabe, lo traduce el cronista aljamiado y así lo expone el narrador que recopila todo. El hecho como tal sería un relato fantástico para don Quijote y un relato maravilloso para los lectores del Quijote, y todas la declaraciones del narrador son absolutamente lúdicas, porque es muy cínico el afirmar que no se puede creer en los hechos que ellos mismos están contando. Finalmente cabe citar que Sancho como es renuente a creer a don Quijote, capítulos después 41-2, tras el episodio de Clavileño, don Quijote le dice:

Sancho, pues vos queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más.

Sancho sabe que es mentira que Dulcinea esté encantada, pero le interesa creer en don Quijote para poder creer en el gobierno prometido.

Los fantástico y lo maravilloso son embellecedores del arte, que no pueden tomarse en serio, porque el sueño de los idealistas solo produce insomnio y dolor de cabeza.