El Concilio de Trento (1545-1563) presenta sus conclusiones finales el 4 de diciembre de 1563. En ellas, tomándose la ficción en serio, se prohíbe el homicidio en la literatura, para evitar el contagio en la vida real. Cervantes publica La Galatea en 1585, dos décadas después, y la primera parte del Quijote en 1605, en los inicios de la contrarreforma. Grisóstomo se suicida porque no es capaz de superar el rechazado de Marcela. Cervantes, en contra de los acordado en Trento, hace que su protagonista se suicide y nos narra a continuación un entierro pagano.
Gustavo Bueno, en el Animal divino, obra de 1985, expone la teoría de la religión que sostiene el materialismo filosófico. Bueno distingue tres fases en la historia de la religión.
1. Religiones primarias o numinosas
Trata de las relaciones del hombre con los animales. El hombre no controla a los anmales pero depende de ellos para sobrevivir: practica la caza, come su carne, les hace rituales, los teme, y en sus viviendas, las cuevas, los dibuja, como si fueran la capilla sixtina de entonces.
2. Secundarias o mitológicas
Cuando Hércules vence al león, el ser humano controla al animal, y la fuerza numinosa del animal vencido pasa al ser humano. Los dioses ya no son animales, sino que son figuras humanas con cualidades divinas, como Zeus, Afrodita, Júpiter… Toda la mitología griega y romana.
3. Terciarias o teológicas
Aparecen cuando en la sociedad irrumpe la ciencia, y la filosofía se enfrenta a esta idea andromorfa de dios y al politeísmo. La filosofía se hace confesional apareciendo la teología; la religión, con las ideas platónica y aristotélicas como referente, construye una nueva idea de dios, que Tomás de Aquino y Agustín de Hipona toman como referencia de la teología cristiana, que tras el cisma será católica por un lado y luterana por otro.
Aquí hay que decir que, desde el punto de vista teológico, el luteranismo supuso un enorme retroceso, al llevar la religión al estado del sentimiento, anteponiendo el “yo” a la norma católica, el sentimiento a la inteligencia, la fe a la razón. Lutero escribe que “la razón es la mayor puta que tiene el diablo”, refiriéndose con la palabra diablo al Papa. En la misma línea están las ideas de Nietcsche, sentimiento por encima de la razón. Idea teológica que comienza con San Agustín y que potencia el fraile agustino Lutero.
Frente a esta idea está la escolástica medieval que trata de hacer compatible la fe con la razón, en la línea del pensamiento de Tomás de Aquino. En el origen hay que mencionar a Pablo de Tarso como una de las figuras más influyentes del racionalismo cristiano, que comienza en el imperios romano y continua, con los años, en el imperio español.
Este racionalismo de las religiones terciarias o teológicas es el que está vigente cuando Cervantes escribe su obra. Y desde este racionalismo se prohíbe el suicidio en la literatura. En este contexto, de religiones teológicas fundamentadas en una filosofía racionalista, en las que la española ha tenido un papel dominante, Cervantes suicida a todo un pueblo en la La Numancia, que se edita en torno a 1580; suicida a Grisóstomo en el Quijote, y en La Galatea, su novela pastoril, representa un funeral completamente pagano.
En La Galatea, publicada en la cresta de la teología, hay numerosas citas con la religión que se solventan mediante procedimientos muy sofisticados de construcción literaria donde se evita toda relación con lo teológico; Cervantes se desentiende de la exigencias de la teología católica. Podemos ver un ejemplo de La Galatea, donde dos pastores, Daranio y Silveria, se casan presentando el matrimonio no como un sacramento cristiano sino como un rito pagano, algo que sus contemporáneos no se habrían permitido. Cervantes no es Calderón.
El gran episodio religioso tiene lugar en los libros 5 y 6, donde nos encontramos con un pastor que hace las veces de sacerdote. El oficiante se llama Telesio, que es quien convoca a los diferentes pastores, para celebrar la muerte del pastor Meliso, un trasunto literario del poeta granadino Diego Hurtado de Mendoza. El lector asiste a un funeral civil, en absoluto teológico, porque Cervantes en la La Galatea en particular, y en su obra en general, preserva a la literatura de todas las religiones, especialmente de las teológicas que son las vigentes cuando él escribe.
Veamos algunos ejemplos: en este funeral, que es una elegía en memoria de un pastor, al que se le celebra después de su muerte no por haber sido un hombre virtuoso en el culto a Dios, sino por haber sido poeta, su fama le viene de una actividad secular, pues nada de religioso hay en la práctica de la poesía, y sí, con frecuencia, mucho de provocación, sobretodo en Cervantes. Recordemos el suicidio de Grisóstomo en el Quijote y en La Numancia donde se suicida un pueblo entero, y cuando no habían pasado veinte años del Concilio de Trento, que, como hemos dicho, prohibió taxativamente el suicidio en la literatura.
En un pasaje de La Galatea, así se presenta a Telesio, el pastor que hace las veces de sacerdote:
“… un antiguo sacerdote, que luego conocieron ser el anciano Telesio; y, habiendo uno de los pastores tocado otra vez la bocina, todos tres se bajaron del recuesto y se encaminaron hacia otro que allí junto estaba, donde subidos, de nuevo tornaron a tocarla, a cuyo son de diferentes partes se comenzaron a mover muchos pastores, para venir a ver lo que Telesio quería, porque con aquella señal solía él convocar todos los pastores de aquella ribera cuando quería hacerles algún provechoso razonamiento, o decirles la muerte de algún conoscido pastor de aquellos contornos, o para traerles a la memo ria el día de alguna solemne fiesta o el de algunas tristes obsequias.”
Un ceremonial totalmente neopagano, propio de una religión mitológica, en el aniversario fúnebre de Meliso, irónicamente construido en la época teológica de la religión. Cervantes en toda su obra se distancia de la teología, recordemos la palabra de Escipìón en La Numancia, “cada cual se fabrica su destino”; si fuera Calderón jamás se hubiese retrotraído al paganismo, quien dirá unos años después, “no hay más fortuna que Dios”.
Es una ceremonia pagana, de una religión mitológica, no teológica, no dogmática, y no postula la inmortalidad de alma, sino la fama póstuma del poeta. La iglesia ha jerarquizado la vida y democratizado la muerte, Cervantes hace todo lo contrario, al menos en este episodio.
Págueos el cielo, pastores -respondió Telesio-, la sinceridad de vuestras intenciones, pues tanto se conforman con la de aquel que sólo vuestro bien y provecho pretende. Mas, por satisfacer el deseo que tenéis de saber lo que quiero, quiéroos traer a la memoria la que debéis tener perpetuamente del valor y fama del famoso y aventajado pastor Meliso, cuyas dolorosas obsequias se renuevan y se irán renovando de año en año tal día como mañana, en tanto que en nuestras riberas hubiere pastores y en nuestras almas no faltare el conoscimiento de lo que se debe a la bondad y valor de Meliso. A lo menos, de mí os sé decir que, en tanto que la vida me durare, no dejaré de acordaros a su tiempo la obligación en que os tiene puestos la habilidad, cortesía y virtud del sin par Meliso; y así, agora os la acuerdo, y os advierto que mañana es el día en que se ha de renovar el desdichado, donde tanto bien perdimos, como fue perder la agradable presencia del prudente pastor Meliso.
Por lo que a la bondad suya debéis, y por lo que a la intención que tengo de serviros estáis obligados, os ruego, pastores, que mañana, al romper del día, os halléis todos en el Valle de los Cipreses, donde está el sepulcro de las honradas cenizas de Meliso, para que allí, con tristes cantos y piadosos sacrificios, procuremos alegrar la pena, si alguna padece, a aquella venturosa alma, que en tanta soledad nos ha dejado.
La ceremonia tiene lugar en el Valle de los Cipreses, que no es un templo sino un cementerio, un tanto versallesco, diseñado por la naturaleza, donde están las cenizas de Meliso, pastor y poeta al que se recuerda. No hay Dios, los pastores no son una asamblea de creyentes, y si no hay Dios, es situarse en un contexto ateo. Para no ser ateo hay que configurar una idea de Dios que aquí no existe. No existe ni la idea del dios de Aristóteles, como motor perpetuo, ignorante e insensible del mundo que ha creado; ni la idea de dios de Spinoza, un ser insensible a todo lo humano, de la misma manera que una montaña es insensible a que un poeta le cante su belleza, a la montaña le importa un bledo las emociones humanas. Tampoco está la idea de Dios de los católicos, un Dios hipersensible, heredero del Javé judío, que da y recibe amor. No hay ningún dios teológico, lo que implica una negación de la inmortalidad del alma, y una negación de la intervención divina en la vida humana.
En La Galatea se está ensalzando a una figura, que es lo que, más adelante, el romanticismo va a considerar como la exaltación de los héroes, referido a los grandes escritores del pasado. En este mismo contexto se entiende el suicidio y entierro de Grisóstomo, que es además un desafío contra la iglesia y un espectáculo civil, con una idea de mundo que se va construyendo, sin intervención divina, por obra del ser humano. Estamos en una idea de Dios muy semejante a la de Baruch Spinoza, no en vano tenía en su biblioteca muchas obras de Cervantes, al que leía en español que conocía perfectamente (la defensa que hizo en Amsterdam, cuando le expulsaron de la sinagoga, la hizo en español, razón que se consideró muy destacable en ese momento), y le encontraron las Novelas Ejemplares, edición de 1625, editada en Bruselas, con anotaciones en los márgenes que refuerzan el paralelismo del racionalismo de ambos.
En La Galatea, todo es naturaleza, todo mitológico. Veamos otro párrafo:
Levántanse en una parte de la ribera del famoso Tajo, en cuatro diferentes y contrapuestas partes, cuatro verdes y apacibles collados, como por muros y defensores de un hermoso valle que en medio contienen, cuya entrada en él por otros cuatro lugares es concedida, los cuales mesmos collados estrechan de modo que vienen a formar cuatro largas y apacibles calles, a quien hacen pared de todos lados altos a infinitos cipreses, puestos por tal orden y concierto que hasta las mes mas ramas de los unos y de los otros paresce que igualmente van cresciendo, y que ninguna se atreve a pasar ni salir un punto más de la otra. Cierran y ocupan el espacio que entre ciprés y ciprés se hace, mil olorosos rosales y suaves jazmines, tan juntos y entretejidos como suelen estar en los vallados de las guardadas viñas las espinosas zarzas y puntosas cambroneras. De trecho en trecho destas apacibles entradas, se ven correr por entre la verde y menuda yerba claros y frescos arroyos de limpias y sabrosas aguas, que en las faldas de los mesmos collados tienen su nascimiento.
La propia naturaleza se regula para que el Valle de los Cipreses sea un lugar único. No se puede pedir más, es un santuario diseñado por la naturaleza.
Cierran y ocupan el espacio que entre ciprés y ciprés se hace, mil olorosos rosales y suaves jazmines, tan juntos y entretejidos como suelen estar en los vallados de las guardadas viñas las espinosas zarzas y puntosas cambroneras. De trecho en trecho destas apacibles entradas, se ven correr por entre la verde y menuda yerba claros y frescos arroyos de limpias y sabrosas aguas, que en las faldas de los mesmos collados tienen su nascimiento. Es el remate y fin destas calles una ancha y redonda plaza, que los recuestos y los cipreses forman, en medio de la cual está puesta una artificio sa fuente de blanco y precioso mármol fabricada, con tanta industria y artificio hecha, que las vistosas del conoscido Tíbuli y las soberbias de la antigua Tinacrya no le pueden ser comparadas. Con el agua desta maravillosa fuente se humedecen y sustentan las frescas yerbas de la deleitosa plaza; y lo que más hace a este agradable sitio digno de estimación y reverencia es ser previlegiado de las golosas bocas de los simples corderuelos y mansas ovejas, y de otra cualquier suerte de ganado: que sólo sirve de guardador y tesorero de los honrados huesos de algunos famosos pastores que, por general decreto de todos los que quedan vivos en el contorno de aquellas riberas, se determina y ordena ser digno y merescedor de tener sepultura en este famoso valle.
Es como si el valle tuviera vida propia. Es un mausoleo natural, es la Arcadia, son los poemas de Virgilio, es la literatura bucólica. Un espectáculo civil, con presencia mitológica y algo de numinosidad, en el que para nada se menciona al Dios teológico.
Telesio no es un sacerdote, no es un chaman que haga magia, no es un agorero que interprete el canto de las aves; no es otra cosa que un recurso poético, un artificio narrativo cervantino, para preservar a la literatura de la religión, que se suma a las contribuciones literarias de Cervantes.
En un momento dado se dice que pronuncian oraciones, pero veremos que son seculares:
Y, en diciendo esto, se llegó a un ciprés de aquéllos, y, cortando algunas ramás, hizo dellas una funesta guir nalda con que coronó sus blancas y venerádas sienes, haciendo señal a los demás que lo mesmo hiciesen; de cuyo ejemplo movidos todos, en un momento se coronaron de las tristes ramas, y, guiados de Telesio, llegaron a la sepultura, donde lo primero que Telesio hizo fue inclinar las rodillas y besar la dura piedrá del sepulcro. Hicieron todos lo mesmo, y algunos hubo que, tiernos con la me moria de Meliso, dejaban regado con lágrimas el blanco mármol que besaban. Hecho esto, mandó Telesio encender el sacro fuego, y en un momento, alrededor de la sepultura, se hicieron muchas, aunque pequeñas, hogueras, en las cuales solas ramas de ciprés se quemaban; y el venerable Telesio, con graves y sosegados pasos, comenzó a rodear la pira y a echar en todos los ardientes fuegos alguna cantidad de sacro y oloroso incienso, diciendo cada vez que to esparcía alguna breve y devota oración, a rogar por el alma de Meliso encaminada, al fin de la cual levantaba la tremante voz, y todos los circunstantes, con triste y piadoso acento, respondían: "Amén, amén", tres veces; a cuyo lamentable sonido resonaban los cercanos collados y apartados valles, y las ramas de los altos cipreses y de los otros muchos árboles de que el valle estaba lleno, heridas de un manso céfiro que soplaba, hacían y formaban un sordo y tristísimo susurro, casi como en señal de que por su parte ayudaban a la tristeza del funesto sacrificio.
El Ciprés es aquí el tótem, el arbol numinoso. Todo está presentado en lenguaje teológico, porque Cervantes está jugando con el sentido religioso; habla de devota oración, pero el rezo son tercetos encadenados, oraciones en forma de elegías poéticas, recitadas por los cuatro pastores que acompañan a Telesio.
Después de lo dicho sobre la secularización de La Galatea nos situamos en el Quijote para la interpretación del entierro de Grisóstomo. Uno de los pastores narra los hechos y dice así:
- Aquellos que allí vienen son los que traen el cuerpo de Grisóstomo, y el pie de aquella montaña es el lugar donde él mandó que le enterrasen.
Por eso se dieron priesa a llegar, y fue a tiempo que ya los que venían habían puesto las andas en el suelo, y cuatro dellos con agudos picos, estaban cavando la sepultura a un lado de una dura peña.
Recibiéronse los unos y los otros cortésmente, y luego, don Quijote, y los que con él venían, se pusieron a mirar las andas, y en ellas vieron cubierto de flores un cuerpo muerto, y vestido como pastor, de edad al parecer de treinta años; y aunque muerto, mostraba que vivo había sido de rostro hermoso y de disposición gallarda. Alrededor dél tenía en las mismas andas algunos libros y muchos papeles abiertos y cerrados; y así los que estos miraban como los que abrían la sepultura, y todos los demás que allí había, guardaban un maravilloso silencio, hasta que uno de los que al muerto trujeron dijo a otro:
- Mirad bien, Ambrosio, si es este el lugar que Grisóstomo dijo, ya que queréis que tan puntualmente se cumpla lo que dejó mandado en su testamento.
Recordemos que la iglesia prohibía cumplir las últimas voluntades de un suicida, pero los pastores amigos de Grisóstomo la van a hacer cumplir. Es el discurso civil frente al discurso teológico.
- Esto es, -repondió Ambrosio-, que muchas veces en él me contó mi desdichado amigo la historia de su desventura. Allí me dijo él que vio la vez primera a aquella enemiga mortal del linaje humano,
Llaman a Marcela enemiga mortal del linaje humano, pero si es misantropa eso no debería importarle (léase el parlamento de Timón de Atenas en Shakespeares, contra el linaje humano, para ver que es la misantropía clásica, o léase el Alcestes de Moliere para ver qué es la misantropía cómica).
y allí fue también donde la primera vez le declaró su pensamiento tan honesto como enamorado, y allí fue la última vez donde Marcela le acabó de desengañar y desdeñar; de suerte que puso fin a la tragedia de su miserable vida y aquí, en memoria de tantas desdichas, quiso él que le depositasen en las entrañas del eterno olvido.
Y volviéndose a Don Quijote y a los caminantes, prosiguió diciendo:
- Ese cuerpo, señores, que con piadosos ojos estáis mirando, fue depositario de un alma en quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas. Ese es el cuerpo de Grisóstomo, que fue único en el ingenio, sólo en la cortesía, extremo en la gentileza, fénix en la amistad, magnífico sin tasa, grave sin presunción, alegre sin bajeza, y finalmente, primero en todo lo que es ser bueno, y sin segundo en todo lo que fue ser desdichado.
Fue todo eso, pero también fue incapaz de soportar la negativa de Marcela. Es la ironía de Cervantes.
Quiso bien, fue aborrecido; adoró, fue desdeñado; rogó a una fiera, importunó a un mármol, corrió tras el viento, dio voces a la soledad, sirvió a la ingratitud, de quien alcanzó por premio ser despojo de la muerte en la mitad de la carrera de su vida, a la cual dio fin una pastora, a quien él procuraba eternizar para que viviera en la memoria de las gentes, cual lo pudieran mostrar bien estos papeles que estáis mirando, si él no me hubiera mandado que los entregara al fuego en habiendo entregado su cuerpo a la tierra.
Pero Marcela no tiene la culpa de la muerte de Grisóstomo, la tiene su inmadurez, poniendo por encima de su vida su egolatría. No hay nada que duela más al ser humano que ser rechazado por una persona inteligente. (Nietsche lo fue, lo que explica muchas de las barbaridades que escribió).
Acabamos con unos versos del propio Grisóstomo:
Yo muero, en fin, y porque nunca espere,
buen suceso en la muerte ni en la vida,
pertinaz estaré en mi fantasía:
No espera un más allá, no espera estar con Dios en el paraíso. Incluso están presentes en los versos los instrumentos del suicidio.
¡Oh en el reino de amor fieros tiranos
celos! ponedme un hierro en estas manos.
Dame, desdén, una torcida soga.
Haciendo pensar que ese instrumento es la horca.
En conclusión, es un entierro laico, civil, con una negación del más allá, que no espera una vida después de la muerte. Dios sigue sin estar presente, como ocurre en La Numancia y en La Galatea. Una exaltación de los valores humanos y civiles en la obra cervantina, preservando a la literatura de la religión.
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