En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

sábado, 6 de junio de 2020

Gacela del amor imprevisto


Me ha preguntado un amigo, ¿por qué “La Casida de los ramos”, un poema de muerte para conmemorar el aniversario del nacimiento de Lorca? No sería mejor uno de amor, añade.
Diván de Tamarit comprende los poemas más personales del autor, parecen el definitivo encuentro del poeta consigo mismo, donde lo más íntimo de su pensamiento se identifica con su sufrimiento y la esencia de Granada, ciudad de las agonías, el lugar donde la vida se siente amenazada de muerte, un lugar de solitaria espera. Todo este poemario es una profundización en el tema amor-muerte. Aquí ya no proyecta sus sentimientos en personajes míticos o teatralizados; estos son sus poemas más personales y, si es difícil hablar de Federico sin hablar de la muerte, con Diván de Tamarit como referencia es imposible.
Gacela del amor imprevisto, abre el diván con un fuerte simbolismo cuya interpretación exigiría un mayor detenimiento. Comienza con fuerte erotismo, el vello púbico de la mujer que ansía una fecundación es representado por la magnolia cuyo perfume “nadie comprende”. No dice que no sea percibido, que no atraiga ese perfume, lo que señala es que no se comprende, que nadie capta la ardiente sed de maternidad que vive la mujer, que tiene amores fugaces e imprevistos de “cuatro noches”. Por eso la magnolia, la flor de su sexo es “oscura”, pese al blanco luminoso que caracteriza a esta flor. La mujer no confiesa sus ansias a nadie, como se sugiere con alusión al “colibrí de amor entre los dientes”.
De pronto surgen las mil ideas de muerte que anidan en su mente, quizás por eso su ansia de amar. Esos mil caballitos persas que se duermen en la plaza "con luna de su frente", representan la muerte ( no es la primera vez en su obra que Lorca conduce al jinete a la muerte a lomos de su caballo). Refuerza esta idea la presencia de la luna, símbolo de la muerte, en esa plaza de su frente.
A pesar del erotismo que insinúa su cintura caliente “enemiga de la nieve”, su mirada refleja esa mezcla de vida y muerte simbolizada por los jazmines (la fragilidad) y por el yeso (el blanco lunar cristalizado, muerto), y sugiere su ansia de aspecto mortecino, “pálido”. El poeta quiere darle un amor imperecedero, pero la palabra “siempre” se ve traicionada por el color “marfil”. No hay forma de ahuyentar a la muerte.
Al final nos dice que todo amor es siempre “furtivo”, tanto el que dura “cuatro noches”, como el que tiene pretensiones de eternidad. Los besos de amor solo encontrarán la vida que se escapa, (“la sangre de sus venas”) por la boca del ser que los da, y la boca cerrada para siempre, “ya sin luz”, de aquel que los recibe.


Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, por mi pecho, para darte
las letras de marfil que dicen siempre,

Siempre, jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de mis venas en tu boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.

Divan del Tamarit, 1934,

2 comentarios:

  1. ¡Que bello poema!. Aún sin comprender su simbología, su estética es suficiente para cautivar al lector. Cuando se retira la envoltura a la metáfora, ya no es solamente un poema estéticamente atractivo, es la expresión más bella que pueda realizarse sobre ese volcán existencial en el que vive Lorca.
    Gracias, José

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  2. Fueron días de un fuerte debate interior. Claramente ve cercana la muerte, sino un hombre a los 36 o 37 años no profundiza de esta manera en la vida, amor que se ha perdido y la muerte al acecho, presente en todas las gacelas y casidas. "Tristes guerras, sino es amor la empresa" que dijo Hernández.

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