Me
ha preguntado un amigo, ¿por qué “La Casida de los ramos”, un
poema de muerte para conmemorar el aniversario del nacimiento de
Lorca? No sería mejor uno de amor, añade.
Diván
de Tamarit comprende los poemas más personales del autor, parecen el
definitivo encuentro del poeta consigo mismo, donde lo más
íntimo de su pensamiento se identifica con su sufrimiento y la
esencia de Granada, ciudad de las agonías, el lugar donde la vida se
siente amenazada de muerte, un lugar de solitaria espera. Todo este
poemario es una profundización en el tema amor-muerte. Aquí ya no
proyecta sus sentimientos en personajes míticos o teatralizados;
estos son sus poemas más personales y, si es difícil hablar de
Federico sin hablar de la muerte, con Diván de Tamarit como
referencia es imposible.
Gacela
del amor imprevisto, abre
el diván con un fuerte simbolismo cuya interpretación exigiría un
mayor detenimiento. Comienza
con fuerte erotismo, el
vello púbico de la mujer que ansía una
fecundación es representado por la magnolia cuyo perfume “nadie
comprende”. No dice que no sea percibido, que no atraiga ese
perfume, lo que señala es que no se comprende, que nadie capta la
ardiente sed de maternidad que vive la mujer, que tiene
amores fugaces e imprevistos de “cuatro noches”. Por eso la
magnolia, la flor de su sexo es “oscura”, pese al blanco luminoso
que caracteriza a esta flor. La mujer no confiesa sus ansias a nadie,
como se sugiere con alusión al “colibrí de amor entre los
dientes”.
De
pronto surgen las mil ideas de muerte que anidan en su mente, quizás
por eso su ansia de amar. Esos mil caballitos persas que se duermen
en la plaza "con luna de su frente", representan la muerte ( no es la
primera vez en su obra que Lorca conduce al jinete a la muerte a
lomos de su caballo). Refuerza esta idea la presencia de la luna,
símbolo de la muerte, en esa plaza de su frente.
A
pesar del erotismo que insinúa su cintura caliente “enemiga de la
nieve”, su mirada refleja esa mezcla de vida y muerte simbolizada
por los jazmines (la fragilidad) y por el yeso (el blanco lunar
cristalizado, muerto), y sugiere su ansia de aspecto mortecino,
“pálido”. El poeta quiere darle un amor imperecedero, pero la
palabra “siempre” se ve traicionada por el color “marfil”. No hay forma de ahuyentar a la muerte.
Al
final nos dice que todo amor es siempre “furtivo”, tanto el que
dura “cuatro noches”, como el que tiene pretensiones de
eternidad. Los besos de amor solo encontrarán la vida que se
escapa, (“la sangre de sus venas”) por la boca del ser que los
da, y la boca cerrada para siempre, “ya sin luz”, de aquel que
los recibe.
Nadie
comprendía el perfume
de
la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie
sabía que martirizabas
un
colibrí de amor entre los dientes.
Mil
caballitos persas se dormían
en
la plaza con luna de tu frente,
mientras
yo enlazaba cuatro noches
tu
cintura, enemiga de la nieve.
Entre
yeso y jazmines, tu mirada
era
un pálido ramo de simientes.
Yo
busqué, por mi pecho, para darte
las
letras de marfil que dicen siempre,
Siempre,
jardín de mi agonía,
tu
cuerpo fugitivo para siempre,
la
sangre de mis venas en tu boca,
tu
boca ya sin luz para mi muerte.
Divan
del Tamarit, 1934,
¡Que bello poema!. Aún sin comprender su simbología, su estética es suficiente para cautivar al lector. Cuando se retira la envoltura a la metáfora, ya no es solamente un poema estéticamente atractivo, es la expresión más bella que pueda realizarse sobre ese volcán existencial en el que vive Lorca.
ResponderEliminarGracias, José
Fueron días de un fuerte debate interior. Claramente ve cercana la muerte, sino un hombre a los 36 o 37 años no profundiza de esta manera en la vida, amor que se ha perdido y la muerte al acecho, presente en todas las gacelas y casidas. "Tristes guerras, sino es amor la empresa" que dijo Hernández.
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