Probablemente sus autores son
varios y relacionados con la Inquisición, en esta línea podría
entrar en el grupo Lope de Vega que realizaba trabajos para esta.
Es una interpretación
contrareformista tridentina del Quijote de 1605. Es también la
primera interpretación que se hace en la historia del Quijote de
Cervantes en clave religiosa y literaria; convierte la razón
antropológica que domina en el el Quijote de Cervantes en una razón
teológica. El cura y barbero en el primer capítulo le dan a leer
a don Quijote tres libros que eran los mismos que la Inquisición
hacía leer a los presos ilustrados: los Evangelios, el Flos sanctorum de Villegas, la
Guía de Pecadores de Fray Luís de Granada. Este
tratamiento, idéntico al que practicaba la Inquisición es lo que
hace suponer que el Quijote de Avellaneda sale de muy cerca de esta,
de la que Lope de Vega era familiar (esta es la teoría de Antonio
Márquez). Se apoya, en que en esa época no se podían escribir
libros con pseudónimo, y el Avellaneda fue muy conocido nada más
salir, publicándose si traba alguna. También se apunta como autor
por algunos críticos a Jerónimo de Pasamonte, un personaje
ultracatólico de la época, y que también pudo contar con el apoyo
de Lope. Toda la obra de Cervantes intenta apartarse de la religión,
defenderse de ella; el Quijote de Avellaneda está impregnado por una
concepción teológica extremadamente radical. La mitología
caballeresca del código del Quijote de Cervantes, queda suplantada
por la teología en el Quijote de Avellaneda.
Los dos quijotes son
profundamente racionalistas, Cervantes critica la realidad del
mundo, y Avellaneda critica la literatura de Cervantes; Cervantes se
mueve mediante la razón antropológica, y Avellaneda por la razón
teológica, basada en en la contrarreforma tridentina. El Quijote de
Avellaneda es el negativo del Quijote de Cervantes, está en sus
antípodas: en el de Avellaneda don Quijote está verdaderamente
loco, frente al de Cervantes que es un loco fingido; el de Avellaneda
se junta con una mujer que es una prostituta, frente al de Cervantes
que se enamora de una mujer ideal, bajo el ideal caballeresco, que
desde el punto de vista del amor cortés, el que ama, vale más que el
que no ama, el que tiene pareja vale más que el que no tiene (Don Quijote, el verdadero, no puede permitirse no estar enamorado de una
dama; ya en el siglo de oro se pensaba eso de que el mejor
complemento de una mujer no es el bolso sino el hombre que lleva a su
lado); el Quijote de Avellaneda asiste a misa diaria, lleva siempre
el rosario en la mano, y oye con atención los sermones, de tal
manera que todos los vecinos del lugar llegan a pensar que ya estaba
sano…, frente al de Cervantes, donde no hay nada litúrgico. Hay
una extraña alianza, una insólita concomitancia entre la vida de
don Quijote, los hábitos y el imperativo religioso, y los programas
estatales, con el trono y el altar, la iglesia y las leyes civiles.
En los relatos intercalados
pasa lo mismo. Uno es un ermitaño que
relata el cuento de “Margarita la tornera”, que es una
monja que marcha del convento, y que es reemplazada en sus labores
por la Virgen María, hasta que vuelve y se le perdona todo; otro es el
cuento del Soldado Bracamonte, que trata de un monje que
abandona los hábitos por una vida de riqueza, que acaba en tragedia,
matando a su propio hijo. En los relatos de Cervantes se plantean
entierros civiles, como es el caso de Grisostomo, con rituales
paganos, que quedan en el Avellaneda reemplazados por una forma de
interpretación literaria saturada de religión católica, bajo el
signo de la contrarreforma tridentina. La poética queda reducida a
la teología, dando el mensaje de que quien abandona a la iglesia
fracasa, arruina su vida y paga.
El Quijote de Avellaneda es
pues, un misil ultracatólico lanzado contra el Quijote de Cervantes.
Cervantes es un ateo de formación católica, en tanto que el autor
del Avellaneda es sin duda un ultraconservador de formación
católica, como demuestra la solución final que Avellaneda da a los
tres personajes principales en nombre de dios:
-
Don Quijote, al que se le
encierra en la casa del Nuncio de Toledo, conocido lugar en otras
obras de la época como un manicomio para locos que cometen delitos,
una casa para sicópatas y delincuentes. Allí don Quijote es
recluido encadenado y maltratado (seguramente como quería
Avellaneda ver a Cervantes). Don Quijote al entrar en la casa y ver
a los locos, unos felices otros sufriendo, todos encadenados, dijo
la frase de que allí estaba “cada loco con su tema”.
-
La equivalente a Dulcinea, la
prostituta Bárbara, una mujer perdida, la más radical degradación
de Dulcinea, que es llevada a una casa de recogida de mujeres de
mala vida, es como una especie de purgatorio donde penar por sus
pecados.
-
Sancho que entra a servir a
un noble apodado Archipámpanos, a título de criado rufianesco del
noble, porque como dice la novela “Sancho, aunque simple, no
peligraba en el juicio.
En definitiva lo que se hace
en el Quijote de Avellaneda es una restauración del orden perdido en
nombre del estado y de la religión que son vencedoras de toda
anomalía, un desenlace armonista propio de la época, quitando de la
circulación estas figuras patológicas. La preceptiva oficial suplanta o neutraliza a la libertad que había en el
Quijote de Cervantes.
Por parte de Cervantes hay una
respuesta en la segunda parte del Quijote, con la retractación de
Alvaro Tarfe, incluso firmando ante la justicia, tomándose la
ficción en serio al resolver el problema en términos reales. No
conformes con los hechos de la firma acuden al derecho, como si la
ficción literaria tuviera una jurisdicción propia. Es un precedente
de lo que después se ha llamado metaficción (un ejemplo de ello se
da en Niebla de Unamuno, donde el personaje llega a defender su
legitimidad frente al autor).
Las consecuencias de la
ficción son operatorias fuera de la ficción, aunque dentro sean
solo estructurales. La ficción es aquella realidad material que
carece de existencia operatoria, pero puede tener consecuencia
operatoria, sobre todo para los moralistas que se toman la ficción
en serio, para filósofos como Platón que se toma la poesía en
serio y la leen como un tratado de matemáticas o un curso
científico; de ahí que los moralistas o feministas posmodernos, o
el judaísmo se tomen en serio la literatura, son formas dogmáticas
de vivir que no comprenden lo que es la ficción y se agarran al
dogma, a una interpretación de los hechos de forma dogmática.
Cervantes, en este caso se toma en serio su obra porque le va en ello
la credibilidad de su obra.
El Avellaneda ha sido un
interpretación aberrante del de Cervantes, como otras tantas que
después ha habido… Sin embargo los ilustrados españoles pensaban
que el Quijote de Avellaneda era mejor que el de Cervantes. ¡Qué
disparte!Los genios nunca son ortodoxos y la obras se juzgaban, se
juzgan hoy día en muchos caos, por su correspondencia con la
preceptiva (cuando todas las grandes obras han superado la
preceptiva). Tuvieron que venir los ingleses, franceses y alemanes
para decir que el Quijote de Cervantes, era la mejor obra de la historia para que le diera su
valor. Los mejores interpretes de Cervantes han sido los españoles
heterodoxos (Unamuno, Torrente, Rosales), no los cervantistas, no los
orteguianos, que siempre han llegado a Cervantes para justificar sus
intereses o sus ideologías.
Ya lo había leído pero ahora lo releo con una motivación extra...
ResponderEliminarYa te iré comentando este Quijano que he dejado a las puertas de Zaragoza.. gracias y un abrazo