En
la primera parte del Quijote las alusiones cervantinas identifican a
Dulcinea con Aldonza Lorenzo, tiene existencia real; en la segunda
parte, la figura de Dulcinea pierde toda vinculación con la
realidad, se ha transformado en el recuerdo de una esperanza:
ya
no es un ser idealizado, sino un ser ideal.
Este es uno de los cambios más significativos que se operan en El Quijote de 1615.
Igual
ocurre con Don Quijote. No sabemos si la conoce o no la conoce. Unas
veces afirma haberla conocido y otras lo contrario. La crítica
atribuye a ligerezas de Cervantes estas contradicciones que considera
generalmente como "olvidos". Pero Cervantes dice, por
ejemplo -y no hay ejemplo más importante-, que el ingenioso hidalgo
se llamaba Quexana, Quixada o Quesada. ¿Puede Cervantes equivocarse con el nombre de su protagonista? No cabe pensar que obedezca a un
olvido. Esto no son olvidos, son
indeterminaciones, deliberadas y conscientes, y tales
indeterminaciones o libertades constituyen lo más característico
del estilo cervantino, aun cuando sigan siendo considerados
como "errores" por algunos críticos. Es la clave en el pensamiento de Cervantes: integralismo y estilo indeterminado.
A
medida que se habla de ella, Dulcinea se desvanece más. No acabamos
de saber si don Quijote la conoce o no la conoce. No sabemos tampoco
si hay Dulcinea, y lo curioso es que el diálogo no pone
nunca en duda su existencia. Es
el "estilo
indeterminado".
¿A
qué viene buscar a Dulcinea sabiendo que no existe? En realidad,
como la llamó Rosales, es la aventura del "engaño
buscado"
en la que Cervantes trata de darle cuerpo a un sueño. Don Quijote
precisa a Dulcinea, es decir, necesita inventarla y esta necesidad es
la razón de ser de su existencia.
Ahora
sabemos qué es lo que tratan de encontrar nuestros protagonistas
callejeando en el Toboso: siempre
se busca lo que se necesita. De sombra en sombra y de casa en
casa lo que buscan a ciegas don Quijote y Sancho no es otra cosa sino
lo "necesario
inexistente".
El hecho de buscarla confiere a Dulcinea un cierto tipo de realidad.
A
partir de esta escena, Dulcinea tiene que existir. Su existencia se
ha convertido en la ínsula Barataria de don Quijote. Soñar
también es vivir, ¿quién
duda esto?
Así,
pues, no debe preocuparnos el problema de la existencia de Dulcinea.
Carece de importancia, puesto que el mundo cervantino se constituye
al mismo tiempo, y con el mismo rango, sobre lo imaginario y lo real.
Ninguno de estos planos puede alterarse o suprimirse sin alterar o
destruir el conjunto; ninguno de ellos puede prevalecer en nuestro
ánimo sin empequeñecer y desarticular nuestra interpretación.
¿Qué
es más real, vivir o hacer vivir? Dulcinea convierte a Alonso
Quijano en Don Quijote, es decir, le hace verificarse y encontrarse
consigo mismo. Por consiguiente, Dulcinea tiene una realidad creadora
y necesaria.
Sancho
pone a prueba la fe de don Quijote pensando en la ínsula Barataria
y tratando de averiguar hasta qué punto es válida la confianza que
tiene puesta en su señor, mientras que don Quijote pone a prueba la
fe de Sancho con Dulcinea. Lo
necesario une. Cada uno de los protagonistas busca en el otro
precisamente aquello que necesita -lo buscan ambos a toda costa, y
aunque tengan que apoyarse en la mentira-: aquí comienzan las
andantes caballerías de Sancho para ayudar a su señor.
En
la primera parte de la novela la acción de don Quijote está
impulsada por el ideal de la justicia; en la segunda parte por el
ideal del amor -representado por Dulcinea-. Este ideal armoniza la
relación del héroe con el medio en que vive.
Este
cambio ayuda a subrayar la humanización progresiva que va operándose
en el carácter de don Quijote a lo largo de su historia. La
diferencia es significativa. El ideal de la justicia coloca a don
Quijote en contra del mundo; el ideal del amor interioriza a don
Quijote, le ensimisma y armoniza con el mundo.
El
Quijote de 1615 gira reiteradamente sobre el encanto y el desencanto
de Dulcinea. La
fe de don Quijote, en la primera parte, es una fe de solitario, de
adolescente, gratuita y total, sin brecha alguna, que no pretende
conquistar ni reformar el mundo, simplemente se opone a él porque no le gusta. La fe de
don Quijote en la segunda parte, es una fe conseguida, dolorosa y con
desfallecimientos, que necesita para subsistir ser compartida.
El
cambio de carácter es evidente. En el Quijote de 1605, don Quijote
vacila en su fe, aunque esta duda no se traduce como inseguridad en
su conducta. En el Quijote de 1615, don Quijote necesita de Sancho,
se apoya en él creer, para inventar a Dulcinea.
Sus
vidas van fundiéndose poco a poco. Cierto es que Sancho duda, con razón, de la existencia de Dulcinea, pero llega a saber que
representa un valor absoluto en la vida de su señor. Cierto es
también que don Quijote duda de la existencia de la ínsula
Barataria, pero sabe que representa un valor absoluto en la vida de
su escudero. Lo necesario une.
Referencia
Luís Rosales: Cervantes y la libertad
No hay comentarios:
Publicar un comentario