En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

martes, 2 de mayo de 2023

Quijanismo versus quijotismo

Cuando se habla de Don Quijote suele incurrirse en un error: nadie recuerda su relación con Alonso Quijano. Un hidalgo manchego, de cuyo nombre nadie quiere acordarse, que un buen día, por decisión propia, se convierte en Don Quijote. El personaje inventado ha destruido a su inventor. Pero, además, cuando algún crítico recuerda al buen hidalgo, su mención suele tener carácter desestimativo.

Hora es ya de decir algo que es obvio y, sin embargo, muy a pesar de este carácter, nunca es tenido en cuenta. Entre Alonso Quijano y Don Quijote no existe la menor contradicción. El Caballero de la Triste Figura no es otra cosa que el proyecto vital del hidalgo manchego y su continua y sucesiva dimensión de futuro. El personaje real que actúa durante toda la novela sigue siendo, sin duda alguna, Alonso Quijano, aún cuando el genio de Cervantes nos lo haya hecho olvidar completamente. Así, pues, conviene advertir que Alonso Quijano y Don Quijote no son dos personajes sucesivos, ni aun dos etapas sucesivas de un mismo personaje, sino dos actitudes vitales que colaboran simultáneamente en la creación de la personalidad de nuestro héroe. Es cierto que el proyecto vital puede modificarnos totalmente, y en tal caso equivale a una verdadera "conversión". En efecto, Alonso Quijano, el hidalgo manchego, se convierte —hasta cierto punto—- en Don Quijote de la Mancha, el Caballero de la Triste Figura. Pero creo que conviene hacer varias aclaraciones al respecto:

  1. Sólo se puede interpretar correctamente la personalidad de Don Quijote considerándola como un cierto desdoblamiento de Alonso Quijano el Bueno. Cada uno de estos nombres no representa dos etapas sucesivas, sino dos aspectos simultáneos de un mismo personaje, y no se pueden separar sin destruirse. El hidalgo y el caballero equivalen al plano proyectivo y al plano real de un mismo ser. No lo olvidemos.

  2. Pero, además, la relación entre Alonso Quijano y Don Quijote es mucho más estrecha y necesaria de lo que suele creerse. Se distinguen en algo; se parecen en mucho. El "quijotismo" y el "quijanismo" son actitudes vitales diversas, pero complementarias: tienen un mismo fundamento. Lo importante es saber en qué medida se articulan en la conducta del protagonista.

No juzgo necesario hacer hincapié sobre las peculiaridades del "quijotismo". Es el aspecto más certeramente estudiado del Quijote. Trataremos de destacar únicamente su rasgo más conocido y definidor: la idealización de la realidad interpretándola desde un punto de vista único: el ideal caballeresco. (Conviene repetir de cuando en cuando que Don Quijote no es un puro idealista: su idealismo tiene un carácter histórico y concreto muy definido: el ideal caballeresco -De aquí proviene el anarquismo individualista de nuestro héroe, apuntado por Menéndez y Pelayo-). La ilusión modifica su percepción del mundo y ve las ventas como castillos, las rameras como damas y los molinos de viento como gigantes opresores.

Ya sé quién soy, Don Quijote,

gracias a ti, mi señor,

y sé quién es nuestra España

gracias al divino amor.

Salía el sol por la Mancha

atando saliste a la flor

de tus hazañas de ensueño

dándole al cielo esplendor.

Espejo del alma andante,

caballero del error,

erraste entre los embustes

del protervo encantador.

¡No es sólo sueño la vida,

que es engaño, y el honor

es conquistar lo soñado

con sueño reparador!


En estos versos del Cancionero, de Miguel de Unamuno, se delimita de manera muy próxima lo que a nuestro modo de ver constituye el meollo del quijotismo.

Considerado desde la vertiente "quijotesca", la peculiaridad más relevante de nuestro héroe consiste en "dar por cierto lo soñado". Recordemos que cuando Sancho establece ciertas comparaciones impertinentes, acertadas y provechosas, entre la princesa Micomicona y Dulcinea, Don Quijote —la ilusión no se cuenta con los dedos— se sale literalmente de sus casillas y le contesta, tartamudo y airado, de este modo:

"Decid, socarrón de lengua viperina, y ¿quién pensáis que ha ganado este reino y cortado la cabeza a este gigante y hecho a vos marqués —que todo esto doy por hecho y por cosa pasada en cosa juzgada— si no es el valor de Dulcinea tomando a mi brazo por instrumento?" (I, XXX).

Ya está ganado el reino, descabezado el gigante y Sancho Panza, sin haberse enterado, ya es marqués y desagradecido, pues no comprende que debe el título a Dulcinea. Recordemos también los pensamientos de Don Quijote cuando descansa, bizmado por los yangüeses, en la venta.

"Imaginó haber llegado a un famoso castillo, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida por su gentileza, se había enamorado de él y prometido que aquella noche a furto de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza. Y teniendo toda esta quimera, que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver. Y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso, aunque la misma reina Ginebra con su Dueña Quintañona se le pusiesen delante" (I, XVI).

En otro pasaje en que Don Quijote se coloca en esta misma actitud de dar por cierto lo soñado:

"y porque veas que te digo verdad en esto, considérame impreso en historias, famoso en las armas, comedido en mis acciones, respetado de príncipes, solicitado de doncellas; al cabo cuando esperaba palmas, triunfos y coronas grangeadas y merecidas por mis valerosas hazañas me he visto esta mañana pisado y acoceado y molido de los pies de animales inmundos y soeces" (II, cap, LIX).

La ilusión modifica la percepción sensorial de Don Quijote, le hace ver lo que no tiene ante los ojos y le lleva continuamente a considerar realizados sus sueños. Desde la vertiente del "quijotismo" la cualidad más destacada de nuestro héroe estriba en "dar por cierto lo soñado". Abandonemos esta cuestión: nos interesa más considerar en qué consiste el "quijanismo".

Recordará el lector que habíamos dicho anteriormente que quijotismo y quijanismo son actitudes vitales complementarias que giran alrededor de un mismo eje: la indistinción entre la apariencia y la realidad que es tan característica de nuestro héroe. Pero no hay tal indistinción. Conviene dar un paso hacia adelante y deslindar el tema. El quijotismo estriba, en fin de cuentas, en convertir la realidad en ilusión. Bella, noble y utópica actitud. El quijanismo estriba, en cambio, en convertir la ilusión en realidad. Bella, noble y ejemplar actitud que en su día discriminaremos punto por punto: es una de las intuiciones cervantinas más sorprendentes y originales.


Quijanismo:



Quijotismo:


Convierte la ilusión en realidad

Convierte la realidad en ilusión

Es la verdad vital

Da por cierto lo soñado

Su ilusión le da la esperanza que le hace vivir

Le da libertad para hacer

Cordura: aburrimiento

Locura: juego



Principales diferencias que se aprecian en la actitud de nuestro héroe entre la Primera y segunda Parte del Quijote

 


Primera Parte

Segunda Parte


Las salidas

1ª y 2ª La hace al azar

3ª Determinación de ir al Toboso

Busca la aventura

Busca "la bendición y buena licencia de la sin par Dulcinea”

La acción

Todo ocurre en tres días, tanto en la 1ª, como en la 2ª salida

En la 3ª salida no ocurre nada en los primeros tres días

Relación con Dulcinea

De carácter placentero

De carácter melancólico

Actitud de DQ

Enfrentamiento con la realidad (saliendo apaleado de la aventura)

Interior. Enfrentamiento consigo mismo

Dulcinea

Un ser idealizado

Existencia real

Aldonza Lorenzo

Esperanza de un recuerdo

Un ser ideal.

Recuerdo de una esperanza

Ideal

Justicia

Amor

Postura donde lo situa el Ideal

En contradicción con el mundo

En armonía con el mundo

La Fe de DQ

Solitaria, de adolescente, gratuita y total. Certidumbre en sus visiones

Conseguida, dolorosa, con desfallecimientos, y necesidad de ser compartida

Vertiente que predomina

Quijotismo. Predomina la locura

Quijanismo. No es un loco, es un crédulo




2 comentarios:

  1. ...Ha sido esta página bien ilustrativa y alumbradora para mí, sobre todo de cara a la nueva lectura del Quijote (será la sexta, puede que la séptima) que se viene avecinando y que haré en compañía, apartada, de una buena amiga mía. La fusión/separación de persona y personaje, de Quijano y Quijote, con sus puntos de encuentro y sus diferencias....y me sugiere, ya a nivel personal el DAR POR SOÑADO LO VIVIDO...

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  2. Claro, podría quizás aclararte algo si te digo que, esta página, está basada en la idea de Torrente Ballester que tantas veces hemos hablado: Alonso Quijano -paradojas aparte, como la de la edad o la baja hidalguía-, es un adolescente que vive aburrido en un aburrido pueblo de La Mancha, y que, como tantos adolescentes, decide buscar la licencia del juego para divertirse un poco, se pone el casco por montera y coge una vieja lanza que encuentra en casa, que cuando la prueba se rompe de los años que duerme ya de lances y amores corteses olvidados; así que decide que con un pequeño arreglo, sin necesidad de volverla a probar, vale para lo que él la quiere... Para lo que la quiere vale, como le contestará a Sancho cuando este se entera que la hija de Lorenzo Corchuelo, a quien conoce, es Dulcinea del Toboso: "por lo que yo la quiero, tanto vale como la más alta princesa de la tierra." Así Quijano está siempre presente en Quijote, asunto del que tengo impresión que se olvidan muchos críticos.

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