En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

miércoles, 30 de marzo de 2022

La penitencia de Sierra Morena


[…] te hago saber que no sólo me trae por estas partes el deseo de hallar al loco, cuanto tengo de hacer en ellas una hazaña, con que he de ganar perpetuo nombre y fama en todo lo descubierto de la tierra; y será tal, que he de echar con ella el sello a todo aquello que puede hacer perfecto y famoso a un andante caballero.” (DQ I, 25)


Don Quijote, saca la idea de la penitencia de Amadís, quién la hizo para mostrar su lealtad amorosa ante Oriana. Lo paródico está en que don Quijote no tiene ninguna razón para sufrirla, porque Dulcinea no se ha enfadado como ocurrió con Oriana, ni le había engañado con otro, simplemente que no la conoce, y la única manera para poder conocerla es a través de la carta que Sancho le lleva. La penitencia de don Quijote es otro ejemplo típico de la memoria literaria del caballero, que quiere hacer verdaderos los episodios que ha leído en las novelas de caballerías. Lo que confirma el caballero mismo (DQ I,25):

[…] entiende con todos tus cinco sentidos que todo cuanto yo he hecho, hago e hiciere, va muy puesto en razón y muy conforme a las reglas de caballería, que las sé mejor que cuantos caballeros las profesaron en el mundo.”

Su recreación literaria en la penitencia se puede hallar en la forma de actuar,

[…] desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en peñales, y luego […] dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas […]”

Esto no se encuentra en ninguna novela de caballerías, es pura invención de la locura de con Quijote, en la que quiere superar a los caballeros andantes anteriores, para lograr que el mundo se dé cuenta del sufrimiento por su dama. Según Riquer (2003: 251) la locura mostrada aquí por don Quijote es similar a la locura que se encuentra en Orlando Furioso de Ariosto:

En cuanto a Orlando Furioso, Ariosto cuenta que, al enterarse de los amores de la hermosa Angélica con el negro Medoro, enloqueció y, medio desnudo, arrancó furiosamente árboles, enturbió las aguas de los arroyos, mató pastores y animales y realizó otros excesos. Don Quijote combina la penitencia de Amadís con la furia demencial de Orlando, y no tan sólo reza, suspira y escribe versos en las cortezas de los árboles, sino que da volteretas en camisa.” Así se describe la locura de Orlando en la obra de Ariosto (Canto 23, 121, 133, 135).

Don Quijote se toma sus acciones en serio:

[…] todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras; porque de otra manera, sería contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna, pena de relasos.” (DQ I, 25)

La ironía, es sin duda el hecho cómico más importante en toda la novela. Don Quijote imita los hechos que recuerda de sus lecturas, pero sus acciones son originales, gracias al elemento cómico que se halla en ellas:

[…] cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe; y esta mesma regla corre por todos los más oficioso ejercicios de cuenta que sirven para adorno de las repúblicas, así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento […] ¿Ya no te he dicho […] que quiero imitar a Amadís, haciendo aquí el desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán […]” (DQ I, xxv)

Muchas son las razones de que el caballero es consciente de la imitación, y su imaginación convierte en hechos reales:

Viva la memoria de Amadís, y sea imitado de don Quijote de la Mancha en todo lo que pudiere; del cual se dirá lo que del otro se dijo: que si no acabó grandes cosas, murió por acometellas; […] Ea, pues, manos a la obra: venid a mi memoria, cosas de Amadís, y enseñadme por dónde tengo de comenzar a imitaros.” (DQ I, xxvi)

La memoria de Amadís, cuyas acciones evoca para lograr después que sus hechos aparezcan también en un libro, y que todo el mundo los lea y los recuerde. De este modo muestra el caballero su deseo de fama. El caballero imitador convierte sus lecturas en una realidad absoluta, como hizo también con la dama de sus altos pensamientos:

[…] yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad […]” (DQ I, 25)

Un poco más adelante es el autor quien alumbra la función importante que tiene la memoria del héroe, en el episodio de la carta para Dulcinea:

Sacó el libro de memoria don Quijote, y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta, […]” (DQ I, 25)

La metáfora que usa Cervantes para enfocar la memoria quijotesca no podía haber sido más certera: como un libro. Metáfora que repite varias veces;

Mas ya me ha venido a la memoria dónde será bien, y aun más que bien, escribilla; que es en el librillo de memoria que fue de Cardenio, […]” (DQ I, 25)

Él [Sancho] dijo que iba escrita en un libro de memoria, y que era orden de su señor que la hiciese trasladar en papel en el primer lugar que llegase […]” (DQ I, 26)

Cervantes se burla de la memoria de Sancho cuando éste tiene que reproducir la carta de don Quijote al barbero, al cura y al licenciado. Primero dice que “He perdido el libro de memoria […]” (DQ I, 26) en que estaba escrita la carta a Dulcinea. Cuando Sancho tiene que reproducir el contenido, la memoria le falla:

No poco gustaron […] de ver la buena memoria de Sancho Panza, y alabáronsela mucho, y le pidieron que dijese la carta otras dos veces, para que ellos, ansimesmo, la tomasen de memoria para trasladalla a su tiempo.” (DQ I, 26)

Estos ejemplos muestran la importancia que tiene la memoria, no sólo para los personajes, sino también para su creador Cervantes, que tenía tanto conocimiento de las novelas de caballerías que podía burlarse de ellas constantemente en el Quijote.

Aquí, Sancho, después de haber oído hablar tantas veces de la alta dama Dulcinea, se entera de las raíces de Dulcinea: que no es más que una moza labradora que él conoce:

Y confieso a vuestra merced una verdad, […]: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado […]” (DQ I, 25)

Sancho, al conocer el linaje de Dulcinea, duda de la palabra de su amo, que hasta este momento había creído fielmente. Esa duda facilitará el engaño a don Quijote. Recordemos que don Quijote, antes de su penitencia, todavía relaciona la figura de Dulcinea con la de Aldonza Lorenzo:

¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?

Ésa es –dijo don Quijote-, y es la que merece ser señora de todo el universo.” (Ibidem)

Después de la penitencia el caballero no relacionará más a Dulcinea con Aldonza Lorenzo. Don Quijote que, como hemos comentado, decide sufrir una penitencia únicamente por imitación. Lo que Sancho no parece entender:

[…] ¿Qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o cristiano?”(Ibidem)

En la respuesta de don Quijote se puede hallar una gran convicción de si mismo, que le dice que sería capaz de hacer cualquier cosa que habían hecho otros caballeros andantes, y quizás aún más:

[…] si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado?” (Ibidem)

Algunos momentos después don Quijote dice lo mismo de forma, más rotunda, refiriendose a la posibilidad de que Dulcinea no responda a su carta:

[…] y si fuere tal qual a mi fe se le debe [la respuesta de Dulcinea], acabarse a mi sandez y mi penitencia; y si fuere al contrario, seré loco de veras, y siéndolo, no sentiré nada” (Ibidem).

Esta frase indica que el caballero tiene cierta conciencia de que sus acciones no son tan “normales‟ para los demás, lo que caracteriza perfectamente lo que surge de la comunicación entre su realidad caballeresca, y la realidad de su tiempo.

El capítulo XXVI, cuando el caballero queda a solas, para mantener la forma de diálogo, don Quijote habla consigo mismo y expresa sus propias dudas sobre la penitencia que está haciendo. De esta manera los lectores se dan cuenta de la inseguridad del caballero, porque realmente no tiene ninguna razón –aparte de la imitación-, sobre todo si los comparamos con las razones de Amadís o la que tenía Orlando Furioso:

Así como oís estaba Beltenebros haciendo su penitencia con mucho dolor y grandes pensamientos que de continuo tenía, creyendo que si Dios por su piedad no le acorriese con la merced de su señora, que la muerte tenía muy cerca, más que la vida y todas las más noches albergaba debajo de unos muy espesos árboles que en una huerta eran allí cerca de la ermita, por hacer su duelo y llorar sin que el ermitaño ni los mozos lo sintiesen.” (Amadís de Gaula II, ll)

Visto el dolor de Amadís, no es raro que don Quijote exprese dudas sobre su imitación, que son las mismas dudas que Sancho le haba dicho:

[…] ¿para qué quiero yo tomar trabajo agora de desnudarme del todo, ni dar pesadumbre a estos árboles, que no me han hecho mal alguno? Ni tengo para qué enturbiar el agua clara destos arroyos, los cuales me han de dar de beber cuando tenga gana.” (DQ I, xxvi)

Estas dudas también aclaran un poco su estado mental: no son las dudas de un loco.

El resultado de su penitencia, también será menos satisfactorio que el de Amadís. Don Quijote lo sabe de antemano, porque nunca ha hablado con Dulcinea y a ella poco podrá importar la penitencia de lealtad amorosa. Sabe que una reacción como la de Oriana no acontecerá, aunque trata de mantener la esperanza de que Dulcinea le responda. Además, la ironía se perdería con una respuesta de Dulcinea, porque Dulcinea pasaría a otro plano de realidad. Cuando uno lee la reacción de Oriana, se da cuenta que algo similar nunca podría ocurrir con Dulcinea:

Oriana paró mientes en aquellas palabras, y bien vio, según ella le había errado, que con gran razón Amadís se quejaba, y vínole muy gran queja al corazón, de manera que allí no pudiendo estar, se fue a su cámara con vergüenza de las muchas lágrimas que a los ojos le venían.” (Amadis de Gaula II, li)

La duda de don Quijote con respecto a los motivos de la penitencia y el hecho de que Sancho nunca llegue a El Toboso para entregar la carta, son los aspectos más irónicos de este episodio. Es la primera vez que Sancho engaña a su amo, y lo puede hacer porque sabe la verdad sobre la figura de Dulcinea. Desde este momento aumentarán las situaciones y las ganas de Sancho para engañar o burlarse de su amo.

La ironía también se puede hallar en los versos de don Quijote penitente, que son burlescos y en nada recuerdan la emoción de Amadís:

Lo de pagar escote, como después, traer al estricote, ser de mala ralea, henchir un pipote, herir el amor con su azote o su blanda correa y tocar el cogote son expresiones que producen hilaridad, y no compasión ante la desgracia del caballero que llora la ausencia de su dama.”

En los episodios siguientes cuando Sancho confiesa que había perdido la carta pero que sí habló con Dulcinea, el caballero decide que quiere ver a su dama. Esto le acarrea a Sancho un problema, porque tendrá que inventar dónde estaría la casa de Dulcinea. También existe un gran peligro para don Quijote, porque esto podría romper la imagen que tiene de ella como princesa o doncella, pues todavía la relaciona con Aldonza Lorenzo y Sancho no puede conducirlo sino a la casa de una campesina. Por el miedo a que se descubra su engaño, Sancho quiere evitar a toda costa que su amo vaya a El Toboso:

[…] vuestra merced no se cure de ir por agora a ver a mi señora Dulcinea, sino váyase a matar al gigante, y concluyamos este negocio […]” (DQ I, 31)

Y don Quijote está de acuerdo con Sancho, porque tiene miedo de romper con el sueño de Dulcinea, su princesa:

Detúvose don Quijote, con no poco gusto de Sancho, que ya estaba cansado de mentir tanto y temía que no le cogiese su amo a palabras; porque, puesto que él sabía que Dulcinea era una labradora del Toboso, no la había visto en toda su vida.” (Ibidem)

Cuando finalmente deciden ir a El Toboso, ya en la segunda parte, Cide Hamete Benengeli:

[…] las pasadas caballerías del Ingenioso Hidalgo, y que pongan los ojos en las que están por venir […]” (DQ II, 8)

Se refiere al cambio mental que, con el encantamiento de Dulcinea, va a ocurrir en don Quijote, que pierde de vista la figura de Aldonza Lorenzo para reemplazarla por la moza labradora, o sea, Dulcinea encantada.

Sancho se pone más y más nervioso mientras acercan El Toboso:

[…] descubrieron la gran ciudad del Toboso, con cuya vista se le alegraron los espíritus a don Quijote y se le entristeceron a Sancho, porque no sabía la casa de Dulcinea, ni en su vida la había visto, como no la había visto su señor […]” (Ibidem)

Cervantes, poniendo el nombre de Dulcinea en lugar de Aldonza Lorenzo, sugiere que Sancho ya se ha olvidado del origen de la dama. Es significativo que entren en la ciudad por la noche, cuando será más difícil encontrar la casa de Dulcinea; quizás el autor nos está diciendo que, en realidad, ninguno de los dos desea encontrarla:

Era la noche entreclara, puesto que quisiera Sancho que fuera del todo escura, por hallar en su escuridad disculpa de su sandez.” (DQ II, 9)

Cuando don Quijote dice a Sancho que guíe al palacio de Dulcinea, se pone cada vez más nervioso y se defiende diciendo que no podrá hallar el palacio por la noche porque sólo lo ha visto una vez. Es es entonces cuando don Quijote confiesa lo que es de gran importancia sobre la figura de Dulcinea: que tampoco él la visto (anteriormente nos había dicho que sólo la había visto cuatro veces):

[…]¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta?” (DQ II, 9)

Con esto, Cervantes crea la situación perfecta para el engaño de Sancho, con el encantamiento de Dulcinea, y la imagen de la moza labradora será (durante el resto de la obra) la que permanezca en don Quijote.

El encantamiento de Dulcinea por Sancho es un truco de Cervantes para salvar al personaje, que, como todos los personajes, tiene que experimentar algún desarrollo para seguir captando la atención del lector. Es un personaje no existente que tendrá su desarrollo solo en la mente de los otros personajes. Así, Cervantes, resuelve la situación: con el encantamiento salva el mito de Dulcinea del Toboso dentro de la memoria de don Quijote y en el interés de los lectores.


Bibliografía:

- Egido, Aurora (1991) La memoria y el Quijote. (BVC)

- Ignacio Ferreras, Juan (1982) La estructura paródica del Quijote. (Taurus)

- Márquez Villanueva, Francisco (1975) Personajes y temas en el Quijote. (BVC)

- Riquer, Martín de (1967) Caballeros andantes españoles (Austral)

- Rodriguez-Luís, Julio (1966) Dulcinea a través de los dos Quijotes. (BVC)


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