En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 31 de enero de 2021

A Cádiar, de Manuel Escudero

Imagen de Enrique Reinoso

Acabo de recibir una sorpresa, un regalo que no esperaba: Manuel Escudero, que para mi modesto entender, es uno de los grandes poetas andaluces del momento, me ha regalado un poema dedicado a Cádiar, mi pueblo. Como diría Serrat, este obsequio, es una de esas pequeñas cosas que de tarde en tarde nos llenan de felicidad. El poema es una bella copla que bien se podría cantar en el festival de La Alpujarra.

Escudero es autor de poemarios como Romancero de la Contraviesa, Campo de olivos, o Sonetos del atardecer. Con suerte, los podemos encontrar en la Babel.

Manuel, desde niño ha visitado con frecuencia Cádiar, ha conocido los mercados de los años setenta, con sus puestos en plaza, los charlatanes ambulantes, la afluencia de cortijeros con sus caballerías cada mercado; las alamedas del río antes de su devastación por la tormenta del 73. En cada visita del autor, el pueblo, lentamente, se iba desvaneciendo en algún sentido. En su añoranza del pasado quizás pueda parecer que exagera un poco el retroceso vital, que se ve reflejado en los poemas que de Cádiar ha compuesto. Pero no olvidemos que en esos años en Cádiar había de todo: industria, comercio, población... Entidades o cualidades de las que los pueblos cercanos carecían, que solo vivían del campo. Al leer estos versos, contemplamos imágenes del pasado y sentimos una gran emoción de la intrahistoria reciente del pueblo.

Es una composición poética con estrofas de cuatro versos octosílabos con rima asonante: una copla con cinco cuartetos y dos versos sueltos al final del poema, que son como un lamento resignado, una imagen de la geografía, “tan bien plantada, siempre a la orilla del río”, que expresa una confrontación, una dialéctica, entre lo que pudo ser, y lo que es.


A Cádiar


En un cruce de caminos

sigues, Cádiar, junto al río,

entre terrados de launa

y amaneceres heridos.


No hay júbilo ya en tus calles.

Solo silencios dormidos

sobre romances que saben

de lunas y de suspiros.


¿Dónde están aquellas mulas

que venían de los cortijos

a buscar entre tus calles

algún ensueño perdido?


¡Ay, Cádiar, tus alamedas,

tus ferias y tus molinos

que un día llenaron de estrellas

mis emociones de niño!


Antes que pase febrero,

antes que rompan los lirios,

quiero dejarte atrapada

sobre un almendro florido.


¡Ay, Cádiar, tan bien plantada,

siempre a la orilla del río!


Comienza el poema con la misma imagen que termina del pueblo situado en un cruce de caminos junto a un río. Es una estrofa de cierto pesimismo, el cruce de caminos que siempre expresa una duda; los terrados de launa gris como una imagen decadente; y los amaneceres heridos, como una oposición entre el renacer (amaneceres), y esa herida que no permite el progreso.

En el segundo cuarteto continua el pesimismo, pero aquí se hace evidente, “no hay júbilo ya en tus calles”. Cádiar, hoy día, es un pueblo de personas mayores que salen poco a sus calles, apenas si hay niños; a los mercados no acude nadie; con un oxímoron “silencios dormidos” nos dice que en el pueblo está vacío. Y remata la imagen romances que saben de lunas y de suspiros”, los amores saben de muerte (la luna lorquiana) y de pena, que se identifica con aquellas persona, tantas, que han perdido a su ser querido.

El tercer cuarteto es una evocación, una añoranza de aquellos años llena de vida, de amor y de sueños, pues a Cádiar se venia al mercado, pero también de fiesta.

En el siguiente cuarteto continúa la añoranza del autor por el recuerdo de Cádiar. ¡Ay, Cádiar, tus alamedas, tus ferias y tus molinos que un día llenaron de estrellas mis emociones de niño! Se repite la idea ya mencionada de la imagen un tanto idealizada del pueblo. Y aparece un lamento que se repite al final, un !ay! Que me recuerda el Grito de Lorca, pero que aquí no es tan dramático, ni recurrente, ni tan expresionista, como en el poema lorquiano, es más un lamento nostálgico por la pérdida, o una trampa de la memoria.

El último cuarteto, es el deseo optimista que siempre aparece en los poemas de Escudero. “Antes que pase febrero, antes que rompan los lirios, quiero dejarte atrapada sobre un almendro florido”. Con una alegoría desea que el pueblo renazca, y no quiere perder el tiempo (ante que pase febrero); desea un renacer puro, lleno de bondad que es lo que representan los lirios por brotar, y quiere, con la simbología de la flor del almendro, que esa vida sea para siempre, que el pueblo renazca y brille eternamente.

El otro poema que Escudero hizo de Cádiar, muy anterior al comentando, es una sucesión de imágenes, que a modo del "nodo", en blanco y negro, nos recordarán el pueblo, y nos deja constancia de las visitas del autor.


La feria de Cádiar


Dos veces al mes se iba

hasta la feria de Cádiar

a cambiar sueños por trigo.

Y trigo, por esperanza.


En sus plazas diminutas,

morenas y abigarradas

gentes vendían a peseta

dolores que otros compraban.


Había chalanes apuestos

con chalequillos de pana.

Caballos, mulos, muletos.

Camisas de lienzo blancas.


Había gallos y gallinas

encerrados en sus jaulas.

Discusiones mortecinas

sin monedas y con alas.


Y para cerrar el trato

un compadre que llegaba

a partir la diferencia

con la última palabra.


Dos veces al mes se iba

hasta la feria de Cádiar.





También quiero dejar aquí el último poema de su libro “Romancero de la Contraviesa”

Final

Desde estos viejos caminos

se puede mirar al mar.

Se puede lo que ya fuimos

volver de nuevo a soñar.

 

Desde estas lomas perdidas,

que viven en soledad,

se puede, de cada herida,

hacer que brote un rosal.


Y de los tiempos lejanos

aún se pueden aventar

en las eras, con las manos,

la mentira y la verdad.


Desde estos campos vencidos

se puede mirar al mar.

¿Qué es la vida, repetida,

sino un ansia de mirar?


viernes, 29 de enero de 2021

A esa España. Sonetos del atardecer de Manuel Escudero


Hace unos días me reencontré con Escudero, mejor dicho, descubrí su obra, su poesía, gracias a Miguel Ángel Pérez, un amigo común de aquella “época lejana y difusa”; amigos de pantalones cortos, hileras en silencio y rezos diarios; compañeros que me costará reconocer cuando nos veamos y la pandemia lo permita. De Escudero sé muy poco, algunas referencias amables de amigos comunes, y un deseo, poder saludarlo, y, como hemos hablado en el grupo, invitarlo a que se una a lo que me gusta llamar el “espíritu de Montenegro”.

Empezaré con palabras de Miguel Angel con las que me siento de acuerdo, “no es posible un mundo sin poesía”. Es una afirmación a la que, en el prólogo del libro, precede una pregunta: ¿para qué sirve la poesía? Sé que muchos, incluso sin haber leído a Platón, pensarán que para nada, y que desterrarían a los poetas de la “polis” por vagos y peligrosos… Pero esa no es mi postura, para mi, la poesía es un compromiso, una forma de expresar las ideas, de mostrarse al mundo; es filosofía en verso. La poesía es también sentimiento, una construcción estética hecha de palabras.

En Escudero encontramos muchas ideas y mucho sentimiento expresados con una gran estética. He visto amor en sus poemas, he visto compromiso social, he visto un poeta de formación y profundo sentimiento cristiano, que siguiendo los cánones del materialismo filosófico, es un racionalista teológico, pero en fondo de sus textos se aprecia también un claro racionalismo antropológico: es al hombre a quién se dirige, Dios es un reposo para el alma, una postura interior… El autor sabe que no interviene en las cuestiones mundanas -no hay nada de erasmismo en sus versos -. Escudero es consciente que es el hombre quien ha de resolver sus problemas, que no hay recompensa ni castigo, el bien mismo es la recompensa, el mal es el castigo. He visto un poeta con los pies en el suelo, que ve pasar los años con su profunda fe y sus dudas por el hombre, sabiendo, y lo acepta resignado, que “vivir es cambiar de calendario”.

En el eje pragmático de la estética de Escudero encontramos un autor dialógico que habla con Dios, con un amigo, o se dirige al ser humano en general: toda su poesía es una conversación con alguien; el lector siempre está presente.

Seguiré leyendo la poesía de Escudero y probablemente incorpore algún texto a este blog, que es como mi nube particular, mis singulares interpretaciones. Por algo que no sabría bien expresar, que es una inercia en mí, he querido comenzar por estos dos poemas, de su libro “Sonetos del atardecer”, publicado en noviembre del 2019, dedicados a España, “A una España, comentario que completará mi exégesis de otros poemas del mismo título de diversos autores.

11

A una España que, rota en mil pedazos,

hoy cuestiona su historia y sus raíces,

sus sangres derramadas, cicatrices

de luchas fratricidas. Sus abrazos.


A una España que avanza y se sostiene

a golpe de decreto y mucha urna.

La que calla en silencio taciturna

mirando con recelo a lo que viene.


A esta España, sin odios, me dirijo

ahora que voy viajando ya de vuelta

en el tren incesante de la vida.


¡No nos manden trileros de cortijo

que vivan de incitar a la revuelta

usando la mentira repetida!



El soneto comienza con un íntimo malestar, un sentimiento de frustración, con un lamento realista, cotidiano, metafórico, a una España que tristemente es lo que es: “una España rota en mil pedazos”; nada es lo que era, su génesis, ni siquiera la historia; la misma guerra no fue como nos la contaron, fue otra cosa, y las cicatrices se han abierto porque su profundidad era mayor de la que creímos; y la metonimia de “los abrazos” que nos dimos con la Constitución y el consenso: un esfuerzo y renuncia de muchos que ahora resultan que son falsos.

Si el primer cuarteto es pesimista, en el segundo, una luz de esperanza, un leve optimismo resurge, y esa España a pesar de todo “avanza”, avanza a pesar de la política, de gobiernos débiles que no duran lo que debieran. En el tercer verso se dirige a los indiferentes, esa “gente que calla”, calla pero no se fía... Y porque trabaja con inseguridad política, “mira con recelo lo que viene”.

El primer terceto es todo una alegoría. Comienza con un verso clave, “A esta España, sin odios, me dirijo”, a esos que dicen importarle poco la política, a esos que son la verdadera mayoría, a los que echan por alto las encuestas, los que valoran lo que nos trajo la Constitución. Parece decirnos que hemos de espabilar y tomar parte, para echar a los sinvergüenzas, “los trileros de cortijo” que viven del engaño, y pensando que cuanto más revuelto vaya el río, mejor les irá a ellos.


12

¿Qué será de su historia centenaria

en la España que queda por hacer,

en la España que lucha por tener

una paz duradera y solidaria?


No es extraño que hoy hablen de país

quienes quieren contar a su manera

aquello que divide y que genera

que todo nuestro ayer se vuelva gris.


En nombre de su propia democracia

nos piden simplemente que votemos

a aquellos que nosotros no elegimos.


El poder, ya se sabe, tiene gracia:

nos maltrata y nos dice que podemos

ser más pobres aun de lo que fuimos.


Comienza el soneto con una enigmática pregunta, a mitad de camino entre el escepticismo y la esperanza por el futuro, ¿qué será de nosotros en unos años?, ¿conseguiremos al fin el sosiego? Y la misma pregunta apunta ya una idea clave para alcanzar la paz: ha de ser solidaria.

En el segundo cuarteto, resignado, el autor parece comprender la semántica posmoderna, admitiendo el giro de país, como imagen para designar España. “País” es el símbolo de todo ese léxico moderno de patria o España, que no nos vale, que hay que cambiar por otros términos que sirvan mejor para marcar las diferencias. Y son tantas las diferencias que han encontrado los posmodernos, que han conseguido “que todo nuestro ayer se vuelva gris”, una metáfora de un significado negativo.

En el primer terceto remarca una idea anterior: que el pueblo solo le sirve para que les votemos, que luego ellos, haciendo encaje de bolillos, se encargarán de sus gobiernos formados por las minorías que no elegimos. Y al final nos recuerda la paradoja de esta democracia: les votamos, y ellos nos maltratan y nos empobrecen... Y nos advierte el poeta, ¡ojo!, que puede ser peor.


lunes, 4 de enero de 2021

"España frente a Europa" Gustavo Bueno

No entiendo por qué cuando los franceses se matan entre sí 

construyen libertad, igualdad y fraternidad; y por el contrario 

cuando nos matamos los españoles es por puro cainismo.

Elvira Roca Barea. Fracasología 2019

 

Todo lo tratado aquí, aunque podría servir para otras ciencias, lo analizamos desde el punto de vista de la literatura.

La historia de la literatura es en realidad la historia de la supervivencia de la literatura frente a un despliegue de ideologías que han intentado disolverla. La literatura hispánica ha luchado contra la ideología luterana, erasmista, y sobretodo contra la anglosajona, representada hoy día por los EEUU y en su genealogía por protestantismo alemán. Estos pueblos que carecen de una literatura potente como la hispánica, han inventado el concepto de cultura para disolver la idea de literatura que desde Grecia hasta el máximo desarrollo de la hispanidad ha caracterizado siempre el modo de interpretar y concebir la literatura. Igualmente la filosofía también nace en Grecia y su desarrollo es latino y escolástico, hasta llegar al Renacimiento español con Francisco de Vitoria y Francisco Suárez.

Así la cultura es una idea moderna inventada por los pueblos que no tienen literatura. Estos pueblos, como no pueden apropiarse de autores potentes como Cervantes, la alternativa es disolver la literatura en una idea de cultura, un concepto comodín que sirve para todo.

El mundo alemán pone en circulación una idea de cultura tremendamente nacionalista. Sobre estas ideas, en España, se estudian a determinados autores como Rosalía de Castro o Lorca, desde el punto de vista de la cultura gallega o andaluza, cuando estos personajes están muy por encima de ese limitado analisís.

Gustavo Bueno plantea en este libro la tesis de que España se construye frente a Europa, y Europa contra España, de manera que esta relación dialéctica de los estados, que a partir de Heguel se ha considerado el motor de la historia, frente a la opinión de Marx en la que se enfrentaban las clases sociales. Este enfrentamiento de estados, sociedades, religiones, de derechas contra izquierdas, se disputa el poder del mundo globalizado.

Sin llegar tan lejos, pero incidiendo en esto, la mitad de los españoles del siglo XX hemos sido educados en un lema muy orteguiano, en virtud del cual, España es el problema, y Europa la solución: nos hemos educado pensando que éramos un país subdesarrollado frente a una Europa más moderna, que eramos, como país, incapaces para la responsabilidad, para la empresa, para la ciencia… Y hasta tal punto se incidió en eso, que hasta llegamos a pensar que el problema éramos nosotros, que hasta fornicábamos menos y peor que los europeos (para explicarnos esto no tenemos más que ver el cine franquista).

Este complejo de inferioridad se nos inoculó haciéndonos creer que habíamos perdido el tren de la modernidad y de la ilustración, idea que aún nos tiene sumidos, sin superar, la leyenda negra (hasta que un académico tan directo como Pérez Reverte llegara a decir que España se equivocó de dios, como si hubiera sido mejor ser protestante, que contrarreformista en el siglo XVI, que implicaría haber perdido en Lepanto, y ser hoy islámicos). Todo esto es consecuencia de haber destruido la historia como conocimiento científico, por la mitología; destruido la filosofía y la filología por un concepto de cultura nacionalista, con universidades endogámicas y politizadas, frente a una universidad fuerte nacional, que podría acotar unos criterios que aclarasen qué se puede admitir y que no, en la crítica literaria, y así no tener que seguir, como hacemos ahora, la partitura anglosajona.

Si la cultura se impone a la literatura, entonces cualquier costumbre de cualquier estado o pueblo tendrá más valor que la literatura. Así el mundo anglosajón ha llegado a emparejar a Shakespeare con Cervantes, y sorprende que el papanatismo de muchos lingüistas hayan asumido como lógico y natural el establecer en el mismo lugar a un dramaturgo con el constructor de la literatura moderna (Harold Bloom, dice que Shakespeare es el inventor de lo humano, como si Cervantes no existiera), y no se quiere plantear un estudio científico de la literatura porque entonces Cervantes estaría muy por encima de Shakespeare y de cualquier otro.

Si Ortega, plantea que España es el problema y Europa la solución, Gustavo Bueno dice lo contrario, que el hispanismo es la solución, el hispanismo incluye a toda Hispanoamerica. Según la frase de Ortega podríamos interpretar que el Protestantismo es la perfección o una corrección de la experiencia cristiana.

Lo mismo que decimos del erasmismo podemos decir del krausismo protestante alemán, o del naturalismo de Zola, al que ya se había adelantado Cervantes en el Quijote.

La obra de Gustavo Bueno debería ser referencia en todos lo estudios literarios, en todas la universidades, pero a Bueno, equivocadamente, se le ha tenido hasta ahora por rojo peligroso...

“España frente a Europa”, contiene:

  • Una primera introducción en la que se analizan “Los problemas de España”.

  • Una segunda, donde se trata del “El problema de España”.

  • Un primer capítulo donde se observan los diferentes modos de pensar sobre la identidad de España.

  • En otro, se considera que España nació antes como imperio que como nación.

  • Otro, nos habla de la categoría de imperio como filosofía

  • Uno más, de España en la América hispana.

  • Y en el último es donde se detalla la idea de “España frente a Europa”

  • Termina con: una conclusión final; un glosario de términos que nos familiarizan con el materialismo filosófico; y un catálogo de libros en torno a este tema

De cierta relevancia es el análisis que se hace entre un imperio generador como es el español, y los imperios depredadores como fueron el nazismo, que sembró Polonia de campos de exterminio, el inglés o el francés, que todos sabemos que, por ejemplo, para estudiar bien a Grecia o Egipto, hemos de ir a Londres o al Louvre, que es donde reposan los restos de estas culturas. Los españoles no se llevaron nada de América, sino al contrario, la dejaron plagada de universidades, ya que la idea que movía, era que aquellos territorios eran España, no de España: Lima o Santiago de Chile, eran tan españolas como Sevilla o Madrid.

Gustavo Bueno nos habla de tres diferencias básicas entre un imperio generador y un imperio depredador:

  1. El imperio generador comparte con los territorios ocupados su tecnología. La principal tecnología española es la lengua, y no todas las lenguas son iguales, no todas tienen el mismo valor (el gallego, el eusquera, el catalán, no son lo mismo que el español, aunque esto no esté bien visto que se diga hoy, y muchos, aunque lo piensen, no se atrevan a decirlo). Los imperios depredadores utilizan su tecnología para exterminar a los pueblos ocupados ( Ya hemos hablado del nazismo en Polonia, pero podemos añadir la construcción de reservas en EEUU con el fin de aniquilar a los indígenas).

  2. Los imperios depredadores no se mezclan con los habitantes de los territorios ocupados; el puritanismo anglosajón y protestante impidió la mezcla racial. Con el imperio Español ocurrió lo contrario, y hoy Hispanoamericana es totalmente mestiza.

  3. Los imperios generadores fundan ciudades homólogas a las de procedencia, instalándose generalmente en el interior, no en las costas, como lo hacen los imperios depredadores, como hicieron los ingleses y los portugueses, que utilizaron esos puertos como puntos de succión de los recursos.

“España contra Europa” es pues una obra clave para desenmascarar el pensamiento que surgió con la leyenda negra.


Ref: Basado en la Crítica de la Razón Literaria del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno; Mooc uvigo.