En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Baruch Spinoza, según Borges

Baruch Spinoza (1632-1677)

Borges dio una conferencia en Buenos Aires sobre Spinoza,
en la que muchos críticos, Diego Tatián entre otros, han visto una extraordinaria ignorancia de la filosofía y de Spinoza, y en la que convirte a la filosofía en un juego para la literatura.

Dice Tatián que la característica principal de la prosa de Borges es la arbitrariedad tanto en la expresión como en las referencias que están en la misma línea de los ensayos de Lladó, Harol Bloom o Steiner.

Añada que Borges basa su argumentación en ocurrencias, profundizando muy pocas veces en ellas, de igual manera que los ensayos de Saramago no contienen nada importante a tener en cuenta. En la conferencia se aprecia un narcisismo de la ignorancia y de la modestia, sustrayéndose a las cualidades pretendidas por cualquier académico como son el conocimiento y la inmodestia, exhibiendo todo lo contrario la modestia y la ignorancia más absoluta: cuando habla de las fuentes dice “he leído la Ética de Spinoza, algún artículo de Russel y ...”

Habla de la filosofía y de Spinoza moviéndose en el terreno de la creencia, “creo entender a Spinoza como una religión”, sin dar una explicación del porqué de esta creencia. Y Tatián añade, “tengo la impresión que leyendo a Borges no se aprende nada, si acaso un poco de cinismo.”

Dice Borges más adelante: “Hay un hecho que me aleja de Spinoza”, pero no dice qué hecho es el que le aleja. Yo podría decir que hay un hecho que me aleja de los nacionalistas, pero debería explicarlo; o que hay un hecho que me aleja del vino tinto, pero si no digo cual, es como no decir nada, o es mejor quedarme callado.

Mas adelante vuelve a las andadas y dice de la misma manera que había dicho de Cervantes: “prefiero leer a Spinoza en una traducción inglesa, que es más claro y más preciso. En este caso explica algo, que es más claro y más preciso; en cuanto a Spinoza podríamos aceptar la explicación si no conoce el holandés, lengua madre de Baruch (o de Benito que era como le llamaban sus padres, que tenían su origen Espinosa de Los Monteros. Burgos -mi pueblo del norte-).

Para lo que he leído de Borges sobre Spinoza, sobre Cervantes o sobre Lorca, da igual que él lo hubiera leído en inglés o bable, o no leerlo porque a lo que dice no se le encuentra fundamento. Y con un complejo de superioridad dice “Spinoza es una figura patética de igual modo que Alonso Quijano”, pero no dice porque son patéticos; Tatián dice al respecto que si hay alguien que siempre huyó de lo patético ese es Spinoza: su filosofía no es ni dolorosa, ni triste, ni penosa, ni lamentable, y tampoco lo es su propia vida. De cualquiera que se nos ocurra podríamos decir que es patético: Borges es una figura patética, y esto si que podríamos apoyarlo en su propia imagen, parece separar el trigo de la paja y preferir la paja al trigo, como prefiere la biblioteca a la vida. Y la osadía de calificar a Borges solo se apoya en la calificaciones que él hace de otros. Para Tatian afirmar esto además de no conocer la filosofía de Spinoza es no tener el más mínimo interés en hacerlo.

Borges que tanto ha escrito sobre la ficción, sobre el laberinto y que no tiene nada más que las metáforas, no es capaz de darse cuenta del racionalismo de Spinoza, de su mayor dimensión de la Sinagoga de Amsterdan, de sobreponerse a grandes acontecimientos, un hombre políticamente heterodoxo que desarrolla una hermenéutica racionalista y que convierte a los referentes de las sagradas escrituras en ficciones equiparables a las literarias utilizando el racionalismo para situar a estas figuras en contextos desacralizados en el siglo XVII.

Y dice Borges que “Spinoza tiene que ser sentido como un santo”, es una metáfora sin sentido, a no ser que Borges se esté riendo de sus lectores u oyentes. Y añade “he encontrado siempre una dificultad en la fe cristiana y hay algo en mi que rechaza esa idea; esta dificultad es la idea de un dios personal”. Claro, si tuviera que buscar para comer todos los días, otras y mayores serían la dificultades; y sigue “Spinoza la reemplaza por la idea del dios infinito”. Como si la filosofía fuese una poética, que puede, pero es simplificar tanto las cosas, para decir esta obviedad sin explicarla, para ese viaje no se necesitan alforjas. Al decir esto parece que quiere decir que los referentes de la filosofía son tan falsos como los de la literatura; si es así lo racional sería decirlo y no lo hace.

Pero es que la gran diferencia entre filosofía y literatura es que los literatos no creen en las ficciones que contienen sus obras, mientras que los filósofos si creen en las que contienen las suyas:

  • Heguel cree en el espíritu absoluto, y es una ficción pura.

  • Gustavo Bueno cree en el ego transcendental, y es una ficción completa.

  • Spinoza cree en la idea de sustancia, y es una ficción, una ficción explicativa, pero ficción. También son explicativos los paralelos y los meridianos, y son ficciones, si bien resultan operatorias en un determinado contexto, la medición de los usos horarios.

  • Carlos Marx cree en la idea del estado, y es ficticia.

  • Acaso no es ficticio el dimiurgo platónico.

  • O el motor perpetuo de Aristóteles.

  • O el dios de Tomás de Aquino.

  • O el Leviatán de Hobbes.

  • Descartes cree en la glándula pineal, y cree que ahí está metida el alma lo que es una de las mayores ficciones.

  • Froid cree firmemente en el inconsciente, la mayor de las ficciones del siglo XX. Como aquel famoso pintor que decía que él pintaba desde el inconsciente. No sé como podía distinguir los colores.

  • Las mónadas de Leibniz (la fuerza, la voluntad, el valor) y de las que tanto se burlaba Voltaire en Cándido.

La filosofía está llena de ficciones con la única diferencia que los filósofos creen en ellas firmemente, incluso hasta dan la vida, en tanto que los literatos nos creen en absoluto en sus ficciones.

Dice Cervantes que la literatura es una trampa, un juego lúdico que muchos se toman en serio, sobre todo los filósofos, los moralistas, los religiosos, las feministas. La gente que busca dogmas, busca seguridad; y claro al final siempre tropiezan con la realidad.

Todo filósofo tiene la pretensión de que su sistema va a cambiar el mundo, lo intentaron Platón que con su ingenuidad quiso gobernar el estado, y lo afirmó Marx considerando que todos antes que él se habían dedicado a interpretar la realidad y que él iba a transformarla. Cierto es que no todos lo filósofos pretenden cambiar el mundo, pero ese sistema de pensamiento de cambiar el mundo es propio de aquellos sistemas que contienen algo de filosofía en su interior. Es decir que si el filósofo no intenta cambiar el mundo, sí cree que su sistema puede hacerlo, y la realidad es que todos los sistemas quedan disueltos en la historia. La transformación de la realidad tiene que ver con muchas cosas, no solo con la interpretación filosófica. La filosofía y la ideología tienen en común la forma de operar, necesitan movilizar gremialmente a los individuos, trabajando en realidad con más ficciones que la literatura.

Sigamos con la interpretación que hace Borges de Spinoza. Dice Borges, “Spinoza declara que solo conocemos dos de los atributos de la sustancia, la extensión y la conciencia”. Tatian dice que no, que no son esos lo atributos que son extensión y cogitación, el cógito no es la conciencia; la conciencia es un término que es más luterano que spinocista. Spinoza, como Descartes habla de cógito, la red extensa y la red pensante, y la conciencia no es red pensante exactamente.

Borges además hace unas analogía metafóricas, retóricas completamente, en virtud de las cuales interpreta la extensión con el espacio y la conciencia con el tiempo. Se monta unas comparaciones filosóficas con metáforas literarias (lo dicho, literaturizando la filosofía); y dice montándose un narcisismo inmodesto, “creo delusoria la oposición entre los dos conceptos incontrastables de espacio y tiempo”, cree que es engañosa la relación conjugada de espacio y tiempo, y sigue con frases que nada significan y que lo mismo se podría decir otra cosa, moviéndose en un mundo semántico un tanto alucinante.

Y añade algo “muy bueno”: “ yo me creo capaz de imaginar un mundo sin espacio; no sé si ustedes pueden hacerlo”. ¿Qué no? Otra cosa no, pero imaginación el ser humano tiene de sobra y son capaces de imaginar eso y mucho más… Y sigue Borges, “un mundo en el que hubiera un número infinito de individuos, de conciencias y que pudieran expresarse por medio de música, de palabras; podría existir y no tendría porque haber espacio”. Eso es como hacer una sopa de ajo sin ajo; o un flan de huevo y leche sin huevo y sin leche. Por imaginar... Todo parece una burla.

Dice en otro momento: “todo lector de Spinoza ha sentido algo que no le hubiera interesado a Spinoza”. Es tan gratuita esta frase, claro de cualquier cosa que leamos, todos vemos algo que ni había pensado, ni seguramente le interesa al autor.


Hasta ahora hemos hablado del Borges crítico de la filosofía de Spinoza. Nada relevante, un juego semántico para sorprender a los lectores. Borges escribió dos sonetos relacionados con Spinoza: es una mezcla del soneto español (dos cuartetos ABBA, ABBA y dos tercetos encadenados CDE, CDE) y del soneto inglés que escribe Shakespeare (dos serventesios ABAB, ABAB y al final dos estrofas de tres versos, un pareado y verso suelto que rima con el suelto de la otra estrofa CDE, CDE en el primero, y CDD, CDD en el segundo).


Spinoza

Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)

Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.

No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.

En El Otro el Mismo (1964)


Constituye una glosa mítica de la imagen de Spinoza, podrá ser un imagen pictórica: un pintor los podría pintar “con manos traslúcidas de judío labran en la penumbra los cristales y la tarde que muere es miedo y frío.” Viene a decir que tiene una vida desangelada, medrosa, porque su heteroxia no le permite muchas libertades políticas debido a que se ha tomado muchas libertades filosóficas. En el segundo serventesio se va elevando hacia lo irracional, se parte de la realidad y desembocamos en el mito. Borges, como toda su literatura sofisticada y reconstructivista parte de términos reales y plantea relaciones totalmente irreales, de términos operatorios a sueños en su laberinto (nótese el oxímoron “soñando un claro laberinto”, algo que ya no está en este mundo, algo metafísico).

No lo turba la fama, ese reflejo de sueños en el sueño de otro espejo,”, de nuevo la metáfora recursiva del sueño como tema y la recursividad del sueño como procedimiento. La multiplicación de los métodos recursivos, el universo como laberinto… Es una muestra de literatura sofisticada que plantea exigencias críticas a partir de conceptos irracionales; no se cree el irracionalismo que practicamos, pero lo exhibimos, apareciendo Spinoza como un hombre indiferente a todo, que vive en el ghetto, en la monotonía, la tarde que es miedo y frío, la tarde que muere, manos de muerte, manos enfermizas (metáforas acumulativas); “el hombre que no es ni temeroso del amor de las doncellas, libre de la metáfora y del mito labra un arduo cristal: el infinito...” Retrata la imagen de laberinto que da para todo. El poema es únicamente una semblanza evocadora, mítica y legendaria de la imagen de Spinoza y de uno de los referentes de su filosofía, condensado en una imagen poética, el laberinto.


En el segundo poema nos viene a decir que si bien la filosofía es literatura, la teología es un poética


Baruch Spinoza

Bruma de oro, el occidente alumbra
la ventana. El asiduo manuscrito
aguarda, ya cargado de infinito.
Alguien construye a Dios en la penumbra.

Un hombre engendra a Dios. Es un judío
de tristes ojos y de piel cetrina;
lo lleva el tiempo como lleva el río
una hoja en el agua que declina.

No importa. El hechicero insiste y labra
a Dios con geometría delicada;
desde su enfermedad, desde su nada,

Sigue erigiendo a Dios con la palabra.
El más pródigo amor le fue otorgado,
el amor que no espera ser amado.

En La moneda de hierro (1976)


El soneto que lo escribe doce años después tiene pocas variaciones con el anterior, podemos decir que es complementario con el anterior, una recurrencia temática y una repetición formal, invirtiendo los serventesios por sonetos y el orden de los pareados. En los dos sonetos tenemos la penumbra, el termino judío, su relación don Dios en tanto que el hombre está construyendo a Dios. En el primero construía el mapa de Dios que era el propio Dios (o sea un mapa que tiene la misma extensión que el terreno que representa, a tamaño natural -los juegos semánticos de Borges -).

Lo lleva el tiempo como lo lleva el río”, la tarde que va muriendo con miedo, con frío, con penumbra; la imagen clásica manriqueña que van a dar en la mar que es el morir, “en una hoja en el agua que declina”, que otoñalmente cae indiferente al tiempo, todo es tiempo. Y sigue erigiendo a Dios con la palabra, somo lenguaje, la ontología reducida a filología, la teología reducida a poética y a la retórica, la filosofía a literatura. Continuamente subrayando que la filosofía es una ficción, que detrás no hay nada, con la diferencia dicha de que el filósofo cree en sus ficciones y el poeta no.

Para Borges Dios es la figura retórica de lo absoluto.

La imagen de Dios es una creación humana a imagen y semejanza del ser humano, construida verbalmente y fundamentada en la poética y en la retórica, no una imagen de los animales como sostiene Gustavo Bueno en el Animal divino. Dios es la figura retórica de lo absoluto; Dios es el nombre que los creyentes dan a nada. Para Borges Dios es una autentica ficción.


"La conjura de los justos", por Diego Tatián

Jorge Luis Borges: Baruch Spinoza [Conferencia en la Sociedad Hebraica Argentina, 1° de abril de 1985]



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