En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 18 de octubre de 2020

Luscinda y Cardenio


Como en el mito de Píramo y Tisbe, Luscinda y Cardenio eran vecinos y amigos desde niños, después enamorados, hasta que el amor se complicó... 

En el capitulo XXIII de la primera parte del Quijote aparece Cardenio alocado, desarrapado y sin rumbo en plena Sierra Morena. Poco después relataría su historia a Don Quijote.Estaba prometido a su amor de juventud,  una maravillosa muchacha llamada Luscinda, pero antes de la boda su padre le hace entrar al servicio de un noble caballero, que le quiere para que sea el compañero de su hijo Fernando, Cardenio no puede desobedecer a su padre y se va con don Fernando pidiéndole a Luscinda que le espere. Don Fernando le cuenta que se había enamorado de una linda labradora, llamada Dorotea y Cardenio averigua que la sedujo con promesas de matrimonio y la abandonó al conseguir de ella lo que quería.

Durante el tiempo que pasaban juntos Cardenio hablaba a Fernando de las cualidades y belleza de su prometida Luscinda, tanto y tan bien lo hizo que le entró a éste ganas de conocerla y consiguió de Cardenio que le llevara a su pueblo y se la presentara.

Don Fernando envía a Cardenio, cap XXVII, a pagar a un hermano, que vive lejos, el precio de unos caballos, mientras negocia con el padre de Lucinda el casamiento con su hija. Ésta envía un correo a Cardenio explicándole lo que está ocurriendo. Aunque Cardenio vuelve a toda prisa, ve a Luscinda ya vestida de novia y preparándose para la ceremonia de matrimonio con Fernando, consigue hablar con ella y ésta le promete antes morir que ser la esposa de don Fernando y le muestra una daga que lleva escondida en la manga.

Pero Cardenio que, oculto en la ceremonia, ve que Luscinda da el “si quiero” a Fernando, huye y se pierde en por Sierra Morena. No ve que Luscinda se ha desmayado en los brazos de su madre. Totalmente enloquecido hace cosas que los pastores de la zona cuentan como las de un loco.

Mientras el cura intenta consolar a Cardenio oyen a alguien que llora, encuentran a un zagal que se lava los pies en el arroyo, pero cuando se quita el sombrero descubren que es una mujer.

Le piden que cuente su historia y les dice que es hija de vasallos de unos grandes aristócratas, que fue seducida y abandonada por el hijo de estos que prefirió casarse con una tal Luscinda. La muchacha, que se llama Dorotea, cuenta que fue a la boda de Don Fernando para afearle su conducta, pero al llegar se encuentra que la boda ya está hecha y que la desposada ha desaparecido, y ella decidió hacer lo propio vistiéndose como un zagal y trabajando de pastor. Así Cardenio se entera de que Luscinda no consumó el matrimonio y comienza a vislumbrar la posibilidad de recuperar a su amada.

Dorotea se convierte en la princesa Micomicona, para facilitar la vuelta a casa de don Quijote. En la venta se encontraban Don Fernando que venía de rescatar a Luscinda de un convento en el que se había refugiado, coincidiendo accidentalmente con Dorotea y Cardenio que ya estaban allí. Al final todo se aclara y se recompone, Cardenio se encuentra a su adorada Luscinda y Don Fernando reconociendo su mal hacer vuelve con Dorotea.

Luscinda y Dorotea son mujeres llamémoslas normales, aunque con una valentía que quizás no fuera la normal en aquellos tiempos, ambas han intentado vivir su vida acorde con las circunstancias familiares pero el destino las ha vapuleado y ellas han sabido sobreponerse, Luscinda se refugia en un convento, buscando que Dios le soluciones sus problemas; Dorotea se echa al monte, buscando ella misma la solución. Las dos lejos de sus familias que seguramente les reprocharían su proceder. Dos maneras de huir de los acontecimientos que las persiguen.

María Carbonell. Las mujeres del Quijote. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes

 

Luscinda a la luz de la vela  


Cuando Cardenio habla de Luscinda, provoca la llama de la pasión en don Fernando:

«Alabéle la hermosura, donaire y discreción de Luscinda, de tal manera que mis alabanzas movieron en él los deseos de querer ver doncella de tantas buenas partes adornada. Cumplíselos yo, por mi corta suerte, enseñándosela una noche, a la luz de una vela, por una ventana por donde los dos solíamos hablarnos. Vióla en sayo, tal, que todas las bellezas hasta entonces por él vistas las puso en olvido. Enmudeció, perdió el sentido, quedó absorto y, finalmente, tan enamorado, cual lo veréis en el discurso del cuento de mi desventura.», I.24.

Luscinda recuerda a Quiteria, la novia de las bodas de Camacho el rico (II.19). El parecido es tan fuerte, que se puede establecer una analogía entre ambos dramas: el provocado por don Fernando y el provocado por el rico Camacho.

  • Don Fernando abusa de su condición de hijo de un duque para seducir a Dorotea, la hija de uno de los vasallos de su padre, abandonándola luego, y de su amistad con Cardenio, para robarle a su prometida Luscinda.

  • Camacho abusa de su riqueza para tomar en matrimonio a la prometida del pobre Basilio.

Cardenio explica el principio del drama de su relación con ella mediante un retrato donde da a entender que su carácter no concuerda con su hermosura:

«Vivía en esta mesma tierra un cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo acertara a desearme: tal es la hermosura de Luscinda, doncella tan noble y tan rica como yo, pero de más ventura y de menos firmeza de la que a mis honrados pensamientos se debía. A esta Luscinda amé, quise y adoré desde mis tiernos y primeros años, y ella me quiso a mí, con aquella sencillez y buen ánimo que su poca edad permitía.», I.24.

Luscinda es una de las rubias del Quijote:

«la belleza singular de sus hermosos y rubios cabellos, tales, que, en competencia de las preciosas piedras y de las luces de cuatro hachas que en la sala estaban, la suya con más resplandor a los ojos ofrecían.», I.27.

Se ve aquí un paralelismo entre la exhibición que hace Cardenio de las cualidades de Luscinda ante a su amigo don Fernando, con el que hace Anselmo de las cualidades de Camila frente a su amigo Lotario. Cardenio parece poner a prueba la virtud de Luscinda y sobre todo su dignidad de igual manera que Anselmo lo hace en el relato intercalado, El Curioso impertinente.

Otros momentos de este drama:

  • Ambición del padre de Luscinda, I.24.

  • Traición de don Fernando, amigo de Cardenio, I.27.25.

  • Dudas y locura de Cardenio, I.27.

  • Reencuentro y abrazo entre Cardenio y Luscinda en la venta, I.36.

Comenta Francisco Rico que el narrador olvida que Luscinda, apenas entró en la venta, reconoció a Cardenio y se sirvió de su presencia para ablandar el corazón de don Fernando, diciéndole:

«dejadme llegar al muro de quien yo soy yedra... notad cómo el cielo... me ha puesto a mi verdadero esposo delante.», I.36.25

La traición de Luscinda no existe, excepto en la enfermiza imaginación de Cardenio, que no reparó en «que dijo con voz desmayada y flaca: "sí quiero"»; en que «poniéndose la mano sobre el corazón, cayó desmayada en los brazos de su madre»; y en que se descubrió en su pecho un papel cerrado que, «en acabando de leerle (don Fernando), se sentó en una silla y se puso la mano en la mejilla, con muestras de hombre muy pensativo» (I.27).

Fuente del texto: Salvador García Bardón: Diccionario enciclopédico de El Quijote

 

Luscinda y Cardenio: el mito de Píramo y Tisbe: vecinos y amigos desde niños, después enamorados, más tarde amor prohibido.


"A esta Luscinda amé, quise y adoré desde mis tiernos y primeros años, y ella me quiso a mí con aquella sencillez y buen ánimo que su poca edad permitía. Sabían nuestros padres nuestros intentos, y no les pesaba dello, porque bien veían que, cuando pasaran adelante, no podían tener otro fin que el de casarnos, cosa que casi la concertaba la igualdad de nuestro linaje y riquezas. Creció la edad, y con ella el amor de entrambos, que al padre de Luscinda le pareció que por buenos respetos estaba obligado a negarme la entrada de su casa, casi imitando en esto a los padres de aquella Tisbe (*) tan decantada de los poetas. Y fue esta negación añadir llama a llama y deseo a deseo, porque, aunque pusieron silencio a las lenguas, no le pudieron poner a las plumas, las cuales, con más libertad que las lenguas, suelen dar a entender a quien quieren lo que en el alma está encerrado; que muchas veces la presencia de la cosa amada turba y enmudece la intención más determinada y la lengua más atrevida. ¡Ay cielos, y cuántos billetes le escribí! ¡Cuán regaladas y honestas respuestas tuve! ¡Cuántas canciones compuse y cuántos enamorados versos, donde el alma declaraba y trasladaba sus sentimientos, pintaba sus encendidos deseos, entretenía sus memorias y recreaba su voluntad!" (I-24)

Cardenio y Luscinda vienen de las familias de clases sociales medias. Cardenio está en desventaja en la valoración del padre de Luscinda porque compara su posición social con la de don Fernando. Por otra parte, el personaje de Luscinda mantiene un comportamiento con las normas sociales de ser mujer de su época.

En Capítulo 27, Don Quijote y Sancho Panza encuentran Cardenio por la primera vez en la Sierra Morena. El empieza contar su historia de como don Fernando le robó a Luscinda. Cardenio quiso pedir a Luscinda en matrimonio, pero tenía que obtener la aprobación de padres. En lugar de pedirla aceptó la oferta de don Fernando para hablar con el padre de Luscinda. Cardenio no pensó lo que realmente don Fernando haría: le pidió a Luscinda para él, olvidándose de Cardenio. Cardenio les describe sus sentimientos a don Quijote y Sancho Panza:

¿Pude yo prevenir esta traición? ¿Pude, por ventura caer en imaginarla? No, por cierto, antes, con grandísimo gusto me ofrecía partir luego, contento de la buena compra hecha”.

Es evidente que Cardenio es incapaz de reclamar a Luscinda por sí mismo, como lo es de luchar por ella contra Fernando. Eso revela que Cardenio asume la jerarquía social. Esta internalización corresponde a la teoría marxista porque muestra las fuerzas externas que influyen su acción o inacción; Cardenio no hace nada porque no cree que pueda superar a Fernando socialmente, cree en la inmovilidad de su posición que le determina socialmente.

La situación de Luscinda varía de la de Cardenio porque las dos opciones que ella tiene son beneficiosas, una para su misma felicidad y el otra para el deseo de sus padres. Por esas razones, Luscinda sufre una neurosis porque tiene que elegir entre su fidelidad a Cardenio, y la posibilidad que le ofrece Fernando de elevar su posición social y la de sus padres. En una carta que escribe a Cardenio en Capítulo 27, le dice:

Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala don Fernando el traidor y mi padre el codicioso...”.

Esta cita demuestra claramente sus sentimientos sobre la boda con don Fernando, pero es consciente de la expectativa de un buen matrimonio. La personalidad de Luscinda demuestra algo que Cardenio no tiene: ella está dispuesta a oponerse a don Fernando, en capítulo 27, cuando Cardenio y Luscinda se reúnen antes de la boda, ella le dice:

No te turbes, amigo, sino procura hallarte presente a este sacrificio, el cual si no pudiere ser estorbado de mis razones, una daga llevo escondida que podrá estorbar más determinadas fuerzas, dando fin a mi vida y principio a que conozcas la voluntad que te he tenido y tengo”.

En la reunión en la venta con todos los personajes, todo sale bien para Cardenio y Luscinda porque Fernando lo permite. Cuando ellos se abrazan, Luscinda le declara a Cardenio:

Vos, sí, señor mío, sois el verdadero dueño desta vuestra captiva, aunque más lo impida la contraria suerte, y aunque más amenazas le hagan a esta vida que en la vuestra se sustenta”.

Viene a decir que van a encontrar problemas sociales en sus vidas, pero que van a vencer todos estos obstáculos. Más adelante en el episodio, un nuevo gesto, muestra su conciencia: “...Cardenio y Luscinda se fueron a poner de rodillas ante don Fernando, dándole gracias de la merced que les había hecho con tan corteses razones”; esta acción es una perpetuación de su inferioridad. Eso confirma la realidad de que no han superado la falsa conciencia: por fin juntos, gracias a Fernando.


Dorotea y don Fernando

Ambos vienen de familias con más poder. Lo que sabemos de don Fernando solo son desde las perspectivas de otros: Cardenio y Dorotea. Según Cardenio, don Fernando tomó la decisión de casarse con Luscinda sin preocuparse por sus sentimientos. Dice al cura y el barbero en la Sierra Morena:

¡Ah, traidor don Fernando, robador de mi gloria, muerte de mi vida! ¿Qué quieres? ¿Qué pretendes? Considero que no puedes cristianamente llegar al fin de tus deseos, porque Luscinda es mi esposa y yo soy su marido”.

Ese episodio da a entender que don Fernando tiene una moral muy ligera.

Otra perspectiva que tenemos de don Fernando es la de Dorotea. El primer encuentro con ella fue en Sierra Morena, en el cap. 28, Dorotea cuenta lo que don Fernando le dijo:

Con palabras eficacísimas y juramentos extraordinarios me dio la palabra de ser mi marido, puesto que, antes que acabase de decirlas, le dije que mirase bien lo que hacía”.

Don Fernando prometió a Dorotea ser su marido, y por eso, ella consuma el matrimonio con su criada por testigo. Pero Fernando no cumple su promesa. Don Fernando tiene la riqueza y ejerce su poder haciendo lo que le da la gana sin preocuparse por las consecuencias.

En Capítulo 30, tras su encuentro con el cura, el barbero y Cardenio en sierra Morena, Dorotea, se transforma en la Princesa Micomicona. A través de este engaño a Don Quijote, ella trata de recrear su historia y reconstruir su identidad. Analizar el conflicto que ella sufre internamente sacando el trauma por la traición de don Fernando:

...ella haría la doncella menesterosa mejor que el barbero, y más, que tenía allí vestidos con que hacerlo al natural, y que la dejasen el cargo de saber representar todo aquello que fuese menester para llevar adelante su intento”.

Esta cita revela que Dorotea es perfecta para el rol de la doncella menesterosa que se expresa su propia historia alineada con las novelas de caballería pero a la misma vez fiel a sí misma. Desde una perspectiva psicoanalítica, estas revelaciones que tuvieron cuando estaba disfrazada como la doncella menesterosa muestran la realidad de sus deseos internos. El disfraz y la representación da sentido a identidad real; demuestra su capacidad de ser independiente. Es comparable al carácter de don Fernando porque tiene el poder de conseguir sus metas; pero los poderes que ellos poseen no son equilibrados. El poder de Dorotea de persuadir está más oculto que el poder de don Fernando que es abierto y reconocido por la sociedad. En su transformación usa la actuación para trascender las normas que sociedad le impone, y sale victoriosa de la situación por su nueva capacidad de convencer a través de su disfraz. La Princesa Micomicona actúa en el plan urdido para devolver a Don Quijote a su casa. Cuando se encuentran a don Fernando y Luscinda en la venta, empieza la resolución feliz de los matrimonios. El amor no existe especialmente en la relación de Dorotea y don Fernando, que vuelven a juntarse por razones sociales y económicas. Han internalizado su poder social, pero al final, vemos como Dorotea se rompe frente de don Fernando, y le mendiga estar con ella:

...soy tu verdadera y legítima esposa, quiéreme, a lo menos, y admíteme por tu esclava, que como yo esté en tu poder, me tendré por dichosa y bien afortunada”.


Dorotea y Luscinda

El feminismo se define como la igualdad entre las mujeres y los hombres tanto económica, política, y socialmente. Según la literatura crítica, Dorotea representa la mujer del futuro y personifica las primeras alusiones a la teoría del feminismo. Opuestamente, Luscinda actúa como la mujer representativa de la época pero al mismo tiempo revela algunos deseo de liberación. En este mundo jerarquizado y dominado por los hombres, las mujeres en general son marginadas del discurso principal. A pesar de eso, Luscinda y Dorotea buscan maneras de entrar en este discurso.

Cuando don Fernando leyó la carta de Cardenio a Luscinda, inmediatamente desarrolló una atracción romántica por ella. Cuando Cardenio dijó a Don Quijote que a Luscinda le encantan las novelas de caballería, Don Quijote inmediatamente le da el signo de aprobación. Esto sugieren que las características de Luscinda son admiradas en su época. La atracción de Luscinda viene de su castidad, modestia, obediencia, y fidelidad a Cardenio. Estas características son valoradas durante esta época porque la mujer es educada para insinuar sin mostrar, disimular su fuerza, aceptar su inferioridad y callar, sobre todo callar”.

Dorotea es una figura fuerte que sabe lo que quiere y tiene la fortaleza de luchar por sus deseos. En nuestro primer encuentro con Dorotea en la Sierra Morena, conocemos su vida, diferente a la de otras mujeres, con la necesidad de asumir el rol y las responsabilidades del hijo mayor en su familia. No cabe duda que representa una mujer del futuro con su discurso femenino. Pero lo más relevante en ella, es su plan de enfrentase a don Fernando para que cumpla lo que prometió: ser su esposo. Aunque el final entre ellos no fue tan feliz como Luscinda y Cardenio.

Luscinda usa la identidad de doncella menesterosa varias veces. En Capítulo 27, cuando estaba a punto de casarse con don Fernando, le prometió a Cardenio que se iba a suicidar por él, pero en vez de hacer eso, se desmaya. Esa acción representa una característica que se asigna a las doncellas menesterosas porque se asocia con miedo y debilidad. Luscinda también asume esta identidad en el Capítulo 36, en la venta: permaneció mucho tiempo callada, pero rompe su silencio para dejar a don Fernando y estar con Cardenio. Dorotea también asume el rol de la doncella menesterosa porque se da cuenta del efecto de persuasión que tiene. Cuando se transforma a la Princesa Micomicona, asume esta identidad y reconoce sus conflictos internos por la traición de don Fernando.


Notas: Sánchez, Teresa S. “Crónica y Vida de las Mujeres del Siglo XVI



Cardenio: la envidia síntoma del fracaso

¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rancores y rabias. (II, 8)

Comparamos la locura de Cardenio con la de don Quijote desde un criterio de originalidad. La originalidad no consiste en desarrollar una patología: la imaginación de los locos solo sorprende a los cuerdos que no tienen imaginación; por inteligente que sea un loco nunca superará su racionalismo al de de un cuerdo inteligente. Las reglas que transgredimos determinan la calidad de lo que hacemos; si se es obediente en lo que se hace nunca se hará nada original. Cuando la gente subordinada habla, siempre sabemos lo qué va a decir, y que, normalmente, es algo que otros han dicho ya previamente. Ese es el modelo ortodoxo de sabiduría, el de la gente bien educada, pero la originalidad de los inteligentes no suele ser ortodoxa, aunque siempre hay una multitud de ratones dispuestos a seguir al flautista ortodoxo.


El envidioso es alguien que ha fracasado en su objetivo de ser original, y si es consciente de la originalidad ajena sufre enormemente cuando trata de competir, acabando con comportamientos patológicos, donde le es más fácil exhibir sus manías. El envidioso aspira a una originalidad frustrada por la persona a quien trata de imitar sin éxito, y la envidia convierte al envidioso en un fraude se sí mismo.

Cuando alguien asume una manera de pensar, una filosofía ajena sin reinterpretarla desde sus propios criterios, no solo se subordina a otra persona o a otro grupo, demuestra su incapacidad. Las ideologías construidas antes que nosotros se explican por el cronotropo de esa persona, su lugar en el tiempo y en el espacio, que no permiten explicar el mundo en el que nosotros operamos, sabiendo que a veces el mundo cambia en venticuatro horas. No podemos asumir una filosofía decimonónica como si tuviera plena vigencia, todo sistema de pensamiento exigen una reinterpretación constante, pues el saber no es un modelo ortodoxo de conocimiento. Los locos no son victimas de su imaginación sino de la patología de su racionalismo.

La novela de Cervantes que más personajes anómicos tiene es el Persiles, pero en el Quijote también hay algunos, aparte de don Quijote, que se salen de la norma. Uno de ellos es Cardenio, un personaje que, dentro del Quijote, protagoniza una novela cortesana o sentimental, de corte italiano. Para Cardenio la locura no es un juego, es el resultado de una impotencia vital. Cardenio es un noble medio, que tiene un amigo más noble que él, don Fernando. Cardenio tiene una novia, Luscinda, y don Fernado tiene otra, Dorotea, pero en un momento dado a don Fernado le entra por el ojo la novia de su amigo, y después de ciertos sucesos, Cardenio considera que ha perdido la novia a manos de don Fernando. Ante la cobardía, la impotencia y la falta de vigor para enfrentarse a don Fernando, decide voluntariamente perder la razón… Pero la razón no se puede perder voluntariamente, nadie puede decir y que se cumpla, mañana me vuelvo loco. Cardenio decide huir de la civilización, tirarse al monte, y se adentra es las espesuras de Sierra Morena. Don Quijote, que se estaba escondiendo de la Santa Hermandad, que lo buscaba por liberar a los galeotes, junto a Sancho y un pastor, se lo encuentra con la vestimenta totalmente desgarrada, apodándole “el roto”. Cardenio había apaleado y robado comida a los pastores, que cuentan que si la hubiera pedido de buenas manera no hubieran tenido inconveniente en dársela. Este personaje, un tanto cómico, se encuentra con don Quijote en un momento de cierta cordura, y se ofrece a contarles su historia con la condición de que no le interrumpan. Esta condición es ya un rasgo psicopático, no es capaz de dialogar, no asumen ningún inconveniente, ni tiene la inteligencia de diseñar una estrategia. En un momento dado de la historia hace alusión a la reina Madásima, con una serie de observaciones que don Quijote, ofendido, no puede dejar pasar, llama a Cardenio Bellaco y mentiroso, y Cardenio sin moverse y sin hablar coge una piedra del suelo y se la lanza a la cabeza, cayendo don Quijote desplomado; Sancho que sale en defensa de su amo y es también apaleado, al igual que el pastor. Cardenio muele a palos a los tres. Así lo cuenta Cervantes en el capítulo 24 de la primera parte:

...y alzó un guijarro que halló junto a sí, y dio con él en los pechos tal golpe a don Quijote que le hizo caer de espaldas. Sancho Panza, que de tal modo vio parar a su señor, arremetió al loco con el puño cerrado; y el Roto le recibió de tal suerte que con una puñada dio con él a sus pies, y luego se subió sobre él y le brumó las costillas muy a su sabor. El cabrero, que le quiso defender, corrió el mesmo peligro. Y, después que los tuvo a todos rendidos y molidos, los dejó y se fue, con gentil sosiego, a emboscarse en la montaña. “

Una situación caricaturesca en la que se ve que Cardenio no sabe o no puede interactuar con la realidad. Don Quijote interrumpe su relato porque está hasta la narices del rollo que cuenta, porque don Quijote exige a los demás que escuchen sus relatos, pero a él poco le interesan los cuentos de los demás, pero es que Cardenio es un tío plasta que cuenta las amarguras de su vida, es además cobarde para enfrentarse a don Fernando, y un violento que sin venir a cuento le arroja a don Quijote una piedra a la cabeza: un irracional. Y don Quijote, como siempre, acaba apaleado.

Lo que caracteriza a Cardenio es la anomia, la incapacidad para asumir las normas de la sociedad, de tal manera que tiene que huir de ella y lo hace de una forma irracional. En aquella sociedad las tres formas racionales de huir eran: la iglesia (entrar en un convento), la mar (irse a las indias), o la casa real (la guerra); Cardenio huye de la civilización, se tira al monte y no como pastor sino como un salvaje que no tiene valor para suicidarse.

La locura de Cadenio, a diferencia de la de don Quijote, no es un juego sino que es algo muy serio, pues tiene en su origen en un drama que él percibe como una tragedia: le han robado la novia. Tragedia que a la postre no lo es, pues si la tragedia es algo imprevisible e irreversible, en este caso, el desenlace es imprevisible por el determinismo, pero sin embargo el resultado final no es irreversible, pues Cardenio recupera a Luscinda. Este asunto revierte gracias a Dorotea que, en vez de ausentarse como hace Cardenio, afronta la realidad y lucha por don Fernando… Pero esto es otra historia intercalada en el Quijote.

Cardenio seguirá contando su historia pero ya no estará presente don Quijote. Al oírla Dorotea contará la suya, que es la misma pero desde una perspectiva diferente (la novela perspectivista ya está incluida en El Quijote, (a pesar de que Perez de Ayala, Ortega y Gasset, y Andrés Amorós vendieran en pleno siglo XX que habían descubierto la novela perpectivista, eludiendo que ya estaba en El Quijote, en Las dos doncellas, en La señora Cornelia, en Cervantes en definitiva mucho antes de que nacieran todos ellos). Cardenio, Dorotea, y Luscinda cuentan la misma historia desde perspectivas completamente diferentes, que son la mirada personal de cada uno de ellos.

Dice Cardenio en el capítulo 27 de la 1º parte:

¡Ahora que dejé robar mi cara prenda, maldigo al robador, de quien pudiera vengarme si tuviera corazón para ello como le tengo para quejarme! En fin, pues fui entonces cobarde y necio, no es mucho que muera ahora corrido, arrepentido y loco.

La “cara prenda” es Luscinda y el “robador” es don Fernando, y confiesa todas las limitaciones de su forma de ser. En el mismo capítulo, unos párrafos más adelante dando a entender que, con intenciones de suicida, quería huir del mundo por su impotencia, dice:

...pregunté a unos ganaderos que hacia dónde era lo más áspero destas sierras. Dijéronme que hacia esta parte. Luego me encaminé a ella, con intención de acabar aquí la vida..”

...estaba diciendo tantos disparates y desatinos, que daba indicios claros de haber perdido el juicio; y yo he sentido en mí, después acá, que no todas veces le tengo cabal, sino tan desmedrado y flaco que hago mil locuras, rasgándome los vestidos, dando voces por estas soledades, maldiciendo mi ventura y repitiendo en vano el nombre amado de mi enemiga, sin tener otro discurso ni intento entonces que procurar acabar la vida voceando...”

Se ha vuelto loco por amor, pero el amor no conduce a la locura si no hay de por medio una impotencia, una patología. En esta locura no hay idealismo como lo hay en la de don Quijote, solo hay impotencia. Impotencia de poder satisfacer sus deseos personales, algo que siempre ha sido una fuente de conflictos sociológicos e psicológicos


 


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