En el prólogo de “Rebelión en la granja”, George Orwell escribía una frase digna de ser cincelada en el mármol: “si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Cuando la leí por primera vez, pensé que tal frase podría ser un magnífico lema vital; y, siempre consideré siguiendo a Orwell que la misión de todo el que escribe no es halagar a nadie, sino desnudarse y más bien aguijonear al lector, incomodarlo, llegando incluso a molestar por escribir sobre cuestiones espinosas o sobre asuntos controvertidos. Hoy ya sé que esto es una empresa inútil y quimérica; y que, como todas las empresas inútiles y quiméricas, solo engendra a la postre melancolía. Esta melancolía se eleva exponencialmente cuando esa libertad, es manifestada en la redes sociales, pues al descubrir las ideas uno se convierte en blanco de los demás.

domingo, 18 de octubre de 2020

EL «QUIJOTE» EN GRANADA

Úbeda, Puerta de Granada

Un escritor de Úbeda, Luis Garrido Latorre, que debe haber estudiado atentamente a Cervantes y lo que se relaciona con su paso por Andalucía, e investigado acerca de la época en que Cervantes debió recorrer varios pueblos andaluces acopiando trigo por encargo de Pedro de Isunza, proveedor general de las galeras de España (1592), expone en un interesante estudio titulado Estancia de Cervantes en Ubeda, dos opiniones muy dignas de atención: una, que la aventura de los encamisados que de noche conducían un cuerpo muerto, y que se relata en el capítulo XIX de la primera parte del Quijote, no era otra cosa «que el hecho ruidosísimo del robo del cuerpo de San Juan de la Cruz, de su sepulcro de Úbeda, por los segovianos...»; y que los amores de Cardenio y Luscinda y la boda de ésta y D. Fernando el hijo del duque Ricardo (capítulo XXIV al XXIX, 1ª parte), ocurrieron en Granada.

He aquí las lógicas deducciones de Garrido:

¿De qué pueblo eran Luscinda y Cardenio, y en qué población se hallaban el duque Ricardo (fuese el duque de Osuna, u otro duque cualquiera) y sus hijos?

En el pueblo de Cardenio había muy buenos caballos dice el Quijote, y ellos dieron gran fama a Úbeda en la antigüedad. Diez y ocho leguas había desde el pueblo de Luscinda al pueblo donde estaba el hermano de D. Fernando, y diez y ocho leguas hay de Úbeda a Granada. En un trasnoche se fue Cardenio desde su pueblo a la entrada de Sierra Morena, y en un trasnoche se va de Úbeda a dicho punto. Granada y Úbeda, pues, son los pueblos de referencia, según mi pobre opinión, que sostengo aun después de haber conocido la de don Diego Clemencín, uno de los más ilustrados comentaristas del Quijote, que, fundándose en los mismos datos, pero erróneamente, considera a Luscinda como de Cordoba, y al duque y sus hijos residiendo en Osuna. Y digo erróneamente, porque, aparte de que Córdoba era también famosa por sus caballos, la distancia que la separa de Osuna es de unas doce leguas y media y, desde allí, no se puede ir en un trasnoche a la entrada de Sierra Morena, si la estancia en ella de D. Quijote hay que situarla hacia los confines de las provincias de Jaén y Ciudad Real, según está aceptado por muchos autores, incluso el Sr. Clemencín, y según se desprende del hecho de que los pastores a cuya majada se acogió Cardenio, creyéndolo loco, querían llevarlo, para que se curase, á Almodovar del Campo.”

Luis GARRIDO LATORRE. Ubeda y Abril 1905.

Desde mi modesto punto de vista dos errores comete Garrido Latorre, uno que la distancia entre Granada y Ubeda en ningún caso son 18 leguas: por los antiguos caminos podrían ser unas 28; y dos que achaca a Cervantes una precisión matemática en cuanto al relato, cuando Cervantes se distingue en toda su obra por la imprecisión y ambigüedad de los datos. Recuérdese al respecto, el comienzo del Quijote, “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...”. No es que no quiera, es que no es importante, como ocurre con la distancia para contar un relato; y no olvidemos, como don Miguel parece dudar del nombre de su héroe, unas veces Quijana, otras Quesada o Quijano, ¿cómo no va a saber el nombre de su protagonista? Creo que es parte del juego, eso que apunta Torrente Ballester, de que el narrador se hace el despistado y trata de confundir y jugar con el lector.


Notas de las deduciones de Garrido Latorre, sacadas de la Biblioteca virtual de Andalucía. Revista la Alhambra. Texto en 1-27 Luscinda.



4 comentarios:

  1. ...aprovechando el día, más bien para estar recogido y a ser posible con un brasero, en mi cuarto de hotel leo el relato y las citas...por supuesto que la distancia de Úbeda a Granada es mayor,aunque al entregado lector sea una dato secundario...leer esto en Ucrania me da "un no sé qué" curioso...muchas gracias...

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Pepe, te digo lo mismo que a Juan Antonio, Mariano y José Antonio Molina: os agradezco profundamente vuestras colaboraciones porque me mantienen vivo el interés por las humanidades (el arte y laliteratura, la historia, la geografía/antropología social). Como sabes, una vez abandonado el seminario, mi formación ha sido básicamente de ciencias biológicas. Por haber sido los causantes de mi retorno a las hunamidades, muchas gracias. JOAQUÏN

    ResponderEliminar
  4. Gracias amigos, pensad que en estos trabajos que estoy sacando de revistas desconocidas y de muy poca tirada que encontré en la Biblioteca de Andalucía, lo que se vierten son opiniones, si bien, maduradas antes de hacerlas, muy subjetivas, por la revista en sí de la que desconozco todo menos el haberlas tenido en mis manos, y por mi propia opinión de aficionado.

    ResponderEliminar