Apunta Torrente Ballester que don Quijote es consciente de su juego,
que no es un loco, sino que se finge loco, porque quiere vivir,
quiere divertirse. Para esto da algunos ejemplo (Torrente no es como
Borges que hace comentarios y no los explica):
Cuando don Quijote prueba sus armas, las rompe en pedazos, las
repara de nuevo, y ya no las prueba más. Es como si pensara, “para
lo que yo las quiero bien me valen como están”. Cap. 1:
Es verdad que para probar
si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su
espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo
que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la
facilidad con que la había hecho pedazos, y por asegurarse de este
peligro, la tornó a hacer de nuevo poniéndole unas barras de hierro
por de dentro, de tal manera que él quedó satisfecho de su
fortaleza, y sin querer hacer una nueva experiencia della, la diputó
y tuvo por celada finísima de encaje.
En el episodío de los rebaños de ovejas, cuando embiste a
los rebaños, lo hace teniendo en cuenta su altura, no lleva la lanza
en horizontal como acometería a un jinete, sino en oblicuo
consciente de la altura de las ovejas. En el cap. 18, Cuando Sancho
le dice que no son gigantes ni caballeros, don Quijote le responde:
-¿No
oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido
de los atambores?
–No
oigo otra cosa –respondió Sancho– sino muchos balidos de ovejas
y carneros.
Y
así era la verdad, porque ya llegaban cerca los dos rebaños.
–El
miedo que tienes –dijo don Quijote– te hace, Sancho, que ni veas
ni oyas a derechas; porque uno de los efectos del miedo es turbar los
sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que
tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto a
dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda.
Torrente
considera que don Quijote lo que le está diciendo a Sancho es algo
así como, “mira si tú no quieres jugar a esto, quítate de en
medio, no estorbes y déjame jugar a mí que yo quiero divertirme”.
Lo que pasa es que eso de pasárselo bien es relativo porque los
pastores lo apedrean con sus ondas y le rompen la dentadura. Tras
esto es cuando viene lo del bálsamo de Fierabrás que cura todos los
males, pero que al parecer solo le hace efecto a los caballeros,
porque Sancho cuando lo toma vomita sobre don Quijote, y este al
recibir el regalo de Sancho, acaba vomitando también en un escena
verdaderamente repugnante.
En la
escena que se desarrolla en Sierra Morena con la donación de los
pollinos. Sancho
le dice a don Quijote que le firme un papel, pero don Quijote le dice
que con la rúbrica será suficiente, que su sobrina conoce bien su
firma. Claro, si firma con “Don quijote de la Mancha”, su sobrina
lo vería como parte de su locura y no lo tendría en cuenta, pero si
firma como “Alonso
Quijano”, estaría desmontando su juego. Aquí el narrador parece
advertirnos, mostrando el racionalismo del héroe, el grado de
cordura con el que opera don Quijote (lo mismo que cuando don Quijote
muere, que lo hace conforme a una razón política, haciendo
testamento, y conforme a una razón teológica, con la confesión).
La firma de
los pollinos se realiza a
22 de agosto del año en curso...
En
el mismo sentido podríamos hablar de las ventas
que son castillos para don Quijote. El se hospeda en ellas y no paga
porque los Caballeros andantes no pagan (como si fueran políticos
aforados). El ventero le dice que le pague, pero
don Quijote no se viene a razones:
–Luego,
¿venta es ésta? –replicó don Quijote.
–Y
muy honrada –respondió el ventero.
–Engañado
he vivido hasta aquí –respondió don Quijote–, que en verdad que
pensé que era castillo, y no malo; pero, pues es ansí que no es
castillo sino venta, lo que se podrá hacer por agora es que
perdonéis por la paga, que yo no puedo contravenir a la orden de los
caballeros andantes, de los cuales sé cierto, sin que hasta ahora
haya leído cosa en contrario, que jamás pagaron posada ni otra cosa
en venta donde estuviesen, porque se les debe de fuero y de derecho
cualquier buen acogimiento que se les hiciere, en pago del insufrible
trabajo que padecen buscando las aventuras de noche y de día, en
invierno y en verano, a pie y a caballo, con sed y con hambre, con
calor y con frío, sujetos a todas las inclemencias del cielo y a
todos los incómodos de la tierra.
–Poco
tengo yo que ver en eso –respondió el ventero–; págueseme lo
que se me debe, y dejémonos de cuentos ni de caballerías, que yo no
tengo cuenta con otra cosa que con cobrar mi hacienda.
–Vos
sois un sandio y mal hostalero –respondió don Quijote.
Don
Quijote da media vuelta y se marcha sin pagar. Será loco, pero sabe
llevar su contabilidad. Pero
aforarse en el código para no pagar es un delito, nadie puede ir al
Mercadona y llevarse aquello que se le antoje aunque lo haga en
nombre de los pobres. Eso
es un delito.
Hay
otro momento en la venta
(cap. 44) en el que unos clientes además de irse sin pagar apalean
al ventero y la hija de este acude a don Quijote para que socorra a
su padre, quien, con la escusa de que está enfrascado en otra
empresa con la Princesa Micomicona, le contesta con toda la prudencia
de un cuerdo:
-Fermosa
doncella, no ha lugar por ahora vuestra petición, porque estoy
impedido de entremeterme en otra aventura en tanto que no diere cima
a una en que mi palabra me ha puesto. Mas lo que yo podré hacer por
serviros es lo que ahora diré: corred y decid a vuestro padre que se
entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere, y que no se deje
vencer en ningún modo, en tanto que yo pido licencia a la princesa
Micomicona para poder socorrerle en su cuita; que si ella me la da,
tened por cierto que yo le sacaré della.
Don Quijote estará zumbado, pero vacila al personal todo lo que quiere.
Sabe manejar bien la situación cuando le interesa.
En
el episodio de los galeotes se enfrenta a los guardias, la
Guardia Civil de entonces, y les exige que suelten a los presos, que
nadie tiene derecho a quitar la libertad de nadie. Maneja una idea de
libertad posmoderna, rusoniana, “el hombre es libre por
naturaleza”; una idea ridícula y más en aquellos tiempos, cuando
la realidad nadie es libre por naturaleza, y la libertad hay que
ganarla con esfuerzo. Cuando los libera, Sancho le advierte que lo que
ha hecho es un delito y le dice que lo mejor que puede hacer es
ocultarse de la Inquisición en Sierra Morena, y don Quijote que es
muy inteligente y no está loco, le dice:
-...porque
no digas que soy contumaz y que jamás hago lo que me aconsejas, por
esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto
temes…
Que
tanto teme Sancho, y que él que no está loco, también la teme. Hay
una racionalidad que don Quijote nunca pierde de vista y que siempre
responde a sus objetivos.
Y
el episodio más claro de la cordura de don Quijote es cuando en el
corazón de Sierra Morena dice a Sancho que le lleve la carta a
Dulcinea, y la identifica con Aldonza Lorenzo, la hija de Lorenzo
Corchuelo, y le dice que la conoce bien, que es una mujer de pelo en
pecho, que se sube a la torre de la iglesia y la oyen en los pueblo
vecinos, que tiene la mejor mano que hay en toda la Mancha para salar
puercos, que no es nada melindrosa y tiene mucho de cortesana -hoy
día no se podría decir eso de una mujer-, y añade que de todo se
burla y de todo hace mueca y donaire -quiere decir que le va el
rollete-. Don Quijote no desmiente esto, hace como que no va con él
y le responde a Sancho:
—Esa
es, y es la que merece ser señora de todo el universo.
Sancho
dice a Don Quijote, que el pensaba que su dama sería alguna
princesa. Y, en lo que parece ser, un esfuerzo de rebajarse su nivel de entendimiento, don Quijote razona como el más cuerdo, y le dice:
-“por
lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta
princesa de la tierra”.
Dulcinea es perfecta como él
la imagina y para lo que él la quiere. Con esto no tenemos otra
opción que asumir que su locura es de diseño, que está totalmente
estudiada. Luego don Quijote sigue hablándole a Sancho con un
discurso manierista y barroco para explicar las locuras que acabará
haciendo en su penitencia hasta que vuelva con la respuesta de su
amada. Las locuras que hará nada tienen que ver con la que hacía
Amadis de Gaula, que arrancaba árboles de cuajo, bastará con unas
cuantas piruetas o volteretas para que Sancho lo vea antes de partir
con la carta.
Episodio del rosario.
Cuando está en el castillo de los duques, imitando de nuevo a
Amadis, aparece don Quijote con un rosario. Ocurre la mañana
siguiente en la que Altisidora, le declara su amor. Sancho se muestra
escéptico de esto y le dice que no entiende como una joven bien
parecida se puede enamorar de un viejo y feo, y don Quijote le dice,
tu Sancho no lo puedes entender, pero yo soy un seductor. Esa mañana
aparece vestido, rosario en mano, como un donjuan. Pero don Quijote
no tenía rosario y lo fabrica haciendo bolas de su ropa interior
(esto a la censura le pareció mal y sustituyen las bolas por
bellotas). El caso es que los locos no mienten, disparatan, pero don
Quijote miente más que habla y lo hace de forma articulada; es un
gran fingidor.
Don Quijote fracasa en
todas sus empresas. Pese a
que el Quijote siempre ha enamorado a los idealistas, es a ellos a
quien paradójicamente critica, a todos los idealismos. Don Quijote
siempre fracasa. Cervantes parece advertirnos que los idealismos no
conducen a nada, que es una perdida de tiempo, incluso que pueden
llegar a ser peligrosos -eso
la historia lo ha demostrado con creces- ¿Pero, y si don
Quijote no está loco, sino que está jugando para divertirse, para
vivir?
Don
Quijote parece no poder vivir emancipado de su propia vanidad de la
que es victima, pero se emancipa del elogio ajeno, con lo inteligente
que es esto. Al reconocer ante Sancho que su mujer ideal es Aldonza
Lorenzo, la existencia
real de Dulcinea parece no tomarse en serio su propia locura.
En
el episodio del cap. 5, en
su encuentro con los mercaderes toledanos tras el tropiezo de
Rocinante, las patadas que el mozo de mulas le dio en las costillas,
y el apaleamiento con los restos de astillas de su propia lanza, le
dejan
maltrecho sin poder levantarse hasta que tuvo la suerte que pasó un
labrador, su vecino
Pedro Alonso al
que confunde con el Marqués de Mantua, su tío (pues él se cree Baldominos) … Don Quijote no
atiende sus preguntas y sigue recitando el romance, disparates de
pura locura creyéndose
los más disparatados personajes de la caballería y confundiendo a
su vecino igualmente con otros. A lo que éste le dice:
-Mire
vuestra merced, señor, ¡pecador de mí! que yo no soy don Rodrigo
de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino;
ni vuestra merced es Baldominos, ni Abindarráez, sino el honrado
hidalgo del señor Quijada.
Palabras
de loco como una cabra, o de cuerdo que sigue un juego le contesta:
-Yo
sé quien soy, -respondió don
Quijote-, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos
los doce Pares de Francia, y aún todos los nueve de la fama, pues a
todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno de por sí
hicieron, se aventajarán las mías.
¿No
te das cuenta que esto es un juego?, parece decirle al su vecino.
Poco después, ya recuperándose en su cama, le visita el cura y don
Quijote le llama Arzobispo Turpín y le cuenta que don Roldán lo
ha apaleado con el tronco de una encina. Sigue disparatando, se
identifica con
Reinaldos de Montalbán, pero a pesar de todos sus encantamientos,
pide que lo primero, le traigan de comer, como diciendo tengo hambre
y lo primero es lo primero, después seguiremos con el juego.
Episodio de la muerte de
don Quijote. Cervantes no quiere ridiculizar la muerte de don
Quijote pero tiene que matarlo para que Avellaneda no saque la 4ª
parte, que no sabe y teme por donde podría salir. Así Cervantes
restaura la racionalidad de don Quijote, que de nuevo se convierte en
Alonso Quijano, de la misma manera que el licenciado Vidriera
recupera la razón a través de un fraile que le hace volver a la
sensatez. En este caso don Quijote, Alonso Quijano, volviendo a la
razón política, decide hacer testamento, y conforme a la razón
teológica se confiesa y encomienda su alma a Dios, Una muerte
totalmente racional y contemplando las facetas de la razón de su
tiempo; es como vivir en la inocencia, pero no en la ignorancia.
No muere en ridículo aunque
antes haya protagonizado muchas situaciones ridículas. La locura de
don Quijote tiene sus explicaciones más visibles en la génesis y en
la clausura, en el nacimiento y en la muerte, en el momento inicial y
en el final, aunque cuando este nace ya Alonso Quijano tenga más de
50 años. Aquí es donde más claramente encontramos las clave de su
locura, don Quijote se fanatiza leyendo libros de caballería
(cuantas personas se fanatizan con otras cosas, hasta leyendo tuit en
las redes sociales. Esto ocurre porque consideran que en estas
figuras están objetivadas las claves de su vida). Así el hecho de
que alguien enloquezca leyendo libros de caballería no es tan ajeno
como pudiera parecer, ya que el leer de forma aséptica no todo el
mundo lo consigue. No es lo mismo leer un libro de aventuras, que
tras leerlo creerse el héroe de esas aventuras. Dice el cap. 1:
“En resolución, él se
enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo
de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco
dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a
perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía
en los libros,”
Como hay muchos que enloquecen
leyendo a los filósofos; y es que la literatura, y más la filosofía,
requieren un formación previa. Para entender la literatura hay que
conocer el amor y saber lo que es la muerte, para que la experiencia
no se quede en el texto. La literatura la entiende mejor la gente
vivida, la que acumulan experiencias que luego salen en esos libros
con puntos de vista diversos. Sigue el cap 1:
“... así de
encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas,
requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele
de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina
de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había
otra historia más cierta en el mundo.”
Reemplaza la idea de ficción
por la idea de verdad, esto le ocurre a mucha gente, sobre todo a
muchos filósofos que son incapaces de comprender el concepto de
ficción. La ficción no es mentira pero tampoco es verdad, es
ficción, es algo que no es operatorio. Don Quijote se toma en serio
la ficción, y alguien que se toma en serio la ficción solo puede
ser un loco (diseñado por Cervantes, su autor). En la época de Cervantes se confundía la ficción con
la mentira, se consideraba que el poeta mentía y que el historiador
decía la verdad, pero esto hoy sabemos que no es así. La
literatura muestra un concepto de ficción que no es soluble en el
concepto de verdad ni en el de mentira.
Lo mismo cuando trata las ideas
libertad o la justicia. Ideas que ya son anacrónicas en el
Renacimiento, pues son ideas medievales, de una época anterior. El
Renacimiento es época de estados consolidados, no de héroes que
hacen justicia individualmente o bajo una prestación feudal.
Podemos preguntarnos también
por la libertad que el narrador da a don Quijote. Las primeras
palabras que don Quijote pronuncia ocurren ya muy avanzada la novela
porque el narrador no le ha permitido hablar. Es éste quien comienza
describiendo los hechos, “En un lugar de la Mancha” va
presentando al héroe y diciendo como da nombre a las cosas (se puso
el nombre de don Quijote de la Mancha, a su rocín rocinante); se
pone a recitar de memoria pasajes de libros de caballería, pasajes
de enfermo mental… Le sale un loco absoluto, al que no le da la
palabra hasta el capítulo 6, y con citas de caballería. Todo esto
nos permite afirmar que don Quijote es un cínico, que se justifica
en esa actitud lúdica.
El episodio más cínico del
Quijote es el del vaciyelmo. Es la única vez que llueve en la
novela, que caen unas gotas. Ve acercarse por los llanos de la Mancha
a un barbero que va de un pueblo a otro, que por la lluvia decide
cubrirse poniéndose la vacía en la cabeza, don Quijote en su locura
lo confunde con un caballero cubierto con su yelmo, que con las gotas
y el tímido sol reluce como el oro y dice que lleva puesto el Yelmo
de Mambrino, que piensa arrebatarle en descomunal batalla. Arremete
contra el barbero que huye y se hace con el yelmo, una escena
ridícula carnavalesca. El punto álgido de esta aventura lo tiene
poco después en la venta de Palomeque, en la que se reúnen, los
cuadrilleros, Fernando, Luscinda, Dorotea, el cura, el barbero Maese
Nicolás y aparece también el barbero al que arrebató la vacía, y
por burlarse de don Quijote todos le siguen el juego y dicen a una
que eso no es vacía sino yelmo, y se lía la gresca en la que
también se discute si la albarda con la que Sancho se hace en la
pelea es albarda o jaez. La ilusión óptica termina cuando
intervienen los cuadrilleros y dicen que que todo esto es una
tomadura de pelo. A partir de esta burla, la locura de don Quijote
comienza a ser compartida por sus amigos que le siguen el juego. La
locura del “yo” pasa al juego del “nosotros”
El juego del “nosotros” lo
vemos también en el Retablo de las Maravillas, donde los pícaros
Chirino y Campaña están haciendo creer a todo el mundo que ese
retablo inexistente, imaginario, aparecen una serie de figuras
igualmente imaginarias e irreales (animales del arca de Noé, las
aguas del río Jordán), y quien no vea esas figuras es porque es
descendiente de judíos o un converso, todo un juego colectivo en la
línea del rey desnudo. Pero Cervantes no practica un juego lúdico,
sino lo que hace es descubrir una serie de situaciones críticas muy
propias de la sociedad de su tiempo, poniendo al descubierto la idea
de libertad, la idea de poder, la indolencia de Felipe II por la
liberación de los cautivos de Argel.
Así en la primera parte don
Quijote controla las normas del juego, pero a medida que avanza la
novela las va perdiendo, y las pierde definitivamente al salir de la
venta que se lo llevan enjaulado hacia su aldea, creyendo él que va
encantado. No deja de ser irónico que don Quijote pida que le dejen
salir de la jaula para hacer “aguas menores” con la promesa de no
fugarse, con la paradoja que cabe preguntarse que si va encantado por
que se va a fugar; es un dialogo curioso. Como dice Machado en uno de
sus últimos ensayos “cuando dos mentirosos se mienten, se mienten
pero no se engañan”, revelando en el caso de la novela de
Cervantes el fondo profundamente cínico, que no está muy lejos de
la actitud del autor ante la vida. Como decimos a medida que avanza
la novela el código del juego no lo controla tanto don Quijote, sino
otros personajes, destacando en este control los duques que en la
segunda parte son los que dirigen la orquesta.
Cuando don Quijote está solo,
sin Sancho y le falta su apoyo para mantener su fe, ocurre un
episodio significativo, la perdida de los puntos de una media, una
cita con la realidad:
...él se recostó
pensativo y pesaroso, así de la falta que Sancho le hacía como de
la irreparable desgracia de sus medias, a quien tomara los puntos,
aunque fuera con seda de otra color, que es una de las mayores
señales de miseria que un hidalgo…
Los médicos de la época
dirían que está melancólico; sin Sancho no hay juego y entonces
don Quijote se deprime. Esa noche no le duró mucho la depresión
porque Altisidora interpreta el papel de princesa menesterosa y
enamorada, así al día siguiente se levantó más animado pensando
que era el amor platónico de una chavala. Pero esa noche se acostó
cerró de golpe la ventana plantando el cante de Altisidora, Cap
44-2:
Y, con esto, cerró de
golpe la ventana, y, despechado y pesaroso, como si le hubiera
acontecido alguna gran desgracia, se acostó en su lecho, donde le
dejaremos por ahora, porque nos está llamando el gran Sancho Panza,
que quiere dar principio a su famoso gobierno.
Al día siguiente, lo de la
media lo ha olvidado y amanece con un rosario envuelto en los
pensamientos con los que se durmió y que le habían causado la
doncella enamorada. Cap 46-2:
Dejamos al gran don Quijote
envuelto en los pensamientos que le habían causado la música de la
enamorada doncella Altisidora. Acostóse con ellos, y, como si fueran
pulgas, no le dejaron dormir ni sosegar un punto, y juntábansele los
que le faltaban de sus medias; pero, como es ligero el tiempo, y no
hay barranco que le detenga, corrió caballero en las horas, y con
mucha presteza llegó la de la mañana. Lo cual visto por don
Quijote, dejó las blandas plumas, y, no nada perezoso, se vistió su
acamuzado vestido y se calzó sus botas de camino, por encubrir la
desgracia de sus medias; arrojóse encima su mantón de escarlata y
púsose en la cabeza una montera de terciopelo verde, guarnecida de
pasamanos de plata; colgó el tahelí de sus hombros con su buena y
tajadora espada, asió un gran rosario que consigo contino traía, y
con gran prosopopeya y contoneo salió a la antesala, donde el duque
y la duquesa estaban ya vestidos y como esperándole; y, al pasar por
una galería, estaban aposta esperándole Altisidora y la otra
doncella su amiga, y, así como Altisidora vio a don Quijote, fingió
desmayarse, y su amiga la recogió en sus faldas, y con gran presteza
la iba a desabrochar el pecho.
Vamos que a sus cincuenta y
tantos años aparece como un donjuán. Nunca antes habíamos visto
así a don Quijote, pero es que eso de que una doncella se contonee
ante uno es para volverse loco, o cuerdo, según se mire. Los demás
le están esperando para continuar la burla. Una situación bastante
ridícula, don Quijote un donjuán, o un Caballero Andante, no
sabemos que es más cómico.
A medida que avanza la segunda
parte la figura de don Quijote se va diluyendo: ve ventas no
castillos; ve a tres labradoras, no a Dulcinea y sus damas, hasta
percibe el olor a ajo; desconfía del mono adivino. La realidad se la
construyen los demás, ya no tiene que imaginar nada, y esto limita
su juego. Todos quieren jugar con don Quijote, pero no a la manera de
este, sino a la manera que ellos imponen. De hecho al llegar al
castillo de los duques el narrador nos advierte con una declaración
que cuestiona la locura del héroe:
Y todos, o los más,
derramaban pomos de aguas olorosas sobre don Quijote y sobre los
duques, de todo lo cual se admiraba don Quijote; y aquél fue el
primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero
andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo
que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados
siglos.
“Y aquél fue el primer día
que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante
verdadero” más clara la advertencia a los lectores, que la locura
es un juego, imposible.
En el episodio de
Clavileño, le dice don Quijote a Sancho:
¿No adviertes, angustiado
de ti, y malaventurado de mí, que si veen que tú eres un grosero
villano, o un mentecato gracioso, pensarán que yo soy algún
echacuervos, o algún caballero de mohatra? (mohatra = tramposo)
Viene a decirle que siga
fingiendo, que sino echará a perder el juego.
Tras las bodas de Camacho el
rico, que no son la bodas de Camacho sino las de Basilio el pobre con
Quiteria, va don Quijote a visitar la Cueva de Montesinos, acompañado
por el Primo, el primo licenciado, (con la polivalencia semántica
de la palabra "primo"), que le sirve de guía. Este "primo" es un erudito
que se hace preguntas intrascendentes del tipo, ¿quién fue el
primer hombre que se rascó la cabeza?, y supone con un silogismo que
fue Adan (si el primer hombre se rascó la cabeza, y el primer hombre
fue Adán, entonce fue Adán el primer hombre que se rascó la
cabeza). Su libro que iría sobre todas las cosas del mundo y alguna
más, todo muy académico, el conocimiento inútil. Un loco le
seguiría la corriente, pero don Quijote no se la sigue, le dice a
las claras. Cap 22-2:
“...hay algunos que se
cansan en saber y averiguar cosas que, después de sabidas y
averiguadas, no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria.”
Estas palabras se las deberían
decir a muchos que hacen una tesis doctorales. En el cap. 24 añade:
“...pero querría yo
saber, ya que Dios le haga merced de que se le dé licencia para
imprimir esos sus libros, que lo dudo, a quién piensa dirigirlos.”
La pregunta de don Quijote es
demasiado racional como para que la haga un loco. Efectivamente no
hay ningún libro sobre el primer hombre que se rasco la cabeza. Es
un tema muy original, no cabe duda, pero la crítica que hace
Cervantes, mediante la ficción en palabras de don Quijote, no se
critica a los libros de caballería, sino el concepto que Cervantes
tiene de la Universidad, que la confirma en El Licenciado Vidriera,
cuando alcanza el máximo grado de locura precisamente cuando se
licencia, el grado académicamente más alto, mas cuando todos los
doctores de universidad quedaban admirados por las sandeces de
Vidriera, poniendo a todos en la cúspide de la necedad.
Cervantes convierte a don
Quijote en un crítico severo de todos los irracionalismos, desde la
locura se critica el racionalismo de la época. Así, y ahí está la
paradoja, un personaje supuestamente loco razona para criticar los
irracionalismos de su época. ¿Dónde está la locura del personaje?
En el episodio del mono
adivino don Quijote, cap. 25-2, asigna a la ciencia el estatuto
de verdad y la literatura la ficción. En este episodio, dice, “con
mentiras e ignorancias se hecha a perder la verdad maravillosa de la
ciencia”, que es lo que hace Maese Pedro con la actuación del
mono adivino.