“Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha."
Este es el título real del capítulo 22 de la Segunda Parte es el siguiente. Para cualquier lector de Cervantes, coetáneo o actual, la cueva de Montesinos es un lugar imposible para esta grande aventura. La cueva es visitable y se encuentra en el término municipal de Ossa de Montiel. Tras dar en su interior los primeros pasos se comprueba la imposibilidad de ambientar en ella la aventura que relata Cervantes. De esta cueva menciona nuestro autor que para “entrar en ella, era menester proveerse de sogas, para atarse y descolgarse en su profundidad”. Tras coger los protagonistas más de 100 brazas (1 braza = 2 varas = 1,6 m), dándole soga el primo y Sancho, don Quijote “se dejó calar al fondo de la caverna espantosa”.
“Con todo eso, se detuvieron como media hora, al cabo del cual espacio volvieron a recoger la soga con mucha facilidad y sin peso alguno, señal que les hizo imaginar que don Quijote se quedaba dentro, y creyéndolo así Sancho, lloraba amargamente y tiraba con mucha priesa por desengañarse; pero llegando, a su parecer, a poco más de las ochenta brazas, sintieron peso, de que en estremo se alegraron”.
Estando ya agotadas las cien brazas de soga, Sancho y el primo piensan en “volver a subir” a don Quijote. Don Quijote nos dice que “iba cansado y mohíno de verme, pendiente y colgado de la soga” (II, 23); explica que “Fui recogiendo la soga que enviábades, y, haciendo della una rosca o rimero, me senté sobre él pensativo además, considerando lo que hacer debía para calar al fondo, no teniendo quién me sustentase”. De hecho, don Quijote no sale por sí mismo de la cueva, sino que es izado de la misma por Sancho y el primo: “Pero no respondía palabra don Quijote; y sacándole del todo, vieron que traía cerrados los ojos, con muestras de estar dormido”. Sin embargo, todo esto es imposible: la horizontalidad del acceso y del interior de la cueva de Montesinos, no permite que personas colocadas fuera de la misma icen a nadie del interior. De hecho, es imposible que estas personas mantengan a nadie “pendiente y colgado de la soga”. Sorprendentemente, esta disposición de la cueva es de antiguo conocida e incluso publicada: en la edición de Rico del Quijote (Rico, II: 983) se reproduce la planta y perfil de la cueva en los grabados atribuidos a Luis Paret de la edición de Pellicer. Este grabado aparece en la publicación de la Biblioteca Nacional Los mapas del Quijote (Biblioteca: 64-65).
Ahora bien, si la topografía de esta cueva hace imposible que sirva de base para la imaginación de Cervantes, hemos de preguntarnos qué referentes reales podrían existir en la mente de Cervantes para fraguar esa aventura en los términos en que hemos reseñado. Nuestra hipótesis es que Cervantes está asignando a una cueva que no conoce personalmente las características de una que sí conoce.
Entrada a la sima de Cabra |
Nos referimos a la Sima de Cabra. Esta sima se sitúa a unos cuatro kilómetros del municipio de Cabra (Córdoba). Se trata de un pozo vertical de una profundidad de 116 m por unos 7 m de circunferencia de boca, donde las palabras del texto cervantino cobran un sentido que no tienen referidas a la Cueva de Montesinos. Esta sima formaba parte del imaginario colectivo de la época y, por supuesto, del de Cervantes. Astrana cree que Cervantes vivió algún tiempo en Cabra entre 1558 y 1564; su abuelo Juan fue Alcalde Mayor de Cabra, oficio que después desempeñará su hijo Andrés. Cabra figura como uno de los lugares a donde Cervantes está comisionado para la saca de trigo, garbanzo y habas en 1591.
Cervantes menciona esta sima en varias de sus obras. En el Quijote, Casildea de Vandalia mandó bajar al caballero del Bosque:
“Otra vez me mandó que me precipitase y sumiese en la sima de Cabra, peligro inaudito y temeroso y que le trajese particular relación de lo que en aquella oscura profundidad se encierra” (II, XIV).
También la menciona en el Celoso Extremeño y en Viaje del Parnaso:
«Guardaos, niños, que viene el poeta fulano, que os echará con sus malos versos en la sima de Cabra o en el pozo Airón”. Celoso Extremeño (1613)
“¡Mal haya yo si más quiero que jures, pues con sólo lo jurado podías entrar en la misma sima de Cabra! Viaje del Parnaso Cáp. 8 (1614).
Otros autores también la mencionan: Luis Vélez de Guevara, en el Diablo Cojuelo (1641):”Cabra, celebrada por su sima, tan profunda como la antigüedad de sus dueños” (Tranco VI). Que la sima tenía fama lo sabemos por aparecer en la documentación desde el periodo musulmán; la citan geógrafos de esa época. Después siguen existiendo múltiples referencias históricas a esta sima; así la cita Ambrosio de Morales (1513-1591): "que tiene creído el vulgo que esa abertura no tiene suelo en su profundidad”. La sima aparece representada en varios mapas de Tomás López: Mapa Geográfico del Reyno de Córdova (1761); Reyno de Granada (1795).
Bajada a la sima de Cabra |
En cualquier caso, todo esto entra en conflicto con quienes, como Navarrete, sostienen “la exactitud en las descripciones topográficas de La Mancha... y las particularidades que refiere de las lagunas de Ruidera, curso del Guadiana, cueva de Montesinos... “. Si Cervantes hubiera estado en esa cueva, convendremos en que se aleja del pretendido realismo y exactitud que el tópico asigna a sus descripciones. Aunque ya hubo otras voces que, como la de Astrana, tras recordarnos la inexistencia de documentos que apoyen su residencia en La Mancha, sugieren que “algunas de sus incongruencias pueden obedecer a emplear referencias de oídas” (Astrana, V: 251).
Sobre la obra de Cervantes recuerda el profesor granadino Rodríguez Marín la afirmación de Marcelino Menéndez Pelayo sobre que “fue Andalucía verdadero campo de su observación y verdadera patria de su espíritu” (Rodríguez Marín 1915: 19). Fue Rodríguez Marín quien ha reclamado “El cordobesismo y el andalucismo de Miguel de Cervantes”. Este supuesto andalucismo de Cervantes se basaría en los años en que se forja de su personalidad: entre 1553, en que con 6 años marchó de Alcalá a Andalucía y 1566, en que con 19 años la familia se traslada de Sevilla a Madrid. A ello se añadiría el largo periodo de las comisiones andaluzas. No es difícil suponer esta influencia a la hora de tomar Cervantes los modelos humanos y los referentes sociales con los que ambientar los episodios de que se surten sus obras.
Referencias:
AGOSTINI BANUS, EDGAR (1936): Itinerarios y parajes cervantinos. Ciudad Real, Diputación Provincial.
EISEMBERG, DANIEL (1995): La interpretación cervantina del Quijote, Compañía Literaria, Madrid.
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