La Mancha, en la obra de Cervantes, más que un paisaje o escenario es pura alusión: un nombre, o si se prefiere, varios nombres concretos y reales que en determinados momentos de la novela han permitido situar, aunque sea en forma aproximada, las aventuras manchegas de Don Quijote…
(Martínez Val. Teoría de La Mancha)
Buscar el pueblo de Don Quijote y Sancho ha sido a lo largo de los años un ejercicio reiterado. Prácticamente la totalidad de los pueblos de La Mancha han formulado argucias interesadas para designarse como la patria de Alonso Quijano. Todos lo que lo han hecho han fracasado.
Evidencias del texto
Si Cervantes habla de un lugar de cuyo nombre no quiere acordarse, ese lugar existe. Es obvio que si no existiera no tendría un nombre que recordar. Este sitio no es conceptual, porque en algún lugar vive Don Quijote, y ese lugar ha de ser un pueblo de cierta entidad, ya que tiene cura y barbero. Y si se tratase de un lugar imaginario, ¿qué sentido tiene que el escritor siembre la novela de referencias identificables? ¿Se trata de pistas falsas, de un simple recurso literario? Lo cierto es que estas pistas se asientan en nombres verdaderos (El Toboso, un camino real, Puerto Lápice, Sierra Morena, …), y el lugar al que nos llevan tiene igualmente existencia real. Cervantes así lo quiso y nosotros respetamos su voluntad.
1) Hay un pasaje hacia el final de la Segunda Parte del ‘Quijote’, cuando el hidalgo regresa definitivamente a su pueblo, en el que Cervantes anota una referencia insoslayable para situar la coordenada de origen y destino de las andanzas de Don Quijote. Extraemos del texto (II,72) las frases relevantes:‘… subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea… bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo’. La descripción es precisa y no tiene otras lecturas. Y para que esta referencia sea coherente con el texto, el altozano debería encontrarse al noreste del pueblo, ya que los protagonistas procedían de Zaragoza.
2) Causa asombro la capacidad de observación de Cervantes, y asimismo que pudiera recordar con tanto detalle un sitio que posiblemente había visitado hacía años, aunque pudo recordárselo un informante. También es admirable el modo sintético y dinámico de construir un episodio en el que cuenta más de lo que escribe. De no existir en la realidad un escenario semejante, se podría pensar que es un invento del escritor. Del relato no se desprende que el pueblo se encuentre al pie de la bajada o a cierta distancia de ella, pero sí informa de que para acceder a su aldea los protagonistas necesitan subir una rampa, que evidentemente no es un obstáculo tan empinado como la ladera de un monte.
3) No es una colina aislada lo que hay que buscar, porque caballero y escudero la hubieran bordeado. Tiene que ser una larga loma la que les cortaba el paso. Lo que procede hacer, para tratar de localizarla, es situarse en un pueblo cualquiera de La Mancha aspirante a ser el ‘lugar’ y mirar en dirección aproximada al noreste. Desde este pueblo se podrá comprobar si el horizonte lo interrumpe un relieve que pueda equipararse al descrito por el novelista. En caso afirmativo, habrá que acercarse a la loma para decidir si la parte que queda oculta a nuestra mirada tiene una pendiente asimilable a la de una cuesta.
4) Algunos cervantistas (o quizás muchos) ignoran el hito que colocó Cervantes al final de la novela. El episodio tiene sentido sólo si el escritor quiso marcar una última vez el camino para identificar el lugar de cuyo nombre no quiso acordarse (DEL NOMBRE). Y si este pasaje no se considera literal, ¿qué criterio hay que seguir para interpretarlo?,¿y quién lo decide? Parece que algunos pretenden corregir a Cervantes. O ignorar lo que dejó escrito.
5) Otros condicionantes acotan el lugar, y también han de ser tenidos en cuenta. Todos ellos tienen que converger en un mismo sitio. Debe de estar cerca del Toboso, encontrarse en o próximo al camino real Toledo – Murcia y tener una ruta directa que vaya a Cartagena (según apunta el cura para conseguir que Don Quijote regrese voluntariamente a su pueblo). También se puede valorar que al amanecer los protagonistas salen del lugar dándoles el sol de soslayo. Son pocas las marcas que deja Cervantes en la novela. Pero indelebles y suficientes.
6) El episodio también advierte que cuando se trata de contrastar con la realidad capítulos del libro en los que se alude al territorio, el trabajo de gabinete es incompleto si no se completa con recorridos de campo. Y a los que todavía cuestionen la literalidad del pasaje mencionado se les podría decir: Qué le vamos a hacer si Cervantes quiso que el ‘lugar’ se encontrara cerca de una cuesta... ¡con la cantidad de pueblos manchegos que había para elegir entre los que están en una llanura!
Indeterminaciones del autor
En el capítulo 31 del Quijote de 1615, Cervantes intercala un cuentecillo en boca de Sancho, con visos de historia real, al apoyarse en los trágicos hechos acaecidos en La Herradura, el 19 de octubre de 1562, a la flota naval española, por los que podríamos colegir algunos nombres para “El lugar de La Mancha”.
Antes quiero advertir al lector, que para llevar a cabo este ejercicio de imaginación, hay que sortear una de las características fundamentales de la obra de Cervantes: la indeterminación consciente de su ficción, por la que el héroe de Lepanto mueve geografías y tiempos, o usa elementos del habla de unos lugares en otros. Dicho esto, como un juego más, comentamos el mencionado episodio a fin de señalar posibles lugares.
Al inicio de la comida con la que fueron recibidos amo y escudero en el palacio de los duques, a cuenta del protocolo exigido por el duque a don Quijote para sentarse a la mesa, Sancho interviene como sigue:
-Si sus mercedes me dan licencia, les contaré un cuento que pasó en mi pueblo acerca desto de los asientos.
Apenas hubo dicho esto Sancho, cuando don Quijote tembló, creyendo sin duda alguna que había de decir alguna necedad. Miróle Sancho y entendióle, y dijo:
-No tema vuesa merced, señor mío, que yo me desmande, ni que diga cosa que no venga muy a pelo, que no se me han olvidado los consejos que poco ha vuesa merced me dio sobre el hablar mucho o poco, o bien o mal.
-Yo no me acuerdo de nada, Sancho -respondió don Quijote-; di lo que quisieres, como lo digas presto.
Con la debida incertidumbre en don Quijote por lo que Sancho pudiera decir y cómo lo iba a decir, ante la insistencia de la duquesa, Sancho así lo cuenta:
Y el cuento que quiero decir es éste: “Convidó un hidalgo de mi pueblo, muy rico y principal, porque venía de los álamos de Medina del Campo, que casó con doña Mencía de Quiñones, que fue hija de don Alonso de Marañón, caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en la Herradura, por quien hubo aquella pendencia años ha en nuestro lugar, que, a lo que entiendo, mi señor don Quijote se halló en ella, de donde salió herido Tomasillo el Travieso, el hijo de Balbastro el herrero...” ¿No es verdad todo esto, señor nuestro amo? Dígalo, por su vida, porque estos señores no me tengan por algún hablador mentiroso.
Según Sancho, sin desmentirlo don Quijote, el hidalgo era yerno de un caballero de su mismo pueblo, don Alonso de Marañón. Su hija Mencía tuvo más de un pretendiente, “por quien hubo aquella pendencia” y que como aseguraba Sancho, “mi señor don Quijote se halló en ella”, confirmado por don Quijote con un categórico:
Tú das tantos testigos, Sancho, y tantas señas, que no puedo dejar de decir que debes de decir verdad. Pasa adelante y acorta el cuento, porque llevas camino de no acabar en dos días.
(…)
Digo, pues, señores míos -prosiguió Sancho-, que este tal hidalgo, que yo conozco como a mis manos, porque no hay de mi casa a la suya un tiro de ballesta, convidó un labrador pobre, pero honrado.
Sancho, da numerosas señas del hidalgo, y muestra incluso su pesar por no poder asistir a su entierro por encontrase echando algún jornal en el cercano lugar de Tembleque:
(…) Y así, digo que, llegando el tal labrador a casa del dicho hidalgo convidador, que buen poso haya su ánima, que ya es muerto, y por más señas dicen que hizo una muerte de un ángel, que yo no me halló presente, que había ido por aquel tiempo a segar a Tembleque…
Tembleque es, según Sancho y confirmado por don Quijote, un lugar cercano a “El lugar de La Mancha”. También lo es El Toboso si nos fiamos del narrador primero, que en el primer capítulo del Quijote de 1605, a propósito de Dulcinea nos dice:
… Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado …
Cercano, pero, en la tercera salida, tardaron en llegar, toda una una noche y el día siguiente, mientras marchaban en relajada plática. dice el capítulo (II-8):
En estas y otras semejantes pláticas se les pasó aquella noche y el día siguiente, sin acontecerles cosa que de contar fuese, de que no poco le pesó a don Quijote. En fin, otro día, al anochecer, descubrieron la gran ciudad del Toboso ...
Así podemos afirmar que tanto El Toboso, como Tembleque, son poblaciones cercanas al pueblo de don Quijote y Sancho.
¿Qué distancia entre dos lugares podemos considerar como cercana? Hoy en día 100 km no son nada, son tan pocos que todos tenemos algún conocido que acude a diario a su trabajo a una distancia incluso mayor. Pero estamos hablando de finales del siglo XVI, principios del XVII, donde la distancia entre lugares era medida en leguas o en horas, y los desplazamientos se realizaban a pie o en una caballería, generalmente en burro. En este episodio, a pesar de que el concepto de cercanía o proximidad entre el lugar de Sancho y Tembleque es evidente, aunque siempre subjetivo, la distancia le impide asistir al sepelio de uno de sus vecinos más conocidos, como era el hidalgo convidador del cuento.
Por seguir con el juego, estimaré la “cercanía”, apoyado igualmente en el Quijote (I,31), en una distancia máxima de 50 km por los caminos llanos manchegos. En este capítulo, don Quijote se extraña que Sancho haya recorrido en tres días una distancia media de 55 km (30 leguas que son 170 km en los tres días), y viene a decirle, habrás ido volando, o sea que es imposible andar 55 km en un día:
¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y viniste por los aires, pues como más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas.
Cincuenta km los recorrería Sancho sobre su rucio o a pie, como mínimo, en unas diez o doce horas, todo un día caminando. Espacio verosímil para dejar a su familia por unos días e ir a ganarse unos cuartos, pero lo suficientemente lejano como para impedirle acudir al entierro de su vecino, debido a que perdería, como mínimo, dos o tres jornadas de siega.
Otro punto en el que me apoyo para establecer la cercanía en una distancia máxima de 50 km, lo corrobora las ocho leguas por día, 46 km, que obligaban a Cervantes a recorrer cuando fue nombrado fiador en Granada por el corregidor de Madrid: “en lo cual os habéis de ocupar cincuenta días, o los que menos fueren menester, con más la ida y vuelta a esta mi corte, contando a razón de ocho leguas por día; y en cada uno de ellos habéis de llevar quinientos y cincuenta maravedíes de salario” (Sliwa: 283).
Nada más comenzar el primer Quijote encontramos la que va a ser la tercera acotación, en una referencia a Puerto Lápice, a donde se dirige libremente Rocinante. Esta villa está situada en el camino Real que unía la Corte madrileña con Andalucía, y rodeado de sierras, por lo que Las Ventas de Puerto Lápice eran el lugar propicio para reposo del viajero. En una de ellas fue armado caballero (I,3), y a la mañana siguiente, de regreso a su aldea, cuando “no había andado mucho”, tuvo su primera aventura: la del joven Andrés y su amo Juan Haldudo, donde nuestro héroe resuelve su primer “tuerto” y pronuncia la frase más racional jamás dicha, “cada uno es hijo de sus obras”(I,4).
En el capítulo I,2, podemos leer:
Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento (...); y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día (que era uno de los calurosos del mes de Julio), se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral, salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo.
Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego, con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo.
Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la de Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre; y que mirando a todas partes, por ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse, y adonde pudiese remediar su mucha necesidad, vio no lejos del camino por donde iba una venta, que fue como si viera una estrella, que a los portales, si no a los alcázares de su redención, le encaminaba. Dióse priesa a caminar, y llegó a ella a tiempo que anochecía.
Nos dice el narrador que nuestro hidalgo estuvo caminando casi todo el día para llegar a Puerto Lápice. Podríamos añadir que en el mes de julio (I,2), caminar casi todo el día, sería como decir que caminó unas diez horas, entre cuarenta o cincuenta kilómetros; y si caminó “casi todo el día, por despacio que fuera Rocinante, caminaría un mínimo de veinte kilómetros, por lo que ya tenemos otra acotación: “El lugar de La Mancha” estaría a una distancia, mínima de 20 km, y máxima de 50 km de Puerto Lápice.
Así, si el pueblo de don Quijote y Sancho fuese una villa concreta, cuestión harto dudosa, para señalarla, tendría que apoyarme en el patrón de cercanía establecido, referido a las dos villas próximas a “El lugar de La Mancha”, según los capítulos (I,1), El Toboso, y en el (II,31), Tembleque. Además, amparado en el capítulo segundo del Quijote de 1605, como hemos visto, Puerto Lápice, estaría a una distancia de entre 20 y 50 km. Otras villas, señaladas por diversos autores, se han descartado al salirse del radio que he establecido:
Distancia en kilómetros |
En un primer descarte abandonamos los pueblos que no cumplen las dos primera condiciones de distancia igual o menor a los cincuenta kilómetros. A continuación analizamos las demás:
Quintanar de la Orden. Está muy cerca de El Toboso, pero a cincuenta y tres kilómetros de Puerto Lápice, por lo que habría tardado más de once horas en llegar, que supondrían todo un día entero andando, no “casi” todo el día, como apunta el narrador. Por lo que descartamos Quintanar de la Orden como “El lugar de la Mancha”.
Lillo. Está muy cerca de Tembleque, pero a casi cincuenta km de Puerto Lápice. Así que, por el mismo motivo anterior, descartamos Lillo.
Villacañas. Está en pleno corazón de La Mancha cervantina. A unos cuarenta kilómetros de Puerto Lápice, que supondría una jornada casi completa andando; a dieciocho kilómetros de Tembleque, que llevarían a Sancho, entre la ida y la vuelta, de ocho a diez horas caminando, suficiente para excusarse de acudir al entierro de su vecino; también reúne la condición de cercanía a El Toboso. Por lo que podríamos considerar a Villacañas como “El lugar de la Mancha”.
Alcázar de San Juan no puede ser el pueblo de nuestro héroe porque está sutilmente desmentido en el Quijote:
(…) por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigaban (I,7)
En la segunda salida, don quijote y Sancho, se dirigieron a Puerto Lápice. Si hubieran partido de Alcázar, que se encuentra al este de Puerto Lápice, irían de espaldas al sol. Al decirnos que los rayos del sol le hería de soslayo (con la mirada en oblicuo), lo lógico es pesar que El Lugar de la Mancha estaría al norte o al sur de Puerto Lápice. Lo mismo podríamos decir de todas las poblaciones situadas al este de Puerto Lápice, como Campo de Criptana, donde al parecer se topan con sus molinos, o Mota del Cuervo. Al hablar de que lo rayos del sol les herían de soslayo, podríamos admitir Argamasilla, que está algo al sur.
Por el propio texto del Quijote podemos eliminar a Argamasilla como candidata cuando leemos: Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo (II, 72). En Argamasilla no hay cuestas, su topografía es plana.
Quero. Está a treinta kilómetros de de Puerto Lápice, e igualmente que Villacañas cumple las demás condiciones. Por lo que podríamos considerar Quero como “El lugar de la Mancha”.
Miguel Esteban. Está a más de cuarenta y cinco kilómetros de Puerto Lápice, por lo que le hubiera supuesto a don Quijote todo un día entero andando, como apunta el narrador. Por lo que podríamos considerar Miguel Esteban como “El lugar de la Mancha”.
Villafranca de los Caballeros. Está demasiado cerca de Puerto Lápice, a unos quince kilómetros, que, como mucho, le habría costado a nuestro héroe, una mañana recorrer; no “casi” todo el día. Por lo que descartamos Villafranca de los Caballeros como “El lugar de la Mancha”.
Camuñas. Igual que Villafranca, está demasiado cerca de Puerto Lápice, a unos trece kilómetros. Por lo que descartamos Camuñas como “El lugar de la Mancha”.
Villanueva de Arcardete. Está a más de sesenta kilómetros de Puerto Lápice, por lo que le hubiera supuesto a don Quijote más de un día andando. Por lo que descartamos Villanueva de Arcardete como “El lugar de la Mancha”.
Madridejos. Está a unos veinte kilómetros de Puerto Lápice, que a paso de Rocinante, un viejo caballo, podría cumplir todas las condiciones. Por lo que podríamos considerar Madridejos como “El lugar de la Mancha”.
La Villa de Don Fadrique. Para llegar a Puerto Lápice, que está a unos cuarenta y cinco kilómetros, tardaría todo un día entero. Por lo que podríamos considerar La Villa de Don Fadrique como “El lugar de la Mancha”.
La Puebla de Almoradiel. Para llegar a Puerto Lápice, que está a unos cuarenta y siete kilómetros, tardaría más que un día entero. Por lo que descartamos La Puebla de Almoradiel como “El lugar de la Mancha”.
De este ejercicio textual de la obra de Cervantes solo seis pueblos parecen cumplir las condiciones que la lógica de la novela nos ha impuesto: Lillo, Villacañas, Quero, Miguel Esteban, La Villa de Don Fadrique, y La Puebla de Almoradiel. Todos están al norte de Puerto Lápice, por lo que caminando hacia él les daría el sol de la mañana de soslayo. Ninguno figura con su nombre en El Quijote, aunque si están en el mismo corazón de La Mancha. Derrotado nuestro héroe se dirigen a su aldea; en el capítulo (II-72) dice el narrador:
"Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea".
En estos seis pueblos el único desnivel geográfico que encontramos, en un supuesto camino en el regreso de Barcelona a casa, es el Cerro Moreno, al norte de La Villa de Don Fadrique.
Profundizando en la información del texto cervantino advertimos que, dentro del territorio manchego, hay una zona más reducida, que está muy próxima a “El lugar de La Mancha”. Nos referimos al Campo de Montiel, al que Cervantes cita hasta cinco veces en su obra (en uno de los sonetos de los Académicos de Argamasilla I,52), y cuatro veces más en texto: En el mismo prólogo de la Primera parte declara que don Quijote era bien conocido “en aquellos contornos”:
(…) la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitadores del distrito del Campo de Montiel, que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos.
En el capítulo (I-2), en la primera salida nos dice que nuestro héroe comenzó a caminar por el camino del Campo de Montiel. Esto, cuanto menos, nos indica que el mismo Campo de Montiel no debía estar muy lejos.
(…) cuando el famoso caballero D. Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel."
En el capítulo (I-7), en la segunda salida, acompañado ya de Sancho, tomó la misma dirección, y aquí precisa algo más la cercanía del Campo de Montiel con su aldea, porque nos dice que ya caminaba por él a esa hora de la mañana en que los rayos del sol aún no fatigaban y caen de soslayo. No podía ser muy tarde cuando "ya" caminaban por el Campo de Montiel, por lo que su pueblo no podía estar a más de dos o tres horas del mismo: como mucho a quince kilómetros -podríamos fijar-.
Acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había antes tomado en su primer viaje, que fue por el Campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigaban.
En el Quijote de 1615, en el capítulo (II-8), llega la tercera salida, en la que se dirige a El Toboso, que está en sentido opuesto al Campo de Montiel.
“(…) que desde agora en el camino del Toboso comienzan, como las otras comenzaron en los campos de Montiel.”
Dice que las otras (las caballerías, -plural, que se puede entender por aventuras), comenzaron en el Campo de Montiel.
Los seis pueblos que cumplían las anteriores acotaciones están a más de noventa kilómetros de Montiel, centro geográfico y que da nombre al Campo de Montiel, pero todos están, además, a más de cincuenta kilómetros del límite norte de esta zona, el más cercano a los mismos. Cincuenta kilómetros es imposible andarlos en una mañana; por lo que no podríamos señalar a ningún pueblo de La Mancha como la villa de don Quijote y Sancho, sin contradecir el propio texto cervantino.
La geografía que percibimos en el Quijote pocas veces está concretada en en un lugar definido, sino que es el ambiente lo que se recrea: familiar, en los casos de los cabreros del discurso de la Edad de Oro y los andurriales montañeses en que pernotan (I,10-11), o los personajes de la venta de Palomeque (I,16-18), o entre Diego de Miranda y su casa (II,18), y, si se me apura, entre Alonso Quijano y su monótono entorno físico y vital (I,1); o un ambiente moral, en la relación con el cura y el barbero, los duques o Antonio Moreno. Tampoco se reconoce el vínculo entre el espacio y las acciones de los viandantes que don Quijote encuentra en su camino— los mercaderes toledanos (I,4), el vizcaíno (I,8-9), los frailes del cuerpo muerto (I,19),etc.—, ni, por supuesto, entre los protagonistas de las historias secundarias Dorotea, Cardenio, el cautivo, etc. Salvo excepciones, no encontramos una línea definida en todo el Quijote respecto al espacio topográfico, y cuando lo identificamos parece más atmósfera literaria que espacio realista, como ocurre en los episodios de La Cueva de Montesinos (II,23), que en nada se parece la cueva literaria a la gruta geográfica(1), o la visita nocturna a El Toboso (II,9). Así la relación entre el espacio y las acciones de los personajes que lo habitan se diría más fruto de una predeterminación de género literario. La atmósfera de La Mancha es real, pero no parece serlo la de ningún lugar determinado.
En las aventuras de don Quijote percibimos algo parecido a ese realismo atmosférico determinista en la relación de necesidad que se establece entre la acción del hidalgo loco y los elementos de la vida cotidiana: sin ventas, prostitutas, molinos, rebaños, etc. no exitirían castillos, damas, gigantes, ejércitos, etc. y don Quijote no sentiría el impulso de actuar. Pero es una relación de necesidad del objeto con la acción del protagonista. En el Quijote no cabe duda de que el orden geográfico, cronológico, o temporal son imperfectos, o no son fundamentales: los episodios podrían ser cambiados de lugar en el relato sin que sufriera la coherencia global. En el episodio de la ganancia del yelmo de Mambrino, que ocurre en pleno verano -la única vez que llueve en el Quijote, que esto de la sequía viene de largo-, daría igual que hubiera ocurrido en invierno, lo único necesario es que llueva y salga el sol, para que la bacía se transforme en casco protector y relumbre como si fuera de oro.
Como conclusión solo puedo decir que, "El lugar de La Mancha" que cita Cervantes y con el que empieza El Quijote, es una ficción a partir de elementos de la realidad geográfica por él conocida. No es un solo pueblo, sino todos los pueblos de La Mancha los que dieron ideas a Cervantes para su novela. Y, de igual manera que dice no saber bien si su hidalgo se llamaba Quijana, o Quesada, o Quijada... ¿cómo no iba a saber cómo se llamaba su protagonista?; no es un olvido del autor, eso no se lo cree nadie: son las indeterminaciones que tanto usó Cervantes en toda su obra. No es que no se acordara del nombre del pueblo de sus protagonistas, sino que vino a decirnos que no es ninguno en concreto, o que no importa lo más mínimo el que sea, y, quizás, que los son todos a la vez.
Los molinos de Mota del Cuervo al atardecer, cuando nuestras sombras se alargan sobre la tierra cruzando los regueros de una reciente tormenta. |
(1) La descripción de La Cueva de Montesinos, más se parece a la andaluza Cueva de Cabra que a la manchega: Cervantes menciona esta sima en varias de sus obras. En el Quijote (II,14), Casildea de Vandalia mandó bajar al caballero del Bosque: “Otra vez me mandó que me precipitase y sumiese en la sima de Cabra, peligro inaudito y temeroso y que le trajese particular relación de lo que en aquella oscura profundidad se encierra” (II, XIV). También la menciona en el Celoso Extremeño y en el capítulo 8 del Viaje del Parnaso.
Bibliografía consultada además del Quijote:
-Calero Palacios, María del Carmen. Naufragio de la Armada Española en La Herradura. Diputación de Granada. Granada 1974. (digitalizado por la BA).
Martín Morán, J. Manuel. La novela moderna en el Quijote. 2008, The Cervantes Soc of America.
-Distancias entre pueblos recogidas de Google maps.
-SLIWA, KRZYSZTOF (1999): Documentos de Miguel de Cervantes Saavedra, EUNSA, Pamplona.
Amigo Pepe...en perjuicio de mis gastados ojos pero en ganancia, y mucha, de mi ánimo y amor al tema que tanto nos une, he leído con unción esta entrada tuya y aunque esperaba un desenlace como el que concluye, que más de una vez hemos hablado del tema, he estado intrigado hasta el final por si...
ResponderEliminarLo curioso es que en mis ideas y venidas entre Granada y Madrid, atravesando LA PAZ INQUITANTE DE LA MANCHA te tengo siempre en mente y más en concreto al pasar junto a la venta El Aprisco, de Puerto Lápice, con su Quijano pensativo a la puerta...y al ver lontanos los molinos de Consuegra (yo que no la tengo ni una Aldonza que me ampare...quieran ellos y Mambrino que demos el paseo manchego previsto...
Un abrazo desde Santa Cruz de Tenerife.
Pepe, no hace mucho visité algunos pueblos de La Mancha, y recuerdo que Villanueva de los Infantes, nos dijeron que ese era el pueblo de don Quijote.
ResponderEliminarSupongo quien eres. En el capítulo (II, 8), Cervantes o Cide Hamete Benengeli, que al fin y al cabo es lo mismo, dirigen a sus protagonistas hacia El Toboso, por deseo de nuestro héroe de recibir la bendición de Dulcinea. Ya hemos demostrado que Villanueva de los Infantes no cumple ninguna de las tres condiciones. La distancia entre las dos poblaciones es mayor de 90 km (en aquellos tiempos no se puede considerar una distancia cercana). Lo que si cumple, como otras muchas poblaciones, es la conclusión final que expongo en mi entrada: todos los pueblos de La Mancha han intentado apropiarse el ser la patria de don Quijote, en todos hay algo de esto y así parece que lo quiso Cervantes, con eso de "En un lugar de La Mancha...". Villanueva de los Infantes, incluso ha aprovechado, apoyado en los dos días que (II, 8), amo y escudero tardaron en llegar a El Toboso, para escribir una aventura apócrifa, un episodio que dicen que Cervantes olvidó publicar…
ResponderEliminarEl episodio se nota a la legua que es falso:
Dice así: “Yendo para El Toboso, pensaba Don Quijote en la conveniencia de abordar cumplidamente a su señora Dulcinea, no fuera que ella no atendiera a las bendiciones que deseaba le otorgara, y su ánima temblaba con pensarlo. Decidió que pasaría la noche con Sancho junto a una laguna, cuyas aguas alguna vez le habían refrescado en sus jornadas de caza. Allí, cobijado bajo el frescor de la noche, y envuelto en sus ensoñaciones, esperaba encontrar las palabras que diría a su amada.
ResponderEliminarNo madrugaron por la mañana, porque El Toboso no estaba lejos y querían esperar a que anocheciera para entrar en sus calles. No se habían alejado mucho del humedal cuando por el camino que llevaban vieron llegar un carro tirado por una mula, y a su lado caminando dos labradores. Esta aparición puso a Don Quijote en guardia, creyendo que aquella gente, que no reconoció como campesinos, pretendían impedirle ver a su Dulcinea.
- Doy fe de que esos villanos saldrán huyendo cuando les acometa con mi lanza.
- Mire bien, mi señor don Quijote, que son simples labradores que llevan a la molienda los sacos de trigo que acaban de cosechar.
- Sancho, tu no entiendes de la mañas que usan los encantadores para hacer parecer lo que crees ver, y lo que en ese carro llevan no son sacos de trigo, sino presos enjaulados que por ejercer su libertad están ahora en aquesta situación.
- No es así, que yo conozco a Palomino, vecino de mi pueblo, y a Alonso, de cerca del Toboso, que son hombres honrados, y no esos bellacos que su merced creé que son.
- ¡Mentecato! ¿Acaso no ves lo que la realidad pone ante nuestros ojos?
¡Válgame el cielo! - pensó Sancho-. De no ser por la ínsula que me tiene prometida, en esta hora y lugar regresara a mi pueblo, del que nunca debí salir, dejando al señor don Quijote con aquél a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga, porque yo me atengo a que obras son amores y no buenas razones, y hasta ahora sólo he merecido descalabros en pago de mis servicios.
-¡Alto ahí, gente desconsiderada! En nombre de la sin par Dulcinea, emperatriz del Toboso, declaro e impongo que liberéis a los cautivos que lleváis en esos sacos, no sin antes proclamar que lo hacéis por justicia, pero que también les otorgáis la gracia, sea cuales fueren sus delitos, porque es deseo y voluntad de mi señora Dulcinea.
Ante la actitud agresiva de Don Quijote, uno de los hombres cogió piedras del camino dispuesto a defenderse, pero Palomino, que conocía el paño, tranquilizó a su compañero, diciéndole:
- No hay que hacer caso a este desatino, ya que ese caballero es un hidalgo de mi pueblo que perdió el juicio del mucho leer y poco dormir, y es preferible dejarlo ir, porque es amigo del cura, que ha de darnos la extramaunción cuando llegue la hora.
Y luego, dirigiéndose a Don Quijote, continuó:
-Señor caballero, quédese tranquilo, porque nosotros no somos jueces sino testigos, y estos que llevamos ensacados pretendían robar nuestro trigo, pero sobre su inocencia o culpa, expuestas sus razones, deben decidir quienes tienen facultad de hacerlo, y no nosotros, ni tampoco vuesa merced, a menos que quiera erigirse en juez.
- Que así sea, buen hombre – contestó Don Quijote -, que soy caballero andante, y a ello me atengo, y no quiero interponerme con la justicia, a la que todos debemos respeto y obediencia.
Rebuznó el rucio de Sancho y relinchó Rocinante, intuyendo que habían escapado de este trance sin recibir magulladuras. Don Quijote, engordado el ánimo por su hazaña, caminó hacia el horizonte, su destino natural, porque se aleja cuando creés aproximarte, lo que concede mucho espacio para buscar nuevas aventuras. Por su parte, Sancho, más realista, estuvo seguro de que el horizonte estaba demasiado lejos para él. Y una vez más añoró a Teresa y a sus hijas, lamentando que él asentara su cordura a costa de la locura de su señor Don Quijote.”
Belmont, ya sabes, de nuevo aquí.
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