Locura: es la nueva normalidad social
(Rick Yancey)
Siguiendo los principios, fundamentos y métodos del conocimiento (modelo noseológico) que distinguen entre materia y forma, podemos examinar las ideas vertidas en literatura. Es así como entraré en la idea de locura tomando como referencia el Quijote, para sostener la tesis de que la locura es un uso patológico de la razón. No hablo de locura en términos de medicina, porque no hablo de un cuerpo humano vivo sino de un material literario. Y es que no se puede psicoanalizar a un ser que no es operatorio; eso sería una pseudonovela o una paranovela respecto a lo novela original.
La locura solo resulta interpretable desde la cordura, y, naturalmente, el Quijote, a través de la locura, trata de la capacidad humana de razonar, recta o aberrantemente.
“—A fe, Sancho —dijo don Quijote—, que, a lo que parece, que no estás tú más cuerdo que yo.” (Quijote I-15)
La locura y la cordura se están apelando constantemente porque no se puede hablar de una idea sin tener en cuenta la idea contraria. Los usos patológicos de la razón están presentes en la historia, y siempre han conducido a mataderos humanos: el nazismo fue un episodio histórico completamente racional, pero con un uso de la facultad de razonar completamente aberrante, pues no tiene ningún sentido construir fábricas para matar de forma sistemática a seres humanos, a menos que el ser humano haya perdido la cordura… Esa patología estuvo vigente doce años, y aún hoy no ha desaparecido completamente.
Un loco puede perder la cordura pero eso no significa que pierda la razón. Razona pero de forma aberrante. Siguiendo las ideas de Gustavo Bueno estudiaremos la locura desde dos aspectos: autologismo y patología.
Autologismo es la capacidad individual para organizar nuestras ideas. Todos pensamos de forma autológica, a menos que subordinemos nuestro pensamiento, a favor o en contra de otras personas, que sería una forma dialógica de pensar. Pensar desde el “yo” es pensar de manera autológica; pensar desde el “nosotros” es pensar de forma dialógica, que nos lleva a la existencia de un “duce”, de un caudillo, de un tirano, de un mentiroso embaucador. Pensar conforme a unas normas que superan la voluntad del “yo” y del “nosotros”, que implican una identificación con el pensamiento sistemático del estado, es pensar de forma normativa.
Solo las personas inteligentes pueden enloquecer, porque de alguna manera, los que no lo son, ya están locos. La locura solo cabe en un pensamiento que ha sido dañado; los locos no son tontos, son astutos e inteligentes pero de forma patológica (no me refiero a la cultura sino de inteligencia). Cervantes ya nos hace saber esto en el mismo título de su novela: El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha.
Gustavo Bueno en su ontología materialista apunta a tres géneros de la materia:
La materia física. Lo que podemos tocar físicamente.
La materia psicológica. Lo que sentimos, las percepciones, que van a tener en nosotros una causa y una consecuencia material.
La materia interpretada en términos científicos, lógicos y conceptuales.
Como ejemplo de los géneros de la materia podemos tomar como referencia el agua: el agua física es la de los mares, ríos, la del grifo; el agua psicológica es la que nos crea reacciones como el placer, el miedo, o la repulsión; y el agua interpretada en términos científicos es el H2O. Cuando hablamos de una idea, siempre podemos considerarla conforme a estos tres géneros de la materia.
En la poesía de Lorca, el agua estancada remite siempre a la infertilidad. Es el caso de Yerma, la mujer que no puede tener hijos por culpa de su marido, que siempre está viendo agua estancada. El problema en Lorca, son los hombres que no son suficientemente potentes, y la mujer es siempre una intermediaria para demostrar la virilidad del hombre. En ningún mundo, como en el de Bernarda Alba, las mujeres matan por copular con un hombre, con Pepe el romano. Y hay quien dice que Lorca era feminista, y yo me pregunto, ¿en qué mundo feminista actúal pasaría esto?
Cuando don Quijote se encuentra con los molinos y cree que son gigantes, los molinos son la única realidad que existe físicamente, y operatoriamente porque giran por el impulso del viento. Los gigantes que ve en términos ficticios o ideales, por el hecho de ser ideales dejan de ser operatorios, pues por mucho que paseemos por Campos de Criptana no nos vamos a topar con gigantes. El hablar de gigantes o ver gigantes no implica su existencia, sino que manifiesta que el que ve gigantes necesita un psiquiatra. Pero el gigante traído aquí no es un gigante cualquiera, procede de los libros de caballería, es decir, de una literatura fantástica en unos casos, o maravillosa en otros. Es lo que se denomina en la genealogía de la literatura, de la crítica de la razón literaria, una literatura sofisticada y reconstructivista, porque en términos sofisticados, reconstruye un mundo ideal que nunca ha existido operatoriamente, y que, en términos críticos, está reproduciendo una realidad que no existe. Irreal es, en términos artísticos, la figura de un gigante, aunque el gigante reproduzca racionalmente el antropomorfismo humano. Este logos o código interpretativo de la literatura caballeresca explica todo el motor del Quijote: el racionalismo idealista de don Quijote se apoya en las lecturas de caballería de Alonso Quijano. Sin embargo el racionalismo materialista impide que podamos citarnos con un gigante, porque los gigantes solo existe idealmente.
En general todos estamos de acuerdo en que don Quijote, que es un idealista, razona de forma patológica, sin embargo no todo el mundo está de acuerdo en que kant, que es igualmente un idealista, razone de forma equivocada, a pesar de la formulación del idealismo transcendental que exige un imperativo categórico de comportamiento en una determinada manera, alegando que así el mundo es más armónico y funciona mejor. No deja de ser cuanto menos curioso, que don Quijote, por muy brillante que sea su locura, se le considere un loco, pero a kant, la matriz del idealismo alemán, derrotado en mayo de 1945 por el materialismo ruso, nadie lo considere loco. Es más, los mismo antecedentes de Kant, que están en Lutero, el fundador del protestantismo, quien consideraba que cada uno podía interpretar las escrituras a su manera, y a eso le llamaba libertad, tampoco se le considere loco. Don Quijote, apoyado en el código de la caballería, invoca que cada uno vea la realidad como quiera; Lutero, apoyado en el código del Espíritu Santo, plantea el hecho de interpretar libremente lo que cada uno lee en la Sagradas Escrituras… Y además, a Lutero, se le considera el fundador de una preilustración europea llamada protestantismo. Es lo mismo que -como dice Elvira Roca Barea- cuando los franceses hicieron la revolución y se mataban unos a otros, y la historia nos cuenta que jugaban a la “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, y los demás, por ejemplo, cuando los espñoles nos matamos en el 36, eramos unos caínitas. Continuo con el asombro: unos asesinatos son fraternidad, otros fratricidio.
Todos los locos que se exaltan con una filosofía, en algún momento, se dan de bruces con la realidad, como pasó con el idealismo alemán en 1918 y en 1945, (esperemos que no se repita de nuevo, con la idea de imponer en Europa una nueva hegemonía germánica). Pensando sobre todo esto, también me sorprendente que Inglaterra que ganó dos guerras mundiales, pierda la paz posterior, y se haya retirado de la UE controlada por Alemania. No me deja de parecer llamativo que lo que militarmente se gana en la guerra, se pierda en la paz; no deja de ser curioso que el idealismo gane las paces y pierda las guerras (aunque creo que esas victorias son efímeras). Con esto no me estoy posicionando (o tal vez sí), simplemente es algo que me parece algo en lo que reparar.
Los referentes físicos del Quijote se reemplazan constantemente por los referentes ideales, cuya codificación está en la literatura caballeresca, que permite explicar ese fundamento patológico que don Quijote tiene de razonar. Así es como Cervantes, el artífice del Quijote, seduce al lector en la idea de locura, locura que realiza el protagonista Quijano, inventándose a don Quijote; y el narrador que es el gran cómplice del protagonista Quijano, a la hora de meter al lector por todos sus sentidos las patologías que don Quijote perpetra.
Así, cuando queremos “seducir” a alguien lo mejor es actuar siempre desde el idealismo, porque la realidad nos desautoriza cada vez que tropezamos con ella, y el idealismo es muy útil porque a la gente nos gusta que nos engañen (lo demuestra una simple mirada a la España actual).
Entremos en el segundo género de materia, el mundo psicológico. La psicología permite más libertades que la ontología, porque la ontología es lo que somos, mientras que a psicología es lo que imaginamos, y la imaginación proporciona más posibilidades que la realidad: yo puedo creerme que soy el presidente de UE (que acabo de destituir a Sánchez para explicar en Europa lo de la amnistía y mediar en oriente medio) , pero resulta que no, que soy quien soy; o puedo creerme Napoleón -tan de moda ahora- y los demás sin duda se reirían de mi… Pero si yo, hombre, digese que soy mujer, la risa se corta, porque primero hay que mirar el manual de lo políticamente correcto, y el humor se disipa o se oculta, pues hoy, lo políticamente correcto reprime los impulsos humanos.
Y es que la psicología permite unas libertades que la realidad no tolera. El idealismo luterano, en la interpretación de textos bíblicos, se permite una serie de libertades que la realidad católica no acepta. Imaginando: la mitología germánica se puede permitir una serie de imaginaciones invocando el cuarto reich siempre que no tropiece con la realidad. Lo mismo ocurre con el nacionalismo, que, en nombre de la imaginación, invocan una historia que no existe, que es una leyenda o una mitología, borrando la verdadera historia y quitando de en medio a los historiadores, porque le es más interesante tener a un druida como ministro de cultura que a un historiador que sea capaz de interpretar correctamente lo que ha ocurrido a lo largo del tiempo. La imaginación proporciona la libertad que la realidad limita; si actuamos como creemos ser, como hace el nacionalismo, y no como somos en realidad y que nos lo recuerda nuestro DNI, estamos incurriendo en una psicopatía, reduciendo la ontología a psicología.
Don Quijote no se atiene a la realidad, su materia psicológica engulle a su materia física. Lo mismo que hizo Kant, y convenció a medio mundo: Kant consideraba que no existe la realidad, que existe nuestra interpretación de la realidad, que la realidad es la idea que tenemos de sus efectos sensibles. Eso es el idealismo alemán, una forma de pensamiento que va en contra de la realidad, y en la cual estamos todavía inmersos; ese paradigma no se ha superado. Don Quijote se mueve reduciendo la ontología a psicología, reduciendo la realidad a su forma de pensarla (es, en este punto, un luterano); por eso a los alemanes e ingleses le gustó tanto el Quijote porque les hablaba de su forma de pensar, pero no se dieron cuenta que Cervantes, un racionalista, les hablaba en su “idioma” para burlarse de todos los idealismos, porque la idea principal del Quijote es advertirnos que los idealistas siempre fracasan (si los alemanes hubieran leído bien el Quijote se habrían evitado las dos guerras mundiales). Ahora, en el mundo occidental, se sigue distribuyendo idealismo, se siguen viendo gigantes donde solo hay molinos (es la imagen de la felicidad. Gustavo Bueno dijo que el inglés es la lengua de la felicidad), frente el realismo chino, que si no reparamos pronto engullirá a occidente.
Analicemos ahora la idea de locura desde el tercer género de la materia, el mundo lógico o conceptual. Si hablamos desde la ciencia, para tratar la locura necesitamos acudir a un especialista, a un científico, pues los hechos de conciencia no son suficientes para explicar la realidad. Según la conciencia en un campo de concentración, el ser humano, se puede sentir libre, pero la realidad es que allí te están matando; un canario en una jaula se puede creer libre pero esa no es la libertad, en todo caso será la libertad luterana, que queda reducida a un hecho de conciencia. Contrariamente en el mundo católico, la libertad, hay que ganarla enfrentándonos a la realidad objetiva, que no se puede reducir a psicología, sino ganarse la vida con nuestras obras (recordad el mandato: “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”), no por la predestinación calvinista que te salva o condena al margen de lo que hagas.
Los hechos de conciencia exigen verificarse física, psicológica y racionalmente. Hay que interpretar el mundo conceptualmente, sin ignorar que, el agua, al fin y al cabo es H2O. Don Quijote fundamenta su interpretación en un mundo idealista, que no es operatorio, confundiendo constantemente los términos reales con los ideales: ve gigantes donde hay molinos, ve el Yelmo de Mambrino en una vacía de barbero, ve ejércitos donde solo hay ovejas… Todo un mundo irreal que no funciona más que en su mente. Si se hipotecan las ideas en algo que no funciona, el fracaso está asegurado, y si enfrente tenemos ideas basadas en la realidad, estamos condenados a perder esa batalla, esa dialéctica. La locura de don Quijote tiene su génesis en la psicología que antepone el idealismo a la realidad, como Kant y como Lutero, que anteponen la imaginación a la realidad, cuando, ambas, deben estar conectadas de manera consecuente. Así, tiene su génesis en la psicología; busca su fundamento en la física, pero alterando este espacio; y se explica terciogenéricamente, desde el idealismo de los libros de caballería.
Don Quijote es un idealista que, como tal, fracasa siempre, y su lección es que todos los idealismo fracasan. Sin embargo, el Quijote ha seducido siempre a los idealistas: a los alemanes del siglo XIX y a los ingleses del siglo XVIII. Pensemos que fueron los grandes enemigos de España, donde se fraguó la Leyenda Negra (en la mitología orangista holandesa, en el anglicanismo de la política inglesa, en el protestantismo luterano y calvinista, y a la par, en Francia)… Cómo será de bueno el Quijote, que hasta los enemigos históricos de España, convierten su literatura en el símbolo de sus pretensiones, pero, como hemos dicho, tomando el rábano por las hojas, ya que el Quijote es el gran reproche que la realidad española dedica a los idealistas europeos.
Siempre se ha dado por sentada la locura de don Quijote, sin embargo, Torrente Ballester, dice que la finge, que no la padece, sino que Alonso Quijano, se disfraza de loco y se inventa a un personaje, que es don Quijote, para poder hacer una serie de cosas que desde la cordura no podría hacer. Así, don Quijote, Quijano, es muy consciente del uso patológico que está haciendo de la razón, que responde a un programa, hasta tal punto, sofisticadamente diseñado que, en determinada ocasiones, la gente que rodea a don Quijote le sigue el juego de su locura para tratar de controlarlo. En esto, el ejemplo más claro es cuando Sancho representa el papel de paje y, a la salida del Toboso, se postra ante Dulcinea, una de las tres labradoras, y entonces don Quijote, sorprendentemente, le dice que él solo ve tres labradoras zafias y cerriles que hasta huelen a ajo, contestándole Sancho, que son tres emperatrices de La Mancha. Don Quijote no permite que le regulen el código de su locura, lo que viene a significar que es un loco fingido. Evidentemente, don Quijote, como todos los idealistas, provoca injusticias mayores de las que trata de resolver, pero, entretanto y a pesar de los palos que recibe, se lo pasa muy bien. Se está divirtiendo, como hoy se divierten algunos haciendo “balconing”, u otros juegos tan aberrantes.
Es justo añadir que la locura no es la única forma de sustraerse a las normas; don Quijote se acoge a ella para tener más libertad de lo que las leyes le permiten. Esto, como se ha adelantado, ya lo hizo Lutero que invocó a la imaginación para apropiarse de unas normas que el uso racional de la interpretación de las escrituras no le permitía; como Spinoza, que apeló al racionalismo filosófico para alcanzar unas libertades que le sustrajera del dogma. Lutero, siguiendo las enseñanzas de Agustín de Hipona, evita el dogma racionalista teológico de Roma, para imponer el dogma psicologista del fideismo, propio del protestantismo, representando un paso atrás en el proceso de las religiones, mientras que Spinoza, apoyado en la escolástica de Tomás de Aquino, representa un paso adelante. Spinoza conduce al ateísmo, Lutero al fideismo, los más dogmático que hay: la fe ciega. De la misma manera que, con Lutero, hay que creer ciegamente, luego, en Alemania, llegaría la creencia en el espíritu absoluto, que tanto mal acarreó en Europa. Tomás de Aquino trata de racionalizar la fe, Lutero trata de fidelizar la razón, a la que calificó de “puta del diablo”, que nos revela mucho su pensamiento.
Además de la locura se pueden saltar las normas mediante el juego y el fuero. Las normas que pueden ser morales o éticas, las morales tienen como finalidad preservar la vida de un grupo de personas, una sociedad, un gremio, cuya máxima expresión es el estado; las éticas remiten a la preservación de la vida del individuo, el “yo”, son autológicas, mientras que las morales son dialógicas, y a veces, en el caso del estado, normativas porque son para todos. La locura elude una norma fundamentalmente ética, porque es algo individual.
Hoy día, la figura del estado nación está siendo minada constantemente por los gremios políticos o económicos (los veganos, las feministas, la religión, las multinacionales, los partidos y no por confluencia sino por oposición a terceros) todos buscan alcanzar más libertad a través del fuero. Siendo el fuero una forma colectiva y legal de sustraerse a las normas, pero nunca ética; el ejercicio del privilegio por la selección de una serie de normas y la expulsión de otras, que plantean unos derechos para un grupo frente otros.
En el caso del Quijote no existe el fuero, pero si existe el juego y la locura: se juega a quebrantar las normas a través del ejercicio de la locura. El juego es una forma individual o colectiva de enfrentarse lúdicamente a la vida, y que supone una serie de supresión de normas cuando se impone, proporcionando una mayor libertad individual o de grupo frente a otros. En la locura, la ley la dicta el autologismo del “yo” que impone las normas, o el dialogismo del “nosotros” si el loco encuentra quien le siga la corriente a su locura.
El fuero, el juego, y la locura, son las tres formas de superar la limitación normativa que impone cualquier tipo de sociedad política.
Como referencias, además del Quijote, he tenido: La crítica de la razón pura de Kant; El mito de la cultura, y la filosófía de Gustavo Bueno; así como la documentación del MOOC sobre la crítica según el materialismo filosófico)
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