Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:16)
Lo
más atractivo en Don Quijote es el inconformismo con el mundo en que
vive. La crítica social se advierte a cada paso en los diálogos de
los protagonistas. Crítica sutil, sin finalidad trascendental
aparente. Don Quijote expresa en no pocos de sus discursos el
inconformismo y la protesta contra el mundo en que vive Cervantes. En
la discrepancia del autor contra aquella sociedad, uno de los
elementos del inconformismo es su opinión con respecto a la
jerarquía social que dominaba. Podemos encontrar que en el Quijote
aparece frecuentemente, expresada así o de diferente forma, la idea
que resume la frase “Cada uno es hijo de sus obras”,
la cual
nos hace pensar que
Miguel de Cervantes niega a la nobleza histórica fundada en los
linajes, "rh" y árboles genealógicos desde el ángulo de su humanismo
renacentista, racionalista y antropológico. “Cada uno
es hijo de sus obras”, encierra un concepto moderno de la
vida, una idea política del imperio, el ideal con que soñaba Cervantes para el primer estado
moderno de la historia: España. O, mejor dicho, la hispanidad, pues esa es la visión que Cervantes nos muestra en toda su literatura.
¿Cuáles
son las ideas de Cervantes acerca de la nobleza?
El tema de los linajes es uno de los argumentos sociales que más se
mencionan en el Quijote, y ocupa relativamente mucho espacio. En el
capítulo 21, de la Primera parte, don Quijote explica a Sancho las
dos clases de linajes que hay en el mundo:
Hay
dos maneras de linajes en el mundo: unos que traen y derivan su
descendencia de príncipes y monarcas, a quien poco a poco el tiempo
ha deshecho y han acabado en punta, como pirámide puesta al revés;
otros tuvieron principio de gente baja, y van subiendo de grado en
grado, hasta llegar a ser grandes señores, y de manera, que está la
diferencia en que unos fueron, que ya no son, y otros son, que ya no
fueron.
Como
observamos en la mención arriba citada, Cervantes no reconoce a la
nobleza histórica, cimentada en la sangre azul, ya que para él no
existe más que una nobleza: la de la virtud y el saber. Sin
embargo, esta idea, por razones obvias, no está presentada por
Miguel de Cervantes en forma clara, sino como la orientación general
de su ideología social y política; pero se manifiesta con bastante transparencia, tanto en sus líneas generales, como en algunos
pormenores que, a modo de piedras de mosaico, forman un cuadro
entero.
Veamos
su forma general en el capítulo 18,1. Don Quijote dice a su
escudero, después de la batalla de las ovejas: “Sábete,
Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro”.
Confirmamos
también que toda la novela está impregnada de cierta idea de
igualdad, que siglo y medio más tarde, al desarrollarse, se
convertirá en una de las ideas principales de la Revolución
Francesa. En el capítulo 11,1, don Quijote trata a su
escudero de igual a igual, convidándole a sentarse a su lado y comer
del mismo plato:
-Por
que veas, Sancho, el bien que en sí encierra la andante caballería,
y cuán a pique están los que en cualquiera ministerio della se
ejercitan de venir brevemente a ser honrados y estimados del mundo,
quiero que aquí a mi lado y en compañía desta buena gente te
sientes, y que seas una misma cosa conmigo, que soy tu amo y natural
señor: que comas en mi plato y bebas por donde yo bebiere: porque de
la caballería andante se puede decir lo mismo que del amor se dice:
que todas las cosas iguala.
Aquí
vemos evidentemente que el caballero manchego pasa por alto las
diferencias de clase que se expresaban también en el trato entre los
individuos de distintas clases sociales, conforme lo prescribían los
reglamentos caballerescos. Don Quijote pone un signo de igualdad
entre un caballero y su escudero, y lo justifica evocando la
caballería andante; y al achacar a esta -la propia igualdad de los
hombres- finalidades que no tienen nada de común con la institución
de los caballeros y sus órdenes, la emplea como sinónimo de la Edad
dorada igualitaria, y para fines de cautela defensiva.
Entonces,
¿de dónde viene esta idea de igualdad humana? Su fuente es nada
menos que su idea de que “cada uno es hijo de sus obras”.
Para Miguel de Cervantes, la virtud y las buenas obras son el único
criterio según el cual se determina la calidad de un ser humano. En
el capítulo 4,1, don Quijote responde al pastor Andrés hablando de
los caballeros:
“Importa
poco eso... que Haldudo puede haber caballeros; cuánto más, que
cada uno es hijo de sus obras.”
Esta
idea está tan asentada en el Quijote, que reaparece en varios pasajes más: Sancho Panza contesta a las palabras del barbero que considera al
escudero tan loco como su amo, en el capítulo 47,1:
Yo
no estoy preñado de nadie -respondió Sancho-, ni soy hombre que me
dejaría empreñar, del rey que fuese, y aunque pobre, soy cristiano
viejo y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras
cosas peores, y cada uno es hijo de sus obras; y debajo de ser
hombre puedo venir a ser papa, cuánto más gobernador de una ínsula
...
En el capítulos 17,2, referidas a don Quijote dice el narrador unas palabras semejantes, "tus mismos hechos sean los que alaben".
En
el capítulo 32, 2, don Quijote replica al duque, cuando este pone en
duda la alteza de linaje de Dulcinea:
Dulcinea
es hija de sus obras y que las virtudes adoban la sangre, y que
en más se ha de estimar y tener un humilde virtuoso que un vicioso
levantado ...
En
el capítulo 25,1, don Quijote aconseja a su escudero Sancho en el
gracioso coloquio que los dos tuvieron acerca del amor platónico y
el carnal, refiriéndose al nacimiento de Dulcinea:
y
así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo
es hermosa y honesta, y en lo del linaje, importa poco, que no han de
ir a hacer la información de él para darle algún hábito, y yo me
hago cuenta que es la más alta princesa del mundo.
Para
Cervantes, "ningún hombre es más que otro si no hace más
que otro" (18, 1), porque la verdadera nobleza consiste
en la virtud (36, 1); Y de esta forma el individuo que demuestra en
sus actos un valor y unas aptitudes superiores, puede sentirse por
encima de aquellos que han heredado rentas, honores y privilegios, y
que se llaman nobles sin merecerlo. Lo que percibimos en sus
opiniones es la presencia de un nuevo modelo de ordenación social,
el anhelo de anteponer el valor y las virtudes individuales a los
valores y los privilegios derivados de la adscripción al estamento.
Cervantes
piensa que es el individuo quien, con sus buenas obras, puede hacerse
ilustre o miserable, pese a la aparente firmeza e inmortalidad de
ciertos valores sociales:
… es
grande la confusión que hay entre los linajes, y que solos aquellos
parecen grandes y ilustres que lo muestran en la virtud, y en la
riqueza y liberalidad de sus dueños. Dije virtudes, riquezas y
liberalidades, porque el grande que fuere vicioso será vicioso
grande y el rico no liberal será un avaro mendigo. (6, 2)
Aunque
los nobles piensan que sus poderes, seculares e inamovibles, son el
premio otorgado por Dios a sus pretendidos merecimientos, la
historia, maestra de los humanos y archivo de verdades -como diría
Mariano Blanco-, nos enseña cómo los hombres de bajos principios
subieron a grandes estados y señoríos:
Innumerables
son aquellos que de baja estirpe nacidos, han subido a la suma
dignidad pontificia e imperatoria; y desta verdad te pudiera traer
tantos ejemplos, que te cansaran. (42, 2)... que de entre los bueyes,
arados y conyundas sacaron al labrador Wamba para ser rey de España.
El
hombre es, para don Quijote, lo que cada uno hace. El mérito va con
lo que cada uno alcanza y el pensamiento de la época insiste en
valorar lo que se hereda. Este tópico es una pieza necesaria en la
construcción caballeresca que coincide con la concepción pastoril
(don Quijote es un personaje del medievo). Miguel de Cervantes, que
escribe su obra avanzado ya el Renacimiento, sostiene, apoyado para
sortear la censura en un personaje del medievo, que la hidalguía
adquirida por propia excelencia se ha de tener en más que la
heredada de los pasados, respecto a la persona que la adquiere. El
valor de la persona va ligado a su ser.
¿En
qué fuentes se inspiró Cervantes para plasmar la tendencia social
de su descripción de “Cada uno es hijo de sus obras”?
El
Renacimiento elogió las virtudes individuales, el principio de que
las obras hacen linaje y a este no pueden serle imputables los
méritos o deméritos de sus padres o antepasados. Ante Dios el
hombre solo es responsable de sus obras. A Cervantes, que era un
lector apasionado, le influyó en ciertos aspectos el erasmismo.
Erasmo de Rotterdam influyó mucho en el desarrollo del pensamiento
humanístico y oposicionista de la primera mitad del siglo XVI, es
decir, del primer período de la historia del Renacimiento español.
Mas su influencia decayó considerablemente en la segunda mitad del
siglo, cuando, después del Concilio de Trento, empezó la gran
campaña del catolicismo militante contra toda manifestación de
pensamiento libre e independiente. Uno de los maestros de Cervantes,
Juan López de Hoyos, por ejemplo, era aficionado a Erasmo.
Cervantes, nos da cuenta en el Quijote de su interés por la
literatura erasmista, cuando en ocasión de la visita a una imprenta
en Barcelona, menciona y recomienda el libro erasmizante, de Felipe
de Meneses: Luz del alma. Erasmo enseñó muchas cosas a los
humanistas españoles del siglo XVI, mas sus opiniones y su crítica
de la actividad feudal y eclesiástica resultaron insuficientes en
las condiciones especiales de la vida social española de ese
período. Cervantes, no se limitó a los pareceres y reflejos de las
ideas de Erasmo, sino que tomó sus propias posiciones originales
con respecto a la realidad de su época: fue el precursor de la
filosofía de Spinoza, apuntando de manera altamente heterodoxa un
racionalismo antropológico frente a la razón teológica de la
mayoría de los autores de su época. Cervantes vivía y escribía
sus obras en el siglo de oro español, cuando Europa comenzaba a
organizarse de acuerdo con las nuevas formas políticas del
Renacimiento.
Recordemos
la frase que aparece en el noveno acto de La Celestina, otra
obra de gran calado en la idea que tratamos:
“Las
obras hacen linaje, que al fin todos somos hijos de Adán y Eva.
Procure de ser cada uno bueno por sí y no vaya a buscar en la
nobleza de sus pasados la virtud”.
En
conexión con este asunto, en tercer lugar, quiero citar al
Lazarillo de Tormes, que dice:
“Los
que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna
fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles
contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto”.
Las
obras son las que diferencian a los hombres, las que a unos elevan
sobre otros. “No es un hombre más que otro si no hace más
que otro” afirma don Quijote en el capítulo 54, II. Cada
uno, por consiguiente, depende de uno mismo y puede llegar hasta
donde alcance la fuerza para obrar de su singular e insustituible
individualidad. De los hombres, de ser hombre y nada más, igual en
condición natural a cualquier otro, se parte para llegar al estado
social que sea. Afirma Sancho Panza en el capítulo 47, I, que “cada
uno es hijo de sus obras; y debajo de ser hombre puedo
venir a ser papa”. Solo importan los méritos que se tengan o,
a lo sumo, que se reconozcan. El pesimismo social que avanza con el
siglo hará que se acentúe progresivamente la importancia del
reconocimiento ajeno, sobre la real posesión de virtudes y méritos.
Pero a fines del siglo XVI y aún a comienzos del siglo XVII se
conserva suficiente confianza en el éxito del propio merecer.
En
conclusión, la ideología cervantina hondamente renacentista y
materialista sobre los linajes, emana del propio hombre, de su
esfuerzo; a diferencia de los dogmas discriminatorios del feudalismo
y de la Iglesia, que ideados para eternizar y santificar los
privilegios exclusivos de la nobleza histórica, emanan de Dios.
Se
puede decir que la visión de
Cervantes está representada por
la aspiración a un mundo nuevo más justo denunciando el idealismo y
los estamentos sociales ociosos por la tradición y la cuna.
Cervantes no ha hecho una obra dedicada a describir una
sociedad utópica, como ocurre en la Utopía de Tomás Moro,
sino que en el Quijote encontramos aspectos sugeridos en buena parte
por esos ideales utópicos, así como una tremenda crítica a los
idealismos. Don Quijote decide hacerse caballero para el servicio de
su república, deshaciendo todo el agravio con que se pudiera topar.
La Edad de Oro elogiada por Cervantes es el reino utópico, pastoril,
donde no existe la propiedad privada, donde se ignoran las palabras
“tuyo” y “mío”, y la vida feliz es alcanzada por los
hombres. Cervantes niega a la nobleza histórica fundada en los
linajes y árboles genealógicos; y defiende el concepto de la
dignidad, la libertad y el honor cimentados en las propias obras y no
en la sangre heredada. Hasta el propio rey, Felipe II, es criticado
por Cervantes, al que más que prudente considera un rey indolente,
“fuese
y no hubo nada”
nos dice de él en el poema Al
Túmulo del Rey Felipe II, por
el contrario de su bastardo hermano, don Juan de Austria, por sus
obras es “el hijo del rayo”, que dirigió “la más alta ocasión
que vieron los tiempos”.
Cervantes
subraya que el hombre crea su linaje por sus propias obras. Todos los
hombres, al ser libres, están en igualdad de condiciones para
merecer por lo que ellos obren. Como hemos visto, el pensamiento
cervantino sobre los linajes se asemeja al pensamiento moderno de
nuestros días.
Cervantes,
desde el ángulo de su humanismo renacentista radical, somete a una
crítica aniquiladora a las instituciones sociales, políticas y
eclesiásticas del reino monárquico en declive. De esta manera, Don
Quijote de la Mancha se convierte, en manos de Cervantes, en un
instrumento para soñar con una sociedad justa donde la verdadera
nobleza reside en la virtud. Y es que en Cervantes está todo.
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