¡Va por ti! |
“¡Oh, tú, bienaventurado sobre cuantos viven sobre la haz de la tierra, pues sin
tener invidia ni ser invidiado, duermes con sosegado espíritu [...]” (II, 20)
Palabras que bien nos podrían remitir a tu beatus ille.
“Y ¿podrá vuestra merced pasar en el campo las siestas del verano,
los serenos del invierno, el aullido de los lobos? ” (II, 73)
Caminante,
son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay
camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el
camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que
nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino
estelas en la mar.
También está "el cómo nos lo cuentas". Tus crónicas, ese anhelo literario de “A vueltas de veleta”, que tantos entendemos como tu propia forma de interpretar la vida, donde el motor principal de tu día a día y de tu creación es la lectura; sobre todo, la lectura de los clásicos como Galdós, Unamuno, Pessoa o Saramago. En todas tus páginas destaca la reacción vital ante el estímulo que supone el conocimiento de dichas lecturas, que después complementas con sugestivas imágenes y detallados estudio de las geografías. Los libros y el terreno, a los que están unidos los autores y personajes que tratas, no sólo son tu principal fuente de inspiración y de creación, sino la más importante forma de entender y de vivir la realidad. Pero también de hacernos vivir, de hacernos viajar contigo. Nos llevas a tu lado descubriendo las cosas que nos hacen felices, cosas sencillas como la cabeza de Ariadna, una silva de Machado, una pintura de Van Gogh, un hotelito en Colliure, la imagen altiva de nuestro héroe en el golfo de Corinto …, un lugar remoto, buscado o hallado por casualidad. Por casualidad, pero siempre pensado … Y es de mucho agradecer que nos lleves contigo como lo haces: haciéndonos creer que somos nosotros los que vamos, no los que son llevados.
Charlando con Sally |
...y a mí ¿quién podría salvarme?
¿tus ojos, que ahora crean mi tarde inexistente?
Lector, esfuérzate y enciéndela:
está donde un olor de rosas te llega del camino.
Si existo es porque existes
Tú repites mi vida, y no la reconozco.
(La tarde imaginada, Francisco Brines)
Es en ese peregrinar, en ese hacer camino, en ese vivir, donde buscas libertad, donde encuentras tu verdad, y la asumes como nadie. Como Quijano, eliges tu propia vida y le das sentido la vida. Por eso, a nosotros, nos seduce la vida de ese “Errático” personaje que no cesa de dar vuelta por un mundo al que se le han caído las fronteras. Lo que no estoy seguro es que fueras Quijano antes que Quijote, desconozco y dudo que hubiera metamorfosis, o si la hubo fue a una edad mucho más temprana que nuestro héroe cervantino. ¡Ah!, si reparo un poco, puedo afirmar que, como en don Quijote, aquí no hay nada de locura (que ya sabes que soy de la idea de Torrente), aquí lo que hay es una determinación de libertad -como he dicho-; y no sé si se podría hablar de “juego”, desde luego no de un juego infantil, del niño que tiene que quemar calorías para crecer, pero puede que haya un juego de adulto persiguiendo ese sosiego que no se encuentra en la anodina y enmarañada vida posmoderna. Si, podría decir, que hay un juego que equilibra lo trascendental con la realidad vulgar y una esperanza imprecisa; la metafísica y lo mundano o material, como las dos supuestas mitades del alma humana. Algo, para muchos, incomprensible en nuestro tiempo, pero los que hemos leído despacio a Cervantes, sabemos que todos nuestros sueños, ideas e imaginaciones son reales para nosotros. Tú aceptas el mundo como es, o no te lo cuestionas demasiado, en eso te alejas de don Quijote que enfrenta su sentido al mundo establecido, tú lo tomas como algo inevitable, aquí te pareces más al autor, racionalizas la situación y te adaptas a la realidad, pensando que pasará de moda, quizás por otra moda incluso peor, para nuestras esperanzas y nuestras neuronas. Y lo aceptas dando pasitos para atrás y pasos adelante: para atrás recordando el mundo de tus padres, de nuestra infancia, de nuestro seminario, pero sin olvidar la realidad del presente. Muy al contrario, el nuevo presente es el que te permite dar el salto hacia adelante, el nuevo presente donde está “lo correcto”, los caminos por hacer, la opresión de los dogmáticos, los achaques de la edad; donde está la literatura y los amigos.
Y es que, amigo Antonio, eres un clásico para muchos de nosotros. Un clásico, sí, sencillamente porque reflejas con sensibilidad, en nuestros aburguesadas vidas, sueños de aventuras, y porque nos revives constantemente a los clásicos: ante un párrafo, una frase o un detalle de un libro escrito por Machado, percibimos que estás sintiendo lo mismo que en su día sintió el profesor de francés de nuestra querida Baeza; por un instante se caen las barreras del espacio y del tiempo y te vemos paseando por el Espino, o por los campos bordados de olivares polvorientos, entre Úbeda y Baeza. Esta identificación la he relacionado, ahora, de pronto, casi sin pensar, con la idea del eterno retorno de Nietzsche. Me digo, nadie como Antonio consagra esos instantes de eternidad una y otra vez; siempre el mismo minuto con diferentes detalles. De nuevo podría decir, de una forma distinta, que aparece tu sinfronismo: ante un paisaje o lugar descrito por Manrique, aparentas sentir lo mismo que en su día sintió el poeta.
“No
se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que
espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de
pasar
por tal manera.”
Aurora Luque en un bello poema, titulado "Literatura aplicada" de su poemario Carpe Noctem, parece hablar por ti:
Siempre me consoló viajar a cualquier parte
con un vago pretexto literario:
(...)
Casi gasté la vida en aplicarla
a la literatura, a sus fetiches
ilusorios e inútiles,
al extraño amuleto
que con denuedo arropan las palabras.
Como también parece preguntarse sobre ti la consombrero, en su poema "El marino adulto", con "esas islas imantadas de mitos" tras las que vas, esas que ponen en consonancia tu sentido poético con la autora alpujarreña; esa búsqueda a la que quieres llegar antes de que tus botas acaben por desgastarse o que los mitos, a pesar de esa conjetura de eternidad, se desvanezcan en la realidad del presente:
¿Cuándo la decisión
de vivir lo leído –las pasiones
que podría estrenar, malignas y entreabiertas
como prendas de seda minuciosas,
horizontes supuestamente cálidos
las islas imantadas de los mitos
supuestamente eternos?
Porque los paraísos se desploman
al pisar el umbral, irremediables
con la primera huella del que acude
jubiloso a vivirlos.
Era el miedo a saber del otro lado.
Tú sabes además quien eres, cosa que no todos lo sabemos, cuando debería ser nuestra tarea esencial. Como Ulises, has navegado por miles de islas y has superado, airoso, peligrosas aventuras en busca de tu Ítaca. Todos, como Ulises, vamos en busca de nosotros mismos, pero ¡cuanto cuesta dar con uno! Todos vamos en pos de alguien o de algo, siguiendo un asombro, temiendo un desencanto. Solo que Ítaca no está lejos, ni cerca, Ítaca juega con nosotros.
He regresado y nada me esperaba.
Quizá se vuelve como a la patria o al padre
con un algo de herida
y esa ansiedad de no reconocerse en los viejos espejos.
Quizá se vuelve tarde,
se vuelve ya sin tiempo.
(Itaca no existe. Iglesias, 1984: 26)
Se
trata de abrid los ojos y mirad el mundo como tú lo haces, con
entusiasmo y capacidad de asombro, como un niño mira a un tiovivo
dar vueltas. Como miró Van Gogh los girasoles. Como don Quijote
miró las ventas, las ovejas, o la bacía del barbero.
Y cruzas fronteras geográficas con la mayor naturalidad posible, y las fronteras humanas, esas que hasta en nuestra misma escalera existen, las superas con solo la mirada. Hablas con las gentes que te encuentras sin importante el código del lenguaje, siempre tienes a mano un gesto y una sonrisa. Hablas con personas a las que parece faltarle un tornillo, y sacas lo mejor de ellas; bueno, la verdad, es que a la inmensa mayoría de la gente nos falta o parece faltarnos un tornillo, pero esas con las que tú hablas aparentan, en tus crónicas, estar recién salidos del taller, con todos los tornillos bien puestos, y cómo te identificas con ellas compartiendo sus sentimientos.
En uno de tus textos te preguntaste, “¿valió la pena?”, y en tu admirado Pessoa encontraste la respuesta: “Todo vale la pena si el alma no es pequeña”. Pocos sabemos cómo se mide el alma, pero algunos conocemos que tu alma es tan recta como torcida está tu columna, y que sería patrón de referencia para eventual medida. Yo te contesté aquel día, que todo aquello que se lleva a cabo con determinación, vale la pena. Ibas caminando cual peregrino por la vía Augusta…
PEREGRINO
¿Volver?
Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo
viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su
casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Mas,
¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre
adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo
que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin
Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel
hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino
más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus
ojos frente a lo antes nunca visto.
Por estos versos, otro día te dije: no te engañes amigo, Cernuda no apostilló a Kavafis, no escribió esos versos por Ulises, esos versos van dirigidos a ti. Tú sabes que es así.
Ítaca |
La página que ha motivado esto: http://avueltasdeveleta.blogspot.com/2022/12/nafpaktos-y-cervantes.html
El blog del Errático: http://avueltasdeveleta.blogspot.com/
...desde que leí la vez primera esta tan agradecida por mi página hasta esta segunda lectura, el tiempo que pasado no lo mido en días, sino en sensaciones, en derivas, dudas, tristuras, impresiones...trato de imaginar qué pensarías de lo que escribes sobre mi si ello fuera leído por otras personas...tanta lecturas tenemos las personas como personas nos leen...
ResponderEliminarMe centro en esa palabra que ya nos va a acompañar hasta el final y que en buena y agradecida lid te debo....Quizá la principal virtud de un clásico es la de poder hablarle al alma de los lectores a través del tiempo y el espacio. Esta particularidad es la que se conoce con el nombre de «sinfronismo»,...
Un abrazo desde un lugar del Algarve.
Gracias, amigo, recuerdo que me turbó un poco cuando leí de tu pluma la relación que me hacías de sinfronismo y simpatía, y me inquietó no por lo atinada, ni original, ni novedosa, que era todo eso y más, sino porque unas horas antes, torpemente, había intentado yo explicar lo mismo. Ya sabes de mi racionalismo: sin saberlo, me lo acababas de cuestionar con palabras que me gustaron mucho. No dije nada porque -no estoy yo para cuestiones metafísicas, y mucho menos numinosas, me dije-...
ResponderEliminarDecías tú, que es lo importante y lo que ahora toca: "sinfronismo y simpatía, son fenómenos coincidentes en cierto aspecto, pero de alcance diferente. Mientras que la simpatía supone, como requisito principal, el hundimiento en lo temporal, el sinfronismo opera al margen del tiempo. Asimismo, podemos decir que la simpatía es innata, en tanto que el sinfronismo es la resultante de una incorporación que se produce durante el desarrollo de la sensibilidad y sólo cuando ésta ha alcanzado un cierto grado de maduración. Resta decir que las manifestaciones simpáticas pueden llegar a ser inconscientes o instintivas, pero las sinfrónicas son siempre conscientes."
Quizás, el amigo Joaquín, si lee esto, podría dar una explicación.
ResponderEliminarY esto dice nuestro amigo Joaquín (recibido por Whatsapp): "Te adelanto, que en la distinción que realiza Cabello, entre simpatía y sinfronismo es la correcta. Son dos términos coincidentes, ya que incluyen "admiración, agrado, sintonía, etc. Lo que las diferencia, y no es baladí, es que la simpatía es innata ya que está relacionada con la empatía. Cualidad psicológica que se puede tener en mayor o menor grado dependiendo, básicamentente, de nuestros genes. El ejemplo de siempre: los niños con Asperger o autistas.
ResponderEliminarEl sinfronismo se adquiere a lo largo del tiempo y en la medida que el autor de una obra nos toca lo más profundo de nuestra "alma colectiva". Tal vez, también influya en cada uno aspectos relacionados con nuestra personalidad y cultura.
Para la coinciencia temporal no encuentro explicación razonable".